tag:blogger.com,1999:blog-69088220798420901032024-02-19T08:51:03.862-08:00el hedonist(A)...yippies creando situ(A)cionesfourierismo, comunismo egoista, autonomismo, anarcocomunismo, hedonismo, dadá, surrealismo, ´patafísica, insurrecionalismo, situacionismo, anarquismo individualista, ilegalismo, bohemia, amor libre, bioregionalismo, postanarquismo, anarquia post izquierda, anarco-nietzschechianismo, rechazo del trabajoUnknownnoreply@blogger.comBlogger209125tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-82874273764892699072009-11-27T11:30:00.000-08:002009-11-27T11:31:54.686-08:00MENSAJE DIRIGIDO A TOD@S AQUELL@S QUE NO QUIEREN ADMINISTRAR LA NOCIVIDAD SINO SUPRIMIRLA x ENCYLOPÉDIE DES NUISANCESNuestra época puede tener la certeza, al menos, de una cosa: no se descompondrá en paz. Los resultados de su inconsciencia han ido acumulándose hasta llegar a poner en peligro la seguridad material, la conquista de la cual constituía su única justificación. Y en lo que concierne a la vida propiamente dicha -costumbres, comunicación, sensibilidad, creación- la época no ha traído consigo más que podredumbre y regresión.<br /><br />Toda sociedad es, en principio, en tanto que organización de la supervivencia colectiva, una forma de apropiación de la naturaleza. Debido a la crisis actual del uso de la naturaleza, de nuevo se plantea, y esta vez universalmente, la cuestión social. Por no haber sido resuelta antes de que los medios materiales, científicos y técnicos, permitieran alterar fundamentalmente las condiciones de vida, la cuestión social reaparece junto con la necesidad vital de cuestionar las jerarquías irresponsables que monopolizan dichos medios.<br /><br />Con el fin de remediar lo dicho anteriormente, los dueños de la sociedad han decidido unilateralmente decretar el estado de urgencia ecológico. Pero, ¿que buscan con su catastrofismo interesado, ensombreciendo la descripción de un desastre hipotético y pronunciando discursos tanto más alarmistas cuanto que se refieren a problemas sobre los cuales la población atomizada no posee ningún medio de acción directa? ¿No será la ocultación del desastre real, para el que no hace falta ser físico, climatólogo o demógrafo para pronunciarse al respecto? Porque comprobamos a cada momento el constante empobrecimiento del mundo causado por la economía moderna, que se desarrolla en todos los dominios a expensas de la vida: con sus devastaciones, destruye las bases biológicas, somete todo el espacio-tiempo social a las necesidades policiales de su funcionamiento y reemplaza toda realidad, antaño normalmente accesible, por un sucedáneo, cuyo contenido de autenticidad residual es proporcional al precio (ya no es necesario crear almacenes reservados a la nomenklatura, el mercado se encargará de ello).<br /><br />Cuando los administradores de la producción se percatan de la fragilidad de su mundo al contemplar la nocividad de sus resultados, aún sacan de ello argumentos para presentarse, avalados por sus expertos, como salvadores. El estado de urgencia ecológico es a la vez una economía de guerra, que moviliza la producción al servicio de los intereses comunes definidos por el Estado, y una guerra de la economía dirigida contra la amenaza de los movimientos de protesta que la critiquen sin rodeos.<br /><br />La propaganda de los dirigentes del Estado y de la industria presenta como única perspectiva de salvación la prosecución del desarrollo económico, corregido con las medidas que la defensa de la supervivencia impone: gestión regulada de los "recursos", inversiones para economizar la naturaleza, o sea, para transformarla integralmente en materia de gestión económica, desde el agua del subsuelo hasta el ozono de la atmósfera.<br /><br />La dominación no cesa de perfeccionar, a todos los efectos, sus medios represivos: en "Cigaville", decorado urbano construido en Dordogne después de Mayo del 68 para entretener a los gendarmes móviles, se simulan en las calles colindantes "falsos ataques de comandos antinucleares"; en la central nuclear de Belleville, los responsables aprenden técnicas de manipulación de la información simulando un accidente grave. Pero el personal destinado al control social se dedica más que nada a la prevención de cualquier desarrollo de la crítica de los fenómenos nocivos que apunte hacia la crítica de la economía que los engendra. Se predica la disciplina a los ejércitos del consumo, como si fueran nuestras fastuosas extravagancias las que hubieran roto el equilibrio ecológico y no, en cambio, el absurdo de una producción impuesta; se pregona un nuevo civismo según el cual todo el mundo es corresponsable de la gestión de los fenómenos nocivos, en perfecta igualdad democrática: desde el contaminador de base, que cada mañana libera clorofluorocarbonados cuando se afeita, al industrial químico... y la ideología de la supervivencia ("Todos unidos para salvar la Tierra, o el Loira, o a las crías de foca") sirve para inculcar esa clase de "realismo" y de "sentido de la responsabilidad" que lleva a la gente a asumir los efectos de la inconsciencia de los expertos y, por tanto, a dar un relevo a la dominación, puesto que le proporciona sobre la marcha, de un lado, una oposición de las llamadas constructivas y, del otro, arreglos de detalle.<br /><br /> El ecologismo es el principal agente de la censura de la crítica social latente en la lucha contra los fenómenos nocivos[1], es decir, esa ilusión según la cual se podrían condenar los resultados del trabajo alienado sin atacar al propio trabajo y a la sociedad fundada en la explotación del trabajo. Ahora que todos los hombres de Estado se vuelven ecologistas, los ecologistas no dudan en declararse partidarios del Estado. A decir verdad, no han cambiado un ápice desde sus veleidades “alternativas” de los años setenta. Pero hoy ocurre que en todas partes les ofrecen cargos, funciones, créditos, y los ecologistas lo aceptan todo sin la menor objeción, tan verdad es que nunca rompieron en realidad con la sinrazón dominante.<br /><br />Los ecologistas son, en el terreno de la lucha contra los fenómenos nocivos, lo que son, en el terreno de las luchas obreras, los sindicalistas: meros intermediarios interesados en la conservación de las contradicciones, cuya regulación ellos mismos aseguran; unos negociadores abocados al regateo (en este caso la revisión de las normas y de las tasas de nocividad reemplazan a los porcentajes de subida de los salarios); meros defensores de lo cuantitativo en el momento en que el cálculo económico se extiende a nuevos dominios (el aire, el agua, los embriones humanos, la sociabilidad sintética); en definitiva, son los nuevos comisionistas de un sometimiento a la economía, el precio del cual tiene que integrar, ahora, el costo de un “entorno de calidad”. Ya se puede vislumbrar una redistribución del territorio entre zonas sacrificadas y zonas protegidas, coadministrada por expertos “verdes”, una división espacial que regulará el acceso jerarquizado a la mercancía-naturaleza. Pero radioactividad, habrá para todos.<br /><br />Decir que la práctica de los ecologistas es reformista sería honrarles demasiado, puesto que dicha práctica se inscribe, directa y deliberadamente, en la lógica de la dominación capitalista, que extiende sin para mediante sus propias destrucciones el terreno en donde se ejercita. En medio de tal producción cíclica de males y de remedios agravantes, el ecologismo no habrá sido sino el ejército de guerra de una época de burocratización, en la que con mayor frecuencia la “racionalidad” es definida sin contar ni con los individuos concernidos ni con ningún conocimiento realista, con las catástrofes renovadas que todo ello implica.<br /><br />No faltan ejemplos recientes que muestran a qué velocidad se instala la administración de los fenómenos nocivos que integra al ecologismo. Dejando aparte ya a las multinacionales de la “protección de la naturaleza” como por ejemplo el World Wild Fund y Greenpeace, "Amigos de la Tierra" ampliamente financiados por la Secretaría de Estado para el Medio Ambiente, o Verdes estilo Waetcher[2], compinchados con la Lyornnaise des Eaux[3] en la explotación del mercado del saneamiento, existen semioponentes a la nocividad de todo pelo, que siempre se han limitado a una crítica técnica de los fenómenos nocivos y siempre han rechazado la crítica social, cooptados por las instancias estatales de control y de regulación, cuando no por la misma industria de la descontaminación. Por ejemplo, un laboratorio independiente como la CRII-RAD[4], fundado tras lo de Chernobil -independiente del Estado pero no de las instituciones regionales y locales-, tomó por único objetivo “la defensa de los consumidores" mediante la contabilidad de sus becquerelios. Tal clase de "defensa" neosindical del oficio de consumidor -el último de los oficios- lleva a no atacar a la desposesión que, al privar a los individuos de todo poder de decisión en la producción de sus condiciones de existencia, garantiza que deberán de continuar soportando lo que otros escogieron y continuar dependiendo de especialistas incontrolables para enterarse, o no, de la nocividad que ello trajo consigo. No nos puede sorprender que después la presidenta de la CRII-RAD, Michéle Rivasi, haya sido nombrada para un puesto en la Agencia Nacional de Calidad del Aire; en ese lugar su independencia podrá realizarse al servicio de la del Estado. Tampoco nos extrañará que los expertos tímidamente antinucleares del GSIEN[5], a fuerza de considerar científico el no pronunciarse radicalmente contra el delirio nuclearista, salgan fiadores de la nueva puesta en marcha de la central de Fessenheim, antes de que un nuevo escape "accidental" de radiactividad no viniera, poco después, a aportar el dictamen pericial de su realismo; ni tampoco que los boyscouts de "Robin des bois"[6], trepando por el "partenariado", se asocien con un industrial en la producción de "residuos limpios" y defiendan el proyecto "Geofix" de basura química en los Alpes de la Alta Provenza.<br /><br />El objetivo de esta intensa actividad de lavado es previsible en su totalidad: una "descontaminación" basada en el modelo de lo que fue “la extinción del pauperismo" por medio de la abundancia al servicio del mercado (camuflaje de la miseria visible, empobrecimiento real de la vida); los costosos y por lo tanto provechosos paliativos sucesivamente aplicados a estragos anteriores, entremezclando las destrucciones -que continúan y continuarán- con reconstrucciones fragmentarias y saneamientos parciales. Ciertos fenómenos nocivos, homologados como tales por los expertos, serán tomados en consideración en la medida exacta en que su tratamiento constituya una actividad económica rentable. Otros, en general los más graves, continuarán existiendo clandestinamente, al margen de la norma, como por ejemplo las dosis débiles de radiación o las manipulaciones genéticas que preparan los Sidas del mañana. Finalmente, y por encima de todo, el desarrollo prolífico de una nueva burocracia encargada del control con el pretexto de la racionalización, no conseguirá más que profundizar en esa irracionalidad específica que explica todas las demás, desde la corrupción ordinaria hasta las catástrofes extraordinarias: la división de la sociedad entre dirigentes especialistas de la supervivencia y "consumidores" ignorantes e impotentes de dicha supervivencia, último rostro de la sociedad de clases. ¡Desgraciados aquellos que necesiten de especialistas honestos y de dirigentes ilustrados!<br /><br />No es por una especie de purismo extremista ni, menos aún, por una política del estilo "cuanto peor, mejor", por lo que hay que desmarcarse violentamente de todos los ordenadores ecologistas de la economía: es simplemente por realismo ante el devenir patente de todo el asunto. El desarrollo consecuente de la lucha contra la nocividad exige la clarificación, mediante tantas denuncias ejemplares como hagan falta, de la oposición entre los ecolócratas -aquellos que sacan poder de la crisis ecológica- y aquellos que no tienen intereses distintos del conjunto de los individuos desposeídos y del movimiento que les puede situar en condiciones de suprimir la nocividad, gracias al "desmantelamiento razonado de la producción entera de mercancías". Si los que quieren suprimir la nocividad se hallan por fuerza en el mismo terreno que los que quieren administrarla, deben, en cambio, estar presentes en él como enemigos, so pena de verse reducidos al papel de figurantes frente a los proyectores de los escenógrafos de la ordenación territorial. Sólo pueden realmente ocupar el terreno, es decir, encontrar los medios de transformarlo, afirmando, sin concesiones, la crítica social de la nocividad y de sus gestores, tanto de los instalados como de los postulantes.<br /><br />El camino que va desde la contestación de las jerarquías irresponsables hasta la instalación de un control social que domine conscientemente los medios materiales y técnicos, pasa por una crítica unitaria de la nocividad y, por consiguiente, por el redescubrimiento de todos los anteriores puntos de aplicación de la insumisión: el trabajo asalariado, a cuyos productos socialmente nocivos les corresponde el efecto destructor sobre los propios asalariados, hasta el punto de no poder soportarlo sino con gran provisión de tranquilizantes y drogas de todas clases; la colonización total de la comunicación por el espectáculo, puesto que a la falsificación de las realidades le ha de corresponder la falsificación de la expresión social de las mismas; el desarrollo tecnológico que acrecienta exclusivamente, a expensas de toda autonomía individual o colectiva, la sumisión al poder cada vez más concentrado; la producción de mercancías en tanto que producción de fenómenos nocivos; y finalmente, "el Estado en tanto que fenómeno nocivo absoluto, que controla dicha producción y organiza su percepción, programando sus umbrales de tolerancia".<br /><br />El destino final del ecologismo ha demostrado, hasta a los más ingenuos, que no se puede luchar de verdad contra nada si se aceptan las separaciones de la sociedad dominante. La agravación de la crisis de la supervivencia y los movimientos de protesta que suscita empujan a una fracción del personal tecnocientífico a no identificarse con la insensata huida hacia delante de la renovación tecnológica. Entre aquellos que, de esta forma, se aproximan a un punto de vista crítico, todavía muchos, dejándose llevar por su inclinación socioprofesional, tratarán de reciclar su status de experto hacia una contestación "razonable" y, por tanto, tratarán de que prevalezca una denuncia fragmentada de la sinrazón en el poder, ateniéndose sólo a los aspectos puramente técnicos, es decir, a los que parezcan técnicos. En contra de una crítica todavía separada y especializada de los fenómenos nocivos, la defensa de las simples exigencias unitarias de la crítica social no significa solamente la reafirmación, en tanto que objetivo total, de que no se trata de convencer a los expertos en el poder para que cambien, sino de abolir las condiciones que hacen necesarios a los expertos y a la especialización del poder; también es un imperativo táctico de una lucha que no ha de hablar el lenguaje de los especialistas si realmente quiere hallar aliados, cuando se dirija a todos aquellos que no tienen ningún poder en tanto que especialistas de lo que fuere.<br /><br />Del mismo modo que antes se contraponía -y aún hoy se sigue haciendo- el interés general de la economía a las reivindicaciones de los asalariados, en la actualidad, los planificadores de la basura y demás doctorados en desperdicios no se privan de denunciar el egoísmo ciego e irresponsable de quienes se yerguen contra un fenómeno nocivo local -ya sean residuos, autopista, tren de alta velocidad, etc.- sin pararse a considerar que en algún lugar hay que meterlo. Sólo cabe una respuesta digna ante tal chantaje al interés general: afirmar que, cuando no se desean fenómenos nocivos en parte alguna, se han de rechazar ejemplarmente dondequiera que se hallen. Y en consecuencia, hay que preparar las luchas contra los fenómenos nocivos mediante la expresión de las razones universales de cualquier protesta particular. El hecho de que individuos que sólo se representan a sí mismos, sin invocar ninguna cualificación ni especialidad, se tomen la libertad de asociarse para proclamar y poner en práctica el juicio que les merece este mundo parecerá poco realista a la gente de una época paralizada por el aislamiento y el sentimiento de fatalidad que suscita. Sin embargo, ante tanto pseudosuceso fabricado en cadena, un hecho se empeña en ridiculizar tanto los cálculos desde arriba como el cinismo desde abajo: todas las aspiraciones a una vida libre y todas las necesidades humanas, empezando por las más elementales, convergen en la urgencia histórica de poner punto final a los estragos de la demencia económica. De tan inmensa reserva de rebeldía únicamente puede salir una total falta de respeto a las irrisorias o innobles necesidades en las cuales la sociedad presente se reconoce.<br /><br />Quienes, en un conflicto particular, crean que no hay que dejar estar las cosas cuando su protesta dé resultados parciales, han de considerarla un momento de la autoorganización de los individuos desposeídos en pos de un movimiento antiestatista y antieconómico general: esta ambición les servirá de criterio y de eje de referencia para juzgar y condenar, adoptar o rechazar, tal o cual medio de lucha contra los fenómenos nocivos. Hay que apoyar todo lo que favorezca la apropiación directa por parte de los individuos asociados de su propia actividad, comenzando por su actividad crítica contra tal o cual aspecto de la producción de fenómenos nocivos; hay que combatir todo lo que contribuya a desposeerles de los primeros momentos de su lucha y, por tanto, a reforzar su pasividad y su aislamiento. ¿De qué modo serviría a la lucha de los individuos por el control de sus condiciones de existencia -en una palabra, a la lucha por la realización de la democracia- todo aquello que perpetúa la vieja mentira de la representación separada, ya sean representantes incontrolados o bien portavoces abusivos? La desposesión se ve reconducida y ratificada, claro está, no sólo por el electoralismo, sino también por la ilusoria búsqueda de la "eficacia mediática" que, transformando a los individuos en espectadores de una causa cuya formulación y extensión ya no controlan, los convierte en masa de maniobra de diversos lobbies, más o menos competidores entre sí en la manipulación de la imagen de la protesta.<br /><br />En consecuencia, hay que tratar como recuperadores a todos los que con su pretendido realismo intentan abortar, gracias a la organización de jaleo mediático, las tentativas de expresión directa, sin intermediarios ni avales de especialistas, del disgusto y de la ira que suscitan las calamidades de un modo de producción -sirvan como ejemplo el intento de desacreditar la protesta de los habitantes de Montchanin[7] por parte de Vergés[8] con su presencia en tanto que abogado de cualquier causa dudosa, y la ignominia de la moderna "mafia de la emoción" apoderándose de los "niños de Chernobil" para convertirlos en tema de "Téléthon"[9] (9). En el momento en que el Estado ofrece a las protestas locales el terreno de los procedimientos jurídicos y administrativos para que se pierdan en él, hay que denunciar la ilusión de una victoria sancionada por abogados y expertos: a tal fin baste con recordar que un conflicto de tal clase no se zanja nunca en función del derecho, sino en función de una correlación de fuerzas extrajurídica, tal como lo demuestran, por ejemplo, la construcción del puente de la isla de Re, realizada a pesar de varios juicios ganados en contra, y el abandono de la central nuclear de Plogoff que en absoluto fue resultado de un procedimiento legal.<br /><br />Los medios han de variar junto con las ocasiones, y ha de quedar claro que todos los medios son buenos si se enfrentan a la apatía ante la fatalidad económica y si promueven deseos de intervención contra la suerte que nos está destinada. Si los movimientos contra la nocividad, en Francia, son todavía débiles, hoy por hoy constituyen el único terreno práctico en donde la existencia social vuelve a discutirse. Los dirigentes estatales son muy conscientes del peligro que esto representa para una sociedad cuyas razones oficiales no soportan que se las examine. Paralelamente a la neutralización mediante la confusión mediática y a la integración de los líderes ecologistas, los dirigentes procuran no dejar que ningún conflicto particular se convierta en un impedimento para sus propósitos, cosa que daría a la contestación un polo de unificación y al mismo tiempo un lugar material de reunión y de comunicación crítica. Por esa razón fue decidido el "aparcamiento" de toda decisión concerniente a los lugares de emplazamiento de depósitos radiactivos o a la ordenación de la cuenca del Loira, a fin de fatigar a la base de las diversas protestas y permitir la instalación de una red de representantes responsables dispuestos a servir de "indicadores sociales" -para medir la temperatura local-, a escenificar la "concertación" y a hacer pasar por buenas las victorias amañadas.<br /><br />Se nos objetará -se nos objeta ya- que, de todos modos, es imposible la supresión completa de los fenómenos nocivos y que, por ejemplo, ahí están los residuos nucleares, que van a quedarse con nosotros más o menos una eternidad. El argumento evoca de cerca el de un torturador que, tras haber cortado una mano a su víctima, va y le dice que, ya puestos, por favor se deje cortar de buen grado la otra, porque si sólo las necesitaba para aplaudir, para eso hay máquinas. ¿Qué opinión nos merecería el que aceptara discutir el tema "científicamente"?<br /><br />Resulta un hecho cierto que las ilusiones de progreso económico han llevado, durante mucho tiempo, a la historia humana por mal camino, y que las consecuencias de tal extravío, caso de que se pudieran remediar, serán legadas como herencia envenenada a la sociedad liberada, no solamente en forma de desperdicios sino también y sobre todo en forma de una determinada organización material de la producción que necesitará ser transformada de arriba abajo para poder prestar servicio a una sociedad libre. Hubiera sido mejor no tener esos problemas, pero puesto que están ahí, consideramos que el asumir colectivamente el proceso de su paulatina desaparición constituye la única perspectiva posible de la reanudación de la verdadera aventura humana, de la historia como emancipación.<br /><br />La aventura comienza de nuevo cuando los individuos hallan en la lucha las formas de una comunidad práctica que sirva para llevar más lejos las consecuencias de su protesta inicial y para desarrollar la crítica de las condiciones que les son impuestas. La verdad de una comunidad semejante reside en el hecho de que constituye por sí misma una "unidad más inteligente que todos sus miembros". El signo de su fracaso será la regresión hacia una especie de neofamilia, o sea, hacia una unidad menos inteligente que cada uno de sus miembros. Un largo periodo de reacción social trae como consecuencia, junto con el aislamiento y el desconcierto, la caída de la gente en el temor a las divisiones y los conflictos a la hora de intentar construir un terreno práctico común. Sin embargo, justamente cuando se es minoritario y se necesitan aliados, conviene formular una base de acuerdo muy precisa y, a partir de ella, entablar alianzas y boicotear todo lo que tenga que boicotearse.<br /><br />Ante todo, a fin de delimitar el terreno de la colaboración y de las alianzas, hacen falta criterios que no sean morales, o sea, basados en una proclamación de buenas intenciones o en una supuesta buena voluntad, etc., sino prácticos e históricos. Una regla de oro: no juzgar a la gente según sus opiniones, sino según lo que sus opiniones hacen de ella. Creemos que en este texto hemos dado unos cuantos elementos útiles para la definición de tales criterios. Si queremos precisarlos mejor y trazar una línea de demarcación desde donde se organice eficazmente la solidaridad, harán falta discusiones fundadas en el análisis de las condiciones concretas en las que cada cual se halle inmerso y en la crítica de las tentativas de intervención que se den, comenzando por la presente contribución.<br /><br />La crítica social, la actividad que la desarrolla y la comunica, nunca ha sido un lugar tranquilo. Hoy en día, un lugar así no existe -la basura universal ha llegado hasta las cumbres del Himalaya- y los individuos desposeídos no han de elegir entre la tranquilidad y los disturbios de un duro combate, sino entre disturbios y combates tanto más terribles por cuanto que son otros quienes los dirigen, en su provecho además, y disturbios y combates que extiendan y dirijan ellos mismos por su cuenta. El movimiento contra los fenómenos nocivos triunfará como movimiento de emancipación antieconómico y antiestatista o no triunfará.<br /><br /> <br /><br />Junio de 1990<br /><br />[1] La palabra NUISANCE, extendida entre la gente de habla francesa hacia 1965, que aquí hemos traducido por los términos aproximados de “nocividad” o de “fenómenos nocivo”, en los diccionarios consultados viene explicada sintéticamente como “cosa, persona, acción, etc., que causa molestia o perjuicio”. Se dan como ejemplos ilustrativos a los mosquitos, los niños impertinentes, el orinar en las paredes, el ruido ambiental y el tirar basuras en lugares inapropiados. Los diccionarios que, en tanto que herramientas de la falsa conciencia de la época , contribuyen a la parálisis conceptual, mediante la cual dicha época presenta de sí misma una imagen inmutable y sin contradicciones, donde las "nuisances" son simples bagatelas. Quienes escriben los diccionarios no aprecian en absoluto el aspecto proteico de las palabras y detestan a la evolución de su significado tanto como a la propia realidad cambiante; efectúan auténticos trabajos de ocultación que podrían delatarse fácilmente tomando ejemplos mejor indicados de innegables "nuisances": las instituciones, el trabajo asalariado, la contaminación, las centrales nucleares, el sistema productivo, el urbanismo, la alimentación industrial, las neoenfermedades, el racismo, los aparatos represivos, los expertos, los dirigentes, etc. Las palabras no solamente se usan para describir la realidad sino para transformarla; por consiguiente, su sentido camina contra las fuerzas que obstaculizan dicha transformación. Las palabras se reelaboran para revelar la verdad de un mundo que yace escondido bajo la hojarasca de un lenguaje caduco. Por eso, en dirección contraria a todos los diccionarios existentes, L´ENCYCLOPÉDIE DES NUISANCES trata de hacer pública la dimensión histórica de las palabras, que, para el caso de "nuisance", equivale a la revelación de la característica más común de la organización social actual y del más abundante de los efectos de la producción moderna.<br /><br />Pero los dirigentes no han de tolerar que la historia, a la que tratan de suprimir, les saque mucho trecho. Así, recientemente, el término ha conocido una redefinición ecologista. La última edición de uno de los diccionarios aludidos añade: "Conjunto de factores de origen técnico (ruidos, degradaciones, poluciones, etc.) o social (aglomeraciones, promiscuidad) que perjudican la calidad de vida. 'Nuisances' acústicas, visuales, olfativas, químicas. 'Nuisances' para el vecindario de las autopistas". Si el ecologismo ha entrado en el poder, por qué no iba a entrar en los diccionarios.<br /><br /> <br /><br />[2] Waetcher es un líder especialmente soporífero de Los Verdes franceses y diputado europeo.<br /><br />[3] Lionesa de Aguas es una multinacional del tratamiento de aguas<br /><br />[4] CRII-RAD es la Comisión Regional independiente de Información sobre la Radiactividad.<br /><br />[5] GSIEN es una agrupación de científicos para la información sobre la energía nuclear.<br /><br />[6] Robin de los Bosques es un grupúsculo más activista que Greenpeace, de donde procede, especializado en operaciones espectaculares como escalar torres de refrigeración de centrales nucleares.<br /><br />[7] Montchain es una ciudad de la región francesa de Morvan, en cuya proximidad existe un vertedero industrial que, clandestina e ilegalmente, durante años, acogió residuos tóxicos de la industria química europea (y probablemente los bidones que contenían la dioxina de Séveso).<br /><br />[8] Vergés es un inmundo abogado, antiguo estalinista y tercermundista, especialista del pleito con escándalo en los procesos que impliquen al Estado francés como, por ejemplo, la defensa del torturador nazi Klaus Barbie.<br /><br />[9] "Téléthon" es un reality show televisivo ultracretinizante que apela a la caridad popular para llevar a cabo obras de beneficencia.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-10960684316995530562009-11-27T11:25:00.000-08:002009-11-27T11:28:13.962-08:00En nombre de la razón x Encyclopédie des Nuisances<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEZE0ZWfxiTi9hcmGGIHgaz-v03RuHLCh094Zxxl7obfQ7HhfWGndMaOTx04Qsco77qk48z2UyHee0z0201stjRPUC1uYlTwfDpfXLMZHSIZo4c_7oS6XfJ6kSzB23ubLjxKf9XFbPAPU/s1600/comegenessanos.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 339px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEZE0ZWfxiTi9hcmGGIHgaz-v03RuHLCh094Zxxl7obfQ7HhfWGndMaOTx04Qsco77qk48z2UyHee0z0201stjRPUC1uYlTwfDpfXLMZHSIZo4c_7oS6XfJ6kSzB23ubLjxKf9XFbPAPU/s400/comegenessanos.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5408867425591404178" /></a><br /><span style="font-style:italic;">Este texto se redactó el 12 de enero de 2001 y fue distribuido el día 8 de febrero en Montpellier durante el juicio a la "Caravana Intercontinental" en la que participaban José Bové y René Riesel.</span><br /><br /> Los hechos que van a ser juzgados en Montpellier este 8 de febrero del 2001 (el sabotaje de un tipo de arroz transgénico experimental del CIRAD [1], por iniciativa de la "Caravana Intercontinental" [2]) marcaron, en junio de 1999, el punto culminante de la campaña llevadaa cabo durante casi dos años contra las aplicaciones agrícolas de la ingeniería genética. El objetivo perseguido era el de "llegar hasta el final lo que se empezó, pasando de los golpes de mano contra compañías privadas a las primeras ofensivas, necesariamente frontales, contra la investigación pública. No la investigación pública imposible de hallar a laque una virtud sui generis convertiría en santuario exonerándola de cualquier responsabilidad en este mundo tal como va, sino la investigación pública real, cogida con las manos en la masa que ella misma produce" [3].<br /><br /> La introducción de los "Organismos Genéticamente Modificados agrícolas" que hubiera pasado desapercibida sin esa clase de campaña de información, despertó en general gran indignación y un aura de simpatía envolvió a quienes se opusieron de tal suerte al nuevo umbral de la artificialización de la vida. Y es que con una dispersión tal de quimeras genéticas comenzaba a ser aplicado a gran escala el proyecto de someter irreversiblemente el corazón de la vida natural --su reproducción autónoma-- a la lógica industrial; que esta esterilización se presentaba en la agricultura como un ataque a todos los antiguos vínculos con la naturaleza que se creían a salvo; y que, finalmente, reconfortaba pensar que existía entre los más directamente amenazados --los agricultores-- una capacidad de reacción desaparecida en cualquier otra parte, que incluso podía tomarse como un detalle para con la seguridad alimentaria de los habitantes de la ciudad. Pero la tentativa de suplantar la naturaleza, de sustituirla por una tecnoesfera burocráticamente gestionable, solamente ha comenzado a ser juzgada por lo que es. La expulsión de la naturaleza, su confinamiento en unos cuantos parques multifuncionales protegidos, no sólo significaría el fin de todo el campesinado (en los lugares donde todavía existe) y de todo el saber adquirido en la apropiación razonable del medio, sino también el fin de la propia razón humana, la cual sólo puede constituirse encontrando, en forma de naturaleza exterior e interior del ser humano, un límite, es decir, algo que se le resistía: "ese afuera que el hombre necesita para no cerrarse consigo mismo, o sea, para no hundirse en el solipsismo, en el delirio lógico de la omnipotencia". A contrario, ya se puede comprobar con sólo mirar a los niños criados "sin tierra"[4], con ordenador, en qué consiste la "formación" de un ser que no tiene ante sí sino al universo interactivamente maleable de las representaciones digitalizadas.<br /><br /> En el momento en que la dominación se propone, a base de ciegos experimentos genéticos, encerrar a la humanidad en una prisión tecnológica y después tirar la llave, los días están más contados que nunca. No a causa de la próxima venida de un improbable perfeccionamiento totalitario: no cabe la menor duda de que la tecnoesfera funcional que nos preparan [5] será tan segura como cualquier macrohospital ultramodemo gestionado mediante informática; sino debido a que cuando los hombres sean aún más dependientes --por no haber salido a tiempo y por propia voluntad del encarcelamiento industrial-- quedarán muy pocas cosas en las que la libertad podrá ejercitarse, y en consecuencia, sucesivas debacles high tech nos privarán de las comodidades de la vida arfificial y nos arrojarán brutalmente a un mundo devastado. Los hombres, asustados por haber sido librados a sí mismos, debilitados, sin memoria y, por consiguiente, sin imaginación para hacer otra cosa bajo el yugo de la necesidad que no sea reciclar los vestigios de viejas sumisiones, ¿hacia qué nuevos protectores se dirigirán entonces?<br /><br /> Tras el ejemplo de los sabotajes de quimeras agrícolas, al tiempo que el desastre de un modo de producción se hace tan patente (particularmente con el desarreglo climático, cuyos efectos sobre la vida natural son más directos aún que los de las manipulaciones genéticas), se dan las condiciones para que una oposición antiindustrial surja y se declare como tal. Si no se extiende hasta abarcar al conjunto de todas las constricciones tecnológicas, el terreno de la lucha "anti OGM' permanecerá ocupado, es decir parasitado por- diversos sucedáneos de crítica, que por otra parte se combinan con suma facilidad en la mantecosa retórica antimundialista: bien la denuncia complaciente al estilo de Attac [6] o Monde Diplomatique, en donde la indignación se santifica a sí misma como sumum de la conciencia sin que jamás nadie diga nada en contra de la vida moderna (bien al contrario, todos quedan boquiabiertos antelos espacios de libertad que abre el cibermilitantismo), y todavía menos en contra del Estado, al cual se remiten para instaurar, puede que algún día, la transparencia y la felicidad ciudadana; bien el consumismo ecológicamente correcto, que reclama "buenos productos", incluso una "vida sana", para poder continuar soportando la industrialización total del mundo (hay que ver hasta qué punto el corporativismo apenas disimulado de un Bové, procesado con Riesel en el proceso de Montpellier, contribuye a alimentar el ilusionismo publicitario de la agroindustria etiquetada de producto de la tierra); o bien, finalmente, el izquierdismo prolongado, siempre en busca de causas justas con las que sostener su bluff activista, y que por encima de todo no quiere reflexionar sobre las alternativas reales de la oposición a las necrotecnologías, prefiriendo remojar todo esto en su típica sopa de eslóganes "anticapitalistas" (tal izquierdismo "movimentista" [7] por otra parte sirve de buen grado como peón manifestante y masa de maniobra a los neoestatistas y "ciudadanistas", como se ha visto recientemente en Niza). En los diferentes consuelos ofrecidos por la falsa conciencia --pues resulta consolador pensar en un capitalismo que no fuera el mismísimo proceso de la mecanización del mundo, sino sólo su excrecencia mercantil--, encontrarnos un mismo compromiso ilusorio entre lo que hay que admitir por fuerza y lo que se quiere continuar creyendo.<br /><br /> Por lo tanto hay que llegar hasta las últimas consecuencias de la crítica si queremos combatir al racionalismo tecnológico en nombre de la razón (y no en el de una de las múltiples ilusiones de evasión individual del mundo industrial que esta sociedad insiste en proporcionar: espiritualidades sintéticas, naturismo sectario, irracionalismo iluminado, cibervida en el campo, etc.). Cuando un biólogo algo menos descerebrado que sus cófrades se da cuenta de que un hombre remendado genéticamente, con intercambio estandar de piezas defectuosoas, comprendido el cerebro, perdería "toda identidad, toda conciencia de sí" [8], conviene entender que solamente en la medida en que dicha "conciencia de sí" ya se ha extinguido, resulta posible plantear como si de una buena nueva se tratase la dependencia total prometida de las prótesis tecnológicas y mangoneos genéticos, sin ni siquiera ver que esta sórdida promesa es además una soberana mentira, como toda la seudomedicina que pretende adaptar el ser humano a un medio mórbido. Por supuesto, las chapuzas de la transgénesis fracasarán en llevarnos a nosotros, miserablemente inmortales, a un país de Jauja cibernético. Pero, ¿en qué estado quedará la "conciencia" de los hombres que esperaron todo eso, que aceptaron ser los dóciles cobayas de tales experiencias de criogenia in vivo?<br /><br /> Antes de que la presión de la necesidad acabe imponiendo sin más a la naturaleza moribunda los procedimientos de urgencia y decolocación del gota a gota (por ejemplo, de cara a la necesidad de adaptar los cultivos al nuevo régimen climático), todavía se recurre, con el fin de justificar el ensañamiento tecnológico, a la atávica e insaciable curiosidad humana, o incluso al gusto no menos inveterado del hombre por la aventura, la novedad, la variedad, etc. En realidad, un individuo sensato, es decir, cualquiera que no haya renunciado al uso razonado de los sentidos, no hallará nada que satisfaga o cuando menos despierte su curiosidad en esa empresa de simplificación que no procede nunca sino mediante la desvitalización, la esterilización metódica: nunca salimos del laboratorio, que lo abarca todo, y acabamos encontrando por doquier los mismos presupuestos mecanicistas y los mismos procedimientos técnicos ¿Y en esa uniformización lúgubre consiste la anunciada aventura? La aventura y el descubrimiento, consistirían más bien en la liberación de las trabas que imponen nuestras prótesis y nuestras pantallas, en el reencuentro con la vida de las sensaciones experimentadas, sin filtro digital, en el ir a pie hacia el reencuentro con el mundo de las necesidades materiales, de las realidades tangibles sobre las que uno puede actuar por símismo; consistirían también en el experimentar de paso las formas de comunidad capaces de escoger conscientemente tanto los útiles técnicos como los modos de asociación y ayuda mutua pertinentes. Y son también dichas comunidades, libres puesto que restringidas, las que prodrían realmente plantar cara a las urgencias quea partir de ahora impone el deterioro de la supervivencia administrada, mucho mejor en cualquier caso que la sociedad de la supervivencia administrada, mucho mejor en cualquier caso que la sociedad de masas apostando por el gigantismo, que no "resuelda" [9] los problemas más que amplificándolos.<br /><br /> Una crítica de la sociedad industrial no puede dejar de lado la refutación de todo el sistema de necesidades (recordemos solamente la forma en que las luchas antinucleares se marchitaron y desaparecieron por no haber cuestionado las necesidades que justificaban los excesos energéticos). Lo cual impone primero un claro desmarque de todos los progresismos , cortando en seco las discusiones metafisicas sobre el carácter virtuoso (o no) de la investigación científica, pública o privada: ¿con qué buenas intenciones o qué perspectiva de brillante porvenir podría acreditarse, si todos nos ahogamos bajos sus efectos? En el mundo del monopolio industrial y mercantil de las ciencias, las artes y los oficios, nadie es científico inocentemente. Por encima de una elemental solidaridad, el proceso de Montpellier puede ser la ocasión que se presenta para defender las mejores razones del sabotaje de las quimeras de Estado, las que van a tratar de oscurecer las previsibles tiradas sobre la "investigación pública" y su "control ciudadano". Que cada cual tome sus disposiciones al respecto para que la insignificancia no tenga por esta vez el monopolio de la palabra, y que los que no tengan nada que decir no sean como de costumbre los únicos en expresarse. Sin lo cual la "movilización" por este proceso tendrá que añadirse a la lista de no acontecimientos fastidiosamente festivos, verbenas a la moda de Millau [10] y demás desfiles carnavalescos de buenos sentimientos. Encyclopédie des Nuisances, 12 de enero del 2001.<br /><br /> NOTAS<br /><br /> [1] Centre International de Recherche Agronomique pour le Développement . (NdT)<br /><br /> [2] La Caravana Continental fue una iniciativa de la organización Acción Global de los Pueblos, que trajo a Europa a más de quinientos campesinos de la India, América Latina y Africa para reivindicar "un mundo en donde las colectividades locales controlarán la economía local, en donde la centralización de los poderes económicos y políticos desaparecerá, en donde el crecimiento económico y el consumo desenfrenado cederán el sitio a perspectivas sociales tales como la igualdad y la calidad de vida, en donde el militarismo y la agresión no serán sino un mal recuerdo" (Manifiesto de la Caravana Intercontinental). (NdT)<br /><br /> [3] René Riesel, texto para la revista L'Ecologiste, en su número de otoño del 2000, recogido en la nueva edición aumentada de las Déclarations sur l'agriculture transgénique et ceux qui prétendent s'y opposer, Ediciones de la Encyclopédie des Nuisances, París 2001.<br /><br /> [4] Es decir, sin vínculos con la naturaleza, como esos cultivos hors sol , que ocurren en un medio completamente artificial. (NdT)<br /><br /> [5] Por ejemplo, probando a echar limaduras de hierro en el océano austral afin de estimular la fotosíntesis del planton, y por consiguiente, aumentar su capacidad de absorción del anhídrido carbónico, con lo cual el incremento de los gases de efecto invernadero dejaría de ser un problema.<br /><br /> [6] La Association pour la Transaction des Taxations financières pour l'Aide aux citoyens, nacida en 1998, por iniciativa del mensual Monde Diplomatique , es la organización "ciudadanista" por excelencia que cree que con la imposición de la tasa Tobin a los movimientos internacionales de capital se logrará el idilio necesario entre Capital y Estado, base de la democracia. (NdT)<br /><br /> [7] Mouvementisme , nueva forma del militantismo izquierdista basada en la explotación político- mediática de conflictos relacionados con la marginación social de sectores importantes de la población -precariedad, paro, vivienda, papeles, derechos sociales, etc.- mediante la creación de asociaciones cuasivirtuales que pasan por movimientos sociales. (NdT)<br /><br /> [8] Artículo del New York Times Magazine citado en Courrier international , 21 diciembre del 2000.<br /><br /> [9] En francés, "resuelve" y "resuelda" suenan igual. (NdT)<br /><br /> [10] Manifestación de campesinos y ciudadanos ocurrida el 12 de agosto de 1999, en el curso de la cual un Mc Donald en construcción sufrió algunos desperfectos. Según los convocantes, se trataba de una acción simbólica contra el imperialismo económico y en defensa del hecho diferencial de los campesinos productores de queso roquefort: "Los ciudadanos entendieron que meterse con el territorio, la tradición y los productos de calidad con denominación de origen era lo mismo que ir contra la relación entre el campesinado, sus costumbres y el consumidor" (François Dufour, en El Món no és un negoci, Pagès editors, Lérida).(NdT)Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-73933143992043793602009-11-12T17:46:00.000-08:002009-11-12T17:53:00.916-08:00El Movimiento Letrista. El Asalto a la Cultura x Steward Home.<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCv81fds2YpkNIPpGjNJAbbmnTVkkLKEgw0VFAJATdteZuq5ShYvrfhXGPcbzU1ySEJ8YFSWwo-Lsbbh7PQKuq75w_fxa1jdx4jiY_BZ_dEl-UkipQUTuLGbrlCiWPNlz7DBzOG8xKu6c/s1600-h/isidoreisou.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 261px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCv81fds2YpkNIPpGjNJAbbmnTVkkLKEgw0VFAJATdteZuq5ShYvrfhXGPcbzU1ySEJ8YFSWwo-Lsbbh7PQKuq75w_fxa1jdx4jiY_BZ_dEl-UkipQUTuLGbrlCiWPNlz7DBzOG8xKu6c/s400/isidoreisou.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5403400181439301170" /></a> isidore isou personaje visible de los letristas.<br />Virus 2002.<br /><br />El Movimiento Letrista fue puesto en marcha por el romano Isidore Isou (nacido Jean-Isidore Goldstein, 1925) y por el francés Gabriel Pomerand (París, 1926). La controversia le fue connatural desde sus comienzos. Con motivo de la primera presentación pública del Letrismo (8 de enero de 1946), el poeta ruso Iliazd organizó un acto alternativo en el que demostraba que existían numerosos precedentes de lo que Isou denominaba Letrismo. En el mismo año, Isou interrumpió una conferencia sobre Dadá que estaba siendo pronunciada por Michel Leiris en el Teatro Vieux-Colombier,[l] con el propósito de leer su propia poesía y el primer (y único) número de La dictadura letrista.<br /><br /><br /><br />En 1947, la prestigiosa editorial Gallimard publicó el manifiesto letrista de Isou: Introduction a une Nouvelle Poésie et a une Nouvelle Musique. Lo único que salva este túrgido tomo de una total ilegibilidad es la megalomanía de Isou. Buen ejemplo de su pretenciosidad son encabezamientos tales como "De Charles Baudelaire a Isidore Isou" y "De Claude Debussy a Isidore Isou". Una nota al pie informa al lector de que Isou pretende jugar en el campo de la poesía el papel "jugado por Jesús en el Judaísmo, es decir, que Isou pretende romper una rama y hacer un árbol de ella". Además de ser un medio de autopropaganda, en este volumen Isou proclamaba su creencia en que el desarrollo de la poesía se fundaba en la deconstrucción de las palabras en sus partes constituyentes. Las palabras, tal como existían en el tiempo, debían ser totalmente abolidas y la poesía debía fundirse con la música. El resultado sería un "arte único", sin huella alguna de "diferencia original".<br /><br /><br /><br />Isou proclamaba también que la evolución de todo arte constaba de dos fases: la fase "expansiva" y la fase de "desbastado". La fase "expansiva" es un periodo de crecimiento, que es seguido por una fase de "desbastado", en la que se refinan y finalmente se destruyen los logros del primer periodo. La fase "expansiva" duraría en poesía hasta 1857, en que Baudelaire iniciaría la fase de desbastado al reducir lo narrativo al ámbito de lo anecdótico. Rimbaud abandonaría la anécdota por la rima y las palabras, y las palabras serían reducidas a espacio y sonido por Mallarmé. Finalmente los dadaístas destruirían definitivamente las palabras. Isou quería completar la fase de desbastado y, a partir de sus descubrimientos "letristas", iniciar una nueva fase "expansiva".<br /><br /><br /><br />Aunque las teorías de Isou no carecen totalmente de mérito, el punto más interesante de su libro es la afirmación de que "el Surrealismo está muerto". Isou y el Movimiento Letrista iban a ser el primer grupo en llevar a término esta importante ruptura; e iba a ser a través de esta brecha como el resto de las herejías de vanguardia romperían finalmente con la influencia maligna y dictatorial de Breton.<br /><br /><br /><br />Aunque inicialmente la actividad letrista se centraba en la poesía sonora, se iba a reorientar en seguida hacia la producción visual. Aquí, las letras se concebían como la unidad básica a partir de la cual se deberían construir las obras. Las formas resultantes, que se asemejan a la poesía concreta, ilustran el empeño literario de los letristas. De éstas surgió un modo de "pintura" letrista, en que el objeto central de contemplación estética seguía siendo la letra. Los primeros pintores letristas fueron Pomerand, Guy Vallot (cuyo nombre real era Rodica Valeanu) y Roberdhay. A Isou nunca le satisficieron demasiado los resultados conseguidos por éstos y, eventualmente, adoptaría él mismo la pintura con el fin de materializar sus teorías para la disciplina.<br /><br /><br /><br />El Movimiento Letrista extendió el ámbito de sus actividades después de que en 1950 se unieran al grupo ]ean-Louis Brau (Saint Owen, 1930), Gil. Wolman (París, 1929) y Maurice Lemaitre (París, 1931). Guy-Ernest Debord (París, 1931) fue reclutado al año siguiente. Lemaitre estaba destinado a ser el miembro más duradero y, tras Isou, el más conocido del movimiento. Brau, Wolman y Debord habían roto ya con Isou a finales de 1953. Sin embargo, los años 1951-52, previos a la ruptura, iban a ser vitales para el desarrollo del "cine letrista".<br /><br /><br /><br />Jean Cocteau concedió el premio de la vanguardia del Festival de Cannes a la primera "película desbastadora" de Isou: El tratado de la bobada y la eternidad (1951). La banda sonora de esta película no tenía relación ninguna, ni directa ni indirecta, con la imagen y podía considerarse como un "producto en sí mismo". Visualmente contenía imágenes deliberadamente aburridas, como fotos fijas que habían sido rayadas y rasgadas previamente. En 1951 se produjo también la película de Lemaitre ¿Ha empezado ya la película? , en que desarrollaba el concepto de desbastado de Isou mediante la inscripción directa de letras, números y otros signos sobre la cinta. Durante la proyección del film, la pantalla estaba cubierta de objetos que eran manipulados durante la sesión, a la vez que se introducían los movimientos y los pensamientos de los espectadores en la banda sonora.<br /><br /><br /><br />En 1952 se realizaron L'Anti-Concept de Wolman, Los tambores del Juicio Final de Dufrene, El barco de la vida corriente de Brau, El Debate sobre cine de Isou (en que el debate sobre la película era la película misma) y Gritos a favor de Sade de Debord. Esta última no contenía ninguna imagen y consistía principalmente en la proyección de la cinta oscurecida, sin más banda sonora que el click del proyector. Para aliviar esta monotonía aparecían ocasionalmente fogonazos de luz blanca acompañados de un arbitrario diálogo. Los últimos veinticuatro minutos son totalmente en silencio.<br /><br /><br /><br />Isou utilizó a menudo sus teorías políticas y económicas, desarrolladas desde 1948, como tema de sus películas. Según opinión de Maurice Lemaitre, en Les idees politiques du Mouvement Lettriste: L'union de la jeuneusse dans l'enseignement, la banque et la planification (publicado por primera vez en Combat, 119167), toda la política económica anterior a Isou se había concentrado en la población trabajadora:<br /><br /><br /><br />::Sin embargo, Isidore Isou ha descubierto que una gran parte de la otra mitad de la población de cada país -y sobre todo los millones que constituyen la población juvenil- está en una posición muy diferente, ya que se sitúa fuera del mercado, fuera de las relaciones y definiciones que toman en cuenta todos los teóricos de la ciencia de los bienes y enseres.<br /><br /><br /><br />::En consecuencia, denominamos internos, adheridos o adaptados a aquellos individuos que aceptan su función en el sistema, a aquellos que se ajustan a su posición de productores y asumen los problemas de su "clase". Mientras que aquellas decenas de millones de individuos que no aceptan su función, que rechazan su posición en el sistema, que gastan su energía en subir la escala social con el fin de "llegar", son denominados externos o inadaptados.<br /><br /><br /><br />::[...] los externos y, sobre todo, los jóvenes son esclavos y están sobreexplotados desde el punto de vista económico.<br /><br /><br /><br />Isou utilizaría la analogía de la física nuclear para explicar esta división social. Los internos serían los individuos maduros, los átomos viejos o su aglomeración molecular, en tanto que los externos serían los electrones que aún no se han establecido... Los externos, alejados de la producción de bienes de consumo y sin posición alguna en la sociedad, utilizarían sus energías en minar los fundamentos económicos y políticos del sistema existente. En un panfleto letrista editado cuando Lemaitre se presentó como candidato en las elecciones francesas de 1967, la plataforma de los así autodenominados "economistas nucleares" se presentaba en los siguientes términos:<br /><br /><br /><br />::No seremos capaces de alcanzar estas formas nuevas de organización sin una educación creativa basada en la distinción entre los innovadores y los insignificantes imitadores.<br /><br /><br /><br />::El sistema crediticio de bienes de consumo, ya esté calculado en términos monetarios o no, debe serle arrebatado a los internos sedentarios, a los burócratas directores de banco.<br /><br /><br /><br />::Toda la riqueza de la esfera económica sólo puede ser producida y distribuida por medio de un permanente intercambio creativo ya través de un planteamiento nuclear (promovido por nuestro movimiento).<br /><br /><br /><br />::Debemos añadir a la nobleza tradicional del trabajo derivada de la permanente y multiplicadora creación de riqueza una rotación del poder y de las posiciones de control.<br /><br /><br /><br />::No es nuestro propósito crear una sociedad socialista o comunista al uso, en que los hombres trabajen a cambio de recompensas abundantes y estáticas. Sino que propugnamos avanzar hacia una sociedad ideal en que los hombres vivan mucho más, al reducir la maldición del trabajo al mínimo, y aspiren a un gozo pleno ya un éxtasis progresivo.<br /><br /><br /><br />Se puede deducir de los textos políticos de Isou y Lemaitre que el Movimiento Letrista se ajusta tanto a la tradición utopista como a la vanguardia del siglo XX. De hecho, el deseo de teorizar acerca de todos los aspectos de la vida es típico tanto de la tradición utopista, en general, como de la vanguardia del siglo XX, en particular. Aparte de los aspectos tratados aquí, también existió un teatro, una psicoterapia y una educación letristas (en 1980 el Movimiento Letrista fundó la Universidad Leonardo da Vinci).<br /><br /><br /><br />A pesar de las pretensiones de Isou, su grupo no ejercía una crítica materialista de la sociedad dominante. A diferencia de otros movimientos utópicos de la posguerra, el Letrismo no se oponía a la cultura seria o alta cultura.[2] Es más, las notas de programa de la obra de Lemaitre L'Ascension du Phenix apuntan lo siguiente al respecto de tal oposición: "Sólo los fanáticos tullidos, carentes de alguna dimensión física pueden rechazar totalmente un ámbito que es necesario para el espíritu".<br /><br /><br /><br />Los letristas de Isou nunca entendieron que el arte, a diferencia de la expresión, es una construcción burguesa. Se enorgullecían de haber expulsado a los surrealistas de su trono, pero no fueron capaces de construir nada a partir de los descubrimientos del Dadá berlinés. De hecho, Isou odiaba activamente dichos elementos progresistas, mientras que su crítica a los surrealistas no iba más allá de afirmar que éstos ya habían hecho su contribución a la cultura y que no tenían nada más que ofrecer al mundo. Afortunadamente, fuera del limitado ámbito de los círculos letristas no fueron tomadas en serio las ideas lanzadas por Isou, respecto a que la creatividad es la tendencia esencial del ser humano y de que él mismo había resistematizado todas las ciencias del lenguaje y del signo en una nueva disciplina que había denominado "hipergrafología".<br /><br /><br /><br />Notas:<br /><br /><br /><br />1. Las diferentes fuentes dan un relato ligeramente diferente de este acontecimiento. En su conferencia Las creaciones del letrismo en la poesía y la música, pronunciada en el Lewis & Clark College de Portland, Oregón, el 24/5/76, Maurice Lemaitre contaba que:<br /><br /><br /><br />''En 1946, en el transcurso de la primera representación de posguerra de La Fuite [La huida] de Tristan Tzara, líder incontestado (sic) del movimiento Dadá, un grupo de jóvenes desconocidos saltaron al escenario del teatro Vieux-Colombier gritando «¡Ya nos sabemos eso, basta de antiguallas! ¡Queremos algo nuevo, oigamos algo del Letrismo!» Y uno de ellos, con acento rumano, comenzó a recitar unos poemas extraños e ininteligibles, que sonaban como cantos africanos. El escándalo fue enorme, puesto que se desató en medio de aquellos que representaban el escándalo mismo en poesía: los mismos dadaístas y surrealistas. Al día siguiente, por supuesto, los letristas estaban en todos los periódicos. Así nació el movimiento letrista, el primer grupo de literatura vanguardista que había conocido Francia desde la Segunda Guerra Mundial.''<br /><br /><br /><br />2. Este término fue acuñado por Henry Flynt a comienzo de los años 60.<br /><br /><br /><br /><br /><br />La Internacional Letrista (1952-1957)<br /><br /><br /><br />La Internacional Letrista (IL) fue el primer grupo escindido del Movimiento letrista (ML) de Isou. A ellos les seguirían los Ultraletristas. La IL se formó después de que el ala izquierda del Movimiento letrista irrumpiera en una conferencia de prensa de Charles Chaplin para Limelight en el Hotel Ritz de París, en octubre de 1952.<br /><br /><br /><br />Isou denunció inmediatamente a la prensa a los responsables, criticando el panfleto que habían distribuido y proclamando que la creatividad de Chaplin le hacía intocable. Los jóvenes letristas que habían ideado la intervención respondieron a su vez con una carta abierta publicada en la revista Combat (2/11/52) :<br /><br /><br /><br />::Creemos que el ejercicio de libertad más urgente es la destrucción de los ídolos, especialmente cuando se presentan a sí mismos en nombre de la libertad. El tono provocador de nuestro panfleto era un ataque contra el entusiasmo unánime y servil. La desaprobación por ciertos letristas, incluido el mismo Isou, revela tan sólo la incomprensión que se genera constantemente entre los extremistas y aquellos que ya no lo son.<br /><br /><br /><br />Esta carta anunciaba también la formación de la Internacional Letrista. El número de los pertenecientes a este grupo disidente era en extremo inestable -doce de sus miembros fueron excluidos en los dos primeros años-, pero su centro estaba constituido por Michele Bernstein y el que sería su marido Guy Debord, Gil J. Wolman, Mohamed Dahou, Andre-Frank Conord y Jacques Fillon.<br /><br /><br /><br />Allí donde el Movimiento Letrista (ML) había producido artefactos culturales, la Internacional Letrista (IL) pretendía "vivir" la revolución cultural. Las actividades de la IL habían de ser siempre provisionales y sujetas a la experimentación y al cambio. Así, se abandonó el empeño literario del ML, pero la IL se dispuso a trabajar en las teorías arquitectónicas que habían alcanzado una formulación embrionaria en el ML. En su manifiesto Isou decía que, en vez de construir «palacios para reyes, iglesias para dioses y arcos triunfales para los héroes, debemos construir palacios para albergar a los vagabundos y a los condenados a cadena perpetua, convertir las iglesias en urinarios, los arcos triunfales en bares [ ...] debemos construir como por azar, como deseemos y con los materiales que queramos».<br /><br /><br /><br />El texto más importante sobre arquitectura y urbanismo de la IL fue "Fórmula para una nueva ciudad" de Ivan Chtcheglov. Escrito en 1953, este ensayo permaneció inédito hasta 1958, en que apareció en el primer número de Internationale Situationiste. Chtcheglov, de diecinueve años, bajo el pseudónimo de Gilles Ivain, veía las ciudades como el lugar de una "nueva visión del tiempo y del espacio". La naturaleza precisa de tal nueva visión debía establecerse experimentado nuevos modos de comportamiento en el entorno urbano. La arquitectura iba a ser un modo de transformar la vida. Tal transformación era necesaria puesto que:<br /><br /><br /><br />::Una enfermedad mental ha harrido el planeta: la banalización. Todo el mundo está hipnotizado por la producción y los servicios: la red hidráulica, los ascensores, los baños, la lavadora.<br /><br /><br /><br />::Este estado de cosas, resultado de la lucha contra la pobreza, ha acabado traicionando su fin último: la liberación del hombre de sus preocupaciones materiales, y se ha convertido en una imagen obsesiva que pende sobre el presente [...] Se ha vuelto esencial provocar una completa transformación espiritual, devolviendo a la luz los deseos olvidados y llevando a cabo una propaganda intensiva de los mismos.<br /><br /><br /><br />Una vez que se hubiera construido la «hacienda» -la nueva ciudad experimental-, todos deberían vivir en su propia "catedral". En la ciudad habría distintos barrios que se corresponderían con los "diversos sentimientos que uno experimenta por azar en la vida cotidiana". La actividad principal de sus habitantes sería permanecer en "una deriva continua". Es decir, discurriendo por el entorno urbano siguiendo los estímulos de la arquitectura y de los propios deseos.[1]<br /><br /><br /><br />Durante el periodo que siguió a la redacción de este texto, las relaciones entre Chtcheglov y la IL no fueron en absoluto cordiales. En el segundo número del boletín informativo Potlatch (29/6/54) se describe a Chtcheglov como perteneciente a la banda de "viejas", cuya eliminación había perseguido la Internacional Letrista desde noviembre de 1952. El resto de esta banda incluía a Isou, Lemaitre, Pomerand, Berna y Brau. Más concretamente, Chtcheglov era descrito como un "mitómano" cuyo alocada teorización carecía de "conciencia revolucionaria". Casi una década más tarde, y después de que Chtcheglov hubiera pasado cinco años en un manicomio, se restablecieron las relaciones entre él, Bernstein y Debord. Se publicaron algunos extractos de las cartas que Chtcheglov envió a la pareja en Internationale Situationiste 9.<br /><br /><br /><br />La IL desarrolló su teoría del "urbanismo unitario" a partir de Chtcheglov y de un "analfabeto de la Kabila" que, en verano de 1953, propuso el término general "psicogeografía".. para designar la investigación de fenómenos en flujo. Según Debord, en su "Introducción a una crítica de la geografía urbana".. (publicada en la revista surrealista belga Les Levres Nues, n.o 6, septiembre 1955):<br /><br /><br /><br />::La psicogeografía podría tomar para sí el estudio de las leyes precisas y los efectos específicos del entorno geográfico, esté conscientemente organizado o no, en las emociones y el comportamiento de los individuos. El adjetivo psicogeográfico, debido a su placentera vaguedad, puede aplicarse a los descubrimientos realizados por este tipo de investigaciones, a su influencia en los sentimientos humanos y, más generalmente incluso, a cualquier situación o conducta que parezca reflejar el mismo espíritu de descubrimiento.<br /><br /><br /><br />Las teorías y resultados de la IL, incluida la muy vanagloriada «construcción de situaciones», nunca fue más allá de la propuesta elaborada por Chtcheglov en "Fórmula para una nueva ciudad". En su "Introducción para una crítica de la geografía urbana". Debord escribe a un amigo que "vagaba por la región de Harz en Alemania siguiendo las pautas de un mapa de Londres". De un modo parecido, los diversos «juegos psicogeográficos» y «ejercicios», aunque no carentes de humor, no produjeron unos datos a partir de los que se pudiera avanzar en una investigación científica seria, a pesar del bombo que la IL dio a sus resultados experimentales. Entre éstos estaba la "cita posible", que consistía en pedirle a un individuo que se presentara solo en un momento y un lugar precisos sin que hubiera nadie allí con quien encontrarse. Otras variaciones incluían el organizar un encuentro con un desconocido. También se proponían actividades tales como caminar sin descanso ni rumbo cierto, hacer auto-stop en París durante una huelga de transporte público, o pasear por las catacumbas durante el periodo en que estaban cerradas al público. Estos ejemplos ilustran el interés que la IL mostraba por la realización de juegos en el espacio urbano, y demuestran hasta qué punto su concepto del urbanismo era psicológico y fisiológico más que puramente geográfico. Sin embargo, la IL no introdujo innovación alguna en el urbanismo. Su idea de introducir estructuras móviles y transformables ya había sido propuesta por Chtcheglov, así como la existencia nómada implícita en ella.[2] En su "Plan para mejorar la racionalidad de la ciudad de París" (publicado en Potlatch, n.O 23, 13/10/55) la IL hace, entre otras, las siguientes propuestas: abrir el metro por la noche, abrir los tejados de París como zonas de tránsito mediante escaleras que les den acceso, abrir los parques públicos por la noche; colocar interruptores en el alumbrado público de modo que la gente pueda decidir el grado de luz que desea; la transformación o demolición de las iglesias, eliminando toda huella de religión; la supresión de los cementerios, con la destrucción total de los cuerpos; la abolición de los museos, trasladando el arte a los bares; la libre admisión en las cárceles, con la posibilidad de visitas turísticas; y el que las calles no tuvieran nombres de santos ni de personajes ilustres. Éstas, y las otras fórmulas urbanísticas de la IL, eran ya un lugar común desde los lejanos tiempos del Futurismo. Sin embargo, podía considerarse una novedad el lugar central que ocupaban en el programa de la IL.<br /><br /><br /><br />No es de extrañar que la IL tuviera pocas -si es que tenía alguna- ideas originales, si tenemos en cuenta que, aparte del urbanismo unitario, su interés principal estaba en la «desviación. Ésta consistía en el plagio de elementos estéticos preexistentes y su integración dentro de una construcción superior. Según Debord y Wolman, en "Métodos de desviación" (publicado en Les Levres Nues, n.o 8, mayo 1956):<br /><br /><br /><br />:: El patrimonio literario y artístico de la humanidad debería ser utilizado como medio de propaganda revolucionaria [...] De hecho, es necesario desterrar toda noción de propiedad personal en este ámbito. La aparición de necesidades nuevas deja caducas ciertas obras "inspiradas" del pasado que se convierten en obstáculos y hábitos peligrosos. La cuestión no es si nos gustan o no. Debemos ir más allá de ellas.<br /><br /><br /><br />::Cualquier elemento, no importa de dónde proceda, puede servir para rea/izar combinaciones nuevas [...] No es necesario decir que [...] se puede [...] alterar el significado de [...] los fragmentos del modo en que convenga, dejando a los imbéciles el respeto servil por las "citas".<br /><br /><br /><br />Lo que Debord y Wolman llaman "desviaciones" es, a mayor escala, el sistema por el que se desarrolla la mayoría de la tecnología y el pensamiento humanos. Las innovaciones suelen ser generalmente una síntesis de elementos ya conocidos. Los pasos de gigante hacia lo desconocido sólo ocurren por accidente y no pueden ser evaluados del mismo modo que el resto de los avances humanos.<br /><br /><br /><br />Durante su existencia, las actividades de la IL eran casi desconocidas. A pesar de la presencia de algunos argelinos entre sus filas (y del escritor escocés Alexander Trocchi tras los sucesos de octubre de 1955), la IL fue ante todo un fenómeno parisino. Su boletín Potlatch (el título hace referencia a las sociedades precomerciales que funcionan según el principio del "regalo" en vez del principio del intercambio económico) era gratuito. La primera edición, fechada el 22/6/54, constaba de 50 ejemplares. Al final de la primera serie (el último número fue sacado por la Internacional Situacionista en vez de por la IL el 5/11/57) se llegaron a producir 400 o 500 ejemplares. Sólo se publicó un número de la segunda serie.<br /><br /><br /><br />La IL se unió con el Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginativa, el 28 de julio de 1957, para formar la Internacional Situacionista (IS). Aunque no fuera obvio de entrada, muchos de los defectos de la IL se repetirían más tarde en esta organización, en particular su actitud aristocrática. Los escritos teóricos de la IL están sazonados de esnobismo. Por ejemplo, en la "Crítica de la geografía urbana", Debord describe el turismo como una "droga popular tan repugnante como lo puedan ser los deportes o las compras a crédito". A menudo, la IL hacía referencia a sus actividades como "presituacionistas", pero la formación de la IS no ocasionó ningún avance respecto al Letrismo, ni en el ámbito de la teoría ni en el de la práctica o la organización.<br /><br /><br /><br />Notas:<br /><br /><br /><br />1. Parece que Chtcheglov extrae sus ideas del legado de los románticos. Baudelaire viene inmediatamente a la mente como ejemplo de visión romántica de la ciudad muy cercana a la de Chtcheglov. Una cita del libro de Walter Benjamin Charles Baudelaire: A Lyric Poet In The Era of High Capitaltsm (N LB, Londres, 1973) ilustrará esto. El apartado empieza con una cita de Las flores del mal de Baudelaire:<br /><br /><br /><br />"A través del viejo arrabal, donde las persianas colgaban de las ventanas de casas ruinosas, ocultando placeres .furtivos; cuando el sol cruel se abre paso golpe tras golpe en la ciudad y en los trigales, yo me pongo a practicar mi fantástico ejercicio de esgrima en solitario, olfateando una rima fortuita en cada esquina, tropezando con palabras como si fueran adoquines, a veces ideando versos hacía tiempo soñados". <br /><br /><br /><br />Una de las intenciones perseguidas por Baudelaire en su Spleen de París era trasladar de manera adecuada sus experiencias a prosa, su poesía a prosa. En su dedicatoria de esta colección a Arsene Houssage, el editor jefe de La Presse, Baudelaire expone, además de esta intención, lo que en realidad constituía la base de estas experiencias: "Quién entre nosotros no ha soñado nunca, en momentos de ambición, con el milagro de una prosa poética, musical sin ritmo y sin rima, flexíble y con suficiente staccato como para adaptar las agitaciones líricas del alma, las pulsaciones de los sueños y los Súbitos saltos de la conciencia. Este idea/obsesivo es sobre todo hijo de la experiencia de ciudades gigantes, de la intersección de su miriada de relaciones". [...] Las reveladoras presentaciones de la gran ciudad [...] son el producto de quienes han atravesado la ciudad ausentes, como si estuvieran perdidos en sus pensamientos o preocupaciones. La imagen del fantasque escrine les hace justicia; Baudelaire tiene en mente su condición, que no es otra que la de/observador: En su libro sobre Dickens, Chesterton ha capturado magistralmente el hombre que recorre la gran ciudad perdido en pensamientos. Las peregrinaciones asiduas de Charles Dickens comenzaron durante su niñez. "Dondequiera que le tocara dar el callo, no tuvo más remedio que caminar de un lado a otro, y así recorrió medio Londres. Fue un muchacho soñador; siempre pensando en sus tristes perspectivas [...] Caminó en la oscuridad bajo las lámparas de Holborn y fue crucificado en Charing X [...] Él no acudió allí para la "observación", un hábito pedante; el no se puso a contemplar Charing X para cultivar su mente o contar las farolas en Holborn, para practicar su aritmética [...] Dickens no estampó estos lugares en su mente, sino que estampó su mente en estos lugares". <br /><br /><br /><br />2. Aunque la IL, y más tarde los situacionistas, planeaban una transformación total del entorno urbano, nunca propusieron un programa viable respecto al modo de mantener el sentido de la comunidad humana durante y después de esta transformación. Sin tal programa, los sueños utópicos de la IL -si hubieran sido puestos en práctica- se hubieran convertido en una pesadilla como ocurría en las nuevas ciudades que se estaban construyendo por entonces. Aunque la IL y la Internacional Situacionista dedicaban mucho tiempo a hablar sobre comunidad y comunicación, sus tendencias sectarias demuestran que no existía un entendimiento real de tales conceptos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-79015542640054591162009-10-29T13:14:00.000-07:002009-10-31T13:14:22.152-07:00América Scarfó: carta a Emile Armand<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwGfoPeG6zfE-32TJ3VeCsPEI82quwzD-x5ydzboPtbmgzoGNc3XxhwuNhAVuTVZmGjbwsNsVvWQ4j7yscNG33zTTTXipDjoiXEdZcgVS2Zt-JmwctEY_Y913BvDB6qPwN7qKo7-lzt5E/s1600-h/america_scarfo.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 200px; height: 317px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwGfoPeG6zfE-32TJ3VeCsPEI82quwzD-x5ydzboPtbmgzoGNc3XxhwuNhAVuTVZmGjbwsNsVvWQ4j7yscNG33zTTTXipDjoiXEdZcgVS2Zt-JmwctEY_Y913BvDB6qPwN7qKo7-lzt5E/s400/america_scarfo.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5398118172976789522" /></a><br /><br />NOTA DE EL HEDONIST(A): WOW. ME DOY CUENTA QUE CUANDO YO TENIA 16 AÑOS NO ESTABA EN NADA. AMERICA SCARFO, SI SEVERINO DI GIOVANNI TE DEJA, YO ME OFRESCO PARA REMPLAZARLO. PERO LA VERDAD ESTA MUY DIFICIL ESO. LA VERDAD NO CREO PODER SER MAS INTERESANTE QUE SEVERINO DI GIOVANNI. EN TODO CASO ENTIENDO TU SITUACION. YO TAMBIEN UNA VES ESTUBE CON UNA MUJER CASADA.<br /><br />“Buenos Aires, 3 de diciembre de 1928. Al camarada E.Armand.<br /><br />“Querido camarada:<br />“El motivo de la presente es, principalmente, consultarlo. Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas.<br />“Mi caso, camarada, pertenece al orden amoroso. Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y,en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano.<br />“En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños.“Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. En el hogar, mientras tanto, la vida continúa con su monotonía, alterada solamente por la alegría de sus pequeños hijos. Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. Y nuestros ojos, nuestros labios, nuestros corazones se expresaron en la conjuración mágica de un primer beso. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. Esa fuerza creadora que transporta a dos seres por un camino florido, tapizado de rosas –y algunas veces de espinas–pero donde se encuentra siempre la felicidad.<br />“¿Es que acaso todo el universo no se convierte en un edén cuando dos seres se aman?<br />“También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento–simpatiza con nuestras ideas. Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. Hasta este momento, a decir verdad, hemos vivido una verdadera novela. Nuestro amor se intensificó cada vez más. No podemos vivir completamente en común dada la situación política de mi amigo y el hecho de que debo terminar con mis estudios. Nos encontramos muy seguido en diversos lugares. ¿No es acaso ésa la mejor manera de sublimar el amor alejándolo de las preocupaciones de la vida doméstica? Aunque estoy segura que cuando existe el verdaderoamor, lo más bello es el vivir juntos.<br />“Esto es lo que quería explicar. Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente,como lo es mi amigo. Según todas las probabilidades,me crearé una situación económica personal que me liberará de todas las inquietudes en ese sentido.<br />“Además, la cuestión de los hijos. ¿Qué tienen que ver los hijos con los sentimientos del corazón? ¿Por qué un hombre que tiene hijos no puede amar? Es como si se dijera que un padre de familia no puede trabajar por la idea, hacer propaganda, etc. ¿Qué prueba puede hacer creer que esos pequeños seres serán olvidados porque su padre me ama? Si el padre olvidara a sus hijos merecería mi desprecio y no existiría más el amor entre nosotros.<br />“Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre?<br />“Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna.<br />“Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? Yo desprecio a todos los que no pueden comprender lo que es saber amar.<br />“El amor verdadero es puro. Es un sol cuyos rayos enceguecen a aquellos que no pueden escalar las alturas. A la vida hay que vivirla libremente. Rindamos a la belleza, a los placeres del espíritu, al amor, el culto que ellos se merecen.<br />“Esto es todo, camarada. Quisiera su opinión sobre mi caso. Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”<br /><br />América Scarfó tenía 16 años cuando escribió esta carta, y el amor al que hace referencia no es otro que el de Severino diGiovanni. Acerca de la relación entre ambos, puede consultarse a Bayer, Osvaldo, Severino di Giovanni. El idealista de la violencia, Planeta, Buenos Aires, 1999. Allí, Bayer dice que antes de la carta, “una borrasca había enturbiado la relación de Severino y América. Las críticas de los compañeros, los impedimentos casi insalvables para continuar la relación, su propia situación familiar hacen crisis en América, quien le hará reproches a Severino y le dirá que termina con la relación... Como típica reyerta de enamorados, el reencuentro borrará todo slos problemas y sellará la unión con más fuerza. De ese reencuentro saldrá la carta de América para <span style="font-style:italic;">L’en dehors</span>. Que era una especie de acta que oficializaba los sentimientos hasta ahora retenidos en la intimidad”. Bajo el título de Una experiencia, la carta fue publicada en <span style="font-style:italic;">L’en dehors</span> el 20 de enero de 1929, junto con la respuesta de E. Armand: “Compañera: mi opinión importa poco en la materia de lo que me transmites sobre lo que haces. ¿Estás de acuerdo íntimamente con tu concepción personal de la vida anarquista o no estás de acuerdo? Si estás de acuerdo, ignora los comentarios e insultos de los otros y continúa tu camino. Nadie tiene el derecho de poder juzgar vuestra forma de conducirte, aunen el caso que la esposa de tu amigo fuera hostil a esas relaciones. Toda mujer unida a un anarquista (o viceversa) sabe muy bien que no deberá ejercer sobre él o sufrir de parte de él una dominación de cualquier orden”.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-3054282844170360932009-10-05T22:02:00.000-07:002009-10-05T22:08:52.588-07:00La sabiduria riente Han rynerÍNDICE<br />1.- El Arte de Vivir y la Ciencia de la Vida<br />2.- Relaciones de la Ética con la Metafísica y la Sociología<br />3.- Historia de la Sabiduría en la Antigüedad<br />4.- Contenido de las Morales y de las Sabidurías<br />5.- Continuación de la Historia de la Sabiduría<br />6.- La Objeción Determinista<br />7.- Los Límites de la Sabiduría<br />8.- El Aprendizaje Subjetivista<br /><br />ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR COSTA ISCAR:<br /><br /> Identificado con los pensamientos de Han Ryner, he puesto toda capacidad para hacer una adaptación que no desmerezca del original, sin atenerme a una servil traducción literal. He procurado ser fiel al gran humanista, en sus ideas fundamentales valiéndome de mi propio estilo de expresión. He reemplazado los términos corazón, espíritu, perfección, pureza, etcétera, por los sinónimos que mejor expresan ideas antidogmáticas, heréticas y universales. El mito dios va con minúscula. Así se reafirma la filosofía iconoclasta de Han Ryner.<br /><br />1.- EL ARTE DE VIVIR Y LA CIENCIA DE LA VIDA<br /><br /> Tuve dificultades para terminar enseguida esta obra; las sucesivas dilaciones venían a burlarse de mi intento; pero desdeñé mis vacilaciones y superé todos los inconvenientes hasta llegar al fin.<br />Al estudiar y aclarar algunos conceptos, coordinaba con inquietud mis pensamientos. Algunas afirmaciones me parecieron débiles y otras irrebatibles. Intercalé trabajos más fáciles, pero siempre pensé en este libro y seguí anotando detalles de los problemas en él presentados.<br /><br /> Al revisar todas las notas acumuladas, comprobé que formaban once planes de épocas diversas. Desde 1909 hasta 1925 he empleado el mes de septiembre en ordenar todo lo acumulado y desbrozar las ruinas que dificultaban la conclusión de esta obra tan minuciosamente proyectada. He tenido que vencer mis dudas, que me parecían, a veces, agobiantes, y me debatía para cerciorarme si, en este afán, mis precauciones eran luces constantes, aunque débiles, para aclarar mis ideas, o bien relámpagos que me encandilaban para ocultarme otros horizontes oscuros.<br /><br /> El interés de mi tema es vasto. Los héroes de mis novelas, inventados o históricos, han influido sobre las cuestiones que me atormentan, me irritan o me seducen. ¡Cuántas emociones de mis personajes procedían de mí y cómo he reído con algunas de sus risas que, a la vez, podrían también reírse de mí!<br />En mis dos folletos, «Pequeño manual individualista» (1905) y «El subjetivismo» (1909), intenté sorprender a mis lectores con mis pensamientos impetuosos, y después los he infiltrado, en conversaciones y conferencias, con rudeza variable y quizá, acomodaticia ante mi auditorio. <br /><br /> Prudentemente deseo olvidar lo publicado. Me interesa indagar el sentido en que han variado o han sido inmutables mis ideas y me interesaría mucho más descubrir las causas de mis mutaciones o de mis firmezas durante la nebulosa del próximo pasado. Mas este examen debe ser independiente de lo práctico y esencial a fin de que no quede disminuida mi decidida voluntad de mostrar lo más profundo de mi sinceridad. Igual que se saca la venda de una herida para curarla, la confesión remplazará o acompañará a la meditación en un tema doloroso.<br /><br /> Al publicar mis ideas, que considero concretas, quiero olvidar al lector. Pensar en él suele suponer hacerle concesiones, valerse de la astucia, de la argucia, o de la osadía exageradas para seducirlo con cierta persuasión. Desecho las peligrosas tolerancias y las imposiciones autoritarias, que son siempre perturbadoras para esclarecer la inteligencia. Conozco por intuición ciertas verdades. No puedo llevar a otro a mi propio punto de vista. Si pienso en él, quizá oculte, desconfiado, el valioso tesoro para que ni siquiera lo sospeche: O bien, para evitar que se burlen de mis riquezas y las acepten, las mostraré en un orden de lógica aparente, iluminadas con falsos brillos que disminuyan sus verdaderas luces naturales. El lector suele ser demasiado exigente. Lo que yo ignoro o no me interesa, él quiere que lo conozca y lo exprese. Así, al atender apremios ajenos, yo estoy expuesto a ser inducido por un interés artificioso y a valerme de una seudo ciencia.<br /><br /> Para descubrir las condiciones físicas, uno debe alejarse de las conversaciones y de las discusiones, se aísla en el laboratorio, para olvidarse, en las profundidades de la investigación, de los hombres, de sus prejuicios, de las solicitaciones de su industria puerilmente impaciente... ¡Cuánto más se necesita silencio y paz para penetrar en los misterios de la sabiduría! Con un halo de luz burlona, las vibrantes verdades interiores sobrepasan las más vastas y ágiles fórmulas y están lejos de las precisiones pesadas que necesitan controversia y didáctica.<br /><br /> Además, ¿cómo estas meditaciones pudieran acaso ser útiles a algunos lectores si no sirviesen primero al que las engendra?... De todos modos, no sé, ni puedo, ni quiero saber si escribo para mí solo o para un pequeño grupo de inteligencias amigas. Esto dependerá del juicio que me inspire la obra terminada y del bien que ella me aporte o me rechace. Este libro es, sobre todo, y acaso únicamente, un esfuerzo para ilustrarme a mí mismo. Lámpara ingenua que enciendo cerca de la estatua bosquejada, ¿estás destinada a salir del taller?... Poco importa. Lo que yo solicito de tu vacilante llama es ayuda para mejor continuar mi trabajo.<br /> ¿Y cuál es el trabajo que emprendo?... Quiero conocer mi verdadera voluntad, mi más profunda y querida voluntad, para realizarla. Quiero descubrir, para ejercerlo, el arte de vivir. La estatua que esculpo, ¿qué nombre debo darle? ¿Mi realización? ¿Mi armonía?... ¿Mi dicha?... En lo íntimo, ¿no serían equivalentes estas palabras? Si no lo son, mis futuras meditaciones deberán indagar cuál expresa mejor mis aspiraciones. Preferiría, acaso, otro nombre, que no me preocupa al emprender la ruta, pero que tal vez descubra en algún recodo, o salude mi llegada a la meta con su brusca claridad. Quizá, también, la inerte pobreza de todos los hombres me parezca insuficiente para expresar las riquezas y las fluctuaciones del ser.<br /><br /> ¿El arte de vivir?... ¿No debe éste apoyarse sobre una ciencia de la vida? Y esta ciencia, ¿no existe desde hace mucho tiempo o desde algún tiempo?... ¡Qué gran economía de esfuerzo, si yo fuese a buscarla completamente acabada en los antiguos o en los modernos!...<br /><br /> ¡Esperanza e ímpetu!.. ¡Hay que calmarlos!... Entre las palabras extrañas en que me precipitase, entre las íntimas también, ¿cómo distinguiría la verdad del error y de la mentira?... Las regiones en que voy a penetrar, ya las he recorrido ¡Cuántos espejismos engañaron mi sed! Recuerdo que los caminos allí son falaces. Los más amplios acaban por perderse confusamente en el desierto, o bien, de improviso, se lanzan a un abismo. Algunos guías, que se vanagloriaban de su pericia, me han extraviado. Los procedimientos más ambiciosos de severidad me resultaron inciertos, como los pasos vacilantes de un ciego o los azares de la embriaguez. ¿Es la esplendente mansión la que se divisa a lo lejos?... ¿Es un juego de luz, una proyección del deseo, un estremecimiento del sol y de vapor?...<br /><br /> Los orgullosos son burlados a cada momento por las fantasmagorías. Pero muchos continúan afirmando la plenitud del vacío, sin escuchar jamás sus burlas. Los confiados son trampeados por no sé qué maliciosas apariencias. ¿No sucede también que los desconfiados niegan las realidades más evidentes?...<br /><br /> No tengo más que mi razón y mi sentimiento para intentar la adquisición del saber. Cuando canten un dúo armonioso, experimentaré su acorde por las interrogaciones y por las objeciones. Si el acuerdo persiste, ¡ah, qué gozosamente me daré a él!... Pero, ¿y si el canto se torna en querella y si mis dos guías se contradicen?...<br /><br /> Escucharé mi sensibilidad... Siempre que sea ella la que hable, no mi educación, mis recuerdos, mis hábitos, mis padres, y tenga también la valentía de afirmar algo más que su propio deseo.<br /><br /> Escucharé a mi razón... Siempre que sea bien cierto que yo la escuche, y no a la llamada lógica, que es la mana que trata con frecuencia de hacer aceptar sus muecas, como si formaran un noble semblante.<br /><br /> Acaso mi sensibilidad y mi razón, si llego a escucharlas solas entre el vasto silencio de las voces extrañas, ¿se contradirán jamás?<br /><br /> Me parece que lloras, pobre sensibilidad: te obstinas en no renegar el pasado, mis padres y su afectuosa influencia. Tu piedad quiere hacer verdad lo que ellos creyeron y pretendes hacerme arrodillar ante su propia prosternación. Y tú, razón mía, ¿no abarcas la lógica de un beso que se quiere hacer inmortal?<br /><br /> ¡Calma! En mi amor no reniego nada de lo que amo. La dulzura de vuestro acento me envuelve y penetra, muertos queridos. Jamás dejaré de escuchar, como en un sueño más real que mi vida, esta música profunda. Pero el sentido de vuestras palabras, ¿por qué se hacía rígido y dogmático, sino para sostener la debilidad de mi infancia y dirigir mi ignorancia? Mi infancia pasada la hubierais domeñada y esfumado; me hubierais permitido separar tal cubierta o tal velo para amar, en el centro, la significación más general y durable. ¿Qué intentabais enseñarme de definitivo? Me queríais bueno, noble, feliz. Sí, lo sé; vuestras manos indicaban, temblando por la misma emoción, la cima de luz y el camino que os parecía llegar a ella. Pero deseabais el fin, y si os engañabais sobre el medio, ¿qué podéis desear sino que yo encuentre un camina más seguro? Mi aparente infidelidad ¿no comprendéis que es la más afectuosa de las fidelidades? ¡Oh, padre mío, oh, madre mía, la fe no os condujo a las serenidades de la dicha, lo recuerdo bien! Las crueldades de la sociedad y de la naturaleza herían todo vuestro ser. A pesar de vuestra afirmación del futuro equilibrio, ¡ah, qué brusquedad en vuestro modo de invocar: «Hágase vuestra voluntad en la tierra»! ¡Oh, mis queridos muertos!, en creencias que se derrumbaban a vuestro alrededor, de las cuales, a pesar vuestro, percibíais la inseguridad, encontrabais una protección y un sosiego insuficientes. Acaso la antigua mansión fue tibia y agradable para quien la habitó entonces. Sobre vosotros ella dejó una impregnación de duda y mucha tristeza. Yo salí un día. Cuando quise volver, por un piadoso peregrinaje o buscando un refugio definitivo, no sabía por cual de estos dos motivos, no encontré más que ruinas. En el umbral de éstas, un grito se elevó, que prohibió la entrada. Acuérdate, madre. Es un recuerdo que he guardado hasta ahora con cuidado. Acuérdate de aquella noche en que murió uno de mis hermanos y del clamor que despertó mi sueño infantil. ¡Ah, la blasfemia que abrió tus labios como una herida! Ella fue más piadosa, más humana, tenía más de ti misma, que tus acostumbrados rezos. Estos, madre querida, te venían de una vieja costumbre. No, tus rezos no eran tuyos. La rutina te las había enseñado. Eran una de tus limitaciones y una de tus derrotas estos rezos, en los que no sé quién hacía mover tus labios, desde qué lejanía, a través de no sé cuántos siglos. Mas tu blasfemia, en la que la duda y la maldición se enlazaban dolorosamente, resplandecía con luz realmente brotada de tu fuero interno, y esta luz me ha iluminado con frecuencia, habiendo nacido de tu abismo.<br /><br /> Jamás me atreví a expresarte mi pensamiento, a pesar de ser hijo de tu desesperación y de tu súbito grito. Hubieras primero retrocedido, aterrorizada ante tu belleza y tu valor inconscientes. Pero desde esa noche trágica, comprendí imposible que la causa (tú me enseñaste, porque a ti te lo habían enseñado, a considerarla única, a llamarla dios, a atribuirle una conciencia) fuese soberanamente buena y a un tiempo infinitamente poderosa. Desde entonces sospeché, temblando de terror y de intrepidez, que un hombre bueno es mejor que los dioses. Los dioses, en lo que tienen de buenos, son los hijos del hombre. La bondad, ¿es acaso otra cosa que un sueño, exclamación de angustia en los débiles, acogida y apelación en los mejores? La belleza es un sueño y tina creación en nuestros ojos. Y vosotras, justicia, armonía, ¡oh, noblezas de nuestra sentir!... La causa, contradictoria y ciega, creadora y destructora, madre y tumba, no es ni querida ni odiada hasta que nuestra fantasía no la modela a la imagen del hombre. Que nuestros sueños cesen de ser mentiras, dejando de construir sobre el solo correr de las nubes. Que no proyecten más, dioses y dogmas, mil sombras engañosas. Que nuestras palabras y nuestras acciones no se dirijan más hacia fantasmas. Libertados de todas las impedimentas divinas, rechacemos rezos y blasfemias y preparémonos a la acción heroica y prudente que sabe lo que quiere y lo que puede.<br /><br /> Mi meditación, que parece alejarme de los muertos bien queridos, me acerca a ellos. Les invita a revivir para continuarse y comprenderse mejor que se comprendieron. En la balumba de las frases aprendidas, ella descubre y elige las raras palabras espontáneas. Por encima del zumbido de las repeticiones, ella aprende a escuchar en este renacimiento, el murmullo del manantial subterráneo. El más íntimo pensamiento de mis muertos, que ellos ignoraban todavía, la música más íntima, que ellos no tuvieron el tiempo de descubrir, yo me aplico a darle expresión. Esfuerzo más piadoso que la crédula memoria. Yo ofrezco mi actividad y mi madurez, no una pasividad pobre y una infancia que envejece.<br />Yo hago callar los lejanos discursos, de los cuales ellos no eran sino los ecos: rompo los dogmas enmohecidos como cadenas y me dirijo hacia las libres palabras de su silencio.<br /><br /> Sería impío si me detuviese donde se detuvieron al parecer los que amo. He heredado de ellos un viaje que continúa. El viviente es el que lucha, el que avanza, el que asciende. Sentarme donde el tiempo detuvo a mis padres, sería consentir en su muerte, sería malograr la obra que ellos comenzaron, hacer vano el amor que me engendró. Les restituyo la vida que me dieron. Mientras yo viva, ellos vivirán; se continuarán animosamente y, por una sinceridad cada día más profunda y decidida, se renovarán. Cuando veo a otros hijos permanecer mucho tiempo inactivos, lloro sobre ellos como sobre sepulcros: todos los que esperan vivir en ellos están muertos por los siglos de los siglos.<br />*<br />**<br /> No reniego de la lógica. No voy a renunciar, siendo tan pobre, a uno de mis raros medios de enriquecimiento. Pero pido a esta seductora altiva que no me empobrezca todavía más. Ella tiene la manía de cogeros de la mano y de arrastraros tiránicamente. Prohíbe mirar a los lados; os pone anteojeras y afirma que el único camino es el que os hace seguir. Dando prueba de la gravedad por la aridez, ella suele separar, a los que le otorgan fe, de todos los perfumes, de todos los colores, de la variedad flexible de las corolas, de la graciosa oscilación de las umbrías y del fresco cántico de los arroyos.<br /><br /> Cuando yo me halle en el centro de una evidencia, intentaré a veces el titubeo de la lógica. Algunos pasos solamente, siempre orientándome hacia la luz, siempre dispuesto a ampararme en ella. No olvidaré nunca cómo, alrededor del pequeño resplandor, el espacio abre su irradiación esférica. <br /><br /> Las rutas que pueden seguirse son infinitas y cuanto más rígidas las traza la lógica, más se separan unas de otras.<br /><br /> Dominios de Euclides y Edgard Poe, me entrego a vosotros sin reserva, cuando, negligente de la realidad, persigo la elegancia de las deducciones que se encadenan, o cuando, encantado de una partida poética, os pido que transportéis mi imaginación a través de regiones desconocidas.<br /><br /> Pero hoy trato de hacer una obra práctica. Me prohíbo toda aventura, cualquier viaje a lo abstracto o a lo imaginario. Encárgate tú, lógica, de la carga pesada; torna, vacilante, alrededor de cada pequeña luz; instruye en todas las direcciones mi temblorosa inquietud. No sobrepasemos demasiado la vacilación de las penumbras. No nos arriesguemos mucho en las oscuridades fecundas en caídas. Hay acaso abismos de los que no se puede ascender, desde los cuales ni siquiera se alcanza la suave claridad que pretendemos intensificar de algún modo.<br /><br /> Lógica, ¿no te denominaré niño pródigo?... Afirmar una cuestión es despreciar y negar muchísimas otras... ¡Cuántos caminos se suprimen para sí cuando se elige solamente uno! Quien te sigue con cándida confianza, ¡oh, aventurera!, pretende obtenerlo todo con una sola de sus luces, en una exclusiva dirección. Pierde mil otras luces. Alejándose más y más de la claridad primitiva, ¿no acaba hasta por perder la única luz que tú misma le concediste? Permanece como sirvienta discreta y prudente, ¡oh, sirvienta!, de quien desconfío. No llegues jamás a ser dueña, ¡oh, dueña de los aturdimientos!...<br /><br /> Cándida, colocas la pirámide sobre el vértice y tus más vastos edificios los construyes sobre el estrecho y móvil lecho de arena de algunas definiciones.<br /><br /> ¿Qué definición abarcará, sin dejar perder nada, el tesoro inseguro de cualquier término concreto? Claridad, que irradia una penumbra y, con distancias variables, hace aún temblar las ondas cada vez más frías de la sombra. Los movimientos de este viviente, sus actitudes, sus proximidades desplazan luz, claroscuro y tinieblas. En vislumbres que varían y tornasolan se hace evidente tal sentido relativamente preciso, iba a decir sólido. Pero, ¿qué lluvias y qué reflejos brillan, y chorrean en este centro, de qué atmósfera riente o tenebrosa se rodea, qué hálitos penetran a veces en sus sinuosidades y las levantan como velas ligeras o pesadas tapicerías y, mezclando los perfumes marchitos del pasado a los frescos olores del futuro, descubren en un relámpago las tortuosas profundidades de un misterio de olvido y de presciencia?... Este término concreto, que la definición no podría agotar, en parte demasiado voluble y fugaz para que lo pueda retener y aun presentir, sucede, no obstante, que esta presuntuosa definición todavía viene a amplificarlo. Desbordada ella de veinte lados, la inhábil desborda aún de uno más.<br /><br /> Me gusta cierta definición sin pretensión: sonrisa y fluctuación, ella ilumina los objetos que nuestra vista no puede precisar. Amo la definición, en la que las vacilaciones descriptivas intentan una evocación.<br /><br /> Mas, en el dominio de la concreto, si mi pereza no invita a las cobardes poltronerías y a las certidumbres falsas, desprecio lo que la lógica denomina rigurosamente definición.<br /><br /> Sólo la definición precisa permite la demostración. Pero su precisión es engañosa, al menos que, como en las matemáticas, la definición construya un objeto. Definición, acto de elección o de voluntad más que de inteligencia. Cuando yo defina, sé que no permaneceré ya en una realidad anterior a mi ademán, que lanzaré al vacío; en el cual nada estorba al juego de la creación. Si defino la felicidad o la vida, sé muy bien que no digo lo que son en las realidades observadas, sino lo que yo quiero que sean. Quizá quede yo reducido a este heroísmo. Al menos no ignoraré en él lo que hay de aventurado, de demasiado humano, de arbitrario y personal. Antes de resolverme a tanta presunción, quiero ensayar métodos más sencillos y concretos.<br />*<br />**<br />A pesar de mi esfuerzo sostenido para cubrirme con el manto del silencio, he aquí que un viento lo levanta. Un clamor rodea, ensordece, invade mi meditación. Quien vacila, en la encrucijada, ¿cómo evitará las consejos discordes de los viajeros que conocen o creen conocer el camino? <br /> Numerosas voces me llaman: - Ven, que quiero enseñarte la ciencia verdadera de tus verdaderos deberes. - ¿De dónde habéis sacado vuestra certidumbre, maestros míos?<br /><br /> Las voces responden diversamente. Unas hablan de revelación, otras de verdades experimentadas. Las morales proclamadas apoyan sus certidumbres sobre otras más profundas, teológicas, metafísicas, científicas. Y comienzan sus demostraciones. Pero yo las rechazo por un momento. <br /><br /> - Callaos... Un momento... Dejadme meditar mis primeras inquietudes. <br /><br /> Y dejad que yo sepa, puesto que os presentáis numerosas, imperiosas contra mí, contradictorias e injuriosas, unas contra otras, que actitud me conviene adoptar ante vosotras.<br /><br /> Vuestro acento afirmativo, lo he conocido entre muchos locos , y charlatanes... Muchas de entre vosotras me chocan con raras estridencias, o bien me subleváis con amenazas tiránicas, o me repugnáis con cortesanas promesas.<br /> <br /> Un tufo de populacho y de vileza despide vuestra asamblea. Sin embargo, os escucharé con profunda atención. No la aplicación del discípulo. No esperéis, sobre todo, que yo tiemble por las grandes esperanzas y por los mayores temores que vuestros clamores políticos quieran inspirar.<br /><br /> ¡Ah, cómo algunas de vosotras tenéis el aspecto de «reunión pública» y cómo vuestro proceder invasor me pone en guardia!...<br /><br /> ¿Os escucharé, entonces, hostilmente, con el deseo de espiar y sorprender vuestras debilidades y daros el golpe de gracia?... Mi método será más pacífico. No trataré de matar doctrina alguna. Varias -¿quién sabe?- podrán servirme: las acogeré e intentaré armonizarlas. Las que me molesten, no siento la necesidad de destruirlas; me basta separarlas. No habrá aquí un combate con vencedor y vencido. Algunos amigos vendrán, lo espero, a quiénes recibiré con regocijo. También enemigos disfrazados y locos surgirán, lo temo. Pero la claridad de mi percepción y el timbre nítido de mi risa, ¿no serán bastante para alejarlos?<br /><br /> ¿Depende verdaderamente de mí que no haya combate?... ¿Que no sea conquistado?... Una de las morales que me repugnan a primera vista, ¿no va a oponerse a mi repugnancia, a imponerme algún irresistible argumento?... ¿Llevaré mi amor a la libertad hasta la mala fe?... ¿Me arrogaré el derecho de desechar una demostración rigurosa y científica?...<br /><br /> Si encuentro una verdadera demostración, mis instintivas repugnancias desaparecerán y aceptaré agradecido el tesoro de certidumbre.<br /> ¿Puedo yo esperar tal hallazgo? ¿Me hallo aquí situado en el dominio de la ciencia?<br /><br /> ¿Cómo resolver esta cuestión preliminar?... Heme quizá constreñido a abandonar desde ahora un procedimiento demasiado impreciso. Para saber si la ética entra en la clase delas ciencias más bien que en la de las artes, ¿no es necesario que defina los términos ciencia, arte y ética?<br /><br /> ¡Cuántos conocimientos y cuántas ignorancias me atribuiría al definir tales palabras! Define, me dice el lógico, por medio del género próximo y de la diferencia específica. ¿Tengo acaso del género, de la especie, de la diferencia, ideas más claras que de la ciencia, el arte, la ética? Las palabras que sirviesen a la definición, ¿me serían más luminosas que los términos definidos?<br /><br /> Lo definido es una palabra; la definición varias palabras. Si he definido la primera, ¿quién me dispensará de definir las segundas, y, después de éstas, las que hayan servido para definirlas?...<br /><br /> Hemos aquí en el potro, diría Montaigne. Si mi cobardía retrocede en principio, ella me condena al retroceso ilimitado. Solamente mi pereza me permitirá que me detenga, me cuchicheará, cuando esté fatigado, al multiplicar los enigmas, que yo he resuelto el problema.<br /><br /> Para apoyar sobre definiciones un razonamiento que no sé derrumbe al choque de la realidad, sería preciso que fuesen, mis definiciones, adecuadas, como dicen estos señores de la lógica. Por poco que sobrepasen lo definido o se dejen sobrepasar por él, mi razonamiento no será más que una cadena de errores. ¿Cómo me cercioraré de que mis definiciones sean adecuadas? <br /><br /> Estoy seguro de que no pueden serlo.<br /><br /> En el dominio de las matemáticas las definiciones son exactas. La definición aquí es la palabra potente que crea el objeto, y lo crea a su imagen y limitado por ella misma. Dice, libre toda posibilidad de error, lo que sería una línea, si pudiera haber líneas sin ancho ni grueso; lo que sería un círculo si, por ventura, se pudiese encontrar un círculo perfecto. Dice lo que yo quiero que la línea o el círculo sean para mí.<br /><br /> En el dominio de lo concreto, el objeto existe antes que mi tentativa de definirla, y el menor concreto, hasta los mismos lógicos han debido percatarse de ello, se manifiesta inagotable. Mi estudio no alcanza nunca más que una parte de sus propiedades y de sus relaciones, y en esa parte elige, quizá no sin arbitrariedad, ciertos caracteres que proclama esenciales. Supongamos generosamente que jerarquiza sin error los caracteres conocidos, ¿osaré afirmar que ningún carácter más esencial se oculta en los ámbitos donde no penetran mis luces?<br /><br /> Mi definición crea siempre, al lado del objeto concreto, uno objeto abstracto. Las razonamientos que apoyo sobre ella valen para mi creación, no para el objeto anterior a ésta; valen por lo que pienso, no por la que está fuera de mí. <br /><br /> Sólo la definición permite la discusión a fondo, en la que habrá vencedor y vencido, en la que se impongan conclusiones. Tales discusiones son juegos arbitrarios. Ved cómo, después del combate, el vencido queda descontento e incierto. ¿No se siente, entonces, enriquecido? Y si el vencedor está persuadido, ¿su orgullo no hace la mitad de su certidumbre? Antes de comenzar el duelo se había deslindado el terreno. ¿Qué medio hay de saber si los límites fijados están o no en la naturaleza de las cosas? ...Para que yo acepte una definición de cualquier casa concreta, debería tener muchas ganas de batirme. ¿Qué probaría mi deseo? Mi valor, creéis. Más bien mi necedad, que no estaría exenta de cobardía. Una necedad que consentiría en lo arbitrario «para terminar», que consentiría en considerar cerrado un círculo que ya sé muy bien que permanece abierto.<br /><br /> ¿Cómo, pues, decidiré si busco un arte de vivir o una ciencia de la vida?<br /><br /> Modestamente examinaré cuáles son a mi vista las caracteres del arte, los de la ciencia y cuáles me parecen más convenientes a la aplicación de regular y conducir mi vida.<br /><br /> No forjaré verdaderas definiciones; no estableceré jerarquía alguna entre los caracteres observados; sabré que no he agotado el tema, ni tampoco lo he intentado.<br /><br /> No obtendré, pues, ninguna certidumbre. Pero, fuera de las matemáticas, ¿no es mentira o error toda certidumbre lógica?<br /><br /> No deseo ávidamente engañarme por buscar fuera de las matemáticas certezas lógicas. En lo concreto, las certezas se presentan por sí mismas, intuitivamente, en la apacible claridad diurna o en el deslumbramiento de un relámpago; lo que se halla por el método guarda siempre alguna inestabilidad, se aplica exactamente a un símbolo abstracto de la realidad, no a la realidad misma. Decir método, es decir convenciones conocidas o cándidamente inconscientes.<br /><br /> No he de vanagloriarme de alcanzar una certidumbre imposible, ni tendré la mala fe de afirmar que la conseguí. <br /><br /> La ciencia me parece un conocimiento que se puede comunicar completamente. <br /> El discípulo recibe todo lo que posee el maestro. Mientras catástrofes exteriores no turben su evolución, la ciencia, me parece, permanece casi regularmente progresiva.<br /><br /> El arte es una disciplina que difiere individualmente y que no podría comunicarse totalmente. Expresa cosas profundas, personales, particulares al artista. El discípulo no igualará al maestro más que libertándose de él. Es por esto, sin duda, que la evolución de un arte es mucho más caprichosa que la de una ciencia. Aquí no hay razones para que el hoy haga mejor que el ayer.<br /><br /> No hay ciencia más que en lo general. El arte se esfuerza en crear obras individuales. El sabio se aplica a eliminar lo más posible lo que él denomina con desdén e inquietud «la ecuación personal». El artista que no expresa personalidad no cuenta como tal, es incompleto.<br /><br /> Aún en una ciencia poco avanzada, se encuentran algunos puntos en que los sabios están de acuerdo, sin lo cual no habría todavía ciencia. El progreso de la ciencia consiste, por una parte, en consolidar y multiplicar los puntos aceptados. En arte, el desacuerdo es eterno. Existen bellas obras en los más diversos sentidos y se encuentran obras mediocres en cualquier dirección.<br /><br /> He aquí los primeros caracteres que se presentan a mi pensamiento. Un sistema comienza. a formarse en mí: si continúo el doble examen, tengo la impresión de que lo que yo descubra estará relacionado con lo que acabo de formular. <br /><br /> Impresión acaso falsa, pero yo escribo para mí. No soy un hombre que enseña, sino un hombre que investiga. Si más tarde, ciertos caracteres del arte o de la ciencia se me presentan, que contradigan lo que afirmo, no vacilaré en tenerlos presentes y estudiarlos. Si destruyen mis fluctuantes conclusiones de hoy, sabré llegar a otras conclusiones, o me abstendré de hacerlas.<br /><br /> Entre las existencias que admiro y las obras de arte que amo, creo ahora descubrir un conmovedor parentesco. Cada vida loable me parece una nueva creación, la manifestación de una belleza personal. Entre los hombres que, en diversas épocas, han vigilado sus actos como un poeta vigila sus palabras, ningún progreso se me aparece. Si prefiero Epicteto o Jesús, Spinoza o Cleanto, será por un gusto completamente individual y comprenderé que mi prójimo tenga preferencias contrarias. Me extrañaría oír afirmar que Arquímedes sabía tantas cosas como M. Branly. Tolstoi, por el contrario, no me parece más avanzado que Francisco de Asis, y el individualismo de Ibsen no es más completo que el de Diógenes. Asimismo, la obra de Homero no es inferior a alguna de las que se produjeron después. Las épocas ya antiguas han producido seres que me parecen aproximarse a la perfección, y estas armonías fueron realizadas por métodos divergentes. Antístenes y Diógenes difieren de Epicuro y Metrodoro; Zenón, Cleanto y Epicteto difieren de Jesús y de Filón; tanto como una tragedia de Sófacles difiere de una de Esquilo o de Eurípides; tanto como una obra de Racine se aleja de una comedia de Moliére, de un drama de Shakespeare o de Calderón de la Barca. Guardo, pues, la impresión de que vivir es un arte y no una ciencia.<br /><br /> Si yo fuese de esos voluntariosos que afirman, acaso declarase: ciertos hombres han querido imponer males, falsas ciencias de la vida; pero aquellos que yo admiro han conocido y practicado la sabiduría, que es el arte de vivir.<br /><br /> Arte diferente a todos los demás, es cierto, puesto que en él la obra y el obrero se confunden.<br /><br /> Pero no encuentro en parte alguna una ciencia de la acción; por doquiera las disciplinas de lo deseable me parecen artes. Desinteresada hasta el extremo de ignorar el esfuerzo teológico, o de las causas finales, la ciencia busca la verdad, no la belleza; lo que es, no lo que me agradaría. Ante las morales que se pretenden científicas, que afirman y ordenan, sentí hace mucho una repugnancia de inmoralista.<br /><br /> Ante las sabidurías que aconsejan y armonizan, experimento, desde hace mucho también, un temblor de deseo y de amor.<br /><br /> Quizá, cuando yo he querido expresar pensamientos, no he hecho más que mostrar estas viejos sentimientos. Acaso mis pensamientos se apoyaban sobre otros oscuros, que ahora saco a la luz de mi conciencia.<br /><br /> Continuaré interrogándome. Las meditaciones diversas y sinceras confirmarán quizá, o acaso destruyan, estas primeras emociones y estos primeros pensamientos.<br /><br />2.- RELACIONES DE LA ÉTICA CON LA METAFÍSICA Y LA SOCIOLOGÍA<br /><br /> Excepto en el momento de la acción de relativa necesidad, me parecería presuntuoso creer que he resuelto una cuestión de arte o de sabiduría.<br /><br /> Presuntuoso, me permitiré no serlo mucho más para los demás que para mí mismo. ¿Admitiré exclusivamente la teoría y la práctica de Racine hasta dejar de comprender a Shaskespeare; o las de éste hasta el desprecio de aquél? ¿Llegaré al absurdo de condenar a Jesús en nombre de Epicuro, o viceversa?... Espero poder evitar siempre estas intolerancias de discípulo de una escuela.<br /><br /> Hasta las cuestiones que yo he resuelto provisoriamente en un sentido, si otros las resuelven de otro modo, no me extrañaré, y no me niego si tengo tiempo, a considerarlas nuevamente bajo otro aspecto.<br /> Las he solucionado para mí, por un momento, esperando nuevas luces. Me regocijo, cuando la ocasión se presenta, de exponerlas de otro modo y de estudiar en ellas otras apariencias.<br /><br /> Mi tendencia es considerar el esfuerzo del bien vivir no como la materia de una ciencia, sino de un arte. Además, esta opinión casi no me apasiona actualmente. Acaso ella tome importancia o la pierda ante mí, según que esté más o menos de acuerdo con otras tendencias o soluciones a medias.<br /><br /> Que yo deba volver más tarde hacia una moral de forma científica, o que permanezca fiel a una sabiduría más semejante al arte, yo me pregunto en este instante si la disciplina de la vida debe ser independiente o si apoyará sus preceptos sobre otros conocimientos.<br /><br /> Esta última opinión es la más divulgada, pero, en cuanto la examino, siento por ella una gran aversión.<br /><br /> La experiencia parece enseñar que es nocivo a una investigación hacerla depender, en su método o en su fin, de otra investigación. Tanto tiempo como las ciencias estuvieron sujetas a la teología, fueron estúpidas como sirvientas voluntarias. Mientras las ciencias de lo concreto consintieron en la deducción, tan fecunda en matemáticas, fueron sistemas de errores. Si la moral es una ciencia, su carencia de progreso se explica quizá por el hecho de que se trata generalmente de construirla de acuerdo con planes y métodos contradictorios o confusos. Si la sabiduría es un arte, tales servidumbres no le son menos perjudiciales. La obra que se modela según el rigor científico, se aleja de las formas rítmicas de la belleza y de la danza flexible de las Musas.<br /><br /> Una feliz casualidad me hace hallar estas líneas de Luis Ménard: «Moralizar la belleza o la verdad, someter el arte o la moral al razonamiento y juzgar un teorema por el sentimiento estético o por la conciencia, son tres tentativas del mismo tipo y recuerdan la condenación de Galileo.» <br /><br /> Conocida de los labios, sentida por los verdaderos artistas, esta verdad no llega a muchos moralistas. Los que construyen su moral según una metafísica declarada son acaso menos numerosos. Pero más y más los sistemas morales son edificados como función de sistemas sociológicos.<br /><br /> Además, la sociología parece hoy tan absorbente como lo fue antes la teología. Los biologistas la mezclan ingenuamente a su ciencia. Yo supongo, en tales momentos, que dejan de ser sabios para hacerse poetas. Ciertamente no veo decadencia alguna en esta metamorfosis; pero no dejo de impacientarme ante afirmaciones que parecen pronunciadas en un sueño.<br /><br />*<br />**<br /> Hallo dos maneras de relacionar la moral con la metafísica. Algunos metafísicos y la mayoría de los teólogos consideran la moral como una consecuencia de la metafísica y como una metafísica en acción. Mas Kant, destruyendo la relación ordinaria, hace de la metafísica una exigencia; y un postulado de la moral. Antes que el rígido Pío X sucediese al flexible León XIII, cuando, a pesar de las denuncias y recriminaciones de los jesuitas, la especulación teológica gozaba de una sombra de libertad, la doctrina kantiana seducía, en el mundo religioso, a los modernistas de la neoapología. Todavía hoy (1928) conserva, me parece. partidarios entre los últimos pragmáticos.<br /><br /> Teóricamente el método de Kant y el de los dogmáticos manifiestan una misma opinión metafísica interesante. Es poético admitir que todo se relaciona y que, entre el hombre y el universo, como entre el universo y cualquiera de los elementos que lo constituyen, existen estrechas relaciones. Esta universal síntesis es un sueño emocionante para quien se deja fácilmente mecer y embriagar en las horas de ocio. Nada prueba que ella no diga una verdad profunda, ni tampoco que no sea el más vasto de los errores. Suponiendo que exprese la mayor y más bella verdad, me será siempre imposible conocerla en detalle de un modo positivo. Uno de los dos términos de la relación, el universo real, me huye irremisiblemente. No puedo abarcar más que el universo subjetivo. Así, toda comparación entre el macrocosmos y el microcosmos pertenece a la metafísica y a la poesía. Mi acuerdo con tales proposiciones, ¿cómo saber si es profundidad o mentira? ¿Procede de un parentesco esencial y de un impulso de obediencia? ¿Es un triunfo de mi inteligencia que me somete las cosas transformadas, antropomorfizadas? Victoria decepcionante, que transformaría en nube de ensueño toda mi aparente influencia sobre lo real. Pero quizá, amorfa y fluida, la realidad toma con indiferencia la forma de todos los recipientes. Aun si me muestro dócil a todas las cosas, estoy seguro que esta docilidad es imperfecta... puesto que las opiniones humanas son diversas y yo llego a reconocer, o crea reconocer un error.<br /><br /> Bello e inefable cuando se ve en conjunto, el sueño analógico, desde que se pierde en el detalle, da resultados de apariencia ridícula. La alquimia y la astrología son capítulos de la metafísica. Sus vastas hipótesis tienen una sonrisa luminosa. Si escucho sus afirmaciones y sus precisiones, adquiero la impresión de perderme en un manicomio. Hay los sueños inciertos y, en la niebla ondulante, son encanto panorámico, o hay asimismo las sistematizaciones denodadas y ruinosas como la demencia. Tales consideraciones, aun siendo prudentes, no tienen interés más que por sí mismas. Se hacen perjudiciales a las investigaciones positivas en que se inmiscuyen. No hay más razón de preocuparse de ellas en la ética que en las operaciones de química, por ejemplo. Las relaciones de los fenómenos químicos con el fenómeno universal o la sustancia universal, no podrían suponerse menos estrechas que las relaciones de los actos humanos con el mismo universo. La pretensión de deducir todo el detalle de la química de algunos principios metafísicos haría reír a los sabios. Construir una metafísica sobre datos químicos sería interesante como tentativa poética; candidez si se afirmase la solidez de tal edificio.<br /><br /> Prácticamente una disciplina cualquiera debe reclamar su independencia y constituirse sin preocupaciones de otras disciplinas. Nada se opone, ciertamente, a que el mismo hombre que es químico o moralista sea a la vez metafísico.<br />La metafísica es la prolongación soñada de todas las ciencias y acaso de todas las artes. Pero en el momento que sueño, dejo de hacer obra científica u obra plástica.<br /><br /> Construir moral o química sobre la metafísica, es apoyar lo conocido sobre lo desconocido. Para la ética es además hacer depender la necesidad precisa y permanente de la fantasía cambiante y arbitraria. Es modelar la vida sobre el sueño y transformar la conducta humana en una especie de sonambulismo. Es querer ordenar y edificar la piedra del indispensable abrigo sobre la vaga y fugitiva realidad de una nube.<br /><br /> La concepción kantiana, puesto que se da como otra cosa diferente a un modo de soñar, y se cree un medio de certidumbre, aparece como una candidez casi inmoral. Afirma mis deseos como realidades y pretende que el universo ríe con mis cosquillas. Proyecta mi sombra sobre el infinito y afirma que es la sombra del infinito. Modela antropomórficamente el misterio. Sobre la piedra inquebrantable cree construir con nubes y atribuye a la construcción soñada la solidez de la misma roca.<br /> <br /> Ambos métodos tienen un defecto común. Unen sólidamente la moral a una metafísica. Mas a mí toda metafísica se me aparece como un sistema de nobles ensueños o de charlatanescas afirmaciones. A menos de ser «dócil como un cadáver», o tener ternura de madre por uno de estos sistemas, toda inteligencia dudará un día de su metafísica. Después del examen, será rechazada o admitida solamente como una hipótesis oscilante. El que haya cometido la imprudencia de unirla indisolublemente a su ética, verá derrumbarse el conjunto entre las lágrimas o en una risa desgarradora.<br /><br /> La sabiduría práctica no puede obtener sino pérdidas de tales alianzas. Antes que comience a perder mi confianza, la alianza disminuye mi vida ética. Una moral teológica se apoya siempre en los contrafuertes de las sanciones exteriores. Seduce con promesas y aterroriza con amenazas; ataca a mi desinterés y pesa materialmente sobre mi libertad. Kant quiere que obre por deber, no por temor ni esperanza. Actitud difícil después que yo he afirmado las recompensas y los castigos exteriores. Además, este imperativo que postula la existencia de un dios personal, no llegó a distinguirlo de la voluntad divina más que por inquietantes sutilezas; mi obediencia al deber es con frecuencia servil sumisión a una orden venida de lo alto. Si Kant quiere que, para ser verdaderamente moral, olvide en la acción a dios con toda su potencia y mi inmortalidad con sus promesas y sus amenazas, ¿no sería entonces que el verdadero postulado de la ética, aquel sin el cual se desvanece toda la belleza de nuestras acciones, es desechar las preocupaciones del más allá?<br /><br /> Las morales religiosas tienden hacia un límite en que cesarían de ser religiosas e interesadas para volverse verdaderamente nobles y sabias. Si el terror del infierno y la infantil esperanza del paraíso son medios para contener las naturalezas vulgares, se dirige, a veces, con otra lenguaje a las superiores, las únicas, quizá, que pueden aspirar a una vida ética. A éstas se les pide que obren por amor. Pero, ¿de qué amor se trata?<br /><br /> Si amo a dios por sus atributos metafísicos, por su omnipotencia, su inmensidad, su eternidad, ¿no hay en este amor una especie de estupor cobarde? Este amor, ¿no es todavía temor y obediencia? No hallo en esta tierna sumisión ante la fuerza ninguna belleza ni valentía alguna.<br /><br /> Es preciso, pues, suponer que el amor se dirige a los atributos morales de dios, a su justicia y a su misericordia. Me parece de más segura sabiduría amar justicia y misericordia sin afirmar cándidamente su realización en lo absoluto. Me parece más bello amar justicia y bondad, aun si no se encuentran en otra parte más que en mí mismo, aun si el misterio objetivo no es más que una sima de indiferencia y de inquietud.<br /><br /> Para hacerme de una sabiduría verdaderamente noble .y sólida, la libertaré de toda metafísica, de toda teología, de toda religión. Pero, ¿no la someteré a cualquiera ciencia positiva? El ser moral, ¿no pertenece al mundo y no es el que obedece voluntariamente a los apremios universales? <br /><br /> La materia viviente es materia y obedece a los aspectos físico químicos. Sin embargo, la vida me parece un fenómeno original que no explican en absoluto ni la física ni la química. La biología posee un dominio independiente. El viviente defiéndese contra la hostilidad ciega de las fuerzas físicas. <br /><br /> Cuando una piedra se desprende y rueda hacia un animal o hacia otra roca, ésta espera, pero el animal huye. He ingerido, por descuido, un veneno, pero no dejo obrar, sin reaccionar, a las condiciones químicas que deben producir mi descomposición, sino que con un acta que no tiene nada de químico, me procuro el antídoto. Lo mismo, conciencia moral y voluntad no existen sin la vida, pero ellas son de otro orden que la vida. No solamente el ser moral no es explicado, en lo que tiene de moral, por la biología, sino que la vida ética no se conserva más que por la lucha contra la invasión y el exclusivismo de las fatalidades biológicas. <br /><br /> Hay en mí un rudo deseo de unidad que se rebela contra los rigores del método. Mis creencias y mis sueños intervienen en mi esfuerzo científico, así como en el artístico y en el ético. No me opongo sino parcialmente y sonriendo a la pueril invasión. Quiero decir que no me opongo a su gracia sino a su tiranía. No permito a mis sueños que turben mi experiencia de química, que me impidan ver el resultado exacto. No les permito atentar contra el ordenamiento de una obra de arte o contra la armonía de una acción. Pero me siento feliz, si algún vasto sueño asciende en la atmósfera del laboratorio, en las vacilaciones de libro o en la precisa nobleza de la acción. Siempre y cuando el murmullo sea moderado, escucharé las hipótesis que me sugiera el sueño, y entre las que sean comprobables, comprobaré las más sencillas, las que estén más cercas de mi saber. Y lleno con la metafísica los vacíos de mi conocimiento, siempre dispuesto, no obstante, a albergar a una nueva noción positiva, cediéndole el sitio que ocupaba el sueño provisorio. Y no me enojo en absoluto contra quien llena los mismos vacíos con sueños diferentes. Al contrario, me congratulo de la riqueza variada de nuestros sueños.<br /><br /> En la acción, a veces escucho las consideraciones científicas o las ilusiones metafísicas, siempre y cuando no contradigan las afirmaciones de mi sabiduría y ni siquiera choquen con mis inquietudes ni mis escrúpulos. Hay muchos ademanes que no sólo la humilde sabiduría, sino también la pretenciosa y tiránica moral, consideran indiferentes. Ademanes neutros, situados entre el bien y el mal, en el medio, decían los estoicos. Los antiguos filósofos y, entre ellos, Sócrates y Epicteto, permiten, para decirse en tales circunstancias, recurrir a la adivinación. A mí no me seduce ninguna forma adivinatoria y, por tanto, en estos casos indiferentes, me dejo llevar a toda clase de inclinaciones, y bueno es que diga que la inclinación metafísica no deja de tener cierta preponderancia en mí.<br /><br /> Un ejemplo: el suicidio. Las consideraciones morales que lo condenan me parecen harto ridículas. Las sabiduría nada me dice en pro o en contra de este hecho que puede adquirir de las circunstancias que lo acompañan nobleza o cobardía, pero que por sí mismo, en lo abstracto, aparece éticamente indiferente. Admiro la radiante belleza de las muertes voluntarias de Zenón, Cleanto y otros antiguos o modernos. No dejo tampoco de aceptar como bellas ciertas maneras de seguir la vida más dolorosa y sin la menor chispa de esperanza; admiro la sonrisa de Epicuro al acoger los crecientes sufrimientos de una enfermedad incurable. Ni los argumentos de los estoicos en favor del suicidio, ni las razones que motivaban lo que podría llamarse la supervivencia de Epicuro, consiguen mi consentimiento práctico. Sin embargo, cada vez que he meditado sobre el suicidio, he llegado siempre a la misma conclusión: en ninguna de las circunstancias que puedo prever recurriría a tal solución. Los motivos profundos de mi decisión no son de orden ético ni sentimental, sino de orden metafísico, como ya los tengo expuestos en el drama «Hasta el alma» y en un capítulo de los «Viajes de Psicodoro»- El suicidio. Los considero muy débiles por sí mismos, mas su potencia victoriosa procede únicamente de la ausencia de toda modalidad de orden imperativo.<br /> Desde Heráclito y Demócrito, que son los primeros en abandonar el método modesto de los «siete sabios» y presentan sus ideas morales como la consecuencia de una doctrina universal, hasta los moralistas de hoy día, las morales que fueron construidas sobre inseguros fundamentos metafísicos son innumerables. No quiero retardarme en el fácil y fastidioso discernimiento histórico. Las sabidurías que me sonríen y me parecen utilizables, las estudiaré en sí mismas, despreocupadas de las importunas alianzas con las que se ha creído afirmarlas y que las comprometen.<br />*<br />**<br /> No creo que se hayan fundado muchos sistemas morales sobre los datos de las ciencias especiales, exceptuando la sociología. Conocemos mal la doctrina de los números en el pitagorismo. Parece que no fuese fundamento de la moral pitagórica. Procuraba solamente, para expresar ciertas partes, símbolos extravagantes o ingeniosos. La moral pitagórica presupone una ciencia teológica, puesto que el precepto general y el método constante siguen siendo la imitación de dios.<br /><br /> Ciertos sistemas pretenden apoyarse sobre la biología. Osan, sobre lo que constituye el fondo de la vida, afirmaciones que sobrepasan singularmente las certidumbres actuales de la biología y quizá sus posibles investigaciones. La pretendida ciencia de un Nietzsche es una metafísica osada hasta la insolencia. Un Le Dantec, desde que abandona el minucioso detalle de los hechos, se hace un metafísica cándido, tan cándido que se cree todavía biólogo. Además, como la vida de que se trata en los principios y las conclusiones de estas doctrinas continúa siendo la vida en sociedad, la biología queda reducida así a una sociología.<br /><br /> Muchas construcciones morales se apoyan conscientemente en la sociología. ¿Rechazaré esta ayuda como la de la metafísica? E1 hombre, tal como lo conozco, forma parte, justamente, de la sociedad más estrechamente que del universo. Definirlo como un animal social, ya es decir algo preciso. Decir que es un ser, es verdaderamente poco para instruirnos muy poco. Aun si la metafísica tuviese un carácter científico, sus generalidades serían todavía demasiado lejanas para ilustrarnos útilmente sobre un ser particular. La sociología no ofrece el mismo defecto y hay algo de probabilidad en presentar la moral como uno de sus capítulos. <br /><br /> Se dice hoy sociología, porque la ciencia está de moda. ¿No se decía política antaño? Ya hace tiempo que Menenio Agripa contó a los plebeyos subversivos la fábula «Los Miembros y el Estómago». El ingenioso orador que, si se hubiese hallado del lado opuesto de la barricada, hubiera probablemente dicho todo lo contrario, no se imaginó que encerraba en un breve apólogo la materia de una ciencia futura ,y que ciertos infolios mezclarían en una salsa filosófica su oportuna metáfora.<br /> Si se quiere mantener una distinción entre la sociología y la política, no tengo inconveniente en aceptarla sin examen previo. El fondo de la cuestión es indiferente al problema actual, y una muy simple observación me basta:<br /><br /> Una sociología no puede tener la pretensión de aliarse a una moral sino bajo la condición de llegar a conclusiones prácticas. Y una sociología práctica, ¿qué puede ser más que una política?<br /><br /> La alianza de la moral con la sociología o la política es lo mismo que la alianza de la moral con la metafísica. Se ha intentado construir la sociología sobre la moral, y apoyar la moral sobre la sociología. El primer método es el de Platón. El segundo sería el de Maquiavelo, si éste fuese un sistemático; entre las filosofías maquiavélicas de mayor importancia se halla la de Hobbes.<br /><br /> El maquiavelismo, tal coma lo hallo expuesto en «El Príncipe» y en los «Discursos sobre Tito Livio», es la supresión de toda ética. Maquiavelo no se preocupa de apología alguna de su política; sólo los resultados le interesan ,y, a su juicio, el triunfo justifica todos los medios. Entre los medios que aconseja, coloca osadamente en el primer rango la mala fe y la crueldad. No llega hasta el extremo de amar estos procedimientos por sí mismos. Maquiavelo no tiene nada de satánico y el mal por el mismo mal no le parecería menos ridícula que la preocupación de hacer el bien. Hasta llega a vituperar «la crueldad mal empleada», tímida e ineficaz, tanto como alaba «la crueldad bien empleada». Recomienda, solamente cometer los crímenes, «cuya infamia queda cubierta por la grandeza».<br /><br /> No es que Maquiavelo ceda aquí a alguna preocupación estética. No hay rastro de lirismo en este hombre claro y avisado y no aconseja hacerse un pedestal ostentatorio con cadáveres. La grandeza del crimen cubrirá la infamia del mismo si, habiendo destruido al adversario de un solo golpe, puede revestirse en seguida una máscara sonriente de dulzura. Octavio, que llegó a matar con bastante precisión, permite a Augusta el hacer adorar por los siglos su clemencia. ¿Podré encontrar en toda la historia de Francia una hazaña que Maquiavelo hubiese podido aprobar completamente? Por lo menos es dudoso. Maquiavelo no es bastante cándido para reprochar a Catalina de Médicis el haber matado muchos protestantes. Es bastante hábil y resuelto para reprocharle de haber ahorrado muchas vidas. Pequeño crimen, la noche de San Bartolomé fue insuficiente en grandeza para cubrir la infamia. Los degüellos de septiembre no le satisfarían mucho más, por haber dejado con vida a un cierto número de aristócratas. «El que quiera establecer una república en un país que cuente con muchos hidalgos, no puede conseguir su intento sin matarlos a todos.»<br /><br /> Maquiavelo, hombre práctico, da consejos y no teorías. Lejos de pretender extraer una moral de su política, previene francamente al lector contra el peligro de toda preocupación ética: «Hay tan gran diferencia entre el modo de vivir de los hombres y en el que deberían vivir, que el que olvida lo que se hace para seguir lo que él debiera hacer, corre a su ruina; el que quiere ser hombre perfectamente bueno está en peligro en medio de los que no lo son.» No sería difícil hacer un sistema de esta afirmación, porque no es difícil nunca construir una doctrina moral sobre cualquier tema. Pero Maquiavelo sonreía de preocupaciones tan pueriles.<br /><br /> No obstante, otros políticos similares a Maquiavelo, aunque más generalizadores y teóricos, han manifestado tales preocupaciones. La política de Hobbes no difiere en mucho de la de Maquiavelo. Hoy misma muchos neo-realistas confiesan la enseñanza de estos dos maestros, y, como poseen notables facultades dialécticas más que una seria facultad de observación, sistematizan escudándose en el filósofo inglés.<br /><br /> Para Hobbes, la moral se reduce por completo a la obediencia al príncipe. A su juicio, como más tarde al de Nietzsche, el instinto profundo del hombre no es la sociedad, sino la dominación. Así, la naturaleza nos pone en estado bélico, a uno contra todos y a todos contra uno. En estado natural, somos lobos unos de otros. La experiencia y la reflexión nos enseñan en seguida que la paz es el mayor de los bienes ,y que nuestro primordial interés consiste en no encontrar demasiados lobos en nuestro camino. Un jefe que impida la lucha universal, he aquí nuestra perentoria necesidad. «La verdadera ley es la palabra de un jefe»; desobedecerlo bajo cualquier pretexto, es renovar el abominable estado de guerra y declararse enemigo de todos. Lo que ordena o prohíbe el príncipe es justo o injusto desde el momento que él lo ordena o lo prohíbe, por ese solo hecho de su voluntad de príncipe. Sólo la ley, es decir, la orden del jefe, crea el carácter moral o inmoral de nuestras actos. El soldado que mata a un enemigo .y el verdugo que ejecuta a un condenado no son asesinos; el que roba con permiso de sus jefes no es un ladrón. Nuestro único deber como nuestro interés, es mantener al príncipe. El único deber del príncipe es el de mantenerse. La famosa fórmula del veneciano Sarpi le parece muy débil a Hobbes: «La primera justicia del príncipe es la de mantenerse.» Para Hobbes no es la primera, sino la única.<br /><br /> La lectura de Maquiavelo y de Hobbes no me enseñan otra cosa que hacer depender la moral de la política, es destruir toda vida ética. A cada instante, leyendo estos dos escritores, soy perseguido por la fórmula de San Agustín: «¿Qué es un gobierno si le quitáis la justicia? Un bandolerismo.»<br /><br /> ¿Es precisa, pues, destruir la relación y, como dice Platón, fundar la política sobre la moral?<br /><br /> La política platónica, en el mismo Platón, reviste dos formas bien diferentes: libertaria y pedagógica en «La República», se hace despótica en «Las Leyes». Muchos reformadores sociales me parecen semejantes a Platón, por esta contradicción esencial: en la ilusión se habla en nombre de la libertad; en la aplicación se es constreñido a los más tiránicos procedimientos.<br /><br /> «La República» traza el modelo del estado ideal, «la idea» del Estado. Platón desecha en ella todo elemento empírico, las leyes igual que los intereses. Las leyes le parecen siempre inútiles: si el atado es sano, no las necesita; si está tarado, no remedian nada. La ciudad de «La República» no puede ser mantenida más que por la educación; la política, en ella, queda reducida a una pedagogía.<br /><br /> En cuanto el utópico quiere construir su ciudad en alguna parte, debe tener en cuenta los elementos empíricos; no ve el medio de instaurar la justicia sin imponerla. Comprende la insuficiencia de la educación y promulga leyes. Para conservar virtuosa su sociedad, hele aquí dispuesto a encerrarla en una muralla de despotismo. En «Las Leyes», el gobierno, representante armado de la conciencia, no deja al individuo libertad alguna de acción, de sentimiento o de pensamiento. Una reglamentación minuciosa, como la regla de un convento moderno, invade hasta los más íntimos secretos de la "vida privada. Se preocupa de las relaciones conyugales, y es la ley misma la que concuerda los matrimonios. El deseo, según Platón, hace aproximar a los seres semejantes. Hay que luchar contra esta tendencia natural, contraria, al parecer, al interés social. Este exige que el esposo y la esposa sean muy diferentes y que un justo intercambio de fuerza y de dulzura prepare generaciones equilibradas. Los esposos, designados en apariencia por la suerte, serían abastecidos en realidad por las felices supercherías de los magistrados. ¡Cuán hostil es a la libertad, a toda libertad, este Platón de «Las Leyes»! Lo demuestra bien, cuando este griego suprime la independencia de la música, cuando ese poeta exila a Homero, cuando aquel artista severo y absurdo como un sacerdote de Egipto, inmoviliza el arte en formas hieráticas ,y prohíbe al artista «mostrar sus obras a algún particular, antes de que hayan sido examinadas y aprobadas por los guardianes de las leyes y los censores establecidos para examinarlas.»<br /><br /> Hallo la misma contradicción esencial en todos aquellos que construyen sobre la justicia ciudades ideales o que sueñan en hacer justa la ciudad futura. La contradicción es más<br />flagrante aun en los hechos. Gobiernos platónicos han venido a engrosar la historia en ciertos momentos: no aparecen menos lamentables que los demás. La teocracia es la forma más común del platonismo político, y sólo un sacerdote podrá alabar el gobierno de los jesuitas en el Paraguay, el que ejerció en Francia el Padre La Chaise bajo el seudónimo de Luis XIV, o el de los papas en los Estados pontificios. Los pastores calvinistas, quizá algo menos serviles, no alabarán la tiranía de Calvino en Ginebra. He leído, con la firma de alguno de ellos, claras y vehementes condenaciones por la muerte de Miguel Servet. Los curas católicos prefieren, en general, calumniar a sus víctimas y están condenados a creer que el abominable Dominico es un santo. Dominico no está solamente en el calendario. Dante lo coloca en el primer rango de su «Paraíso» y lleva su inconsciencia y catolicismo hasta el parangón del elogio del duro inquisidor con la alabanza del idílico Francisco de Asís.<br /><br /> Si algún cándido, preocupado en ser tiranizado solamente por gentes vestidas como él, objetase que un sacerdote no es un filósofo, le citaría algunos platónicos laicos tan atroces como el mejor de los inquisidores, y, en primer término, al austero y repugnante Saint-Just.<br /><br /> Kant dice: «Que los reyes se hagan filósofos o los filósofos reyes, no es cosa que pueda esperarse; tampoco debe ser deseado este cambio, porque la posesión del poder corrompe inevitablemente el libre juicio de la razón.»<br /><br /> Si la historia no conoce ningún rey que se haya hecho filósofo, conoce, no obstante, algunos filósofos que se hicieron reyes. Su poder no tardó en destruir su filosofía. Federico, príncipe presuntivo, escribe con una sinceridad, superficial indudablemente, pero real e indignada el «Anti Maquiavelo». Siendo rey obedece mejor que cualquier otro los preceptos de Maquiavelo. Es Maquiavelo coronado. Dieciséis siglos, antes de él, Marco Aurelio, con una buena voluntad mucho más profunda, se esfuerza por realizar la República de Platón... ¡Cómo luego se siente en desacuerdo consigo mismo! Su filosofía condena la guerra: «La araña se enorgullece de cazar una mosca; éste de atrapar un gazapo; ése de pescar una sardina; aquél de hacer presa en un jabalí; el otro de hacer sármatas prisioneros. Desde el punto de vista principesco, todos bergantes.» Su función lo conduce a prender sármatas y a matarlos. «Como Antonino, tengo por patria a Roma; como hombre, al mundo.» Poco a poco, Antonino mata en él al hambre. Y he aquí cómo este ser, grave hasta la tristeza, condena en una carcajada a los príncipes y a la filosofía. «¡Qué mezquinos políticos, estos pigmeos que pretenden reglamentar los negocios sobre los principios de la filosofía! Son como chicuelos a quienes se limpia la nariz con un pingajo.» Así destruye un filósofo. Y siendo emperador no hace menos mal que otro cualquiera. Persigue a los cristianos. Mata a la dulce Blandina. Sobre este estoico infiel debe recaer la palabra de otra de sus víctimas. El mártir Atalo, sentado en el hierro enrojecido, mientras su carne se tostaba como la de un asado, llamaba a sus verdugos: «comedores de hombres».<br /><br /> La política mató en Marco Aurelio toda libertad ética. No puede más que sufrir y desesperarse: «¡Oh, muerte, no tardes mucho en venir, de miedo que yo mismo llegue a olvidarme por completo!» La muerte tarda, aun después de haberse olvidado él mismo y probablemente resuelve el problema de un modo poco elegante, absteniéndose de alimento hasta que no queden ni las ruinas del filosofía, ni el triunfante y melancólico emperador. <br /><br /><br /><br />3.- HISTORIA DE LA SABIDURÍA EN LA ANTIGÜEDAD<br /><br /> Maquiavelo y los políticos de su escuela no son los únicos que han comprendida que la sabiduría moral y los cálculos políticos son irreconciliables enemigos. Tampoco los sabios lo ignoraron. Para la mayoría de los sabios antiguos, el solo precepto general es la obediencia a la naturaleza; su primer corolario, el desprecio de todo lo que es político o cívico, la indiferencia para los gobiernos, para las leyes y para las costumbres, el odio o el desprecio para la ciudad.<br /><br /> En la investigación científica, Heráclito, Empedocles, Parménides, Demócrito, Anaxágoras, distinguen ya entre la naturaleza y la costumbre, entre la verdad y la representación humana. Los sofistas aplican en seguida esta distinción al dominio práctico: en nombre de la naturaleza desprecian las leyes y las costumbres. Hipías, en los «Memorables» de Jenofonte objeta que las leyes, que cambian con tanta frecuencia, no son más respetables cuando la ciudad trata de imponerlas que cuando han parecido útiles a los ciudadanos, o después que las han reconocido perjudiciales. Reserva el título de leyes naturales a las que son aceptadas en todas partes igualmente; pero pocas leyes positivas presentan este carácter de universalidad. Las leyes acatadas siempre y por doquiera proceden de las dioses e Hipías se inclina ante ellas. ¡Cuántas otras, temporales o locales, no merecen más que una sonrisa de indiferencia! Por ejemplo, la prohibición del incesto, que, no se sabe por qué razón, existe en tal pueblo y no en tal otro. En el «Protágoras», de Platón, este mismo Hipías dice que la ley, coma un déspota, coacciona a los hombres, obligándoles a muchos actos contrarios a la naturaleza.<br /><br /> No sería difícil multiplicar los ejemplos y las citaciones. <br /><br /> Los sofistas, generalmente, no san considerados como sabios. No los conocemos sino a través de ataques y refutaciones, y es, por estas requisitorias, que es preciso adivinar su verdadero carácter. Pero, ¿no es acaso el destino de todos las enemigos de las leyes el ser luego incomprendidos? La mayoría son ignorados y calumniados. Los muy notables, sobre todo si su muerte fue patética como la pasión de Sócrates o de Jesús, pueden llegar a ser utilizados por las organizaciones posteriores.<br /><br /> El revolucionario vencido es siempre vilipendiado en las mentiras solemnes de la historia. Catilina vencedor, ¿nos parecería tan obscuro? Y Cicerón vencido, ¿sería tan radiante? Para el cónsul, la injusticia sería menor. Aun vencido, el campeón del partido aristocrático conserva numerosos defensores: escritores aristócratas, escritores simuladores de aristocracia, que imitan las opiniones consagradas, escritores mercenarios que saben donde se halla el dinero. Si Farsalia hubiese tenido otro desenlace, César tendría peor reputación periodística que Pompeyo. Y por bajo que se haya hecho este término de reputación periodística, lo empleo intencionadamente; expresa exactamente el grado de confianza que merece la historia oficial. El individualista es un revolucionario vencido de antemano en la realidad. Se cambia una ley o un gobierno; no se suprime toda ley y todo gobierno. Además, el individualista tiene contra él a todos los partidos y no solamente, como el demócrata, al partido que, por sus riquezas, su cándida infatuación, sus mentiras interesadas y el servilismo de los historiadores, consigue mejor deshonrar a sus adversarios. El enemigo de las leyes ha renunciado, así, a lo que los imbéciles llaman su honor. Si permanece fiel a sí mismo, si no se vende en un día (no se dice ya venderse, sino adaptarse, cambiar de etiqueta), sabe que será calumniado tanto tiempo como dure su memoria, o que será aceptado después de su muerte.<br /><br /> Acojo con sonrisa escéptica todo lo que la historia, prostituida a los poderosos, a los ricos y a los vencedores, me cuenta sobre los enemigos de las organizaciones sociales.<br /><br /> Es probable que haya en la filosofía sofista mucha mezcla. Las doctrinas ilegalistas no atraen solamente a los mejores. Con los hombres, a quienes la nobleza de su pensamiento y de su vida pone por encima de las leyes, vienen otros a quienes la bajeza de sus instintos y su grosera práctica los coloca por debajo de las mismas. La mayoría, más aprovechada y menos peligrosa, prefiere la mentira de la sumisión aparente. Algunos sienten necesidades de ostentación y de brutal jactancia. Se hacen filósofos para ser gloriosamente sus propios abogados; en lugar de buscar en la razón una guía para su conducta, buscan razones para justificar su conducta y vanagloriarse de sus actos. Sería preciso, entonces para ser justos, distinguir entre los sofistas y estudiarles separadamente. Obra difícil cuando no se dispone más que de documentación hostil, que se aplica precisamente a confundir lo mejor con la peor. Pero los que, bajo la fe de los antiguos o de nuestras tratados, condenan a todos los sofistas, profesando, sin embargo, algún respeto par Sócrates, deben recordar que Sócrates tenía en gran estima al sofista Pródicos y le enviaba discípulos.<br /><br /> Que sepan también que, no obstante la ridícula ortodoxia histórica, Sócrates es un sofista. Hasta su muerte, todos sus contemporáneos lo consideran como tal, no solamente Aristófanes y el partido aristocrático. Los diálogos de Jenofonte y de Platón parecen falsear singularmente el pensamiento socrático. Estos enemigos de los sofistas han hecho toda lo posible por separar a su maestro de las compañeros que les desagradaban y que les parecían comprometedores para una memoria venerada. Alrededor de la reprobación, la curiosidad despectiva, el temor de comprometerse y también de ser vencidos y ridiculizados por luchadores muy formidables, los sofistas discutían especialmente entre sí mismos. Sócrates era el más hábil, el que casi siempre triunfaba del adversario. Del razonador que había vencido a tantos sofistas, se hizo fácilmente un enemigo de la sofística.<br /><br /> No obstante los pocos informes que se poseen positivamente sobre estos filósofos, de los cuales el nombre ha llegado a ser hasta una injuria, parece establecido que ellos estaban de acuerdo sobre un solo punto: la distinción entre la costumbre y la naturaleza, la condenación de las costumbres y de las leyes en nombre de la naturaleza. Es difícil no reconocer una forma de esta doctrina en la distinción socrática entre las «leyes escritas» y las «leyes no escritas» y en la proclamación de la superioridad de las últimas. <br /><br /> Desde su origen histórico, el individualismo se divide en dos arroyos que llegarán a ser dos ríos caudalosos; tan pronto próximos, más frecuentemente alejados. En el término naturaleza los sofistas comprenden, con conciencia más o menos esclarecida dos sentidos diferentes. Para el Calicles que nos da a conocer Platón, la naturaleza es el conjunto de nuestros instintos y apetitos; entre nuestros instintos, Calicles, como más tarde Hobbes o Nietzsche, distingue especialmente la sed de dominio. Otros, próximos a Sócrates, toman la palabra naturaleza en un significado que llamaré anacrónicamente estoico y reservan este nombre a la razón. Protágoras declara que la naturaleza ha dado a todos los hombres el sentido de lo justo y de lo injusto. Alcidamas denuncia como contrario a la naturaleza la diferencia legal entre e1 esclavo y el hombre libre. En nombre de la naturaleza, Licofrón condena la distinción entre las diversas clases de ciudadanos. Los sofistas bosquejan así los dos grandes individualismos: el individualismo de la sensibilidad y el individualismo de la razón. Nada hace presentir en ellos el delicado subjetivismo de Epicuro, pero presentan ya, al lado del individualismo de la voluntad de potencia, una forma interesante del individualismo de la voluntad de armonía.<br /><br /> El primer gran nombre de la sabiduría es el de Sócrates. Voluntariamente no me ocupo de los Siete Sabios. Hay de todo en este extravagante conjunto. Tiranos y crueles, como Periandro. Doctos, coma Thales. Quizá un solo sabio, Bias. La mayoría tendrían más acertadamente su sitio en una historia de la habilidad que en una historia de la sabiduría. Antes que los epicúreos y estoicos dieran al nombre de sabio una noble significación, los griegos, amigos de la astucia, hacen confusión voluntaria. Si en los tiempos legendarios hacen proteger a un hombre por la diosa de la sabiduría, este hombre es el «sutil Ulises», sabio a la manera del zorro, como en nuestra Edad Media.<br /><br /> ¿Conocemos al ilustre comadrón de espíritus mejor que a los demás sofistas? No, lo conocemos por sus enemigos, porque ninguno toma en serio las «Nubes». Es quizá peor conocerle por dos discípulos infieles.<br /><br /> El imperialista Jenofonte se ilusionó siempre con un jefe poderoso que uniera a todos los griegos para conducirlos a la conquista del Asia. Este saldada, de estilo elegante, pero de pobre inteligencia, este ateniense, a quien su gusto por la disciplina hizo espartano. Esta especie de profeta de Alejandro no era muy capaz de comprender un pensamiento individualista.<br /> Platón hubiera podido comprender, pera tenía otras preocupaciones. «¡Qué de cosas me hace decir este joven, en las que nunca he pensado!» Así exclama Sócrates. ¡Cuánto más libremente Platón debió deformar a Sócrates desaparecido! ¡Cómo debió hacerlo platónico! Porque el autor de las «Leyes» se deja guiar por sus facultades matemáticas y su genio arquitectónico hasta la manía legisladora. Jenofonte ,y Platón pertenecen al partido aristocrático y laconia. Sócrates supo unir contra él a todos los partidos. El Sócrates de Jenofonte y de Platón hubiera sido el aliado, no el adversario de Aristófanes; y, en efecto, Platón, en el «Banquete», hace de estos dos enemigos dos amigos. No se comprendería por qué los Treinta hubieran perseguida con un odio implacable a este ingenioso y útil aristócrata. En verdad, los «Diálogos» los «Memorables» son novelas de tesis, en las que se debe adivinar al verdadero Sócrates.<br /><br /> A pesar de las tendencias aristocráticas de los discípulos, observando un poco, se distingue en Sócrates un enemigo del populacho alto y bajo, un burlón de toda política. Si irrita a los demagogos por su oposición en el proceso de los generales, también rehúsa a los treinta tiranos la entrega de Leonte de Salamina. Se burla del democrático procedimiento del sorteo entre los magistrados, pero los Treinta no le parecen superiores a los elegidos de la suerte: les compara a unos boyeros que cada tarde condujeran al establo un rebaño menos numeroso y más delgado. Es el independiente que proclama su conciencia y no las convenciones de uno u otro partido.<br /><br /> Todas las palabras auténticas de Sócrates son individualistas. «El orden que se apoya sobre la coacción, no sobre la persuasión, lo denomino tiranía y no ley.» Su sabiduría es independiente de toda política, puesto que a estas «leyes escritas», a las cuales, cuando habla estrictamente, les niega el nombre de tales leyes, opone las leyes verdaderas, las «leyes no escritas», puesto que todo orden que se acompaña de una sanción artificial le parece que pierde el derecho de llamarse ley. Su sabiduría parece independiente de toda teología, si admitimos, como es verosímil, que la pureza interior que le detiene frecuentemente al borde de la acción no es más que su conciencia, promulgadora de leyes no escritas. En el Eutifrón expresa el más profundo desprecia por los sacerdotes y por las ceremonias. Se conoce el desprecio con que mira a los hombres que piden a los oráculos los consejos que debían sacar de sí mismos.<br /><br /> Se ha discutido mucho sobre el procesa de Sócrates, como sobre el de Jesús. A pesar de la apología legalista de Jenofonte, parece innegable que Sócrates desobedeciese a las leyes religiosas de su tiempo. Pero, ¿no corrompía a la juventud el insolente que enseñaba a razonar, no a obedecer? La condenación de Sócrates, como más tarde la de Jesús, parece irreprochable legalmente. El hombre de buena fe debe elegir: despreciar a Sócrates y a Jesús o despreciar la ley que les asesinó. Distinguiré entre las leyes de entonces y las de otros siglos cuando se me haya mostrado un código en que ninguna inocencia natural se transforme en culpabilidad legal.<br /><br /> El proceso de Sócrates es uno de los episodios más ilustres de la eterna lucha entre la conciencia individual y el estado. Como siempre, el estado es vencedor en la realidad. Como todas las veces que el campeón individualista es un héroe, la conciencia es victoriosa en lo ideal. No nos ilusionemos respecta a la naturaleza y a la importancia de esta última victoria. Ella es completamente interior y los ecos que se creen reflejados en la historia son engañosos. Sócrates y Jesús son rehabilitados a la vista oficial, porque su pensamiento ha sido deformado hasta el punto de hacerlo idéntico al juicio oficial. Todo gran mártir individualista tiene discípulos avisados que socializan la víctima de la sociedad. Platón, legislador que aconseja a los magistrados la mentira y la astucia, es bastante osado en su vasta mentira que se denomina el Critón, para poner en boca de Sócrates, enemigo de las «leyes escritas» y de su brutales sanciones, una lírica apología del código ateniense.<br /><br /> Esta socialización de las glorias individualistas demasiado radiantes para que puedan ser apagadas y demasiado altas para poder ser manchadas, ¿no es acaso una condición de la historia?... Jesús, partidario de la adoración ideal de la verdad, enemigo de los cultos regulares, de los clérigos y de las organizaciones religiosas, será explotado por la más organizada y exterior de las religiones. Los estoicos, entre los cuales hubo algunos tan puritanos y de cuello tan erguido tendrán en los jurisconsultos romanos , hijos terriblemente infieles e inconsecuentes. Estos cacos del Pórtico multiplicarán las leyes positivas para reglamentar la esclavitud y algunos escribirán, como Ulpiano: «Toda voluntad del príncipe tiene fuerza de ley.»<br /><br /> «Conócete a ti mismo», parece el primer consejo del individualismo. El error de Sócrates, si Platón es fiel en esta parte de la exposición, está en creer que es el único precepto, que bastaría a todo, que el conocimiento conduce necesariamente a la virtud, que desde que se ve claro se marcha recto y que conocerme a mí mismo es realizarme. El error de Sócrates consiste en no ver que el conocimiento de mí mismo y de mi bien no es más que una de las fuerzas que poseo, que esta fuerza deberá enfrentarse contra otras y que sólo una voluntad sin desfallecimiento me dará la victoria.<br /><br /> Sócrates comete otro error si cree que toda ciencia duerme en nosotros y que podemos despertar, en nuestro recuerdo, el conocimiento de cosas tan bien como el conocimiento de nosotros mismos. Pero el Menón, diálogo en el que hace descubrir a un ignorante, por medios falsos, la medida del cuadrado construido sobre la hipotenusa, es sin duda una ingeniosa fantasía de Platón.<br /><br /> El «Conócete a ti mismo» significa probablemente para Sócrates: «no te inquietes por conocimientos exteriores. Los cuadrados y las hipotenusas no pueden influir en tu felicidad, ni tampoco los dioses o los astros.» Esto es lo que da sentido y plenitud a la palabra magnífica de Cicerón: «Sócrates hizo descender sobre la tierra la filosofía del cielo.» Sócrates, ¿ha dicha alguna vez que encontrábamos en nosotros mismos todo conocimiento? Supongo que ha querido decir todo conocimiento necesario. Para el sabio Sócrates, encontramos en nosotros mismos el conocimiento de las «leyes no escritas» de la acción. El metafísico Platón cree hacernos descubrir también en el mismo lugar las leyes matemáticas o físicas. Sócrates no parece el hombre susceptible de perderse en tan vastos sueños y de titubear en semejantes embriagueces. Ante las curiosidades inútiles de la dicho, repite sonriente: «Todo lo que yo sé es que no sé nada.»<br /><br /> Después de la muerte de Sócrates, los discípulos, más fieles que Jenofonte el imperialista o Platón el metafísico, siguen inspirándose en la sabiduría práctica y continúan las dos grandes corrientes individualistas. El individualismo de la sensibilidad es proclamado por los cirenaicos; el individualismo de la razón y del esfuerzo, por los cínicos. Mas cirenaicos y cínicos, aun cuando las dos escuelas deben perdurar, nos parecen más bien transiciones; ensayos de dos doctrinas más completas y mejor equilibradas: el epicureísmo y el estoicismo.<br /><br /> El primero de los cínicos es un hijo natural. Enseña en el Cinosargo, lugar dedicado al gran bastardo Hércules y consagrado a la actividad de los bastardos. Allí tenían su templo, su gimnasia, su tribunal; Antístenes estableció en él su filosofía. Su discípulo más célebre, Diógenes, es un monedero falso, un condenado de derecho común, un exiliado, un mendigo, un esclavo. Su doctrina es una reacción, a veces demasiado brutal en la forma, contra el aristocratismó de Platón y de otros discípulos infieles.<br /><br /> Estos hombres, a quienes su situación desterraba de la sociedad civil, fueron enemigos, con frecuencia conscientes, de la ciudad y de las leyes positivas.<br /><br /> «Soy ciudadano del mundo», decía Diógenes después de Sócrates. Y añadía: «No conozco más que un gobierno digno de admiración: el gobierno del cosmos.» Las palabras y la vida de los cínicos no expresan sino desprecio por las distinciones artificiales y legales. La mayoría no piden sino mediocres recursos para sostener una mendicidad jovial y algo brusca. Todos muestran que no hay relación alguna entre el mérito cívico y el mérito ético. No colocan la virtud en el conocimiento, como Sócrates de los «Diálogos», pero sí en la fuerza de sufrir las privaciones o ley escrita. Si renuncian a los bienes materiales, es, sobre todo, porque el tirano, hombre o ley, dispone de estos bienes, y, por el deseo o el temor, esclaviza a cualquiera que se preocupa de ellos. Este renunciamiento, esta extirpación de todo temor y de todo deseo, es para, el cínico el único camino que conduce a la libertad. Se burla de todas las cadenas sociales: patria, familia, propiedad y hasta honor, «este necio charloteo de locos». Diógenes, en plena guerra, parodia la actividad patriótica: para no ser el único desocupado, hace rodar en Corinto, asediado y trepidante, el ruido de sus risas y de su tonel.<br /><br /> Por sus violentos ataques contra la ciudad y su artificio, los cínicos hacen filósofos entre los mendigos y esclavos, y chocan de frente contra los prejuicios antiguos y contra algunas mentiras acaso eternas.<br /><br /> Los estoicos aparecen en principio como cínicos menos ásperos en la forma. Además, completan la virtud cínica añadiendo a la fuerza moral y a la independencia del pensamiento y de la acción, el sentimiento de la fraternidad humana. La vasta «caridad del género humano» es, en Occidente, un descubrimiento de los estoicos. Aun los más infieles y superficiales de entre ellos, los jurisconsultos, no olvidan, en la teoría, las preceptos de amor y libertad. «La sociedad reposa sobre un cierto derecho de fraternidad», dice Ulpiano. Y las «Institutas» afirman, como un tratado de filosofía: «La servidumbre es un estado contra natura.»<br /><br /> Una doctrina que tiene éxito acaba por ser utilizada y deformada por algún partido político. La lucha de los cínicos y de los estoicos contra la ciudad, se hace, en los hombres «prácticos», la lucha contra una cierta forma de la ciudad. La sociedad antigua reposaba sobre la libertad política y la esclavitud civil. Los jurisconsultos se apoyan sobre dos fundamentos contrarios: poder absoluto y principio de la igualdad natural.<br /><br /> Pero los filósofos ecuánimes no ponen su confianza en ninguna forma de gobierno ni en ninguna organización social. La ciudad es siempre despreciable a su juicio, porque ella somete siempre de uno u otro modo al individuo; porque siempre divide hostilmente a la gran familia humana. Por sus palabras y por sus ejemplos, los verdaderos estoicos libertan al hombre de la tiranía del estado. Ensanchan a todos la humanidad, el estrecho abrazo de la fraternidad cívica. Para ellos, todos los hombres son hermanos, no solamente algunos hombres desocupados de privilegio nacidos en el mismo suelo.<br /><br /> El estoicismo no es únicamente, como el cinismo, una actitud moral. Es un vasto sistema sólidamente construido. Los estoicos resistieron hasta el fin los ataques de los escépticos y fueron los últimos de los antiguos dogmáticos. En ellos, como en los demás filósofos, lo que no es sabiduría práctica se hace, después de algunos siglos, simple motivo de curiosidad y de entretenida erudición. Solamente su ética me interesa.<br /><br /> Zenón de Citio, fundador de la doctrina, y Aristón, de Chio, el más brillante de sus discípulos inmediatos, resumían su sabiduría en la fórmula: «Vivir armoniosamente.» Cleanto, primer sucesor de Zenón, la abandona para seguir la fórmula cínica: «Vivir armoniosamente en la naturaleza.» No es más que la sistematización alrededor de esta última fórmula que conocemos por numerosos fragmentos y por textos extensos.<br /><br /> Según estos documentos, el hombre, como todos los demás seres, no es más que el desenvolvimiento de su principio, de su razón seminal. En los seres inanimados, este principio se reduce a contener las diversas partes en un orden constante: constituye una «costumbre». En el viviente es una causa generatriz, un manantial de vida, una «naturaleza». En el animal es, además, «apetito», tendencia y deseo. En el hombre es esencialmente «razón y voluntad».<br /><br /> Él ser, desde su nacimiento, busca todo la que es apropiado a su constitución, y rechaza todo la que le es adverso. Tiende a la conservación de su ser, lo que consigue por una serie de «operaciones convenientes» o funciones. En la planta, las solas funciones son las de reproducción y nutrición. En el animal, a las funciones vegetativas, se unen la sensación y la locomoción. Él hombre, además de las funciones vegetativas y animales, ejerce las funciones de la razón: adquisición del saber, temperanza, y valor. Por sí mismas, estas funciones naturales, estas primeras cosas conformes a la naturaleza, son indiferentes. No adquieren valor más que como medios adecuados a un fin, más elevado, que es la armonía y la belleza de estas funciones. Esta armonía, esta belleza, esta tendencia de la vida, los estoicos las consideran como los elementos y los fines secundarios de la naturaleza.<br /><br /> Todos los actos de la vida son la materia de la virtud o del vicio. La virtud reside únicamente en la «forma», es decir, en la voluntad que, extendida a través de las actos, hace su unidad y su armonía.<br /><br /> El sabio se basta a sí mismo. Pero la sociedad es natural y ofrece a la forma del sabio una rica materia. Que recuerde solamente que la sociedad natural es la que une entre sí a todos los hombres. Es al hombre y no al ciudadano al que amo naturalmente. «El hombre es por naturaleza amigo del hombre.»<br /><br /> Así, la ética estoica es independiente de toda política. <br /> <br /> ¿Es independiente de toda metafísica?<br /><br /> Dogmático y sistemático, el estoico tiene una tendencia a acercar el hombre y el mundo. Para él, hay un dios en el mundo como hay una virtud en el sabio. Claro que no comete la candidez de concebir lo divino como una persona. Dios o la virtud, es el esfuerzo interno que produce la armonía, es la actividad lo que hace del universo, como del sabio, una belleza, un orden, un cosmos. También el estoico ama y adora la «ley» cósmica. La resignación, o más bien el consentimiento gozoso y admirativo a las necesidades naturales, es uno de los aspectos de la virtud. El himno de Cleanto proclama: «Nada se hace sin ti sobre la tierra, ¡oh dios!, riada en el cielo etéreo, nada en el mar, nada, excepto los crímenes que los malvados cometen en su locura. Por ti, lo que es excesivo se adapta a la medida; la confusión se torna en orden y la discordia en armonía. Fundes de tal modo lo que está bien con lo que no lo está, que se establece en todo una «ley» única, eterna, que sólo los réprobos abandonan y desprecian.<br /><br /> Si los estoicos construyen su mundo y su sabio sobre el mismo modelo, si ven a dios coma una virtud cósmica ,y la virtud como un dios que habita en el hombre, al menos su ética permanece pura de la adopción de sanciones exteriores. Crisipo dice: «No es un buen medio alejar a los hombres de la injusticia como del temor de las dioses. Todo ese discurso sobre las venganzas divinas está sujeto a muchas controversias y dificultades. No difiere gran cosa de esos cuentos sobre el «Coco», con que las amas de cría impiden a los niños hacer travesuras.<br /><br /> La gran doctrina moral del estoicismo es la doctrina de las «cosas indiferentes». Todo lo que no depende de mí, si soy estoico, lo denomino indiferente. No obstante las querellas promovidas contra el pórtico por tal motivo, estoy en mi derecho y de acuerdo, en reconocer que «las definiciones son libres». Es, acaso, habilidad y nobleza esta definición y también es una de las fuerzas que me conducirán y me sostendrán. Esas cosas que, por un acto, en principio más voluntario que intelectual, proclamo indiferentes, llegaré poco a poco a hacérmelas indiferentes en realidad. Mi definición indica primero un fin a realizar y afirmará más y más, si así lo quiero, una realidad subjetiva.<br /><br /> Las cosas que dependen de mí son mis opiniones, mis deseos, mis inclinaciones, mis aversiones, en una palabra, todas mis acciones interiores.<br /><br /> Las cosas que no dependen de mí son el cuerpo, las riquezas, la reputación, las dignidades, en suma, todo lo que no pertenece a mis acciones interiores.<br /><br /> Se ve que el estoicismo es una filosofía socrática: el «Conócete a ti mismo» está en su base. La sabiduría, esfuerzo por realizar todo el bien que de mí depende, indiferencia por todo lo que no depende de mí, se apoya sobre una crítica de la voluntad. El sabio positivista, para dar toda su inteligencia a lo cognoscible, se desinteresa de lo incognoscible. El estoico para utilizar todo su esfuerzo eficazmente, se desinteresa de lo imposible. El estoicismo es un positivismo del querer.<br /><br /> El «Conócete a ti mismo» es, desde Sócrates, el origen de todo individualismo un tanto metódico. A la cuestión: «¿Quién soy?, dos respuestas principales han sido hechas: «Soy un hombre» o «Soy un viviente». Para los estoicos, soy sobre todo y me esfuerzo por serlo, una armonía diseñada por la naturaleza, a la que mi voluntad hará más bella, más «esférica». Esta armonía, tal como la comprenden Zenón, Cleanto y Epicteto, no sabría ser realizada, perfeccionada y conservada más que por la razón y por el esfuerzo continuo para dominar en mí la razón, facultad propiamente humana.<br /><br /> Pero son numerosos los individualistas que, en lugar de proclamar: «Soy un hombre», afirman: «Soy un viviente». Y aun éstos se dividen desde el momento que se preguntan: «¿Qué es un viviente? ¿Qué es lo más profundo e importante en el viviente?»<br /><br /> Soy un viviente, es decir, según Calicles, Hobbes y Nietzsche, una aspiración al dominio; según Arístipo y Epicuro, una aspiración al placer.<br /><br /> Si aspiro a la dominación, mi sabiduría se confundirá con mi política; mi individualismo de un instante no tardará mucho en preocuparse de los demás hombres. Es probable que, para sometérmelos, me someteré, al menos en apariencia, a sus prejuicios. Llegaré así a un pequeño o grande maquiavelismo. Seré, según mi genio o mi valor, algo despreciable, sin nombre, o bien Napoleón, este «Himalaya de infamias». Mi vida, astucia y mentira, será una larga comedia que correrá el riesgo de contener algunos elementos abominablemente trágicos, algunas «crueldades bien empleadas». Mi irónica moral será la de Octavio y la del hábil Augusto. Feliz, pediré a mis amigos, en mi lecho de muerte, que aplaudan una farsa sabia. Pero el éxito es raramente durable; hay más grandes probabilidades de que, como César, Borgia y Napoleón, yo muera en la desesperación.<br /><br /> Si creo ser, sobre todo, una aspiración al placer, el ejemplo de los cirenáicos y más todavía el de los epicúreos griegos, muestra que yo puedo llegar, como los estoicos, a un noble individualismo de armonía.<br /><br /> Hay que desconfiar tanto de lo que se ha escrito sobre los sofistas, como de lo que se ha escrito sobre Arístipo y sobre Epicuro. El epicureísmo ha florecido en vastas comunidades durante más de siete siglos. Ha sido considerado siempre con hostilidad por el pueblo, por los gobiernos, por las religiones sucesivas y hasta por muchas gentes que se creen filósofos. Cicerón expresa una opinión demasiado común cuando declara amablemente que el epicureísmo participa más de la represión legal que de la discusión filosófica. El epicureísmo es la doctrina más calumniada entre las que han perdurado.<br /><br /> Arístipo, que es, en ética, el gran precursor de Epicuro, es un, discípulo directo de Sócrates, pero él había escuchado a otros sofistas. Jenofonte nos lo muestra discutiendo acaloradamente contra su último maestro. Para él las ideas de justicia, de honor y de vergüenza nada tienen fuera de lo artificial. El filósofo debe hacerse extraño a su tiempo y a su país, evitar con el mismo cuidado mandar que obedecer, obrar siempre como si no existiesen leyes escritas.<br /> Arístipo se busca a sí mismo y busca su placer. Afirma que el placer es un hecho positivo y que todos los placeres son iguales. Pero tengamos cuidado. Muchos están mezclados con el dolor o van seguidos de él. La sabiduría, que consiste únicamente en saber elegir, comprende dos partes: inteligencia y dominio de sí mismo.<br /><br /> Arístipo cree imposible descubrir las causas naturales. Además, la sabiduría de la conducta le parece la única que merece su dedicación intelectual. No quiere distraer energía alguna en investigaciones inútiles e ineficaces a la vez. Algunas anécdotas, de las que no todas son verdaderas probablemente, ponen en evidencia especialmente su agilidad y su arte sonriente para plegarse a las circunstancias. No obstante, exigía del sabio el acuerdo de la palabra y de la conducta y supo, cuando llegó el caso, dar prueba de una firmeza desdeñosa.<br /><br /> Su rara potencia irónica parece haber pasmado especialmente a sus sutiles contemporáneos. A nuestro parecer, su gran virtud es el dominio sobre sí mismo, el don delicadamente griego, de la ponderación. Tenía el arte de hablar con una libertad maliciosa al rey, del que aceptaba su manducatoria, y lo hacía sin herir su susceptibilidad o desarmándole con la risa oportuna. Algunos jóvenes, al extrañarse de verle entrar en una casa cortesana, fueron contestados así: «La fealdad no consiste en entrar aquí, sino en no saber salir.» Su dicho sobre Laïs es célebre: «Yo la poseo; ella no me posee.» No obstante sus méritos, perdonamos difícilmente a Arístipo por haber sido una especie de bufón de la corte, como Diógenes fue una especie de bufón popular.<br /><br /> Lo mismo que el cinismo no se fundó en el estoicismo, hubo mucho tiempo algunas cirenaicos en frente de numerosos epicúreos. Todos se hicieran notables por la libertad de su expresión. La claridad de sus opiniones valió a Teodoro el sobrenombre de «El Ateo». Repetía gustoso: «El mundo es mi patria.» Y aun añadía: «Sacrificarse a la patria es renunciar a la sabiduría para salvar a los locos.» Se conocen los trabajos de Evémero y su osadía crítica. Uno de los más célebres cirenaicos, Hegesías, hizo desviar singularmente la doctrina: empleaba una elocuencia, que se asegura era eficaz, para empujar a los hombres al suicidio.<br /><br /> El epicureísmo, doctrina sabiamente equilibrada, contó innumerables discípulos, agrupados frecuentemente en comunidades fraternales. Muchos de sus «dogmas» todavía son útiles.<br /><br /> En la historia de la sabiduría merece un sitio quizá igual al del estoicismo.<br /><br /> Considerándolo superficialmente, el epicureísmo es un sistema completo, una explicación del universo tanto como del hombre. Visto de cerca, es una sabiduría independiente y nada más que una sabiduría. Su física, tomada negligentemente de Leucipo y Demócrito, no tiene para el epicúreo sino un valor libertador, evitando todo temor religioso para preparar de algún modo el terreno en que se construirá la felicidad. En cuanto a los dioses, poco importa que Epicuro afirme de buena fe su existencia o que sea justa la acusación de ateísmo que hacen contra él los populachos pagano y cristiano. Felices y perezosos, despreciando las cosas humanas, epicúreos del Olimpo que se preocupan tan poco de nosotros corno el epicúreo del jardín se preocupa del estado, sus dioses son indiferentes al sabio. Todo lazo de unión desaparece entre la conducta del hombre y la teología.<br />Tanto como de toda metafísica de consecuencias morales, el epicúreo se ha liberado de toda política. Por las funciones públicas y los honores sociales, este hombre libre profesa el más soberano desprecio. Epicuro escribe con desdén: «El Pueblo no aprueba lo que yo sé, y lo que el pueblo aprueba yo lo ignoro.» En una carta a Idomeneo, recomienda no esclavizarse a las leyes ni a las opiniones recibidas. El más querido de sus discípulos, Metrodoro, declara: «Un hombre libre puede con razón mofarse de todos los hombres ordinarios, hasta de los Licurgo y los Solón.»<br /><br /> Esta sabiduría, tan admirablemente libre, la mejor manera de exponerla es quizá uniéndola a un símbolo que leo en Lucrecio, pero que, de aspecto clásico, se remonta sin duda a los orígenes de la escuela.<br /><br /> Aun históricamente, la comparación de la sensibilidad humana a un vaso es más antigua: se la encuentra en el «Gorgias». Y es verosímil que sabios anteriores utilizasen como parábola ética el mito del tonel de las Danaides. Pero el epicureísmo ha hecho de él una de las obras maestras y una de las culminaciones del símbolo.<br /><br /> En el hombre ordinario, el vaso tiene dos defectos: está manchado y roto. El sabio es el que ha sabido limpiarlo y taparlo.<br /><br /> Lo que entra en el vaso vulgar es corrompido por diversos temores. Limpiar el vaso es purificar de todas las inquietudes a nuestros sentidos. La física nos enseña que nada sucede sin causas naturales; la teología nos enseña a los dioses desinteresados que nos ignoran en sus felices distracciones; por estos dos conocimientos, henos aquí libertados del temor de los dioses y del terror de los infiernos. Desde el momento que uno se liberta de la creencia del más allá, un razonamiento simple destruye el miedo a la muerte: la muerte no concierne ni al viviente ni al muerto; mientras existo, ella no existe; desde que ella existe, yo ya he dejado de ser viviente. Uno se cura del temor al dolor compenetrándose de que, si el dolor es grave, es también breve, y que si él puede durar mucho, es porque es leve.<br /><br /> Este último temor es también el menos absurdo. Un razonamiento, por ingenioso que sea, no basta quizá para conjurarlo. Es preciso, cerrando el vaso, ahogar los raros dolores inevitables en la abundancia del placer, y, finalmente, transformarlos en placeres.<br /><br /> Porque el gran mal del hombre vulgar es que su sensibilidad no es sólo un vaso envenenado, sino un vaso sin fondo, el tonel de las Danaides. En él, todo placer se derrama inútilmente. Perjudicial con frecuencia, este agua de mar aumenta la sed, lejos de calmarla. ¿Cómo remediar este defecto y cerrar el fondo del vaso? Basta, para lograrlo, conocer la naturaleza de nuestros deseos.<br /><br /> El análisis y la crítica del deseo son, acaso, las cualidades más admirables y útiles que contiene el epicureísmo. Epicuro distingue tres clases de deseos. Hacia cada especie, la actitud del sabio será diferente.<br /><br /> Hay deseos naturales y necesarios, como el hambre y la sed. El sabio los satisface, suprimiendo así un dolor y un trastorno. Así se procuran también placeres soberanos inaumentables. Estas necesidades son, además, poco exgentes y fáciles de satisfacer. El agua y el mismo pan no son cosas raras.<br /><br /> Hay, en segundo lugar, deseos naturales, pero no necesarios. Por ejemplo, el de variar los alimentos. El sabio les concede, negligente, aquello que se presenta por sí mismo, y les rehúsa lo que pediría esfuerzos extraordinarios, no permitiendo a estas sonrisas naturales que se hagan exigencias y necesidades artificiales. Incapaces de acrecer el placer, lo varían solamente. Esta diversidad es bastante cara para que Epicuro acepte, en los días de fiesta, los higos y el «queso citridiano», pero sin que, para procurárselos, deba trabajar y sudar.<br /><br /> En fin, hay deseos que no son ni naturales ni necesarios, el gusto de los honores y del dinero, por ejemplo. A éstos debe rechazárseles todo, hasta que mueran en nosotros por inanición. Porque son nuestros peores enemigos, son nuestros solos enemigos cuando aun los temores del más allá, de la muerte y del dolor, hayamos vencido. Su avidez no tiene límites y todo cuanto se les concede viene a aumentar su fuerza y sus exigencias. No es posible dicha alguna a quien se somete a la esclavitud de estas odiosas y ridículas necesidades artificiales.<br /><br /> No existe estado indiferente. No hay medio entre el placer y el dolor. Este supuesto medio es el más grande de los placeres. En cuanto mi cuerpo no sufre de ningún dolor ni mi espíritu agitación alguna, puedo disputar la felicidad con los dioses. Soy, en efecto, en estas horas magníficas, un ser que goza de todo en sí mismo, de toda su actividad aurítmica.<br /><br /> En el origen, no hay más placeres que los del cuerpo; de las solas voluptuosidades corporales nacen los goces de la mente, pero estos hijos son más grandes que sus madres. El cuerpo sólo siente el instante; la mente goza del pasado y del futuro. Cuando el vaso está sabiamente cerrado, su tesoro no deja perder ningún recuerdo feliz y puedo enriquecerlo echando en él mil previsiones gozosas. Las voluptuosidades no pasan y se desvanecen sino para los insensatos; para el sabio están siempre presentes. Su sentido es siempre plenitud. Por la memoria y por la esperanza, el sabio acrece la intensidad de las voluptuosidades presentes y borra de un modo continuo las desigualdades. Todo lo que entra en tal vaso, toma en él sabor y el olor de lo que contiene. Una gota de amargura echada en esta ambrosía no sirve más que para hacer más agradable el gusto y aumentar la cantidad. Y he aquí al sabio libertado de todo dolor definitivamente. Ningún sufrimiento particular enturbiará su amplia y unánime dicha. Epicuro, al morir, escribe a Idomeneo: «Te escribo en el más feliz y en el último día de mi vida. Experimento dolores de vejiga y entraña, tan agudos, que nada podría aumentarlos. Pero ellos son ahogados en el placer que escancia a mi espíritu el recuerdo de mis dogmas y de mis descubrimientos.»<br /><br /> Arroyo lanzado en el mar del placer constitutivo, el dolor no existe ya para el sabio. Epicuro decía: «Aun en la hoguera, exclamaría: ¡Qué delicia!».<br /><br /> Separar los obstáculos que se oponen a la armonía, a la continuidad y a la plenitud del placer; no temer ni a la muerte, que destruye todo sentimiento, ni a la divinidad, creada por el hombre; despreciar el dolor, ligero cuando es fuerte; no dejar escapar las voluptuosidades pasadas, sin retenerlas por un recuerdo siempre asiduo; ahogar y anular en este océano la pequeñez ridícula del presente desde que éste, aislado, sería sufrimiento: he aquí la sabiduría, el soberano bien, el arte sutil y delicado del epicúreo.<br /><br /> El epicureísmo y el estoicismo, nobles flores de Grecia, es preciso analizarlos sin las deformaciones latinas. El romano, incurable político, deforma mecánicamente, en cuanto la toca, toda doctrina individualista. Su epicureísmo es una filosofía de bajos e ilimitados goces o un elocuente pesimismo. Su estoicismo se hace, bajo los primeros césares, una actitud de oposición y, más tarde, con los jurisconsultos, un programa de pobres reformas.<br /><br /> Subsiste alguna belleza inquietante, como una luz dá reflejo, sobre estas torpes imitaciones. He encontrado en las Institutas de Justiniano declaraciones de libertad y de amor. Séneca es fértil en fórmulas ingeniosamente compiladas que mi inteligencia admira. Varios estoicos políticos indignan a Tácito por la inutilidad, es decir, precisamente por la nobleza de su «muerte ambiciosa». Jamás un romano nos da el placer de esta armonía perfecta, en la que el heroísmo no debe plegarse en un esfuerzo. Solamente los griegos parece han realizado, en su sencilla gracia, la vida y la muerte filosóficas. Los mejores romanos no pierden nunca su aspecto de filósofos de teatro. Basta, para percatarse de la diferencia, comparar la muerte sonriente de Sócrates y el fin de Tráseas, que sacude la sangre de sus brazos, gritando: «Ofrezcamos esta libación a Júpiter libertador.» Parecía bárbara esta grandilocuencia a estos griegos, cuya virtud se orna de sonrisa y sencillez. ¡Qué belleza fina y delicada en los últimos momentos de Sócrates o de Zenón de Citio! Las musas sonríen cuando el primero, curado de la vida, recomienda: «No olvides que debemos un gallo a Esculapio».<br /><br />4.- CONTENIDO DE LAS MORALES Y DE LAS SABIDURÍAS<br /><br /> Al lado de las morales teológicas o metafísicas, políticas o cívicas, la antigüedad me presenta sabidurías independientes y que, ateniéndose únicamente a la práctica, manifiestan todas un carácter individualista. Hacia ellas me conducen mi sensibilidad y mi razón. Estoy tentado de estudiarlas de cerca, como crítico que espera. Una de ellas, quizá, tal como la erigen los textos o transformada ligeramente, me parecerá la vivienda feliz y segura. Acaso también que varias puedan acercarse para formar una gran mansión. Resisto a la tentación de penetrar desde ahora en los detalles. Un pesar me detiene en la pendiente de mi curiosidad y me hace volver hacia atrás, por un sendero diferente, para mirar desde otro punto de vista, el panorama de las éticas. Sin olvidar completamente sus alianzas con extrañas disciplinas, deseo compararlas en seguida por su contenido.<br /><br /> Creo verlas distribuirse en cuatro grupos. En el fondo del valle, humildes moradas se tapizan como si fuesen cabañas. He ahí otras que, sobre cimas quizás artificiales y sobre montículos, se yerguen como orgullosos castillos. Las primeras muestran la salvación en la obediencia; las segundas, la hacen ver en la dominación. De un grupo conmovedor asciende un perfume y un cántico de amor. Otro hace oír el más viril de los himnos, en el que percibo este estribillo: «Conócete y llegarás a realizarte.»<br /><br /> Para facilitar la exposición, voy a imponer un nombre a cada grupo. Llamaré servilismos a las doctrinas de obediencia; dominismos, a los sistemas de dominación; fraternismos, a las éticas que predican directamente el amor y la fraternidad.<br /><br /> Ante el cuarto grupo, siento una sonriente vacilación. Me gustaría reservar el nombre de individualismos a estas sabidurías que me aconsejan conocerme, realizarme, ser plenamente lo que soy. La historia no permite acaso esta definición estrecha. Algunos dominismos han tenido, bajo el nombre de individualismo, un éxito muy vivo. Además, aunque alguna diferencia presenten las flores y los frutos, el dominismo y la sabiduría de la realización interior tienen caracteres comunes y sus tallos de lejos asemejan erigir las mismas actitudes heroicas. Designaré, pues, a los individualismos que no piensan en las conquistas exteriores, con el nombre de subjetivismos.<br />*<br />**<br /> Las morales teológicas, que nos mandan obedecer a la voluntad divina, me parecen en seguida, todas, servilismos. No obstante, debe establecerse una distinción. Si dios ha hecho conocer su voluntad por una revelación en el tiempo; si esta revelación es conservada por una tradición; si esta tradición es un depósito entre las manas de cierto número de hombres; si, en fin, el sistema admite una iglesia con un clero que enseña a sus fieles que escuchan y obedecen, tenemos, entonces, una verdadera moral de esclavos, una moral que, baja pretexto de inclinarnos ante dios, nos esclaviza a sus pretendidos intérpretes. Si, por el contrario, dios habla en cada uno de nosotros por la sola voz de la conciencia; si debemos rechazar las ingerencias humanas en nuestras relaciones con dios y, para mejor escuchar la voz soberana, toda interior, hacer callar a las palabras extrañas; si dios no pide más que un sentimiento amante y desecha todo intermediario, tenemos, no obstante la cándida objetivación del dios interior, una sabiduría libertadora. En la medida que podamos desprender la enseñanza de Jesús, condenada por los clérigos sus contemporáneos, deformado ridículamente por los curas posteriores, habría injusticia en confundirlo con las morales clericales.<br /><br /> En la organización llamada democrática, algunos cándidos y algunos hábiles afirman que la ley es la expresión de la voluntad general. La ciudad republicana sería un acuerdo de voluntades, no un agrupamiento de servidumbres. ¿Por qué la voluntad expresada por la mitad más uno de los ciudadanos sería la expresión de la verdad y la creadora del bien? ¿Es tan común la sabiduría que baste contar las voces para oír su voz? Quizá es lo contrario, y Foción, al ser aplaudido, tiene razón en exclamar: «¿Qué necedad ha podido escapárseme?» Si el criterio me parece incierto; si no repito con la misma seguridad que Séneca, prefiero examinar directamente las cuestiones y no seguir o rechazar las opiniones.<br /><br /> Cada vez que se engaña la voluntad expresada por la mayoría, se hace servidumbre para aquellos mismos que creen poseerla: no hay peor esclavitud que el error activo... Un método que pesa sobre las minorías, ¿no pesa también sobre todo el mundo?... No debe despreciarse la inteligencia hasta creer bastante trivial a un solo hombre para pertenecer a la mayoría por todas sus opiniones.<br /><br /> La ciudad antigua hacía pesar sobre la masa de esclavos toda la carga de los ciudadanos. En la patria moderna, ¿se confunden acaso el ciudadano y el ser humano? Y la mujer encantadora parlanchina, ¿por qué debe estar constreñida, en general, al silencio político?<br /><br /> Pero la ciudad moderna no es más que grosera mentira, apariencia buena para engañar solamente a los badulaques. Nuestros senadores, aun haciendo elogios de la libertad, se llenan la boca del dicho de Aristóteles: «El ciudadano pertenece al estado». ¿Acaso ignoran que en el sentido aristotélico no existe ahora en parte alguna un sólo ciudadano?<br /><br /> Para Aristóteles, el carácter distintivo del ciudadano es su participación en las funciones públicas. El estado tiene dos funciones principales: legislar y juzgar. El miembro del estado, el ciudadano, es aquel que juzga y forma parte de las asambleas legislativas. Nuestros actuales magistrados son ciudadanos a medias, lo mismo que los senadores y diputados. Es precisa la audacia de un candidato o la de un charlatán político que da cuenta de su misión, para llamar ciudadanos a todos los que forman la multitud, cuya única facultad es sufrir la arbitrariedad de las leyes, a los leguleyos que las fabrican y a los verdugos que las aplican. Sin duda, un gran número de entre éstos (¡dichosos miembros de la mayoría!) contribuyen a hacer por cuatro o nueve años un semiciudadano, y admiro lo que tiene de regio un acto de abdicación. Pero Aristóteles, si buscase en la organización actual un ciudadano, encendería la linterna de Diógenes y, después de habernos mirado bien a todos, declararía que la tal linterna no iluminaba sino rostros de esclavos.<br /><br /> Morales clericales y morales cívicas tienen el carácter común de agrupar no a todos los hombres, sino a una parte de ellos; de agruparlos no como hombres, sino como fieles de una misma creencia o como compatriotas. Y nuestros deberes parece que no son los mismos hacia estos hermanos o conciudadanos que hacia los otros hombres. Debemos defender a los primeros, pero los extranjeros o los infieles, temibles frecuentemente, son a veces buenos para ser sacrificados. Es meritorio, en ciertas épocas, robarles, violar sus mujeres, conquistarlos, someterlos a nuestra «libertad» o a nuestra santa religión. Son éstas morales de rebaños - dice Nietzsche, con demasiada inteligencia -. Morales o más bien disciplinas de ejércitos o de bandas.<br />Entre estas predicaciones de obediencia, que apagan en el individuo toda luz personal y amortiguan todo resorte ético, se levantan las exhortaciones contrarias de Calicles, de Stendhal, de Nietzsche. Estos quieren enseñarnos o enseñarse, no la servidumbre, sino la dominación.<br /><br /> Al final del siglo XIX y comienzos del XX, el éxito de Nietzsche permitió a su doctrina acaparar el nombre de individualismo. Cuando Brunetiére y algunos otros hubieron combatido al nietzschismo, se vanagloriaban de haber acabado con el individualismo. En esta época, en diversos ambientes populares, expuse bajo la denominación del individualismo, una sabiduría vecina de la ética estoica. Siempre algún nietzschano se erguía para prohibirme esta denominación. Así, para los discípulos como para las adversarias, no había otro individualismo que el del bailarín de Zaratustra. El juego de la discusión tiene sus reglas: yo respondía a mi contradictor rehusándole el nombre que él me rehusaba. Yo sonreía durante la inútil y superficial controversia; mas él permanecía serio. Todo nombre de doctrina se hace, al menos por algún tiempo, aquí título de nobleza, allá una injuria; y es difícil, en ciertas épocas, pronunciar sin pasión nombres terminados en ismo.<br /> <br /> El punto inicial de Calicles, Stendhal o Nietzsche es individualista. «Este es mi bien que yo amo - exclama Zaratustra -; es así como me satisface plenamente y no es más que así que yo quiero el bien -. No lo quiero por mandato de dios, ni como una ley y una necesidad humana». <br /><br /> Pero este bien que él quiere es la potencia sobre otros hombres. Como Hobbes, no ve nada de más «universal y de más profundo en la naturaleza que la necesidad de dominar»... «Por doquiera, donde encontré algo viviente, encontré la voluntad de la potencia; aun en la voluntad del que obedece, he hallada la voluntad de ser dueño.»<br /><br /> ¿Puede haber amos sin esclavos? No más que esclavos sin amos. Los servilistas están forzados a admitir implícitamente dos morales: la de los amos al lado de la de los esclavos. La misma necesidad se impone a los doministas. Nietzsche que, en conciencia, la acepta gozosamente, dice: «¿Eres tú quién tenía el derecho de escaparse del yugo? Hay quines pierden su último valor abandonando su sujeción.» Proclama a los cuatro vientos la desigualdad de los hombres y que esta desigualdad es un gran bien. No piensa en disminuirla, sino en acrecentarla: «Será necesario poner entre ellos siempre más guerras y más desigualdades.» Define la sociedad como «una tentativa, una larga investigación que busca al que manda». Dice en «La gaya ciencia»: «Nosotros reflexionamos en la necesidad de un nuevo orden y de una nueva esclavitud también, porque para todo refuerzo, para toda elevación del tipo hombre, es necesaria una nueva especie de servidumbre.» Es característico que Napoleón sea, para Nietzsche, el boceto del superhombre, como él es el héroe de Stendhal: Napoleón, el italiano que Maquiavelo hubiera preferido a César Borgia; Napoleón, este César Borgia mejor desarrollado, este príncipe que triunfó vastamente y... mucho tiempo.<br /><br /> Los individualistas de la medida y de la voluntad de armonía reprueban a los individualistas del apetito y de la voluntad de potencia más enérgicamente todavía que a los servilistas. Pero éstos podrían aceptar a los doministas y predicar en su favor.<br /> - Enseñamos la moral - dirían ciertos teólogos o ciertos profesores de civismo - y practicáis la política. Admirad cómo nuestra moral facilita vuestra política y verdaderamente, sin vuestro amor de mando, ¿a qué y a quién serviría la obediencia que alabamos? Os preparamos un pueblo sumiso y os lo entregamos sin defensa y dispuesto a las más ciegas complicidades. Sois demasiado buenos calculadores: habría injuria en suplicaros que no lo aplastéis sin razón, que no disminuyáis inútilmente la fuerza de vuestros instrumentos. Sois buenos amos, buenos príncipes, buenos hombres superiores, buenos superhombres. Hacemos de las conciencias vuestras humildes aliadas ,y vuestras servidoras. Vamos repitiendo «toda potencia viene de dios» y os proclamamos los representantes terrestres, los verbos y los vicarios de «aquél que reina en los cielos». O, si dios no está ya de moda, os hacéis los gloriosos guardianes del orden. Para vosotros, pero sólo para vosotros, admitimos vuestra ética... y un poco también para nosotros: ¿no es eso? No obstante, seamos prudentes, evitemos decir demasiado explícitamente ciertas verdades que son peligrosas. Nos hemos hecho silbar cuando nuestro celo inhábil ha distinguido «las dos morales». La que os es reservada, permitid, pues, que la denominemos política mejor que «moral de amos», pero ved cómo estamos de acuerdo y cómo os servimos. El asesinato es un crimen cuando es cometido por un interés particular o en un movimiento pasional, sencillamente espontáneo. En cuanto juzgáis bueno armar a vuestro rebaño para precipitarlo contra otro, el asesinato se torna en vuestras adaptables predicaciones, un acto heroico y lo celebráis con el Te Deum, o el Himno Patriótico. Si prohibimos a vuestros pueblos el engaño y la mentira, sabemos en cambio hacerles admirar la habilidad de vuestros diplomáticos. Creednos magníficos señores, el mejor medio de haceros una moral privilegiada, es denominando a los dogmas verdades políticas, necesidades de gobierno, medios de salud pública, de defensa nacional y de sagrado egoísmo; nombres dichosos que ayudan al pueblo a comprender cuánto sus deberes difieren de vuestros derechos.<br /><br /> Maquiavelo sonriente respondería: <br /><br /> - Continuad, buenos instrumentos de gobierno.<br /><br /> Cuando se ha denominado individualismo la doctrina armoniosa de un Sócrates, de un Epicuro, de un Epicteto, no resulta sin repugnancia acordar el mismo nombre al pensamiento de un Nietzsche, de un Stendhal, de un Calicles, brusco como un fuerte resorte y glotón como una fiera. Uno está tentado de afirmar que no puede haber individualismo donde no hay respeto para todos los individuos. El que a un solo ser («El Único», de Stirner) sacrifica todos los demás sería más acertado llamarlo, si permanece poco activo y poco malhechor, egoísta. En cuanta es ávido, conquistador, brutal y autoritario, se hace un dominista, aliado necesario de los servilistas, amo llamado por los balidos del rebaño y que llama al rebaño, a su vez.<br /><br /> El verdadero individuo, el que, por cada uno de sus pensamientos, por cada una de sus palabras y por cada uno de sus actos, se proclama hombre libre; el que dice a su hermano: «Eres libre, si quieres serlo», reprueba igualmente servilismo y dominismo. Estos dos sistemas no tienen ya sentido para el que igualmente rehuye inclinarse cobardemente ante los amos y ante las necesidades vilmente serviles que hacen desear la dominación. Servilismo y dominismo le parecen anverso y reverso de una misma medalla infame; las mentiras inscritas en ambos lados de una misma convención ridícula y odiosa. Al que, escuchando gozosamente el gran lenguaje humano, no ve ya la distinción en la naturaleza de amos y esclavos, sino a individuos desigualmente libres por la sola desigualdad de su voluntad, servilismo y dominismo se hacen para él como dos lenguas muertas que dicen incomprensibles locuras.<br /><br /> Quizá independientes al primer golpe de vista, las doctrinas doministas caen necesariamente en una sociología o en una política. Si Nietzsche desprecia la pequeña política de su tiempo, es en nombre de una política más vasta. Declara estrecho y mezquino el patriotismo francés o el patriotismo alemán; pero le parece noble ser europeo, «buen europeo».<br /><br /> Aun desde un punto de vista puramente egoísta, estas doctrinas no son libertadoras: ellas me someten a deseos que no puedo realizar sino con la ayuda de aliados o de engañados; ellas me turban con temores y peligros que no puedo combatir aislado. Si no he nacido en el trono, hacen largo tiempo de mí, el esclavo más rampante, que busca la protección del amo. Bonaparte, porque aspira a ser Napoleón, sacrifica a este futuro todo su joven presente; para obtener los medios de crear, acaso, un futuro tambaleante y ruinoso, se casa con la querida de Barrás. Esta componenda particular, ficción de amor, ¿no es el símbolo de toda la existencia del dominista salido del bajo durante su período ascensional? Se casa sucesivamente con las queridas de varios Barrás, quiero decir con los intereses y las prejuicios de varios grupos. Estos grupos se llaman hoy con más frecuencia partidos políticos. Se llamaban sectas religiosas, cuando el suave Agustín se alzaba al episcopado; Agustín, de quien la Iglesia ha hecho un santo para que, sin duda, los intrigantes ambiciosos puedan tener un patrón.<br /><br /> Renunciando a toda voluntad propia, a todo pensamiento personal, o más bien poniendo los recursos de su pensamiento al servicio de opiniones extrañas, el dominista trepa hacia el mando a fuerza de hipocresía obediente. Cada una de sus acciones, cada una de sus palabras es la sirvienta de un protector y de un apetito. Su inteligencia se convierte en astucia vulpina. Este pobre diablo no halla jamás una hora para permitirse el lujo del pensamiento desinteresado.<br /><br /> ¿Será Napoleón más libre que Bonaparte? No; lo será menos. Que se realicen las amargas palabras que Vigny pone en los labios del magnate en la Plática Secreta. O, si se prefiere, recuérdense las fórmulas más generales de Rousseau: »Hasta la dominación es servil cuando debe preocuparse de la opinión; porque dependes de los prejuicios de aquellos a quienes gobiernas por prejuicios. Para conducirlos como te place, es preciso que te conduzcas como les agrada. No tienen sino cambiar de manera de pensar para que tú cambies el modo de obrar.» ¿Podría citarse una dominación sobre los hombres que no se preocupe de la opinión de un hombre, de la opinión de algunos hombres o de la opinión de una muchedumbre?<br /><br /> Sabido es cómo se deforma la inteligencia del comediante, esclavo del público algunas horas todos los días. ¿Dónde hallaría sitio la sabiduría y espontaneidad en un amo, payaso y esclavo del público en todas sus horas y en todos sus actos? Esclavitud y payasada sin tregua acabarán en su lecho de muerte, eso si no tiene heredero a quien desee dejar su potencia servil. Solamente entonces osará declarar; como Augusto, que «la farsa ha terminado.»<br /> No obstante, la vecindad en el origen, nada es tan contrario coma el individualismo de la voluntad de potencia ,y el individualismo de la voluntad de armonía, la vesania dominista y la sabiduría subjetivista.<br /><br /> En un hermoso estudio, que ya se ha señalado a propósito del individualismo estoico (Individualismo y personalismo, «La Pensée Française», 8 junio 1925), mi amigo Luis Prat me invita fraternalmente a rechazar el título de individualista envilecido por demasiados doministas y a declararme, como él, personalista.<br /><br /> Paréceme que el nombre de personalismo debe, en la historia de las ideas, ser la propiedad de Charles Renouvier y de Luis Prat. Me alejo de su doctrina en demasiados puntas y demasiado importantes. De gran valor mientras leo a cualquier de estos dos grandes filósofos, su distinción de la persona y del individuo se me hace molesta en cuanto yo me busco o trato de expresarme.<br />En Renouvier, al menas, es función de una vasta teoría metafísica sobre no sé qué mundo creado perfecto, no sé qué caída, no sé qué esperanza de restablecer el pasada. Y toda la ética es presentada como el esfuerzo de ascender al paraíso perdido. La persona no es una realidad presente; es de otro modo rica, compleja, fecunda (y para ojos no personalistas, diferentemente quimérica) que el individuo. Reconstituida por la justicia o por la armonía; la persona primitiva integrará varios individuos sucesivos o aun (¿por qué no?) simultáneos. Grande y magnífico sueño, pero que yo sueño solamente al leer a Renouvier o Luis Prat.<br /><br /> Éticas vecinas asociadas a metafísicas diferentes pueden ostentar el mismo nombre. Cuando personalismo es el nombre de una moral indisolublemente ligada -según un modo casi kantiano- a una metafísica singular y potente, ¿cómo aplicarla también a una humilde sabiduría que se quisiera libertada de toda metafísica?<br /><br /> El personalismo, siendo poco conocido del gran público, ¿me ampararé de este nombre como de un terreno mal protegido? Este robo o esta conquista no entra en modo alguno en mi carácter. ¿Me impondré, entonces, a cada detalle, exponer, antes que mi pensamiento, la tesis de Renouvier, después la de Prat y estudiar en qué difieren las tres actitudes? ¡Qué método lento, oneroso, pesado!<br /><br /> Hallo más ventajoso declararme individualista. Habiendo estado de moda, habiendo servido a los hábiles y a los torpes, el término se ha hecho clásico. No expresa más que una tendencia algo vaga. Si a algunos les hace pensar todavía en el nietzschismo, uno se desprende fácilmente de esta solidaridad. La oposición quizá se tornase fácilmente clásica afrontando el individualismo de la voluntad de potencia y el individualismo de la voluntad de armonía.<br />*<br />**<br /> Yo no puedo libertarme sino a condición de aceptar y querer las liberaciones de los demás. Para que yo tenga el derecho de considerarme igual a los demás hombres es preciso que consienta primero, por justicia elemental, considerarles mis iguales. Indudablemente, voces interiores que previenen que yo les soy superior; pera cada uno de ellos ¿no oye también voces que proclaman su superioridad? Si rechazo los ídolos del foro, ¿será para adorar los de la caverna?...<br /><br /> ¡Oh!, sé muy bien lo que digo cuando hablo de la igualdad de los hombres. Queda entendido, tenéis razón, que ellos no son más que desigualdades. Pero de las cuales no tengo medida, ni vosotros tampoco. Cualquier criterio que admitamos será arbitrario e insuficiente. La complejidad de cada individuo permanece incomparable. Perdido en el juego de las compensaciones, en el caos de los defectos, que quizá son méritos, en las cualidades que permanecen dudosas, no me atrevo a declarar quien es más grande entre Balzac o Shakespeare, entre Rafael o Vinci. E cuanto expreso una opinión, no estoy seguro de que no sea la vuestra y corro el riesgo de cometer una injusticia. ¿Y creéis al hombre menos complejo que al artista? ¿Y todos los hombres han emprendido el camino desde el mismo punto? Poned en el lugar del pobre leñador que, en La Fontaine, invoca la muerte, a Luis XIV, ¡qué miserable Luisito me parece ver y qué mediocre entre los leñadores!<br /><br /> Si me hallo interesado en la comparación, ¿llevaré mi infatuación hasta juzgaros y juzgarme? ¿Cederé a la necesidad humana, tan humana, de no comprender y de burlarme de diferencias que pueden ser preciosas, y a la igual necesidad de glorificar como una superioridad cada una de mis singularidades más indiferentes?<br /><br /> Olvidemos estas dificultades que son invencibles. Acordémonos el derecho de clasificar a los hombres como el maestro lo hace con los escolares. ¿En qué las desigualdades naturales justifican las desigualdades sociales? ¿De hecho, qué relación tienen unas con otras? ¿Cuándo las he visto corresponderse, como lo exigiría una brutal justicia? ¿Cuándo las he visto compensarse, como lo exigiría acaso la bondad y el amor?<br /><br /> Los verdaderamente grandes nunca se hallan entre los amos. El prejuicio de la desigualdad social, apoyándose sobre la desigualdad natural, es origen de guerra e iniquidad. El prejuicio de la igualdad, en cambio, es un prejuicio de paz y de amable justicia. No admito que la fuerza del cuerpo dé derecho para maltratar y esclavizar al débil. ¿Por qué he de admitir que las demás fuerzas creen tales privilegios?<br /><br /> No caeré en la candidez de pedir que se adore a Jesús durante su vida. Me conformaré con verlo considerado como igual a Pilatos. Suprimiendo la esclavitud, los azotes y las cruces, me contentaré con evitarle los golpes y la crucifixión como un esclavo. No tengo la simplicidad de pedir honores oficiales y una lista civil para Spinoza. Pero si la sociedad quisiera considerarlo como igual a su boticario, no permitir que, no obstante su trabajo manual, quien nos dejó la magnífica herencia de la «Ética», deje también detrás de él dudas y que, embargando al cadáver, el boticario acreedor se oponga al entierro, la sociedad tendría una vergüenza menos en su formidable pasivo. Una organización que tuviese en cuenta algunas verdades elementales, que hubiera observado que los mejores son indiferentes a la lucha material, que los peores son los mejor dotados para el robo legal o para rampar hacia el poder, y que estableciese entre los hombres una igualdad real, impediría, en fin, que el superior fuese, como siempre, la presa del inferior. Alguien podría citarme todavía - tan recientes, sin embargo - los nombres del ministra, el jefe de oficina, del subjefe y del empleado que se permitían dar órdenes al expediciorario León Dierx, príncipe de los poetas, y llevaban el odio hasta el extremo de mostrarle severidad o el ridículo hasta demostrarle indulgencia... La sociedad no debería sacrificar a nadie, primero porque nadie debe ser sacrificado y después, porque mecánicamente siempre sacrifica a los mejores. Pero me entretengo demasiado en puerilidades sin interés. Tanto valdría pedir al lobo que pazca. Dejemos estas charlas infantiles que se hacen en seguida irritantes y volvamos al goce de las meditaciones serias.<br />*<br />**<br /> Dos éticas pronuncian las mismas palabras liberadoras. Dos doctrinas me dicen:<br /><br /> - Que cesen de envilecerse con sus violencias o con sus mentiras, y los locos que osan proclamarse tus amos se volverán noblemente en tus iguales... Siempre que abran los ojos sobre ellos y sobre ti, siempre que miren a cualquier hombre sin odio y sin temor, son tus iguales aquellos que tu orgullo o la ciudad pérfida declaran tus inferiores. Eres un individuo entre los individuos, un igual entre los iguales, un hermano entre los hermanos.<br /><br /> Así hablan el subjetivismo de Epicteto y el fraternismo de Jesús. Heme aquí vacilante entre esta firmeza dulce y esta dulzura firme.<br /><br /> Acaso, ¡oh qué alegría!, no me veo obligado a elegir. ¿Por qué no acoger estas dos noblezas en mi amor colmado? Sus voces se mezclan en dúo armonioso; las aguas rectas del río y las que corren a la izquierda cantan la misma feliz inclinación, el mismo ritmo generoso. Jesús me quiere tan independientemente coma Epicteto; me enseña a despreciar los bienes exteriores y a los adoradores de estos ídolos, Césares o ricos con sus sirvientes: sacerdotes, magistrados, capitanes y soldados, legalistas y doministas. Me libra asimismo de los ritos, de las ridículas severidades farisaicas, de las servidumbres semanales, sábado, domingo o viernes, y de la inquietud sobre la pureza de las carnes. Me enseña a no obedecer más a los hombres, sino a un dios paternal que descubro en mí mismo, que no se vale jamás para hablarme de las bocas oficiales y que, prácticamente, se confunde con mi conciencia. Epicteto proclama tan alto como Jesús la profunda fraternidad que une a todos los hombres.<br /> El uno dice con más frecuencia y buena gana: «Ama». El otro recomienda más bien: «Conócete y sé un hombre libre y realiza tu armonía.» Pero los sentimientos de los grandes fraternistas y de los grandes subjetivistas son semejantes; semejantes sus actos; fuertes ambos en su paciencia heroica; profundos en su misericordia por los verdugos que no saben lo que hacen. Puesto que aquí como allá sentimiento e inteligencia están satisfechos, ¿qué importa que los pensamientos dirigentes parezcan aquí descender a toda la sensibilidad o ascender a ellos de ésta?<br /><br /> ¡Acuerdo admirable y tan natural! ¿Puede concebirse el amor de otro modo que como un movimiento libre? Desligada de todo bajo apetito, de toda servidumbre violenta y de toda mentira, ¿cómo mi libertad se manifestaría sino por una caída gozosa de todo mi ser a lo largo de mi inclinación de amor?<br /><br /> ¿Por qué desecharía yo una u otra de las dos grandes palabras? Darme, ¿no es un admirable medio de crearme? Conocerme y realizarme más y más permite dar más y mejor, dar un ser más bueno y más apasionado: las riquezas interiores son generosidades que gozan extendiéndose. Lejos de excluirse, la doctrina griega y la doctrina oriental parecen en este punto de mi meditación, llamarse y completarse. Fraternismo y subjetivismo se substituyen y sostienen mutuamente, como servilismo y dominismo. Servilismo y dominismo, las dos caras de una misma mentira. Fraternismo y subjetivismo, los dos aspectos de la misma verdad.<br /><br /> Sí, la sabiduría realizada debe unir, armonía soberana, el cántico de amor al himno de la libertad. Hay acaso para elegir, entre las dos doctrinas, una razón de método. En la obra maestra, ya se llame Epicteto o Jesús, encuentro los mismos elementos de independencia y bondad. Pero si no soy el gran artista nato, si debo aprender a esculpirme a mí mismo, ¿por dónde deberé comenzar?<br /><br /> Considerada como método, la sabiduría de Jesús no me parece exenta de algunos defectos. «Ama a tu prójimo como a ti mismo y a tu dios por encima de todo.» Según lo que mi dios sea, corro el riesgo de caer nuevamente en el servilismo y en sus melosas crueldades. Conozco santos católicos que atormentan y matan a sus prójimos por locura de amor, para salvar a su prójimo.<br /><br /> Separo esta dificultad y me prometo no creer jamás que la palabra de dios salga de bocas extrañas y jamás escucharla sino en mi propia conciencia.<br /><br /> Puesto que debo amar a mi prójimo como a mí mismo, me pregunto, no sin inquietud, cómo me amo yo. A la vista de la sabiduría, ¿es todo amable en mí? ¿No se elevan dentro de mí pensamientos groseros que desecho, deseos insensatos que comprimo? ¿No se balbucean mil sugestiones a las que impongo silencio? Y todo esto acaso no sea yo mismo. Pero es preciso que, para amar a mi prójimo, según el mandato de Jesús, sepa en principio amarme a mí mismo y conocerme. El precepto de amor tiene necesidad de ser precedido de uno o varios distintos. Jesús comienza por el fin y quiere cosechar lo que olvidó sembrar.<br /><br /> «Ama...» ¿Puede uno mismo ordenarse amar? ¿Tengo sobre mis sentimientos un poder directo? Decididamente, Jesús me parece, quizá por demasiada sabiduría espontánea, un mal maestro de sabiduría. Artista demasiado bien dotado, que no ha tenido que hacer esfuerzos, ni ha necesitado aprender, me separa sonriente de todo aprendizaje y quiere lanzarme en mi comienzo en plena obra sublime. Quien se ordena eficazmente amar, ya ama.<br /><br /> Jesús dice a todos: «Haced como yo». Palabra inútil para quien se le pareciese, peligrosa para los demás y para sus discípulos. Sembraba el amar que en él desbordaba. Muchos, al pretender hacer como él, siembran aquello que les sobra; y el trigo candeal cristiano se ahoga bajo la cizaña servilista. Fue dulce y humilde y, sobre los siglos en que parece haber sembrado, no han brotado sino odios, orgullos, rapacidades, inquisiciones y guerras.<br /><br /> Ciertamente, no condeno ni una concepción ética ni una obra maestra artísticamente porque los imitadores simples o los comerciantes de mala fe hayan multiplicado, alrededor de la obra original, las odiosas caricaturas. Platón no es la condenación de Sócrates. Los puercos de la piara romana no son la condenación de Epicuro. Los jurisconsultos que, aun proclamándose estoicos, hacen la teoría del poder absoluta, no son tampoco la condenación de Zenón o de Cleanto. Sin embargo, el esfuerzo abortado de Jesús contribuye a probarme que el amor no se ordena directamente.<br /><br /> Cuanto más lo pienso, más peligrosa encuentro la demasiada prisa por darse. ¿Qué puedo dar yo en principio sino un pobre ser ciego cuyas manos vacilantes corren el peligro de hacer el mal aun queriendo el bien? Todavía no sé de mí mismo más que esta necesidad y esta impaciencia de darme. Por fortuna, temo no dar nada precioso y siento vagamente que ceder a esta pendiente aguda no es ni toda la sabiduría ni siquiera el comienzo de la sabiduría. Además estoy forzado a vacilar e invitado a desconfiar por voces demasiado numerosas, que me llegan de muy diferentes direcciones. De todos lados, mil llamadas imperiosas o seductoras reclaman que me dé aquí mejor que allá, o allá mejor que aquí. Unos afirman: «Debes darte a mí» Otros me advierten: «Teme el ser secuaz. Guárdate de los individuos. Es sólo a una idea, a una causa que uno se da virtuosamente.» Las ideas son múltiples y las causas son contradictorias. Patrias, religiones, doctrinas políticas o filosóficas se vanaglorian y maldicen las competencias. «Sé mía, soy la verdad. Mis vecinos son los errores. ¿No ves cuán bella soy y qué feos son ellos?» ¿Dónde está mi criterio? ¿Cómo reconocerme entre estas exclamaciones, estas exigencias, estas injurias, estas promesas y estas amenazas? «Soy el gran amor. En otra parte no hay más que máscaras de amor sobre rostros de odio.» Y cada una fanfarronea en su lengua: «Fuera de mi no hay salvación posible.» Y cada una maldice o reprueba a las demás porque lanzan el mismo exhorta en lenguaje diferente.<br /><br /> ¿Voy a retardarme en el callejón de las voces, a escuchar coma un juez cándido, mil quejas y mil requisitorias? Mucho mejor será que yo huya, diciendo a la muchedumbre trivial: «No es entre vosotros, rebaño de cortesanos, donde encontraré el verdadero amor. ¡Ah, qué mal imitáis el lenguaje de él!» Cada voz me pone en guardia, no sólo contra la competencia, sino también contra su propia clientela. Queréis hacerme odiar a varios de mis hermanos y atentar contra su libertad. Cuando os atrevéis a condenar a algunos hombres, os juzgáis a vosotras mismas. Continuad vuestra eterna lucha. Haced rodar, mezclados de injurias y de sangre, a los desdichados soldados que os escuchan. Yo huyo lejos del torbellino, en que algunas palabras sin acento dicen del amor, pero en el que todos los actos proclaman el odio. No me daré a la casualidad. No me haré un instrumento de un ejército en otras manos. Algunas de vosotras hacen promesas de liberación y cuando llega el momento propicio, imponéis a vuestros fieles obediencia pasiva y ciega disciplina. Pero yo quiero siempre mirar directamente con mis propios ojos, sin los anteojos coloreados de los prejuicios. Y quiero que mi acción, siempre viviente y responsable, exprese siempre a mi ser interior. Os escucho y os desprecio, ¡asesinas!, que me queréis «dócil como un cadáver.»<br /><br /> Un fraternismo apresurado y aturdido me pondría en peligro de entregarme a fuerzas malvadas y de hacerme amar en el prójimo y en mí mismo lo que no es amable. Además, si yo soy un ser en quien domine el instinto de amor, todo mandato resulta inútil.<br /><br /> El método subjetivista escapa a estos peligros y es por consiguiente, más eficaz.<br /><br /> El poder directo que no poseo en grado alguno sobre mis sentimientos, lo tengo en parte sobre mi pensamiento. Puedo dirigir mi atención, llamarla y detenerla sobre tal objeto mejor que sobre otro. No sabría intentar amar directamente, pero sí puedo tratar de conocerme.<br />*<br />**<br /> El servilismo se predica gustoso en nombre del amor; el dominismo, en nombre de la libertad. Para huir de ambas mentiras; para estar seguro de no ser engañado por antifaces, rechazo toda doctrina que atenta en la práctica contra la fraternidad igual de todos los hombres o contra la independencia de uno solo.<br /><br /> Después del esfuerzo inicial para libertar a un individuo, los individualismos del apetito y de la voluntad de potencia se presentan como glotonerías, hacen de su adepto un dominista cada vez más exigente, un esclavizador, un enemigo rastrero o altivo de los demás hombres.<br /><br /> Otros individualismos de la sensibilidad, las serenas doctrinas de Arístipo o de Epicuro, sin emocionarme de amor por todos mis hermanos, me impiden, al menos, hacer mal a nadie y me hacen el amigo de algunos.<br /><br /> Calicles y Nietzsche son los miserables esclavos de su sed de tiranía. El cirenaico, no obstante su amor al placer, no se esclaviza a éste. Defiende su libertad interior y permanece dueño de sí: «Poseo a Laïs, pero yo no soy poseído.»<br />Epicuro es muy superior. A este placer en movimiento, que nos golpea contra tantos obstáculos todavía, prefiere la paz abierta del placer en reposo, esta ausencia de dolor y de inquietud que permite gozarme de mi ser y de su armonía activa e interna. El potente esfuerzo de la razón epicúrea me liberta de los errores y de los excesos del deseo. Sabe también libertarme de un presente que, aislado, parecería sufrimiento, sumergirme en el vasto estanque, que es el conjunto de mi vida, escuchar en la música del instante presente toda la música pasada y futura y sentir el goce de mí mismo en mi completa armonía viviente.<br /><br /> Queda acaso en esta doctrina un resabio de egoísmo y creo que ella no me satisfaría como disciplina exclusiva y definitiva. Al menos Epicuro nada tiene de agresivo. El espectáculo de las tempestades que levantan las próximas locuras hace valer a sus ojos, por el contraste, su calma y su seguridad, pero él no crea su felicidad creando dolores extraños, ni erige su grandeza encorbando la servidumbre de otro. Varios estoicos le consideran como un sabio o, según el término de Séneca, como un héroe vestido de mujer.<br /><br /> Aun la expresión de egoísmo que da a veces la ética epicúrea, ¿no sería engañosa? Epicuro parece ignorar la vasta «caridad del género humano», gloria del estoicismo. Encerrado en el jardín de las sobrias delicias, no deja penetrar ninguna simpatía aparente para los locos y para esos tormentos que son a la vez culpables y víctimas. ¿No será porque ha comprendido que nada puede hacer por ellos? Pero su llamamiento hecho a todos, ¿no es un acto de amor universal? Y ¡con cuánta afección acoge a los que llaman a la puerta!<br /><br /> Los epicúreos fueron los más fieles de los amigos. Un escultor antiguo hubiera creído cometer una crueldad al representar sólo a Epicuro; el busto mellizo debía unir a dos amantes que la muerte no había separado; era preciso que el rostro de Metrodoro sonriese cerca de la sonrisa del maestro. Durante siete siglos, las comunidades de los epicúreos griegos fueron dulces asilos y vastas amistades. El gran epicúreo francés, Montaigne, nos choca por su cobardía o su indiferencia ante la ciudad invadida par la peste, pero ¡cuánto nos encanta su amistad por La Boétie!<br /><br /> Más tarde, cuando recogidos y ensayados los materiales me permitan construir mi subjetivismo, acaso utilice a Epicuro. Considerado como un grado hacia la perfección estoica y como la dulzura de las horas en reposo, el epicurismo ortodoxo me parecerá, creo, útil y sin peligro. ¡Que florezca el jardín y ascienda hacia la impenetrable ciudadela!<br /><br /> Es siempre a la sabiduría estoica a la que yo saludo, si no con más emoción, al menos con más confianza. Desde el primer encuentro, he sospechado en ella la forma históricamente más perfecta del subjetivismo. Sin duda, algunos detalles de las teorías no me satisfacen. Pero contemplo en Epicteto al más eficaz de los ejemplos, y para recordar una expresión que estuvo de moda, al más seguro profesor de energía.<br /><br />5.- CONTINUACIÓN DE LA HISTORIA DE LA SABIDURÍA<br /><br /> ¿Es la antigüedad el único terreno que haya producido la sabiduría?<br /><br /> En la Edad Media la religión invadió toda la vida interior. EI individualismo, cuando se manifiesta en este largo y monótono período, resulta superficial, no se expresa más que reactivamente, por la rebelión y la herejía.<br /><br /> Un individualismo más completo se manifiesta con el Renacimiento. Pero sus primeros sobresaltos son actos al estilo de Calicles. Libertado de los prejuicios religiosos, Maquiavelo rechaza la ética como una puerilidad que hace parte de la religión. Emplea su libertad teológica para formarse cadenas de patriotismo y de ambición.<br /><br /> Descartes, por la valerosa liberación de su razón, pertenece al individualismo. Pero su individualismo público permanece estrechamente intelectual, retrocede como una timidez ante toda cuestión de conducta. Estudiado en las «Cartas a la princesa Isabel», su ética es vecina del estoicismo. Desgraciadamente, su prudencia no le permitió hacer conocer a sus demás contemporáneos más que esta famosa «moral provisional», en la que se promete obedecer a las leyes de su tiempo y de su país. Parece que el hombre de la «duda provisional» debiera haber sido el hombre de la abstención provisional, no de la acción conformista. Este gran individualista intelectual fue sólo teórico y confidencial, pero afirmó públicamente un antiindividualismo «provisorio» que tiene cuidado de no reemplazarlo nunca por la expresión definitiva de su secreto pensamiento. No podría yo amar, éticamente, este individualismo vergonzoso.<br /><br /> ¡Ah!, en todos los tiempos modernos, es difícil encontrar un subjetivismo completo y armonioso. Parece que el filósofo no vive más que por la cabeza y merece el apóstrofe de Gassendi a Descartes: ¡Oh, mente! Spinoza, tan libre en frente de la tradición y de la biblia, es siervo en política. No desprecia el despotismo; su extraño absolutismo reconoce el derecho del tirano sobre todo mi ser, salvo mi pensamiento. Pero si mi pensamiento no puede traducirse en mis actos, ¿qué valor práctico puede tener mi pensamiento?<br /> Los filósofos del siglo XVII distinguen el individualismo por su diferencia entre el estada de naturaleza y el estado de sociedad. Se pierden en el camino y llegan sólo a una moral social. Creen poder reformar la sociedad civil sobre la naturaleza. Sea que hagan de la sociedad civil un contrato, o bien que funden los gobiernos sobre el honor o sobre la virtud, se aplican a aproximar lo positivo o natural. Caen, como Platón, en la vesania legislativa, esperan hacer de la política una ética y preparan el bárbaro esfuerzo platónico de la Revolución.<br /><br /> El origen principal de sus errores y de sus mortíferas esperanzas, ¿no consistirá en la manera con que transforman un análisis que es exacto en una cronología que es absurda? Confunden la lógica con la historia y el derecho les parece un hecho primitivo. Imaginan que el simple procedimiento es anterior a lo complejo, en la realidad como en sus ingeniosas construcciones, y afirman que la naturaleza ha precedido a la sociedad. Sencillos como un Condillac que, tomando, sus procedimientos de exposición por el método de la evolución, afirman que el hombre fue en principio, en efecto, una estatua insensible, no fue en seguida más que «perfume de rosa», y que el mundo exterior le dio sus sentidos uno después de otro. Los dos elementos, sociedad y naturaleza humana, no son separables más que ideológicamente. Parecen tan antiguos y durables el uno como el otro. Su lucha no ha tenido ni más principio ni tendrá más fin. Solamente un Epicuro y un Epicteto han sabido tomar partido en el combate eterno.<br /><br /> ¿Serán más felices mis investigaciones en tiempos más próximos? ¿Descubriré en ellos un verdadero subjetivismo? ¿Qué filósofos recientes representarían dignamente, por la independencia del pensamiento y la armonía de la conducta, esta sabiduría que ha producido en la antigüedad tan grandes artistas morales?<br /><br /> Los doministas no faltan, stendhalianos o nietzscheanos. El sueño del superhombre era necesario a este lamentable enfermo que fue Nietzsche, y Lidwine, admirado por el imbécil Huysmans, aún le atribuía la necesidad de su unión con dios. Solamente la sabiduría superior de un Epicuro, como la fuerza de un roble, o la de un Epicteto, como la gracia de un rosal, hubiesen podido levantar hacia la luz clara y difusa de Nietzsche, cuya vida fue un continuo tormento y una amarga decepción. No pudo idealizar su existencia, por la belleza de una inteligencia cada vez más radiante y lúcida, y escondió sus infelicidades reales en la compensación de los ensueños. Él, inválido, inmovilizado en un profundo sillón, sometido a los que lo cuidaban, con temperamento brusco, a causa de su sufrimiento, e irritable por la debilidad, buscaba en la especulación lo que le faltaba más dolorosamente: la potencia. Ignorando que la verdadera potencia, que es generosa, nunca necesitó de materia humana sobre que transformarse en tiranía, aliaba su ensueño, con su doliente maldad. Muchos enfermos sueñan patológicamente el mismo sueño; muchos esclavos se deslumbran con el deslumbramiento esclavo de Nietzsche: neurasténicos megalómanos que, demasiado agitados y demasiado débiles por el esfuerzo continuo para sentirse hombres, se embriagan con la pueril idea de llegar a ser superhombres. El éxito de Nietzsche fue una epidemia que invadió a un gran número de voluntades febriles y anémicas. Pero el individualismo de la voluntad de armonía, ¿dónde encontrarlo hoy día?<br /><br /> Ignoro si Herbert Spencer conserva todavía algunos discípulos. Su individualismo es de otro modo liberal y equilibrado que el de Nietzsche. No obstante, este guía tampoco es seguro. El espejismo que el siglo XVIII percibía en el pasado, los ojos de Spencer lo transportan al futuro. Ve delante de nosotros lo que algunos «filósofos» veían detrás de nosotros: la sociedad natural y perfecta que ignora los códigos y los jueces, los inferiores y los superiores. Indudablemente, en ciertos momentos, todos soñamos poder realizar la noble armonía libre. Pero Spencer afirma que el solo juego de la evolución natural y de las leyes cósmicas lo establecerá necesariamente. El hecho social basta, según Spencer, para que del egoísmo nazca el altruismo, y la herencia hará en cada generación más fuertes los sentimientos altruistas.<br /><br /> Es imposible participar de estas vastas esperanzas pasivas. Quizás la sociedad natural es, en efecto, consejera de paz y amor. Pero la sociedad civil (lo veo claramente y, más tarde buscaré el porqué) crea un estado de guerra de todos contra todos. Y no estoy convencido de que esta guerra esté destinada a acabar. ¿Cómo se acabaría?<br /><br /> ¿Por la fuerza?<br /><br /> Que la fuerza triunfe de una violencia particular y rechace una determinada coacción, es concebible. Pero, ¿cómo la violencia podría destruir el mismo principio de ella?<br /><br /> La resistencia pasiva exige un valor heroico, sin gloria a los ojos estúpidos del bajo populacho. El bueno y despreciable método, ¿llegará a generalizarse hasta hacerse socialmente eficaz...? <br /><br /> Ciertamente, toda esperanza es posible si es llevada a un lejano e indeterminado futuro. Mas, es prudente hacer como si la lucha de la razón y de la sensibilidad, potencias individuales y éticas, contra el estado, fuerza, colectiva y brutal, no debiese terminar nunca. Cuando el conflicto se hace agudo y el individualista es valiente, cada adversario triunfa sobre un plano diferente y ninguno es herido. Leviatán mata al hombre, no a su pensamiento. La victoria pasiva del individuo es una realidad superior, pero que no sabría matar a la bestia. Si se tiene la candidez de buscar esta victoria en el objetivo, fuera de la mente altiva y de los sentidos satisfechos, se desvanece como un fantasma. Esta victoria es de otro mundo, del mundo interior. Ningún progreso se produce por la magnificencia de una muerte dilatada. Examinada sin temor y sin complacencia, la historia me ha enseñado que el refractario, si no es olvidado o transformado en monstruo, es socializado después de su muerte. Las libres palabras de un Sócrates no son liberadoras para el pueblo. Jenofonte y Platón las traducen en mentiras sociales y hacen con ellas magníficos puntales a estas «leyes escritas», contra las que parecían atentar. Jesús, enemigo de la ley, se hace para los discípulos, el destructor de la ley antigua y el fundador de la ley nueva. Su desprecio por toda organización religiosa y social, sus maldiciones contra los templos y los palacios no le salvarán de servir de pretexto a la más organizada de las religiones, no impedirán que su nombre sea invocado largos siglos por todos los tiranos. He visto la herencia de los cínicos insociables y de los estoicos antisociales invadida por los jurisconsultos, partidarios del poder absoluto y que, considerando teóricamente la servidumbre como un hecho contra natura, reglamentan con leyes positivas las relaciones de los esclavos y los amos. El estado se ampara de todo, se hace instrumentos hasta con los elementos que le fueron muy hostiles. Muerde, dice Nietzsche, con dientes robados.<br /><br /> En la época en que, contra aliados futuros, se perturbaba la razón de los franceses, nuestros periódicos relataron que ciertos ingleses mordían en sus rosbifs, con los dientes arrancados a los cadáveres de los boers. No retengo ni el hecho, por ser inverosímil, ni el símbolo, por ser insuficiente. Nunca se pretendió que los dientes de los boers sirviesen para comer a los boers. No busco en las «razas inferiores», y los señores caníbales ignoran probablemente los progresos de la prótesis.<br /><br /> La política se ha hecho dueña, para envilecerlas, de las más nobles sabidurías; las ha transformado en morales y en instrumentos de mando. Es de temer que los individuos capaces de percibir y denunciar la mentira continúen siempre en minoría. ¿No proclamarán siempre la verdad subjetiva de un «desierto de hombres», en el sordo desierto de una muchedumbre de animales políticos...?<br /><br /> Tuvieron razón los estoicos en considerar la esperanza como una falta y un consentimiento a la servidumbre. Alfredo de Vigny está dentro de la gran verdad individualista cuando dice que la esperanza es la peor de todas nuestras cobardías. Jesús promete que, si buscamos el «reino de dios y su justicia, el resto nos será dado por añadidura». Desde el punto de vista subjetivo tiene razón, como los estoicos cuando saludan en su sabio al «único rico».<br /><br /> Nada puede faltar al sabio que declara indiferente a todo lo que no depende de él, que calma gozosamente por la razón su sed de sabiduría y que, en una voluptuosa satisfacción, apacigua el hambre de su justicia y de su indulgencia por su fina sensibilidad. Elevándose hasta esas alturas de sentir y pensar armoniosamente, ya no se deja impresionar por los bajos apremios de los deseos vulgares.<br /> En lo objetivo, el resto no será dado por añadidura mas que cuando los hombres, en su mayoría, asciendan hasta la sabiduría. Sabiduría universal igualará a dicha universal, y esta dicha contendrá, en su mutualidad y plenitud, hasta la demasía de los bienes materiales. Soñar esta Arcadia en una sonrisa de éxtasis y de escepticismo es un delicado goce de poeta. Afirmarla para mañana o para pasado mañana no deja de ser algo de locura mística. ¿Se convertirá alguna vez la muchedumbre al estoicismo de Epicuro o al cristianismo de Jesús o de Tolstoi? Ella ha podido repetir las fórmulas de una o de otra de estas doctrinas; pero fue para envilecerlas o vaciarlas de todo contenido. El sabio no se promete para mañana ni las exterioridades algo pesadas de un paraíso terrestre, ni las exterioridades livianas de un paraíso de ultratumba. Si le queda, como a Tolstoi, algo de sentimiento religioso, es sólo dentro de sí mismo donde halla «el reino de dios». Su virtud no reposa sobre el cálculo imbécil y pronto fallido que cree a la virtud como la mejor de las políticas; sino que consiste en el victorioso amor de su propia belleza y de su propia fuerza. Se aleja, desdeñoso, de toda política. Porque toda política es repugnante por sus actos, por el lugar donde se practica y por el fin que persigue. Odiosa por sus medios, la política se precipita ásperamente, con agresividad, hacia el lodo imperialista de los bajos deseos.<br /><br /> El error de Hebert Spencer tiene más inconvenientes prácticos que, en principio, pudiera creerse. Sus cándidas esperanzas conducen con frecuencia al filósofo inglés a las opiniones políticas; le sucede que prefiere una ley a otra y que adopta una posición en la lucha concreta entre los partidos. <br /> <br /> Escrutemos más profundamente. La verdadera sabiduría individualista, ¿podrá subsistir en mí si me dejo influir por el futuro exterior y por la esperanza objetiva? Mi deber, ¿no se torna entonces en trabajar por el progreso y no ya por mi progreso; en olvidar el esfuerzo de hacer mi propia escultura para dedicar mi cincel a la estatua humanidad? Es verdad que el progreso, según Spencer, es inevitable. Pero, o bien el individuo nada tiene que hacer y toda consideración ética se torna fútil, o bien la dirección del progreso, ya determinada, debe arrastrarlo, aunque no sea más que por su propia dicha; lanzarla en esta corriente irresistible, a la que debe seguir voluntariamente, aceptándola como una fatalidad. La moral spenceriana parece condenada a desaparecer o, perdiendo toda su independencia, a fundirse en una sociología y en una política.<br /><br /> Pero he aquí que me place, desechando las severidades del método, por creerlas en adelante inútiles para mí, estudiar en sí misma y no solamente en función de mi conducta, la cuestión del progreso.<br /><br /> Cuando escribí el primer manuscrito de este libro, negaba que hubiese algo que esperar de cualquier época humana. Y ahora vengo, en la refutación del ideal spenceriano, a suavizar muchas expresiones, a desviar hacia el solo progreso pasivo, lo dicha en principio contra todo posible progreso. ¿No es por razones pragmáticas, por temor de disminuir, enturbiar o desviar mi potencia de trabajo, que yo me situé por encima de la esperanza? Sin dejar de proteger en mi positivismo ético un método de vida, acepto, en fin, sin inconveniente, dejar de confundir las limitaciones prácticamente útiles con las negaciones objetivas. Veinticinco años de vida laboriosa me han demostrado que no necesito de esperanza alguna. Me parece, pues, que ahora tampoco esperanza alguna ha de molestarme. Puedo estudiar con sangre fría, desde Sirio, coma dijo alguien, un asunto que se ha hecho inofensivo y que no tiene interés práctico. <br /><br /> Pesadas con completa honestidad y con mano que ya no tiembla, las razones de esperar me parecen ligeramente superiores sobre las adversas. <br /> <br /> En los siglos iluminados relativamente con la antorcha humosa de la historia no descubro ningún progreso ético o social. Las formas políticas que nos agobian fueron ya discutidas en Herodoto, condenadas en Platón. Los sabios fueron siempre seres excepcionales y, para decirlo claramente, el sabio es un anacronismo en todos los tiempos conocidos. No es hoy ni más común que en otro siglo, ni más perfecto, ni mejor escuchado por la locura de los grandes y la fatuidad de los pequeños. Salvo en las horas de revolución a de guerra, la persecución es para él menos brutal y menos franca,; es quizás más sutil, más eficaz, más atentatoria contra los pensamientos libertadores.<br /><br /> ¿En qué contemporáneo encontraríamos una belleza ética superior a las de Buda, Sócrates, Epicuro, Cleanto, Epicteto, Crisóstomo? ¿Y qué cándido creería que la sabiduría está más extendida entre nosotros que en los demás siglos?<br /><br /> ¡Ah!, pero hay quienes se vanaglorian de que los lectores de Tolstoi sean más numerosos que todos los auditores reunidos de Sócrates, Jesús y Epicteto. Y hay también quienes se maravillan porque Rabindranath Tagore o Romain Rolland tienen un vasto público.<br /><br /> Mas, todos estos admiradores escuchan a un poeta o a un artista, no a un sabio. Ciertas curiosidades son aún excitadas con razones más superficiales, van a la notoriedad y no a la emocionante originalidad. ¡Cuántos leen a Rolland o a Tagore con la misma divertida negligencia que leerían a cualquier otro premio Nobel o al último Goncourt!<br /><br /> El lector de hoy permanece pasivo o inerte. O bien, actividad vigilante y hostil, se concentra o se explaya alternativamente para el ejercicio de contradecir cualquier «noble candidez» y por la vanidad de imaginarse que la refuta y la domina. Lectores atentos en sí mismos, que hagan del libro un útil de su propio perfeccionamiento, los hay, pero acaso tan raros como las sabios que meditan sin pretexto.<br /><br /> Ahora bien, el progreso social no puede integrar más que los progresos individuales.<br /><br /> Comparando las condiciones de los progresos técnicos y del progreso ético, las diferencias me han impedido mucho tiempo toda esperanza razonable.<br /><br /> La industria se alimenta de una ciencia que el obrero no tiene necesidad de descubrir ni comprender profundamente. La industria es, en realidad una rutina alimentada por una ciencia. Y sus rectificaciones de detalle son las más de las veces felices vacilaciones. Si el trabajo de cada electricista exigiese el genio de Ampére o de M Branly, el electricista sería un tipo raro. Cualquier conquista en su dominio se manifestaría como precario triunfo de un hombre ,y no adquisición para siempre y riqueza de la humanidad. Se reharían infinitamente las mismas invenciones sin que el genio de hoy avanzase más que el de ayer o el de anteayer. Lo que permite el progreso industrial es que el cerebro que inventó y las manos que ejecutan pueden pertenecer a seres diferentes. Lo que permite el progreso científico es que es mucho más fácil y rápido aprender que descubrir; el más insignificante profesor de física conoce mil verdades que, expuestas a Arquímedes, le harían suspirar: «¡Yo no las encontré!».<br /><br /> Pero cada artista de sabiduría es su propio iniciador. No se imagina qué división de trabajo, qué suma de conocimientos extraños harían brotar la vida de Sócrates de otro origen que no fuese el de la propia conciencia de Sócrates. <br /><br /> Yo no encierro ética y sociología en un eterno estancamiento. No las condeno a moverse estrechamente en el mismo sitio ni a que sigan un ritmo que simbolizaría el balanceo de la marea, o la alternativa del día, flujo de luz, y de la noche, reflujo y abandono a las tinieblas. En vano se me repite que la naturaleza del hombre es eterna e invariable. Yo respondo: sí, como la naturaleza de las cosas.<br /><br /> Como la naturaleza de las cosas, la naturaleza humana se manifiesta compleja y contradictoria. Aquí como allá, estudio un caos para crear un cosmos. Fortifico y secundo algunos elementos y debilito y contengo y separo otros. Hago aproximaciones y separaciones. Modifico un poco cada día algunas direcciones primitivas. ¡Victoria! Consigo dominar claramente tal sí sobre la negación que lo acompañaba. A mi naturaleza y a la naturaleza de las cosas, ordeno en las mismas condiciones; por el conocimiento y la dócil obediencia.<br /><br /> Pero la necesidad, para alcanzar un progreso social, de que numerosos seres se vuelvan sabios por sí mismos e irradien un invencible heroísmo, ¿no es un impedimento a toda esperanza? He aquí, entre el progreso que yo sueño y el progreso que compruebo, una espantosa e invencible diferencia.<br /><br /> Y así llego a la gran incógnita del problema. <br /> Examinémosla tan de cerca como nos sea posible.<br /><br /> Todo progreso material ha exigido en sus comienzos la unión en un solo ser del sabio y del trabajador. Los maravillosos antepasados prehistóricos que domesticaron animales, que crearon el trigo, el vino, la rosa, el navío, la escritura, tuvieron que ser al mismo tiempo los vacilantes buscadores y los temblorosos realizadores. Hoy día toda invención mecánica alga extraordinaria, ¿no exige, del sabio, que construya por sí mismo sus primeros modelos, fabrique en madera o metal su lógica práctica y sus hallazgos inciertos? Su fugitivo pensamiento nunca se fijaría con bastante precisión si no se apoyase en elementos concretos, inmediatos y sucesivos; se expresa por las manos antes que la palabra pueda balbucearlo para dirigir otras manos.<br /><br /> Los progresos éticos no ofrecen, pues, aquí, una exigencia original, que les hiciese más imposibles que los demás. <br /><br /> Porque todos los progresos parecen imposibles en cierto momento, en el momento en que se percibe la individualidad del problema y que los métodos que han triunfado en dominios en apariencia próximos, son vanos en el nuevo dominio.<br /><br /> La comprobación de la imposibilidad de una solución, con frecuencia precede en muy poco a la solución. Es el signo de que, habiéndose agotado los métodos falsos, el genio humano va a descubrir por fin el nuevo método eficaz, casi siempre paradójico.<br /><br /> Porque ningún progreso es cosa pasiva o fatal. En parte alguna se produce; en todas partes lo producimos. Resultado de nuestra voluntad tenaz, fue casi siempre precedido de vacilaciones torpes y vanas, a veces funestas.<br /><br /> Cada gran problema tiene su individualidad. Mucho tiempo se la desconoce y se conduce el problema original a otro problema ya resuelto. Se la ataca por métodos que probaron en otra parte su eficacia para otro sentido. Estos prácticos los comprueban y el problema ofrece dificultades nunca encontradas, de las que triunfan la mofa y la negación. Thiers se burla del poeta Lamartine, que cree en el futuro de los ferrocarriles. Sabe bien aquél que este juguete no transportará nunca a las viajeras más allá de París a San Germán. Cuando se dio a la Academia de Ciencias la primera experiencia del teléfono, ésta acusa al experimentador de ser un prestidigitador y un ventrílocuo. Pocos años antes de que Santos Dumont triunfase en su primer vuelo, la misma Academia de Ciencias decide no tomar ya en consideración cualquier comunicación sobre el «más pesado que el aire», tan ridículamente paradójico, más visiblemente quimérico que la cuadratura del círculo o que el movimiento continuo.<br /><br /> Pero, se dice que ningún progreso ético se ha realizada todavía. A la que yo podría contestar sonriendo: ¿Y qué prueba eso?<br /><br /> Y haciéndola tan absoluta, esta negación se convierte en error.<br /> <br /> Imposible concebir a un Sócrates o a un Epicteto en la prehistoria.<br /> <br /> La detención demasiado visible de todo progreso ético desde hace cientos de siglos, ¿no basta para constituir una objeción decisiva?<br /><br /> ¡Pues no! A pesar de la primera apariencia nada hay de singular, ni existe una ley universal.<br /><br /> Cuando Guillermo Amontons fue el precursor y Claudio Chappe inventó el telégrafo aéreo, éste aportó ¡después de cuántos siglos!, un sencillo y pobre perfeccionamiento al sistema de señales por el cual los asaltantes anunciaron a la Grecia vigilante que la ciudad de Troya había sido por fin conquistada. Más ved cómo, después de estos cientos de siglos, exteriormente inertes, el sencillo resorte da paso a rápidas maravillas: telégrafo eléctrico, telégrafo sin hilos, radio y televisión.<br /><br /> Desde que el hombre sueña en volar como los pájaros que contempla, como los ángeles y los dioses que él imagina, como los Dédalo y los Ícaro de sus veladas narrativas, ¡cuántos cientos de siglos vacíos! Felizmente todos los sabios no fueron bastante académicos para hacerse ellos mismos, en la contemplación de este inmenso desierto, otros desiertos sin esperanza, Santos Dumont triunfó en su primer vuelo torpe; iba a decir, comparando las proporciones del hombre con las del insecto, un miserable salto de pulga. Transcurridos treinta años, la vida de muchos arriesgados ¡ay! no fue lo bastante para hacer del hombre la más poderosa y rápida, así como también la más achacosa y expuesta de las aves.<br /><br /> La concepción del progreso como una marcha simple, continua, recta, es evidentemente falsa. El camino en zigzag que, por mil contornos ascendentes, conduce hasta la cima es pobre imagen, todavía inexacta.<br /><br /> Detenidos como ríos en la época de los grandes lagos, numerosos progresos irritados se acumulan, vencidos desde centenas, millares, miríadas de años, contra la masa inquebrantable de las montañas. ¿Estancamiento eterno?... ¡Quién lo diría! Mañana o dentro de mil siglos, el agua sutil encontrará la grieta que la vista no podría descubrir; o bien hallará una vena de tierra diluente. Hela ahí cómo se desliza, se insinúa, trabaja. Obscuros esfuerzos, y ya vencedores, que ignoramos todavía. ¡Alerta!... La tierra se remueve, se disgrega, rueda como un torrente inesperado. Las rocas crujen, caen, se entrechocan, se deshacen en ruinas y en agua entre el torrente y la catarata.<br /> Dejándolas flotar en los datos, todas las esperanzas humanas se hacen legítimas, todos los sueñas durables son realidades futuras, cada noble espera contiene una promesa. Un deseo del hombre, es siempre presagio de mil derrotas, de mil catástrofes y de un definitivo triunfo.<br /><br /> Pero ninguna riqueza ética saldrá, como el trigo tampoco brotará de una glándula, de la pobreza rugosa de los progresos técnicos. Son cosas de otro orden. La libertad no será, como la imagina Spencer, hija de la necesidad. Nuestro querer perseverante la creará, no la evolución o el accidente Y no es necesario que este bien exterior, lejos de nosotros, a una distancia que ni siquiera osamos determinar, se convierta en apoyo y en una necesidad interior de belleza, que depende de nosotros desde hoy mismo.<br /><br /> Por el amor mismo de esta poesía, olvido, como hombre activo, esta poesía. Así, la esperanza reconquistada no me cuesta nada, y no modifica mi firmeza o mi acción. Lejos de exigir sacrificios, refuerza mis razones de no sacrificarme nunca en lo que es verdaderamente mío, en la claridad de mi razón, en la bondad de mis sentimientos y de mi acción.<br /><br /><br /> Tolstoi me encanta por el modo dulce y firme con que afirma que cada uno debe escuchar la única voz de su conciencia y que a ella sólo debe obedecer, no a las palabras de los sacerdotes, de los dominadores o de los libros. Pero no sé qué de apresurado me inquieta en la manera como él se precipita al fraternismo cristiano. Sus consejos parecen frecuentemente envenenados de esperanza objetiva. Y mala nota para un sabio: continuará hasta su fin atormentado y desgraciado.<br /><br /> Su pensamiento no tuvo una potencia plástica suficiente, que no estableció, o la estableció demasiada tarde, entre su palabra y sus actos la necesaria armonía. Remendó algunos zapatos, trazó algunos surcos, se vestía de campesino y no llevaba en su bolsillo más que algunos cobres. Estas prácticas, ¿no tenían más bien la flotante, la inquietante, la literaria gracia de los símbolos, que la firme belleza de la sabiduría? ¿No eran más bien procedimientos de enseñanza que un método de vida? Su huída para morir pobre y libre, ¿qué significa? ¿Locura mística o belleza, demasiado literaria aún, que quiere enseñar a los discípulos lo que el maestro no tuvo la fuerza de practicar? Para cualquiera que sabe librarse de todo misticismo y de toda manía pedagógica, la manera de morir no importa sino como sonriente fin de la armonía sonriente de toda la vida. Un acto, aunque sea el último, es una nota de música que toma su valor del conjunto de la partitura.<br /><br /> Hasta su última enfermedad, Tolstoi no ha rechazado más que en apariencia estas riquezas que él consideraba, no obstante, como males y obstáculos de la verdadera vida. Sus hijos cuidaban su hacienda. Su mujer, que quizá aparezca odiosa cuando la historia pueda escribirse, regentaba su propiedad literaria. Él soportaba la etiqueta familiar. Algunos visitantes azorados nos lo describen en la mesa, con su blusa popular, teniendo detrás de él a dos respetuosos servidores uniformados.<br /><br /> Ciertamente sufre de estas mundanidades, porque si así no fuese, sería un ser trivial que de ningún modo nos interesaría éticamente. Mas hay que saber elegir entre los sufrimientos que se ofrecen. A un sabio completo, el sufrimiento de la ruptura se le hubiera impuesto y no el sufrimiento de las concesiones, tan enormes que equivalían a un renunciamiento práctico de la filosofía.<br /><br /> A pesar de cierta fluctuación mística, la simplicidad de ciertas esperanzas y algunas deformaciones pedagógicas, el pensamiento de Tolstoi aparece al leerlo, armonioso y potente. Menos potente también que el de Epicuro, Zenón o Francisco de Asís, no consigue modelar en sí al doloroso pensador, a quien hizo maldecir sus cadenas, pero sin darle las fuerzas para romperlas. La vida sufriente de Tolstoi es, como la Marco Aurelio, un fantasma filosófico, no coma la de Sócrates o Epicteto, una filosofía en acción,<br /><br /><br /> Ibsen es individualista por la fórmula que ama: «lo que seas, has de serlo plenamente.» Es individualista profundamente por su método, por su socratismo, por su esfuerzo para despertar las conciencias y no conducirlas: «Quiero solamente despertarlas - dice su Rosmer en la hora más ambiciosa e ibseniana -; a ellos les pertenece la acción». Y, en un poema, Ibsen declara en su propio nombre: «No hago más que plantear interrogaciones; mi misión no es resolverlas». Lejos de todo dogmatismo, su palabra, como la palabra de Sócrates, es irónica o mayéutica. Se le parece también por yo no sé qué acento familiar y, si se descuida la llama interior, casi vulgar. Individualista por su rechazo de las misiones que se le impusieran de fuera, lo es también por su rechazo de designar a los demás su propia misión; por su cuidado de no resolver las cuestiones más que para tal personaje bien definido y no para todos los hombres; por sus burlas contra los Gregorio Werlé, apóstoles sencillos que presentan a todos las mismas reclamaciones del ideal; por el modo que estudia a los Borkmann y a las Hedda Gabler, grandes o pequeños conquistadores que quieren influir sobre otros destinos y logran sobre todo destruirse a sí mismos. Sabe que un Napoleón pasa su vida ciega bogando hacia Santa Elena. Es subjetivista por su amor de la plena y profunda sinceridad, por el consejo de no buscar más que en sí mismo sus principios de acción. Me satisface por lo que tiene de generoso su individualismo, por la crítica implacable de los Peer Gynt, que creen realizarse cuando se encierran, para adorarlos, entre los inconstantes ídolos de la caverna. «El sí mismo gyntiano es la muchedumbre armada de codicias, de deseos, de pasiones; es el raudal de fantasías, de exigencias de derechos». Ibsen sabe que este yo superficial varía según los tiempos y los ambientes, lleva mil impregnaciones sucesivas y flota a todos los vientos. El verdadero yo es más profundo, actividad y no pasividad, razón y no apetito, constancia armoniosa y no capricho o impaciencia. Sola la superficie del mar se levanta en las tempestades, las profundidades permanecen en calma. Sabe, como todo subjetivista, que es en la parte durable y razonable de nuestro ser donde podemos encontrar el refugio para edificar nuestra serenidad.<br /><br /> Pero sólo en apariencia Ibsen se liberta de la mentira social, si es que es exacto que se mostraba ávido de honores y llevaba su infantilismo hasta llevar un broche de condecoraciones. ¿No lanzó a su hijo en la carrera oficial, la carrera de la mentira por excelencia, la diplomacia? <br /><br /> Además, leyéndolo severamente, teniendo presentes los más puros subjetivismos, se siente con frecuencia dolorosa la inferioridad de Ibsen. Su idealismo se adultera de objetivismo y pesa sobre su ensueño una especie de eudemonismo torpe. Su candidez parece prometer a veces al individuo tanto la potencia como la belleza ética. Parece ignorar lo que tan bien conocieron algunos griegos: Sócrates, Epicuro o Zenón; que la dicha es una forma cuya materia no importa, una estatua que no es menos noble y menos preciosa aunque sea esculpida en una piedra sencilla. <br /><br /> Ningún hombre moderno aparece como obra maestra de subjetivismo. Sin duda es ya hermoso proclamar un pensamiento que condena a nuestra vida a llevar su rubor y su vergüenza como una bandera, a consentir en el dolor de la aspiración que no se tiene la fuerza de realizar. Es preciso ya algo de valor para rechazar o establecer en los bajos fondos, haciendo caer su palabra y su pensamiento al nivel de una conducta trivial e incierta, la ordinaria armonía de mentira y de ruina. No obstante, sólo causan en mí, amor, admiración y emulación los que realizan sobre las cimas la armonía verdadera; que elevan a una misma ascensión altiva sus actos y sus pensamientos; que, en lugar de abandonar sus actos, como si fuesen reflejos, a todas las irritaciones exteriores, hacen de ellos las expresiones y las irradiaciones de su ser íntimo. Quizá esta victoria es más difícil en el mundo moderno, por su ambiente más complejo y más minuciosamente tiránico. El esfuerzo, así, resulta más decidido: el triunfo sería también más eficaz. Si Epicuro o Epicteto viviesen hoy, tendrían el heroísmo de realizarse con la misma conducta de antaño. Y además, ¿puedo ya afirmar que no existan luces tan ardientes rodeadas de mayor oscuridad extraña y - tanto peor para el siglo, no para su belleza oculta - ignoradas de una época que anda a cuatro patas y cuyas miradas se nublan en el fango?<br />Sé muy bien hasta qué punto es incompleto este capítulo. Entre sus deficiencias hay algunas que no acusan mi ignorancia ni tampoco excusan el poco espacio en que he querido encerrar este resumen. Aun si escribiese un grueso volumen sobre la sola historia de la sabiduría, olvidaría o separaría con una palabra a muchos de los que se me reprochará el haber pasado en silencio. Dos ejemplos: La Boétie, a quien amo mucho y a quien he consagrado uno de los once diálogos de mis «Apariciones de Ahasvero», me parece pertenecer a una historia del individualismo político más que a una historia del individualismo ético; Max Stirner pertenece a la historia del individualismo económico. Toda frontera es algo artificial, pero nuestros gustos, si no nuestra razón, trazan los límites de nuestros trabajos<br />.<br /> Y he aquí un silencio de amor. Si no he señalado más que accidentalmente, por una discusión algo quisquillosa y defensiva, el personalismo de Renouvier y de Luis Prat, es porque amo fraternalmente a Prat, gran filósofo, casi desconocido. Yo quisiera obligar a buscarlo en su propia palabra, y deseo hacer de cada lector de «La Sabiduría riente» un lector de esta su obra maestra, «La Religión de la Armonía».<br /><br />6.- LA OBJECIÓN DETERMINISTA<br /><br /> Una filosofía práctica, si no es practicada, es verdaderamente poca cosa. En ética como en estética, el gran interés de las teorías está en aclarar la práctica anterior. Si la «Poética» de Aristóteles no nos ayudase a comprender más profundamente a Esquilo, Sófocles y Eurípides, ¿qué nos importaría la «Poética» de Aristóteles? Cuando el teórico es también un artista, sus doctrinas ponen en sus obras destellos de luz. Pero del que proyecta sus rayos sobre ridículos esfuerzos, la luz nos es tan indiferente como lo que ella ilumina. Sólo la curiosidad de los eruditos, estúpida y sin elección, como las de cualquier comadre, puede inquietarse de las ideas de Chapelain o del Padre Lemoine sobre la epopeya. ¿Leeríamos los «Exámenes» de Corneille, si Corneille no hubiese levantado algunas abruptas obras maestras? ¿Leeríamos el prefacio de «Cramwell», si Hugo no fuese más que el autor de «Cromwell»? El «Manual de Epicteto» y, no obstante nuestras dudas sobre la exactitud de Platón y de Mateo, la «Apología» o el «Sermón de la Montaña», nos emocionan profunda y elevadamente a causa de la nobleza de Sócrates, de Epicteto o de Jesús. Transformad estos héroes en caracteres vulgares, y sus palabras nos dejarán tan indiferentes como las declaraciones morales que el ávido Salustio hace servir de preámbulo a sus librajos.<br /><br /> La obra maestra del poeta o del sabio no es el producto de reglas. Pero las reglas, trazadas según la obra, nos ofrecen una especie de esquema. Gozamos de un vivo placer intelectual pasando alternativamente de lo concreto a lo abstracto o de lo abstracto a lo concreto. Si nuestro esfuerzo artístico se parece en algunos puntos al del artista estudiado, estamos gozosamente y con utilidad esclarecidos sobre nosotros mismos. Su victoria y la práctica de su victoria nos rodean de destellos y nos penetran de valor. Una exposición del subjetivismo no tiene la pretensión de crear subjetivistas por medio del libro o de la palabra. Se puede indicar solamente lo que es el sabio realizado y, en una pobre medida, por qué medios se ha realizado. Las reglas de conducta que daban los estoicos son dignas de nuestras meditaciones. Pero la gran emoción ética, la provocan en nosotros por el retrato que han hecho del sabio y, sobre todo, por la vida de algunos sabios. Suponen que el estoicismo no hubiese producido, con los Crisipos sutiles y sin virtud, más que Sénecas declamadores y esclavos de todas las servidumbres voluntarias: el estoicismo pertenecería a las doctrinas muertas. Lo que le hace inmortal en innumerables admiraciones y en algunos esfuerzos fraternales es el haber sido vivido completamente por Zenón de Citio, por Cleanto, por Epicteto; es, al lado de estos héroes sin desfallecimiento, el haber producido los actos heroicos de Traseas, de Arria y de su marido Peto, de Dion Pico de Oro, de cuántos más... El estoicismo es la doctrina más rica en sabios y en actos de sabiduría. Es viviente, como sería viviente, en otro orden, la escuela a la que se deberían las tres cuartas partes de las obras maestras de literatura.<br /><br /> Me resisto al apresuramiento emocionado que me arrastra hacia el estudio del subjetivismo realizado. Me parece que debería antes indicar, en la medida posible, qué caminos han conducido a los sabios hasta la magnífica realización. Presentido el panorama que se debe alcanzar desde la cima soberana, él me solicita y me encanta. ¿No es mejor antes de describirlo, según lo han hecho otros viajeros, buscar el sendero que permita ascender la pendiente y, en lugar de continuar imaginándolo, ver con mis propios ojos el grandioso espectáculo? Mas dar a otro las piernas, la fuerza y el deseo firme de ascender, es cosa que no me pertenece, ni a mí ni a nadie.<br /><br /> Pero antes de estas, impaciencias que me levantan hasta la propia exploración, quizá es útil evitar una objeción preliminar, la objeción determinista. Acaso sea también interesante buscar antes de llenarlos, los verdaderos límites de la sabiduría y, antes de intentar formularlo, el verdadero carácter de su imperativo.<br />*<br />**<br /> A todo esfuerzo por construir una ética, ciencia o arte, moral o sabiduría, se tiene la costumbre de oponer como obstáculo perjudicial el determinismo universal. De éste debe triunfar en principio el moralista o el sabio si no quiere exponerse a hacer obra vana. Absurda costumbre, pero cuya falta primera es propia de los moralistas. Si muchos de estos imprudentes no hubiesen cometido el error de ligar su doctrina a una metafísica, afirmando el libre albedrío como una evidencia inmediata, como una verdad demostrada o como un postulado necesario, quizá se les evitaría la importuna objeción.<br /><br /> El determinismo manifiesta una pretensión insostenible si se llama científico con el mismo derecho que las verdades experimentales. No hay nada científico, en el sentido estrecho y concreto, sino la observación de los fenómenos y de sus relaciones invariables. El determinismo puede pretenderse científico de una o de varias maneras: quizá pareciese a un Kant físico un postulado de la ciencia; además, las costumbres de la inteligencia, adquiridas por el cultivo de las ciencias, conducen a adherirse al determinismo. Pero ésta es la ciencia transportada fuera de su dominio legítimo, a la metafísica; es la ciencia que sobrepasa los conocimientos positivos actuales y, si no me engaño, los conocimientos positivos posibles. Todo me parece legítimo en metafísica, salvo la afirmación, o al menos (seamos generosos para los dogmáticos), salvo la afirmación exclusiva e intolerante, salvo la espantosa cantidad de negaciones contenidas en toda afirmación precisa. Es en este sentido que el positivismo es verdad. Desde que penetro en el ámbito metafísico, me encuentro en el ensueño y en la poesía. Puedo entrar en él por la puerta científica: una vez traspasada esta puerta, ya no hablo como sabio. Puedo entrar también, como Kant, por la puerta moral: cometo una falta si continúo afirmando.<br /><br /> La ciencia parece a algunos exigir el determinismo universal; otros creen que la ética exige la libertad. Pero el sabio de la ciencia no se siente obligado, antes de establecer una «ley» particular, a demostrar que todo obedece a «leyes». ¿Por qué el sabio de la vida estaría obligado, antes de hacer uso de su libertad, a demostrarla? Zenón de Elea, ¿cree, argumentando contra la posibilidad del movimiento, poder cortarle las piernas a Diógenes, que lo contradice caminando? Una teoría del libre albedrío no pertenece más a la sabiduría que una teoría del movimiento, la cual no es necesaria al hombre que anda, igual que la demostración del determinismo no es obligatoria para el físico. Ni física ni sabiduría penetran en el reino de las antinomias. No tengo el derecho de creer que refuto al sabio cuando le pido: «pruébame que no hay contingencia en el universo»; o que refuto al moralista cuando le exijo: «pruébame que hay libertad en ti». Acaso antes de dejarle demostrar su primer teorema, ¿exijo del geómetra que resuelva la antinomia del espacio infinito y del espacio finito? Acaso antes de permitir a la aritmética construir la doctrina de las fracciones, ¿exijo que me muestre cómo la divisibilidad hasta el infinito puede conciliarse con la existencia de los cuerpos?<br /><br /> En este libro, únicamente orientado hacia la sabiduría, y que precisamente se esfuerza por separarla de toda disciplina extraña, debería rechazar, negligente, la objeción determinista y negarme a toda meditación sobre el libre albedrío. Pero sucede que tales severidades metódicas me dañan en mis lecturas, como si fuesen torpes disculpas de avaro. Además, ¿por qué no he de concederme ocasionalmente la diversión y la sonrisa de algo de metafísica o de algo que se le parezca? Basta que yo sepa, cuando consiento en tales desvaríos, que me he alejado del camino y olvidado por un instante mi finalidad. Basta que estas meditaciones suplementarias no tengan influencia alguna sobre la construcción de mi sabiduría práctica.<br />Tales ensueños, aun cuando el sabio los toma en serio, no turban en absoluto sus investigaciones de sabio. Concedámonos un paseo de placer y de curiosidad. Visitemos un paraje histórico que el trabajo de los siglos y los continuos combates de los hombres quizá han hecho interesante. <br /><br /> Ciertamente no espero resolver el problema que nadie ha resuelto. Hasta estoy persuadido que ningún problema metafísico será nunca abandonado ni resuelto. Y creo haber percibido la causa.<br /> Sólo puedo dominar los fenómenos. Cuando trato, sonriendo, de imaginar lo que ocultan los velos de Isis; cuando persigo las fugitivas realidades que se ocultan acaso bajo la máscara fenomenal, no ignoro el juego a que me entrego. Ya no soy el cándido que se conforma con las lejanas apariencias y que, en cuanto cree percibir un reflejo, proclama su acto de fe. Los fantasmas que me parece distinguir por momentos en la brumosa región, los conozco en sus costumbres por muchas excursiones hechas precedentemente a su alrededor. La coquetería de estas sombras y de estas fosforescencias parece llamarme. Todo se borra y desvanece desde el momento que yo avanzo. Cuando yo he saltado para apoderarme de una sombra por sorpresa, se ha disipado como el humo ante mi salto. Cerca de otras, he pretendido encerrarlas entre mis brazos decepcionados, no hallando sino el vacío.<br /><br /> Ciertas soluciones metafísicas me acarician, un momento, con su agradable aliento; si me retardo cerca de ellas, me hielan; si trato de hacer una inspección o de penetrarlas, me golpeo a no sé qué muro invisible y frío.<br /><br /> Toda solución metafísica satisface ciertas de mis necesidades intelectuales, hiriendo a otras. ¿Es acaso porque el fondo de las cosas (pero, ¿en qué sentido existen las cosas y en qué sentido tienen un fondo?) no es más que hostilidad y contradicción? ¿Es acaso porque las ambiciosas exigencias mentales son ellas mismas contradictorias?<br /><br /> Tengo necesidades de unificación, de unión, de explicación, a las que adula el determinismo. Pero la necesidad, lógica también, que Aristóteles expresa con estas palabras: «Hay que detenerse», el determinismo la hiere. Al principio no puede haber determinación. Para que algo sea determinado, es necesario que una o varias fuerzas determinantes hayan preexistido. La lógica no permite concebir el principio como determinado. Me disgusta que el determinismo, que choca en mí con tantos otros sentimientos y que no promete más que satisfacciones lógicas, choque también contra una necesidad lógica.<br /><br /> Pero todo cambio, ¿no es acaso un comienzo? ¿Habría cambio si no hubiese nada nuevo, si el estado actual pudiese coincidir totalmente con el estado anterior? Nada nuevo con relación a la materia, no sé, pero lo acepto; esta idea encanta a algunas de mis tendencias. Lo nuevo terminante lo apruebo ciertamente. Y ¿por qué me ha de interesar menos la forma que la materia? ¿Por qué la estatua me ha de interesar menos que el mármol en la cantera? Si yo fuese exclusivamente determinista, si yo lo sacrificase todo a la necesidad lógica, a la necesidad de explicar totalmente el hoy y, por consiguiente, demostrar que no añade nada al ayer, tendría el valor de negar todo cambio y todo movimiento. Afirmaría con los eleáticos la unidad y la inmovilidad. Osaría este impulso desesperado de explicarlo todo hasta el punto de hacerlo todo inexplicable.<br /> La idea de principio es una idea humana, a la cual quizá nada corresponde en la evasiva realidad. Pero sucede lo mismo con las ideas de relación, de unidad, de explicación. No es innegable que el mundo sea una lógica en acción.<br /><br /> No puedo concebir nada, sino según ciertas formas que me constituyen. Estos rígidos moldes, ¿en qué medida deforman la realidad? No obstante las deformaciones, las más atrevidas, no consigo jamás hacer que la realidad quepa en todas mis formas, conciliarla con todas mis necesidades. Si tomo una decisión definitiva, me veo forzado a sacrificar una parte de mis necesidades intelectuales. Todo partido definitivo, en metafísica, equivale a consentir una o varias amputaciones.<br /><br /> Un hombre sincero, ¿se atrevería a pretender que existe una concepción adecuada a lo que llamamos causa? Cada uno comprende que se presenta mal la causa. En nuestro cansancio o nuestra impotencia que acaban por sufrir tal o cual concepción. O bien es el deseo de calmar, a costa de las demás necesidades, tal necesidad particularmente exigente y vocinglera. Mas, en cualquier hombre integro, la afirmación va acompañada de remordimientos y la definición resulta hiriente como un manojo de espinas. Sentimos demasiado bien que aceptamos como luz una tiniebla que sigue siendo irreductible.<br /><br /> La concepción de este otro hombre, que a falta de otra mejor, acepta una completa mecánica, lo hace determinista. Pero, ¿puede quedar satisfecho? ¿No es más vasto su espíritu que su doctrina? ¿Puede acaso dejar de comprender que hay en el mundo algo más que mecanismo?<br /><br /> ¿Qué existe fuera del mecanismo? No tendré la audacia de definir este residuo sobre el que la ciencia positiva acaso nunca consiga cierto dominio. Pero las tendencias de muchos se concretan en imaginar lo no mecánico, conforme a la imagen de la voluntad que sentimos o creemos sentir en nosotros. Metafísica exclusivamente lógica, el determinismo da una impresión de pobreza, decepciona mi tendencia a explicar el lado dinámico del microcosmos y del macrocosmos. La metafísica de la libertad, en todo psicológica, descuida ciertas necesidades lógicas. Subjetivamente, ninguna metafísica satisfará el conjunto de mis necesidades intelectuales.<br /><br /> Objetivamente, ¿qué es lo que más me engaña, mi lógica o el sentimiento interno de mi libertad? No lo sé, y no poseo ningún medio para indagarlo. ¿En qué proporción una de mis necesidades intelectuales o el conjunto de ellas corresponde a la profunda realidad? Tampoco lo sé, ni hallo el medio de saberlo.<br /><br /> Todo cuanto existe es un producto, afirma un determinista. Pero, en principio, si no quiero obedecer más que a estas necesidades lógicas que el determinista pone en evidencia, me percato que antes del primer producto, ha sido necesaria una cosa o quizá muchas cosas que no fueron productos. Cronológicamente, no sé; no tengo capacidad para esclarecer el intrincado problema de los orígenes. Pero, lógicamente, un producto supone antes de él alguna otra cosa.<br /><br /> Aun hoy mismo, ¿no es más que un producto un ser? Para afirmar o negar científicamente este determinismo absoluto, sería necesario poder agotar, por el análisis, a cada ser, a cada estado, a cada fenómeno, hasta llegar a conocer todas sus causas y todos sus componentes. Si el conjunto de causas explicase siempre sin residuo la totalidad del ser, del estado, del fenómeno; si los componentes se hallasen coexistentes antes de él; si ninguna posibilidad de novedad se hallase en su forma ni en su materia, se llegaría a afirmar el determinismo absoluto. Si, teniendo la certeza de conocer todas las causas, restase un residuo, entonces se negaría el determinismo absoluto.<br /><br /> Pero puesto que el ser diferente de los elementos a que se le reduce, ¿no habrá siempre un residuo? Aun si la materia pudiese ser agotada por este riguroso análisis, ¿no habría siempre en la forma una novedad irreductible?<br /><br /> Este análisis completo, en el que hubiera seguridad de no haber olvidado nada, ¿es posible siempre? ¿Es posible siquiera en un solo caso concreto? No lo creo. No quiero negar ni afirmar temerariamente, y me abstengo de hacerlo en absoluto.<br />Si puedo suspender mi juicio, mis actos de por sí tienen que afirmar o negar. Cuando hago una investigación científica, procedo con la misma confianza que si el determinismo fuese absoluto; me dedico a ella con tanto celo como si concibiese la posibilidad de una explicación completa. Son raros los sabios que no permiten a sus actitudes de investigadores y a las necesidades de su acción que influyan sobre ellos y les impongan una metafísica. Raros también los positivistas bastante prudentes y de vasta inteligencia para no dejarse arrastrar a la negación de lo que el método les hace descuidar. El sabio tiene razón de aceptar el determinismo como hipótesis de trabajo con una explicación completa y definitiva.<br /><br /> Cuando hago obra de arte, cuando modelo, según una ilusión de belleza, una materia exterior o mi propia plasticidad interna, acciono como si estuviese cierto de mi libertad.<br /><br /> No obstante la sinceridad más vigilante, nuestra manera de obrar tiene siempre alguna influencia sobre nuestro modo de pensar. A aquellos que piensan con bastante profundidad a fin de que su acción sea consciente, aceptan la responsabilidad de su conducta como una verdad objetiva, y eso a pesar de las protestas que puede hacerles la prudencia. Tal actitud puede ser una derrota, tanto más difícil de evitar cuanto más victorias obtenga nuestra acción. El hombre, cuya actividad es de orden científico, escapa difícilmente al determinismo. El artista y el moralista tienden, al contrario, a afirmar la libertad. Me parece, empero, que pronto he de encontrar curiosas excepciones, cuando vuelva a ocuparme de sabios y de semisabios.<br /><br /> La lógica científica es muy prudente mientras es posible la observación, multiplica a cada paso las comprobaciones, porque cada paso lejos del hecho la torna más incierta y engañosa, y manifiesta, desde que el sabio se ocupa de metafísica, la más divertida intrepidez. Solamente un cura es tan insolente y ridículamente dogmático como el sabio que se sale de la ciencia. Muchos osan afirmar como un hecho el determinismo absoluto, sin percatarse siquiera de que su conclusión sobrepasa infinitamente los resultados de los hechos.<br /><br /> Los únicos argumentos sólidos que los deterministas tienen a su servicio son de orden negativo. Se muestra que las apariencias nos engañan frecuentemente y que, por consiguiente, el sentimiento que poseemos de nuestra libertad puede engañarnos. Legítima conclusión. Pero no puede llegarse a probar que este sentimiento nos engaña en efecto. Se me da la más útil lección de prudencia, mas no sería inútil que quien la da la aprovechase para sí mismo. Fuera de mis acciones, nada consigue hacerme retroceder ante la necesidad de afirmar o de negar y todo me impide afirmar o negar.<br /><br /> A ciertas profundidades ya no sé si la palabra libertad conserva todavía una significación. En una región menos tenebrosa o menos deslumbrante, en ese país de la distinta diversidad en el que todo no huye de mi comprensión, cada palabra tiene un sentido, aun el término más relativo, aun la palabra «activo» o la palabra «pasivo».<br /><br /> Un tigre me devora. Cierto, alguna pasividad se mezcla a su actividad, como también en mi pasividad se podrá hallar una especie de actividad. La naturaleza del alimento que se asimila tiene sobre él alguna influencia. No obstante, me parece que el tigre tiene algo más de influencia sobre el alimento y no creo que, ni aun digeriendo al mismo Buda, llegase a humanizarse. Cuando el tigre me devora, entonces el espectador tiene el derecho de decir rotundamente, olvidando las influencias secundarias, que el tigre es el activo y yo el pasivo.<br /><br /> El alimento que yo tomo tiene una influencia sobre mí. Salvo en el caso que me envenene, yo tengo más influencia sobre él; yo lo transformo más que él me transforma; yo lo asimilo y yo no soy asimilado.<br /><br /> De modo más interesante que somos materia, el tigre y yo somos dos formas y, de cualquier manera que se quiera comprenderlo, dos potencias que, para mantener sus formas respectivas, luchan contra determinismos exteriores.<br /><br /> También en mí hay algo que por analogía denomino materia y forma, algo que sin analogía llamo fuerza o actividad y que es acaso para mí el tipo primero de todo lo que denomino fuerza y actividad.<br />He aquí la guerra, el tigre. El tigre devora en parte a Anatole France, devora totalmente a Juan Richepin y algunos otros. Anatole France ya no subsiste entero, porque ya no se caracteriza por cierta libertad activa y por un elegante desdén hacia los «arrastra sables». Los últimos restos del Richepin mordaz desaparecen en el estómago del monstruo. Como contraste existe el antiguo R. Rolland: su pensamiento ha absorbido la guerra sin que él haya sido deformado; esta materia ha tomado su forma invariable; ha devorado al tigre en lugar de dejarse devorar por él y no ha sufrido envenenamiento.<br /><br /> En esta circunstancia, Rolland siguió siendo un hombre libre, una conciencia libre y una palabra libre. En cambio Richepin o France han sido influenciados como esclavos o, más serviles todavía, como soldados.<br /><br /> Siento que soy más libre en pleno aire que en la cárcel; más libre en una prisión moderna que en la mazmorra con la argolla al cuello y con grilletes en pies y manos. Me siento más libre en estado de salud que en estado de enfermedad; cuando poseo un conocimiento que cuando me siento ignorante; cuando tengo sangre fría que cuando estoy bajo la influencia de una crisis de pasión. Libertades relativas, ¿quién lo niega?... Fuera de la metafísica todo es relativo. Es acaso porque la metafísica pretende apoderarse de lo absoluto que nos muestra siempre huídas y desapariciones de fantasmas.<br /><br /> No confundamos nunca las preciosas verdades relativas de la ciencia o de la práctica con las ambiciosas y escurridizas pretensiones de absoluto de la metafísica.<br /><br /> En un sentido, los actos de Fidias son más libres y alegres que los del aprendiz. En otro sentido, se pretende que ambos están igualmente determinados. ¿Impide esto que el mármol trabajado por Fidias tenga otro valor que el que sale de las torpes manos del principiante? Fidias está mejor dirigida por el alado porvenir; el aprendiz está mejor dirigido y retardado por el grave pasado. Poder determinarme en vez de ser determinado, obedecer a consideraciones de ideas y de porvenir en lugar de ser mecánicamente accionado por el pasado, es quizá esto la que a veces yo llamo libertad.<br /><br /> ¡Cómo algunas teorías deterministas gustan presentarse en formas feas! Y es que el determinismo, al explicar lo más por lo menos, disminuye quizá lo que explica; explicando lo superior por lo inferior, rebaja acaso lo superior. Teniendo sobre la materia más fácil dominio, descuida con frecuencia la forma o se aplica a hacer de ella un producto de la materia. ¿No sería esta un defecto de toda explicación científica o seudo científica? Conducir lo complejo a lo simple. Pero, ¿es que lo complejo podrá hacerse simple sin perder nada en el cambio?...<br /><br /> El individuo presenta, según los lógicos, caracteres en número infinito, inacabable, que se oponen a toda definición del mismo. Pero el individuo sólo tiene una realidad concreta. Una fórmula general no se aplica en rigor a nada. Cada vez que, por la facilidad de la palabra o de la industria, la aplicamos, salvemos nuestro ademán filosófico recordando que ella no puede expresarlo todo y que cada objeto concreto la sobrepasa. Cuanto más sencilla es una explicación, más regocija a ciertos de mis deseos intelectuales: más se aparta también de la rica complejidad de lo que es. Explicar al hombre por la biología; al viviente por la química; la química por la mecánica: inevitable tendencia científica. Resultados interesantes, puesto que dilucidan una parte de los fenómenos químicos, una parte de las sucesos de la vida, una parte de la historia humana. Escándalo filosófico, si se olvida que siempre existe un residuo. Explicar, como algunos lo entienden, es suprimir. Explicar, es aproximar una cosa a otra. Pero una cosa no esta la otra y nada queda completamente explicado. Lo que yo explico y suprimo en mí no es explicado ni suprimido fuera de mí.<br /><br /> ¿No es Octavio Mirbeau quien cree explicar a Platón comprobando que los pensamientos del filósofo dependen de su intestino y que si Platón no exonerase su vientre?...<br /><br /> Indudablemente, el intestino influye sobre el cerebro en cierta proporción que ignoramos. En una medida, que también ignoramos, el cerebro dirige al intestino: Flaubert, mientras describía el envenenamiento de Madame Bovary, sentía síntomas de envenenamiento. No obstante, Mirbeau; quizá hubiese tenido gran dificultad para deducir del pensamiento y del estilo de «Los Diálogos» el estado de los intestinos de Platón. ¿Creía también este Mirbeau, genial por la pasión y por la potencia verbal, pero de pensamiento algo tosco y cándido, que todos los intestinos estreñidos concuerdan con cerebros potentes o con cerebros inferiores? Me agradaría, como un excelente humorista, el médico que viese en esto una ocasión feliz de aplicar el método de las variaciones concomitantes.<br /><br /> Podemos afirmar un determinismo relativo. Tal detalle de estilo se explicará por el estado físico del escritor. Esto podrá interesarme, pero jamás me procurará lo más interesante. Supongo que las explicaciones groseras dejarán un residuo tanto más rico cuanto más genial o aun talentoso sea el escritor que se pretenda explicar. ¿No será el genio una forma espontánea de la libertad y el talento una liberación? Platón va al excusado, como Joffre o Hindenburg. Séame permitido preferir la Academia de Platón a la Academia llamada francesa, aún después que «nuestro Joffre» forma parte de ella, y de releer el Banquete con más placer que los comunicados de guerra.<br /><br /> Que el sabio, puesto que su oficio es el de explicar, busque heroicamente como si todo fuese explicable y como si el determinismo fuese la verdad total. Si quiere dar a su pensamiento gracia y agilidad, que olvide, fuera del laboratorio, esta pesada necesidad de su labor. Al mismo tiempo que se lava las manos, que se purgue el cerebro. Inclinado sobre las redomas mal olientes, ensimismado en las reacciones que estudia, el químico olvida acaso las flores y los pájaros. Permítanos que nosotros no neguemos estas bellezas.<br /><br /> Que sepa bien, sobre todo, que sus análisis no tocan más que la materia; no me enseñan nada o casi nada sobre la forma. Ellos dan los mismos resultados cuando se aplican a la más deleznable de las mamarrachadas que cuando se dirigen al más emocionante de los cuadros. Las piedras de Notre-Dame son las mismas para la ciencia que las de una cabaña. Los sabios me permitirán quizá, a pesar de sus preciados análisis, que no confunda la obra maestra con la trivial construcción. A las mismas letras del alfabeto se reducen científicamente la misiva del ignorante, el folletín de Montépin, la «Tentación de San Antonio», de Gustavo Flaubert, y la «Guerra del Fuego», de J. H. Rosny. Encuentro, empero, en éstas, algo que no se halla en las elementales labores del folletinista. Si la ciencia ignora este algo es porque ella se torna la verdadera ciega cuando se trata de lo realmente interesante.<br /><br /> Pero intentemos volver a la ética.<br /><br /> Curiosa observación: mientras la indulgencia epicúrea se asocia a una doctrina del libre albedrío, los estoicos, más rigurosos y que exigen más de la voluntad, son deterministas. Spinoza, que titula Ética su obra capital, es determinista. Los ascéticos jansenistas conceden mucho a la gracia, es decir, a una potencia extraña y, por consiguiente, a un determinismo. Mas, ¿no le conceden todo en detalle y en conjunto? ¿Puesto que nunca, según ellas, es posible ningún buen pensamiento, sin la ayuda de la gracia; puesto que, mientras dios no nos determina al bien, la maldad de nuestra naturaleza nos determina necesariamente al mal; puesto que cada uno de nosotros está predestinado a la salvación o a la condenación? Los jesuitas, más blandos, hacen más concesiones a la libertad. Kant, el severo, es determinista mientras trata de la vida que conocemos y del mundo de los fenómenos; relega la libertad al reino brumoso de los númenes y antes de nuestro nacimiento. Prácticamente esto equivale a suprimirla. Así, históricamente las doctrinas deterministas coexisten frecuentemente en una misma mente con la preocupación de reglamentar la conducta.<br /><br /> Si se reflexiona, no más se extrañará uno de esto que de ver las afirmaciones deterministas unidas con las preocupaciones científicas en el mismo hombre. Observando de cerca, no es sólo necesaria la libertad a la sabiduría, sino también el determinismo; no es sólo el determinismo necesario a la investigación científica, sino también la libertad.<br /><br /> Si no creyese que su pensamiento y su deseo determinan sus actos, el sabio, ¿intentaría dirigir su pensamiento y purificar sus deseos? Si yo no creyese que mi acción de hoy crea una pendiente que contribuirá a determinar mis acciones futuras, perdería quizá mi mejor razón de velar sobre mi acción de hoy. Estudiando la sabiduría, aplicándome a traducirla en mi conducta, adhiero al mismo tiempo a la libertad y al determinismo.<br /><br /> Aplicándose en sus investigaciones, el sabio hace también - sospechando de uno pero no del otro - las dos adhesiones que le parecen contradictorias. Si creyese eficazmente no poseer poder alguno sobre sus actos y sobre sus pensamientos, no se esforzaría en ordenar sus pensamientos, no dirigiría sus actos a la realización de tal o cual experiencia. La contradicción que se quiere encontrar en la actividad ética se encuentra, en el mismo grado, en toda actividad teleológica. Y ella no impide ninguna actividad teleológica, ni la ciencia, ni el arte ni la sabiduría. El sabio determinista afirma que su pensamiento actual está determinado por el estado inmediatamente anterior de su cerebro y quizá de todo su cuerpo y aun del universo. Esta convicción no lo conduce a hacer dejación de su pensamiento al azar. Se esfuerza por establecer directamente, entre su pensamiento del momento y su pensamiento anteriormente inmediato, una relación lógica.<br /><br /> En cierto grado hace triunfar al determinismo lógico sobre el conjunto de los determinismos inferiores. Y todo determinismo lógico, como todo determinismo teleológica es, comparado con los determinismos materiales, una forma de la voluntad y de la libertad. Más potente será una demostración del determinismo cuanto más contenga esfuerzo eficaz y libertad.<br /><br /> Yo sé que hay una relación entre cada uno de mis actos y el estado general de mi ser. Pero esta relación tiene, sin duda, alguna elasticidad, puesto que me esfuerzo, algunas veces con éxito, por establecer una relación armoniosa en la serie de mis acciones y por hacer de mi conducta una curva graciosa. En cierto grado, hago triunfar el determinismo de sabiduría sobre los determinismos inferiores. Y la victoria de mi razón en mis acciones es precisamente lo que denomino libertad.<br /><br /> No obstante vuestro determinismo, dais a vuestra inteligencia una educación científica, ¿por qué mi determinismo me había de impedir dar a mi carácter una educación estoica? El escultor ante su mármol, no piensa que cada una de sus acciones está determinada por el estado de sus órganos y por el estado del universo; determina teleológicamente sus cinceladuras por la idea de una belleza realizable. El químico no hace objeción a que la dirección de su mirada esté determinada fisiológicamente; él dirige su vista al globo donde se efectúa la reacción que quiere estudiar. Pero el químico y el escultor dejarán de sentirse libres si algún grosero determinismo llega a oponerse a su esfuerzo armonioso.<br /><br /> El determinismo es una objeción molesta para el moralista que sustenta su moral sobre una metafísica. ¿Es quizá menos molesta esta objeción para el sabio que mezcla impensadamente ciencia y metafísica? ¿No debería, en nombre de su determinismo intolerante, condenar toda actividad teleológica, su esfuerzo hacia el conocimiento tanto como mi esfuerzo hacia la sabiduría?<br /><br /> En realidad, ni el docto, ni el artista, ni el sabio tienen que resolver dificultades que son exclusivamente metafísicas, las cuales no les impiden realizar el conocimiento positivo, la belleza ética o la belleza estética. Prueban el movimiento andando y es la única respuesta que merecen de ellos las sutilezas de Zenón de Elea. Que los señores metafísicos se arreglen como puedan con las contradicciones que el análisis descubre en las profundidades de toda realidad.<br /><br /> Así, pues, que sea determinista o partidario del libre albedrío; que se busque una fórmula amplia en la que determinismo y libertad parezcan acordarse en lugar de parecer combatirse; que parezca la cuestión frívola y sin interés, poco importa fuera de la metafísica. Ninguna opinión metafísica impide al arquitecto construir la casa en su mente y sobre el papel, ni prohíbe tampoco al albañil edificar en el terreno concreto. Ninguna opinión metafísica impide al matemático coordinar un grupo de pensamientos en una demostración y un grupo de demostraciones en una ciencia. Ninguna opinión metafísica obstaculiza al artista su esfuerzo hacia la armonía de las líneas, de los colores o de las frases. Ninguna opinión metafísica impedirá al sabio hacer armoniosa la continuación de sus actos.<br />*<br />**<br /> El hombre ha dicho al universo o a dios:<br /> - Te amo, unidad superior a mí, y quiero perderme en tí.<br /><br /> Ni el universo ni dios han contestado. Porque quizá dios no existe ni el universo en el sentido humano. En todo caso, ambos son mudos. Pero las cosas existen y lo que llamamos las apariencias encierran quizá toda la realidad. Ellas son las que hablan. Sus palabras son diversas y discordes. El hombre las unifica y las traduce según su temperamento.<br /><br /> Traduciendo en una sola voz las diversas voces discordes, ha creído que dios le decía:<br /><br /> - Si te quieres unir a mí, abandóname todo poder... O ha creído que el universo le decía:<br /><br /> - Abandóname todo poder si quieres unirte a mí. <br /><br /> Existe deseo de sacrificio en la piedad religiosa como en la piedad científica. El hombre ha sacrificado su libertad para unirse a uno u otro fantasma. Y el hombre ha creído satisfacer su sed de unidad superior a él. Y el hombre no ha sabido siempre que su sed de unidad superior a él es una sed de servidumbre.<br /><br /> Yo no abrazo exclusiva y definitivamente ni a un dios ni a un universo. Poseo un harén numeroso y no sacrifico mi querer a ninguna de mis esposas. Me regodeo con todas las fantasmagorías de todas las divinidades. Sobre cada fantasma de universo imprimo un beso rápido. Pero poseo sin ser poseído. Y gozo de mis gozosos incestos. Cada divinidad o cada unidad a quien me uno es, lo sé, un súcubo nacido de mí mismo. En la penumbra amorosa del ensueño yo río del cosquilleo de las voluptuosidades cambiantes. Pero, en cuanto enciendo mi lámpara para la acción, os rechazo a todas con el mismo estruendo de mi risa, ¡oh, mis inconstantes amantes! En mis brazos, como en los del fantasma Júpiter, Juno sigue siendo una nube. Y mis besos metafísicos, comprendo que son estériles. Si se llega a la imprudencia de fecundar una divinidad o un universo, las vástagos que se producen, tampoco lo ignoro, son las más peligrosas semibestias. ¡Nube, mi beso que juega te condensa o te dispersa; su entusiasmo no se entretiene nunca bastante ni adquiere suficiente seriedad para permitirte que lances sobre la tierra de la acción los nefastos centauros!...<br /><br />7.- LOS LIMITES DE LA SABIDURÍA<br /><br /> La justa dignidad del sabio no permite a las expresiones voluntarias de su relación que devoren su propia espontaneidad y que turben su ritmo; la equitativa modestia que lo anima le impide molestar a las voluntades de los demás; intenta quizá aclarar conceptos, pero nunca imponerlos. Así, la sabiduría defiende su posición contra las invasiones de otras tendencias disciplinarias y se guarda de pretender asaltar otras ideologías.<br /><br /> Entre las enfáticas locuras de las morales, una de las más desagradables es su necesidad de inundarlo todo. Reclaman para ellas todo el respeto, siendo incapaces de todo respeto. No se detienen ante actividad alguna desinteresada y, sin temor de deformarlas, exigen que el arte y la ciencia se les sometan. Pretensión vocinglera que confiesa, para cualquiera que tenga oídos, cuan grande inmoralidad es el fondo mismo de toda moral dominista o servilista. La áspera desconfianza del dueño no admite que nada escape a su autoridad. La cobardía del servil reclama por doquier reglas y balaustradas donde apoyarse; su temperamento perezoso extiende a todas las cosas lo que Nietzsche denominó irónicamente «la ciencia del buen sueño».<br /><br /> Tanto como la sumisión a una metafísica o a una sociología es mortal para la ética, tanto la obediencia a una moral envenena la ciencia o el arte. El artista, en la realización de su obra, el docto, en sus investigaciones, no tiene que preocuparse de predicar o de confirmar una doctrina. El investigador observa los hechos y sus relaciones como tal investigador. Su función no es otra. Inquietándose por justificar una moral, una política, una religión o una cosmología aprendidas, se deja de ser docto para convertirse en abogado o, como se dice en el país del peor servilismo, apologista. Ya no se es un descubridor de verdades, sino un inventor de argumentos. Y, en verdad, yo no sé que dios que quiere que uno sea vencedor inspira a tales razonadores una mala fe tanto más profunda cuanto que, permaneciendo por lo general inconsciente, engaña al que habla antes de engañar a los que él habla. La verdadera sinceridad científica es indiferente a la naturaleza del resultado: el docto quiere de cualquier modo la verdad; no es exclusivista, es decir, no prefiere esta verdad a la otra, ni quiere que la verdad sirva a eso más que a esto. No se puede investigar sin determinar un lugar; por eso el científico se deja guiar por hipótesis; pero acepta lo que desbarata sus previsiones tan animado como cuando acoge también lo que las confirma.<br /><br /> Seguramente, el científico puede desear para sí mismo la belleza ética. ¿No posee ya en sí admirables elementos: sinceridad, desprendimiento, gozosa indiferencia ante las persecuciones de los demás, ya que ellas no bastan para encolerizarlo y condenar las investigaciones de sus contemporáneos adversos? Interrogar directamente a la naturaleza conduce siempre a despreciar o combatir alguna teoría dominante, y así uno se hace implacables enemigas de los que viven de esta teoría. El verdadero sabio solivianta contra su tranquila osadía a todos los parásitos de la ciencia, a todos los que, siendo charlatanes de iglesia, de universidad y de academia, se sirven de ella en vez de servirla.<br /><br /> El hombre es una armonía. Procura conservar su belleza equilibrada y no se entrega, sin algo de noble reserva, ni aún a la más noble de las pasiones. El verdadero sabio no permite a su inteligencia que destruya su sensibilidad. Sacrificar una de sus potencias es desequilibrar y a la larga, aminorar las demás. Sabio y artista son adjetivos ante los cuales me gusta sobrentender el substantivo hombre. Para el hombre verdadero no existe fin que justifique los medios inhumanos. Puedo inmolar mis intereses, mi salud, hasta mi vida, a un fin que me parece superior. La más bella divinidad y la más abstracta se hace innoble si se atreve a reclamarme lo que no me pertenece, y se convierte en ídolo repugnante. La vida, aun la más humilde y elemental, merece mi respeto y no consiento en crear voluntariamente el sufrimiento. ¿Puede ser un sabio el vivisector?... ¿Qué bajo instinto lo lleva a esta falta de método de pedir a las perturbaciones de la agonía los secretos de la vida armoniosa? Sádico más o menos consciente, su curiosidad de mujerzuela no le ha procurado y no podía procurarle más que errores. Y si no invocase falsamente no sé que clase de utilidad humana con sus crueldades, yo no hallaría palabras suficientes de desprecio para él y me alejaría de sus disculpas como de un espectáculo demasiado horripilante. ¿Preciso decir que la utilidad es el fin de la industria y no de la ciencia?... Comprobaré sobre todo que el respeto de la sensibilidad humana es mil veces más útil que los dudosos descubrimientos obtenidos por tales medios. Salvar la vida de algunos hombres destruyendo en el hombre el respeto de la vida ,y la compasión equivaldría a arrojar un tesoro para recoger una pieza de cobre oxidada. Suponiendo, lo que no creo, que algún vivisector me haya procurado alguna ridícula ventaja, yo no dejaría de compararlo al cocinero que, para hacerlo más sabroso al paladar de algún innoble glotón, hace cocer vivo al crustáceo. A precio semejante yo no quiero ni el placer ni el alivio de mis dolores.<br /><br /> El artista, cuyo fin no es únicamente realizar su ilusión de belleza, deja de serlo en la medida de sus preocupaciones exteriores. Frecuentemente el presunto artista que se engríe de moralidad o de inmoralidad se vuelve por completo hacia su interés personal y material. Es un comerciante que fabrica tal artículo para tal clientela, o es un político que quiere agradar a ciertos detentadores de empleos y honores. Un vendedor de sonrisas y un prostituído.<br /><br /> El sabio puede esperar que sus esfuerzos ayudarán al progreso moral y pensar que toda verdad descubierta es un bien. Que haya o no candidez en tales esperanzas, ellas no le molestarán, si su método, exclusivamente científico, no sufre la presión de ninguna doctrina definida. Las opiniones morales o religiosas son perturbadoras y deben abandonarse a la puerta del laboratorio. Muchachas indiscretas, a quienes si se les permite la entrada, dificultan el trabajo, mezclan el prejuicio a la investigación y falsean todas las conclusiones.<br /><br /> El artista puede aplicarse a levantar a un héroe o a un sabio. Pero lo que él ama, como artista, más que el heroísmo o la sabiduría, san las radiaciones y el despliegue de voluntad que los acompañan, son los medios exteriores que hacen sensibles estas luces internas. Cerca del ser noble hará frecuentemente levantarse a un ser infame, y, si lo consigue de verdad, viviente y profundo, habrá realizado dos bellezas en lugar de una.<br /><br /> Existen filósofos entre algunos grandes artistas. Verdades libertadoras soportan tal tragedia de Esquilo o de Sófocles, igual que tal fábula de La Fontaine o tal drama de Ibsen. Pero si el poeta, preocupado de hacer triunfar teóricamente los personajes que le son gratos, presta a sus adversarios menos fuerza elocuente, cesa también de hacer obra de arte. Cae todavía más bajo y cuan ridículamente si, confundiendo todas las órdenes y todos los valores, da la victoria material a los personajes «simpáticos» y se dedica, como suele decirse, a «castigar el vicio y a recompensar la virtud».<br /><br /> Cuando la inquietud filosófica, sin turbar la arquitectura general de la obra o de un carácter, pone en la dicción una especie de temblor sonoro y profundo, extiende sobre la obra la belleza y la emoción de una luz. En cuanto dirige la construcción esa inquietud, deja de existir, propiamente hablando, la obra de arte; habrá obra doctrinaria, en la que cierta poesía puede hallar su sitio; pero la poesía misma no será tal, sino más bien elocuencia o ingeniosidad.<br /><br /> Porque se puede poner mucho arte en un trabajo que no es únicamente creador, desinterés y obra de arte. Los «Diálogos» de Platón son el primer ejemplo que se presenta. Pero el poeta, en Platón, continúa siendo el servidor del filósofo. (Y sin duda, el servidor más fiel, nos impone, en detalle, algo de su carácter y de su voluntad.) En Sófocles, aun en esta «Antígona» donde hay derecho de saludar a una obra maestra del individualismo, el filósofo continúa siendo la ayuda y el amigo del poeta, no su amo. Cuando acordamos a Platón el título de poeta, el término no guarda ya el sentido pleno que le hace tan magníficamente sonoro cuando se trata de Sófocles o de Racine. Platón lo sabía y quemó sus tragedias. Los amplios ritmos y las grandes imágenes de Bossuet nos transportan, pero a condición de que olvidemos lo que quieren decir y a donde quieren conducirnos. La imaginación de Bossuet no es una reina; es bella, como, en Homero, cierta «sirvienta de brazos blancos». Miramos el brillo de los brazos y su movimiento de armonía; olvidamos el trabajo servil y la baja obediencia que dirigen sus movimientos.<br /><br /> Me hallo tentado de desear por doquiera la alianza de la poesía ,y de la filosofía, de la gracia y de la profundidad. Pero la poesía del filósofo y la filosofía del poeta deben proceder de mayor profundidad que la voluntad consciente. Son, pues, riquezas y libertades, no restricciones y cadenas. Que jamás, sobre todo, el poeta se haga el servidor de una doctrina que no asciende de él mismo, que otros hombres le han enseñado, porque así llegaría a convertirse en una torpeza ,y acabaría en la nulidad.<br /><br /> La ciencia y el arte son liberaciones. Mientras busca la verdad, el sabio olvida a los hombres, sus prejuicios y sus deseos; olvida hasta a los peores enemigos de la ciencia, ciencia oficial, charlatanería de las cátedras, mentiras rutinarias de las academias. Igualmente el artista, mientras realiza su obra, olvida espontáneamente la moda del día y de cuantas trivialidades tienen sed los populachos de arriba y de abajo, los populachos de refractarios y su servil intermedio de policías. También la. sabiduría es un método de liberación: el esfuerzo de modelar su propia vida según la belleza, en vez de dejarla modelar según la fantasía próxima. La considero como un arte o como algo muy próximo al arte. Su carácter diferencial es armónico, porque el artista y la obra forman unidad. La obra maestra de Epicteto no se llama el «Manual», se llama Epicteto; la obra maestra de Spinoza es, más que la «Ética», Spinoza mismo.<br /><br /> El arte y la ciencia verdaderamente desinteresados son sabidurías parciales. No tienen que preocuparse de moral, puesto que son superiores a todas las morales que quisieran esclavizarlos. El sabio, que llevase a todos los actos de su vida la sinceridad, el desinterés y el valor científica, sería un héroe. No sería menos el artista que no amase más que la belleza y cuyos actos, tanto en la conducta cotidiana como en el arte, buscasen sólo la armonía.<br /><br /> Me considero feliz de no ser el primero en comprender la necesidad de contener la ética. He citado el término despectivo de Luis Ménard contra aquellos que quieren «moralizar la belleza o la verdad». No obstante las preocupaciones científicas que, a mi juicio, dañan su «Ensayo de una moral sin obligación ni sanción», me placen en J M Guyau algunas declaraciones análogas. Entre otras, ésta casi al comienzo del libro:<br /><br /> «No se desquicia la verdad de una ciencia, por ejemplo, de la moral, mostrando que su objeto como ciencia es restringido. Al contrario, restringir una ciencia es frecuentemente darle mayor carácter de certidumbre: la química no es más que una alquimia restringida a los hechos observables. Asimismo creemos que la moral puramente científica debe abstenerse de querer abarcarlo todo y, lejos de pretender exagerar la extensión de su dominio, debe trabajar por sí misma para limitarla.»<br /><br /> Para someter al arte y a la ciencia, las infames morales, que son procedimientos de servidumbre, destruyen cuanto pueden de la ciencia y del arte. Persiguen a Galileo o a Baudelaire. La sabiduría subjetivista se guarda bien de inmiscuirse en la actividad desinteresada. Tiene además otra modestia que extrañará a los moralistas: da consejos y no órdenes.<br /><br /> Es un lugar común, aun fuera del kantismo, que la moral se distingue de cualquier otra disciplina en lo que sus mandamientos tienen de autoridad particular. La obligación, para el moralista vulgar, hace parte de la misma definición de la moral. Por doquiera, no hay más que imperativos hipotéticos; aquí no habrá sino imperativos categóricos. ¡Cuán artificial me parece la diferencia!<br /><br /> El imperativo moral no es categórico de hecho, puesto que se desobedece. Que Kant hambriento y sin dinero pase delante de un puesta de pan sin vigilancia y escuchará dos imperativos. «Toma ese pan y come». «No toques un bien<br />ajeno». ¿Tengo acaso la seguridad de que el segundo sea más categórico para todos los hambrientos? El imperativo moral es, en realidad, hipotético, exactamente como todos los demás. Hasta la hipótesis, o al menos su fórmula, variará singularmente con los individuos. En el ejemplo elegido, los dos imperativos deben traducirse: «Si no quieres morir toma ese pan y come». «Si quieres continuar siendo honrado, respeta el bien ajeno». Y es verdad que la hipótesis permanece con frecuencia sobreentendida. Pero no es esto un privilegio y la hipótesis del imperativo no queda oculta. El hambre dice también muy sencillamente: «Debes comer» o «Es preciso que comas», a más bien, «Come, come».<br /><br /> He elegido un ejemplo que, grave ante un juicio de Kant, parecerá ridículo a algunos otros. Kant, una vez que haya establecido su doctrina, se abstendrá de agarrar el pan. Pero si el problema concreto se hubiese planteado antes que la doctrina, ¿qué sucedería?... En todo caso, para el hombre ordinario, no sólo el imperativo «Come» será el más categórico, sino que quizá la moral merezca aquí el epíteto de mala consejera.<br /><br /> Personalmente, ¿tomaría yo el pan?<br /><br /> Difícil dilema. No consigo crear una hipótesis suficientemente concreta y urgente. No consigo imaginarme cualquiera otra salida cerrada. Supongamos, no obstante - la cual no sucede más que en los dilemas artificiales - que el dilema sea absoluto: tomar el pan o morir.<br /><br /> ¿Qué haré en tal caso?<br /><br /> Sinceramente, lo ignoro. Eso dependerá de la fuerza de imaginación en ese momento. Hoy, yo me represento con sonriente malicia, el descubrimiento de un gordo mercachifle que halla su puesto aligerado. En seguida me pongo serio. Este bruto va a sospechar de alguien y a tender un lazo a algún inocente. Y los inocentes están hechos para dejarse caer en el lazo. ¿Qué querellas, qué errores judiciales, qué dramas pueden salir de mi feliz hurto? Decididamente retrocedo ante este resorte de posibles maleficios y me digo: Este pan no depende de mí y me es indiferente.<br /><br /> Mas he aquí que hoy no tengo hambre o que puedo comprar mi alimento. «Estómago hambriento no tiene oídos». ¿Tiene siquiera imaginación para otra cosa que no sea su pronta satisfacción?<br /><br /> Y bien, no. Yo no hallé la solución capaz de satisfacerme. Y no obstante es tan sencilla. No la hallé porque, como casi todos los problemas de casuística, éste es artificial y está mal planteado. Acepté cándidamente la alternativa de abstenerme o de hurtar en secreto. Los dos procedimientos son absurdos.<br /><br /> Lo que me sería mil veces más indiferente que el pan y mi vida, es la ley positiva y la presunta ley moral, los dos odiosos y ridículos imperativos. Tomaré el pan por necesidad física y también por manifestar mi desprecio del artificio legal y de la mentira moral. Tranquilamente - insolentemente, dirán los imbéciles - lo comeré sentado en la entrada misma de la panadería. Y esperaré sonriente las locas consecuencias que la sociedad sacará de mi acto de sabiduría.<br /><br /> Imperativo categórico, deber, ¡ah! los términos grotescos... ¿A quién debo el presunto deber? ¿Dónde se halla el acreedor de quien soy deudor y qué bien me tiene hecho para tener el derecho de hacerme tanto mal? ¿Es a mí mismo a quien deberé? ¿Es a mí mismo a quien mandaré brutalmente, como un cabo de cuartel o como un amo de esclavos?... ¡Oh!, entonces me devuelvo la deuda sonriendo.<br /><br /> En nombre de mi propia dicha, no puedo más que aconsejarme y persuadirme. Mas cualquier otro fin me atañe mucho menos y, si no soy un loco, tiene menos autoridad sobre mí.<br /><br /> Además, ¿qué otro fin? ¿La dicha ajena? Sin duda, sin duda. Yo le atribuyo el mismo valor que acuerdo a la mía propia. La simpatía no puede ir más lejos y no hay razón para que me prefiera a cualquier otro. Y sé muy bien que puedo para otro menos que para mí, que arriesga engañarme más para él que para mí. El consejo es más hipotético que hace un instante; se apoya sobre un mundo de suposiciones. Que con acento campanudo y tuteándome venga a decirme: «Tú debes», y me hará reír. Soy de esos que ríen frecuentemente leyendo los libros filosóficos. Aun si son una de mis lecturas ordinarias, es porque soy amigo de la alegría, pero no de la alegría demasiado bulliciosa: abro muy poco las obras de teología.<br /><br /> ¿Fines más generales que la dicha de un hombre? Sí, sí. Mas mi potencia a mi inteligencia se diluyen en ellos. No logro lo que quiero y me perdono porque no sé ya lo que hago. Además, por universal que se suponga un fin, en cuanto, como un generoso canal de irrigación, no se divide en numerosos brazos y en bienes individuales, se torna quimera y mueca.<br /><br /> Cuando es casi seguro que quiero realizar la hipótesis, el imperativo toma una apariencia categórica. El enfermo se considera que quiere curarse; los consejos del médico se llaman, como las antiguas leyes reales, ordenanzas. Un profesor de dibujo, de baile o de billar, porque la voluntad del alumno se supone conforme a la dirección que se le da, pone en sus consejos la forma de los más apodícticos preceptos. Las reglas de la aritmética toman un acento tan imperativo como las reglas morales. Porque no se supone que yo desee hacer operaciones inexactas. Cuando un comerciante se halla resuelto a engañarme por un falso cálculo, las reglas éticas no le turban más que las reglas matemáticas; ultraja a unas y otras, pero su ficción las deja tan intactas a unas como a otras. En el misma sentido en que me siento obligado a respetar a mi vecino me considero también obligado a hacer operaciones exactas, o justas. El remordimiento moral es una inquietud sin gran originalidad, bastante parecida a la que experimenta el matemático cuando ha hecho un cálculo erróneo, o el mundano, si ve bruscamente en un salón, que se olvidó de abrochar su bragueta, o el artista, que descubre en su obra un rasgo inarmónico, o el sabio que reconoce en su método de observación una grave causa de error.<br /><br /> E1 moralista encuentra monstruosa la inmoralidad; el sabio también halla monstruosa la indiferencia a la verdad y el artista la indiferencia a la belleza. En realidad, son ellos los tres bellos monstruos y el común de los mortales se deja conducir a pasiones algo más groseras y, reales o imaginarios, a intereses más vulgares. Imperativo científico e imperativo ético, son categóricos para un corto número de hombres que, conscientemente o no, se han unido, indisolublemente a la hipótesis. Pero la necesidad de saber, de crear o de realizarse, no es común. Los populachos altos o bajos no conocen más que las necesidades biológicas, las fantasías halagüeñas del placer, de la riqueza, del amor propio y de la dominación. Si consentimos en reconocer que los hombres son un corto número, diremos que la muchedumbre ignora las únicas necesidades humanas. Pero para los hombres verdaderos, hay quizá tres imperativos casi categóricos en vez de una; los mejores y más completos hasta los comprenden desigualmente.<br />*<br />**<br /> La moral se quiere absoluta, como la religión y como el presunto «inmoralismo» del superhombre. Y es que moral, religión, nietzschismo exigen siempre - y aquí no sería suficiente el consejo - el sacrificio humano. Las hogueras de Moloch y de la inquisición se han hecho internas; se me pide, no obstante, que queme en ellas un hombre: a mí mismo. Para purificarlo, o enseñarle a superarse. Pues, no; nunca será a mí mismo, a mi yo real y concreto, a quien ofreceré el extraño sacrificio. Será siempre a algún «dios desconocido». Y cualquiera que su nombre: «Tú debes» y Dios personal o «Yo quiero» y superhombre, en realidad es interior y profundo, ciego y vesánico. Es uno de los subhombres que se agitan en mí.<br /><br />*<br />**<br /> La sabiduría quiere al hombre completo y armonioso. El hombre es sensibilidad e inteligencia; el sabio es la armonía de ambas. Una armonía no se obtiene con órdenes y brutalidades. La sabiduría sonríe y aconseja.<br /><br />8.- EL APRENDIZAJE SUBJETIVISTA<br /><br /> Kant, al examinar las morales que denomina materiales, las reduce a dos especies: eudomonismos y morales del bien. Las primeras, confiesa él, conocen el verdadero fin del hombre, y si las condena es por impotentes para indicar los medios eficaces y dar reglas universales. En cuanto a las segundas, proporcionan, sin duda, estas famosas reglas universales que Kant cree necesarias. Pero ¡a qué precio!... Ellas se engañan sobre la verdadera tendencia del hombre, que consiste en la búsqueda de la dicha.<br /><br /> La crítica kantiana de las «morales del bien» me parece definitiva. No puedo amar, tal como es, en sí mismo, por sí mismo, un objeto exterior. Es preciso, primero, que yo me lo haga interior. Las operaciones preliminares que me lo hacen grato lo transforman, lo humanizan, lo hacen mío igual que las operaciones preliminares me lo hacen cognoscible. Poco importa que yo tenga o no conciencia de estas operaciones. Lo que amo como lo que conozco, está en mí, ha tomado mi forma; mi amor no abraza si no mi propia dicha. La imagen de donde parece brotar es algo íntimo, un aspecto de mí mismo y no ya el inaccesible exterior.<br /> La crítica de Kant no me parece que se dirija contra todos los eudomonismos, sino que hace a las éticas de la felicidad dos reproches bien diferentes. El segundo me interesa poco. ¿Qué me importa si mi arte puede o no fundarse en preceptos universales? Pero el primer reproche, la falta de eficacia, ¿no es el más grave que puede objetarse a un método? Si él alcanza a todo, no queda sino buscar en otra parte o renunciar a toda aplicación metódica.<br /><br /> Alcanza este reproche, en efecto, a ciertos eudomonismos groseros, materiales y objetivos. No sólo objeto alguno dará la dicha a todos, sino que ni siquiera el mismo objeto será mucho tiempo el deseo de un mismo hombre. Si trato<br />de encerrar la dicha en una materia cualquiera, la dicha resbala y huye.<br /><br /> Pero los eudomonismos formales, sabidurías y subjetivismos, escapan perfectamente a la objeción.<br /><br /> Para el epicúreo y el estoico - éste habla casi el lenguaje de Kant -, la dicha es una forma que el artista moral da a la materia de su vida.<br /><br /> ¿Existe una materia completamente refractaria a su arte? Quizá; pero esta materia es fácilmente rechazada y substituida por otra.<br /><br /> La experiencia enseña que las materias más comunes, las más pobres, las más desdichadas a la vista del vulgo, son las más fáciles de esculpir, proporcionan las formas más nobles. Sócrates, Cleanto, Spinoza, viven en la que un peón de la tierra consideraría como la miseria. Si los dos primeros están dotados de una salud de atletas, el tercero es enfermizo y está siempre en espera de la muerte. Epicteto es un esclavo achacoso. Todos llegaron a la cima de la dicha. Marco Aurelio, emperador, se sofocó ascendiendo hasta la media cuesta, o sea hasta la resignación.<br /><br /> Para el epicúreo o el estoico, la dicha es el acuerdo, la armonía, el equilibrio de todo el ser. El arte que lo realiza exige demasiada autonomía para tener, como las morales religiosas o la moral kantiana, las cándidas pretensiones a la universalidad. El verdadero subjetivista no se preocupa por saber si la máxima, de su acción puede convertirse en un principio de legislación universal; o si se hace tal pregunta es subsidiariamente, para reconocer si lo quiere verdaderamente. El procedimiento es, a veces, cómodo y hace brotar la contradicción interna de ciertos deseos aparentes. El sabio está exento de toda manía legislativa. Sabe que la dicha no se impone. Sólo se puede (y el éxito es raro) tratar de ilustrar a los vecinos, conducirles, no a escuchar la palabra muerta y mortífera de las órdenes y de las reglas, sino a buscar en sí mismos. Este es su único manantial de vida.<br /><br /> El subjetivista no habla de deberes. O bien liberta a este término del sentido riguroso, categórico, de que le cargan los señores moralistas.<br /> El subjetivista se parece a todos los hombres en que quiere su propia dicha. Se diferencia de la muchedumbre en que sabe lo que quiere. Y no existe en él la candidez de buscar la dicha en los objetos extraños. Quiere huir de la tristeza, de la inquietud, del temor, de todos los dolores profundos. Quiere arrancar al sufrimiento físico su aguijón de aprensión y su potencia de turbación. Sabe que el mejor medio de triunfar de él, el solo que responde a todos los ataques, es fortificar su propia indiferencia. Sabe que uno se puede acercar a la dicha por una serie de reformas de sí mismo. Es preciso conocer, al menos prácticamente, la materia que se trabaja y el útil de que uno se sirve: el sabio futuro distingue dos razones capitales de estudiarse y de conocerse a sí mismo.<br /><br /> ¿Qué sentido da Sócrates al «Conócete a ti mismo»? Los historiadores de la filosofía pueden discutir. El subjetivista siente la necesidad de conocer, no su yo metafísico, sino su yo ético, su yo amigo de la dicha, único obrero de la dicha o de la desdicha, soporte y presa de la felicidad o de la desgracia.<br /><br /> Las dos grandes escuelas subjetivistas de la antigüedad parece se entendieron en el estudio del yo ético. ¿Ensancharé mucho el sentido moderno de la palabra crítica si digo que el epicureismo se reduce a una crítica de la sensibilidad, que el estoicismo se reduce a una crítica de la voluntad?<br /><br /> El bien es la supresión del estado turbulento a que nos conduce el deseo. Y el sabio quiere suprimir el deseo sin suprimir la conciencia de sí mismo ni la armoniosa actividad. Delicada operación, que, no obstante, puede lograrse por varios medios.<br /><br /> El primer método de liberación en que se piensa, la conquista del objeto del deseo, es el más aleatorio y con frecuencia el más larga. Uno se percata en seguida, con la experiencia, que, aun cuando obtiene la victoria exterior, es el medio menos eficaz. Empleado regularmente, agrava cada día la servidumbre de que quiere libertarse el subjetivista. Nos hace desear por el fin mil medios, de los cuales muchos son penosos; nos hace chocar con mil obstáculos y renueva de mil maneras la inquietud de que huimos. El objeto primero es, por fin, alcanzado, la tardanza lo ha despojado de su encanto, o su frescura se hace en nuestras manos tibieza indiferente. Otra cosa es ahora lo que reclama la incierta inmensidad de nuestro incierto apetito. Si, por gran casualidad, el objeto continúa agradando, el temor de perderlo atormenta a nuestro deseo. Y siempre se sabe que la conquista excita el apetito en vez de calmarlo. El pobre bien, considerado hace un instante como un fin y una culminación, no es ya más que un medio de nuevas conquistas. Al igual que ese punto del camino, ahí, delante de mí, donde se cierra el horizonte, el deseo, aun no satisfecho, parece el límite del mundo; el horizonte retrocederá, si yo avanzo. El sabio no es ya el cándido que corre hacia el cielo. He admirado los grados de sabiduría por los que se liberta Epicuro. Me agrada su distinción entre las necesidades naturales apremiantes, como el hambre y la sed, y las necesidades artificiales. Las primeras están limitadas y son generalmente fáciles de satisfacer. Mi hambre, si la escucho sola, deja de gritar, después que le he concedido una cantidad de alimentos que no es considerable, y se conforma con la alimentación más vulgar. Mi sed se satisface en la fuente o en el cántaro. Las necesidades artificiales, por el contrario, son aquellas que no tienen límites y que, a medida que se intenta satisfacerlas; se hacen más exigentes. Es necesario rechazarlas. Pero, ¿cómo reconocerlas?<br /><br /> La necesidad natural y necesaria tiene como primer carácter ser común a todos los vivientes, no tener nada de social ni siquiera de particularmente humano. La disciplina epicúrea tendrá, pues, como primer resultado, libertarme de las servidumbres humanas, de todas las vesanías de que están exentas los animales.<br /><br /> El sabio epicúreo no permanece ante el placer igual que los animales. Se hace más libre por una mayor renuncia. Discierne en seguida las necesidades naturales y no necesarias (el instinto de reproducción, por ejemplo) de las que el animal continúa esclavo. El epicúreo se libra de su tiranía, les concede, cuando no exigen ningún esfuerzo, sonrientes satisfacciones; las rechaza con la misma sonrisa si pretenden turbarle a fatigarle.<br /><br /> Su doctrina parece revestir, en ese momento, un aspecto estrecha, tímido, como de frialdad. ¿El epicúreo parece, entonces, semejante a los personajes de Ibsen que se encierran en sí mismos para conducirse en no se sabe qué vida subterránea...?<br /><br /> Por la amistad, el epicúreo huye de este egoísmo triste y morboso. En la antigüedad, las más célebres parejas de amigos pertenecen al epicureísmo. Los escultores, fieles al sentimiento que une indisolublemente a los dos hombres, representan casi siempre a Epicuro y Metrodoro en estatuas unidas. En los tiempos modernos, la amistad parece ser la sola pasión de que sea capaz el epicúreo Montaigne y la viril afección que une Saint-Evrement a Ninon de Lenclos es acaso su gran nobleza. La diferencia capital entre la amistad y las afecciones de que el epicúreo se liberta, es que la amistad es obra de elección. El sabio ama a un ser armonioso como él. Montaigne ha elegido en la Boétie un espíritu libertado de las servidumbres voluntarias; ha hecho de la señorita de Gournay su hija adoptiva, porque ella era valiente y de alma libre. No eligió los «dos o tres niños» que perdió en nodriza, «si no sin sentimiento, al menos sin enfado». Si Marco Aurelio hubiese sido bastante epicúreo para despreciar al lúbrico Faustino y al cruel Cómodo, ¿quién se lo reprocharía? Cuando Jesús adaptó a sus solos discípulos y rechazó a sus hermanos carnales y a su madre, ¿quién lo reprocha?<br /><br /> ¿Por qué a veces no ha de seguir la elección la misma dirección que la naturaleza? Si lo merecen por su nobleza, el epicúreo ama a una compañera tranquila y dulce y a los hijos nacidos de ella. Epicuro tiene por Leoncia la más tierna afección, y su testamento se preocupa de los hijos de ella. Mas, Metrodoro amó a la misma mujer y Epicuro se mostró exento de triviales celos; unió a sus dos amigos y los hijos, de quienes se preocupa en su testamento, son de Metrodoro. El epicúreo no se prohíbe nada de lo que tiene por natural; solamente rehusa lo que no es necesario se le convierta en una necesidad. Doma y se hace dueño de los apetitos que, si se les da rienda suelta, amenazan con piafar el desorden y producir la catástrofe.<br /><br /> Libre ya de todas las necesidades que no se imponen al cuerpo, el epicúrea deja poco dominio a la fortuna y a la tiranía. Goza no sólo de alimentos y bebidas simples, sino también del recuerdo de todos los placeres pasados y de la previsión de los futuros. A los goces del cuerpo, prefiere las voluptuosidades del intelecto y de la amistad, las que ningún dolor limita y que no se limitan solo al presente. El instante es para él una copa desbordante del pasado y del porvenir. Pero los placeres intelectuales no proceden sino de los placeres físicos, y el vientre permanece siempre en el centro de la doctrina. Esta doctrina me liberta de los tiranos que no tienen más influencia que sobre lo que me es superfluo. ¿Me libertará ella del tirano que puede privarme de pan, encadenar mi gozosa libertad de movimiento, herir y torturar mi cuerpo, matarme? Sí, puesto que me enseña sonriente a no temer ya la muerte ni el dolor; puesto que, por el arte sutil, que ya he bosquejado, transmuta el mismo dolor en placer.<br /><br /> Pero quizá se diga: ¿Es verdaderamente eficaz tal alquimia?<br /><br /> Ciertamente, puesto que Epicuro, al morir en la más penosa de las enfermedades, era perfectamente feliz.<br /><br /> La experiencia personal me enseña que, para mí, en los combates algo rudos, este método no me resulta siempre triunfador. En las crisis, la disciplina estoica se adapta mejor, sea a mi carácter, sea a mis condiciones de vida. Me es eficaz declarar cosas indiferentes todas aquellas que no dependen de mí. Indiferentes los dolores propios de la condición humana; indiferentes las privaciones de origen social. Cuando, para suprimirlos, bastaría quizá la cobardía que consintiese en doblegarse y en pedir gracia, yo tenga la valentía de saber que soy de aquellos que no son capaces de tal renunciamiento. No consigo ordinariamente cambiar el dolor en voluptuosidad ,y exclamar con Epicuro: «¡Qué delicia!» La transformo en orgullo. Consigo, como el estoico, rechazar al enemigo; no logro siempre, como el epicúreo, seducirlo, domesticarlo, hacer de él un animal familiar que acaricia ocultando las uñas.<br /><br /> Indudablemente, ciertos caracteres son más capaces del remedio epicúreo. Sin embargo, si no me engaño, hay aquí algo que es tan accidental como básico. La sutil transubstanciación epicúrea me parece que no ha servido de triunfo más que a hombres que han tenido tiempo de sobra, y me hace triunfar también en esos períodos en que dispongo de tiempo. La negligencia epicúrea se acompaña de cierta pereza exterior. La literatura epicúrea es muy abundante, pero ningún epicúreo griego ha escrito con originalidad o con aplicación. Todos repiten al maestro, y en forma descuidada. El mismo Epicuro se abandonó a una facilidad que, por la gracia de su naturaleza, no por el mérito de su esfuerzo, permanece siempre ligera y amable. El antigua maestro de escuela de Samos ha escrito sus trescientas obras como maestro de escuela genial, pero incapaz de corregirse. Forzando un poco los argumentos, se podría afirmar que él pensó solamente cuando se vio forzado a hacerlo. Su ética es original por necesidad: no hallando en parte alguna el refugio que necesitaba, este perezoso debió construirse su propia casa. Tanto como pudo, se hizo prestar materiales y fragmentos de pared; por ejemplo, adaptó descuidadamente la física de Demócrito. Y, en el detalle de la búsqueda científica, demuestra una indiferencia socrática. Siempre que se sepa que toda causa es natural, poco le importa que ella se conozca o se desconozca.<br /><br /> Ocupado varias horas al día por las actividades para ganar el pan cotidiano, estoy casi en la situación del esclavo antiguo. Amante del arte, preocupado por crear y encerrar mis creaciones en una forma que, siendo mía, expresa mis ilusiones sin fluctuaciones inútiles ni precisiones hirientes, no me concedo de buena gana el largo tiempo quizá necesario para tal experiencia epicúrea. En lugar de desatar ciertos nudos con los dedos lentos y sutiles de Epicuro, mi apresuramiento los corta con un hierro estoico.<br /><br /> Si, ante la privación material, la actitud estoica es la única que me conviene, el dolor moral me presenta casos diferentes. En frente de una decepción o de una traición, el método de Epicteto es todavía mi salvador. Por la pérdida de un ser amado, la dulce y melancólica disciplina de Epicuro encanta mejor el dolor y calma mejor mi turbación. Frecuentemente, después de la muerte de su caro Metrodoro, Epicuro se pasea soñador a través del jardín. Los discípulos le interrogan: «¿Deseas, maestro, permanecer solo?» El contestaba - ¡y cuán luminosa debía ser su sonrisa! -: «No me hallo solo; hablo con Metrodoro». Este culto del recuerdo, esta resurrección del pasado es para mí dulce consuelo y remedio eficaz. La respuesta estoica es en este caso, la siento demasiada brutal: «Era mortal y nada puedo hacer. Su muerte no dependía de mí y me es indiferente.»<br /><br /> Por lo tanto, yo utilizo, según los casos, la disciplina de Epicuro o la de Zenón. Yo quiero un resultado y empleó los medios que me lo proporcionan. A cada uno corresponde examinarse a sí mismo y saber lo que mejor le conviene. En una medida que variará, muchos harán lugar a la educación estoica de la voluntad. Otros hallarán quizá todo lo que necesitan en una de las dos direcciones.<br /><br /> Entre los ejercicios de voluntad recomendados por los estoicos y, sobre todo, por los cínicos, varios me parecen transformar al artista moral en algo pobre y monástico. Estas gentes ignoran que la gracia es necesaria a la belleza y que todo esfuerzo inútil o exagerado rechina y gesticula con muecas.<br /><br /> El epicureísmo basta a las circunstancias ordinarias. En el centro del jardín he levantado la inexpugnable fortaleza de Epicteto, en la que yo me encierro solamente en los momentos críticos. Pero me acuerdo siempre que ella está a mi disposición y cuido el camino que me conduce a su recinto. Gracias a ella, el jardín me es más directo, porque la sombra de la ciudadela mata los gérmenes del temor. Mi felicidad presente no se corrompe por aprensión alguna. Privado de pan y de agua, el sabio sería aún dichoso; en la enfermedad más dolorosa y la más desesperada, lo sería también; muriendo en los sufrimientos y en la ignominia, entre los golpes e injurias, todavía sería feliz. Posee todas las certidumbres de la dicha, pero hay algunas que es conveniente callar en la vida corriente, para que su proclamación no parezca demasiada insolencia. Excepto las pruebas que se imponen, los ejercicios interiores bastan para conducirnos a la cima inundada de certidumbre, de alegría y de luz. Las palabras de todos los días y los actos diarios que manifestasen teatralmente la austeridad del pensamiento, serían indiscretos. La sonrisa del sabio no es un resorte y una mentira tendidos para ocultar esta austeridad; es la flor misma de la planta robusta. En tanto que no carezca de pan, no tengo necesidad más que de ser humilde. En los largos períodos de remisión, en los que ningún dolor grita en mi cuerpo, no necesito más que ser estoico. No cerremos antes de tiempo los latios que se crisparían ridículos; no carguemos con armas nuestro reposo; no nos abriguemos tímidamente cuando el cielo permanece sereno. E1 refugio está construido. Es visitado de vez en cuando para asegurarse de su buen estado, con la sonrisa en los labios. No obstante, entre los libres perfumes y los no menos libres colores del jardín, se viven deliciosamente las horas felices.<br /><br /> La crítica epicúrea de la sensibilidad y la fácil conducta que de ella se desprende bastan para libertarme de los dolores tan imaginarios que los animales no los sienten. Algunos han ascendido más arriba por este florido sendero. Yo, en este lugar de la cuesta, sigo la valiente ruta del estoicismo, que me asciende, para los raros combates humanos, por encima de la sabiduría instintiva de los animales.<br /><br /> Después que la crítica de Kant hubo separado todo medio de crear la metafísica por la razón pura, el positivismo de Augusto Comte, a fin de dirigir toda la potencia intelectual hacia la construcción de las ciencias, renunció a las investigaciones metafísicas. Séame permitido extender al género el nombre que Comte reservó a una especie. Yo llamo positivismo a todo renunciamiento de lo que no depende de mí, con el fin de realizar más ampliamente aquello que es de mi incumbencia. Séame permitido llamar positivismo a todos los criticismos prácticos. El criticismo moral, es la obediencia al «Conócete a ti mismo». Lo mismo que los discípulos de Comte distinguen prácticamente entre lo conocible y lo inconocible, entre lo que mi razón puede alcanzar y lo que le es impenetrable, el estoico distingue prácticamente lo posible y lo imposible. Establece los límites de mi voluntad, me enseña a renunciar lo que no depende de mí, a hacérmelo indiferente y a llevar todas mis fuerzas hacia aquello que me es propio. En el sentido más general y menos histórico en que tomo el término positivismo, el estoicismo es el positivismo de la voluntad.<br /><br /> Las únicas cosas que dependen de mí -el pórtico me lo ha enseñado- son mis opiniones, mis deseos, mis inclinaciones, mis aversiones, en una palabra, todas mis acciones interiores, Lo que no depende de mí, no son solamente estas riquezas, estos honores, esta reputación que el epicureismo me enseñó a despreciar. Es también mi mismo cuerpo. Las cosas que dependen de mí, dice Epicteto, son libres por naturaleza, nada puede detenerlas ni obstaculizarlas. Las cosas que no dependen de mí son débiles, esclavas, sujetas a muchas dificultades e inconvenientes. El estoico, por un acto de voluntad, llama indiferentes a todas las cosas que no dependen de él. Ellas no son ni verdaderos bienes ni verdaderos males ,y, si yo las tomo por bienes o por males, hallo por doquiera obstáculos, estoy afligido y conturbado, me quejo de las cosas y de los hombres. Sobre todo, me hayo esclavo del deseo y del temor.<br /><br /> Para libertarse completamente, hay que pensar come Epicteto. Evitemos, empero, cierto modo estrecho de comprender los positivismos. Mi positivismo racionalista no me impide gozar de los poemas y de los ensueños metafísicos, no me induce a tomar los límites de la afirmación científica por los límites del pensamiento. Solamente cuando debo afirmar recurro a mi educación positivista. Su estoicismo no impide a Spinoza gozar las fáciles complacencias epicúreas y quizá, cuando fuma su pipa, hasta se extralimita sonriendo. Positivismo y estoicismo son, los inexpugnables refugios interiores en los que quiero tener la seguridad de poder permanecer en las horas de peligro, fuera de las cuales me paseo libremente con toda tranquilidad. Así, el epicureismo, que en el período preparatorio es un primer alto que asciende hacia el estoicismo, se hace enseguida el lugar ordinario de mi vida. Pero, si yo no me fatigo soportando, cuando nada hay que me amenace, una actitud heroica, arrastrando una pesada armadura, no olvido, sin embargo, que ella puede serme útil. Para que mi vida sea, en las circunstancias necesarias, heroica sin esfuerzo, es necesario que, bajo la discreta sonrisa de la palabra, el pensamiento siga siempre siendo heroico.<br /><br /> La ética subjetivista, de la sabiduría y no del deber, completamente autónoma, que me hace buscar en mí mismo mi fin y mis medios, es un método de liberación y de paz interior. La amo porque me libra de todos los males, de la influencia externa y de las servidumbres; me ahorra el dolor del caos intelectual ,y me arranca, en fin, de la odiosa inarmonía entre mi pensamiento y mi vida. Ella llama virtud a mi esfuerzo por realizar más y más mi armonía personal y llama dicha a esta armonía realizada; ella denomina alegría al sentimiento de cada una de mis victorias sucesivas, al sentimiento, según Spinoza, de pasar de una perfección menor a una mayor.<br /><br />FINUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-67089705077544794022009-10-01T03:10:00.000-07:002009-10-01T03:28:24.841-07:00Anarquismo x Miguel Giménez IgualadaNOTA DE EL HEDONISTA: http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Gim%C3%A9nez_Igualada PARA CHEKEAR LA BIOGRAFIA DE gIMENEZ IGUALADA. <br /><br />INDICE:<br />1.A manera de prólogo, Miguel Gimenez Igualada.<br />2.Primero, el hombre.<br />3.El gran creador.<br />4.Creer y crear.<br />5.Examen de conciencia.<br />6.Estilos de vida.<br />7.Nueva cultura.<br />8.La conciencia de sí.<br />9.Cribando ideas.<br />10.Clima anárquico.<br />11.La casa solariega.<br />12.Anarquismo y misticismo.<br />13.Religión y Estado.<br />14.Lo humano y lo sagrado<br />15.Comunismo<br />a.Primera parte.<br />b.Segunda parte.<br />15.La voluntad de ser.<br />16.Cumbres humanas.<br />17.La personalidad.<br />18.Afirmación.<br />19.Comunismos<br />a.Primera parte<br />b.Segunda parte<br />20.Comunismo libertario.<br />21.Confusión.<br />22.¿Transformación?<br />23.Violencia.<br />24.Anarquismo.<br /><br />A MANERA DE PRÓLOGO<br /><br />CARTA ABIERTA<br />AL AUTOR (1)<br /><br />He leído con todo detenimiento tu artículo y me vas a perdonar que haga públicos mis reparos a él, pues habiendo hecho públicas tus reflexiones, lógico es que haga yo lo mismo con las mías, lo que considero que no ha de extrañarte y menos todavía molestarte.<br /><br />Cuando un hombre, sea él quien fuere, manifiesta públicamente lo que piensa, llamando con sus reflexiones a que otros reflexionen también, es que considera necesario advertir a sus compañeros en humanidad que están en error; que, extraviados, andan por caminos oscuros; que van por la vida como ciegos; que, en fin, están equivocados.<br /><br />Entre esos compañeros tuyos en humanidad me encuentro yo, por lo que me doy por advertido, concediéndome a mí mismo el derecho a decirte que no me conforma lo que me dices, que no me satisface la advertencia que me haces, pareciéndome, por lo que afirmas, que eres tú el que vive en error. Así que tu advertencia y mi inconformidad con las públicas manifestaciones que sobre anarquismo haces, me llevan a escribirte no sólo esta carta, haciéndola pública porque en ella y con ella les hablo también a nuestros otros hermanos en humanidad, sino a publicar este libro para hablar yo también por creer que es necesario decir que, además del tuyo, del vuestro, existe otro anarquismo que no es ni siquiera pariente lejano del que en vuestras publicaciones pregonáis. Ahora bien, si fueran sólo unos cuantos los que os leen, y esos cuantos fuesen de los que pertenecen a vuestro círculo ideológico, me diría que no causabais grandes trastornos mentales a la humanidad, por lo que no era necesario hacer pública mi inconformidad; pero como os leen algunos que aceptan ciegamente lo que sobre anarquismo dicen los diccionarios, y entre lo que éstos dicen y lo que vosotros afirmáis existe un cercano parentesco, sobre todo en lo que a violencia se refiere, quiero decirles a aquéllos, más que a vosotros, que la violencia es insurrecta, pero no anárquica, así como que las revoluciones, sean quienes fueren los revolucionarios que las llevan a cabo, adoloran y oprimen, no abuenan ni libertan, por lo que entre un revolucionario violento y un anarquista hay un mundo moral de por medio, e iremos viéndolo poco a poco en las páginas que siguen, pues el camino es largo y hay que andarlo despacio y con tiento.<br /><br />Hablando del anarquismo y la ciencia afirmas que toda ciencia es esencialmente anárquica como toda concepción anárquica es esencialmente científica, lo que considero no ser cierto, pues la ciencia, instrumento del hombre, no puede tener otro color ni otra aplicación que los que el hombre les da, ya que él es su creador. De modo que la ciencia que, como toda herramienta del hombre, carece de entendimiento y de razón, ni fue, ni es ni podrá ser jamás anárquica, porque el ser anarquista depende de la voluntad del hombre, de su querer ser, y fuera del hombre ni hay ciencia ni anarquismo.<br /><br />Te olvidas de que el hombre es el único creador que hasta hoy existe en el planeta, por lo que fue él quien hizo la ciencia y concibió la más bella manera de vivir libremente, o sea, anárquicamente, y por ese olvido despojas a la unidad humana de su personalidad y se la concedes graciosamente a la ciencia y al anarquismo, como si esas inteligenciaciones humanas pudieran obrar por sí y sin el hombre.<br /><br />Comprendo que lo digas en virtud del concepto que el hombre te merece, ya que cierta vez te oí decir que el hombre es un ente social y que la sociedad, como un verdadero cuerpo orgánico, tenía su anatomía y su fisiología, lo que casi era igual a afirmar que tenía mente, y, por lo tanto, moral y voluntad propias, afirmación tan aventurada como falsa, pero que significaba restarle importancia a la criatura humana y concedérsela al Todo, que fue lo que hizo Kropotkin, tu maestro, al sostener que sin el gran Todo nuestro Yo no es nada, habiéndole dicho yo que si a ese Todo le diéramos el nombre de Dios, la religión estaría formada, del mismo modo que te digo a ti que el Gran-Todo-Social que tú ensalzas, es una especie de divinidad salvadora, pues al hombre, a ti, ente social, no le concedes valor, ya que es como una partícula casi despreciable dentro de aquel gran Todo, sin detenerte a pensar que son esas partículas, los hombres, los que componen los conjuntos humanos, o sea, la sociedad que tú preconizas y deseas, y que si esas partículas careciesen de valores, el del Todo tendría como índice el signo menos.<br /><br />Si las ideas de anarquismo y ciencia se las adjudico a quien corresponde, al hombre, mi compañero en humanidad, veremos que anarquismo es conducta -conducta de mi compañero para con él, para contigo y para conmigo-, y que ciencia es su saber. Porque anarquismo es conducta, puede ser anarquista un hombre que no posea ciencia y, por el contrario, un científico puede no ser anarquista por carecer de conducta humana hacia sus semejantes. De modo y manera que obrar y saber no siempre los llevan los hombres de la mano por los caminos de la vida, y lo prueba el hecho de que los poseedores de elevados conocimientos científicos son los que crean esos terribles artefactos destructores, con los que se diezma al género humano, pues por ellos estamos tú y aquél y yo amenazados de muerte. Esos estragos inhumanos que, en general, ve el hombre científico con frialdad, conmueven profundamente al hombre anarco que busca y desea la convivencia armoniosa con sus semejantes y de ellos entre sí.<br /><br />Pero vayamos los dos, tú y yo, despacio, pasito a paso. Las relaciones entre anarquismo y ciencia, dices, son indisolubles. Si el anarquismo deja de ser científico en la búsqueda de la verdad y de la justicia, pierde sus propias esencias y sus propios fundamentos, cuya afirmación me parece forzada y poco científica.<br /><br />Primero: porque siendo, como es el anarquismo conducta del hombre hacia el hombre y estando esa conduca -ese anarquismo- subordinada totalmente al querer y al hacer del individuo, es éste, y sólo él, quien puede relacionar el anarquismo con la ciencia, su idealidad con su instrumento, y él quien puede imprimir carácter a todo cuanto toca y crea, el anarquismo incluido, que no fue ni es ni podrá ser jamás un hecho real si el hombre no lo actúa, porque sin el hombre, el anarquismo no puede tener existencia.<br /><br />Segundo: porque es impropio afirmar, como afirmas al decir: ... el anarquismo es, como la ciencia, una búsqueda acuciosa y permanente de la verdad. Y de esa búsqueda de la verdad nace su moral y su filosofía, fundamentales ambas en aquellos conocimientos prodigados por el saber científico, volviendo a reafirmar más adelante que las concepciones anárquicas nacen precisamente de ese saber científico.<br /><br />Bastante confuso es el párrafo, pero haré esfuerzos para entender lo que dices o quisiste decir. Vamos a ello.<br /><br />¿De modo que el anarquismo, y pregunto para enterarme mejor, es una búsqueda de la verdad, no la vida libre vivida y actuada por el hombre? ¿Y de modo, también, que de la tal búsqueda nace su moral y su filosofía sin que el hombre intervenga para nada en ese parto, puesto que esa moral y esa filosofía no se fundamentan en los sentimientos del hombre sino en el saber científico? ¿Y de modo, por tercera vez, que las concepciones anárquicas no se cuecen en la mente del hombre, sino que nacen precisamente de ese saber científico? Por creerlo así, dijiste antes: Fuera de la ciencia no hay anarquismo posible, negándole con eso toda posibilidad de ser anarquistas a tus hermanos en humanidad que no sean científicos. Y todo eso que, como comprenderás si te detienes a reflexionar un poco, es abstracción pura -no he querido llamarle metafísica aunque bien lo merece-, lo dices porque no ves al hombre, tu hermano, no lo sientes en ti, pues si lo sintieras, si te sintieras hombre, no afirmarías que fuera de la ciencia no hay anarquismo, que es tanto como confesar que tú, que no eres un hombre de ciencia, que no eres un científico, no eres ni puedes ser anarquista. Y dices cosas tan peregrinas, negando en ti lo que por otro lado afirmas, porque para ti la ciencia y el anarquismo son una especie de diosecillos que rocían con sus efluvios sólo a ciertos seres que ellos eligen, a ciertos elegidos. Y eso, compréndelo, es tergiversar los conceptos de ciencia y de anarquismo, llevar la ofuscación a las mentes de los jóvenes que nos leen, perturbarlos, embarullarlos, imposibilitarlos para el saber y prepararlos para el creer, pues anarquismo -y lo repito aunque le dé otra forma a mi pensamiento-, no es en sí más que la expresión de los sentimientos y de los pensamientos del anarquista transformados en voz y en vida, en palabra y en hecho, pudiendo ser o no ser ese anarquista un hombre de ciencia. Es decir, primero, el anarquista; después, el anarquismo. Primero, el hombre; después, su creación, incluida en ella la ciencia.<br /><br />Como tú sabes, desde que el hombre tuvo conciencia de sí, quiere adueñarse del planeta, pues lo considera como casa suya; pero ahora, no conformándose con decirlo, desea que esta casa sea realmente de él, no de la Sociedad, afirmando que la Tierra es la Tierra del hombre, por lo que le interesa la casa y, con ella, la libertad de vivir. Siendo esto así, su moral, que nace, crece y vive en él, por ser creación suya, es lógicamente moral del yo humano, relacionándose libremente con los otros yo que componen la humanidad y viven en su casa. Ese yo, que es el hombre, se reconoce a sí mismo como parte de la naturaleza; mejor dicho: como producto de todas las fuerzas y productos de la naturaleza, lo que le lleva a pensar que por haber alcanzado su autonomía, sólo tiene responsabilidad ante sí, pues al descartar a los dioses de su mente, ha adquirido conciencia de su persona. Hoy, aun sabiéndose naturaleza, quiere influir e influye en ella, acomodándola a sus necesidades, haciendo más agradable, por menos inhóspita, su propia vivienda. Y al decir vivienda del hombre, digo la tuya, la de aquél y la mía: la de todos, la de la completa familia humana. De este sentido de vivienda familiar, por ampliación, surge en la mente del hombre el sentimiento de fraternidad, de hermandad humana. Y de ese sentimiento, como por natural derivación, nace su anarquismo y su moral, trato noble y generoso a sus hermanos, lo que antes no sucedió porque se desarrolló en un ambiente sin ética, como los animales, en donde predominaba la garra.<br /><br />Si para Aristóteles el hombre es un animal político, o sea un hombre que se debe a la polis, Y para el sabio de la Edad Media un animal en el que Dios puso un alma inmortal, para el hombre de hoy, para nosotros, que hemos aprendido a estudiarnos, el hombre es un ser autónomo consciente de sí mismo. Es decir, que si el hombre de ayer se consideraba prisionero de la Naturaleza y de Dios, los que no pocas veces confundía en su imaginación, hoy se ha dado cuenta de que puede vivir, aun en la Naturaleza, autónomamente, sin amos y sin dioses.<br /><br />Ahora bien, aceptado que desde el lejanísimo ayer hasta el hoy presente el hombre ha sufrido constantes cambios, fuerza es aceptar que del hoy al mañana cambiará, o sea, que no ha adquirido todavía su total desarrollo, por lo que el actual, por mucho que se esfuerce, no puede llegar a concebir cómo será el hombre, su sucesor, en el futuro, ni cuál sera su potencialidad creadora, ni cómo comprenderá la vida y la vivirá, ni comó influirá en la naturaleza de la cual se sabe parte, y si ignora en absoluto cómo será el hombre de mañana, está moralmente incapacitado para dictarle leyes, que han de tener vigencia en el futuro y lo esclavizarán.<br /><br />La finalidad de las especies, afirma un gran biólogo, es la de albergar y proteger la célula sexual. Todo el trabajo de todos los individuos de todas las especies se reduce a eso. De ahí que se propaguen, que cambien y se mejoren. No es igual el trabajo, el hacer, en las especies, pero el individuo de la nuestra ha adquirido conciencia de su actuar y obra como humano; piensa, y, porque piensa, no sólo evoluciona por el influjo de fenómenos naturales que sobre él obran, sino que cambia porque quiere mejorarse, y porque lo desea, lo consigue. Por eso, aun siendo naturaleza, la transforma, protegiendo su célula sexual, sí, pero protegiendo también y educando para la hombría al hijo que de ella nace.<br /><br />Si se escribiera la historia del organismo humano, o, mejor, de los organismos, se comprendería que no son como fueron -Darwin nos habló de ello-. Esos cambios orgánicos surgieron por evolución, como surgió la vida en el planeta, de modo que la historia del hombre es un grado avanzado de la historia de la Tierra. Cuando la vida, que hace su aparición en partículas microscópicas, va pasando de lo simple a lo compuesto, y cuando aquellas vidas van uniéndose en una nueva fase de individualización, se van creando organismos, y en el hombre, por continuada e ininterrumpida progresión, va apareciendo la mente. Así, mente e individuo humano tienen un mismo origen. No obstante, la naturaleza continúa siendo a-mental, lo que debe ser tenido muy en cuenta para formarnos un juicio claro y preguntamos si lo a-mental pudo transmitir pensamientos y sentimientos a la criatura mental; si lo a-mental pudo enseñar moral y anarquismo al hombre, pues si quien carece de mente se halla imposibilitado para formarse un juicio, ni en la naturaleza ni por ella pudo ser creada una ética anárquica. Las fuerzas naturales actúan sobre los organismos, pero no sobre las creaciones de la mente, no sobre los actos conscientes de la criatura humana, pues si le marcase rumbos al hombre en cuanto a su pensar y su sentir, por ser esclavo por naturaleza, no hubiera podido pensar en su libertad y menos actuarla, o sea, no hubiera podido dar nacimiento a esa hermosa idea de anarquismo, que es libertad pensada, sentida y vivida por él.<br /><br />La ética la creó el hombre, que es el único ser que en nuestra casa planetaria piensa y, por consiguiente, crea, siendo también el único que discierne, forma juicios, deduce, de modo y manera que la ética ni tiene su origen en las leyes naturales, ni menos tienen ni pueden tener éstas influencia decisiva en el desarrollo de las sociedades que el hombre ha creado que es lo que tú afirmas y sostiene Kropotkin (2), equivaliendo tal afirmación a asegurar que ese sistema social, al que llamáis comunismo libertario, no tiene raíz humana, aun adoptado por el hombre, sino raíz natural, como hijo de la naturaleza, por lo que es obligatorio aceptarlo por no poder rechazar lo ineludible. Y esto es creer no sólo en las ideas-fuerza de Fouillée y las no menos poderosas e inevitables fuerzas proudhonianas de justicia, que obran sobre el hombre, sino que llegáis, aun sin quererlo, a aceptar una especie de revelación por medio de la cual tomáis conocimiento con el comunismo libertario que la naturaleza os ofrece y del que os hacéis adeptos, cayendo en la creencia, que no en la ciencia. De esa creencia nace en vosotros, como en todos los demás creyentes del planeta, el tabuísmo, que, por inexcusable y fatal, os hace exaltados e intolerantes fanáticos.<br /><br />Creo que fue Protágoras el que dijo -y si no fue aquel griego, fue otro pensador de su estirpe- que el hombre es la medida de todas las cosas, y dijo bien. El hombre fue el que midió las cosas, porque de esas cosas del hombre él fue el creador. Por eso no es tampoco cierto lo que dices al afirmar que la ciencia ha liberado al hombre de las más duras cadenas que lo ataban a sumisiones voluntarias, ni que le ha abierto los caminos de otras liberaciones, pues si la ciencia tuviera el poder de libertar al hombre, sería porque esa criatura que el hombre dio a luz -esa herramienta-, era superior a él por tener vida propia, particular y suya, independiente del que fue su creador, lo que ni es ni puede ser verdad. Si por uno de esos cataclismos que podrían tener lugar en el Cosmos, el hombre desapareciese de la Tierra, en nuestro planeta no podría haber ni ciencia ni anarquismo. Sin el hombre creador, en nuestra abandonada y destrozada casa no habría luz humana ni luminosa ciencia.<br /><br />Yo dije en mi libro Los caminos del hombre que el anarquista confiesa no haber llegado todavía a descubrir las infinitas armonías humanas que actualmente se viven o pueden ser vividas, por lo que no les hace a sus hermanos, como hace el comunista libertario, el triste regalo de un sistema de vida, ni les habla de una doctrina salvadora en la que deben creer, sujetando su vida y subordinándola a normas trazadas de antemano. Enamorado de lo bello -belleza del pensar y del hacer-, les habla a los hombres de la belleza por él descubierta, creada, intuida o soñada, pensando que lo que debe regalarles es más bien una inquietud que una realidad, un anhelo de vida bella y no un sistema de convivencia, un ansia para la ascensión y no una fórmula para la quietud, pues quien ama la libertad, suya y del género humano, por delicadeza y por ética no puede convertirse en legislador. Como tiene confianza en los hombres -agrego hoy-, sabe o intuye que en cuanto a concepciones anárquicas -modos de vida libre- ellos llegarán más lejos de lo que él se imagina, viviendo, no de una sola manera, sino de mil diversas formas. Y ése es el respeto y ésa la libertad que el anarquista de mi familia pregona y vive, instando a sus compañeros a que sean armoniosos entre sí y con los demás, porque intuye que esa armonía, sentida y vivida de diversos modos, dará paso a la armonía vivida por los hombres, que, por no ser iguales, no pueden someter sus vidas a uniformidad sin quebranto de su salud moral.<br /><br />Y en eso, tan sencillo y difícil, se funda mi anarquismo, que no es solución política ni tampoco social, pero que es un vivir armonioso, libre, cordial e individual entre las criaturas de la familia anárquica y humana. ¿La forma? Ya la encontrarán los que hayan de vivirla, pues los programas, de los que nacen los códigos, no son nunca anarcos.<br /><br />Te he dicho por ahora. Y te he dicho todo eso y continúo diciéndote muchas cosas más en las páginas que siguen a esta carta, porque nos leen los jóvenes y no podemos decirles, sin inducirlos a error, que la ética anárquica sólo puede deducirse de las leyes naturales, pues, repito, quien da vida al anarquismo y a la ética anárquica es el hombre, nuestro hermano.<br /><br />Comprenderás, por lo tanto, que más que a vosotros, comunistas libertarios, me dirijo con este libro a los que sienten prevención o repugnancia hacia el anarquismo, teniéndoles miedo a los anarquistas por creer, como les dicen los diccionarios, que anarquía es desorden y desconcierto porque los anarquistas son unos locos desorbitados.<br /><br />Recibe mi saludo sincero y cordial.<br /><br />Miguel Gimenez Igualada<br /><br />México, julio del 68.<br /><br />PRIMERO, EL NOMBRE<br /><br />En estos últimos tiempos, horribles tiempos de confusión de ideas y morales, de abandono de rumbos, como si se hubieran extraviado todos los juicios porque los cerebros nadasen en el caos, pocas veces he sido sacudido tan violentamente como al leer la declaración (confesión podría ser llamada) de uno que se llama anarquista, y que en seguida copio: ... quiérase o no, el equívoco de la palabra anarquista a secas sigue siendo uno de los mayores obstáculos con que tropezamos en la propaganda de nuestras ideas.<br /><br />Muchas veces, muchas, he leído frases y juicios despectivos sobre el hombre anarquista, sobre la palabra anarquía y sobre anarquismo; pero siempre fueron juicios de gentes que tenían prevención hacia esas palabras por sentir horror hacia ciertas actividades de la mente y del hecho. El anarquista era ateo, irreverente, iconoclasta y negador absoluto de la autoridad, y las acciones a que se entregaba en virtud de sus conceptos de la vida, repugnaban tanto a los religiosos como a los políticos. Pero ahora, aunque la actitud no sea nueva (Malatesta y Fabri se llamaron indistintamente socialistas y anarquistas; Netlau abusó también de tal licencia; en el Movimiento Libertario Español se emplean ambos vocablos sin distinción, con lo que ayudan a confundir), no sólo recrudece la confusa indiferenciación, sino que se llega a afirmar que llamarse anarquista es un estorbo, o sea, que esa palabra causa un trastorno, un perjuicio, un mal. Indudablemente, es la primera vez que alguien se atreve a decir que para propagar las ideas anarquistas es un obstáculo llamarse anarquista, lo que sería igual a afirmar que para vender oro de ley no debe decirse que se vende oro, sino latón.<br /><br />Yo comprendo que lo sea para algunos, y sé a ciencia cierta que lo es para muchos; pero sólo cabe hacerles una amigable invitación: aquellos a quienes les moleste o estorbe el nombre, que se lo quiten, que se lo borren. ¿Por qué han de llamarse anarquistas los socialistas? ¿Por qué han de continuar llamándoselo los que lo consideran como un estigma? ¿Por qué no han de poder tirarlo a la calle los que lo aguantan como un pesado fardo, y por qué han de continuar llevándolo a cuestas los que no pueden, no saben o no quieren ser lo que el nombre indica? Los que no pudieron ser nunca anarquistas, hicieron mal en llamárselo; los que, por repugnancia a la palabra, no quisieron serlo, cometieron crimen contra sí mismos al colocarse un nombre que consideraban pernicioso e indigno; los que no saben serlo por hallarse incapacitados para llevar a la práctica la severísima ética de no ejercer sobre ninguna criatura humana actos de gobierno, deben abandonarlo.<br /><br />Los nombres indican lo que los individuos son, y quien voluntariamente acepta un nombre o se lo pone, haciendo que los demás lo llamen y conozcan por él, debe esforzarse en honrarIo, porque se honra al individuo honrando el nombre por el cual se le conoce, ya que tener nombre es tanto como tener crédito, puesto que en el nombre se refleja la persona, su moral y su fama.<br /><br />Los que carecen de nombre forman la masa, que es tanto como oscuridad, montón informe, pues los que la componen carecen de nombre por carecer de luz. Masa, nombre colectivo cuando se refiere a conjunto de seres innominados de nuestra especie, es, a su vez, despectivo, porque repugna y hiere la sensibilidad del individuo, del nominado, del hombre. En la masa todo es pesantez: no tiene cerebro, ni víscera cordial.<br /><br />Si no hubiera otra diferencia entre socialista y anarquista, bastaría saber que el socialista es el amigo y propagador de lo social (del conglomerado, del montón, de la masa), mientras que el anarquista es el gran amigo de la unidad hombre. El anarquista trabaja por la desintegración de la masa: quiere unidades humanas de verdadero valor, hombres de ideas limpias y refulgentes, cerebros que sean capaces de irradiar luz, por saber que sólo con hombres-hombres será posible vivir una vida armoniosa; el socialista necesita de la masa, sin la cual no viviría (la palabra nefanda es creación suya), porque desprecia a la unidad. Si pudiera, nos reduciría a todos a ceros humanos, tal y como hizo en Rusia y hace ahora en Cuba y en China.<br /><br />El anarquista crea esencias de humanidad; primero, en sí, ayudando y estimulando a que los demás las creen en ellos y para ellos, porque no sólo intuye, sino que además sabe que las unidades humanas con brillante ética, no sólo no se dejan gobernar, pero que tampoco quieren gobernar, puesto que para él gobernar y prostituir son la misma cosa. Entre hombres libres no es posible el gobierno (esa actitud a-gubernamental tiene un nombre único y bien expresivo y sonoro: an-arquía); para que exista arquía es indispensable que haya masa, seres sin nombre, gentes que desconozcan la propia estimación. La labor anárquica -cultivo de valores humanos en los individuos de nuestra especie- es la de hacer sentir a todos el vehemente anhelo de elevarse a la hombría, pues cuando un hombre se eleva, cuando se siente excelso, no desciende jamás.<br /><br />Hasta ahora posiblemente hubo necesidad de que el anarquista fuese el Gran Destructor, porque creyó que era útil nivelar el camino por donde habían de ir las generaciones que le siguieran; pero hoy debe trasponer con toda gallardía los linderos de la Destrucción para empezar a trabajar en los terrenos, todavía vírgenes, de la Creación. Sí, aunque parezca paradoja, todavía se mantienen en la más pura virginidad las nobilísimas acciones que nos pueden aproximar a los hombres, haciendo posible la concordia entre las criaturas de la especie humana; todavía la bondad es lo inédito. Y la bondad sólo el que ama al hombre puede plantarla en la tierra: el anarquista. Ya vemos si tiene una gran labor a realizar.<br /><br />Pero para empezar esta gran labor, altamente moral y amorosa, de lo libérrimo contra lo rebañego, de la noble conducta contra la inconducta, de lo anárquico contra lo gubernamental, es preciso, primero, ostentar con orgullo el nombre de anarquista para saber quiénes y cuántos somos, quiénes, en este borroso y oscuro caos de apetitos de mando, se atreven a ser los Grandes Negadores de la Autoridad, porque sólo entre ellos aparecerán los Grandes Constructores de la Libertad que el mundo necesita, ya que no es un regalo de los dioses, sino que la engendran y paren los hombres. Por eso, es la hora de decir ¡presentes! los que no se avergüencen de llamarse anarquistas, y es también el momento de arrancarse el nombre los que lo consideren como un obstáculo.<br /><br />Tirar el nombre es tanto como tirar al arroyo anhelos de mejoramiento y esperanzas de armonía humana, y recoger el nombre para levantarlo hasta la altura de la frente limpia y gritarlo al mundo al pasar por los labios, es tanto como declararse amoroso y virtuoso entre la podredumbre del ambiente y la fiereza de las costumbres.<br /><br />Se confunden palabras, conceptos, acciones y morales llamándose indistintamente anarquista y socialista, anarquista y comunista, anarquista y colectivista, anarquista y libertario, como si todo fuera igual y lo mismo. Y no lo es. Ni las palabras son sinónimas, ni las acciones idénticas ni las morales semejantes. Si lo fueran, los hombres que de tan diferentes maneras se llaman, serían coincidentes. Y no coinciden porque piensan de diferente forma, no actúan de la misma manera ni observan la misma conducta.<br /><br />El socialismo, el colectivismo y el comunismo son programas, sistemas; el anarquismo, atrevidisima concepción de vida libre, está por encima de todos los programas que sujetan la vida a una fórmula.<br /><br />Cuando el socialismo, ei colectivismo y el comunismo no pasan de la esfera del pensamiento, no ofrecen peligro; pero el peligro existe cuando, por ser fórmulas elaboradas a priori quiérese, a fortiori, obligar a los hombres a que sujeten su vida al programa que algunos videntes trazaron, puesto que para obligar necesitan echar mano del aparato represor de los gobiernos.<br /><br />Ni aun libertario y anarquista son palabras sinónimas. Libertario es el amigo de la libertad; acaso el que la siente, la pregona y quiere vivirla; pero anarquista es el creador de su libertad, pues la libertad no es un estado de naturaleza, sino concepción y creación del hombre.<br /><br />En la línea ascensional de lo animal a lo humano, el primer peldaño lo ocupó el liberal, el que sintió y entrevió la posibilidad de vivir en libertad, gran avance de la mente en el caos ferozmente autoritario del hombre primitivo; el segundo lo ocupa el libertario, heredero del liberal; pero en la cúspide está el Creador, el hombre, el anarquista, el que yendo más allá y siendo algo más que naturaleza, crea libertad, nuevo componente que no estaba en el cosmos. Por debajo del liberal, primeras nobles inquietudes del hombre para alcanzar su libertad, está todo lo autoritario, incluido en ese fondo caótico el socialista.<br /><br />Pongámonos un nombre claro, limpio y refulgente, porque es necesario que sepamos lo que somos y los que somos, y no nos avergoncemos de llevar el nombre que muchos pisan y otros tantos desprecian, si es que estamos dispuestos a honrarlo honrándonos. Anarquista es un bello nombre, el más bello nombre que puede sonar en labios humanos. Despreciado y sucio, podemos hacerlo luminoso si sabemos iluminarlo con la luz de nuestros más excelsos pensamientos, y dulce si logramos que tenga gusto a mieles porque sobre él destilemos los más exquisitos sentimientos de nuestro corazón.<br /><br />Sí, sí, anarquista es bello nombre, tan bello, que decir anarquista es tanto como decir hombre que va tejiendo con su hermosa y limpia vida un bello poema de libertad.<br /><br />EL GRAN CREADOR<br /><br />Para probar la inexistencia de Dios se necesitarían tantos volúmenes, por lo menos, como se han escrito para probar su existencia; pero después de que la humanidad se llevase escribiendo dos o tres mil años sobre tal negación, Dios existiría en el cerebro de cualquier supercivilizado o de cualquier supersalvaje, que así, aunque al contrario, ha ocurrido con la afirmación de su existencia.<br /><br />No tiene, pues, importancia alguna negar o afirmar la existencia de Dios; es más importante desconocerlo o afirmarlo en absoluto; es decir, que Dios no constituya problema para el hombre porque haya traspuesto el clima de Dios y hasta el del ateo, o que Dios sea su problema fundamental. El que lo desconoce, es porque no lo necesita para su cotidiano vivir; el que lo necesita, es porque, careciendo de luz interior propia, no puede bastarse a sí mismo, teniendo pendiente su vida de fuerzas extrañas. (Noto, a poco de escudriñar en la vida, que el que mucho se esfuerza en probar su inexistencia, cree en él, porque si niega a un determinado Dios, se forja para su uso una deidad cualquiera: un símbolo, un partido, una organización). Si con los conocimientos que el hombre actual posee, fuera posible que se desvinculase (desvincular no es, en este caso, olvidarse) de todo lo aprendido y estudiando nuevamente la vida, nos regalase una nueva teoría del vivir armonioso, posiblemene ése haría más bien a la humanidad que todos los que se entretienen en negar a los dioses y en romper las viejas filosofías, pues mientras los cerebros trabajan con negaciones, no afirman, y en tanto que las manos se dedican a romper, no crean.<br /><br />Investigar, con Platón, el Ser, o con Spinoza las Leyes del espíritu, sigo creyéndolo tarea vana para los hombres actuales, pues no en balde hemos llegado al año presente (1968) de la era cristiana; pero aferrarse a los sistemas creados por Hegel o por Marx lo considero tan insensato como sujetar la vida al ritmo que quiso y quiere imprimirle la Iglesia.<br /><br />Mientras Platón, negando lo físico, se remonta, para unos, desciende, según mi opinión, a lo abstracto, porque pierde contacto con los hombres de su tierra y de su época, volviéndose extraño a ellos, tal y como ellos, a su vez, se le hacen extraños a él. O más claro, mientras busca y cree encontrar a Dios (abstracción) pierde de vista al hombre (única realidad). Así Marx: construye un tinglado (sistema) en su imaginación; inconscientemente deifica lo creado; al deificarlo, lo considera Verdad Suprema, y al percatarse de que ha hallado la Verdad (revelación), desconoce al hombre como ser pensante, queriente y determinante de sus actos, y quiere soldarlo, como entidad comiente (devoradora de cosas) a las leyes económicas por él descubiertas. Fijándonos en el tan importante problema del vivir humano, tan abstracto es Platón como Marx, y tanto desconoce al hombre real el uno como el otro.<br /><br />Hasta ahora, transformado en cosa abstracta, se ha hablado del hombre moral, político, comunista o católico, y hasta de la unidad humana como substancia química (materia) o como hijo de Dios (espíritu), sin querer fijarse que el hombre es más que todo eso, porque es creador de la ciencia, del comunismo, de los dioses y de sí mismo, por lo que vale tanto como él y más que sus criaturas (ciencia y dioses). Como ser pensante, se escapa de las Ciencias Naturales, que él creó, no pudiendo ser estudiado sólo como perteneciente al reino animal; como ser que siente, se sale de las Matemáticas, por él inventadas, no pudiendo ser considerado como un guarismo, ya que el hombre, aun siendo uno es cosmos.<br /><br />La Ciencia del Hombre no ha sido todavía expresada. Y no ha sido expresada todavía porque debe empezar por el conócete a ti mismo, primer principio del conocer.<br /><br />No sé si atreverme a decir que la anarquía (negación suprema de dios, del Estado y de la ciencia como regidores de la criatura humana) es la que estudia al hombre como ser complejo y único en el cosmos, por lo cual la anatomía, la biología y la moral no deben ser consideradas más que como exploraciones del hombre para llegar a su propio conocimiento, es decir, no al hombre como ser genérico, sino al hombre como unidad única (psicología) que no admite comparación, ya que, sabido es, una unidad hombre no es nunca igual a otra unidad hombre. En este caso, las matemáticas, a las que se consideraban como las verdaderas ciencias exactas, fracasan, ya que la igualdad no existe en la naturaleza, no existiendo, por consiguiente, lo homogéneo. La ciencia del vivir armonioso, todavía increada, pero que ya intuye el anarquista, tiene que tomar claros derroteros y arrancar del hombre, punto de arranque diferente y hasta contrario a los seguidos hasta ahora.<br /><br />Si nos detenemos un poco a meditar, veremos que esas ciencias y esas filosofías y esas morales, todas desconocedoras del hombre, ya que lo consideran bien como materia, bien como espíritu, ora como animal o como racional, se desenvuelven en un mundo de abstracciones, haciendo del ser real, del hombre, un ente metafísico, ya lo miren con los ojos de Platón, bien con los lentes de Kant, de Hegel o de Marx. Todos cuatro, cada uno a su manera, viven en el mundo de las ideas, porque todos cuatro consideran que el hombre vive hundido en ese mundo. Ninguno de ellos planteó el problema del ser humano como tal ser humano, y mientras Platón y los platónicos viven en el mundo de las ideas vivas, Kant y los kantianos viven en el del conocimiento (in abstracto), Hegel y los hegelianos quedáronse parados en el momento del pensar racional, y Marx se estancó en un materialismo histórico, que no es materia ni tampoco historia.<br /><br />El anarquista, tirando el lastre de todo lo pasado, tiene que traspasar esas barreras y crear su tiempo, el tiempo del hombre. Imaginémonos por un momento que el hombre no existe, y nos imaginaremos acto seguido la nada humana, en la que no puede haber ni ideas vivas, ni conocimiento, ni pensar racional, ni materialismo histórico. Axiomático es que sin el hombre no hay ni humanidad ni humanismo, ni ciencia, ni arte, ni ética ni estética. Todo cuanto el hombre creó para su mal, para su encadenamiento, debe recrearlo el hombre nuevo para su bien, para su libertad.<br /><br />No podremos conocer al hombre sino creando el tiempo del hombre, el clima del hombre y la ciencia del hombre, porque en ese tiempo, en ese clima y en esa ciencia, el hombre, y únicamente él, será actor, espectador y espectáculo, es decir, todo. Si el hombre llena todo, podremos estudiarlo, podremos estudiarnos, adquiriendo no el conocimiento de las ideas vivas, sí el conocimiento del hombre actuante. Entonces, todo girará en torno del hombre, y la ciencia será su criatura, no su dueña; el arte, su creación, no su amo, y el conocer, el natural ejercicio y esparcimiento de su mente clara.<br /><br />El Gran Negador, que hasta ayer fue el anarquista, debe transformarse en el Gran Creador, arrancando al hombre de todas las viejas filosofías que lo tienen encadenado.<br /><br />CREER Y CREAR<br /><br />Si nos entretenemos, aunque sólo sea ligeramente, en considerar las dos principales teorías que hablan de nuestros remotos orígenes, nos hallamos con la que sostiene que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, por lo cual fue, es y será inmodificable, puesto que no es posible modificar la obra del Supremo Hacedor, y con la que nos dice que el género humano es producto de una lentísima transformación sufrida por ciertas especies animales, sus antecesoras, en el curso de las edades. Es decir: según unos, el hombre es hijo de Dios; según otros, sus orígenes se remontan a las primeras manifestaciones de vida en el planeta. Su más lejana abuela conocida sería la amiba.<br /><br />De estos dos conceptos derivan -obligatoria lógica- otros dos: la inmutabilidad del hombre y su transformación; o sea un fatalismo de ser como es en virtud de una aceptada aunque desconocida ley ultrapoderosa y, por lo tanto, incontrarrestable, y una actividad perennemente renovadora. El primer concepto cierra las puertas a toda esperanza de mejoramiento (el sino y el destino están ya trazados por la Suprema Sabiduría); quien posee pensamientos propios experimenta no sólo el goce de vivir, sino el placer de sentir y saber que puede mejorarse por su esfuerzo, cambiarse por su voluntad, perfeccionarse por la educación y afinar sus potencias y facultades por medio de un ejercicio perseverante.<br /><br />La terrible lucha sostenida desde hace milenios en el seno de nuestra especie ha extraído sus fuerzas de esos dos opuestos conceptos: por el primero debemos permanecer estacionarios, tal y como Dios nos hizo; por el segundo necesitamos, para nuestro regocijo, satisfacer nuestras inquietudes. En un caso nos dirige y nos salva Dios, ya que él nos dio el ser para adorarle; en el otro nos salvamos nosotros, ya que poseemos lo necesario para hacer nuestra vida agradable y bella. O sea: por el primero no somos libres, no podemos ser libres, sujetos como nos hallamos a fuerzas extrafísicas que nos determinan y dominan; por el segundo sí somos libres, puesto que podemos crear nuestra libertad, creando, a nuestro agrado, nuestra propia manera de vivir.<br /><br />Religión se llama el primer enunciado; anarquía se llama el segundo. En aquélla, que llena la vida del género humano, perturbándolo, el ser es una cosa de Dios; para el anarquista, Dios es menos que una cosa del ser, puesto que es sólo una asbtraccción, una lucubración, una fantasmagoría.<br /><br />Y aquí nos tropezamos con la más grande de las paradojas: los que a sí mismos se llaman espiritualistas (Dios es el Espíritu puro), se conservan brutalmente pegados a la animalidad, mientras que los despreciados materialistas, los escarnecidos transformistas, llamados, con rencor, evolucionistas, que se enorgullecen de ser hijos de humildísimos protozoarios unicelulares, rompieron el cordón que los mantenía unidos a la animalidad, y, al crearse hombres, crearon lo humano.<br /><br />La humanidad no ha podido ser creada por los espiritualistas, que ellos tuvieron bastante con crear el espíritu; la humanidad -ascensión de una parte de la especie- la creó el hombre con su esfuerzo. Todo lo espiritual es, por consiguiente, a-humano; todo lo humano es, por la misma aunque contraria causa, a-teo. En la casa de Dios no cabe el hombre; en la casa del hombre no puede vivir ese fantasma porque la realidad humana excluye la irrealidad divina. Son dos afirmaciones que niegan los signos contrarios: religión, que es religar, atar, sujetar, niega totalmente la libertad individual; anarquía, que es negación de toda fuerza impositiva y de toda obligatoria sumisión, significa libertad del individuo. Por lo tanto, lo teológico y lo humano se excluyen entre sí; y tan se excluyen, que en el curso del vivir, los partidarios de Dios han declarado siempre enemigo al individuo, destruyéndolo para que triunfase la idea de divinidad, porque la creencia, por ser ciega, es brutalmente feroz, ya que atribuye verdad a la que supone palabra dicha por algún dios hace diez mil años, y niega la verdad científica descubierta hoy por el hombre.<br /><br />Creencia y creación son dos actos contrarios de la mente. El creyente puede ser sacerdote -y también verdugo-, el creador es siempre anarquista porque, por lo menos en el acto de crear, es siempre un hombre libre.<br /><br />Y al llegar aquí me topo con quien asegura que creer y crear son actos iguales. Más: que para crear hace falta creer.<br /><br />Quien cree en la felicidad futura, como cree quien afirma lo anterior, es, ni más ni menos, que el que cree en la gloria de Dios, pues creer es tener por cierta una cosa que no está comrobada o sea demostrada y en esa cosa improbada y hasta improbable, o sea irreal, no se puede creer, puesto que nadie puede asegurar, refiriéndonos a la felicidad, qué rumbo tomará la humanidad y si le interesará o no lo que hoy llamamos felicidad. Así, en la felicidad puede pensarse, imaginársela, pero no creer en ella, porque esa creencia se parecería a la Diosa Razón de los revolucionarios o la Gloria Celestial de los cristianos.<br /><br />Siendo crear sinónimo de inventar, lo contrario de crear es creer, pues el que cree tiene ya todo el alimento que su cerebro en huelga necesita. O sea: no tiene necesidad de inventar y no inventa, no crea.<br /><br />El arado no lo inventó ningún creyente en él, sino un necesitado de crear una herramienta que le ayudase a remover la tierra; el que andaba descalzo, sin importarnos ahora por qué procedimientos, inventó las sandalias, de las que derivaron los zapatos, encontrando que su invento, su creación le proporcionaba el placer de andar calzado, superior al de andar descalzo; y calzado o descalzo, pero con su cerebro alerta, el que tuvo que mover grandes pesos, inventó la rueda que, a lo mejor, fue en principio un tronco de árbol que lo echó a rodar; con la rueda ya en funciones, pudo inventar la máquina, y de la máquina fue a la imprenta, en la que imprimió un libro, fecha auroral de la humanidad. Se desorientaban los marinos en el mar por no tener horizontes que les sirvieran de referencia, y el nauta inventó la brújula. ¿Y quién podrá negar que fueron inventores Newton, Laplace y Darwin? ¿Y quién se atrevería a decir que Cervantes fue un creyente por el hecho de inventar, o sea crear, el Quijote? Decir que se lo dictó Dios, sólo se le ocurrió a Unamuno.<br /><br />A creer sólo podemos darle una acepción verdadera y rotunda: creer es aceptar como verdad lo que el entendimiento humano no puede comprender. Y esa creencia es pura religión. Las demás acepciones de creer son indirectas, derivadas, puesto que el verbo creer que familiarmente se emplea en ciertas formas, puede muy bien ser cambiado por otro. Ejemplo: Creo que Juanito ha ido a la escuela, en cuya oración el verbo creo, que no afirma nada, como cuando se dice: creo en Dios, puede ser cambiado por: sospecho o me parece que Juanito ha ido a la escuela, de cuya sospecha ha sido desterrada la creencia. Lo mismo podemos suplantar ese creer con verbos como suponer, conjeturar, imaginar, entender, estimar, etcétera. Así creo pertinente que frenes tu lenguaje, puede transformarse en considero que, por tu bien, hables más comedidamente, y ello no iría en menoscabo de la claridad.<br /><br />Y vamos desenterrando creencias, pues los creyentes se disfrazan de mil modos diversos. El que afirma que tiene fe en sus ideas, sean ellas las que fuesen, es un creyente que considera a sus ideas -que tendría que ser averiguado si eran suyas- superiores a él mismo. Y nada tendria que reprochársele si no se dijera hombre libre, aunque como veremos, no lo sea, puesto que dice: La fe, nuestra fe anarquista, es pasión ideológica, intenso querer que nos estimula a obrar ... Afirmando más adelante: Sin la fe, sin la llama del ideal, que se enciende más y más al chocar con otros ideales opuestos, se apagaría nuestra voluntad de pensar y hacer y hasta nuestro escaso saber. Y esto, aunque lo escribe un hombre que se llama anarquista, no es anarquismo.<br /><br />Veámoslo:<br /><br />En su sentido recto, que es sentido religioso, fe, primera de las virtudes teologales, es una luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone. Así, tanto los teólogos como los filósofos aseguran que fe es creencia. Por eso, el hombre libre, el anarquista, no habla nunca de fe, sino de razón, pasando por el tamiz de su mente todo cuanto las religiones enseñan y pregonan. Aceptar la fe en las ideas es tanto como aceptar la revelación, pues si la idea es hija del hombre, será al hombre a quien debería tenérsele fe, puesto que la idea es la tarea que cumplió su pensamiento. Vale decir: la idea se genera en la mente del hombre. No hay, por lo tanto, que tenerle fe, porque no es una divinidad.<br /><br />Si se relee el párrafo ajeno que he transcrito, se encontrará: primero, que es un lenguaje tan abstruso como absurdo; segundo, que la fe es pasión ideológica, intenso querer que nos estimula a obrar. Es decir: este hombre no obra por sí, sino porque lo estimula una fuerza extraña. Esa fuerza, que está fuera de él, es la creencia, o mejor: la religión. Pero como si fuera poco lo dicho, afirma a continuación: Sin la fe se apagaría nuestra voluntad de pensar ..., luego piensa, no él ni por él, sino porque la fe lo obliga, pues sin la llama del ideal, que se enciende más y más al chocar con otros ideales opuestos, se apagaría ... hasta su escaso saber. O sea: sabe algo porque la llama de su ideal lo alumbra. Y este hombre que así habla se llama indistintamente comunista libertario y anarquista.<br /><br />Será necesario, pues, que vayamos viendo si el comunismo libertario es o puede ser anarquismo. O mejor: si el comunista libertario es o puede ser, en tanto que tal, anarquista, porque es necesario escudriñar por todos los rincones de las mentes en furor para hacer claro lo confuso.<br /><br />Pero en tanto empezamos esa tarea, rearfirmemos: creer y crear no son actos iguales.<br /><br />EXAMEN DE CONCIENCIA<br /><br />En los momentos de introspección, de concentración de meditación, de pensamiento; es decir, en los momentos de vida profunda, de honda vida de satisfacción y armonía interiores, todos nos sentimos capaces de obrar tan digna y bellamente como pensamos. ¿Por qué, pues, abandonamos nuestros pensamientos de paz para convertimos en guerreros, nuestros propósitos anárquicos para encenagarnos en el autoritarismo?<br /><br />Yo sé que cuando pienso bellamente, cuando nada tengo que reprocharme en cuanto a la forma y a la intención pura de mi pensamiento -creación y dirección, en belleza-, experimento una gran alegría y un loco contento que me conmueven y abuenan. Y cuando hermané bello pensamiento y bella acción; cuando mi mente y mis manos trabajaron en armonía para dar a luz la acción magnífica; cuando cerebro y corazón, pensamiento, sentimiento y carne cincelaron la obra humana excelsa, mi cuerpo, todo mi cuerpo se llenó de un sano regocijo que me hizo experimentar el dulce gozo de lo sublime.<br /><br />A esa honda emoción vital es a lo que yo llamo sentimiento anárquico, del que se deriva la conducta anarquista: mente, corazón, palabra y obra en perfecta coincidencia, de perfecto acuerdo. Porque hablar y no cumplir se llama engaño, y nadie debe estar más lejos de querer engañar que el hombre anarco.<br /><br />La vida, nuestra vida anárquica no puede ser una mascarada, si es que no queremos aparecer como fantoches en esta tragi-comedia autoritaria, afirmando hoy lo que ayer negamos y volveremos a afirmar mañana para negar más tarde. Nosotros debemos dar a la vida humana, a la nuestra, un nuevo y mayor realce, que será tanto como crear un nuevo elemento, un nuevo valor, y no podremos imprimirle nuevo sello, el de nuestra hombría, si en nosotros no hay conducta: ser como decimos ser; obrar como decimos que debe obrarse.<br /><br />Es que para el anarquista, que debe ser el hombre por excelencia -deberemos tener como irrefutable verdad que anarquista y humano son cabalmente sinónimos-, no hay; circunstancias que le obliguen. Cuando aparecen en el ambiente que él no creó y quieren aprisionarlo, debe vencerlas. Y de ese vencimiento, de esa victoria suya contra lo circunstancial y pasajero surge su creación: el clima humano, el clima anárquico, que es en el que va a vivir su familia, la familia anarquista.<br /><br />Plotino decía que el bien es la esencia del mundo, y aunque él no se refería al mundo de los hombres, sino a lo que nosotros llamamos hoy mundo religioso, tenía cierta parte de razón, porque en el mundo de las relaciones humanas el Bien es superior, éticamente considerado, a la Justicia, porque donde la Justicia, inexorable, llega al homicidio, el Bien exculpa. Aunque parezca mentira, el viejo filósofo alejandrino, que vivió 200 años antes de Cristo, estuvo más cerca de la idea armoniosa que muchos de los que se llaman anarquistas, cuya inexorabilidad y dureza los coloca en situación de crimen humano, de autoritarismo desenfrenado, pues con su idea de revolución en la mente, sus manos encuentran entretenimiento placentero en segar vidas.<br /><br />Ese entretenimiento de segar vidas humanas para que triunfe el ideal revolucionario, debería movernos a meditación, colocándonos, en serenidad, frente a frente de nuestra conciencia para ver si es que nosotros, que nos consideramos campeones de libertades humanas, somos realmente lo que decimos ser. Si lo somos o lo intentamos ser; si nuestro anarquismo es un trabajo consciente y un bello sueño de que el mundo de los hombres puede y debe ser armonioso, porque en él se desarrollen las prendas personales de la nobleza y de la bondad, ese otro anarquismo que ha sido hasta ahora más bien tortura, porque torturados han vivido casi todos los que se han llamado anarquistas, tenemos que cambiarlo en flor de poesía, porque poesía es luz de los entendimientos, alegría corporal de un vivir tan bello como armonioso.<br /><br />Dos posiciones diferentes indudablemente: un anarquismo revolucionario, guerrero, torturado, sin risa, que sólo ha sentido hasta ahora la alegría de morir matando, que ésos son los frutos del árbol guerrero, y un anarquismo pacífico, poético, creador de bondad, de armonía y de belleza, cultivador de la sana alegría de vivir en paz, signo de potencia y de fecundidad.<br /><br />¡Cuán difícil es -aun para muchos que se llaman anarquistas- comprender (gustar con la mente, saborear con el corazón) las excelencias de una vida hermosamente anárquica! Herederos los hombres de una anterior vida tribal, entretejida con autoritarismo y barbarie, pesa sobre ellos esa herencia como losa de plomo que no les permite pensar ni les deja obrar. ¡Y es que ignoran todavía que anarquismo es creación, porque es salirse, en pensamiento y en acto, de todo lo anterior, que es bastante triste y opaco! Anarquismo es camino nuevo, ruta de luz, ascensión armoniosa y fraternal, libertad predicada, sentida y vivida. De ahí que todo el que sea desarmónico (violento, guerrero), todo el que pretenda, de algún modo o manera, dominar a uno cualquiera de sus semejantes, no sea anarquista, porque el anarquista respeta de tal modo la integridad personal de los seres humanos, que no puede hacer a ninguno esclavo de sus pensamientos para no convertirlo en instrumento suyo, en hombre-herramienta. Tenemos que hacer una clasificación entre revolucionarios violentos (guerreros) y hombres anarquistas, y tenemos que clasificarIos, porque en tanto los guerreros se valen de los hombres-herramienta para llevar a cabo sus designios autoritarios, sólo con hombre libres, con hombres-hombres, puede dejarse expedito el camino que recorrerá la humanidad en su ciclo evolutivo y ascensional hacia lo humano, o sea hacia lo armónico.<br /><br />Si alguna vez dijimos -y creímos y creemos estar en lo cierto- que la Historia de la Humanidad (no de la especie) es la Historia de las nobles luchas del hombre contra la fuerza absorcionista de la tribu, el anarquismo tiene tan alta alcurnia como el primer hombre que adquirió, por un esfuerzo de su inteligencia creadora, el conocimiento de ser una unidad de valor dentro del conglomerado amorfo de la tribu. De saberlo, tendríamos que celebrarlo con una fiesta en nuestro corazón, porque con aquel primer ser con conciencia de serlo, nació no sólo la humanidad sino su hijo, el anarquismo. Así pues, los que hacen derivar el anarquismo de la Primera Internacional, organización clasista y guerrera, desconocen la vida y la historia de las nobles luchas humanas.<br /><br />La Primera Internacional, que nace de una idea de conflicto entre hombres (los internacionalistas apetecen el reinado de la justicia, no la libertad del individuo), es guerra, y siendo guerra no puede brotar de ella la armonía humana, porque sus creadores no fueron armoniosos ni entre sí ni para con los demás. La Primera Internacional obrera fue combustible en la hoguera del mundo. Allí se exteriorizaron, aunque aquélla no fuera su cuna, dos conceptos infrahumanos, pues dividían a la humanidad en dos sectores antagónicos: burgueses y proletarios, herederos, por cambio de palabras, de amos y esclavos. Regimentarse en uno u otro bando en disputa y en odio para desde él declarar la guerra al enemigo, era tanto como colocarse al margen del limpio camino que la humanidad, como tal, debe recorrer hacia su ascensión, es desconocer el gran interés de armonía que siente el hombre. Por eso, todo cuanto intentó edificarse sobre aquellos dos conceptos adoleció del vicio de nulidad, pues ni con los burgueses pudo edificarse nunca nada valedero, ni con los proletarios, considerados como tales, tampoco. Con conceptos que empiezan por despojar a los hombres de sus más bellos atributos de hombría; que consideran a unos como a lobos y a otros como a víctimas, se desemboca irremisiblemente en una guerra fratricida, y con ideas exclusivistas sólo se puede conseguir que, los que se consideran víctimas se vuelvan también lobos, tratando de devorarse entre sí para ver cuál debe triunfar sobre cuál, y qué justicia debe imperar sobre el otro concepto de justicia, tomando unos y otros a los hombres como herramientas, o lo que es peor, como armas ofensivas disparadas contra el enemigo, para lograr sus planes revolucionarios. En esos contendientes, llámense como se llamen, no existe nada humano, pues si lo hubo, lo perdieron en el momento en que aceptaron una posición en la guerra, tomando en sus manos el fusil o la ametralladora. Y si no quedó nada humano en los entendimientos, no puede brotar nada humano de los corazones, ni, por lo tanto, puede crearse el clima humano, el clima anárquico, porque la guerra no la preside jamás un noble pensamiento de armonía, sino una mezquina idea de rencor, de sometimiento, de esclavitud.<br /><br />Ahora bien; no puede negarse esta verdad: la guerra es la manifestación más despiadada y cruel de la barbarie, por lo que decir guerrero es igual a decir subhombre o feroz. La guerra vence, no armoniza; bestializa, no humaniza; subyuga, no redime; destruye, no crea. Y si el fruto de la guerra es la deshumanización del hombre; si el que pierde se torna esclavo, porque el que vence se convierte en amo, mal puede esperarse de ella salvadoras ideas de liberdtad, ya que es pernicioso el ejercicio de la violencia no sólo porque en los pechos de los guerreros germina el odio, que es tan desarmónico como infecundo, sino porque dirigentes y dirigidos, generales y soldados, se consideran unos a otros como herramientas de matar, perdiendo todos, por insensibilidad, por atrofia de lo más exquisito y mejor del hombre, sus sentimientos, que son sus atributos de humanidad.<br /><br />Piensen los que puedan pensar, hagan examen de conciencia los que sean capaces de hacerlo y vean si por medio de actos infecundos, de locura y barbarie, puede formarse un mundo humano en el que reine la fraternidad.<br /><br />Los anarquistas no pueden ser guerreros, ni aunque a la guerra se la llame revolución; los anarquistas no pueden ser clasistas. O son hombres o desaparecerán como movimiento ascensional humano.<br /><br />ESTILOS DE VIDA<br /><br />Para desgracia de todos, posiblemente no podamos entendernos los amigos de la acción suave, clara y dulce -y a eso le llamo yo acción pacífica- y los propagadores de la acción atropelladora, oscura y violenta -y a ésta la denomino acción guerrera-, y no nos entenderemos porque unos y otros, llamémonos o no anarquistas, vivimos en los antípodas. La primera acción me suministra la idea de hermandad -en casa del hermano no se riñe-; por la segunda me represento un mundo brutal y caótico, expuestos siempre todos a ser conquistados, amenazados de dominación. Son, pues, esas dos ideas y, por lo tanto, esas dos actitudes tan contrarias como dos polos de la vida, dos rumbos diferentes, dos direcciones opuestas, dos desiguales maneras de ser y de vivir, dos estilos de vida.<br /><br />Hace años sé que es más difícil hacer el bien que el mal. Hacer bien es tropezar en seguida con el sarcasmo de los que hacen mal, y el sarcasmo, al morder en las carnes, paraliza. Entonces, creyendo el débil bondadoso haber caído en ridículo, siente vergüenza de haber sido bueno, de haber sido fraterno (fecundo) y vuelve a caer en la dureza, en la brutalidad, en la infecundidad. Sí, hace muchos años sé lo fuerte y duro que es ser suave y tierno en medio de un vendaval de rencores y odios, pero también sé desde hace mucho que sólo las buenas simientes germinan y, como sembrador, elijo mi palabra, saneo mi pensamiento, purifico la idea que he de lanzar en los bancales de la vida. Muchas serán enterradas entre los pedregales del desprecio; pero un día, si alguna lleva en sí gérmenes de luz, la desenterrará algún lejano buscador de bellezas, y entonces alumbrará las rutas de la vida. Yo sé, sí, yo sé lo fuerte y duro que es predicar el bien y vivir en bondad en medio de un remolino de odios, pero también sé que si pocos, muy pocos saben crear bondad, cualquiera puede entregarse al mal, pues es más fácil llenar los caminos de espinas que sembrarlos de estrellas.<br /><br />Para sembrar el bien hace falta poseer todo el poderío de una fuerza nueva y propia -fuerza humana contra la fuerza animal de la especie, fuerza ascensional contra la fuerza opresora- que estimula a acometer las más bellas y atrevidas empresas, y sólo los que llevan en sí ese germen renovador son capaces de sembrar ideas anárquicas; para sembrar el mal sólo es preciso dejarse llevar por la corriente de animalidad que envuelve al planeta. Y el anarquista nada a contracorriente, va siempre a contramano, que dijo González Pacheco, porque elige siempre el camino difícil, que es el de la bondad.<br /><br />Hasta ahora el tipo humano ha estado viviendo envuelto entre las brumas de un despotismo crudo; de hoy en adelante es preciso que se despoje de todo atuendo guerrero para que aparezca como individuo humano. Y este signo, nuevo signo de nueva humanidad, el único que puede regalarlo por ser el único que puede crearlo, es el anarquista. Porque ¿qué haremos si no sabemos crear nueva savia para dar al mundo no ya la sensación, sino el contentamiento de una nueva esperanza de vivir en alegría que sea como esencia de una nueva vida? Si no traemos nuevos compuestos éticos; si no trazamos nuevo norte a nuestras vidas; si no somos capaces de descubrir las leyes de la armonía humana, y si no existieran, no nos sentimos con fuerzas para crearlas; si, en fin, no nacemos a una nueva luz, viviendo como nadie vive ni vivió, creando un estilo de vivir como nadie antes que nosotros lo creó, nuestras vidas serán infecundas, arrastrándolas penosamente por los caminos donde se apretujan las caravanas llorosas que sufren ultrajes.<br /><br />Todos los que nos antecedieron y aun todos los que viven a nuestro lado hicieron arma de la palabra; nosotros, que no queremos ser como ellos fueron ni como ellos son, debemos hacer de ella y con ella armonía y música. Pero debemos hacer con nuestra palabra armonía y música, porque, sin esfuerzo, broten la armonía y la música de nuestros corazones.<br /><br />Cada uno usa el lenguaje dándole el tono que él tiene, así la prostituta habla obscenamente, el ladrón como una ganzúa, el falsificador artificiosamente, el embaucador valiéndose de falso halago, el revolucionario tronando, ya que parece tormenta, y si nosotros queremos ser y decimos ser lo que los demás no son, amorosos y honrados, amor y honradez destilarán nuestras palabras, sabiendo quien nos escuche que decimos lo que pensamos y sentimos porque desterramos de nosotros toda hipocresía, pues vivimos cual predicamos porque ajustamos nuestro pensamiento a nuestra conducta.<br /><br />Verdad es que ser bueno, o sea tener un estilo de vida bello y armonioso, es tanto como ser héroe, pero héroe silencioso que nadie aplaude, sino que, al contrario, todos censuran y escarnecen; pero llamarse anarquista, que es tanto como ostentar un nombre limpio, obliga a la honradez y a la limpieza. Hay un heroísmo, conocido de pocos, practicado por menos, que vive en la soledad de las conciencias sin trascender al mundo. Ese heroísmo es el de la bondad, el de hacer el bien oscura y silenciosamente, y consiste en ser humilde entre los soberbios, noble entre los indignos, valeroso entre los valientes, bueno entre los malvados, libre entre los déspotas, luminoso entre los protervos. Ese heroísmo, que se mantiene enhiesto entre las más recias tormentas del desamor y que abatido mil veces resurge otras mil -el único heroísmo porque en él no entran como componentes ni la vanidad ni el premio-, es superior a todos los otros heroísmos, porque el héroe que, enloquecido de furor, mata por haber sido arrastrado por impulsos animales, no puede compararse al que, en silencio, a escondidas, pero tesoneramente realiza la gran proeza humana -la única gran proeza humana- de sembrar el bien. Valentía, sólo valentía, quizás temeraria, necesita el que en la batalla destroza y aniquila a un su semejante para salvar una idea de dios, de partido, de secta, de patria o de sindicato; pero valor, mucho valor, el especial valor que presta el especial temple de la hombría, es necesario para no contestar al salivazo del odio con otro salivazo, a una infamia con otra infamia.<br /><br />Sabe el héroe, el héroe del bien, el héroe anárquico, que no es contestando al odio con el odio, a la brutalidad con la brutalidad y a la infamia con la infamia como llegará nuestra especie a ser humanidad y la humanidad a vivir en armonía, y él, que es reflexivo, y sabe que la bondad es serena y no tempestuosa, amorosamente siembra amor aun en medio de las mayores tempestades que desencadenan los fanatismos, las incomprensiones y los odios, porque desea, allá, en lo mejor y más puro de su conciencia, que los hombres, sus hermanos, vivan en el respeto, sin el cual no es posible la paz.<br /><br />Los héroes de las batallas matan para que su deidad viva; los héroes anarquistas mueren no pocas veces para que otras criaturas vivan felices. Aquéllos, entregados con frenesí al furor del mal, transmutan sus facciones humanas en gesto feroz, siniestra llamarada de fuego que aniquila y devora; éstos, los silenciosos, bondadosos y humanos, iluminan sus labios con una sonrisa, sabedores de que el mundo está más necesitado de la luz de las mentes serenas que de la hercúlea fuerza del antropoide.<br /><br />Créanlo o no lo crean los partidarios de la acción guerrera, que es acción cainita, no humana, frente a todas las soberbias y a todos los crímenes, a todos los despotismos a todos los desprecios de la personalidad, existe, hay ya, está gestada en el mundo anárquico, una nobilísima actitud de humildad, de suprema y sublime humildad en el hombre, nuevo estilo de vida anárquica que ha de agrupar un día a la gran familia anarquista, porque en ese estilo de vivir, como en nueva fragua, se forjará el carácter anárquico al crear su clima. Es que el hombre, el que sabe que es hombre y desea que todos adquieran esa jerarquía, no puede realizar su misión sino siendo bondadosamente, magníficamente y valerosamente humilde, ya que nada podría hacer de beneficioso con la soberbia -los soberbios no cometieron en la vida más que desmanes-, y todo lo tiene que hacer y ganar con la humildad, con la bondad, entre las cuales, y sólo entre ellas, tiene cuna la ética. Porque ¿de qué servirá quejarnos de que el mundo es malo, si nosotros, malos también o estériles, no sabemos o nos negamos a plantar el bien para que florezcan, de una vez para siempre, los rosales de la bondad, que han de ser los que den magníficas flores que alegren y perfumen nuestras relaciones fraternas?<br /><br />Los Renacimientos italiano, inglés y francés llegaron cargados de odio; así, en ellos floreció lo espectacular hermoso, no lo moral, siendo, por lo tanto, capaces de crear formas espléndidas (y esto fue como una llamarada), pero no dando nacimiento a hombres magníficos. Nosotros, en cambio, debemos tender hacia la magnificencia del ser, de la criatura humana, del hombre, para que él pueda darnos, a la vez que la forma hermosa, la conducta magnífica por su vida armoniosa, pues sólo así seremos dignos de que en nosotros se miren los pésteros como en un espejo. Es que anarquismo -y debemos repetirlo y levantar a voz para que nos oigan-, es nuevo rumbo, nuevo ritmo, nueva moral, nuevo estilo de vida. No es seguir el camino que todos siguieron, ni marchar al pulso de los tiempos. Es dominar el Tiempo, crear, como ya dije, el Tiempo del Hombre para que la criatura humana pueda gozar de las delicias de la vida.<br /><br />Si los Renacimientos crearon lenguajes que expresaban el odio a maravilla, nosotros tenemos que crear lo increado: el lenguaje del amor (los troveros mintieron amor, no supieron amar) y crearemos el lenguaje del amor en cuanto ese noble sentimiento viva pujante en nuestro corazón. Sin crear y hacer que viva en nosotros ese sentimiento noble y generoso, no podremos jamás llamamos humanistas, ya que no podemos concebir un humanismo odioso, porque el odio no es ética.<br /><br />El sentimiento anarquista (gozo de ser y sentirse libre) no puede demostrarse como un teorema, pues hay algo delicado y sutil en cada persona que no puede reducirse a común denominador, porque ese elemento cambia de persona a persona; pero sí podemos decir que no puede ser actitud anárquica la de tomar posiciones en el mundo por medio de la violencia, sino ir, por voluntad de nuestro corazón, siendo cada vez más humanos por medios cada vez más pacíficos, más amorosos. Para esto será ti necesario que se apodere de nosotros un feliz anhelo de ser mejores (no más feroces) que los demás, dando al mundo lecciones de belleza en el vivir para que de ella brote, por haber creado el clima adecuado, el placer de crear.<br /><br />Es, pues, necesario, que creemos un estilo de vida, nuestro estilo de vivir anárquico, tan rico y tan bello que deslumbre por su belleza luminosa. Y entonces, ¿qué mayor y más bella revolución que la de cambiar la fea manera de actuar y vivir, guerrera y bárbara, por un estilo de vida pacífico y alegre, hermoso y magnífico?<br /><br />NUEVA CULTURA<br /><br />Bueno, muy bueno es leer, porque la lectura nos pone en comunicación con el pensamiento universal; pero bueno, muy bueno es pensar, re-pensar diríamos, lo que se lee, y, sobre todo, pensar, sin leer, en las más bellas formas de vida con que cada uno sueña.<br /><br />Aceptar lo leído, sea de quien fuere, como artículo de fe, es tanto como caer en la creencia y hacerse idólatra de aquel a quien se lee. Ese acto de sumisión nos prohibe pensar, porque nos prohibe ser, y de hombres razonadores nos tornamos esclavos, de soles nos convertimos en muertas lunas.<br /><br />No hay cerebro que esté igualmente conformado que otro; no puede haber, por consiguiente, idea que pueda ser aceptada totalmente. A veces discrepamos en un siemple matiz de aquel a quien nos dimos por maestro; a veces también, nuestro razonamiento y el suyo llegan a opuestas soluciones. Por eso es bueno pensar, poner en ejercicio mente y razón, porque pensar equivaldrá, en el acto de valorar los pensamientos ajenos, tanto como a pensar lo que otros nos dijeron, a palpar y ver si es oro de ley todo lo que nos dieron.<br /><br />Si pensamos, veremos que los libros que leemos -aunque éstos sean los de nuestros maestros-, no encierran en sus páginas toda la sabiduría, es decir, toda la verdad, puesto que algo de lo que sabemos o está en nosotros en germen de pensamiento vivo, no ha sido todavía expresado. Fuera de nuestro pensamiento, al margen o paralela a nuestra verdad corre veloz otra verdad. Y cuando desaparezcamos y pasen los siglos, todavía más allá del último destello de luz -del cerebro del hombre actual en aquella época, habrá luz que espera la gracia del descubrimiento humano. Cuando la encuentre, el nuevo pensamiento expresado será nueva verdad. ¡Y de nuestro humilde destello a aquella luz espléndida habrán transcurrido milenios!<br /><br />Esta sencilla verdad, a la cual hemos llegado cabalgando en nuestro humildísimo razonamiento, nos enseña que por muy importante y nutricia que la lectura de los maestros nos pueda ser, la principal enseñanza que de ella podemos extraer es la de servirnos de acicate, de estímulo, esforzándonos nosotros en ser más alegres y alados que los que nos estimularon a la risa o al vuelo, porque si somos más alegres y tenemos más fuertes alas para remontarnos en el pensamiento, crearemos más luz para iluminar nuestra vida haciéndola más clara. Pero cuando nuestra vida, por nuestro propio esfuerzo, sea luminosa, nuestra luz no sólo nos servirá a nosotros para nuestro vivir, sino que alumbrará el sendero por donde andan los que nos acompañan, alumbrándoles el camino como antes nos lo alumbró a nosotros la luz que crearon los que nos precedieron. Y ése es el progreso.<br /><br />Nadie debe sentirse orgulloso de ser luz (y habrán comprendido mis lectores que luz es para mí, y en este caso, pensamiento y sentimiento de cordialidad); pero sí hemos de sentirnos todos alegres de ser cordiales, porque es por nuestra cordialidad por la que nos podemos aproximar a los hombres, fundiéndonos con ellos en un noble afán de ensalzamiento y creando el ambiente, adecuado, el clima propicio para que en él nazcan y crezcan nuestros amores.<br /><br />Podemos extraer otra consecuencia de nuestro razonamiento: si de nuestros maestros, cuyas enseñanzas recibimos con verdadero agrado, tomamos, como de más valor para llevar a feliz término nuestras experiencias, el impulso, el estímulo que ellos nos transmitieron, no abrazándonos como a evangelio a sus enseñanzas, sino esforzándonos en poner la cabeza más en la luz que ellos la pusieron y en hacer más flexible, ágil y noble nuestro sentimiento de cordialidad, comprenderemos que no hemos de ser rígidos en nuestras enseñanzas, ni inflexibles con aquellos que, irreflexivos o amorosos, se atrevieron a tomarnos a nosotros como maestros, diciéndoles humildemente que nosotros damos lo que tenemos, nuestra luz de bondad, siendo, como ellos, unos eternos aprendices en la vida, por lo cual nos esforzamos en que cada día nuestra existencia sea más armoniosa y bella, para conseguir lo cual comprobamos nuestro rumbo, como el nauta, a todas horas. Más allá de la belleza por nosotros soñada, les decimos a los que se declararon nuestros discípulos, hay infinitud de belleza, deseando que no sólo nos sobrepasen en crearla, sino en vivir bellamente, pues únicamente en esa noble rivalidad y en esa humilde modestia consideramos posible la realización de la armonía humana.<br /><br />A estas dos actitudes nobilísimas: a la de no aceptar que nos sea impuesto un pensamiento y a la de no permitir que un pensamiento nuestro pese sobre ningún cerebro, oprimiéndolo, es a lo que yo llamo anarquismo, ya que anarquía no es para mí sólo una negación, sino una doble actividad de la conciencia: por la primera, consciente el individuo de lo que es y significa en el concierto del mundo humano, defiende su personalidad contra toda exterior imposición; por la segunda, y aquí radica toda la gran belleza de su ética, defiende y ampara y estimula y realza la personalidad ajena, no queriendo imponérsele. Esta actitud de valoración del prójimo conduce al anarquista, a mi hermano el hombre anarquista, a una positiva y efectiva actitud fraterna; a una noble, humilde, generosa, bella, cordial y armoniosa acción fraternal, pues no se conforma con no querer ejercer influencia (dominio) sobre su hermano hombre, sino que no apaga su voz, gozando, en cambio, cuando el verbo fraterno canta, ni opaca su pensamiento, sintiendo una gran alegría cuando el cerebro del hermano irradia potente luz.<br /><br />Yo tuve siempre la convicción, y la conservo con celo a medida que voy atesorando más experiencias, que la honradez servía para algo, porque hice, para mi uso y conducta, una especie de sinonimia entre honradez y bondad. Fue bueno para mí ayer y lo es hoy no despojar de nada a mi hermano el hombre, y fue para mí honrado no imponerle mis juicios ni creencias. A fuerza de hermanarlos en mi mente, bueno y honrado resultaron familia mía, familia conmigo, llegando a considerar que mi persona flaquearía sin esas cualidades. Así, no pude sentirme nunca honrado, honrado ante mí, con la gran alegría de tener conciencia del prestigio que me prestaba mi propia honra, sino cuando fui bueno, cuando hice algo que no iba en desmedro de la personalidad de mi hermano, sino en su auxilio, aunque él lo ignorase, y mejor si lo ignoraba.<br /><br />Prestigio he escrito, y me parece que deberíamos tener muy en cuenta esta palabra que indica aprecio, acción afectiva y de respeto hacia quien supo, en bondad, conservar su honra. Sí, sí, deberíamos prestigiamos ante nuestra conciencia y adquirir prestigio al ser nobles ante los que ven transcurrir nuestras vidas, pues si nos ven dignos y honrados, con esa serena honradez que llena de fulgores las existencias nobles, nuestro personal prestigio aureolará nuestras ideas, y para las gentes que nos vean vivir con tanta gallardía como limpieza, anarquista dejará de ser equivalente a feroz y pasará a serlo de generoso y noble, de exquisito y excelso.<br /><br />Indudablemente hay quien tiene legañas en los ojos y ve el mundo cubierto de cenizas, como si todo lo hubiera tapado, volviéndolo infecundo, la lava de un terrible volcán; los hay también que llevan estrellas en sus manos y risas en sus labios, viéndolo todo de color de rosa. Yo vivo entre estos últimos, prefiriendo repartir sonrisas, porque no me son simpáticas las terribles maldiciones de mis vecinos. Es que -axiomática es esta verdad- el que tiene enfermo el corazón ve, feo y horrible cuanto le rodea, mientras que el que tiene sana esa preciosa víscera afectiva ve todo cuanto de bello existe en el mundo y sueña bellísimos sueños sobre la armonía que podrá ser creada. Y aquí, aquí es donde hacen falta los misioneros del bien. Sí, sí, no nos asuste la palabra: misioneros del bien, misioneros de la bondad, excelsos y humildes misioneros de la bondad hecha obra para hacerla sentir y gustar a los que por tener enfermo el corazón, ven horrible cuanto les circunda; exquisitos misioneros de la bondad para hacer que, al vernos vivir, gusten la belleza de un bello y libre y gozoso vivir suyo, llevando nuestra misión hasta los que por atrofia de los sentimientos afectivos ven feo y odioso cuanto les rodea. Porque. .. no sé si me equivoco y posiblemente me equivoque: el hombre no es es tan bueno como yo pienso y deseo; pero también es fácil que se equivoquen los que afirman que es irremisiblemente malo. Ahora bien, si yo me equivoco y conmigo, por candor o ingenuidad, se equivocan los que sueñan bellos sueños fraternales, no causaremos al mundo graves males, ya que no declaramos feroces guerras ni llevamos a cabo crueles matanzas; pero si se equivocan los violentos, ¡cuántos e irreparables males cometerán! Y los cometen, no lo pongamos en duda, porque su palabra acre, áspera, dura y quemante no hermana, sino que separa; no acaricia, muerde; no cura, mata. En cambio creo, sí, lo creo firmemente, que el mundo iría cambiando si nosotros -nosotros, los anarquistas, los que deben predicar el bien viviéndolo y la belleza forjándola con sus propias vidas- cambiáramos la palabra amarga por la dulce, la espada por la pluma, el rencor por el amor; si fuésemos, en suma, maestros del bien decir, pero, sobre todo, ejemplos vivientes del bien obrar, entonces nuestras palabras serían de luz y nuestros actos, por lo bellos, estimularían a la concordia, porque no hay posibilidad de crear una nueva forma de vida, un nuevo estilo de vivir, hermoso y fraternal, si no creamos en nosotros una nueva cultura, la que nadie cultivó nunca: la cultura. anárquica, que no puede ser otra que la bella y humana cultura del amor.<br /><br />LA CONCIENCIA DE SÍ<br /><br />El conócete a ti mismo, a que el griego nos invitó, es siempre actual y su invitación se mantiene fresca a pesar de los siglos transcurridos desde que fue hecha, y se mantendrá lozana en épocas futuras porque el conocimiento de sí es el primer principio de toda sabiduría relacionada con el hombre, ya que sólo conocemos a los demás a través de nosotros, por comparación con nosotros, y no podemos establecer analogía si, por desconocimiento de nuestro propio ser, desconocemos las relaciones existentes entre unos y otros, por lo que no podremos comparar ni, por lo tanto, conocer.<br /><br />Conocerse a sí mismo es, pues, una necesidad, ya que sin conocernos ni podremos conocer al hombre, nuestro semejante, ni su mundo. Del conocerse, del conocimiento de nosotros parte la luz con la que alumbramos lo anterior y lo futuro, lo exterior y lo interior de nuestro hermano hombre.<br /><br />En nosotros existen las posibilidades de reproducir, viviéndolos, todos los estados por los cuales ha pasado nuestra especie, incluso, claro está, el del hombre, meta superior en la carrera ascensional que dura miles y miles de años. En esta carrera, en esta ascensión de lo primitivo hacia lo excelso, de lo animal hacia lo humano, algunos se quedaron para siempre en lo animal; otros subieron y bajaron por la escala, siendo ya hombres, ya bestias; pocos, muy pocos se mantuvieron en equilibrio en la cima de lo humano; pero fueron éstos los que, avanzando, marcaron el rumbo de belleza y de bondad que siguen los demás; éstos los que forman la humanidad, y sólo éstos los que adquieren conciencia de los cambios sufridos por la especie y de sus propios cambios. No se avergüenzan de su origen, que conocen; pero tampoco sienten el orgullo de ser como son. Contemplando la sima de los siglos, ven el caos de donde salieron sus antecesores y, por haber llegado a la luz, ofrecen luz a sus hermanos noblemente, generosamente, alumbrando con amor el camino para que los que se extraviaron, lleguen a la hombría, conociendo que algunos no pueden guiarse por sí mismos. Para éstos, para los que, extraviados o carentes de fuerzas, no pueden ascender, guardan su dulzura, jamás su fiereza; su amorosa ayuda y fraternal estímulo, nunca la imposición, porque el que se conoce y conoce además las diferentes etapas de la vida, sabe convivir con todos, pues por haber concebido el bien sabe disculpar, realizando con su hermano el gran acto de tolerancia, que es la suprema acción de la conciencia, que bien puede considerarse como en la cúspide de las demás acciones, la acción moral por excelencia, pues sólo es capaz de llevarla a cabo con alegría el que ha llegado a la cumbre de lo humano, porque conoce su persona y su origen. En cambio, el que no tiene conocimiento de sí, el que no se ha formado un estado de conciencia de su propia persona, el que no se sabe porque se ignora, no puede concebir el bien y no puede ser bueno. Por eso, sólo asciende y sólo es anarquista el que, seguro de sí mismo, escala la hombría, adquirida conciencia de que ha nacido para algo más noble que para oficiar en la vida de chacal o de víbora; sólo puede ser anarquista el hombre, no el animal; el bondadoso, no el feroz; el pacífico, no el guerrero. Porque ¿quién puede renovar el mundo humano, el que tiene o el que no tiene conciencia de sí -el que carece de conciencia propia, carece de conciencia de humanidad-, el bárbaro o el hombre? Indudablemente, quien puede renovarlo es el que posee fuerzas renovadoras y esas fuerzas tienen su asiento en la conciencia del hombre, no en la zarpa del bruto.<br /><br />Necesitamos, pues, re-movernos para poder renovarnos huyendo de la barbarie, porque la quietud anquila y destruye las mejores facultades. Ni Confucio, ni Krisma ni Cristo dijeron para siempre la última palabra sabia. Creer lo contrario significaría no tan sólo pereza de pensar, sino incapacidad, y porque los cristianos lo creen, es por lo que viven, como en sus comienzos, en tiempos del imperio, siendo ellos también imperio, o sea, tribu: jerarquía, mando, desconocimiento de la unidad humana.<br /><br />El cristianismo, que fue nuevo hace dos milenios, hoy es viejo, y sería bueno sepultarlo con objeto de que al olvidarse el nombre de Cristo no se les ocurriese decir a algunos anarquistas que el de Galilea fue también anarquista sólo porque esgrimió el látigo para echar a los mercaderes del templo. Y no, Jesús no fue ni pudo ser anarquista porque jamás fue hombre libre ni trató nunca de escalar la pina cuesta de la hombría. Jesús fue un esclavo que predicó no libertad, sino esclavitud. Su modelo de vida, el que ofrece. a las gentes que le siguen, es el que le suministra la religión del pueblo de Israel: no fue creador, no fue fundador, pues ni inventó ni creó un dios nuevo, ya que vivió entregado a Jehová. Si no crea, si no sale de la tribu (no abandona el concepto tribal), si no pregona libertad, porque ni la siente ni la apetece, y sí, en cambio, sumisión; si se hubiera horrorizado sólo al pensar que podía vivirse sin jefes y sin dios, se habría sentido hombre, y no puede considerarse anarquista, ni puede tomarse su vida como modelo de vida humana porque no fue humano. En el encadenamiento de la vida, el cristianismo fue uno de los estados por los que pasó nuestra especie, deseosa de alcanzar algo superior, y si pudo ser bueno en aquel momento, no nos sirve ahora, porque el cristiano carece de la conciencia de sí, que su religión le prohibe adquirir; no se considera un ser humano, sino un ente divino, ni se siente capaz de renovarse por sí, pues Dios lo hizo a su imagen y semejanza y así será hasta el morir.<br /><br />Observando a las gentes -hasta a muchos que se llaman anarquistas-, veo que el camino que siguen, para bien o para mal, es fácil de seguir, porque no se mueven por fuerzas suyas, propias -voluntad, decisión y conciencia-, sino que los mueven fuerzas ajenas. Para el bien o para el mal, casi todos marchan a la deriva en este tumultuoso océano del vivir, casi todos son satélites de algo o de alguien: de una idea, de una religión, de un hombre, porque lo difícil, lo verdaderamente difícil en esta vida es caminar por su propio y voluntario impulso. Cuando se anda sin muletas extrañas es porque se lleva algo en el corazón y se tiene alguna luz en el cerebro. Cuando no se tiene nada y se deja arrullar por una dulce brisa o arrastrar por un remolino es fácil que cuando la brisa o el huracán desaparezcan, el individuo se estanque, se quede varado, que es lo que ha pasado con muchos a quienes el vendaval descuajó de su centro, que, perdido el impulso -fuerza de la religión, la secta o la organización que los empujaba- se derrumbaron porque no habían adquirido criterio de su unicidad ni conciencia de sí: les faltó el modelo, y como ya no supieron a quien imitar, se hundieron totalmente.<br /><br />Es que el que se da un modelo, el que sujeta su vida a un modelo exterior, no sólo no puede llamarse hombre libre, pero ni tampoco hombre bueno, ya que empezó por matar su personalidad, su originalidad. El que sujeta su vida a un modelo exterior no puede tener otros amores que los que le preste el modelo elegido, al que levanta altar en su corazón como a deidad. Aunque predique amor, no será amoroso; aunque hable de libertad, sólo concebirá la libertad condicionada por aquél o aquello que lo domina, y esa libertad tiene todo el carácter de esclavitud: religión que ató su vida a credo exterior, que lo subyuga. Y entonces, aunque se llame anarquista, transformado, por ejemplo, en bakuniniano o en kropotkiniano, hablará de Bakunin o de Kropotkin con el mismo fervor que el franciscano habla de Francisco de Asís. Su palabra es rezo cuando la dirige a aquel a quien adora y blasfemia cuando critica a quien pone en duda al dios de su adoración.<br /><br />Hace falta remover si queremos re-novar, y remover todo lo que llegó al mundo antes que nosotros, para elegir los materiales que nos han de servir para la nueva misión que vamos a emprender por el bien y la libertad, y la primera remoción y la primera renovación se han de dirigir a adquirir el conocimiento de nosotros mismos, que será tanto como adquirir el principio de la sabiduría y el de la bondad. Será entonces cuando, aprendiendo a amarnos, aprendamos a amar a los demás con conciencia, porque ya no nos sentiremos hombres despreciables, sino luminosos, pudiendo entablar diálogo con los hombres de la historia.<br /><br />Sí, sí, remover y renovar; adquirir pleno conocimiento de sí mismos para desechar los pensamientos arqueológicos de las religiones, de todas las religiones, y crear pensamientos nuevos, nuestros, relacionados con nuestra vida, con nuestros sueños y con nuestros anhelos. Los que pasan sus vidas tomando como modelos a personajes de la historia, se pierden de vista a sí mismos y pierden hasta su sonido, por lo que suenan a hueco, y su oquedad tienen que llenarla con palabras e ideas pretéritas de hombres pretéritos, pues ignoran que un ideal pretérito es un ideal que fue de otros, que pudo convenir a otros. Y ... ¡qué terrible martirio vivir abrazado a un madero en el que otro expiró, o gozar, con la ilusión de disfrutar de mujer, en el lecho en que otro recibió sus caricias! Ser hoy Cristo no valdría para nada; ser hombre cuando tanto escasea el hombre en el planeta, sería un triunfo propio, porque sería tanto como ser lo que nadie apetece, ya que es más placentera la vida que se deja llevar por la corriente.<br /><br />Sin embargo, ninguno que no tenga puesta su vista en el futuro y el pensamiento en sí puede pronunciar una palabra nueva, porque nadie que no se ausculte y mire adelante puede ver la luz. Para ser luz es preciso desasirse de todo lo pasado, pues la nueva palabra es hija siempre de nueva ensoñación. Verdad que toda idea nueva es enemiga de su anterior; pero sólo quien sepa ser hereje en todas las ortodoxias podrá pronunciarla.<br /><br />Sí, removernos, renovarnos. No ser creyentes. tomando por evangelio lo que nos dijeron, sino analizar sus gestos y palabras. Si algo valiera de ellas, llevarlo a nuestro caudal dejando que se vaya río abajo lo que no satisficiese nuestra inquietud. Y ello no significaría irrespetuosidad ni desacato, pues si hemos hecho profesión de fe de tratar a todos con amor, no hemos de regatear nuestros amores a los que lucharon para que la especie saliera del marasmo de los siglos.<br /><br />Libertad y amor son para nosotros casi sinónimos, pues por andar tan juntos ya se parecen a dos hermanos. Donde la libertad fue clima, el amor fue fruto; donde se siembra amor, la cosecha es de fragante libertad.<br /><br />Con amor trataremos a nuestros precursores cuando analicemos sus vidas y sus obras, pero con entera libertad, porque de nuestro análisis puede resultar mejoría para nuestra maltrecha salud. Porque necesitamos renovarnos y mejorarnos y no lo lograremos sin conocernos.<br /><br />CRIBANDO IDEAS<br /><br />Nunca olvido que fui labrador y que en la era cribaba el trigo para mejor limpiarlo, sabiendo que sólo de grano limpio y bueno saldría pan sabroso. Poseyendo tal arte, aprendido en mi juventud y jamás olvidado, hoy cribo ideas, porque las quiero tan limpias como el candeal de antaño, para lo cual separo con mi criba las granzas en que vienen envueltas. Por esta hacendosa meticulosidad cribaticia he podido aprender que sólo los hacendosos que viven en plenitud de amor pueden darnos el bien y que los que viven desesperados por ver que trigo y granzas andan revueltos, no atreviéndose a cribarlos, sólo nos dan el mal, porque los que rebosan hiel no pueden ofrecernos más que tragos amargos.<br /><br />Por en medio de la multitud pasea solitario el anarquista. No es multitud, no se funde con ella porque se sabe y quiere conservarse unidad humana; pero sabe también que entre esos individuos que la componen germinan deseos, anhelos e inquietudes a de superación, por lo que está siempre atento a toda manifestación de pensamiento noble, aunque aparezca en medio del más estruendoso vocerío.<br /><br />Posiblemente lo eterno necesite rodearse de cosas perecederas que se van desintegrando mientras anda el hombre por los caminos del vivir, por lo que quizá la libertad, eterna aspiración suya, se presenta frecuentemente envuelta en escorias que la afean y desvirtúan. Pero clarificar el concepto, presentarlo, como la acción, limpio de impurezas, es una de las labores del anarquista, esforzándose en que no haya nunca confusión de sentimientos ni de ideas. Para eso criba sin descanso, separando el grano lleno de lo que no lo es.<br /><br />En el surco de la vida -y no me olvido nunca que fui labriego-; en el surco de la vida, repito, fue formando el anarquista su saber, y como levantó su casa con desengaños, aprendió a ser humilde, a vivir sin soberbia, olvidando a los que le deshicieron mil veces sus trojes y empezando otras mil a levantar su edificio, ya que no trata de guerrear con los demás sino de vencer sus desalientos, saliendo cada vez más fortalecido de tan dura prueba.<br /><br />Porque no todos fueron labriegos, no todos, para nuestra desgracia, saben cribar, tomando el pan en donde se lo dieron, casa consistorial o puerta de convento, y las ideas de cualquiera que se las ofreció, y es que no todos saben ni pueden contemplar el universo para gozar con el maravilloso espectáculo de su sencillez (aquí encaja bien nuestra enseñanza), pues sólo los contemplativos, los que a la contemplación del mundo agregan la suya; los que saben dialogar consigo y con el cosmos, considerándose también cosmos en la gran infinitud; sólo los capaces de conocer su humilde grandeza pueden ser creadores de armonías, porque sólo ellos cambian el universo, cambiándose; sólo ellos mejoran el mundo, mejorándose.<br /><br />Porque no es bella la naturaleza: solamente es. Sin la mirada del hombre, todo permanece ciego; sin su palabra, todo se mantiene en completo mutismo. El que habla, es el hombre, sólo él tiene el verbo. Sin él, las fuentes no murmuran ni cantan, las arboledas no son alegres ni risueñas dando la sensación de orquestas cuando el viento las besa, ni las olas semejan blancas cabelleras de ideales mujeres. La fuente, el bosque y el mar no tienen conciencia de sus murmullos, ni de su música ni del desperezo y jugueteo de sus olas. Esas bellas ilusiones, esas bellas imágenes, esa hermosa poesía no están en la naturaleza, las crea el hombre. Para que la naturaleza sea bella la asociamos a nuestra vida o a la de nuestro semejante. Arboles, piedras, ríos, cielos, tierras, mares no aman y, por no amar, carecen de lenguaje. El amor y el verbo son sólo del hombre, él los creó al crearse. y esto nos enseña que tenemos que ser creadores de nueva poesía, haciendo con ella reir a las gentes y no a los lobos, a las criaturas humanas y no a los dioses, a las madres que lloran y no a las peñas que permanecen mudas en los acantilados. Y será posible crear nueva poesía cuando hayamos creado. nuevo estilo de vida, cuando seamos otros: más ricos en amor, más humildes, más buenos y más libres.<br /><br />Por eso decimos verdad cuando aseguramos que, el anarquismo está en la madurez del hombre como tal. Porque no nace anarquista el sujeto de nuestra especie, se hace, madura como hombre tras un lento y penoso trabajo de pensamiento, de instropección. Durante ese fatigoso y fructífero trabajo crea armonía en sí y la regala al mundo de los hombres para concertar con ellos un orden armonioso. A ese acto consciente de crear armonía humana, libertad y respeto, le llamo yo anarquismo, porque ese acto de creación de un algo armonioso no lo creo nadie en el mundo -no lo intuyó siquiera- hasta que llegó el anarquista, el hombre maduro, el hombre humanizado, el que crea humanidad, que es armonía hecha ciencia y verbo. El anarquista es, pues, el gran armonioso, él crea orden en el amor y la libertad, es como un nuevo cosmos porque crea lo que no existió.<br /><br />Por hablar de amor, de armonía, de bondad y de belleza, únicas actitudes humanas que considero fecundas, me llaman algunos místico, como si el misticismo tuviera que ver algo con el humanismo. El ideal de armonía (único orden humano) que ve, siente, crea y regala el anarquista, no puede confundirse con ideales místicos de los que creen en dios, en cualquier dios (místico viene de misterio y el anarquista es luz), porque los místicos agrupan a las criaturas humanas alrededor de un dios que todo lo regula, en cuyo caso el individuo queda reducido a ser pasivo, ya que considera que la acción es propia únicamente de la divinidad. Por ello, ese ideal místico no es ideal de vida como lo es el del anarquista, sino ideal de muerte, ya que sólo cuando el individuo muere puede reunirse en el cielo con su dios. Quiere decir que el ideal místico es un ideal de las almas que esperan reunirse en el cielo; el ideal anarquista es el de los cuerpos que quieren vivir armoniosamente en la tierra. En el ideal místico el alma es cosa de Dios; en el ideal anarquista el hombre se pertenece a sí. En aquél hay jerarquía: Dios ordena y el hombre obedece; en el anarquista nadie tiene la obligación de obedecer porque nadie manda. El orden nace de la voluntad consciente de armonía que todos se esfuerzan en mantener.<br /><br />He ahí por qué el anarquista puede ser hombre bueno y el místico no. Sólo es bueno el que tiene voluntad de serlo, siéndolo por su propio querer, pero no puede serlo el que se somete a voluntad ajena, porque el sometido ni se quiere ni puede querer a los hombres. Y el bien humano sólo puede hacerse entre los humanos para que gocen los cuerpos humanos, las carnes humanas.<br /><br />Para los iniciados, para los místicos que llegan a Dios por los misteriosos caminos del éxtasis, los cuerpos son imágenes, sombras, fantasmas, cosas despreciables. ¿Qué de particular tiene que quien considere mi cuerpo despreciable, me desprecie y hasta me martirice? Y aquí hemos llegado a las fuentes impuras de los fanatismos, donde manan crueldades religiosas, y aquí nos hallamos en la encrucijada de la vida de donde parten dos caminos: uno hacia Dios, lleno de crímenes; otro hacia el hombre, lleno de amor.<br /><br />El místico, que hasta ahora apareció como el ser más humano, es el más inhumano; el que se presentó como inhumano a los ojos atónitos y extraviados de los creyentes, el anarquista, es el realmente humano, pues anarquista y humano son sinónimos de belleza y amor. Creyendo que sólo sube al cielo lo que del cielo baja (Evangelio), y teniendo en cuenta la jerarquía del que el místico considera el orden celestial, él, que se cree un enviado de Dios en la tierra, jerarquiza la vida de tal manera que su teocratismo es el más cruelmente impasible de todos los gobiernos. (La crueldad de los agentes de la GPU rusa, de la Gestapo nazi y de los actuales Opus Dei españoles tienen su fundamento en el mismo fanatismo, ya que sólo cambia el nombre de sus dioses: el Estado es la nueva divinidad de este siglo. Los resortes exteriores que movieron a Himmler y a Torquemada fueron idénticos.) En todos esos místicos, en todos esos seres no existe bondad, porque no son humildes, porque no son humanos. Sus dioses, tanto los del cielo como los de la tierra, son hijos de la soberbia, y sus sacerdotes rinden culto a esa pasión nefanda. El anarquista, el hombre, sí es humilde, tan humilde que se anegaría en angustia infinita si alguien tratase de levantarle un pedestal, porque desde la altura, desde el trono no podría cumplir la misión de amor que él se ha impuesto. Y el amor humano no es soberbio, el amor humano (amor al hermano) es entrega callada, generosidad sin palabras, dádiva que el corazón hace con humildad, porque ni el boato ni la palabra pomposa son signos de amor. Bien lo sabe el anarquista, que da en silencio, que no busca, con su dádiva, congraciarse con dios, sino procurarse un placer: desarrugar el ceño del necesitado, hacer brotar la alegría o por lo menos la esperanza en los labios resecos. Y en esa acción callada, silenciosa, anónima, está su fuerza porque con ella transformará el mundo que no pudieron transformar los religiosos con sus violencias.<br /><br />Siempre me plantean los religiosos el terrible y angustiante tema del deber: yo le debo mi existencia a Dios, que es mi Padre, y la vida con todas sus comodidades y respetos, al Estado. Esa deuda, eterna, inextinguible, me prohibe ser yo, me prohibe gozar de mi vida, me prohibe ser libre, porque esos inexorables acreedores me persiguen, me atan, me encadenan, me subyugan. Mi carne a ellos la debo; mi sustento ellos me lo dan; mi alegría ellos me la roban. Por eso, mi sueño, mi eterno sueño es vivir sin ellos, sepultarlos, porque una vez sepultados podré entenderme con el hombre, mi hermano, trocando esta funesta idea de deber, despótica y opresora, en acto de querer y de dar libre y gustosamente amor y entrega. Y dioses suelen ser la colectividad, el partido y la organización. Fíjense mis hermanos anarquistas que los dioses terrenales me plantean todos la misma obligación: yo les debo, y cuando no les pago, sometiéndome, tratan de obligarme, sancionarme. Para mejor cobrarme y dominarme inventaron la palabra determinismo, tratando de determinarme -monstruosidad con la que quiere robárseme hasta la idea de libertad para la acción- porque quieren automatizarme. En el seno de esas iglesias jamás podré ser hombre libre.<br /><br />Porque no se es libre más que cuando se tiene la conciencia de ser, y no se es mientras no se han ahuyentado los fantasmas de la deuda. Por eso, cada uno es libre como puede serlo. La conciencia es la única medida de la libertad. Gran conciencia, hombre cabal: anarquista; poca o ninguna conciencia, poca o ninguna estimación propia, ausencia de hombría, enemigo de la libertad individual, autoritario.<br /><br />Las religiones -y religión es toda idea con la cual se quiere atar, obligar-; las religiones; repito, buscan el placer en la ausencia de voluntad del sujeto; el anarquista halla el placer en ser. Quiere realizarse plenamente y libremente. De ahí que los enemigos de la vida fundaran una filosofía del dolor, sosteniendo que sólo él es fecundo, mientras que los amigos del vivir armonioso afirman que sólo los que tienen conciencia de la alegría de vivir transmiten energías vitales a la especie. Indudablemente éstos son los rebosantes, los pletóricos, los anarquistas, pues como todas las acciones del individuo están en perfecta correlación, los que creen en la fecundidad del dolor producen dolor (tiranía) y los partidarios de la fecundidad del placer producen placer (libertad). Y nadie podrá asegurar que la falta de libertad engendra risas.<br /><br />Si continuando nuestra metáfora de los dos caminos, nos imaginamos a la humanidad marchando por uno o por otro, veremos ojos llorosos, rostros marchitos, pasos tardos, cuerpos flácidos, y escucharemos lastimeros ayes, palabras angustiantes, himnos de muerte en los que, temerosos, van hacia Dios, mientras que los que marchan en busca de la vida gozosa y alegre, sana y fecunda, ríen, triscan y cantan, porque en sus labios y en sus rostros y en sus cuerpos retoza y rebrinca la alegría. Es que el dolor engendra ideas melancólicas, tristes, sombrías, y el placer, retozonas, risueñas, cantarinas.<br /><br />Pero, además, ¿es el triste, el melancólico, el sombrío, el doloroso, el que vive en pureza, o, por el contrario, el que vive en pureza es el risueño, el jovial, el alegre? Poso que enturbia la alegría de la vida podríamos llamar a la tristeza, por consiguiente, carece de pureza el que no obra con alegre conciencia en todos los actos de su vivir, el que interpone un fantasma (Dios) entre su pensar y su actuar. Experimenta alegría el que sabe vivir, el hombre; siente tristeza el que no sabe vivir, el místico. El hombre, el anarquista puede bañarse y se baña en todas las luces estelares, indaga en todas las filosofías, goza de todas las bellezas, bucea en todas las historias, protesta contra todas las indignidades, seca todas las lágrimas, cauteriza todos los dolores, en tanto que el religioso, sometido a mil prohibiciones por las duras ordenanzas que le impone su dogma, ni puede restañar la sangre que mana de las heridas de los ateos ni bañarse en las sabias doctrinas que los infieles regalaron al mundo. Su doctrina lo encarrila por el sendero del dolor y debe recorrerlo con la vista baja y su voluntad en Dios.<br /><br />Para el místico sólo hay pureza en los actos del espíritu; para el hombre hay pureza en el beso de unos labios de mujer: de ese beso, y por él, nace un nuevo ser, maravilla de maravillas.<br /><br />Nada nos hace tan grandes y magníficos como la alegría, nada nos empequeñece tanto como la tristeza. Quizá sea verdad que el dolor es de Dios, pero sí puede afirmarse que la alegría es del hombre. Esta alegría, la humana, es necesario oponerla a la idea de dolor divino, y cuando lo venza en su corazón, la criatura humana será libre y alegre. La Gran Sabiduría, la que abarca la ciencia de las relaciones cordiales del hombre, levanta un pedestal sobre la alegría, y no puede ser hombre el que no sabe reir.<br /><br />Del camino del hombre, del que lleva hacia la humanidad y de aquel por el cual marcha el hombre ya humanizado, tenemos que desterrar hasta la menor sombra de dolor, pues el misticismo (dolor de Dios) ha enturbiado ya bastante la vida de la criatura, invitándola al renunciamiento de sí, a la nadidad, negación completa de la vida libre.<br /><br />Por las ventanas abiertas de nuestra razón, a las que se asoma anhelante nuestro amor, tenemos que mirar cómo transcurre la vida, contemplándola desde ahora alada, alegre, bulliciosa y cantarina, teniendo bien presente que no podremos gustar ni propagar la belleza del vivir, haciéndola sentir y gustar a los demás, si nuestras acciones, y nuestras maneras y nuestro lenguaje no han adquirido ese sello de distinción que deberán tener todos los actos de nuestra vida, ni podremos comunicar alegría más que cuando seamos alegres, cuando nuestras personas destilen regocijo, el sano regocijo de ser armoniosos en este inarmónico caos de ideas y pasiones.<br /><br />Mucho, pues, tenemos que cribar todos, pues tenemos que transformarnos en nuevos seres de nueva humanidad si es que queremos crear un mundo nuevo, no pudiendo hacerlo con pensamientos rancios. Como el labriego en la era, deberemos cribar el trigo para mejor limpiarlo, sabiendo que sólo de grano limpio saldrá sabroso pan.<br /><br />CLIMA ANÁRQUICO<br /><br />¡Cómo quisiera que de mi pluma, como de fuente mágica, brotaran palabras limpias y cristalinas para tejer con ellas, al poder engarzarlas con gracia, pensamientos que por su frescor y por su fragancia alegraran a quienes me leyesen! ¡Cómo quisiera poder dar suelta, como del palomar a alegres y blancas palomas, a virginales sentimientos que llegasen suavemente y dulcemente a los corazones de mis hermanos los hombres para que, arrullándose por encontrar en ellos ambiente grato, hicieran allí un tibio nido! ¡Cómo quisiera poder emplear lenguaje nuevo, tan acariciador como bello, tan suave como luminoso, lenguaje, ay de mí, que todavía no tengo, que aún no he creado, aunque lo siento en mí, pero del cual no poseo la bella forma, para expresar con él mis más íntimos sueños de armonía y mis más vehementes anhelos de concordia! Y quisiera pronunciar nuevas palabras que tuvieran nuevos sones de dulzura, siendo como nueva música cordial, ahora que los lenguajes duros y punzantes y filosos hieren como puñales, porque sé que la bondad es el más claro signo de la hombría y porque mi experiencia me dice que sin ella no será posible crear nunca jamás una vida armoniosa.<br /><br />¡Pobres de los poetas que se educan en medio del ruido de las armas!, me digo en mi corazón cuando escucho o leo himnos a la violencia o panegíricos de personajes aureolados con resplandores de siniestros fuegos de feroces batallas. Y como los anarquistas deben ser los poetas no sólo de la vida hermosamente libre, sino de la vida bellamente armoniosa, ¡pobres de los que llamándose anarquistas viven a gusto en medio de los estruendos de la guerra, porque ellos no podrán crear jamás el clima humano, que es clima de dulzura!, me repito con enorme tristeza.<br /><br />Nada de lo que la guerra construye se perpetúa; todo cuanto crea el pensamiento quiere volar hacia la eternidad. A pesar de los siglos trascurridos, todavía se elevan al aire los descarnados muñones del Parthenón; pero se prolongan más en el tiempo, como si quisieran perpetuarse en las conciencias de los hombres, propagándose a través de los milenios, las filosofías de Zenón y de Diógenes. Entiéndase, por tanto, construir con solidez, dar tal fuerza y maestría a nuestro pensamiento, que, aun sin proponérnoslo, penetre en el futuro como un valor que el tiempo no destruya.<br /><br />Pero cuando se desea que el pensamiento crezca en altura y en profundidad, preciso es que se desarrolle con firmeza, la que ha de transmitirse a la palabra. Y no puede ser firme el pensamiento que no lleva en sí gérmenes de eternidad, y no podrá clavarse como hito en el futuro el que no alumbre el camino de la humanidad. Por ser pequeñas las visiones de grupo, de tribu, de secta, de partido o de sindicato, no pueden ser nunca grandes ni eternos los pensamientos que en ellos vivan, pues los pensamientos cósmicos necesitan el cosmos para germinar.<br /><br />Hay hombres que son como esas cajas de música que zarandean de un lado para otro los mendigos callejeros: carecen de armonías, disuenan, no tienen sones puros, necesitando que alguien le dé a su manivela para que carraspeen sus estridentes notas, y ésos, pobrecitos, alejados de la vida poética, que es tanto como estar alejados de la vida sana, riente y armoniosa, aunque se llamen músicos, ni podrán crear nunca el clima musical, ni tampoco el clima de la hombría, donde un día vivirán armoniosamente las criaturas.<br /><br />Para crear el clima poético es necesario que en el individuo existan en potencia ansias y anhelos de bellas armonías; para crear el clima humano es imprescindible que el individuo haya reunido en sí potencias humanas, poseyendo, a más de una rica vida interior, un inagotable tesoro de virtudes; para crear el clima anárquico, clima de libertad consciente y armoniosa, es forzoso que el creador lleve en el corazón sentimientos tan nuevos que nadie se haya estremecido jamás a su contacto y en su cerebro pensamientos tan limpios que nadie los haya desflorado ni aun en sus más bellos y puros sueños.<br /><br />Cuando se siente lo virginal y puro brotar del cerebro y manar del corazón, porque es del corazón de donde mana la alegría que lleva a nuestros labios risa sana y jugosa, y es nuestro cerebro el que busca el cauterio para los desconsuelos; cuando en nosotros hay riqueza de luz y de ternuras, es que nos hallamos capacitados para crear el bien mullido lecho en donde han de germinar las simientes de bondad que han de hacernos agradable el vivir, es que nos hallamos en condiciones de crear el ambiente propicio a la libertad y a la armonía entre las cuales ha de convivir, con nosotros, nuestra familia. Y en ese ambiente nuevo, en el que ha de ser posible tener nuevos sueños, y nuevas alegrías y nueva vida que enguirnaldaremos con nuevas ilusiones y nuevas realidades, emplearemos un nuevo lenguaje, pues si no creásemos nuevas palabras, daremos a las viejas nuevo son de dulzura. Pero las crearemos, porque al crear el conjunto de agradables condiciones en que ha de desarrollarse la criatura humana, necesitamos crear no tan sólo nuevos afectos, y nuevos matices de ternuras y de alegrías, y nuevas realidades de tolerancia y nuevos goces que nos proporcionarán nuevos amores, sino nuevas palabras y nuevos giros con los que expresemos nuestras nuevas alegrías del vivir armonioso y excelso, humano y anárquico.<br /><br />¿Y dónde, dónde será posible que hagamos esas creaciones si no las ensayamos primero en el hogar, sitio de recogimiento en donde vivimos con la compañera criando a los hijos envueltos en caricias? ¿Y dónde, dónde podremos hacer ensayos de bondad si no los hacemos en el taller de nuestras experiencias, en nuestra casa, convertida por nuestra voluntad, tanto en laboratorio de virtudes como en tibio y perfumado nido?<br /><br />Los que hablan despectivamente de torres de marfil no saben lo que dicen. Cada casa nuestra, cada hogar nuestro, donde, sembradas y cultivadas por nosotros, deben crecer y florecer maravillosas plantas del bien, debe ser, será, es preciso que sea, no sólo torre de marfil, sino de transparente y purísimo cristal que adornaremos con la más variada y rica pedrería de nuestros amores para que todo en ella sea y esté como nosotros queremos ser siempre y estar: relimpio y refúlgido. Nuestra casa, nuestro hogar, nuestro nido, nuestro rincón de amores será la más hermosa torre de marfil con que no pudieron soñar ni los que, artistas del ensueño, se atrevieron a crear en su fantasía los más bellos mundos de ilusiones, porque en el hogar anárquico, aunque sea choza, vivirán en perfecta hermandad la alegría y el respeto, la libertad y el amor, que son las más preciadas gemas de la felicidad, criándose en él los hijos con más mimo y cuidado con que el avaro cuida sus tesoros, porque en nuestras torres de marfil, que han de ser a la vez taller de lapidario y vergel, aislados de la brutalidad de este mundo feroz y caótico, han de criarse verdaderas joyas de humanidad. Sí, sí, verdaderas joyas de humanidad, verdaderas criaturas humanas, verdaderas unidades de valor que, empenachadas con todos los atributos de la hombría, den brillo, realce y esplendor al mundo; verdaderos hombres que perfeccionen los laboratorios del amor instalados en sus torres de madil y de cristal, creando en ellos el ambiente de dulzura y tolerancia en que ha de vivir la humanidad futura, la humanidad de mañana, que sólo será humanidad si empezamos hoy a crearla en nosotros, en nuestra casa, con nuestra madre, con nuestra compañera, con nuestros hijos.<br /><br />Lo mejor de la vida humana, tolerancias. estímulos, alegrías, no fue regalo de los dioses, sino creación lenta y fatigosa de los mejores ejemplares humanos, los de más recia hombría, que trabajaron, sin cansancio, los laboratorios instalados en sus torres de marfil; lo mejor de la vida humana, pensamientos nobles, sentimientos fraternos y acciones de concordia, no fue tampoco dádiva social, que la sociedad reparte menos de lo que le regalan las unidades, ya que vive a expensas de ellas; lo mejor de la vida humana, fervorosos deseos de bienestar y paz, ansias de armonía, anhelos de fraternidad y de vivir amoroso, se crearon, primero, como ideal, en el sagrario interior de la conciencia, que a su vez necesita de la paz hogareña para forjarlo, de la apartada y sosegada torre de marfil donde crearlo. De la conciencia, el deseo armonioso baja a los labios convertido en palabra amorosa y a las manos trocándose en caricia, y después, lleno el hogar de amores y armonías, porque sus habitantes se esforzaron en hacer bellas sus existencias, aquéllos se derraman a la calle, haciendo posible que el ambiente de belleza en que se desarrolló el amor gane las otras viviendas, que así ocurrió, aunque con extremada lentitud, en el curso de los siglos; y así es fuerza que ocurra, debiendo acelerarlo nosotros para que se multipliquen las torres de marfil donde las criaturas crezcan en alegría y los amores hagan agradables las existencias.<br /><br />Hasta hoy todos hicieron, todos -en escasísimo número se contaron las excepciones, por lo cual fue tan lenta la ascensión hacia lo humano-, blocaos y casamatas de sus viviendas, desde donde dispararon venablos contra el mundo entero. Despreciaron las torres de marfil y de cristal, temerosos de que les vieran los demás vegetar, y se encerraron en oscuras cuevas. Y así como donde hay aire y sol y se recrea la vista en bellos horizontes de libertad, nace y crece la risa, que es gorjeo humano, en las cuevas-viviendas, en los blocaos y en las casamatas, donde se vive siempre en temor y en acecho, germinó el odio, que no supo ni pudo saber hacer nunca a nadie el generoso obsequio de una sonrisa ni el regalo de una palabra dulce, porque al guerrero le está prohibido sonreir y amar. Y en las cuevas-cuartel-fortaleza, donde reinó como amo y señor de voluntades, no pudo crearse el ambiente propicio para que naciese, creciese y se multiplicase el hombre, no pudo darse el clima anárquico, que es sueño de amor y práctica del bien.<br /><br />En las cuevas-cuartel-fortaleza -no hogar, no nido humano, no torre de marfil, donde se crea belleza viviendo en amor-; en las cuevas-cuartel-fortaleza, repito, no se doman pasiones ni se descuajan odios, sino que se acrecientan rencores y se afinan fierezas, siendo cada individuo enemigo de todos, por lo cual más se parecen sus habitantes a jauría o manada que a seres humanos. Así, este ambiente de recelo y de rencor, creado por el miedo -el único verdaderamente valeroso es el que regala amores al mundo-, al crecer se torna campo propicio a todos los odios que engendran, a poco andar, todas las bárbaras demasías, todos los despotismos, todas las tiranías, riéndose con estridentes carcajadas de todo lo noble y virtuoso, de todo lo delicado y exquisito, de todo lo amoroso y excelso, de todo aquello, en fin, por lo que el hombre es hombre.<br /><br />Es, pues, necesario, imprescindible, que el anarquista -el hombre bueno y magnífico- cree su clima de amable convivencia, en el que vivirá a gusto la familia, para crear más tarde el ambiente fecundo de libertad y armonía en donde ha de vivir en concordia la familia anarquista. Y esto sin miedo a las risas de los que se hallan incapacitados para amar. Esto, con amor, como el que sabe que va a llevar a cabo no una obra humana sino la gran obra de humanidad.<br /><br />LA CASA SOLARIEGA<br /><br />Cuando fatigados por el trabajo o angustiados por la soledad dejamos la pluma deseando ponernos en contacto con el mundo de los sonidos, que es, a su vez, el mundo de los hombres, abrimos nuestro aparato de radio y, como si fueran voces amigas que llegaran a visitarnos, irrumpen en nuestra habitación mensajes musicales que nos envían Londres o Buenos Aires, o mensajes hablados que se pronuncian para nosotros en Tokio o en París. Lo alegre, lo grave y lo austero, lo alado y lo profundo, el arte y la ciencia se dan cita en nosotros, y reímos y gozamos o pensamos y sufrimos según sea alegre o triste el sonido de la voz que escuchamos. Con un poco de esfuerzo de imaginación podemos figuramos que en vez de ser ellos los visitantes, somos nosotros los que salimos a su encuentro, y cuando conocemos los lugares de donde vienen los mensajes y a ellos estamos vinculados por hondos afectos, la ilusión es completa: nos sentamos al lado de los padres, jugamos con los amigos, hablamos con la amada, besamos a los hijos. Gracias a la portentosa creación del hombre, vivimos todos en vecindad, siendo Madrid un barrio de México al que se hallan unidos Ceylán y Nueva York.<br /><br />Pero aunque los hombres de los más diferentes puntos del planeta lleguen a visitarnos, no debe apoderarse de nuestras conciencias la idea de pequeñez, porque el mundo no se ha encogido, no se ha achicado, sino que el hombre se ha hecho mayúsculo, inmenso, planetario. Con su genio ha borrado las distancias, trasponiéndolas, pudiendo asegurar que el hombre, cada hombre es centro del universo porque hacia él convergen todas las ondas cargadas de alegrías o tristezas, de graves pensamientos de paz y de terribles gritos de guerra. Ya no está solo en el cosmos. Las conciencias oyen a las conciencias, los corazones escuchan el latir de otros corazones, el hombre ha empezado a oir a los hombres, que es tanto como sentir a sus hermanos cerca de sí, y en cuanto los vea, y vea también el escenario, la tierra y sus entrañas, forzoso le será crear nuevos conceptos del vivir, nuevas ideas de armonía y nuevos pensamientos de fraternidad, porque al dominar el sonido, dirigiéndolo a voluntad, ha borrado las fronteras de los pueblos, y al poder asomarse a los corazones de los hombres, sus hermanos, borrará las fronteras de los odios.<br /><br />Y aquí estamos frente a nuestro gran trabajo: saber ver a los hombres, aprender a mirarlos para comprenderlos y amarlos.<br /><br />Hasta ayer el hombre vivió solo, metido en su caparazón, preguntándose, en un ininterrumpido soliloquio, que ha durado milenos, por qué y para qué vivía, sin encontrar jamás respuesta a su constante pregunta. Su visión alcanzaba a lo sumo a la patria, que era continuación de la antigua tribu, y sus afectos no trasponían nunca las fronteras nacionales, cuando no se quedaban encerrados en la ciudad o en el lugarejo. Muchas veces, lo que estaba más allá era lo temible, lo enemigo. Las relaciones que con él se entablaban eran de guerra, por lo tanto, el terror le hacía ser misántropo y feroz, pues se consideraba, aun ligado a los pueblos vecinos por atavismos y creencias, solo en sí, solo en él, considerando adversario todo lo circundante.<br /><br />El primero que se atrevió a dialogar con lo desconocido fue el heleno, porque fue el primero que se asomó al mundo, aunque sólo con el entendimiento. Para esta audaz incursión creó dos ideas-madre que fueron como dos rayos de luz en la oscuridad: la de individuo y la de humanidad. De acuerdo con la primera produjo aquellas potentes y maravillosas individualidades que lanzaron al mundo mensajes de belleza, todavía admirados; por la segunda, consideró a la humanidad no como un organismo, sí como un conjunto de seres, de individuos que podían entablar relaciones armoniosas entre sí. Por estas ideas, formidables atrevimientos de la mente, el griego concibió la libertad del individuo, creando humanidad. Es decir, el griego se hizo hombre, se convirtió en humano, creando lo que todavía no existía. Sin este avance, sin estos maravillosos pensamientos, seguiríamos viviendo todavía en la tribu, donde se careció del concepto de lo individual, del concepto del hombre como unidad de verdadero valor para el concierto armonioso de la vida.<br /><br />Lo que el griego intuyó, nos lo dio a conocer el libro con la invención de la imprenta, y lo que en el libro no pudo ofrecérsenos, nos lo ha regalado el cine y la radio: imágenes y sonido. (Seamos verídicos: nos lo ha regalado nuestro hermano el hombre, valiéndose del cine y la radio, invenciones suyas.) Hoy ya sabemos cómo son y cómo hablan los indonesios y los lapones y los que forman las tribus del centro de Africa. Al mismo tiempo llegan a nosotros relatos y fotografías animadas de lo que ayer sucedió en Rusia y palabras e imágenes de los hombres que exploran las tierras antárticas. En nuestra casa común, nuestra casa solariega, heredad donde vivieron nuestros mayores y vivimos nosotros, ya nos es todo o casi todo conocido: el trabajo en los campos y en las minas del mundo, la formación de las islas madrepóricas y las representaciones teatrales que se dan en esas enormes aglomeraciones humanas que son Londres y Nueva York, ciudades nuestras, del mundo, de la humanidad, barrios de nuestra urbe, rincones de nuestra casa, habitados por hermanos nuestros, pertenecientes todos a la gran raza humana, a aquella humanidad que hace dos mil quinientos años entrevió el heleno y hoy es realidad.<br /><br />Frente al hombre de ayer, que carecía en absoluto de concepto de humanidad, porque su mente, como su visión, no trasponía el monte que lo circundaba, se levanta el hombre de hoy, conocedor del universo y universo él también porque ha adquirido conciencia de su potencialidad creadora. De ahí que si el hombre de ayer, nuestro abuelo, no podía concebirse a sí mismo como unidad de valor porque estaba sobrecogido de espanto con la grandiosidad de un dios, al que no conocía pero temía, el hombre de hoy, que ya no necesita para nada de la idea de Dios, al conocer su potencia, sabe que puede captar todas las emociones y concebir todas las grandezas, incluso la armonía de la humanidad de la cual se siente creador y criatura, puesto que crea amor en su casa, que adorna con arte para regocijo de los demás hombres, que componen su verdadera familia.<br /><br />Este criterio de casa común y de familia humana, que se fue formando poco a poco desde que los griegos nos regalaron aquellas dos magníficas y fecundas ideas de unidad humana y de humanidad, debemos reverdecerlo en nuestra mente y empezar a trabajar con él en nuestra propia casa y entre nuestra familia, haciendo lo que nadie hizo: ser buenos y amorosos con nuestros hermanos.<br /><br />Habiendo desterrado a Dios de nuestra vivienda porque nos perturbaba (la idea de Dios no fue jamás armónica, sino humillante por despótica), nos hemos dicho en nuestro corazón: En la casa donde nacimos y vivimos, en la que vivieron y viven nuestros padres y viven y conviven nuestros hermanos y nuestros hijos, no se riñe, ni aun se vocifera y alborota, pues se resentiría la moral y daríamos ejemplos de malos modos, grosería y maldad. En la casa familiar se respeta a los ancianos y a los padres y se vive en paz con los hermanos, cumpliendo cada uno su cometido de mantenerla limplia de odios, que son los que enemistan. En la casa familiar, en nuestra casa solariega, heredad de nuestros mayores y hoy nuestra por legítima herencia, deben escucharse risas, no llantos, palabras que acaricien, no maldiciones, porque es en ella donde debemos empezar a vivir en armonía y en regocijo. Porque ¿dónde si no es en nuestra propia casa, en nuestro propio nido, hemos de ir creando el ambiente tibio y perfumado que sea como nuestro clima, el clima anárquico donde hemos de criar en belleza y en libertad a la familia?<br /><br />ANARQUISMO Y MISTICISMO<br /><br />Sin duda porque dije en un capítulo, Lírica Anarquista, de mi libro Los caminos del hombre, que el cristianismo, a pesar de sus errores, seguía sosteniéndose porque sus poetas continuaban hablando de amor, alguien, que no me ha interpretado (posiblemente fuera yo el que no expresé con claridad mi pensamiento), ha dicho en una publicación que yo era un místico. Infinito le agradezco que se haya ocupado de mi persona y leído mis desgarbados escritos, pero me perdonará que deshaga el error que, vuelvo a repetir, quizá sea más mío que suyo.<br /><br />No soy un místico, y, posiblemente, pocos anarquistas habrá menos apegados que yo al misticismo, pues podrán caer en él los que creen que anarquía es una idea salvadora, una especie de deidad; pero los que como yo consideran que es el hombre el creador de las ideas y, por consiguiente, el que las reforma y cambia, ése no puede ser nunca un místico, no podrá jamás abrazarse a una religión, porque los místicos se niegan a sí para aformar a Dios y lo que yo digo es que el hombre se afirme en sí y niegue a Dios, a todo Dios.<br /><br />Yo digo que en humanidad lo que vale es el hombre y que los que se abrazan a las ideas con el mismo fervor conque los cristianos se abrazan a la cruz, son religiosos, y, aunque se llamen anarquistas, caen fácilmente en el fanatismo y en la intolerancia. Sólo entre esos creyentes pueden darse los místicos, porque sólo ellos creen que las ideas valen más que los hombres. Y ése es el religo.<br /><br />Lo que he dicho y repetiré hasta el cansancio para que me oigan los sordos, es que debemos observar detenidamente los inmensos vuelos de los poetas místicos, debiendo esforzarnos en sobrepasarlos en potencia creadora y en vuelo lírico. Dijo San Bernardino de Laredo que la oración es vuelo del alma hacia Dios. Pues bien; el día que nuestro vuelo lírico vaya del hombre al hombre, y el sentimiento y la belleza que pongamos en nuestro amor fraternal sean superiores al sentimientó y belleza con que los místicos engalanaron su amor a Dios, el cristianismo, sobrepasado en belleza por nosotros, habrá sido vencido, y el humanismo, el anarquismo, bellísimo ideal de convivencia armoniosa y fraternal, no vencerá a los otros idealismos sino sobrepasándolos en belleza, para lo cual el anarquista debe ser no sólo el más humano entre los humanos, sino el más exquisito entre los exquisitos y el más fraterno entre los hermanos. Y lo que agrego con frecuencia a mis escritos es que con palabras huracanadas o groseras no se convence a nadie. Ríanse los que quieran reírse: la anarquía, concebida en virtud de uno de los mayores atrevimientos de la mente humana, seguirá siendo el ideal de unos cuantos, mientras otros se esfuercen en mantenerla en las tenebrosidades de la violencia. Es preciso, pues, hacerla resplandecer; y únicamente adquirirá ese brillo, si los que se dicen anarquistas llevan, cada uno y todos, unas vidas limpias, unas vidas sin mancha. Es el individuo anarquista el que deberá dar a conocer la anarquía como ideal único de fraternal armonía; pero para eso el pregonero o misionero tendrá que llevar una vida también única, en bondad, en belleza, en amor, en sabiduría, en modestia, porque lo soberbio y lo violento, que no son ni fueron jamás virtudes humanas, pueden triunfar -el triunfo de la violencia nos ha conducido a esta era atómica-, pero lo que no pueden hacer ni harán jamás será vidas armónicas. Y todavía está por probar que sea necesario presentar la belleza envuelta en suciedades.<br /><br />El anarquista tiene que plantar en la tierra lo que nunca hubo: la lealtad al hombre, al individuo, su posible compañero y su real hermano. Porque se fue leal al Señor, a la patria, a la secta, al partido, al sindicato, pero nunca al hombre. Se aborreció lo natural y se fue esclavo de lo sobrenatural: de la idea. Y es que creer es tanto como vivir ciego, considerando que la luz exterior le guía (ciega es la fe), y gozando con vivir en oscuridad, porque la luz según todo creyente, no es luz suya, sino de Dios: de la secta o de la organización. Por eso tenemos que cambiar nuestra cultura, cambiar también la idea de lealtad. Si me soy leal a mí y no a Dios, veré la luz en mí y no en Dios, y al abandonar totalmente, absolutamente, esa idea de Dios podré empezar a amarme, a serme leal. De mi amor a mí brotará el amor al hombre, a lo humano, y de éste, el amor a la humanidad. Hace falta, pues, desterrar de la mente a todos los dioses para poder ser leal al hombre.<br /><br />He dicho que la fe es ciega, y así lo han pregonado todos los místicos. No hay diferencia entre el fervoroso creyente en Dios y el fervoroso creyente en la Anarquía cuando ambos consideran que esas representaciones idelógicas que llenan sus mentes pueden realizar el milagro de hacer felicies a las criaturas. Esos dos entes que tienen fe en Dios o en la Anaarquía, perseguirán al hombre cuando no quiera reverenciar a esos dioses. Y es que la fe y el fanatismo se cultivan en todas las iglesias.<br /><br />La fe es un abismo, y en ese abismo se pierden todos los místicos: los que aman a ese Ser extradimensional que llena el orbe; los que se sumergen en esa concepción de Sociedad que envuelve a seres y a cosas, y los que se pierden en ese orden nirvanal donde todo es deliquio, ya que los místicos del Socialismo tienen la misma fe ciega que San Juan de la Cruz.<br /><br />A ningún místico le interesa el conocimiento de los hechos ni de los hombres, porque todos tienen bastante con su dios, con lo que quiero decir que todo místico se deshumaniza, se vuelve antihumano y contrahumano, porque lo humano, que es lo feo, le molesta y hiere (1) De ahí que el místico no pueda pensar, sino sólo creer. Si pensara, llegaría al conocimiento; pero él no busca el conocer, sino bañarse, hundirse, perderse en lo divino. Comprendamos por qué el místico no es, no puede ser generoso para con los humanos: el místico pide a Dios, quiere a Dios para que Dios lo ayude, sostenga y salve. El místico es, por lo tanto, el ser más pobre de la tierra, el que más auxilio necesita, explicándonos ahora por qué vive llorando y maldiciendo. Llora cuando cree que Dios no le dispensa los favores que le pide; maldice cuando mira a los hombres, porque cree que los pecados de éstos pueden arrebatarle la gracia divina.<br /><br />Hay, pues, una diferencia bien notoria entre el místico y el humano (el anarquista). Los dos hablan de amor, los dos hablan de luz; pero el místico habla de amor a Dios y de luz divina, luz del cielo que desciende a él como una gracia, mientras que el hombre habla de amor al hombre y de luz propia, luz del entendimiento, creada por él y en él.<br /><br />Como se ve, son dos posturas o dos posiciones diametralmente opuestas. El místico se vacía de todo lo terreno y humano para llenarse de cielo y de Dios; el hombre expulsa de sí toda idea de Dios para poder estar más pleno de sí. Por eso, el místico renuncia a él mismo, no quiere ser humano, porque según él, no siéndolo es como puede fundirse con Dios, haciéndose él también divino.<br /><br />Por lo ligeramente expuesto podemos ver que en el místico todo es negación humana, siendo, por consiguiente, todos sus signos negativos para la armonía de los hombres. De ahí que en él todo sea anonadamiento; mientras que en el hombre todo es pujanza. Este quiere ser; aquél apetece no ser. Y el no ser no es ni humildad ni aun modestia humana, grandes virtudes de los hombres excelsos; el no ser ni querer ser es abandonar las potencias de sí, por considerarlas pobres o deformes, para recibir las maravillosas potencias de Dios.<br /><br />De ahí que el místico rechace todo dato que le suministren los sentidos y aun todo trabajo de la mente, porque llega al conocimiento cuando se niega a conocer: por la fe.<br /><br />Considera la Iglesia que el cuerpo no llega a Dios; pero sí el alma, el espíritu, lo que es de Dios y aun Dios mismo. Y como el cuerpo, incapacitado para la percepción de efluvios divinos, es por sí mismo despreciable, cuando las almas en éxtasis se ponen en comunicación con Dios, los cuerpos callan. Santa Teresa de Jesús dice cuando vuelve de sus arrobos, que no puede expresar la magnificencia del reino de Dios, y San Juan de la Cruz calla por saber que toda palabra es pobre para hablar de tantas maravillas. Lo místico, amor a Dios, se opone a lo hUmanno, amor al hombre; y se opone porque el místico desprecia la carne pecadora. En cambio, el hombre ama la bella carne porque en ella ve representada a la madre, a la esposa, al hijo.<br /><br />El mayor desamparo en que el místico podría hallarse, el mayor vacío que podría sufrir sería el vacío de Dios. Estar sin Dios le horrorizaría. De ahí que al que el fervoroso creyente considera vacío de Dios, no le importe matado por creer que el mayor pecado es vivir ausente de la divinidad (2). El que niega a Dios es el mayor blasfemo: merece la hoguera. Sin embargo, la blasfemia humana es negar al hombre. Y quien lo niega, no merece la hoguera ni la muerte, castigos de todos los torquemadas, sino amor y enseñanza de amor, pues sólo envolviéndolo en los perfumes del amor humano puede llegar a amar y adquirir la hombría.<br /><br />Según San Pablo, las criaturas son instrumentos y ocasiones del pecado, por lo cual gimen esperando ser libradas de esta servidumbre de corrupción. Con ese criterio, que es el de la Iglesia, ¿cómo pueden los cristianos llevar a cabo bellas obras de humana armonía, si al saber que sus cuerpos son instrumentos del pecado, o sea viles, se desprecian unos a otros entre sí y todos al género humano? Los que pueden realizarlas son los que sienten el gozo de vivir, los que experimentan el placer de su propia alegría de vivir, los que gustan con fruición las esencias de su propia vida viviendo sin dioses y en amor. Y si los místicos, cuando vuelven de sus éxtasis, aseguran que no pueden hablar porque la palabra es pobre para expresar las maravillas del reino de Dios, el hombre, creando nuevo lenguaje, nueva lírica anárquica, expresará sus sueños de armoniosa convivencia anárquica, despertando nuevos apetitos y nuevos anhelos de un vivir fraterno.<br /><br />Podrá asegurar San Pablo que la sabiduría de este mundo, delante de Dios es locura, dando a entender que nada vale lo humano frente a Dios, y afirmar San Juan de la Cruz que para subir a Dios, para fundirse con Dios, alcanzando la perfección, es preciso vaciarse de todo lo humano, despojarse de todo lo humano, purificarse de todo lo humano, porque sólo cuando el individuo se vuelve no-humano es cuando puede alcanzar la perfección en Dios; pero a pesar de estas locuras místicas -el estudio del místico corresponde al psiquiatra-, el hombre avanza hacia el hombre tendiéndole las manos, no siendo ya su enemigo, sino queriendo ser su hermano. Y esta labor le toca acelerarla al anarquista, al nuevo hombre que nace en medio de este caos: al hombre humanizado.<br /><br />Todos venimos de la misma raíz y todos somos ramas del mismo tronco; pero aunque todos deseemos también dar fruto y algunos lo hayan dado, no debemos escarnecer a los que no lo dan, sino, al contrario, cuando están dormidos deberemos poner entre sus hojas nuestra más bella flor para que al despertarse sientan la alegría de haber florecido.<br /><br />No soy un místico porque no creo en Dios, en ningún Dios. Lo que yo digo y pregono es que debemos renacer a una nueva vida, bella y magnífica, aun en medio de este mundo tenebroso y corrompido, y por lo que yo me esfuerzo es por vivir en plena armonía con lo que pienso y digo: con mi compañera en el hogar; con los que como yo sufren, en el trabajo; con todos los hombres nobles y de buenas voluntades, en todos los momentos de mi vida.<br /><br />Y a esta manera de pensar y de obrar no puede llamársele misticismo sino humanismo o anarquismo, que, para mí, son una y misma cosa.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Por este fenómeno de retrogradación mística, de deshumanización, se han reído algunos anarquistas cuando hablamos del hombre, de la unidad humana. Y es que a ellos no les interesa tampoco el hombre sino la organización, a la que quieren que se someta todo. Y quien analice, llegará a la conclusión de que ese concepto no difiere en nada del concepto eclesiástico.<br /><br />(2) Comparemos: lo mismo que al cristiano le sucede al fascista, y al comunista, y al socialista, y al sindicalista; y si a todos les sucede igual -analicemos serenamente el fenómeno- es porque se hallan vacíos del hombre y llenos de Dios. (Bien entendido que Dios es para ellos la secta, el partido o la organización a que pertenecen).<br /><br />RELIGIÓN Y ESTADO<br /><br />Cuanto más estudiamos los movimientos intelectuales de los tiempos pasados en relación con los deseos de libertad de las unidades humanas, más se nos aclara la interdependencia existente entre las ideas estatales y las religiosas, y más también la lucha sostenida por el individuo contra el conglomerado. Así podemos comprobar, entre otras muchas cosas, lo que el socialismo heredó del cristianismo y del catolicismo, al cual quiere suplantar utilizando sus mismos primitivos procedimientos.<br /><br />En efecto, ambos abominan del hombre, de la unidad humana, del individuo, considerando el uno pecado y el otro delito la acción individual del pensamiento, del análisis, de la vida, no enseñando al ser humano el pienso, luego soy, sino el creo, luego existo, porque pensar sería tanto como querer adquirir su soberanía el individuo humano y lo que ambas iglesias necesitan son creyentes que acepten al catolicismo y al socialismo como soberanos, como cuerpos doctrinales capaces de salvar por sí a los seres humanos que se sometan a sus enseñanzas, o sea que se conviertan de seres libres en dependientes.<br /><br />El fundador de la religión cristiana (dividida actualmente en cien sectas, como el socialismo) fue Pablo, el que consideró al cristiano como el alma de un gran cuerpo, en el que Cristo es la cabeza y los cristianos los miembros; pero como los miembros no pueden querer ni pensar sino lo que desee y piense la cabeza, los cristianos, que deben carecer de voluntad, deben moverse de acuerdo a lo que la Iglesia ordene. (Paralelismo: La Sociedad es acéfala por lo cual no puede guiarse a sí misma. La Cabeza de la Sociedad es el Estado.-Engels.) De esta manera, aunque la cristiandad sea considerada como un cuerpo viviente, la vida de los seres humanos no es considerada como real, puesto que la Realidad Unica es Dios, cuya omnímoda Voluntad debe acatarse. Por eso, en la cima, en la cúspide, hay un jefe que ordena, y en el pueblo manso y sufrido debe crecer la obediencia, la fe. El cristianismo y el socialismo, como pertenecientes a la misma familia despótica, obran de idéntica manera, aunque den a sus dioses nombres diferentes. ¡Anatema contra el que por querer conservar los atributos de la hombría, no crea ciegamente en uno o en otro!<br /><br />No hemos de entrar en consideraciones sobre cuándo aparece el Estado tal y como lo consideramos en la actualidad (se saldría este estudio de los límites que nos hemos trazado) porque si el gobierno tribal se confunde con la tribu, el Estado se confunde con las jerarquías de los que gobiernan y hasta con el territorio que abarca su dominio. El Estado es, en la nomenclatura de lo autoritario, el continuador de la tribu, y tan es así que no hay diferencia en la manera como se gobiernan ciertas tribus llamadas salvajes y ciertos estados a los que se les da el nombre de civilizados.<br /><br />La monarquía peruana de los incas puede ser considerada como Estado; la gobernación de la desgraciada isla de Santo Domingo por el terrible y brutal Trujillo, como gobierno tribal, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a cuya cabeza estuvo el Zar-sacerdote Stalin, como una forzada unión de tribus que constituyen a su vez el más vasto imperium de la época. Su gobierno puede considerarse como un caso de supervivencia tribal de césaro-papismo.<br /><br />El gobierno es una acción social primitiva; la religión es una acción social tan primitiva como la primera. Las dos ideas nacen posiblemente al mismo tiempo y juntas ascienden por el camino de la vida del hombre, aprisionándolo.<br /><br />El primitivo, nuestro antecesor, salido de la animalidad, carece de la idea de unidad. Para él no existe ni un hombre ni un árbol, sino una idea de conjunto, de cosa indivisa, de todo, al cual se considera ligado, aunque sin noción cabal de ser una partícula de ese todo entre el cual vegeta y va organizando su vida. Su grupo es casi una manada a la que le tiene querencia; el bosque es lo que esconde todo cuanto le perturba: las fieras y el rayo. El grupo le atrae, como al animal, por el amparo que le presta y por el regocijo que halla entre sus componentes; el bosque le asusta: allí mora lo misterioso y lo enemigo. Por las noches tiembla al escuchar el rugido de la fiera o el aullido del viento, y las imaginaciones, que quieren y no pueden ahondar en el misterio, se entenebrecen ante las fuerzas destructoras, cuyo poder no pueden explicarse. De este terror, de esta sensación de impotencia, nace la idea de poder que el hombre primitivo necesita: por esa necesidad crea al jefe, al capaz de dominar lo desconocido.<br /><br />En la escala humana éste es el primer paso ascensional; la primera liga, el primer religa, el primer acto religioso, pero también la posibilidad del primer avánce en cuanto el hombre averigüe que él puede desechar todo miedo porque en él y sólo en él está todo el poder de vencer los misterios en cuanto los vaya conociendo. Con ese paso, confuso todavía, pero que después de haber creado ideas abstractas le capacita para adquirir conciencia de sí y de su poder, el individuo de nuestra especie descubre el camino que le llevará a las grandes especulaciones y a las grandes ideas de libertad, rompiendo el primitivo religo.<br /><br />Creado el jefe, el director, el protector, a cuyo alrededor se agrupan, necesítase crear algo que encarne las fuerzas extrañas y poderosas, y entonces nace Dios, simbolizado en un árbol, una piedra, un animal, un astro. El jefe llega a ser el intercesor entre el grupo y el dios, por lo que se inviste también como sacerdote (como sagrado), afirmando que es hijo de su mismo Dios y Dios él mismo.<br /><br />Religión y gobierno son inseparables, tienen el mismo origen y han subido desde el principio con el hombre. La evolución de una marca la evolución del otro, y la fuerza de conservación del uno es la misma fuerza conservadora que la otra pone en juego cada vez que trata de arrebatársele el cetro del dominio de los hombres del grupo.<br /><br />Primero, una y otro son locales, de grupo, de clan, de tribu; después, ensanchando el poder del jefe, se agranda el poder de Dios en detrimento del poder del individuo; más tarde se forman federaciones de pueblos; luego, apetece la universalidad (budismo, confucionismo, mahometismo, cristianismo; hoy, fascismo, socialismo, comunismo). La actual idea de Estado Universal es el cumplimiento, un poco rezagado, de las leyes de paralelismo que siguen religión y gobierno, Iglesia y Estado, que por ser ideas hermanas tienen en todas las ocasiones actitudes iguales. El gobierno participa de la idea religiosa porque une y liga; la religión participa de la idea de gobierno porque ordena, manda. Cuando el gobernante es, a la vez, sacerdote, impone un gobierno teocrático; cuando el rey, o el presidente, no está investido de poder sacerdotal, el obispo lo unge, considerándolo rey o presidente por derecho divino, cuando no él mismo divino (Hirohito).<br /><br />El emperador tenía carácter divino, y divino es el carácter de Franco, emperador de España, según lo desea e impone la religión católica. Verdad que no llega a ser, como el emperador de Anam, el supremo pontífice, el juez supremo augusto y santo y el padre y la madre de sus súbditos, pero sí es el supremo exterminador, para la mayor gloria de su imperio y de su dios, uno e indivisible. Como los césares, preside los grandes ceremoniales de la Iglesia y el Estado, por lo que tiene carácter sagrado para sus fieles, como lo tenía Hitler para sus adeptos y Stalin para sus mesnadas. ¡Cuánto se parecen una ceremonia en Palacio a otra en la Basílica, y que lazos tan estrechos existen entre la jurisprudencia y la teología!<br /><br />Un Estado comprende, como doctrina moral que no puede ponerse en duda ni desobedecerse, toda la vida privada y pública del individuo; una religión obliga a lo mismo, porque ni para el Estado ni para la Religión el individuo se pertenece a sí mismo. Como el primer grupo primitivo, la tribu de ayer, el hombre se debe a Dios y al Estado, en lo que están perfectamente de acuerdo religiosos y políticos. Los cristianos, que heredaron el derecho grecorromano y las enseñanzas del Antiguo Testamento, sostenían que las leyes del Estado eran revelación divina. No fue contradicción que declarasen al rey sagrado. En la matriz de la religión se engendró el Estado, que es otro religo, por lo cual, aun riñendo de cuando en cuando, van siempre de la mano.<br /><br />Si Hitler hubiera sido triunfador, se habría declarado Papa, tal y como lo hizo su ex amigo Stalin, y haciendo una mezcla de lo estatal y lo religioso hubiera formado una religión imperial-universal, puesto que nos hallamos en la época en que el sentimiento tribal quiere extenderse al planeta. Hitler hubiera sido el profeta, el visionario, el fundador, y su nombre habría figurado en la lista de los grandes fundadores de religiones con los Buda, Confucio, Zoroastro, Mahoma, Jesús y Marx, a los que hubiera desterrado al no conformarse con declararse Hijo de Dios, sino Dios él mismo. Perdió y la religión nazi desapareció quizá para siempre.<br /><br />En un orden cósmico fundan los sostenedores del Estado y de la Iglesia sus concepciones, considerando a esas terribles deidades como el único orden moral universalmente válido, ya que desconocen capacidad al individuo para forjarse su propio bienestar. Por eso no puede causarnos extrañeza que cuando en las guerras religiosas uno triunfa, se convierta en emperador, jefe o Papa, resultando siempre un gobierno teocrático. Cuando se impone el jefe civil, y éste domina en la iglesia, vuelve a unir todos los poderes y el césar se convierte en Papa.<br /><br />Durante toda la Edad Media el gobierno de Europa donde domina el cristianismo está bajo el mandato de la Iglesia. Los obispos y los abades son señores de armas e intervienen en política tal y como sucede en el antiguo Tíbet con el lamaísmo, donde los sacerdotes no sólo influyen en el gobierno, sino que le sirven en concepto de funcionarios, desempeñando empleos civiles y militares.<br /><br />La Historia del sacerdocium con el imperium es una continuada guerra y una continuada fusión. Triunfe uno u otro, siempre van unidos. Cuando triunfa el imperio, la iglesia es un departamento del Estado y el derecho sagrado es una rama del derecho público; cuando triunfa la Iglesia, el jus sacrum queda contenido en el jus publicum.<br /><br />Pero la Iglesia, no conforme con estas alternativas, para afianzarse más crea el jus eclesiasticum en el que se unen la fe de la Iglesia con la jurisprudencia romana, siendo el derecho eclesiástico el que debe regir en toda la cristiandad. Cuando triunfa, es cuando sobrevienen las grandes luchas entre lo espiritual y lo secular y también cuando tienen lugar las grandes persecuciones por herejía. No debemos olvidar que Jacobo de Viterbo definió la Iglesia como el Estado por excelencia, que es a lo que hoy llamamos totalitarismo.<br /><br />En la lucha actual, el Estado domina a la Iglesia; pero no la destierra, sino que sigue apoyándose en ella, teniéndola como una fuerza de reserva, a pesar de que la Religión y el Estado luchan entre sí, pues en todas partes contienden los católicos contra los protestantes, éstos contra los cismáticos, las religiones asiáticas contra las europeas y todos juntos contra los judíos, mientras que los llamados demócratas guerrean contra los socialistas, éstos contra los comunistas y todos entre sí, sin darse cuartel, para apoderarse de la dirección de los pueblos y someterlos a sus dictados, imponiéndoles sus rutinas a las que llaman leyes sabias o leyes divinas.<br /><br />Se comprende la unión de los dos poderes como se comprende su rivalidad; y se explica la unión, aun odiándose, porque ninguno quiere alejarse de sus actividades de dominio en contra de los pueblos.<br /><br />Si el hombre religioso es el considerado con facultades para ponerse en comunicación y contacto con el mundo del espíritu, el hombre político es el que se cree con facultades para dominar las potencias de la tierra, por lo cual, el hombre medio se inclina ante esos dos poderes que considera invencibles, y les rinde pleitesía. Y es que supone -temor a las cosas misteriosas de afuera- que los que poseen autoridad religiosa, viven en comunicación con Dios, por lo cual se les debe reverenciar y temer, ya que lo mismo pueden dispensar mercedes como imponer castigos, y que a los que tienen autoridad política se les debe también obedecer y reverenciar porque pueden derramar sobre los mortales los bienes del Estado o perseguir a los insumisos. A entrambos, pues, al religioso y al político se les considera como intercesores, ya que si uno expone a su Dios sus aflicciones para que las aplaque, el otro intercede ante el rey o el jefe para que remedie sus miserias. Por todas partes se desemboca en el religo en la aristocracia (poder del mejor) o en la hierocracia (poder de lo sagrado).<br /><br />No se puede negar que el cristianismo forma una sociedad, como la forman el mahometismo y el confucianismo, pues no forma sociedad sólo el socialismo; pero no puede negarse tampoco que esa sociedad cristiana, o mahometana o socialista, es tan religiosa como la comunista. Lo único que las diferencia es el nombre, porque sociedad es un semirrebaño de gentes que se hallan ligadas entre sí por una misma idea de salvación, por una idea superior al hombre, es decir, extrahumana. Así se ríen todos los religiosos del hombre, al que consideran como una entelequia, no como un ser real que siente, y sufre y ansía ser libre. Y es que el individuo puede ser o no ser religioso, pero la colectividad lo es siempre, porque ésta no existe sin una fuerte creencia que una y suelde a sus componentes. Ahí radica el mal de que todos los colectivistas sean intolerantes y fanáticos, declarando enemigos a los que quieren pensar y obrar por sí: su peor enemigo es el hombre libre. Ya no nos asombra, por lo tanto, escuchar a sociólogos que sostienen la teoría de que el hombre es una hipótesis, dando importancia a la sociedad y no al individuo, afirmando que es la colectividad y no el hombre el que posee fuerza creadora, por lo que los individuos deben obedecer sus disposiciones y rendirle pleitesía.<br /><br />LO HUMANO Y LO SAGRADO<br /><br />Primera parte<br /><br />Dijimos en otras ocasiones que religioso es todo hombre que vive ligado a teoría o doctrina, considerándose obligado, por acto de conciencia, a obedecer o cumplir lo que la doctrina o la teoría le ordenan, habiendo agregado que religión es la barrera fantasmal que entorpece el libre vuelo de la inteligencia, por lo cual, la religión, después de prohibir soñar, prohibe amar. Dijimos también que no solamente es religión lo cOmúnmente aceptado como tal, sino que de acuerdo con lo anterior, religión es todo acto de incondicional sumisión a una organización o a un partido que imponga normas de pensamiento o de acción obligatorias al individuo, ya que Dios es, además de lo que consideran como tal los cristianos, todo concepto de fuerza extradimensional, y extramaterial y extraterrenal que regula la vida de los seres, por lo cual el concepto religioso obliga a creer que trabaja por su salvación y la del género humano el que más se sujeta a Dios, el que más se obliga a él, el que más se aproxima a lo sagrado, y, en cambio, trabaja por su perdición el que no se liga a lo sagrado, el que se dedica a ocupaciones o laboriosidades no consideradas de utilidad espiritual por el sacerdote (1).<br /><br />En el religioso estos dos mundos viven en constante oposición, casi podríamos decir en constante guerra, oposición y guerra que tienen lugar, primero, en el individuo, pero que éste lleva en seguida al medio en que se desenvuelve. De ahí que en los ambientes religiosos, en todos los ambientes religiosos (2) fructifique espléndidamente la intolerancia, porque todo lo que no responda absolutamente al dogma se considera perjudicial a la gloria de Dios y, por consiguiente, al individuo, viéndose el fanático en la necesidad moral de declarar la guerra a todo lo a-religioso.<br /><br />Estos dos mundos representan para el hombre de cerebro alerta dos posiciones bien definidas: en una, en la religiosa, el individuo ligado a Dios no puede ser libre, porque la fe le prohibe dudar; en la otra, en la a-religiosa, el hombre se siente libre, atreviéndose a interrogar a su conciencia y a los demás hombres para poder descifrar lo que Haeckel llamó los enigmas del universo. Por un lado se le obliga a creer; por el otro siente la necesidad de analizar y gustar toda idea o sensación que llega a su mente. Es decir, el hombre analítico necesita fundamentarse en hechos razonables, mientras que el creyente dice colocarse más allá de la razón, por lo que le asusta lo que nuestros padres llamaron libre examen y que nosotros consideramos como libérrima actividad de nuestras facultades para ver, gustar y comprender todo cuanto tiene relación con nuestra vida y la de los seres en el planeta, casa de la familia humana (3).<br /><br />Es que lo social y lo religioso se confunden: el grupo social es siempre un grupo religioso. Cuando estudiamos Historia vemos que los hebreos forman un conjunto social precisamente porque forman un conjunto religioso, comprobando por todas partes que lo religioso preside las relaciones de tribu y las de grupo.<br /><br />Pero la religión necesita de lo sagrado, porque sin considerar como sagrado lo que con la religión se relaciona, ésta muere. No existe lo común más que cuando se tienen las mismas cosas por sagradas, cuando se tiene la misma idea religiosa. Por eso, cuando alguien, individuo, grupo o colectividad, sostiene que no puede dudarse de la bondad de tal o cual idea sustentada por tal o cual hombre, ni analizarse ésta o la otra doctrina, es que lo sagrado, lo intocable y lo inmutable hizo su aparición, considerándose el individuo o grupo que tal sostiene como sacerdote guardián conservador de la inviolabilidad dogmática.<br /><br />Alguien dijo, no recuerdo si fue Hubert, que la religión es la administración de lo sagrado, y aunque aparezca esto como una definición un tanto comercial, porque podría confundirse administración con explotación, cosa poco seria tratándose de un pensador, podríamos asegurar que quiso dar a la palabra administración el significado de ordenada creencia, ya que administración es regla. Pero nosotros deberemos decir que religión es algo más que administración, pues el acto religioso tiene su origen en la conciencia y nada de lo que tenga asiento en ella debe serie al hombre despreciable, sobre todo como materia de estudio, de análisis.<br /><br />El carácter sagrado no lo posee nadie por sí mismo, ni persona ni objeto. Lo sagrado es una investidura. Al hombre creyente su creencia le lleva a considerar que todo cuanto se refiere a su Dios es en sí sagrado. De ahí que lo sagrado sea el fundamento, la esencia que la religión necesita para existir, teniendo seguridad de que si fuera posible hacer desaparecer de las mentes el concepto de lo sagrado, la religión desaparecería, y al desaparecer la atadura, el lazo, la liga, desaparecería Dios y el hombre sería libre.<br /><br />Si se contemplan los hechos y las cosas con los ojos de la inteligencia, podremos comprender hasta dónde llega lo sagrado y cómo transforma a los individuos, pues si aparentemente continúan siendo como fueron, esencialmente se cambian.<br /><br />El que se ordena sacerdote (persona sagrada que sirve a Dios) ya no tiene las mismas relaciones afectivas con su padre, que ve al hijo como a un semidiós; el que fue elegido alcalde (elegido vale aquí tanto como ungido) ya no sostiene las mismas relaciones de camaradería con sus amigos; ¡hasta el recadero de la alcaldía -el alguacil- se vuelve religioso (sagrado) dejando de ser hombre!, ¡hasta el jardinero del convento! Por consiguiente, debe huir el hombre de todo lo sagrado, si quiere conservar su pureza humana, porque lo sagrado, que es lo ultraautoritario, le liga prohibiéndole ser él mismo.<br /><br />Forzoso es que lo sagrado se esconda, se aparte del contacto humano. El que ha sido ordenado sacerdote ya no es humano, y no siéndolo, no puede depositar su cariño en nada que no sea sagrado, no puede querer a nadie que sea humano. Para ordenarse sacerdote, es decir, para hacerse sagrado, que es tanto como representar en la tierra a Dios, el que fue hombre debió de arrancar de sí todo sentimiento acerca del hombre. Naturalmente que al considerarse a sí mismo puro e impuro a su hermano hombre, el sacerdote, aun sin desearlo, le declara la guerra en su conciencia, siendo lógico que la guerra que empezó siendo ideológica, se transforme en guerra de cuerpos, en guerra que destruye y mata, pues siendo el hombre pecado, debe ser destruido (4). Deducción lógica es la de que estas dos fuerzas no pueden ponerse frente a frente sin que traten de destruirse, por lo que nos es dable asegurar que sin que las mentes abandonen el concepto de lo sagrado no podrá haber paz en la tierra, porque lo sagrado, que pretende ser exclusivo, no quiere permitir lo humano (5). El día que el hombre abandone definitivamente a Dios, adquiriendo el concepto de sí (trocar el amor a Dios por amor a sí mismo) habrá paz en el mundo, mientras que los conceptos de Dios y de Terror, que son sinónimos (6), ocupen las mentes, habrá siempre guerra, porque el individuo cree que Dios castigará al protervo, pero también al que consiente que el protervo viva, por lo cual el creyente mata al descreído para aplacar la cólera divina (7).<br /><br />Equivalentes son, pues, las ideas de Iglesia y Estado, y, por consiguiente, de Papa y de Rey. ¿Quién que no sea considerado como un maldecido se atreverá a atentar contra ellos? Por ese concepto de sagrado se perdonan y hasta se tapan los crímenes papales, y por el mismo se ensalza a Napoleón, que dejó sembrado de cadáveres el suelo de Europa. Sin embargo, al infeliz que mata a un semejante se le lleva a la horca, castigando en él lo humano.<br /><br />Las inmunidades parlamentarias ¿qué son sino caracteres sagrados que se otorgan o de que son investidos los que en el Estado ejercen funciones de gobierno? Así son o se hacen sagrados un ministro, un diputado, un diplomático, un militar, no pudiendo condenar a ninguno sin degradarlo, o sea sin despojarlo de su carácter sagrado, dejándolo en el muy despreciable de humano. Entre la raída sotana de un cura a el raído uniforme de un guardia rural no hay diferencia, porque esas vestiduras, y no las personas, llevan en sí, una la repesentación de Dios y la otra la del Estado, por la cual el cura y el guarda deben considerarse como inviolables, como sagrados, no por lo que son, sí por lo que representan.<br /><br />Si lo pensamos detenidamente, viéndolos además, actuar, nos daremos cuenta de que esa investidura les perturba, les pierde, les ensoberbece, les deshumaniza, llegando a la conclusión de que los que una vez fueron investidos (ungidos) dejaron de ser humanos para siempre: el que sentenció una vez, una sola vez, a un semejante suyo en nombre de una divinidad cualquiera, llámese esa divinidad Dios, Partido, Sociedad, Estado u Organización, ese sacerdote-juez no podrá ser ya nunca más persona humana. De ahí que -los hechos lo corroboran- los que llamándose anarquistas ejercieron funciones gubernamentales no podrán volver a ser anarquistas jamás, porque quien fue ministro -ministro de la Sociedad o de Dios son actos religiosos iguales-, se considera a sí mismo como perteneciente a las fuerzas que rigen el mundo: fuerzas sagradas. De ahí que el oficiante en el altar de lo sagrado considere que debe ser destruido no sólo el hombre, sino el orden moral del hombre, entregándose a la destrucción humana sin que la conciencia de los sacerdotes destructores de humanidad se inquiete en lo más mínimo: matar a un descreído es un bien; matar a mil o diez mil descreídos es un bien mil o diez mil veces mayor (8). En la muerte de millones de judíos ejecutados por los nazis, tienen igual parte de culpa los cristianos que los maldijeron. Lo que se llama muchas veces heroísmo no es más que la acción ciega, religiosa y no humana, que el individuo cumple en nombre de una divinidad. Si el guerrero que se dice anarquista pensara, se diría en su corazón que no puede ejecutar en arquía (en sagrado) lo que repudia en anarquía (en humano).<br /><br />Cuando el humano, el hombre, emplea este lenguaje irreverente que yo empleo, enfrentándose sin temor a lo sagrado, todos los sacerdotes tiemblan de ira, y hasta el que de la anarquía hizo tabú, es decir, algo terriblemente sagrado, se convulsiona y grita excomuniones contra el que se ha atrevido a pronunciar palabra de luz. Y es que todo sacerdote de toda iglesia considera al pecador como una mancha, como a uno que no quiere ser sujeto, como a un indisciplinado a su autoridad (cura de aldea o guarda rural), tomando al hombre-mancha como a un contagioso, y como ese contagio es necesario aislarlo de los fieles, porque las ideas contagiosas pueden ser transfundidas a otros, cuando se puede se le destruye para que no pueda atacar ni al concepto sagrado ni al sacer, a lo que no puede ser tocado ni puesto en duda, pues no se borra la mancha ni se aisla el peligro del contagio, sino sacrificando a quien mancha, o sea a quien comete sacrilegio. Así, el que destruye al sacrílego de una u otra manera -todas son aceptadas buenamente por la divinidad, incluida en ellas la difamación-, es el que se ajusta a la ley de la iglesia, que es la ley de Dios (9), y ninguna conciencia religiosa podrá considerar al destructor como homicida, pues hasta el parricidio ha sido, no tolerado, sino cantado y exaltado por los religiosos (parricidii non damnatur) (10). Y es que la vida divina, vida heroica, vida de gracia o vida sagrada exige que el individuo se deshumanice, se purifique, se limpie de todo cuanto signifique humanidad, única manera de que la secta o el grupo se considere sacer, sagrado, lleno de gracia, de Dios.<br /><br />En la tribu, el brujo, aunque salido de ella, deja de ser considerado como igual; en la familia, el sacerdote, ser ya divino, no es tratado como hijo o hermano; en el pueblo, al que ascendió a ministro llega a venerársele como a un ser superior. Y todos tres dejan de ser queridos, aunque sean temidos, porque sólo puede quererse a lo humano con amor humano. Porque ¡pobres los que se atreven a pensar en forma diferente a como le interese al brujo, al sacerdote o al ministro, porque será castigado como se castigaba antes a los impuros inexpiables! Hace falta, pues, compartir la opinión social para no ser expulsado de la Sociedad. Es decir, hace falta no pensar para ser considerado como ente social perfecto dentro del grupo religioso, porque la actitud borreguil y a-humana es la que agrada a los sacerdotes, depositarios de las verdades que se relacionan con el dogma.<br /><br />Para terminar, por hoy, diré que todo ser humano que quiera continuar siéndolo, será tenido por todos los sacerdotes de tode los credos como un disolvente; por eso, lo que más cuesta, lo que realmente más le cuesta al hombre es mantenerse tal en medio de los grupos sagrados y guerreros.<br /><br />Sin embargo, el hombre se dice en su corazón y lo envía como mensaje al mundo, que sólo los hombres libres podrán salvar a la humanidad de que caiga en la abyección. Y eso aunque no lo crean así los sacerdotes.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Para el socialista, la Sociedad es una divinidad a la cual se halla sujeto el individuo, y quien sea capaz de analizar verá la estrecha relación existente entre la conducta del socialista y el llamado deísta, ya que ambos creen en el mismo Dios, aunque le llamen con diferentes nombres. El monoteísmo abarca más aspectos de los que muchos creen.<br /><br />(2) Hasta en ciertas capas del mal llamado anarquismo se encuentra esta lucha, esta guerra entre lo religioso y lo libre, lo sagrado y lo humano, habiendo individuos para los cuales es un pecado poner en duda la doctrina que ellos consideran inmutable. Sería utilísimo ahondar serenamente hasta llegar a comprender este fenómeno de cristalización de ideas autoritarias en ambientes anarcos para saber cómo y por qué continúan existiendo posos o limos que depositaron en las corrientes de la vida aluviones tribales, única manera de poder dragar estos bancos flotantes en los campos de anarquía.<br /><br />(3) En estos tiempos de despotismo, de turbiedad y, por consiguiente, de confusión, tiempos de poco pensar y mucho creer, porque cuesta trabajo hacer funcionar el cerebro para traer a la luz un pensamiento claro y es facilísimo tomar como sagrada una palabra que fue escrita antes de que llegáramos nosotros; en estos tiempos, repito, algunos se escandalizaron cuando me atreví a decir que había necesidad de hacer un meticuloso análisis de cuanto nos dijeron Proudhon, Bakunin y Kropotkin, porque nuestra vida no puede estar sujeta a lo pretérito, obrando y pensando como pensaron y obraron otros hombres que vivieron antes y en otras circunstancias que nosotros. Por este solo hecho de practicar la duda y examinar libérrimamente la herencia recibida para saber lo que es oro de ley y lo que no lo es, los amantes de lo sagrado, los sacer, los religiosos se levantaron iracundos, queriendo hacer creer con sus gritos, que no con sus razones, que era anárquico creer y cometía pecado de herejía el que se atrevía a dudar, pensar y analizar, prefiriendo, sin duda, que nuestros pensamientos permanezcan en cautiverio antes que zahondar en el pasado. Esta actitud religiosa tiene una enorme semejanza con la de los que creen que Cristo dijo la palabra que ha de regir por los siglos de los siglos a la humanidad. Si viviera Kropotkin, a buen seguro no pensaría hoy como pensó en el año 1900, llenándose de contento si alguno hiciera sonar a hueco una palabra suya, como dijo Rodó.<br /><br />(4) Si comparamos las ideas de pureza y de pecado con las de justicia e injusticia, tan caras a Proudhon, hallaremos en ellas una estrecha aunque oculta relación. La religión se hace presente: pureza igual a justicia; pecado igual a injusticia. Han cambiado las palabras, no el sentimiento religioso que encarnan. La justicia es pura, la injusticia es pecado. Por ser pura la justicia, debe ser puro el juez, que es el que encarna las leyes de la tribu; el desobediente es impuro: no las cumple.<br /><br />(5) Cuando digo que por medio de la guerra no hallará nunca la paz la humanidad, fundamento mi afirmación en el hecho de que los más pacíficos son los menos creyentes, por lo que, deduciendo, se puede asegurar que el día feliz y dichoso en que el acto bélico (religiosidad es belicosidad) sea extirpado de las conciencias, la paz existirá en la casa del hombre, y como de las conciencias no se arrancan las creencias sino por un acto trascendentalmente educativo, nuestra labor no es de matanza, sino de educación, teniendo bien presente que educar no es en ningún caso domesticar.<br /><br />(6) Ante lo sagrado se tiembla. Podríamos asegurar que el religioso obra no por amor a Dios, sino por miedo a Dios. Ante Dios se sienten todos sobrecogidos de pánico.<br /><br />(7) La idea-madre de las Cruzadas era ésa; pero también lo ha sido la del nazismo contra el liberalismo y la del stalinismo contra la libertad. Con los tiempos cambian los hombres, las palabras y los lugares, pero se mantienen fijas ciertas ideas que vienen del fondo de la vida. La figura sagrada de Franco, como jefe de tribu, se mantiene intacta. El jefe es sagrado.<br /><br />(8) Estos días de finales de julio de 1968, se han publicado en la prensa de México artículos que deben llamar nuestra atención, pues se sostiene en ellos, y son cristianos los que escriben, que las iglesias cristianas no pueden declarar guerras, pero que sí pueden hacerlas los cristianos por su cuenta y razón. Ahora bien, si la familia cristiana no la componen solamente los sacerdotes que gobiernan, rigen y administran las iglesias, sino que forman parte de ella los fieles cristianos que alimentan las iglesias y la religión, ¿cómo es posible que los sacerdotes, sin cometer crimen, autoricen la matanza de criaturas, sabedores de que comete pecado (crimen) el matador de un semejante? De pensar es que el sacerdote autoriza que el pecador peque porque lleva en ese pecado su ganancia, pues los beneficios que alcance con la guerra el cristiano guerrero, pasarán a la iglesia a que pertenezca. Pilatos obró más limpiamente.<br /><br />(9) Y del Estado, y de la Organización y del Partido, ya que todos cobran igual por ser movidos por las mismas ideas-sentimiento.<br /><br />(10) El nazismo estimula a la delación de hijos a padres y de padres a hijos; el comunismo lo estimula y lo premia. Pero todos los grupos religiosos hacen lo mismo. He presenciado abominables casos en los que el delator ha sido vitoreado como un héroe. ¿No habrá relación entre delación y confesión?<br /><br />Segunda parte<br /><br />Cuando el hombre habla o escribe, debe hacerlo con palabras que el hablador o el escritor encienda con luz suya, que será alimentada por la intención y el anhelo de alumbrar el camino por donde anda su desvalido hermano. Porque no es humana la palabra que no escribe o pronuncia un humano con objeto de que vuele a otro humano para ayudarlo y consolarlo, y carece de luz de humanidad toda palabra pronunciada o escrita por un ser que no sea humano, por uno que se haya despojado de sus mejores y más nobles atributos de hombría.<br /><br />Decía Juan de la Cruz que para ir a Dios hace falta vaciarse de todo contenido humano, de modo que el que se vacía de ese contenido, el que se queda sin la parte de humanidad que le correspondió, el que por renuncia a ser hombre pierde su condición humana, es el único que, según el santo, puede ir a Dios, por no albergar ya en él ni pensamientos ni sentimientos del hombre ni hacia el hombre.<br /><br />No es preciso gran esfuerzo imaginativo para darse cuenta de ese proceso de desasimilación que lleva a otro de asimilación, y menos cuando hagamos nuestra la clara y precisa definición que de asimilar nos ofrece Roque Barcia.<br /><br />Asimilarse -nos dice el sabio lingüista- envuelve la idea de transformación, de tal manera, que perdemos la substancia y la forma que teníamos, para ser parte de otra substancia y de otra forma. No perdemos nuestro principio, porque los principios no se pueden perder; pero lo adherimos a un principio ajeno, y nosotros quedamos sin el carácter o representación que nos comunica el principio propio.<br /><br />Me asimilo a Fulano quiere decir que me fundo en él, que adhiero mi existencia a la suya; de modo que él es su existencia y la mía. No soy naturaleza propia, sino naturaleza asimilada.<br /><br />Este proceso de asimilación a Dios por desasimilación de la persona humana, fue el que hizo San Juan de la Cruz: se despojó, sé arrancó y tiró al arroyo cuanto tenía de humano, y ya vacío, pretendió fundirse con Dios, creyendo por ello haberse hecho ya divino.<br /><br />Ese trabajo de desasimilación por arrancamiento, por extirpación de lo humano, es el que se realiza con los jóvenes en los semimirios católicos, asimilándolos a Dios (a este trabajo de descuaje de la personalidad humana le llaman los comunistas lavado de cerebro), de modo que cuando abandonan sus estudios y salen de allí ungidos sacerdOteS, se consideran a sí mismos sagrados, no humanos.<br /><br />Lo humano es lo profano, lo que se queda fuera del templo, lo que con su aliento profana lo sagrado, porque es luciferiano, y como no sirve a los usos sagrados, se le desprecia, pues, según los sacer, el hombre, el humano, el profano debe servirles a ellos, a los sin pecado, y por servirlos se entiende también que debe pagarles un tributo, y en ese obligatorio y religioso deber tuvo su origen el también obligatorio pago a la Iglesia de los diezmos y primicias, que todavía se mantiene en uso en algunos lugares.<br /><br />Esto nos habla de dos mundos, no sólo diferentes, sino contrarios: un mundo de seres que consumen riqueza sin crearla, un mundo de parásitos, y otro mundo de hombres activos y creadores que no pueden consumir por no tener. De modo, y es cosa clara, que las cargas que los que trabajan tienen que soportar al alimentar y vestir y proporcionar casa a los que nada crean, empobrecen a los creadores, resultando que el Vaticano, cuyos habitantes no crean nada, es una de las instituciones más ricas del planeta, en tanto que la humanidad trabajadora, que alimenta a millones de parásitos, vive en escasez, en penuria, en agobio.<br /><br />¿Quién puede arreglar esto? ¿Quién puede nivelar este tremendo desnivel humano? ¿La Iglesia? ¿Los parásitos que a su sombra medran? ...<br /><br />Y no se tomen mis palabras con recelo, como si llevasen en su entraña intención de descrédito; tómense como palabras de luz, como palabras luminosas, pues mi intención es la de que sirvan para alumbrar los caminos por donde andan a oscuras y sin pan mis hermanos profanos, mis hermanos humanos, los que van por la vida creando riqueza y no la disfrutan.<br /><br />¿Palabras de un anarquista? Todas las palabras de luz son anarquistas, como lo son también todas las que se escriben y pronuncian en pureza, y no lo son las palabras religiosas, porque no son humanos los que las escriben o pronuncian. Por eso, aquéllas, las de los hombres, las de los humanos, huelen a libertad, y las otras, las de los sacer, huelen a tiranía, pues la libertad no se siembra ni se cría en las iglesias, ni en los conventos, ni en el Vaticano, porque allí se exige a todos obediencia ciega. Y ésa es la sima que separa a humanos y a religiosos. De ahí que el anarquista, sin importarle que los sacer le odien, no sólo no se arranca lo que en él hay de humano, sino que lo cultiva, diciéndoles a sus hermanos en humanidad que se cultiven con el objeto de alcanzar la hombría para no aceptar ni tolerar que unos les laven el cerebro, y otros les roben o truequen o cambien su propia naturaleza.<br /><br />Para dolor de mi corazón he presenciado la estancia en Colombia de Paulo VI. Y me alegro de que me la haya hecho presente la telivisión, porque vista personalmente, sobre el mismo terreno, me hubiera abochornado y así sólo he sentido la vergüenza de que un hermano mío, el Papa, se haya prestado a tan torpes actos de histrionismo arlequinesco, yendo de aquí para allá, de un escenario tosco y malamente preparado a otro escenario peor, cambiándose de vestimentas por el camino como se cambian los cómicos de la legua.<br /><br />Y conste que al Papa Paulo VI yo lo respeto como a un hermano que vive en mi misma casa planetaria, lo que no me prohibe, más bien me obliga, a que le haga saber lo que pienso y siento de cuanto él hace o dice, sobre todo cuando se dirige a mis hermanos los hombres, entre los cuales me cuento, pues al replicarle, lo trato de tú a tú, como a un hermano, porque en el hogar nuestro no existen jerarquías, pues de admitirlas tendría que ser yo el jerarca por ser el hombre, el que conserva todos sus atributos, puesto que mi hermano se vació de ellos, como Juan de la Cruz, para poder dirigirse, ya sin trabas humanas, más fácilmente a Dios.<br /><br />Todavía no me explico a qué ha venido mi hermano Paulo VI a Colombia, como no haya sido a evangelizar, pues comprueba que el mundo humano se le escapa de las manos y quiere retenerlo. Aunque para evangelizar no necesitaba hacer ese tan costoso viaje, que ha empobrecido, más de lo que estaban, a las gentes de Colombia, porque le habían precedido más de doscientos religiosos entre cardenales, arzobispos y obispos evangelizadores.<br /><br />Mas haya sido la intención del viaje política o religiosa, la vergüenza sufrida por su inmodestia y su teatralería no me la quita nadie, pues sabiendo que la modestia consiste en evitar la notoriedad, en sustraerse a la curiosidad y en ocultar el mérito, mi hermano Paulo VI parece que se hubiera complacido en excitar la notoriedad, en provocar la curiosidad y en hacer ostentosa gala de sus méritos, exhibiéndose de tan aparatosa y teatral manera al oficiar de dómine, como si los colombianos no supieran lo que les conviene, que ha dado lugar a que los hombres sencillos y honrados lo consideren como un hombre carente de las virtudes de la modestia. Pero no sólo falta de modestia ha demostrado mi hermano Papa en su viaje a Colombia, sino exceso de vanidad, porque parecería que sólo el deseo de exhibición lo había traído a América.<br /><br />Comprendo -y comprender no es disculpar- que por su posición en medio del fausto que, para conservarlo exige obediencia ciega de quienes lo sirven y alimentan, mi hermano Papa, que vive entre lisonjas, se halle expuesto a sufrir de engreimiento por llegar a creerse, por falta de humanidad, una especie de dios terrestre, y ese engreimiento no permite que nazca en él la virtud de la modestia, que es virtud humana.<br /><br />En los muchos discursos que ha pronunciado -sin fe, sin llama, sin son humano, sin pasión de humanidad, y sí protocolares, frios, severos, de dómine- ha hablado, haciendo siempre gala de sapiencia, de cambios de estructuras sociales, y como estructura es solamente armazón, forma, costra, piel o pellejo que cubre a un organismo, y él ignora cómo viven y penan los que se hallan envueltos en esos organismos sociales, en los que más que cambiar la costra hace falta que se cambie al hombre, sus consejos de cambio -interesados cambios religiosos, nunca beneficiosos cambios humanos- han caído en el vacío, porque los que andan descalzos saben que desconoce sus dolores quien, como un dios, es llevado en andas y bajo palio, y los fieles de su iglesia que andan bien calzados, se niegan a dar a nadie sus zapatos, aunque se lo ordene mi hermano el Papa, pues ellos gritan, y sus razones han detener, que más que ordenar que los demás regalen, debe empezar él por regalar, ya que mucho le sobra.<br /><br />Sabios como son en argucias, cuando en Bogotá han hablado de violencia, los hombres sagrados han condenado la violencia de los otros, pero dejando entrever que hay una violencia justa, la que se emplea contra el que tiraniza a la Iglesia. De ahí que en la Conferencia del Episcopado, el cardenal Landázuri haya declarado: Aún podemos salvar al Continente, debiendo entender por salvación la de evangelizarlo, agregando los sacerdotes en la misma conferencia que es justa la violencia de los oprimidos, como si no hubiera sido siempre la Iglesia la capitana de la opresión.<br /><br />Pero quien ha explicado bien claramente la idea de sumisión, de asimilación a ella, es Rodrigo Llanos San Millán al decir: No hay posibilidad auténtica de amor humano, si atrás del tú con minúscula no está el Tú con mayúscula, o sea que el tú con minúscula somos los humanos y el Tú con mayúscula es la Iglesia. Agregando para dar más claridad y fuerza a su idea de evangelizadora sumisión: ... para que haya paz entre todos los pueblos y todos los hombres necesitamos participar con plenitud en la liturgia, fuerza de donde mana la fuerza vital de la Iglesia, necesitamos transformarnos en Cristo ... O sea que sin que nos deshumanicemos, sin que vacíos de todo contenido humano vayamos a Cristo, sometiéndonos a los dictados de sus representantes en la tierra, no habrá paz en nuestra casa.<br /><br />Vemos, pues, que mi hermano el Papa, con todos sus deshumanizados ministros, cardenales, arzobispos y obispos, no buscan mejorar los caminos del mundo humano para que por ellos vayan hacia su felicidad los desvalidos, sino que su honda preocupación es la del destino de su Iglesia, amenazada de quiebra por falta de fieles. Y a reforzarla y a someternos ha venido mi hermano el Papa a América. Porque no trae la paz, sino la guerra, ya que, aun disfrazado de humilde, es un guerrero. Por eso, los hombres de América deben prevenirse contra esta incursión de los deshumanizados en nuestras tierras.<br /><br />Porque, tengámoslo muy presente, hay dos mundos. Uno el de los que se creen pertenecer al mundo de Dios, que disponen de la riqueza y ofrecen tiranía, y otro el de los que no tienen ni pan ni paz. Uno, el de los religiosos; otro, el de los humanos.<br /><br />LA VOLUNTAD DEL SER<br /><br />Hay quien cree que sólo es fuerte el que ataca, el que se entrega a la guerra, y el que así cree o piensa, es porque desconoce la enorme fuerza humana que es necesario desarrollar para ser suave y dulce cuando todos guerrean. De ahí que los que mucho gritan, ignoren la fuerza de voluntad que se necesita para no blasfemar en medio de este permanente tumulto planetario.<br /><br />Verdad que hay seres en los que domina por completo el instinto; pero también existen, y esto nos alegra, aquellos cuyo organismo es regulado por ellos a voluntad.<br /><br />Con sólo comprobar esto hemos hecho una división en subhombres y hombres; en seres sin conciencia de sí, que son movidos por los huracanes de todas las desdichas, e individuos con conciencia que se mueven por propia voluntad; en temperamentales, temperamento irritado por cuanto les rodea, y en hombres serenos que analizan el medio en que viven para mejorarlo; en los que son juguete de todas las pasiones, y en los que las dominan; en los que, carentes de personalidad, permiten que otros dejen en sus carnes el imborrable sello de sus dedos, y en los que se atreven a ser escultores de su vida; en los que se abrazan a una doctrina y en los que dicen palabra nueva.<br /><br />Sólo el hombre que ha adquirido conciencia de sí puede esmerarse en hacer bella y magnífica su personalidad, porque sólo él pone su voluntad a su propio servicio, trabajando con tesón para elevarse por encima de todas las pequeñeces y miserias, y sólo el que no se aprecia, el que carece de estimación propia, que es tanto, en ciertos casos, como carecer de la voluntad de ser, es el que se enreda en pequeñeces, tal y como si se envolviera en sus propias miserias.<br /><br />¿Qué vale que se diga que el anarquista posee un ideal de belleza y de bondad, el más bello ideal de armonía y de convivencia fraternal, si no trabaja para que ese ideal sea realidad, si no crea belleza ni hace el bien? La especulación de la mente carece de valor cuando las manos permanecen quietas, y el pensamiento deja de ser fecundo cuando la conducta, la acción, no responde a la palabra. Pensar y hacer deben ir juntos, porque el pensador debe ser hacendoso.<br /><br />No se puede negar que dentro del anarquismo ha habido y hay fuertes personalidades; pero también podemos asegurar que ha habido y hay voluntades debilísimas para hacer el bien. Tan no las hay que los más voluntariosos predican frecuentemente el mal, porque sus palabras van casi siempre envueltas en un torbellino de violencias, desconocedores, no sé si por falta de cultivo, de las exquisiteces y delicadezas que debe tener el tono humano. El día que el anarquista adquiera el conocimiento, y con éste la certeza, de que por muy hermosa que sea la sabiduría es más bella la bondad, se dedicará a ser bondadoso, y por ese solo hecho (hacer bondad) transformará el mundo, ya que no ha sido posible transformarlo hasta ahora, porque todos, o casi todos, estuvieron dedicados a rivalizar en violencia.<br /><br />La religión tuerce la voluntad porque la dirige hacia un solo fin: la exaltación de Dios, y todo el que tuerza la voluntad humana aconsejando al individuo no ser humano, atenta contra la armonía universal porque prohibe la formación de unidades armoniosas que pongan su voluntad en crear armonía en sí, en su medio y en el mundo.<br /><br />El que le diga al hombre: No seas. No esfuerces tu voluntad en tu propia realización humana, porque la finalidad de tu vida es fundirte con el Gran Todo, ése, llámese como se llame, es un religioso, ya que así hablan el cristiano, el mahometano y el socialista, aunque la entelequia del Gran Todo sea diferente para cada uno de ellos. El que se detenga un poco a pensar notará que quienes así hablan, aunque se atrevan a llamarse anarquistas, no son hombres libres.<br /><br />Verdad que las ideas influyen grandemente en los caracteres, pero siempre que se posea la fuerza de voluntad para experimentarlas en uno mismo, pues si no se hace así, si no se practican, son como abstracciones sin valor, porque sólo son potencia cuando se asocian con la voluntad.<br /><br />Sabe el avaro que su pasión es mala; sin embargo, carece de voluntad para dominarse y sigue acumulando aun a expensas de sus mismas comodidades y de su misma vida. Así, también saben ciertos anarquistas que es malo el autoritarismo y la violencia, y por falta de voluntad para el bien se dejan arrastrar por iracundias y por pasiones que les enturbian el raciocinio, convirtiéndolos en piedra de catapulta, y por creencias que les hacen perder el equilibrio moral. No ignoran, no, lo que es el bien; pero carecen de voluntad para hacerlo, por lo cual puede aplicárseles aquel refrán español no es lo mismo predicar que dar trigo, ya que si predican el bien, no saben vivirlo. Los que hablan de nobleza deben poseer ese noble sentimiento y hacerlo rector de todas sus acciones; pero si sólo se sabe hablar de acciones nobles sin ejecutarlas, la palabra y la idea carecen de virtualidad.<br /><br />Naturalmente cuesta mucho trabajo -yo lo sé- dominarse, forjarse, irse haciendo como uno mismo quiere ser, porque hay que limar muchas asperezas y frenar muchos ímpetus para modelar su propio carácter, que no es hechura inconmovible de un dios, como algunos creen, sino producto de la propia voluntad de dominio de sí, de la autodeterminación de ser, del querer ser como a uno le place, ya que los que permiten que sus pasiones jueguen con ellos, carecen de carácter por carecer de personalidad. Por eso, los que no llevan en sí sentimientos emancipadores, no comprenderán nunca las reacciones psíquicas de los que los llevan porque los crean.<br /><br />Hablar y obrar: esas dos palabras enlazadas deben imprimirlas los anarquistas sobre su corazón para demostrar la voluntad de hacer.<br /><br />Los que gritan y vociferan creen que son ellos los que hacen; pero viven equivocados: la acción no está en la voz, en el destemplado rugido, en la palabra gruesa; la acción se produce cuando cerebro y sentimiento se deciden a trabajar, porque la acción no es grito sino trabajo.<br /><br />Yo lucho todos los días contra lo que me entorpece el paso, lo que me prohibe avanzar, lo que se opone a que yo sea libre obrando libremente. Esta lucha diaria, constante, es la que mantiene despierto mi sentimiento de libertad, y para continuar esa lucha pongo en acción todas las potencias de mi ser, incluidas en ellas la voluntad, mi voluntad de ser libre y ser dulce, no de ser libre para ser grosero, no libre para actuar como un déspota. Quiero decir con esto que todos los días hago esfuerzos para conquistar mi libertad, habiendo llegado a la conclusión de que soy tan libre como puedo serlo.<br /><br />Por eso me río cuando alguien se conforma con la palabra derecho, afirmando que tiene derecho a ser libre, porque entonces es que se conforma con una libertad abstracta no efectiva, es que no ha formado todavía su carácter, que no ha conseguido todavía su unicidad. Y no quiero decir que el hombre haya de ser inalterable, puesto que sería desconocer la verdad de que la vida, aun en su continuidad, es un constante cambio, sino que lo que deseo hacer ver es que no se puede actuar avanzando y retrocediendo, y volviendo a avanzar y a retroceder, negando y afirmando y volviendo a negar y a afirmar, pregonando hoy la guerra y mañana el amor y al otro día nuevamente la guerra como acción fecunda, exaltando hoy los valores del hombre y a poco los de la colectividad contra el hombre. Hay valores constantes que el anarquista debe descubrir y crear en sí, y cuando los descubre o crea, mantenerlos y perfeccionarlos. Entre esos valores figura el sentimiento de la dignidad. Por eso es necesario que el anarquista, para serlo, se cree su propio carácter, el que ha de ser como firme basamento para poder entregarse a acciones elevadas. Y acción elevada no es, no puede ser, me niego a creer que sea, la glorificación de la violencia, instinto de la animalidad y canción brutal de la bestia no humana.<br /><br />Fascistas y comunistas, católicos y autoritarios en general pueden exaltar todos los más bajos instintos de la especie, ya que necesitan seres acéfalos en sus rebaños; pero el anarquista debe ser pregonero y hacedor de todo lo bello, noble y grande que pueda hacer.<br /><br />¡Ah, cómo les gusta a algunos desenterrar cadáveres para saber lo que dijeron cuando fueron seres vivos!; pero, en cambio, ¡cuán poco se entretienen en echar una mirada al mundo que les rodea para ver, por sí, transcurrir la vida! De ahí resulta que hay muchos eruditos y pocos pensadores.<br /><br />Para saber quién es uno cualquiera de tus amigos, podrás preguntarle qué hace, y si te contestase, como contestan casi todos, que lee y critica, su labor es estéril. No crea; no fecundiza su vida; no pare ni pensamientos ni acciones, porque gritar y arañar no es fecundar. Y éstos, y sólo éstos, los destructores, son los que afirman que destruir es crear, pues los creadores afirman lo contrario: que crear es traer algo nuevo a la vida, hacer al mundo el regalo de algo que no existía, ni en palabra ni en caricia.<br /><br />Para la creación tiene una gran importancia el conócete a ti mismo, porque al conocimiento de sí sólo se llega tras un constante trabajo de observación, sabiendo entonces, y únicamente entonces, cómo se reacciona contra sí, cómo se modifica el temperamento y el carácter, qué fuerzas es preciso poner en juego para dominar los propios arrebatos, cómo se reacciona contra el medio, cómo se dulcifica el carácter o cómo lo tuercen las exasperaciones y los odios haciendo al hombre intratable por insociable. Quien no se conoce, no puede corregirse, no necesitando, por consiguiente, ejercitar su voluntad; pero quien se conoce, quien desea mejorarse, quien considera que a la vida armoniosa y hermosa que sueña sólo es posible llegar por un ininterrumpido mejoramiento de la persona, ése sí necesita poner en movimiento su voluntad, y la pone para cambiarse de algún modo o manera todos los días. De modo que se modifica el que quiere modificarse, el que sabe que de él depende ser hoy mejor que fue ayer y mañana mejor que es hoy. El que llega al conocimiento de sí sabe que su vida ha sido un permanente cambio, llevándole su razonamiento y su sabiduría a afirmar que seguirá cambiando: en pensamientos, en sentimientos, en acciones, en moral.<br /><br />En cuanto al erudito, me da pena, no me asusta. Veo que ha realizado un trabajo inútil al acumular citas de autores a los que considera como autoridades, y cuya autoridad pongo yo en duda, lo que le exaspera. Así le veo poner cara de asombro cuando al citar a un personaje de la historia, le digo que lo que aquél afirma no es cierto para el momento presente, ya que el erudito cree que su autor predilecto habló para todos los hombres de todos los climas y de todos los tiempos. Y es que no se da cuenta de que la reforma interior, la propia, no puede acometerla nadie en beneficio de otro, sino que cada uno tiene que hacerla en beneficio propio, porque se puede, sí, tomar ciertas máximas ajenas como estimulantes, pero como la palabra no es acción, deberemos accionar descubriendo en nosotros los beneficios y bellezas de la virtud cuando nos hayamos convertido en virtuosos.<br /><br />Hay algo que debe ser tenido muy en cuenta: se puede volver a la animalidad. Y vuelve irremisiblemente el que por no poner su voluntad en ejercicio para elevarse cada vez más, se deja adormecer por el ambiente. La pereza de pensar le prohibe avanzar, ya que le es más cómodo recibir la orden de moverse. Y éste es uno de los muchos perjuicios que causa a la vida el comunismo, todos los comunismos: que prohiben pensar, como lo prohibe la iglesia, como lo prohibe el falangismo español y lo prohibía el nazismo. Naturalmente, no necesita ejercitar su voluntad el que cree que Dios forma su carácter y le tiene ya destinado un puesto en la gloria; pero la necesita el descreído de todas las metafísicas, el que se considera fuerza en sí, el que sabe que sólo por su voluntad y esfuerzo puede mejorarse. Este, que es el que se sabe creador, el irreverente que no hace caso de las teorías fatalistas que tratan de paralizarlo, saltando por encima del viejo pesimismo, ejerce sobre sí su influjo, queriendo ser cada vez más armonioso y más bueno. Fijándonos detenidamente en él y estudiándolo con cariño, veremos a poco que profundicemos, que sólo él puede ser anarquista, porque sólo él puede llamarse hombre libre, pues no es hombre libre -no lo es ni puede serio- el que acepta para su vida la dirección de un Dios, sea el que fuere; ni lo es ni puede serio el que acepta como artículo de fe la palabra de Kant o de Kropotkin, porque la sujeción voluntaria a un hombre o a una doctrina, tomando su palabra como verdad inmutable, es inequívoco signo de esclavitud. El que cree que el conjunto de ideas morales expresadas por los mismos anarquistas, sus propios compañeros, determinan o deben determinar sus acciones, su conducta y hasta su vida misma, vale tanto para la libertad como el que se deja sugestionar o acepta el determinismo de las reglas morales de la Iglesia. Dentro de una teoría determinista de la vida no cabe la libertad de acción, puesto que el determinismo, considerado como fuerza actuante e ineludible, destruye todo sentimiento y aun toda idea de libertad individual, ya que frente a ese determinismo la libertad es esclava. No necesitaríamos esforzamos grandemente si tratásemos de formar una igualdad matemática con las palabras determinismo y predestinación, tan gratas a todos los que tienen miedo de ser por sí, de actuar por sí, de responsabilizarse ante sí, de cambiarse por su propia voluntad, pues éstos consideran que en la naturaleza existen fuerzas ineludibles, determinantes y predestinadoras. De esto -a lo que quiere dársele inútilmente un carácter científico-, no hay un paso de distancia al sino o al destino en que creían nuestros abuelos.<br /><br />A la libertad se llega queriendo, no por predestinación ni determinismo de ninguna clase. Y llega, o, mejor, la conquista o la crea, el que trabaja por sí y para sí: el que quiere ser libre. Y de la misma manera se crea o adquiere la bondad, ya que no es mercancía que pueda comprarse ni de la que pueda hacemos regalo cualquier dios o cualquier organización. Sí, sí, la bondad también se crea, se va forjando cuando el individuo va desarrollando su propia facultad para hacer el bien. Porque creada esa facultad, libre es el individuo de hacer trabajar su taller de forja, del que salgan, sin determinación que no sea de su voluntad, acciones bondadosas que sean como preciadas joyas.<br /><br />Posiblemente no sea bondadoso el que no quiere serlo (no sé si sería posible encontrar un hombre -sería esto un fenómeno- que conscientemente se niegue a hacer el bien), pero si se pudiera despertar el apetito de amor en el no amador, quizás el individuo quisiera amar y, por quererlo, pondría en movimiento todas las palancas de su ser para crear su propio instrumento: la facultad de amar y de hacer bien.<br /><br />Verdad que recibimos de fuera ideas de bondad; pero esas ideas no nos sirven mientras no pasan a formar parte de nuestro caudal cultural y afectivo, en cuyo caso ya son ideas nuestras. Pero las ideas permanecen estáticas en nuestro cerebro mientras la voluntad no las pone en movimiento haciendo que actúen de acuerdo con nuestra facultad creadora de actos de bondad. Por esto, quien no crea en sí esas ideas de afecto, de ternura, de bondad, no puede llamarse humano aunque sea un sabio. El hombre afectuoso, que es el que ha creado en sí una idea-sentimiento de afecto, al actuarla, al ponerla en movimiento para hacerla efectiva, es el hombre por excelencia.<br /><br />No hay ni un anarquista, no puede haberlo, que no tenga idea del bien, pero lo que en él lucha para no poner en práctica ese bien, que él no considera necesario, es lo que le queda como residuo de la fuerza animal, de predatorio, de fuerza antianárquica. Su voluntad para el bien y su idea del bien no forman pareja, y la idea del bien carece por sí sola de toda eficacia.<br /><br />Las ideas-fuerza de Fouilleé, teoría aceptada y pregonada por Kropotkin, y cuyo precursor fue Proudhon al asegurar que la idea de justicia era, por sí, y en sí, una fuerza, es hipótesis falsa, total y completamente falsa. La idea necesita del sentimiento, y ambos de la voluntad para moverse y ser fecundos. Donde no hay voluntad todo es impotencia, aunque haya anidado la idea en un cerebro. Tenemos, pues, que ser dueños de nuestros actos, siéndolo antes de nuestras voliciones, y aún antes, si queremos ser los directores de nosotros mismos, tenemos que crear, con el carácter, la facultad de dirigirnos a voluntad, dominando nuestras pasiones, arrancando de nosotros lo que consideremos que no nos sirve para ser cordiales, determinando nuestras acciones y regulando nuestra vida. Es decir, dominando las ideas-fuerza de Fouillée y de Proudhon hasta reducirlas a nuestro vasallaje, pues si hemos negado en nuestro corazón a todos los dioses, no podemos aceptar, ni aun en nombre de la anarquía, otras fuerzas espirituales de las que tengamos que volvernos esclavos, puesto que según los creadores de tal teoría esas ideas-fuerza nos gobiernan aun contra nuestra voluntad. Y tenemos aquí otro nuevo determinismo -una especie de dios- y otra nueva debilidad.<br /><br />Sólo iremos hacia el bien, queriendo, no siendo empujados, pues sólo así podremos trabajar con conciencia por la armonía humana y universal, ya que los que no quieren ser humanos, es decir, bondadosos, son antianárquicos por antiarmoniosos.<br /><br />CUMBRES HUMANAS<br /><br />Leo y releo, devorando libros; miro y remiro, deseando que la mirada de mis ojos angustiados penetre en los corazones; escucho y vuelvo a escuchar, esforzándome en querer percibir entre los insultantes desafíos que unos hombres dirigen a otros, la palabra clara que dé luz a mi mente y la dulce que llene de ambrosías mi corazón, y por más que afino mis sentidos para captar acciones y palabras cordiales, sólo llegan a mí algarabías de los que llenan de malsonantes ruidos el planeta, voceríos que levantan tormentas de iracundias y jadeos maldicientes de los que viven en perpetua pelea. Contemplando el mundo parece que los hombres se complacieran en hacer de la vida un estercolero, tal olor tienen a veces las palabras, y que con sus acciones quisieran hacer aparecer a los lobos como biotipos de lo que debe ser la humanidad. Disparan las frases, como lava hirviente, con la intención de herir o destruir, y escriben con cieno, como si se quisiera no sólo ensuciar el nombre escrito, sino el ambiente para ponerlo todo a tono con el ruido monocorde de la ametralladora y darle también el color y el olor de las almas que llevan en su entraña preñeces de odios, y el mal se agranda, y lo que fue humanidad se bestializa, y yo me repliego en mí para descuajar odios, si alguno quedase todavía en mi corazón, plantando en el huequecito que dejó la extirpada planta olorosas yerbecillas de bondad para que neutralicen un poco los olores que hasta mi retiro envía a bocanadas la barbarie. Luego busco un libro bueno de un autor que sea o haya sido también un hombre bueno, y me entretengo en llenar mi mente de pensamientos claros y mi corazón de sentimientos dulces, bajando hasta las raíces de la vida para saber qué savias de bondad y de belleza alimentaron las primeras plantas de humanidad, que fueron nuestros lejanísimos abuelos, y qué savias nuevas necesitaremos crear los actuales si queremos dejar noble herencia a los hombres futuros, hijos de nuestra mente y de nuestra entraña. Y para ello, sobre mi mesa de trabajo acumulo uno tras otro los mejores libros de los mejores hombres, habiendo puesto bien al alcance de mi mano los de Tolstoi y los de Reclús, que fueron dos cumbres humanas que derramaron sobre los hombres clarísima luz de humanidad, en la que me baño, cada vez más sediento de bondad y de belleza.<br /><br />Cuando los leo, cuando me baño en su luz, cuando gusto sus bondades, cuando me esfuerzo en seguir el vuelo de sus mentes para comprender sus pensamientos, siento una inefable dicha de ser hombre y de poder llamar guías y compañeros a estos dos ejemplares que abrieron rumbos de luz a los hombres de todas las edades. Cuando los leo me digo en mi corazón que habiendo tanto que hacer por los caminos de la concordia, es una idiotez malgastar la vida en cosas tan feas e infecundas como las de producir rencores y reyertas, y queriendo que la palabra compañero tenga en mis labios purísimos sones de hermandad, retozando dentro de mí al inundarme de alegría, me esfuerzo para que mis palabras no desentonen de aquellas músicas humanas que ambos crearon, ni mis sentimientos choquen con aquellos fraternos que ellos forjaron, porque la disgregación de los sentimientos superiores, cual es el del amor, no sólo representa falta de cohesión mental, sino pobreza de personalidad, decadencia, y yo deseo mantenerme en plenitud humana, en plenitud de sensibilidad y de bondad.<br /><br />Dos maneras de salirse de este caos en el que impera lo brutal: o por la hombría a lo Reclús, o por el misticismo a lo Francisco de Asís. (Entre estos dos polos, luchando unas veces por lo humano y otras por lo divino, se halla Tolstoi.) Francisco distribuye sus bienes entre los pobres para vivir él en pobreza: pero lo hace, luego después lo supe, no por amor al hombre, sino por ser grato a Dios, porque ganar la gloria representaba para él el bien eterno. Para lograr el bien apetecido, Francisco se deshumaniza, por lo cual deja de preocuparse del dolor humano que le circunda, ni le molesta ser un parásito que vive a expensas de los que trabajan, porque el dolor de los demás no le causa a él dolor. En cambio, Tolstoi, cuando olvidando a Dios, se acerca al hombre, siente la alegría del trabajo por saber que es fecundidad y bienestar, y viste las ropas del mujik y empuña la mancera y siembra los campos. Y, por si fuera poco, por las noches, aquellas eternas y heladas noches del invierno ruso, arregla el calzado de los labriegos, a los que llama hermanos, temblando de emoción al pensar que por las bocas abiertas de las botas rotas entran el hielo y el frío que muerden las carnes. Fue entonces cuando, humilde, aprendió a leer en las almas de los mujiks al escuchar sus sencillas narraciones, que él hace bellas y universales con su arte, y fue entonces cuando lo humano adquirió vuelos de excelsitud, creando la escuela de Yasnaia Poliana, donde la cumbre se inclina, amorosa, no sólo para enseñar a aquellos hombres el alfabeto, sino para enseñarles a amar con objeto de que se pongan a tono con la belleza universal del amor. Entonces, Tolstoi es el hombre en plenitud; el hombre que ama la vida y quiere hacerla hermosa para que los demás aprendan a quererla y a gozarla; el hombre que ha acumulado el caudal de la bondad del mundo, vaciando el tesoro entre sus hermanos; el hombre que por haber escalado la excelsa jerarquía de la humildad, se perpetuará ascendiendo con las generaciones venideras hacia la eternidad.<br /><br />Reclús coopera con el cosmos.<br /><br />Pocos pasearon, como él, por los viejos caminos de la eternidad pretérita, comprendiendo y queriendo a los que nos antecedieron, y pocos, como él, supieron ser rayo de luz que se disparó hacia la eternidad futura para alumbrar el camino de los desventurados.<br /><br />¿Ignoró, acaso, que existían la maldad y el crimen? Lo sabía, pero comprendiendo que no es fecundo vivir en fealdad, explicó las cosas más deliciosas y bellas en la más rica prosa que viera el siglo XIX, e hizo hablar a la montaña, al arroyo, a la flor, a la Tierra, enseñándonos a comprender y amar los más variados fenómenos de la naturaleza. Por su cerebro desfilaron generaciones y generaciones -nadie pintó como él las migraciones de nuestros padres-, por lo cual el dolor que estremece sus carnes es dolor humano.<br /><br />Diferentes ambos, cada uno a su manera recogió en su corazón la corriente de bondad que venía del fondo de la vida, acrecentándola con sus acciones, por lo que desde que ellos vivieron, la bondad ha crecido en el mundo, aunque necesita vivir escondida y en silencio porque la maldad se ha desarrollado en forma alarmante. Sí, desde que ellos vivieron, y precisamente porque ellos vivieron, la bondad es más buena.<br /><br />No obstante, Tolstoi y Reclús encarnan dos polos de la vida bondadosa (la anarquía es libre actuación del bien o palabra vana): el primero, el inmenso Oriente; el segundo, el pequeño Mediterráneo. Tolstoi es asiático, podríamos decir lo asiático, por lo cual abre su pecho al dolor, que es gemido en las inmensidades de la enorme Asia, y Reclús es mediterráneo, pues lo mediterráneo luce en sí todavía más que su gran cultura universal, uniendo estas dos cumbres la bondad, que es la que unirá al mundo cuando sea aplicada a la criatura humana y ejercida en beneficio del hombre.<br /><br />En las tierras que riegan el Ganges y el Brahmaputra se hallan los ancestros del asiático: revueltas simientes de hombres y divinidades, y sobre él, partícula desprendida de las altas crestas del Himalaya, pisaron dioses milenarios, dejándole marcada la huella de su planta. En su frente, y por haber vivido tan en lo alto y tan en lo bajo: polvo de estrellas y cenagosa tierra, refulgen ideales divinos y humanos, corriendo hacia su corazón las aguas que desbordaron de todos los manantiales del dolor, aumentado el caudal con sus propias lágrimas, por lo cual hay en él ecos de todas las palabras de bondad y maldición que se pronunciaron durante milenios en la extensión del Asia, desde el suspiro hecho plegaria que no oyeron los labios, hasta el tifón que descuajó creencias dejando bajo el légamo del nuevo diluvio destructor semillas de religión nueva. Por eso, sólo él podía haber sido y fue el heredero de los dukoboros (1), lo más puro asiático que floreció en las tierras de Buda, batidas por todos los odios, cuando los helados vientos esteparios del más crudo desamor empujaron los hombres hacia la Atlántida.<br /><br />Reclús es mediterráneo, y, contraste de contrastes, por ser mediterráneo es planetario, que el hombre mediterráneo fue corazón del mundo: corazón y cerebro, sentimiento que recogió el dolor y pensamiento que lo clarificó, lágrima y centelleo, palabra y ala, verbo y luz.<br /><br />Si el hombre mediterráneo no hubiera existido, la especie, todavía en período asiático -período de los dioses-, se compondría de brahmanes e intocables, de marajás y parias, de brujos y creyentes. La humanidad fue porque la crearon los griegos que venían trabajando por ser luz. Un día, el viejo cínico agarró su linterna para buscar los hombres, que todavía no lo eran -¡qué bello símbolo!-, y como no los hallase, él y otros gigantes de la hombría crearon la forja. La luz de humanidad alumbró por primera vez en Atenas y, a poco, no tan sólo la luz sino la humanidad circuía el mar haciéndolo más bello. Lo demás fue germen de humanidad aun después de haber nacido Buda.<br /><br />Reclús, el mediterráneo Reclús, como buen griego, recogió las simientes de estrellas que habían dejado esparcidas sus abuelos y, al purificadas, y hacerse él también luz, la luz humana desbordó el Mediterráneo e inundó el planeta. No hubo nunca mejor sembrador de bellezas. El fue el ruiseñor de más puro gorjeo humano que nació, creció y floreció en las riberas del Mar Claro.<br /><br />Como sus abuelos de la antigua Atenas, Reclús enseñó al hombre a ser bello en el pensar, en el hablar y en el vivir, porque este hombre magnífico no se contentó con alumbrar la Tierra con la luz de su ingenio para que sonriera, sino que hizo ronreir al Mundo, habiéndolo logrado porque supo levantarse por encima de todos los odios de su época. Cuando los futuros quieran conocer los tiempos reclusianos, se imaginarán que fueron de luz porque sólo verán el manto de estrellas con que él cubrió los días grises y arropó a los hombres decadentes.<br /><br />Reclús ríe: es la risa griega; Tolstoi gime: es el dolor del Asia. En Reclús se halla el Hombre, del cual tiene conciencia; en Tolstoi se encuentra muchas veces el martirizado que besa con unción las piedras del templo. Es que Reclús, como buen hijo de los griegos, recogió de sus padres las ideas de humanidad, que aquéllos crearon, y las embelleció y engrandeció haciéndolas cósmicas: por eso lleva al mundo en su corazón; mientras que Tolstoi se halla envuelto en la nebulosa de dioses milenarios, aunque sintiendo en sus carnes el dolor, también milenario, de los hombres sometidos al yugo. Así, la vida de Reclús es un eterno cantar de gracia que hace sonreir a los mundos, y la de Tolstoi es un lamento. Por eso puede escribir: Pienso cada vez más en la muerte y siempre con nuevo placer: todo lo calma, y RecIús se produce todos los días como un nuevo florecer, como si quisiera llenar de aromas y de alegrías el planeta. De ahí que mientras el uno vive preparándose para el bien morir, el otro, hasta el día de su muerte, hace una constante gimnasia para el bien vivir, sabiendo, como sabe, que el aprendizaje de la muerte se paga con la vida (2).<br /><br />Muchas veces piensa Tolstoi en la posibilidad de un Bien Eterno, y entonces pasea durante interminables noches sin poder dormir, interrogándose. En esas horas de dolorosa inquietud, de angustioso interrogante, Tolstoi se abruma, y su conciencia, olvidada de la humanidad, se entrega a la oración. Son esas sus desesperantes horas de infecundidad y también de infelicidad. Durante esas horas, en las que quiere y no puede darse cabal cuenta de lo que considera Conciencia Universal, interroga a Dios, y al no responderle ni poder responderse, nota que no es feliz, apareciéndosele su vida como algo que, sin asidero, flotara, vacía, en los espacios, no hallando, por consiguiente, solución que le plazca al problema de su vivir. Es entonces cuando se entabla en su cerebro la gran lucha entre la claridad humana, que él intuye, conoce y practica, y la tenebrosidad de dioses ancestrales que le subyugan y paralizan. ¡Ay si esta mente hubiera recibido el beso de las brisas mediterráneas! (3) Reclús es el patriarca de su propia vida. Por eso puede trasponer, a voluntad, las fronteras del mal, instalándose en el único clima donde puede crearse la belleza: en el clima del bien. Y si Tolstoi puede ser comparado al Himalaya, Reclús se sale del planeta porque su conciencia es conciencia cósmica que conoce las causas. ¿Sucedería ello porque Reclús se lanzó a los espacios desde las cumbres griegas? Posiblemente. Pero lo reclusiano no es ya sólo lo griego, ni lo mediterráneo, sino la suma de lo anterior y de lo suyo, porque al humanisferio conocido antes de su llegada, este hombre sabio y magnífico agregó nuevas rutas por él descubiertas.<br /><br />Y estas rutas reclusianas son las que, a mi entender, deberíamos seguir, agrandándolas y embelleciéndolas, si es que querembs escalar las cumbres de la hombría, que es donde se hallan la serenidad y la dulzura, tan necesarias hoy.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Tribu religiosa del Cáucaso, emigrada en parte a América, y de la cual tomó Tolstoi la no resistencia al mal por medio de la violencia.<br /><br />(2) Si nos fijásemos un poco, encontraríamos en lo asiático y en lo griego las dos corrientes claras del anarquismo: en la que nos legó Rusia (Asia), el anarquismo es un suicidio (esta idea entronca con la de sacrificio, tan cara al asiático Kropotkin), porque el que se atreve a llamarse anarquista hace un pacto con la muerte -los nihilistas rusos-; en la que brota de los manantiales del Mediterráneo, el anarquismo es luz: continuación de la maravillosa floración humana que tuvo lugar en la bella Grecia. Ni el nazismo, ni el marxismo ni el comunismo pudieron nacer en las riberas del Mar Claro, sino donde se desprecia y desconoce al hombre; pero, en cambio, las ideas de humanidad y de libertad se forjaron en las forjas de la Hélade, de donde recibió bella herencia Han Ryner, poeta de la armonía humana.<br /><br />(3) Debo de hacer una aclaración porque no quiero ser mal interpretado. Yo no planeto ni quiero plantear una superioridad ni una inferioridad de razas, aunque sea verdad que las razas existen y que cada una de ellas nos da un tipo humano. Yo compruebo un hecho histórico, lamentando que Tolstoi, hombre tan magnífico como atormentado, no hubiera sido hijo de los griegos. Porque, claramente, Tolstoi es asiático, en su forma y en sus conceptos. En su forma (en su cuerpo) existe la herencia transmitida de unos a otros seres durante milenios de milenios, y en su conciencia se halla la huella, también transmitida y marcada, de millones y millones de anteriores conciencias. Fue creador y alcanzó la cumbre humana por lo que él supo y pudo acumular de humano; pero su yo creador sostuvo terrible batalla con su yo creyente. Y fue en sus ratos de creación humana cuando se sintió y fue anarquista.<br /><br />LA PERSONALIDAD<br /><br />En estos tiempos de regresión es muy saludable hacer un esfuerzo para no permitir que nos arrastre la corriente de la barbarie, y si no pudiéramos avanzar, porque la riada es cada día más impetuosa amenazando con destruirlo todo, nos mantendremos en nuestra posición de dignidad, no permitiendo que nos enloden las revueltas aguas del odio, que, al arrastrar tierra de las orillas, hacen más cenegosa la corriente, y al depositar cieno en sus riberas, hacen el aire irrespirable.<br /><br />Ya llegarán, ya llegarán los días en que podremos reemprender nuestro camino, pues tras la tempestad viene siempre la calma; pero mientras llegan, nos dedicaremos, como el labriego que no puede fecundar los campos en temporal de invierno, a fortalecer nuestra persona, a remozar nuestras ideas y a echar alas para emprender, cuando llegue el momento, nuevo vuelo. Lo fundamental es que no nos lleve la corriente que, impetuosa, pasa al pie de nuestra vivienda y ruge vega abajo; lo esencial es mantenernos, por ahora, al abrigo del bárbaro ciclón de despotismo que sacude el planeta, no permitiendo que el desbordado río arranque las plantas de nuestro jardín -claros pensamientos de ensueño-, porque levantemos dique de contención para que sus cenagosas aguas no invadan nuestras limpias praderas, ya que entre su cieno quedarían simientes de abrojos, prontas a fecundar.<br /><br />Tarea ardua será la de mantenernos serenos cuando todo cruje y se descuaja; pero sólo tienen valor las acciones que necesitan del bien templado acero de la personalidad para ser realizadas, no las de los que obran como gota de agua o grano de polvo que el ciclón coge en sus hercúleos brazos para estrellarlos contra lo que le estorba; no las de los que olvidan que son humanidad para que, arrastrados por la barbarie, sean obligados a obrar como fuerzas ciegas de destrucción, que el odio dispara.<br /><br />En casa de nuestros abuelos, cuyos forzados herederos somos, dije en mi libro Más allá del dolor, se cultivaron plantas de humanidad, el aroma de cuyas flores hemos respirado, y se forjó el idioma, gracias al cual nos ha sido posible razonar, estando obligados a aumentar los bienes heredados para que el legado que hagamos a los hijos sea superior al recibido.<br /><br />Tras previa selección, tan sabia como meticulosa, fueron uniendo imágenes e ideas, soldándolas más bien, resultando de tal unión palabras nuevas, gracias a las cuales podemos nosotros dar a conocer hoy nuestros pensamientos. Entre otras muchas, y como necesitasen expresar al hombre como ser diferente a los demás seres, salió de los crisoles de su ingenio la palabra persona, formada por per, que significó excelencia, y el substantivo sonus, que equivale a sonido. Es decir, la idea que presidió la formación de la palabra persona -¡qué audacia representa la sola concepción de tan bello vocablo y qué sencilla sabiduría demuestra la noble soldadura!-, fue la de sonido excelente, porque excelente representa moral, por lo cual persona viene a ser el sonido humano que el hombre le da a su palabra, la que ha de responder no sólo a una actitud mental, sino a una conducta limpia que concuerde con lo excelente del son del individuo hombre, ya que persona no es sólo palabra para nombrar a un ser, sino que además es virtud, porque significa pensamiento y voluntad y razón y conciencia limpia. Ahora bien, como sin persona no puede haber personalidad, y sólo tienen persona los de sonido claro y excelente, se dice que una persona tiene personalidad cuando sus bellas prendas la hacen distinguirse entre todas, cuando sus cualidades realzan su hombría, cuando, en fin, sus sones son puros y limpios por ser sones de hombre.<br /><br />Demás está que digamos que no tienen persona los que carecen de sonido humano por no poseer las cualidades y virtudes que dan brillo a la hombría; demás está decir que carecen de personalidad los que se ríen de la palabra hombre, despreciándola por no haberla gustado, al carecer, ¡pobrecillos!, de esas prendas excelentes que permiten que el individuo de la especie homo borre la distancia que separa al animal del hombre.<br /><br />Cuando se dice que el odio ciega, se dice una verdad, parque el odio, que siempre va acompañado de la ira, produce una sacudida, una exaltación, un trastorno en el sistema nervioso, un empuje hacia la acción animal, que es la acción violenta, obligándonos a desconocer hasta lo evidente, ya que el odio no permite el razonamiento y para que la razón funcione es necesario gozar de augusta calma. Podemos asegurar, pues, que el odio rebaja y aun anula la personalidad, el sonido excelente, el son humano, y que el que actúa bajo la pasión del odio, falsifica los sentimentos del que declara enemigo, porque el que odia vive en estado de falsedad humana, ya que, por ceguera mental, se halla incapacitado para la percepción de sentimientos nobles, imaginándose que todo es feo y oscuro, porque él vive en fealdad y en tinieblas. Y es que bajo la presión del odio, no puede actuar la conciencia con libertad, no puede razonar serenamente el hombre por prohibírselo la irascibilidad, por lo cual todas cuantas acciones realice el individuo mientras se halla bajo los efectos de ese nocivo alcohol, han de ser acciones nefandas, carentes en absoluto de sonido humano, porque el que las realizó, perdió, si es que lo tuvo, el carácter de hombre, carácter o temple que debe estar en la hondura, en la superficie y en toda la trama psíquica de la criatura para obrar como humano en todos los momentos, dominando pasiones y prohibiéndose atentar contra el hombre, pues cuando realiza el atentado es porque no puede dar sonido claro, porque no es persona, porque: ese odio, que no puede extirpar de sí, lo ha convertido en un producto adulterado, en un ser que no es hombre.<br /><br />Por eso, esta criatura de personalidad adulterada, que vive en estado de falsedad humana, no posee sentimientos, por lo cual se halla incapacitada para reaccionar noblemente ante las congojas de los demás hombres. Este producto adulterado, fanático y verdugo en todas las iglesias, es un ser insensible por carencia de afectos, y cuando adquiere el hábito de moverse, no a intervalos, por fogonazos de odio, sino por una acción permanente del odio, en la que no son posibles ya saludables intermisiones, cae en la crueldad, porque desciende hasta lo átono humano, donde se encuentra lo apersonal (1). De ahí que sea posible ver y analizar el gran daño que causan los que odian, y más todavía los que predican odios, pues si un caso de odio individual puede ser casi siempre un caso de locura curable, un caso en que lo personal adulterado adquiera, por feliz tratamiento de dulzura, el tono humano, la carencia de sentimientos colectivos, por exaltación de la crueldad en la masa (falsos hombres), puede conducir a la humanidad a una horrible regresión por olvido de todo lo noble, de todo sonido excelente, de todo lo bueno personal.<br /><br />Y he aquí donde debe entrar en funciones la gran labor anárquica. Sí, compañeros que os atrevéis a leerme: henos aquí en el preciso momento en que debemos emprender la gran labor anárquica, estimulando a los hombres a que adquieran la hombría, a que den sonido excelente, a que tengan persona, procurando por todos los medios a nuestro alcance que la masa (estado de falsedad humana) se desintegre para formar unidades valederas que sean capaces de vivir en nobleza y en libertad, porque un conjunto de seres carentes de sonidos humanos, un conjunto de falsos seres humanos, de adulterados seres humanos, puede conducimos a sufrir la más grande crueldad de todos los siglos, mientras que un conjunto de verdaderos seres humanos, de seres que se ingenien y estimulen para adquirir con redoblado empeño el sonido excelente que da la hombría, puede conducimos al vivir armonioso, que es el vivir anárquico.<br /><br />Por eso hace falta que revisemos todo lo anterior a nosotros, ¡todo!, Y por eso es necesario que creemos y recreemos todos los días conceptos anárquicos, porque por esa creación y re-creación permanente será posible que la anarquía nazca en nosotros también todos los días, manteniéndola así en todo su frescor, ya que anarquía es hija y no madre nuestra, producto de nuestro cerebro y de nuestro corazón, suma de nuestras virtudes, compendio claro y preciso de lo que dan nuestras personas, siendo mejor y más limpia cuanto mejores y más dignos seamos nosotros. Si no hiciéramos así, si no diéramos vida a acciones anárquicas diariamente, a la vez que nos vamos creando y recreando (irnos creando vale tanto como hacernos mejores a voluntad, teniendo cada día sonido más excelente), ni el concepto ni nosotros tendrían otro valor que el de una cosa fría y muerta, ya que el concepto no puede valer si nosotros no valemos, es decir, que no podemos crear ideas limpias mientras nosotros no vivamos limpiamente, pues el valor de la idea está siempre en relación con el valor del hombre. Porque no puede negarse, so pena de caer en el sofisma religioso, que somos nosotros los reguladores de nuestra actividad moral, siendo los administradores de nuestros conceptos, ya que hemos afirmado que somos sus creadores. Por eso es exacto que en la personalidad más pujante existe más riqueza de ideal, y por eso es también axiomático que los que no se esfuerzan en tener personalidad, los que no se preocupan por acumular riquezas morales para poder dar, en su momento, excelente sonido, no pueden ser y no son hombres anárquicos, porque no han salido todavía del estado de falsedad humana (2). ¡Pobres los que no obren con plena conciencia de sí, poniendo su voluntad en querer ser buenos, en querer tener sus propios son es de dulzura, dominando hasta esa misma voluntad, que debe obrar como y cuando el anarquista quiere, ya que la voluntad no es un ser autónomo que vive dentro de otro ser autónomo, que es el hombre, sino una facultad o potencia que el anarquista hace actuar como bien le place!<br /><br />Pero pocos, ay, son dueños de sí mismos; pocos dan el sonido excelente que quieren dar; pocos se atreven a ser creadores de sus acciones poniendo su voluntad a su propio servicio. Por haber tan pocos, el mundo vive en estado de falsedad humana, en estado de locura ahumana, en estado de permanente beodez en el que el alcohol que se apetece o bebe es sangre de hombres. Pero aunque todos vivan en estados ahumanos, sin ser dueños de sí, el anarquista deberá ser siempre su propio dueño -única manera de que su persona pueda dar excelente sonido-, si es que quiere obrar con reflexión y calma.<br /><br />El anarquista no bebe alcohol porque trastorna sus facultades y él quiere mantenerlas constantemente alerta, conservando claras y limpias ideas y conducta; pues por las mismas causas no debe beber odio, porque si no puede considerarse hombre libre y digno el que actúa bajo los efectos del alcohol, tampoco puede ser considerado como tal el que actúa bajo los efectos de pasión tan corrosiva y mala como el odio, ya que las dos perturbaciones atentan contra la brillantez de la persona, prohibiéndole el sonido excelente, que es el sonido humano. Y debe hacer eso queriendo hacerlo por sí y ante sí, ya que no puede ignorar que la libertad es una constante conquista de sí mismo, una continuada labor de dominio de sí, venciendo a lo circundante pero también a lo interior para no ser juguete ni de lo que está en el ambiente ni de sus vicios corporales. Claramente: para no ser daerminado, arrastrado o empujado por fuerzas extrañas, para no ser movido como un pobre muñeco de guignol.<br /><br />Conocido esto por el anarquista, o sea por el digno, por el noble, por el bueno, por el de personalidad destacada y sonido claro y excelente, recibe las injurias de los adulterados con un estoicismo y una serenidad inalterables, ya que no ignora que los adulterados no pueden dar productos nobles, siendo como son, en sí, una corrupción, una desvirtuación, una falsificación del hombre. Los corrompidos mueven a compasión al anarquista, y cuando recibe de ellos una injuria, piensa que hace falta trabajar mucho en la tierra hasta conseguir que todos tengan sonido claro, por lo que se entrega cada vez con más redoblado celo a la enseñanza. Si él contestara al insulto con la grosería, o a la fiereza con el crimen, no sería anarquista, es decir, hombre de sonido excelente, sino que estaría entre los adulterados, entre los que viven, para su desgracia y desgracia ajena, sin haber podido adquirir la luz de la hombría.<br /><br />Por algo nos atrevimos a decir un día que el anarquista es un ser de excepción: no se conforma con dominar su voluntad y sus pasiones, sino que domina hasta sus tejidos, pues si por casualidad, al recibir una descarga de odio sus manos se crispasen, él, por un esfuerzo consciente en el que toman parte todas las potencias de su ser, hace que la crispación nerviosa cese cuando él lo decide, y que la palabra dura, pronta a brotar de los labios, se trueque en sonrisa, o por lo menos en hermosa calma, porque no puede consentir, sin negarse como hombre de sonido excelente, que su filosofía del amor sea anulada por la irascibilidad animal, oscureciendo su razón y eclipsando sus ideas de fraternidad humana. Es decir, que producido un trastorno orgánico por la ira, el anarquista recobra la calma, dominando su propio organismo, que a tanto alcanza la voluntad de dominio de sí, queriendo como quiere conservar siempre su personalidad sin mancha, sin adulteración, con sonido excelente, pues su razón le dice que si no acepta la dictadura de los hombres sobre sí, menos todavía ha de aceptar la dictadura de sus más bajas pasiones empobreciendo su organismo.<br /><br />No tiene necesidad alguna el anarquista de conquistar a nadie; pero sí tiene necesidad de conquistarse a sí, y de conquistarse todos los días, porque el ambiente conspira constantemente contra él, contra su libertad, contra la belleza de su personalidad y de su vida. Por eso su esfuerzo debe ser continuado para poder hacer cada vez más rica, bella y libre su personalidad, manteniéndose siempre en la hombría, que es jardín en el que se cultiva la bondad, y no bajando nunca a la animalidad, que es matorral en donde se crian todos los vicios. Para mantenerse en firme posición humana deberá unir estrechamente sus ideas humanas con su conducta humana, vinculándolas tan fuertemente que cuando piense en bondad obre bondadosamente, pues el acto fraternal brotará espontáneamente de su corazón, traducido en palabras suaves y en actos que sean caricias.<br /><br />Es necesario, por lo tanto, educarse a sí mismo hasta adquirir hábitos de dominio sobre el propio organismo, relacionando los pensamientos del bien con la acción del bien, las ideas de libertad con las acciones de libertad, los conceptos de fraternidad con el cariño, o, por lo menos, con el respeto a las personas, uniendo, y más que uniendo, soldando las ideas de la mente con las acciones de nuestros órganos. Así, la conciencia se sentirá en calma, y, libre de hipocresías, podrá elaborar juicios serenos.<br /><br />Y, quizá candorosamente, es como considero que irá formándose poco a poco, es verdad, una humanidad nueva, formada a su vez por ricas personalidades anárquicas. Por eso estimulo a que todos desarrollen los fundamentos de su personalidad, a que tengan sonido claro y excelente, a que los anarquistas sean los más dignos, los más nobles y los más buenos de los hombres, porque ya vemos adonde nos ha conducido esta subhumanidad compuesta por hombres adulterados que viven en estado de falsedad humana.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Todas las religiones trabajaron por reducir la personalidad a su mínima expresión, prohibiendo toda libre manifestación de la persona; pero ninguna llegó a declarar la guerra al hombre en forma tan despiadada y cruel como el marxismo, del cual el comunismo ruso es el más acentuado caso de locura antihumana.<br /><br />(2) La misión educadora (transfolmadora) del anarquista, del hombre de rica personalidad, está en hacer lo posible para que el de personalidad pobre, que vive en lo que llamo estado de falsedad humana, se transfonne, se amplíe, se enriquezca hasta adquirir el estado de hombría. Este estado de hombría es ya el estado de personalidad anárquica, por lo cual la labor del anarquista, tal y como yo la interpreto, la propago y vivo, no es de acción violenta (revolucionaria), que es tanto como de imposición, sino de cordialidad, de dulzura, de ayuda fraterna, ya que la enseñanza no puede impartirse a garrotazos. Yo creo que si los anarquistas que tienen confianza en la labor educadora y cordial, se dedicaran a propagar bellas y afectivas ideas anárquicas, viviéndolas, harían mucho más bien a la humanidad, contrarrestando así la labor de los violentos, que sólo han hecho mucho mal porque sólo han cooperado con el malestar humano. Así, en este caso producido por los dos o tres bandos violentos que se disputan el mundo, en cuyos bandos sólo figuran hombres adulterados que viven en estado de falsedad humana, a los anarquistas nos corresponde mantener el sonido humano y, si nos es posible, acrecentar la hombría, creando en nosotros las más ricas y bellas personalidades que nunca existieron.<br /><br />AFIRMACIÓN<br /><br />En cada hombre hay algo que ningún otro ve ni verá nunca: ni los que vivieron con él en comunión de pan, ni los que desde afuera trataron de zahondar en su vida, ni los que pudieron amarlo y no le amaron, ni los que por no poder quererle lo aborrecieron. Sin embargo, con ese algo virginal y mío voy dibujando este libro en el que va quedando, aunque escondida en su entraña, bien impresa mi vida, la vean o no la vean los que conmigo vivieron, los que no pudieron o no quisieron quererme y los que me quisieron, que no siempre el querer anda por la vida con los ojos abiertos. Lo que sí digo a todos es que al escribir el libro y al imprimir en él mi vida, no lo hice para resaltar mis virtudes y menos todavía para deslustrar las de quienes no compartieron conmigo ni mi sal ni mi idea, pues cuando critico al violento lo hago solamente para pedirle que no dispare su arma, ya que al alcance de sus dardos pasa una criatura inocente que podría ser muerta o herida. De ahí que mi crítica no sea nunca censura, sino siempre ruego.<br /><br />Por eso, pasito a paso, si bien contento y satisfecho, he llegado hasta aquí, pues buscaba una explanada en la que, sin obstáculos de visibilidad y a cielo abierto, pudiera tender o extender las experiencias que durante mi largo caminar fui extrayendo de las cosas de los hombres, de los hombres y de la vida que fui viviendo a su lado o que fui sufriendo cuando no fueron lo buenos ni lo libres que yo deseaba y esperaba. Así, bien extendidas, podré estudiarlas con más detenimiento, formándome de ellas un más acabado juicio del que me había formado.<br /><br />Confieso que los paisajes a que presté más atención fueron todos morales, vale decir que se referían a modos de proceder, a estilos de vivir, a maneras de ser y de actuar de aquellos hombres que traían en sus manos mandamientos que ofrecían a las gentes sencillas como si fueran panacea que había de curar sus llagas, sus dolores y sus miserias. Y porque en esos mandamientos se habla de proceder -y eso es la moral-, quiero hurgar en los diferentes procederes a que obligan los diferentes mandamientos que, como observé y diré, no son de libertad, que tanto necesita nuestro hermano hombre.<br /><br />Y como analizar es descomponer metódicamente un todo en sus partes, estudiando cada una de ellas en particular para conocerlo mejor -y el análisis es el mismo cuando se trata de un cuerpo físico que de una idea o un conjunto de ellas-, será tan bueno como útil comparar algunas palabras que no teniendo parentesco alguno entre sí, se esfuerzan no pocos en presentárnoslas como hermanas gemelas, quiero decir, como sinónimas, lo que da lugar a que sea oscuro lo que se pretendió que fuera tan claro como luz meridiana. Esa confusión ocurre, por ejemplo, con socialista y anarquista, libertario y anarquista, comunismo libertario y anarquismo, anarco-sindicalismo y anarquismo, aunque existen otras varias que carecen en absoluto no sólo de igualdad en su significado -no hay en nuestra lengua dos palabras que expresen justamente la misma idea-, pero ni aun de parentesco o sinonimia.<br /><br />Tal sucede con anarquismo y socialismo, siendo, no extraño, sí lógico, que el socialista no quiera ser llamado nunca anarquista -tiene de él la idea que aprendió en los diccionarios-, en tanto que algunos anarquistas se llaman indistintamente socialistas o anarquistas, sucediéndoles con ello como a aquel campesino que nombrándose Juan se hacía llamar Pedro, por lo que no contestaba cuando alguno lo llamaba por su nombre, pero se hacía presente cuando lo nombraban con el postizo, lo que daba lugar a que lo rechazasen los Juanes por no querer ser llamado como ellos, y los Pedros porque en realidad no pertenecía a su círculo, no sabiendo ya sus paisanos a ciencia cierta si su vecino era Juan o era Pedro, pareciéndoles que, por falta de nombre seguro y claro no era ni uno ni otro, ya que se le veía frecuentemente en compañía de los Jacintos.<br /><br />Que el socialista no quiera llamarse anarquista es tan deseable como natural, pues apeteciendo el gobierno de sus congéneres, no puede decir que no lo quiere porque se quedaría sin él, dando lugar a que el engaño en que había querido envolver a sus amigos y camaradas lo envolviera a él, quedándose sin gobierno, sin camaradas y sin nombre, que era lo peor que le podía pasar; pero lo no natural, lo extraño es que el anarquista, que dice no querer gobernar, se llame socialista, ya que el socialismo es exacerbado apetito de gobierno. Y él lo sabe y conoce. Siempre que empiezo a escribir sobre anarquismo, salta una pregunta de mis labios, pregunta que yo mismo he de contestarme, porque quien escribe es como si estuviera tejiendo un soliloquio. Y la pregunta es ésta: para hablar de anarquía ¿es preciso sentirse. anarquista, es decir, tener y mantener un profundo y emocional sentimiento anárquico? Y siempre también, después de hacerme la pregunta y recapacitar sobre ella, me cntesto que sí: para hablar de anarquismo es necesario saberse anarquista, sentirse anarquista. Porque si un mahometano activo, valga el ejemplo, no puede hablar de catolicismo sin que la religión católica sea desvirtuada, cuando uno de esos anarquistas que hoy se llama Juan y mañana Pedro, habla de anarquismo, preciso es pesar y medir bien sus palabras, porque de suponer es que en el camino que va hacia la libertad el anarquista verdadero ha andado mucho más, y de ese trecho que el anarquista-socialista no anduvo; no puede hablar con conocimiento de causa, o sea que no puede. dar a conocer experiencias que no obtuvo ni sentimientos que no vivió ni gozó. Porque la anarquía se siente y se goza, y ese sentir y ese gozar son como el resumen de su valoración. Y por esa valoración que a sí mismo se concede, el anarquista que tiene por nombre Juan, se llama siempre Juan, por lo que, con razón, dudan los hombres del que hoy se llama Juan y mañana Pedro, o sea, hoy anarquista y mañana socialista y viceversa.<br /><br />Con estos actos de negación de nombre, que presencio todos los días, y en virtud de los últimos aconteceres que han tenido lugar en mi conciencia, he necesitado preguntarme: ¿existe en el hombre cabal, en todo hombre cabal, un noble y justo y necesario sentimiento de libertad? Si existe, la libertad no es una mera expresión ni aun sólo un pensamiento, sino algo esencial, substancial, propio, sentimental, carnal e intelectual del sujeto. y siendo así, como realmente es, puedo afirmar que ese sentimiento gemelo, éste sí, del sentimiento moral, el hombre cabal los hermana en su mente para regular u ordenar su conducta, dando como resultado que según sea la exuberancia y fertilidad de esos sentimientos, el individuo acuse una personalidad anárquica más o menos rica, más o menos oscilante, más o menos floja.<br /><br />Y continúo preguntándome: de esos sentimentos que, apenas nacidos, se transforman en juicios, ¿toma la conciencia parte directa en ellós, no ya únicamente para darles forma y poder expresarlos, sino también para vivirlos, entendiendo que un sentimiento Se vive cuando, por imprimirle movilidad, el hombre lo convierte en acto? (Y téngase en cuenta que esos sentimientos no los toma el hombre de la naturaleza, que es a-sentimental, sino que los crea el individuo por tener facultad para ello).<br /><br />Estas preguntas que me hago en soledad, bueno ha de ser que las repita aquí en voz alta, pues si debo contestármelas, espero, y esto es muy importante, que los lectores sean tan amables que me ayuden a encontrar para ellas la contestación adecuada y justa, pues todos hablamos mucho de libertad, notando con alegría que nacen en las mentes muchos deseos de ensanchamiento de los valores personales, aunque también con tristeza de ver que se usan disfraces bajo los cuales se ocultan ansias dictatoriales contra las personas, prohibiéndoles hablar libremente y hasta que vivan en libertad. Y sabido es que el sentimiento de libertad que el hombre crea y alberga, lleva implícita la necesidad de que se actúe, de que se transforme en acto, de que se viva, cometiendo delito de humanidad los que se oponen a ello de algún modo o manera. Yo no digo ni quiero decir que ciertos anarquistas, que hoy se llaman Juanes y mañana Pedros, entiendan o no entiendan lo que anarquismo sea, que eso del entender es cosa de cada quien; lo que sí afirmo es que su interpretación aunque sea anárquica por aquello de que cada uno es libre, si su voluntad y su mente se lo permiten, de interpretar las cosas como le dé la gana; lo que sí digo es que su anarquismo no es anarquismo. Y esto de que lo que es no es, merece explicación que sea satisfactoria y clara.<br /><br />Si el anarquista no puede, sin borrarse el nombre, ejercer dominio (gobierno) sobre su semejante, bien queriendo obligarlo a pensar de diferente manera a como piensa o a obrar de modo diferente a como obra, el que ejerce dominio (gobierno) sobre otro, no es anarquista, aunque se lo llame, o deja de serlo aunque hasta entonces lo hubiera sido, porque cuando acepta que an-arquía es no-gobierno, no ha de referirse solamente a la desaparición o no existencia del gobierno de un pueblo, cosa no muy fácil de lograr en tanto vivan en él hombres que apetezcan gobernar y hombres que permitan ser gobernados; se refiere primordialmente al hecho de prometerse a sí mismo que no ejercerá dominio sobre otro, tordendo su voluntad para que piense o ejecute actos que no le agraden. Ese acto de respeto hacia el hombre es siempre individual, de individuo a individuo, de hombre a hombre, de criatura humana a criatura humana, considerando el que así piensa y obra, que por extensión y aumento de las personalidades morales que respeten a sus semejantes, puede llegarse a un entendimiento cordial y libre entre los hombres, única forma de establecer voluntaria y firmemente una convivencia armoniosa entre las criaturas de nuestro linaje. Y eso, sólo eso tan sencillo y difícil es anarquismo. No es sistema de vida, creado por los ideólogos para que a él se sometan los hombres, lo que sería tiranía; es trato afable y respetuoso, libertad de pensar, obrar y tener, evitando pregonar a toque de tambores el sofisma de que la propiedad es un robo, pues si no es propietario el hombre, ha de serlo el gobierno, y eso es socialismo, antes bien gritando a pulmón lleno que comete crimen contra sí mismo el que no se hace propietario de lo que necesita, pues si lo del robo es en sí coacción moral contra los que apetecen mantenerse honrados, lo segundo es estímulo para que el individuo trabaje para él, proporcionándose pan para sus hijos sin tenerlo que pedir a nadie. El hincapié que sin cansancio debe hacer el anarquista es el de que nadie debe explotar a nadie, ningún hombre a ningún hombre, porque esa no-explotación llevaría consigo la limitación de la propiedad a las necesidades individuales. Ahora bien, a la vez que se lanzaba al aire la idea de que nadie explote a nadie, se gritaría en calles, plazas y campos su complementaria: la de que ningún hombre trabaje para otro, la de que ninguna criatura humana permita ser explotada por otra; de modo que si unos hombres iban desarrollando en sí la idea moral -sentimiento más bien- de no ser explotadores, paralela a ella iba creciendo otra idea de dignidad humana por la que el hombre se sentía tan elevado, que no aceptaba ser tratado por nadie como animal de trabajo y de carga. Allá los que se asocien con otros, ya que hay trabajos que no pueden ser llevados a feliz término por un hombre solo; allá también los que, solos, completamente solos, arreglen su vida para vivir, como Diógenes, en total libertad. Lo principal, lo esencial y fundamental para el anarquista, hombre extraordinariamente moral, es que la propiedad no les sirva a unos para esclavizar a otros. (Y de la propiedad en colectividad y en comunismo libertario hablaré más adelante).<br /><br />La tarea del anarquista es, pues, la de respetar a su prójimo en su manera de pensar y, por consiguiente, de ser y de vivir. Y viene a pelo citar aquella frase -qué frase, pensamiento, y mayúsculo, ya que es tan amplio como una enciclopedia-: No deseo llevar la convicción, sino despertar la duda. Me complace que vuestro intelecto siga funcionando después del mío, aunque sea contra el mío, fruto, y bien maduro, del cerebro de Rafael Barrett, el hombre que huyendo de la civilización europea, se refugió entre las tribus guaraníes que pueblan el Paraguay para bañarse en las aguas vírgenes de la cultura. Porque civilización y cultura no son hermanas gemelas, ni aun sinónimas las palabras con que se nombran.<br /><br />Y escribo, más para los que mantienen viva la idea de que anarquía es caos, como les dicen los diccionarios, que para los que saben que anarquía es orden, el único orden hasta ahora posible en el mundo, porque el desorden, el caos, los producen o desatan los que dicen sentir horror a la anarquía, aunque, bien mirado, desde que el mundo es mundo y el gobierno existe, no hubo jamás orden en la Tierra, y no precisamente porque fueran culpables de ello los anarquistas, sino porque lo fueron los que impusieron su orden.<br /><br />(Si hoy, primeros días de junio de 1968, tendemos nuestra mirada al mundo, veremos quiénes son los que en nuestra casa promueven desórdenes, ya que parece que el planeta va a estallar en pedazos. Y frente a tal desenfreno y barbarie, los anarquistas, que no intervienen en esas locuras, sienten y sufren).<br /><br />COMUNISMOS<br /><br />Primera parte<br /><br />Entre Marx, soñando que un día desaparecerá el gobierno de unos hombres sobre otros, y Kropotkin, preconizando que han de vivir fraternalmente en libertad, no existe una gran díferencia conceptual, ya que ambos entrevieron la posibilidad de un mundo anárquico en el que los individuos vivirían como hermanos, sin gobiernos que los explotaran y oprimieran. Pero si coincidieron en ese sueño de más o menos lejana y feliz libertad -¡qué hombre no sueña con esos paraísos humanos de concordia y de belleza!-, se trazaron diferentes caminos para poder llegar a alcanzar el bien imaginado, sin apartarse, por supuesto, del que ambos consideraron como inconmovible cimiento de la vida de relación con las personas: el comunismo, idea substantiva y germinal de ambos.<br /><br />Llegaron a concebir esa idea en virtud de meditaciones y sondeos en la vida de los hombres, y si Marx se dedicó al estudio de las relaciones no humanas de unos hombres con otros a través de las edades, viendo cómo los poderosos explotaban indignamente a los desventurados, los amos a los esclavos, Kropotkin, observador de la naturaleza, creyó comprobar las relaciones de afecto existentes entre los animales. Así, el uno partió del mal comprobado entre los hombres para ir al bien soñado para ellos, en tanto que el otro llegó de la idea de afecto vista por él (quizá sentida) en las especies animales, a la idea de respeto cordial entre los hombres. Esa idea le llevó a elaborar su teoría del apoyo mutuo como factor de evolución. Porque Kropotkin era, a su modo, un evolucionista.<br /><br />Para que los hombres pudieran alcanzar la feliz etapa del anarquismo que soñó, Marx no halló otra solución que la dictadura, considerando que por medio del Estado director, y una vez establecido éste por el triunfo de una revolución en la que los proletarios dominasen y destruyesen a los burgueses, se crearía el clima adecuado para que los triunfadores llegasen, con el correr del tiempo, a sentir la satisfacción de vivir en comunidad, puesto que la obligada educación y la forzada convivencia irian haciendo que apareciesen poco a poco las capacidades y desarrollando los gustos que necesita el hombre para vivir armónicamente con el hombre, y como el origen de todos los males, según creía Marx, radicaba en la propiedad, causa y fuente de todos los egoísmos y explotaciones, se imaginó que aboliendo la propiedad individual, el ansia de poseer desaparecería de la mente humana, partiendo voluntariamente unos con otros el pan y la sal que el Estado tutelar les suministraria generosa y desinteresadamente.<br /><br />Como los actuales hemos visto y comprobado con el establecimiento del comunismo marxista en varios pueblos, el sueño de Marx fue sólo una utopía, la más grande y desgraciada utopía que inventó la mente humana, y, como tal, no sólo no pudo cumplirse, sino que al practicarla se causó grandes males a los hombres por los que se decía trabajar para hacerles el obsequio de la felicidad.<br /><br />Kropotkin es, como Marx, comunista; como él, proletarista u obrerista; como él, divide a la humanidad en dos partes: los que explotan y los que son explotados; como él también, revolucionario, creyendo buenamente que para establecer el ambiente humano en el que se pueda vivir en comunismo fraternal por haber desaparecido las clases burguesa y proletaria, es necesaria, urgente, imprescindible, una revolución niveladora. Como Marx, declara que, para que eso pueda suceder, la propiedad individual es un estorbo. El individuo no debe ser propietario, porque, según Proudhon, cuya definición aceptan ambos, aunque no lo proclaman, la propiedad es un robo.<br /><br />Ahora bien, como la riqueza existe, porque está en la naturaleza y la crea y apetece el hombre, si el individuo humano ha de vivir sin ser propietario ni de su cuerpo ni de la riqueza que produce, preciso es que haya algo o alguien que disponga de esa propiedad de las cosas para distribuirlas entre los necesitados de ellas -pan, vestido, casa-. En Marx, ese algo o alguien es el Estado, qué no sólo es el poseedor de la riqueza, su administrador y distribuidor, sino el que como cabeza visible (la sociedad es acéfala), ordena lo que se le ha de dar a cada uno y vigila que sus órdenes sean cumplidas, para lo que dicta leyes y nombra a individuos que obliguen a cumplirlas. A poco esforzarse, el hombre normal ve claro que lo han convertido en pobre de solemnidad, quedando envuelto en las mallas del Estado, siendo su prisionero, su esclavo. En Kropotkin ... lo veremos más adelante, ya que no es muy clara la solución que da a la tenencia y disfrute de la propiedad.<br /><br />En cuanto a coincidencias, Marx y Kropotkin, los dos grandes teóricos del comunismo, dictatorial uno, libertario otro, mantienen: 1) el comunismo, del que parten ambos como de firme, sólido y único cimiento sobre el que levantar con seguridad el edificio social; 2) la sociedad, conjunto de criaturas humanas, ligadas entre sí por indisoluble lazo, sin el cual no podrían existir; 3) la revolución, necesaria e ineludible para cambiar la estructura social; 4) la abolición de la propiedad privada, pasando toda la riqueza a ser, no individual, sino social; 5) abolición de las clases sociales, por lo que en beneficio del bien social todos los hombres han de ser trabajadores, obreros, proletarios.<br /><br />Las discrepancias, menos fundamentales de lo que a simple vista parecen, son: Marx, dictadura del proletariado para ir convirtiendo al proletario en hombre libre, única manera posible de llegar un día, aunque lejano, al anarquismo, en tanto que Kropotkin afirma que por la revolución social el proletario al tomar la riqueza en sus manos se convierte de explotado en hombre libre, o sea, de proletario en hombre comunista libertario, ya que la revolución ha de preparar para él un clima de libertad, en el que vivirá contento y satisfecho.<br /><br />Pero vayamos despacio, con calma y con tiento. Primero, para echar una ojeada a las coincidencias de estos dos hombres; segundo, para ver y analizar sus discrepancias.<br /><br />¿Existió el comunismo en los pueblos antiguos? Si se considera como comunismo el de los incas, póngase como ejemplo, sometidos, como estuvieron, a una casta de príncipes guerreros que los envilecieron al someterlos a trabajos forzados e indignos, el comunismo existió, aunque no pueda ser tomado como ideal de vida ni aceptarse que el que adquirió hábitos de sumisión pudiera sentirse un día hombre libre, anárquico; si como modelo de comunismo ponemos el de los esenios, del cual se habla con frecuencia, diremos que el comunismo de aquel pueblo, rama de los antiguos hebreos, era estrictamente monástico, vale decir, religioso; que renunciaban al matrimonio, siendo de tal manera reservadas sus comunidades que no ha sido posible la investigación. Podemos incluirlo, pues, entre el comunismo religioso de nuestros monjes actuales, que también se someten a la comunidad de bienes dentro de su orden y viven en el más completo celibato; pero también decir que no puede ser tomado como ideal del hombre libre, porque vivían sometidos a una terrible disciplina conventual; quiero decir, que a Marx le sirvieron de ejemplo y de guía los más desgraciados acontecimientos de la vida del hombre, extrayendo las más caprichosas deducciones, al considerar que por medio de una violenta tiranía pueden cambiarse la mentalidad y la cultura de un pueblo, pues la dictadura obliga a obedecer y prohibe pensar, y la historia nos enseña que los pueblos más impiadosamente sometidos fueron siempre los menos cultos y los más ineptos para una vida de respeto a sus prójimos y de sosiego entre ellos; y si pudo servirle de modelo Esparta, afirmamos que aquel pueblo fue creado y criado para la guerra, o sea, para la depredación, para el saqueo de otros pueblos, sirviendo sus conquistas y robos no para el bienestar de sus unidades componentes, sino para acrecentar la riqueza de sus dirigentes. No es posible saber, porque no lo consignó en sus textos, si la idea de hombre-masa, de masa-humana, se le vino a las mientes a Marx al contemplar imaginativamente al pueblo espartano en el que no se pudo distinguir nunca una unidad humana de valor. Porque el comunismo de los espartanos les fue impuesto por medio de una brutal e inmisericorde dictadura, como se les impuso al ruso, al chino y al cubano.<br /><br />Kropotkin ve las cosas de diferente manera, pues aunque conocedor de la historia, no funda sus ejemplos, no los toma de grupos humanos, sino de los rebaños o manadas de animales. Por ello dice: A medida que adquirimos un conocimiento más exacto del hombre primitivo, se fortalece nuestro convencimiento de que en los animales con los cuales vivía en estrecha, comunidad encontró el hombre las primeras lecciones de espíritu de sacrificio para sus semejantes y el bien de su grupo, de infinita afección paternal y de reconocimiento de la utilidad de la vida en común, convencimiento suyo que no nos convence a nosotros, porque no existe comprobación alguna de que el hombre haya vivido alguna vez en estrecha comunidad con los animales, ya que para vivir, para convivir así, es necesario que exista en los que forman o componen la comunidad un igual o aproximado grado de desarrollo mental, y en los animales no existió jamás tal grado de desarrollo intelectual porque tanto ayer como hoy los animales carecieron y carecen de mente, en tanto que en el hombre existía y se desarrollaba. Por ello fue imposible que los hombres vivieran en estrecha comunidad con los animales, ni que éstos pudieran reconocer la utilidad de la vida en común, reconocimiento del que no gozaron ni los hombres primitivos que formaron las primeras tribus, que se agruparon, como los animales, no por conocimiento del bien que les reportaba la unión, sino por instinto de protección y defensa. El hombre primitivo tribal careció del conocimiento de sí, pues formaba un todo con su tribu de manera inconsciente. Así, lo que pudo ver en los rebaños de animales fue lo que vivía dentro de él. Cuando ascendió en la escala de los seres, cuando creó el lenguaje, pensó y sintió con conciencia, cuando quedó formado el homo sapiens, que fue cuando estuvo en condiciones de aprender, no tuvo como maestro al animal, porque lo domesticó, sometiéndolo, dominándolo. Si los animales hubieran podido dar lecciones de la utilidad de la vida en común, hubiera sido porque se hallaban en un grado superior de discernimiento, porque su mente estaba más desarrollada que la de sus discípulos, lo que hubiera dado como resultado que los animales maestros hubieran esclavizado a los hombres, sus discípulos. Y pensarlo solamente sería, más que un contrasentido, una aberración de la mente del fundador de la teoría.<br /><br />Lo mismo podemos decir de la afirmación de que las aves construyen sus nidos después de repartirse entre ellas praderas y acantilados, porque ello presupone entendimiento y para que pudieran repartirse la tierra, preciso les hubiera sido razonar, juzgar, realizar operaciones mentales, y nada de eso ha sido no sólo no probado, pero ni aun imaginado siquiera, porque hubiera equivalido a reconocerles inteligencia que, por lo menos, hubiera corrido parejas con la humana. Y por mucho que los observadores han observado y los investigadores investigado, no les ha sido posible comprobarlo.<br /><br />Lo que sucede es que algunas aves, no todas, por instinto se separan de las otras para cuidar sus huevos y atender sus crías cuando éstas nacen. Es decir, no se reparten la tierra, sino que se esconden en ella para mejor proteger su célula sexual y después sus crías, siempre en peligro de ser devoradas por otros animales. Y esto nos habla no de la utilidad de la vida en común, sí de la huida de la comunidad, porque dentro de ella peligra la continuidad de la especie. Pero ni aun las que hacen sus nidos en las mismas arboledas o en los mismos acantilados viven en comunidad, sino juntas, protegiéndose, por instinto, de otros animales rapaces.<br /><br />De modo, y es a lo que quería llegar, que el comunismo no existe en la naturaleza, porque ni las hormigas, ni las abejas ni las grullas tienen conciencia de su vida, pues la comunidad es creación del hombre, y no, nunca, del hombre anarquista, porque comunismo es tiranía, y en ese clima no puede nacer la libertad.<br /><br />Segunda parte<br /><br />Pero dejemos tranquilos a los animales en sus praderas y acantilados, en donde ni viven ni vivieron nunca en comunidad, sino en rebaños, manadas o bandadas, y continuemos con el comunismo humano, que Marx se imaginó haberlo descubierto en pueblos anteriores y que Kropotkin creyó haber hallado entre los animales, y sean cuales fueren sus ensoñaciones, que no comprobaciones, podemos asegurar que ni el uno lo encontró en los pueblos antiguos, que vivieron bajo el más irrefrenable autoritarismo, ni el otro en la naturaleza, pues si hubiera sido una manera de vivir natural, el hombre, también naturaleza, lo hubiera heredado, y lo que heredó como función natural de todos los organismos vivos, fue la libertad, sin la cual la vida languidece, cuando no desaparece.<br /><br />Porque no existe en la naturaleza, ni es tampoco predisposición humana, los dos más conspicuos sostenedores de la teoría comunista (sólo es una teoría, un sistema, una lucubración humana), se vieron forzados a hablar a los hombres de revolución, o sea de imposición, única manera de obligarlos a ser comunistas a la fuerza, abandonando el deseo de ser propietarios por haberles prometido la felicidad a cambio de la libertad que dentro del sistema comunista perderían -el marxista Lenin les dijo que la libertad es un prejuicio burgués, y los pobres lo creyeron-, y fue tal la propaganda que los comunistas convencidos desarrollaron en el mundo, argumentando que lo que perdieran en libertad lo ganarían en sosiego por no tener que preocuparse de sus necesidades que el gobierno cubriría, que la idea de revolución cundió en el mundo, especialmente entre los proletarios, cuyo dominio se disputaron los de las dos tendencias, la marxista y la kropotkiana.<br /><br />Bien está que Marx hablase de la dictadura como de una etapa necesaria para que el hombre alcanzara su bienestar, considerando esa tapa como de escuela para que aprendieran todos a vivir en comunismo, que nadie sabe nunca lo que es, porque, según lo estamos viendo, cambia de acuerdo con las ideas de sus directores; pero mal está que los kropotkinianos, partidarios de un comunismo libertario, al cual no pocas veces llaman anarquismo, aceptasen obligar a los hombres por medio de una violenta e inhumana revolución, a que abandonasen sus posiciones de hombría, ya que todo anarquista sabe que lo que más estima el hombre normal es su libertad: amar en libertad, trabajar en libertad, comer en libertad, para lo cual necesita disponer libremente de su vida y de lo necesario para su subsistencia y la de su familia.<br /><br />Porque la revolución violenta no puede ser anárquica en ningún caso, los que la desencadenan no pueden ser anarquistas, pues si anarquismo es no-gobierno, no-imposición de un hombre contra otro o sobre otro, el revolucionario que impone su criterio o por medio de las armas, no sólo no puede llamarse anarquista, pero ni aun hombre moral, so pena de que en estos tiempos de tergiversación de valores morales humanos al crimen se le llame ética.<br /><br />Redactar unos mandamientos para que los hombres se sujeten a ellos, es tarea fácil -los cristianos lo hicieron, y, siguiendo sus huellas, también lo hizo Marx-; pero obligar a que cumplan con lo ordenado, vale como sujeción, y el encadenamiento mental, que eso es obligar a unos hombres a que compriman su vida en el molde ideológico imaginado y servido por otros, es tiranía, y ningún tirano puede ser anarquista, aunque él se lo llame. Y molde imaginado, por no ser tendencia natural de la especie, es el comunismo, llámese como quiera llamársele.<br /><br />Y conste, aunque no necesitaría decirlo, que yo no tomo parte en las diferencias de credo de los hombres, pues yo sostengo, y así obro, que el anarquista, que es hombre universal, no toma partido ni por uno ni por otro, ni por el guerrero a favor de la guerra, ni por el pacífico a favor de la paz, ya que unirse a A contra B o a B contra A, es tanto como declarar la guerra a uno o a otro. ¿Que aquél es socialista? Enhorabuena. ¿Que éste es libertario? Enhorabuena. ¿Que ése es católico? ¿Y por qué no también enhorabuena, si todos y cada uno de ellos me respeta? Yo no me uno a éste contra aquél ni a ése contra el otro. Yo voy por mi camino, solo si nadie quiere acompañarme, aunque mucho me gusta la compañía, pues considero compañero al que me acompaña, pero no al que quiere imponérseme obligándome a que beba en la fuente ideológica en que él bebe sin tener en cuenta ni mi sed ni mis predilecciones, pues a ése le llamo tirano. Y el tirano, sea él quien fuere, es nocivo para mi salud corporal, mi salud mental, mi libertad y mi cultura.<br /><br />Por eso repito que malo, muy malo y antianárquico es ejercer dominio (gobierno) sobre una persona viva; pero ¿qué más terrible dominio puede haber que el de matar al que se quiere dominar y no permite ser dominado? De ahí que a los que, con el ánimo de imponerse, matan, no pueda llamarles yo anarquistas, pero tampoco a los que pregonan la matanza, que eso son las revoluciones violentas: ¡matanzas de hombres!<br /><br />Las recetas de todos los que, sintiéndose médicos sociales quisieron curar a la fuerza a la humanidad, fueron todas equivocadas; por eso, cuando la humanidad, o parte de ella, tomó la pócima comunista, se envenenó agravando su mal. No obstante, aun viéndola enferma, los ideólogos sociales aconsejan que siga tomando el brevaje, y los jóvenes y los viejos se ven atacados por la misma violenta locura, sin que nadie se preocupe de su curación, antes al contrario invitándolos a que continúen destruyéndose unos a otros sin tregua ni medida.<br /><br />Porque no nos sirven las palabras si en ellas vemos solamente su significado; nos sirven cuando nos figuramos las escenas que representan o pueden representar, o sea, si nos imaginamos verlas en actividad, cumpliendo su función. Así, no nos damos cuenta de lo que es comunismo si nos limitamos a decir que es vida en común, porque aun siendo verdad que eso es, conviene saber, para ver al comunismo funcinando, que dentro de ese régimen el individuo es como cosa a la que se mueve sin tomarIe parecer, que se le ordena sin saber si puede o no cumplir la orden recibida, que se le castiga por faltas que sólo ha cometido en la imaginación de los guardianes. Y es que en comunismo lo que se aprecia y tiene en cuenta es el régimen, no el hombre, no el individuo, y porque sólo es el régimen lo que se considera bueno, sólo los que lo encarnan o dirigen pueden conceder o restringir derechos, señalar atribuciones, trazar derroteros por los que obligatoriamente tiene que ir el individuo, al que, convertido en masa, se le despoja de todas sus pertenencias incluida en el despojo su propia persona, de la que no puede disponer nunca libremente, porque régimen equivale a regimiento, y quien puede regimentar forma escuadrones de guerra. Por eso, los que se hallan dentro de esos regímenes se llaman militantes, y militante quiere decir que milita, que es militar, cosa que puede ser movida y lanzada a la muerte cuando lo quiera el jefe, el de mayor graduación, el de mando superior.<br /><br />El anarquista, que ni es ni quiere ser comunista, no puede, por propio y humano sentimiento, considerar a los hombres como a cosas, como a útiles, como a mílites de los que puede valerse para acrecentar el poder de un régimen, sea el que fuere, o para medro de su persona. Y como el sentimiento no puede expresarse en segunda ni en tercera persona, diré en primera que mi dignidad de hombre anárquico, de hombre moral, de hombre bueno, me prohibe obrar como obra el comunista. O mejor, me lo prohibo yo, hombre libre, no comunista, no gobernante, y me lo prohibo yo porque no sujeto a nada ni a nadie, puedo prohibírmelo, pues yo soy además de mi propia persona, mi propia dignidad, que no actúa jamás fuera de mí. Y es que yo no trato a los hombres ni aun como les pido ser tratado por ellos, sino que sin tener en cuenta su trato, les presto mi asistencia como mejor sé y puedo. ¿Que por qué? Porque no veo, como el comunista, en otro hombre una cosa de utilidad para mi régimen ni un mílite que ha de defenderlo, sino que veo y siento en él un yo. Es decir, me veo y me siento en otro hombre. Le doy el trato que a mi yo, que, aun ampliado, es mi yo mismo.<br /><br />¿Quiero libertad para mi yo? Indudablemente. Pues si la quiero para mi yo personal, la quiero de la misma manera para mi yo ampliado, prolongado, mayor, porque el yo con el cual me con-penetro, es como mi mismo yo, porque al penetrarlo, lo convierto en mi yo, persona mía. Porque lo he penetrado, lo comprendo, y porque lo comprendo, lo quiero. Es ya, para mí, más que un hombre, más que una unidad humana, mi mismo yo. No masa, ni cosa, ni mílite, ni útil. Yo. Por esa relación de mi yo con los otros yo que componemos la humanidad, y en los cuales me veo y me siento, porque vivo, compenetrándome con ellos, ni puedo ser comunista ni desear para ellos el comunismo, ya que para mí deseo libertad tanto como para ellos y el comunismo no puede darnos lo que no tiene porque es contrario a su esencia.<br /><br />¿Que es difícil concebir así a la humanidad? No debe ser tan difícil cuando yo la concibo, y no como un inmenso rebaño, sí como un gran conjunto de seres, de yo, de sin plural, que penetran a otros yo para mejor quererlos y ayudarlos, porque anarquismo es ayuda. Y esa concepción figura entre las pocas concepciones anárquicas que de la humanidad puede tener un yo anárquico, ya que cava todavía más hondo en la vida humana que la fraternidad.<br /><br />Pero eso equivale, se me dirá, a ser atletas del pensamiento. Y así es. Pero no sólo atletas del pensamiento, sino del sentimiento, y del bien obrar.<br /><br />COMUNISMO LIBERTARIO<br /><br />Cuando pronuncio o escribo esas dos palabras juntas -comunismo libertario- para expresar con ellas una actitud de los hombres frente a la vida, y cuando las aplico a una determinada manera de su vivir, comunismo es el nombre, lo substantivo y principal, y libertario el adjetivo, lo circunstancial, lo secundario. O sea: al acto de vivir los hombres en común le llamo comunismo, y ese nombre es entonces claro, rotundo, inconfundible, porque es el que nombra, marca y señala, en tanto que a la cualidad, clase, condición o manera de ser de ese comunismo le digo adjetivo, pues mientras el nombre es fijo, monolítico, incambiable, el adjetivo es cambiante, porque puedo permutarlo, modificarlo, reemplazarlo. Así, al inamovible comunismo, yo puedo aplicarle, además del de libertario, otros adjetivos: inca, esenio, espartano, marxista, religioso, ya que, vivido por los incas, los esenios y los espartanos, lo viven actualmente millones de hombres en pueblos que se llaman a sí mismos marxistas, o sea, seguidores de Marx, y lo practican otros en no pocos conventos.<br /><br />Ahora bien, inca, esenio, espartano, marxista y religioso son adjetivos bien aplicados porque expresan, sin lugar a equívoco, lo que se proponen expresar con ellos quienes los emplean. Pero ¿ sucede igual con libertario, aplicado o unido a comunismo? ¿Expresa ese adjetivo realmente libertad, como desean, se proponen y dicen los comunistas libertarios?<br /><br />Comunismo es liga, y liga es unión de fuerza, porque ligar es atar. Pero el que se liga queda más sujeto todavía que el que lo atan, porque un compromiso ideológico ata más que una cuerda, por lo que esos compromisos no permiten al hombre ser libre.<br /><br />Además, si comunismo es, en sí, administración, ordenamiento, gobierno, en suma, de las cosas y de los hombres, porque éstos, que carecen de cosas; quedan de por sí atados a los que las tienen, ¿pueden unirse, con lógica, las dos palabras comunismo y libertario, que significaría gobierno libertario?<br /><br />He dicho antes que hace falta, para comprender bien, no fijarse solamente en el significado mondo y escueto de las palabras, sino imaginárnoslas en funciones, en actividad, viviendo; de esa manera, si miro al comunismo en actividad, funcionando, llámese inca, esenio, espartano, marxista o religioso, lo veo desenvolviéndose siempre dentro de un marco inhumano de despotismo. De nada me sirve que me diga el comunista libertario que triunfante la revolución social el proletario tiene la riqueza en sus manos, porque eso es solamente una afirmación, y hasta quizá un buen deseo, pues para que exista el comunismo, hasta el llamado libertario, y de él hablamos, preciso es que desaparezca la propiedad individual, y tan ha de desaparecer que no se le permitirá al individuo ninguna libertad de acción cuando insista en mantenerse como propietario. De modo que en ese comunismo libertario, y por considerarse inmoral poseer, al individuo le es prohibido tener, y quien se lo puede prohibir es porque tiene fuerza para ello. A esa fuerza, que obra contra el hombre insumiso, llámesele comité, consejo, cabildo, y disfrácese como se disfrace, siquiera sea de libertaria, debe llamársele gobierno, pues las palabras hermosas sirven muchas veces para encubrir hechos desdorosos.<br /><br />Hay recomendaciones comunes tanto al comunismo marxista como al libertario que más que recomendaciones son disposiciones, pues alguien o algunos las pusieron en circulación verbal y han de ser puestas en práctica apenas el comunismo libertario se halle actuando, quiero decir, apenas esas dos palabras juntas entren en funciones de vida. Esas disposiciones, que al aplicarlas se han de transformar en órdenes, son: de cada uno según sus fuerzas y a cada uno según sus necesidades, que son herencia de aquellas otras viejas ordenanzas tribales a cada uno según sus merecimientos o a cada uno según su comportamiento, con las que se premiaba la sumisión y acatamiento al jefe. Saint Simón, creyendo ser más justo, habla de que debe exigirse de cada uno según su capacidad, fórmula que sirve también para premiar su trabajo, y quien tiene atribuciones para exigir no es nunca compañero de aquel a quien exige, como el que premia no lo es del premiado. Aun disfrazado por el palabrerío social, en el que exige y en el que premia, por mucho que las tapen, se ven asomar las orejas del gobernante, porque gobierno, quiérase o no, es el que ha de poner en marcha el comunismo libertario que, como régimen de vida, ha de aplicarse a un pueblo.<br /><br />Porque dígase lo que se diga, tras la implantación de esos comunismos, o antes, han de llegar las ordenanzas, las leyes, y con las leyes, los jueces que han de interpretarlas y los policías encargados de obligar a que sean cumplidas, y como el hombre es rebelde por naturaleza -la rebeldía sí que es natural-, las cárceles en donde han de encerrarse a los que no las cumplan y los carceleros que no han de permitir que los presos huyan, por lo que se tendrá el cuadro completo de lo que se quiso o trató de abolir: el gobierno con todo su aparato represor, aunque se continúe llamando a ese estado de cosas comunismo libertario.<br /><br />Sin embargo, yo no tengo nada que oponer a los que quieran vivir en comunismo libertario; lo que sí pido es que, para evitar confusiones, no llamen comunismo anarquista a ese comunismo porque anarquista y libertario no son sinónimos, pues si anarquismo es no-gobierno, o sea no-dominio de una persona sobre otra, el comunismo, aun el más benigno, tiene siempre un bien marcado tinte gubernamental, pues gobierno es, aunque quiera taparse, el dar a cada uno según sus necesidades y exigir de cada uno según sus capacidades, porque eso habla de que unos disponen de todo -son como los dueños-, en tanto que otros no disponen de nada- son como los esclavos-, pues ¿quién podrá medir la necesidad de cada criatura humana? ¿Y quién aquilatar su capacidad? Si los comunistas libertarios, para obrar con justicia -la Justicia es uno de sus principales postulados-, se esforzasen en querer exigir equitativamente de cada uno según su capacidad para dar también a cada uno según su necesidad, se verían obligados a crear un enorme cuerpo de jurisperitos, que aumentaría terriblemente la burocracia. Porque, ¡ahí es nada, justipreciar lo que cada organismo con su complejo de mente e inteligencia, necesita!, ¡y valorar estrictamente lo que cada uno puede dar de trabajo productivo a la comuna, por lo que habría que tener muy en cuenta su lozanía, su desgaste y su decrepitud, a más de su voluntad, que nadie sabría cómo la habría de medir! Además, habría que contar de antemano con que los jueces fuesen justos, estrictamente justos, para no tolerar que algunos trabajasen menos de lo que debían trabajar o recibiesen más de lo que debían recibir. Y pensándolo detenidamente se comprende que eso es imposible, por lo que los individuos tendrán que ser reducidos a masa, es decir, que es preciso, para bien del régimen, que los individuos pierdan su individualidad, los hombres su personalidad.<br /><br />En fin, ni objeto ni quiero objetar nada a los comunistas libertarios, siempre que para implantarlo no desencadenen una revolución violenta que habría de costar infinidad de vidas, pues los que no quisieran ser comunizados opondrían resistencia armada al ataque armado, quiero decir que la guerra que se desataría entre unos y otros sería brutal, sanguinaria. Y esa guerra y la imposición que, caso de triunfar los revolucionarios, se instauraría, ni tiene ni tendría nada que ver con el anarquismo, pues toda codificación de los actos del hombre es gobierno y del peor carácter, aunque afirmase Proudhon que el hombre tiene como principal finalidad no el amor (no la ayuda), sino la ley, que es más elevada que el amor. ¡Y esa definición es muy gubernamental, pero muy poco anárquica!<br /><br />No puede negarse una gran verdad, que está en la superficie de ese comunismo y debe estar en la conciencia de cada individuo: quien pueda dar a cada uno lo que necesite será porque de antemano se haya apoderado de toda la riqueza, dejando sin ella al hombre, y quien pueda exigir a cada uno que trabaje según sus fuerzas, será también por haber concentrado en él toda la autoridad.<br /><br />¿Comunismo libertario? Enhorabuena, que yo puedo vivir con los hombres en las condiciones más inverosímiles que se les e antoje implantar -¿no estuve viviendo en los campos de concentración, y no vivo en esta sociedad en la que la barbarie anda suelta cometiendo desmanes?-; pero no se me diga que ese comuniamo es anarquismo, porque con ello se desprestigia a los anarquistas, que son personas morales, presentándolos ante las gentes como seres anormales que no persiguen otro objetivo que el de la violencia, que engendra el caos.<br /><br />Con razón, cierto comunista libertario gritaba desde la prensa que debían borrarse el nombre de anarquistas para poder hacer una propaganda que llegase al alma de los trabajadores, ya que el nombre de anarquista les prohibía acercarse a ellos.<br /><br />CONFUSIÓN<br /><br />Dicen los diccionarios que anarquía es desorden, cxonfusión, desconcierto, incoherencia, barullo, caos. Pero como ése es el espectáculo que hoy ofrece el mundo y los promotores y actores no son anarquistas, sino presidentes de naciones, reyes, jefes de religiones, generales, ministros, filósofos, ideólogos, y muchos otros etcétera, a ese desorden, a ese desconcierto y a esa confusión no puede llamársele con propiedad anarquismo, sino gobiernismo, porque los que han llevado el mundo a esta ruina moral, colocando a los hombres al borde de la locura, son gentes de gobierno, o sea que fueron ellos los que guiaron a los pueblos dándoles normas y leyes por los que debían regirse y se eligieron, y siendo así, como así es, podría definirse a ese gobiernismo, que es el nombre que mejor le cuadra, ya que gubernamentalismo es palabra elegante y sabia, como promotor de desórdenes, desconciertos, desmanes, incoherencias y confusiones que mantienen a los hombres en una terrible situación de nerviosidad y crimen. Y si gobiernismo es todo eso, y los gobernantes fueron los definidores de anarquía, se puede asegurar con la lógica en la mano, que lo hicieron para tapar sus fallas, desviando la atención de las gentes al achacar a los anarquistas lo que ellos hacen. Así podemos decir nosotros ahora, descubierto su juego, que gobierno es desorden, desequilibrio, inmoralidad y caos, en tanto que anarquía es todo lo contrario: orden, equilibrio, moral, claridad, porque el anarquista es el creador de la moral del respeto y de la tolerancia, sin los cuales no es posible la convivencia armoniosa entre las criaturas de nuestro linaje.<br /><br />Porque todo esto lo sabían los griegos que vivieron antes de Cristo, crearon la palabra anarquía, porque se hallaban, como nosotros hoy, necesitados de ella, pues si han cambiado los tiempos, no los procederes de los gobernantes, ya que los modos y maneras que emplean, no dejando a nadie ni en paz ni en sosiego, se parecen como una gota a otra gota a los que empleaban sus antecesores.<br /><br />Claro que la invención de la palabra significaba más que protesta contra aquellos males, determinación formal de no ser como aquellos perniciosos coaccionadores eran, de no actuar como ellos actuaban y vivían, lo que dio como resultado no sólo un atisbo de moral nueva, sino visión clara de hombre nuevo. Y el hombre nuevo fue ayer, como lo es hoy, un estorbo para los que gobieran, porque su incorruptible moral fue y es una muda pero permanente acusación contra los inmorales. ¿Cómo no utilizar contra aquellos primeros anarquistas el desprestigio? ¿Y cómo no valerse hoy de las mismas armas, echando mano de la calumnia y culpando a los anarquistas de los males que ellos cometen?<br /><br />La situación actual del mundo, hija de otras anteriores que se perpetuaron, por herencia, a través de los milenios, no tiene enmienda, o, mejor, corrección ni remedio, pues todos los remiendos que se le pusieron a otras anteriores parecidas a ésta, no les sirvieron, habiendo sido más bien contraproducentes, ya que si no agravaron el mal, lo estabilizaron, lo hicieron crónico, pues si en los tiempos antiguos existía la esclavitud, viviendo los filósofos, los poetas y los sabios como asalariados, cuando no como esclavos, los sabios y los filósofos y los poetas de hoy viven, igual que los de ayer, a sueldo de los actuales poderosos y como esclavos de los que por tener el poder en sus manos, disponen también de la riqueza, que poder y riqueza anduvieron siempre de la mano, sucediendo no pocas veces que para que no hablen en favor de las clases jornaleras, que éstas sí que no tienen ni pan, ni casa, ni libertad, viviendo en verdadero estado de esclavitud, los poderosos pagan, como a empleados suyos, a los filósofos y a los sabios para que se callen.<br /><br />Si buceamos en la historia, veremos que el mal fue siempre continuado, de modo que los que parecieron cambios, fueron sólo remiendos, parches para que el gobierno continuara; así el parche último, que fue el del comunismo, trajo las últimas catástrofes, de las que todavía no hemos salido, porque esto presente es producto de todo lo anterior.<br /><br />Y no sirve de nada quejarse, sino poner manos a la obra para cambiar, no la vida, cosa imposible, sí las maneras de convivir los hombres, cosa más fácil a poco que ellos quieran. O sea, que si el gobiernismo falló después de miles y miles de años de prueba, esforzarse para que el gobiernismo desaparezca, dando paso a algo más noble y moral que no sea imposición de un hombre a otro, porque esas imposiciones, todas dolorosas para quienes las sufren, dejan en las mentes rencores que un día estallan en venganzas sangrientas.<br /><br />Para evitarlas es necesario pensar en un cambio radical y profundo ante el rotundo fracaso del régimen gubernamental, y pensar, no a la ligera, sino con conciencia, porque va en él la tranquilidad y el bienestar de los habitantes del planeta.<br /><br />De los cuatro puntos cardinales nos llegan voces gritando que el capitalismo y el comunismo han fracasado -el capitalismo es sólo el efecto del gobierno; desaparecido el gobierno, el capitalismo cae de su pedestal vertiginosamente- (1); pero no se escucha un juicio sereno acerca de lo que es necesario que los hombres preparen. Y no se escucha porque no está en las mentes, y si acaso estuviera, no asoma a los labios. Los más atrevidos hablan de una nueva concepción de la sociedad, de una nueva estructuración de ella, sin pensar que una nueva sociedad llevaría consigo, como obligatoria, la creación de un nuevo derecho y que han sido precisamente los llamados hombres de derecho, que fueron y son a la vez hombres de gobierno, los que han llevado el mundo humano a la situación presente de desequilibrio moral en que se halla, habiendo perdido el hombre el respeto a su hermano hombre (2).<br /><br />La democracia, bello sueño de gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, fue un rotundo fracaso, porque adueñados unos cuantos demócratas profesionales de la dirección de la cosa pública, las gentes del pueblo bajo no intervinieron jamás en su funcionamiento, y si no intervinieron, no la dirigieron, y si no la dirigieron, no la gozaron. El goce y el gozo fueron para los que salieron de las universidades preparados para dirigir, pues los que viven de su trabajo tuvieron que conformase con hacer frente a las onerosas cargas de la administración demócrata con paciencia aunque a regañadientes. De modo que si la democracia fracasó, no se debió a las gentes sumisas que trabajaron, votaron y pagaron, sino a los gobernantes profesionales que oficiaron siempre de esquilmadores.<br /><br />Igualmente ha fracasado el comunismo, sufrido por el mundo laborioso con las funestas encarnaciones de Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, y hasta el socialismo, del que fueron intérpretes a su modo Hitler y Mussolini, que llenaron el planeta de horror, siendo posible todo ello porque el socialismo es un teocratismo que considera el Estado como inmisericorde dios terrestre al que debe someterse la voluntad del hombre. Fracasaron, pues, todos los regímenes de sometimiento y violencia, porque se desconoció siempre al hombre como ser determinante de su vida, concediéndose valor, en cambio, a la institución, al molde en el que se le obligó a vivir.<br /><br />Como un gran hallazgo, o un buen remiendo, trajo el socialismo a la palestra la idea de planeación o planificación de la vida, sosteniendo que no hay edificación posible sin un plan previo al que hayan de someterse las obras a ejecutar, y todos esos planeamientos, trazados en el papel por comunistas o comunizantes, por socialistas o socializantes, unos fracasaron y otros se hallan en vías de fracaso, porque esos planes, trazados por hombres de gobierno totalmente deshumanizados, se engendraron fríamente por economistas sin tener en cuenta a los hombres que habían de llevarlos a la práctica, y como esos comunistas-socialistas tienen más en cuenta a la institución que a quienes producen riqueza, su in-humanismo dio como resultado que no salvaron a las instituciones, pero sí esclavizaron al hombre, por lo que éste, como mejor pudo y supo, conspiró contra el plan que le mortificaba, y lo hizo abortar. De modo que esas nacionalizaciones de grandes empresas industriales, que en sí son socializaciones, ninguna marcha bien por lo que los gobiernos que las planearon deben estar cubriendo sus déficit, aunque, bien mirado, quienes los pagan son los que trabajan, pues los gobernantes crean leyes, pero no riqueza.<br /><br />El carro del Estado esta, pues, en un atolladero, y no hay carretero ni tiro de mulas que lo desatasque.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Lo que llamamos capitalismo no es otra cosa que el producto del Estado, dentro del cual lo único que se cultiva es la ganancia, bien o mal habida. Luchar, pues, contra el capitalismo es tarea inútil, porque sea Capitalismo de Estado o Capitalismo de Empresa, mientras el Gobier" no exista, existirá el capital que explota. La lucha, pero de conciencias, es contra el Estado.<br /><br />(2) Mala es la situación presente, no cabe duda, pero quien sepa escudriñar y ver y gustar encontrará, en ciencia y en arte y en moral, cosas que merecen ser mantenidas y admiradas en este nuestro mundo. Porque cuando hablamos de corrupción de las costumbres, nos referimos a las que ensucia la política.<br /><br />¿TRANSFORMACIÓN?<br /><br />Contemplando el mundo de los hombres ... No, no, que el mundo sólo podemos contemplarlo con los ojos de la imaginación, y como anda tan hundido en el caos, todo se ve oscuro, no pudiendo hacer acerca de él ni deducciones precisas ni predicciones claras.<br /><br />Pero algo nos hacen ver los corresponsales de periódicos que nos envían noticias y comentarios desde todos los puntos del planeta, si bien todos confusos, contradictoros, pues juzgando los acontecimientos del mundo, lo mismo hablan de anarquismo que de socialismo, de democracia que de comunismo, de cristianismo que de nacionalismo, todo mezclado, revuelto, confuso, embarullado, lo que demuestra que confusión y embarullamiento hay en las mentes de los que promueven tumultos y motines, pero también en los que de esos motines hablan.<br /><br />Peligroso es que los que parecen ser autorizados pregoneros porque por sus altas posiciones en los gobiernos son escuchados por muchas criaturas, hablan de la muerte de las ideologías, y es peligroso porque estos hombres son los mismos que suministraron a los proletarios la idea de abandonar sus anhelos de libertad para cambiarlos por una mejor y más segura pitanza, y la pitanza que recibieron no cubrió sus necesidades y la libertad la perdieron, convirtiéndose en esclavos, no de las instituciones socialistas, sí de los pregoneros. Y aquellas falsas e incumplidas promesas fueron ideologías, ya que ideólogos fueron los que les hicieron tales ofrecimientos.<br /><br />Esos ideólogos, que enmudecieron durante un tiempo, porque los esclavos habían perdido la facultad de hablar, dicen ahora que se hallan envueltos en las negruras que ellos mismos crearon porque hablan los esclavos pidiendo más pan, que hay que purificar el socialismo lo que equivale a confesar que es impuro, infecto, aunque bien mirado y mejor comprendido, la impureza estuvo y está más que en el sistema, en quienes lo crearon, pues los hombres crean solamente lo que en sí mismos llevan: los puros, purezas; impurezas, los impuros; los buenos, caminos lisos por donde pueda irse a la armonía, los que no son cordiales, desarmonías.<br /><br />Confirmando la tesis de la impureza del socialismo, Marcuse, el nuevo ideólogo marxista-cristiano, nos habla de un socialismo humanizado, lo que en verdad ya no sería socialismo, pues sólo puede humanizarse el hombre, del que ni Marcuse ni los otros ideólogos se acuerdan, pues todos hablan de sociedad, y la idea de sociedad es siempre tiránica, porque exige que el hombre se le entregue, se le rinda.<br /><br />Si nos sirviera para medir la calidad del marxismo existente en Francia -el de Rusia no puede ser medido por ser dolor oculto- el hecho de que a la sombra de los estudiantes se declararon en huelga diez millones de obreros socialistas, veríamos que volvieron sumisos al trabajo en cuanto el gobierno les prometió aumentar su ración de comida, comprendiendo ahora, ante tal espectáculo, no la muerte de las ideologías, de que han hablado los comunistas checos, sino la domesticación de los hombres que los socialistas convirtieron en masa, porque por haber desterrado de sus mentes los pensamientos, se acostumbraron a no pensar, a obedecer. ¡Para qué pensar -se dijeron- si nuestros jefes piensan por nosotros!<br /><br />Asomándonos, ahora sí, a ese mundo que parecía ayer convulsionado y es hoy un lago de agua lisa que los gobernantes llevan a donde les parece por los canales políticos que cavan en las carnes humanas que, descerebradas, el socialismo convirtió en bolsas estomacales, podremos preguntar a los que hablan de transformación o cambio: ¿Se ha producido un cambio en las conciencias y en las ideas con respecto al presente gubernamental del mundo humano o, por el contrario, las mentes continúan habitadas por los mismos pensamientos de liderazgo y de gobierno, pensando por delegación y permitiendo que, también por delegación, les lleven los comestibles a sus alacenas? Si es así, y así es, ¿qué cambios beneficiosos pueden esperarse de los que no piensan y de los que por pensar piensan como jefes?, ¿y qué cambios pueden ofrecer al mundo los estudiantes, en los que algunos depositaron sus esperanzas, si esos jóvenes explosivos, llenos de rebeldías, andan totalmente desorbitados en cuanto a rumbos que han de seguir ellos y los hombres, sus hermanos en humanidad, en desorientación y en desesperanzas?<br /><br />Bueno, muy bueno que, al parecer, los jóvenes no se hayan adherido a un determinado partido político, porque con tal adhesión hubieran demostrado que eran rebaño, que no tenían nada nuevo en sus mentes, que eran masa. No obstante, algunos se llaman socialistas, otros comunistas, en un grupito de jóvenes iracundos y fanáticos se habla de línea dura, es decir, violenta, sin respeto ni compasión para nada que signifique bondad ni humanidad, y varios son democristianos, como si la democracia pudiera aliarse en algún momento con la religión, que lleva en su entraña la hierocracia; pero la mayoría son descontentos, nada más que descontentos que no aceptan de buen grado la herencia de sus mayores (1). ¿ Anarquistas?, se preguntan algunos esperanzados, en tanto que otros se hacen esa misma pregunta con horror. Y bien podría ser, aunque no pueda asegurarse. Significativo es que en la Sorbona sonara, sin asombro, la palabra anarquía, y más significativo que bajo los pliegues de la bandera negra se sentaran varios estudiantes, considerando ese negrismo como símbolo anárquico. Pero el anarquismo no tiene bandera -y si la tuviera, seria de luz-, porque no es un movimiento social colectivo en el que los hombres se arrebañan, sino un particularísimo estado individual de conciencia que lleva al hombre, que en sí lo crea y mantiene y cultiva, a no querer ejercer dominio sobre ninguna otra criatura humana. Por esa actitud, permanente en él, puede decirse que el anarquista es el hombre por excelencia. Alguna vez dije que anarquismo es una orquestación del ser, porque el anarquista no quiere desafinar nunca con sus semejantes, pero menos todavía consigo mismo, preocupándose por ello de que su vida sea una sinfonía.<br /><br />¿Conocían esto los jóvenes que en la Sorbona lanzaron al viento la palabra anarquía y se sentaron, como buscando amparo, bajo los pliegues de la bandera negra? No lo sé, ni creo que así fuera, imaginándome más bien que, a lo sumo, tenían de anarquía el concepto de que es subversión constante y eterno estado de insurrección, idea que obliga a que los anarquistas sean temidos y no queridos. Y anarquismo no es eso, sino trabajo, orden, respeto, bondad, amor, sin cuyas prendas morales llevadas a la práctica, no es posible que los hombres vivan en paz y en armonía.<br /><br />¿Transformación? Sí, sí, todos la apetecemos. Pero para transformar es preciso que llevemos en nuestras mentes ideas nuevas y sentimientos de respeto a nuestro hermano hombre, porque no se puede llegar a una convivencia armoniosa si en nosotros no viven y proliferan ideas y sentimientos de concordia, que solamente los anarquistas llevan hoy en sus mentes y en sus corazones.<br /><br />Notas<br /><br />(1) Nada apreciable dejaron los mayores como herencia a sus hijos? ¿Nada hermoso en ciencia, nada bello en arte, nada atrevido como concepto y conquista de libertad, nada audaz como realidad de los más nobles sueños? Piensen los hijos que sus más lejanos abuelos vivieron en la animalidad, y vean el camino que sus padres recorrieron.<br /><br />VIOLENCIA<br /><br />¿Podríamos afirmar con tanta gallardía como honradez, que respetándonos los hombres hasta el punto de no ejercer unos dominio sobre otros, podría encauzarse la humanidad, saliendo de este caos en que los gobernantes la han hundido? Sí, honradamente podemos afirmarlo, pues la práctica de imponerse unos a otros, pretendiendo que vivamos todos de manera antinatural por inhumana, produce constantes desequilibrios, ya que la humanidad (las criaturas que la componen) necesita salir de este marasmo en que se la obliga a vivir, para respirar a gusto en libertad. A los esfuerzos de los hombres para restablecer el equilibrio perdido llaman algunos fenómenos sociales, aunque la humanidad, que es una realidad, no tiene que ver nada con lo social, que es un concepto.<br /><br />Yo no digo, ni quiero ni puedo decir que los hombres de gobierno, todos los hombres de gobierno, sean personas deshonestas y malvadas, porque ni debo ni quiero dividir a la humanidad en dos partes antagónicas: malos y buenos, gobernantes y gobernados. Por amor a mí mismo y a mi libertad, sentimiento mío, consubstancial con mi persona, declaro que no soy ni puedo ni quiero ser comunista, ni soy ni puedo ni quiero ser religioso, porque el comunismo exige, como la religión, que se crea en él y se viva y se obre de acuerdo con lo que ordenan sus códigos morales, y yo ni puedo ni quiero convertirme en voluntario esclavo; pero afirmo -lealtad obliga-, por haber convivido con algunos de ellos, que hay comunistas muy dignos y religiosos honorabilísimos. De modo que lo que digo es que el ejercicio del gobierno, del mando, seca el corazón, y que la costumbre de someter a otros contra su voluntad mella los mejores sentimientos humanos cuando no los descuaja. Por eso repito con frecuencia, haciendo sinónimas las palabras gobierno y dominio, que régimen de gobierno es igual a régimen de dominio, y que el ejercicio de dominar hombres, de imponerse a ellos, es perturbador tanto para los que dominan, que se convierten en entes pasivos de los regímenes que sirven, como para los dominados, a los que los dominadores transforman en cosas. Y si los convertidos en entes y los transformados en cosas perdieron sus atributos de hombria, no se hallan en condiciones de concertar con los demás hombres una convivencia armoniosa. El orgullo de los que se consideran superiores a los sometidos, su arrogancia, su altaneria, su soberbia, les obliga a ser despóticos, atrabiliarios, irrespetuosos con sus prójimos, y siempre y en todas sus manifestaciones, violentos. Y la violencia separa, no une; enemista, no suelda voluntades.<br /><br />Viendo actuar a los violentos, aunque no sea más que a la ligera, se comprenderá que la violencia no se manifiesta en la criatura humana más que cuando uno trata de imponer a otro su conducta o su creencia. De ese querer imponerse nace, por lógica, la reacción natural a sacudir el yugo, y cuando uno insiste en oprimir y el otro en no querer ser oprimido, se produce un choque: explota la violencia que podríamos llamar libertadora, para sacudir la que llamaremos opresora. Y eso sucede en los hogares chocando unos hermanos con otros, en la calle al rechazar la preponderancia que un amigo pretende tener sobre su amigo, y entre los pueblos cuando, como aves de rapiña, unos gobernantes tratan de apoderarse del territorio de otros o imponerles creencia o tributo. La insurrección de diez o de cien hombres se fundamenta éticamente en las mismas causas que la insurgencia de un oprimido contra su opresor.<br /><br />Cuando esa insurrección cunde y los insurreccionados ganan las calles con sus protestas y voceríos, los gobernantes llaman a los insurrectos gentualla, plebe, turba, sin tener en cuenta que esos indignos apelativos deberían ser ellos los que se los aplicasen, porque ellos fueron los que obligaron a los sometidos a ganar las calles, cansados ya de sumisiones y despojos. Y a eso es a lo que los socialistas llaman fenómenos sociales cuando ellos no ocupan el poder, e insurrección ilegal cuando son los gobernantes, que así son apreciadas las acciones según sean instigadores o sufridores de ajenas instigaciones, ya que en los vaivenes políticos unos sufren hoy las presiones e injusticias de otros, y éstos promueven mañana tumultos contra los que ayer los promovieron. En medio de esos vaivenes, sin apoyo, sufriéndolos a todos, se encuentran los llamados por unos y por otros gentualla cuando los amotinados no responden a sus fines políticos. Es decir, en medio de esos vendavales de odio, que desatan los hombres del poder o los que lo apetecen, sufriendo encontronazos, desprecios y ultrajes se hallan los hombres del trabajo, a los que todos hacen promesas y nadie cumple.<br /><br />Hay quien asegura -un filósofo marxista, Marcuse- que el aumento de violencia en el mundo se debe a la tecnificación; pero eso sucedería cuando los técnicos gobernasen, cuando la tecnocracia se hubiera impuesto en el planeta, porque el hombre hubiera quedado sometido a los gobiernos formados por técnicos, y aun en tal caso no se debería culpar a la técnica que, por sí, no dice ni hace, sino a los técnicos, que no es cosa igual. El técnico, aliado del hombre de ciencia, cuando no su intérprete, no es violento ni como tal técnico necesita serlo; lo es cuando quiere imponer su criterio a otro, cuando quiere obligarlo a su manera de interpretar y hacer, en cuyo caso desaparece el técnico para dar paso al hombre atrabiliario y despótico. La técnica, como instrumento del hombre, puede ser y es un eficacísimo auxiliar suyo, pero sólo personalizando a la técnica, considerándola como un diablillo díscolo y maligno, puede decirse que la técnica hace al hombre violento. Han pasado los tiempos de los dioses y de los diablos y sólo en el hombre debemos buscar cuanto al hombre atañe, lo beneficie o lo perjudique.<br /><br />¿Que la violencia aumenta? Es muy natural. ¿Que los jóvenes, descontentos, promueven disturbios y algaradas? Es de perfecta lógica. La violencia aumenta por haber aumentado antes la dominadora presión de los gobiernos, por haber cometido los gobernantes contra sus gobernados -leamos oprimidos- desmanes tras desmanes, por haber llevado a cabo contra las unidades humanas crímenes y más crímenes. Porque seamos francos y tengamos el valor de decirlo: ¿qué fueron esas dos últimas guerras universales, declaradas por unos gobernantes paranoicos, sino un monstruoso atentado contra la humanidad, puesto que el crimen alcanzó cifras que ensombrecen las mentes, ya que murieron más de cincuenta millones de jóvenes que se hallaban en la flor de la edad? Y el marxismo ¿qué es sino la opresión elevada a la máxima potencia? Desde que el marxismo se hizo sistema de gobierno, los gobernantes marxistas han cometido más atentados contra el género humano que cometieron antes de ellos todos los déspotas de la tierra. Así, resulta un pobre infeliz Iván el Terrible al comparado con Stalin, y el ario Atila un loco inofensivo cuando lo medimos con el ario Hitler. Y no sirve de disculpa afirmar que Hitler era un loco, pues si Stalin estaba en su sano juicio, la monstruosidad del ruso no la alcanza a concebir la mente humana, porque, según se asegura, durante su reinado hizo asesinar a treinta millones de infelices criaturas.<br /><br />De modo que el socialismo, que es una exarcerbación del poder, no sólo no pudo resolver el problema de la armoniosa convivencia humana, sino que no podrá resolverlo jamás. Sin embargo, son estos hombres fríamente violentos los que hablan de paz, cuando no es posible hablar honradamente de ella si ese sentimiento de respeto que la engendra no tiene nido en las mentes de los hombres.<br /><br />Y ahí, en ese esbozo ligerísimo, puede encontrar quien sepa buscar y quiera analizar, los fundamentos de la violencia actual. ¿No se escuchan hoy entre las ráfagas de las ametralladoras los quejidos de las criaturas que en Vietnam la guerra destroza y mata? ¿Y no llegan hasta nosotros los ronquidos que salen del fondo de la China milenaria, cuyos ochocientos millones de habitantes están sufriendo bajo la bota del endiosado Mao?<br /><br />Dejemos de echar la culpa de nuestros males a imponderables, como lo es en este caso la técnica, y cantemos el mea culpa para que así estemos en condiciones de hacer también propósito de enmienda de arrancar de nuestras mentes toda idea de gobernar a otros y todo mal deseo de imponemos a hombres que son nuestros hermanos.<br /><br />Porque ahí está el mal, todo el mal. Aunque mi hermano el Papa diga lo contrario.<br /><br />ANARQUISMO<br /><br />Respeto a todos los hombres, a todos, hasta a los más protervos, ya que no me siento capaz de condenar y menos destruir a ningún ser humano. Pero si los respeto en su integridad personal, no así en sus ideas, porque esas ideas, aunque algunas floridas, son no pocas veces como anofeles que transmiten fiebres palúdicas. Sin embargo, hasta cuando tropiezo con hombres de ideas febricientes, mi palabra no es nunca pedrada, aunque tampoco pueda ser caricia. ¿Sé yo, acaso, los motivos por los cuales el llamado malvado hace mal a su prójimo? Lo que veo, lo que paladeo y gusto y siento es el mal, como cuando el ladrón me roba mi hacienda o mi libertad, que tanto valor tiene para mí una que otra. Porque me robaron mi hacienda no pocas veces, conozco el dolor que el robado siente, y porque sufrí en mis carnes al arrancarme mi libertad, no me es extraña la angustia de los que la pierden. ¿Cómo convertirme yo también en ladrón porque otros me robaron, si con mi robo produciría dolor a una criatura, aumentando el dolor que en el mundo existe?, ¿ni cómo poder ser juez, policía o verdugo arrancando a otro hombre su libertad o su vida, si a la gran angustia que hay en el mundo de los humanos, agregaría yo más angustia hasta llenar de oscuridad y desesperanza la vida de los otros? Porque no quiero robar a mi hermano hombre, soy honrado; porque no quiero arrancar a ninguna criatura humana su libertad, soy anarquista. Se hermanan, pues, en mí, porque yo así lo quiero, dos sentimientos, honradez y anarquismo. O mejor: los hermano yo porque son míos, nacidos de mi entraña, mis hijos. Con lo que quiero decir que anarquía es un sentimiento del hombre honrado que se niega en su corazón a hacer mal a su prójimo. ¿Sencillo? Sencillísimo, como todo lo hermoso que hace el hombre moral; como todo lo bello que el cerebro del hombre crea cuando piensa en él y en su hermano.<br /><br />Sabida esta sencillísima verdad, ya no te asustarás, lector, como ayer te asustabas cuando oías hablar de anarquismo, porque ahora conoces que anarquismo vale como bondad, porque es bueno respetar al prójimo. E intuyes más: que cuando todos podamos, por honrados y dignos, ser bondadosos, viviremos también todos en anarquía, porque, ya lo sabemos, anarquismo es conducta honrada. Ni más, ni menos. Y es bastante, ya que tanto escasea la honradez.<br /><br />Pero para que anarquismo sea exponente de buena conducta, que es conducta recta, noble y honrada, el anarquista, que es el que lo crea, tiene que ser un hombre florido, cabal, completo; un hombre en quien por su honradez confíen en él todos; un hombre que por su personal prestancia invite, sin palabras, a que los demás tengan una bien definida personalidad. Y por ello, porque el anarquista es una invitación constante al bien pensar, al bien hacer y al bien querer, como si fuera su más preciada joya, cuida con todo esmero su propia estimación, pues de su noble conducta es él el primero que con ella disfruta.<br /><br />¡La estimación propia! Sólo los hombres nobles y buenos pueden estimarse, sólo ellos. Y porque se estiman, se observan y vigilan para no cometer nunca actos desdorosos, porque su mayor desventura sería para ellos considerarse indignos. Y si indignidad cometería quien se convirtiera en voluntario esclavo, en mayor aflicción se hallaría el que, aun sin proponérselo, redujera a algún hombre a esclavitud, y esclavizar es influir en otro hombre de tal manera que pierda su voluntad al no ejercitarla por cumplir ciegamente mandatos o designios de otro.<br /><br />Y vamos viendo cómo anarquía no es confusión ni desorden ni desconcierto, sino, al contrario, claridad, orientación, arreglo, de modo que si los gobernantes condujeron el mundo humano al borde de este caos en que nos debatimos, son los anarquistas los únicos que pueden trabajar en honradez para que se vaya alejando de él al recobrar en libertad su perdida salud. Y son los únicos porque sólo ellos viven moralmente respetando a su prójimo, ya que se niegan a imponer a nadie su conducta o su idea.<br /><br />¡Y hemos tropezado con el nudo del gran problema de la armonía humana: la imposición! Porque debemos decir nuestra palabra, lanzarla al viento, pregonarla, pero no imponerla, que toda imposición es ofensa que causa molestias y desazones, y toda desazón irrita y solivianta. Y el soliviantado no se halla en condiciones de aplacar iras.<br /><br />Para no imponerse, el anarquista se ha dicho en su corazón: no quiero explotar (dominar) a criatura alguna. Así, cuando él solo no ha sido capaz de hacer algo que estaba más allá de sus fuerzas, ha buscado a otro hombre que, interesado también en su proyecto, se asociara con él. Y como le repugna explotar, tanto como ser explotado, con su socio, con su igual, con el hombre elegido, al que trata como a sí mismo, sin explotarlo y sin ser explotado, ha concertado un pacto de trabajo, que ha sido en no pocos casos pacto de vida.<br /><br />Ahora bien, quien no quiere explotar, no compra el trabajo de otro hombre a bajo precio, y esa actitud es de alta moral; pero tampoco malbarata su trabajo a empresario alguno. O sea: ni compra hombres -quien compra el trabajo de otro, lo compra a él-, ni se vende. Es decir, considerando inmoral que un hombre trabaje para otro, como un esclavo, tiene igualmente por indigno esclavizarse él. Y no lo hace. Hará lo que necesite hacer, pero para sí, no para otro. De modo, que si a ese otro le es necesario trabajar para su subsistencia y no pudiera realizar su tarea, tendrá que asociarse con otro o con otros, pero en igualdad de condiciones, sin que ni el uno ni los unos sean los amos, ni el otro ni los otros los asalariados, porque el hombre que adquiere conciencia de sí ni paga ni recibe salario, ni se impone como dueño ni acepta imposición de dueño. Y hacia eso vamos. Porque a eso, convertido en realidad, se le llama anarquía.<br /><br />Como ves, lector, la idea va desenvolviéndose, desarrollándose, pero conservando su claridad, su nitidez, pues en todo ves actuar al hombre, porque el anarquismo es, como atributo de la criatura, algo sencillo y limpio. Es decir, el anarquismo no habla, no dice, no establece reglas ni ordenanzas, sino que es -y nada más- la conducta honrada del hombre honrado, su manera de ser y de obrar. Y no pretende, ni desea ni quiere el anarquista que esa conducta se preestablezca, se ordene, se reglamente, porque entonces perdería su encanto al no poder obrar el hombre como mejor le cuadrase o se le ocurriera, y siempre habría de ocurrírsele obrar bellamente, gozando al ver la satisfacción retratada en el rostro del que recibió el beneficio.<br /><br />Pero dirás en tanto vas leyendo que eso de no querer trabajar para otro ni de que otro trabaje para ti ni para mí, equivale a acabar con la civilización presente. Y no vas mal encaminado, no, aunque mi idea penetra todavía más en la hondura: acabar con la civilización presente, pero también con la cultura actual, ya que no se cultiva el ego, el hombre, que es lo que debe cultivarse. Si comparamos civilización y cultura, veremos que civilización es lo que está en la superficie, lo que pica e infecta, lo que desazona y perturba, como el ácaro; así se dice que hay civilización donde hay gobierno y códigos y cárceles, o sea donde se regulan y codifican los actos del vivir; mejor dicho: donde no existe la libre libertad de hacer. Cultura, en cambio, tiene más profunda raíz, porque se refiere a los actos del pensar y del querer: al arte, a la ciencia, al respeto, al amor. Personificándolas en hombres de los que todos tenemos noticias, podemos señalar a Napoleón como representante genuino de la civilización: oropel, bambolla, soberbia, crimen, y como digno exponente de la cultura a Einstein: sabiduría, modestia, humanismo. Por eso llamamos hombre culto no sólo al que cultiva su inteligencia, sino al que también cultiva sus sentimientos, en tanto que podemos llamar civilizado al que conoce el alfabeto y sabe llevar un traje con aire ciudadano.<br /><br />Y vamos conociendo lo que es anarquismo porque vamos entablando relación personal con el hombre anarquista, que es serio, honrado, trabajador, parco, sobrio, mesurado, prudente, bondadoso, prendas personales tan estimables, que bien podríamos asegurar que son virtudes, pues si nos imaginamos a un hombre que careciese de ellas -seriedad, honradez, laboriosidad, parquedad, sobriedad, bondad, medida y prudencia-, ¿qué quedaría de él?<br /><br />Pero volvamos a lo de civilización y cultura, porque he visto la perplejidad reflejarse en tu cara cuando te dije que había que acabar con ellas. Y te repito: acabar, sí, para empezar de nuevo, pues si civilizado puede ser solamente el cortés y pulido, y cultura es ciencia, arte, lealtad, conducta humana, porque es cultivo de la persona para estimularla a que sea cada día no sólo más sabia sino más bondadosa, tenemos que afirmar, aunque con pena, que ese cultivo no se hace ni en los liceos ni en las universidades, donde se enseña a los jóvenes unas cuantas cosas, pocas de las cuales les sirven para su ulterior vida, pero sí que en los que se llaman templos del saber se cultivan con todo esmero el orgulllo y la soberbia, cuyas más dilectas hijas son la jactancia y la fatuidad, considerando los que allí aprendieron esas asignaturas que por el hecho de haberIas aprendido tienen derecho a todos los honores y a todas las consideraciones y recompensas. Y a esa ansia de honores se le llama ambición, que busca el mando, y a ese deseo de recompensa, avaricia, que apetece dinero.<br /><br />No piensan que por haber dedicado los días de su vida a adquirir conocimientos, son deudores de quienes por haber entregado su tiempo al trabajo, no lo tuvieron para aprender, pagando, en cambio, de sus pobres ingresos, tributo para que otros aprendieran, por lo que los educados no pueden, en justicia, sentirse acreedores de quienes no dispusieron de horas para adquirir conocimientos y pulimento, pero ni aun pan ni casa.<br /><br />No es, como ves, un remiendo lo que necesita la vida, es un cambio radical, total, completo, porque es preciso cambiar antes que cosa alguna la mentalidad del hombre que sabe algo y, por saber, pretende que los menesterosos que poco o nada saben le rindan pleitesía.<br /><br />Pero volvamos al trabajo.<br /><br />Circuló por el mundo una sentencia que rezaba: El que quiera comer, que trabaje, y aunque el adagio causara pavor a los que vivían sin trabajar, por lo cual fueron enterrándolo para que se olvidase, su valor moral es innegable, y el hombre anarquista lo desenterró y lo hizo suyo, porque cuando alguien no trabaja, otro alguien tiene que trabajar para que coma el quídam que no trabaja, y si es inmoral que los quídam no trabajen, es inhumano que otros trabajen para que los quídam vivan, porque ese sistema de vivir unos a expensas de otros tiene su nombre, esclavitud, y los hombres no quieren ser ya esclavos.<br /><br />Por eso decía que el individuo que se estima no debe trabajar para otro, porque el quídam o zángano que, como regalado, recibe el sustento, se convierte a poco en director, en gobernante, en amo que esclavizará cada momento más al que para él trabaja.<br /><br />¿Que si eso sucediese sufriría la industria tal desequilibrio que la hundiría en el caos? Sí, claro que sí; caería en tal desorden que podría hundirse arrastrando a los industriales a tan temido caos; pero ¿puede eso importar mucho a los que con su trabajo sostienen la industria y no se benefician con elIa, porque ni se ilustran ni comen lo que necesitan? ¿Puede importarles mucho que la industria se hunda a los que bajan a las minas a extraer el mineral de hierro o el carbón y viven una vida que más parece de alimañas que de seres humanos, en tanto que los que se aprovechan de la riqueza que la mina rinde, viven señorialmente? Si quieren que la industria no se desequilibre, que los dueños de las grandes industrias, que explotan a millares de seres y atesoran millones de pesos, establezcan un pacto de trabajo, que ha de tener el valor de un pacto de vida, con los hombres que trabajan y han de ser sus socios y no sus explotados; que establezcan con los que trabajan y sufren un pacto de trabajo y de vida de tú a tú, de igual a igual, de hombre a hombre, para que todos trabajen y todos gocen y todos coman.<br /><br />¿Que los dueños tienen más conocimientos porque estudiaron más y deben beneficiarse de esos derechos que les concede la cultura, disfrutando, como compensación a sus estudios, de privilegios? En primer lugar, debemos afirmar que la cultura no da derechos a nadie, pero que si de dar se ocupara, daría obligaciones, porque obligados deben sentirse los que gozaron de los beneficios de la cultura para con los que no disfrutaron de esos goces. Y se irán acabando, no ha de tardar mucho, esos privilegios, porque en lo sucesivo escuelas, liceos y universidades han de ser para todos, porque llegará el día en que tendrán que trabajar los ahora estudiantes antes de ir a estudiar, como estudiarán todos los que son ahora jornaleros después de trabajar. Y se acabarán los estudiantes puros, que se consideran seres privilegiados, como se acabarán los puros jornaleros, elevándose unos y otros a la humana jerarquía de hombres, pues se van despertando tan aceleradamente las conciencias que todos quieren alcanzar tan excelsa jerarquía. Para lograrlo, quieren tener también todos la propiedad en sus manos, porque los que la tienen, comen, visten y descansan en buena cama, en tanto que los que carecen de ella viven como ilotas.<br /><br />Continúan existiendo actualmente los estamentos como en la Edad Media, aunque ahora se les llame clases, y es preciso que desaparezcan estamentos y clases para que en esta Tierra, que es la casa de todos, haya sosiego y paz, pues hemos llegado a tal situación de enemistad y odio, que lo mismo podemos ir hacia un derrumbe que hacia una resurrección, entendiendo por resurrección tomar el camino de la libertad, que es el de la moral, y, a la vez, el de la comprensión y el respeto, pues si no pudiéramos queremos, porque el amor necesita también de aprendizaje, que sepamos al menos respetarnos.<br /><br />Y que los hombres del trabajo vayan formando conciencia de su hombría para negarse a ser por más tiempo obreros, palabra indigna que no nombra al hombre sino a su obra, porque ha de desaparecer el obrero para que en su lugar se levante la criatura humana, rica y culta, ya que puede haber más riqueza de la que hay, y más cultura de la que exista, porque cambiadas las universidades en verdaderos centros de docencia, para todos, se harán en ellas nuevos y verdaderos cultivos de hombría.<br /><br />¿Cómo hacer eso, y más que ha de ocurrírseles a los hombres que vienen? Nadie puede saberlo, y menos resolverlo, pues sería ofender a los jóvenes y a los que todavía no han llegado, dar una solución a su vida como si ellos no tuvieran claro discernimiento.<br /><br />Lo cierto y principal para que la humanidad enderece sus pasos hacia una verdadera paz, es que los hombres adquieran conciencia de sí, y demostrarán haberla adquirido cuando unos se nieguen a explotar a sus semejantes, pero más todavía cuando los explotados no permitan que nadie los explote.<br /><br />¿Lo propiedad? ¡Bah! No es problema. Porque cuando nadie trabaje para nadie, el acaparador de la riqueza desaparece, como ha de desaparecer el gobierno cuando nadie haga caso a los que aprendieron cuatro cosas en las universidades y por ese sólo hecho pretenden gobernar a los hombres. Porque si en la tierra de los ciegos el tuerto es rey, en donde todos ven y juzgan y disciernen, el rey estorba. Y de lo que se trata es de que no haya reyes porque todos sean hombres. Las grandes empresas industriales las transformarán los hombres en grandes asociaciones donde todos trabajen y disfruten del producto de su trabajo. Y de esos tan sencillos como hermosos problemas trata el anarquismo y al que lo cumple y vive es al que se le llama anarquista. Así que ni el anarquista es un desorbitado ni el anarquismo es desorden y caos, pues los desorbitados son los que pretenden gobernar a los hombres haciéndolos esclavos, y desorden es esta situación de brutalidad y desenfreno, en la que crece una terrible e inhumana fiebre de crimen.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-67515904576622111632009-09-22T03:52:00.001-07:002009-09-22T03:56:10.880-07:00Las ilusiones insurreccionales x Anonim@NOTA DE EL HEDONISTA: ME PARECE UN TEXTO SERIO SOBRE ALGUNOS PUNTOS DE LAS POSICIONES INSURRECIONALISTAS. ASI PUES ME PARECE PERTINENTE SOBRE CIERTA TENDENCIA DE AUTOSACRIFICO INDIVIDUAL EXCESIVO. <br /><br />En ocasiones, cada determinado tiempo se hace necesario pararse a pensar entorno a lo realizado hasta el momento para evaluar los caminos tomados, su posible validez y, por supuesto, su posible invalidez. Lo que los Tigres de Sutullena llamarían la “epidemia de rabia” en la revista Resquicios nº 4 ha demostrado quedarse anclado en lo espectacular de la acción inmediata, instintiva pero mayormente ineficaz si cabe, por parte de algunos elementos que han decidido pasar a la acción ellos solos contra un sistema cada vez más globalizado y fortalecido, es decir, ser menos cantidad pero más espectaculares contra un sistema que cada vez es más complicado de asaltar, nos estamos refiriendo al insurreccionalismo, y más concretamente a su vertiente anarquista.<br /><br />No parece importarles el hecho de que cada vez haya más policía en la calle, ni que haya brigadas especializadas en dichas acciones, ni que las acciones no tengan el efecto esperado (excepto en la autocomplacencia habitual), ni que las acciones no entren dentro de un plan estratégico, ni que ni siquiera las personas del movimiento libertario se enteren (ni que decir la ciudadanía estúpida) de que va la cosa.<br /><br />Actuando al margen de cualquier tipo de movimiento organizado (aunque sea informalmente), a ciegas, despreciando cualquier otro tipo de actividad subversiva. Parece que la acción sin más ni mangas es la única solución al pequeño problema de acabar con el sistema, parece ser que siliconeando cerraduras y quemando bancos podemos arrastrar a la gente a la revuelta generalizada. Los elementos insurreccionales son incapaces de entender que no todo el mundo pretende destruir el poder así por las buenas, y esta incomprensión mutua conlleva el distanciamiento de los verdaderos afectados por los conflictos sociales y los que pretenden radicalizar y extender dichos conflictos, produciendo el desprecio y rechazo mutuos en numerosas ocasiones.<br /><br />La separación de las luchas reales (aunque parciales), el gueto, y la infravaloración de la represión que podía suceder a las acciones en cuestión han llevado a convertir la lucha en un fin en lugar del medio que debería ser. La falta de reacción por parte de la sociedad condena al movimiento al puro ataque sin sentido muchas veces, se piensa que cuatro acciones bien colocadas y planificadas pueden asestar un duro golpe al sistema, sin embargo, sin consecuente revuelta por parte de las masas (palabra que repele a los insurreccionalistas) se hubiese quedado en eso, cuatro acciones bien planificadas.<br /><br />Dar un paso adelante en la lucha en una época de convulsión social es sensato, no siendo así en las circunstancias actuales, donde la mayor convulsión se da en los partidos de fútbol. Dar un paso adelante, en ocasiones, es caerse por el precipicio.<br /><br />Este texto es una pequeña crítica al insurreccionalismo (utilizamos este término aún a sabiendas de que no les gusta encerrarse en un nuevo “ismo”, pero sirve para entenderse), principalmente a algunos de sus textos. En cualquier caso recomendamos el texto “Anarquía profesional y desarme teórico” de Miguel Amorós para complementarlo, ya que hemos dejado de lado las tesis bonannistas que son tratadas en dicho texto con el espíritu crítico que se merecen.<br /><br />INSURRECCIONALISMO EN EL PAPEL<br /><br />Revisamos a continuación una serie de textos donde se recogen los rasgos generales de esta corriente, por supuesto no son todo el insurreccionalismo ni lo pretenden, pero sí que son esclarificadores al respecto, recomendamos de hecho su lectura. El primero de ellos es un texto de Killing King Abacus, “Algunas notas sobre anarquismo insurreccional” ya que aglutina los principios del mismo. Insistimos en que estos textos son meramente indicativos, el insurreccionalismo no se basa en estos textos exclusivamente. Citaremos los pasajes que consideremos oportunos y mostraremos nuestra conformidad o inconformidad con los mismos:<br /><br />“Es a través de la acción y de aprender a actuar, y no de la propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar; actuando un@ aprende a actuar.”<br /><br />Aclarado que la palabra acción pueda ser interpretada de mil maneras distintas, y que aquí la tomaremos como ataque directo al capital, la propaganda se puede plantear como un elemento complementario pero imprescindible, ambas se entrelazan. Dar más importancia a una que a otra no hace sino desequilibrar la lucha, quitarle las patas a la mesa o cortarlas. La propaganda no debe únicamente realizar una “clarificación de cómo actuamos” sino que también ha de provocar una serie de cambios en la conciencia del que la reciba, no debe indicar cómo actuamos sino el porqué.<br /><br />“El camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar -parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir.”<br /><br />No estamos del todo de acuerdo con esta afirmación, aunque si con una anterior del mismo texto: “Es necesario el planteamiento de estrategias claras para permitir así la utilización de métodos diferentes de una manera coordinada y productiva”. Esto, bajo nuestro punto de vista implica la elaboración de estrategias lo más claras posibles a corto plazo y premeditadamente abiertas a largo plazo, siendo esta última condición un objetivo primordial, confiriendo a la teoría y a la estrategia la importancia que anteriormente tuvo la ideología, eliminando de esa manera disputas acerca de metas utópicas probablemente inalcanzables. Pretendemos que cada paso que demos nos abra un abanico de posibilidades que la ideología cerrada reduciría. Por ello creemos que planificando meticulosamente las estrategias a corto plazo, y trabajando por la extensión de la revuelta, llegará un momento en el que la revolución será una estrategia a corto plazo, y la posterior organización social también. No negamos el valor de muchos elementos de las viejas ideologías, únicamente hay que ponerlas en su lugar como herramienta y no como objetivo último e inevitable.<br /><br />“La aparición de los primeros eslabones rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje”<br /><br />Ciertamente el sabotaje en el momento adecuado puede resultar un arma eficaz, sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar que una revolución se lleva a cabo solo a base de sabotajes. La extensión del sabotaje podría transformarse, en la situación adecuada y de la forma adecuada, en la extensión de la revuelta organizada informalmente. Es decir, el sabotaje es un arma más, válida en todos los estadios de la revuelta y para objetivos concretos, su uso debe limitarse a sus efectos, y sus efectos no pueden por si mismos derribar el sistema, es necesario pero no suficiente. Por tanto no podemos limitarnos únicamente al uso del sabotaje, ni tampoco privarnos de él, pero por supuesto requiere estar preparado para ello debido al nuevo sistema totalitario de control. Es por este motivo que el siguiente fragmento lo consideramos incorrecto:<br /><br />“Las pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles, requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera, son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia.”<br /><br />Los sistemas de control se han desarrollado hasta tal punto que resulta imposible estar completamente seguros de que las acciones que se realicen no van a tener ninguna consecuencia sobre el que las realice más que sobre lo que se actúa. Infravalorar a la policía es un error, como lo es también mofarse de “los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia”. Hay que estar respaldados por cajas de resistencia, grupos de apoyo a presos, etc. y eso requiere una cantidad de organización que no se ha dado en la realidad de una manera completamente efectiva. La mera explosión de rabia se muestra por tanto bajo una imperiosa necesidad de organizarse y de prepararse.<br /><br />Con respecto a la conflictividad permanente (el punto 4) nos mostramos ampliamente de acuerdo, simplemente merecería una puntualización, y es que esta conflictividad permanente no debe limitarse al poder, sino extenderse a la conflictividad contra los recuperadores ya que son estos precisamente los que actúan a modo de bolsillo del sistema, se introducen en él los movimientos sociales, integrándolos en el capitalismo para mejorarlo y adaptarlo. De hecho son el poder, no hay opción menos mala. La lucha contra sus mecanismos es, en nuestra opinión, la primera lucha a realizar ya que sin ellos el poder se mostraría desnudo y más vulnerable.<br /><br />El punto siguiente, la ilegalidad y su desmitificación, nos parece imprescindible, estamos completamente de acuerdo con ello y no tenemos nada que añadir. Lo nombramos únicamente para que luego no se nos tache de legalistas, ya que los prejuicios abundan.<br /><br />“Dentro del movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas: la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad y la centralización.”<br /><br />Ciertamente, sin embargo la calidad de la lucha aumentará con el crecimiento cuantitativo si este último no se convierte en el objetivo primordial y si este se desarrolla dinámicamente y no solo aditivamente, sencillamente debemos considerarlo como un factor más de la guerra social. Por otro lado nos parece indiscutible la idea de la autoorganización y por tanto nos posicionamos en contra de la centralización y de la organización visible, en consecuencia consideramos que no hay porque relacionar implícitamente la cantidad con la centralización, es cierto que es más complicada evitarla en tanto en cuanto aumente la cantidad de gente, pero es un riesgo que hay que correr ya que la comodidad del gueto ya se ha mostrado como inoperante.<br /><br />“La organización informal se basa en un número de compañer@s unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@, analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o partidos más o menos camuflados.”<br /><br />De este párrafo se destila la marginación voluntaria, el suicidio y la guetización. Nada de este párrafo indica la extensión del conflicto, la actividad endógena de “compañer@s unid@s” es todo lo necesario. Más que la extensión de la revuelta se busca el aumento de la afinidad y de las acciones, se cae por tanto en otro mito cuantitativo, cuantas más acciones realizadas por la menor gente posible mejor, mayor “número de problemas” y por tanto, mayor afinidad. Alegan que esta crítica de la marginación “no es más que otra separación ideológica entre los explotad@s y l@s subversiv@s”, pero no se dan cuenta de que no es separación ideológica ni teórica, sino práctica, precisamente en el campo en el que se consideran imbatibles y superiores a cualquier otro método.<br /><br />Los siguientes párrafos vuelven a relacionar el crecimiento cuantitativo con “grandes luchas de masas”, “crecimiento infinito de un movimiento que está para dominar y controlarlo todo”, “algo que debe resistir el paso del tiempo”, “basarse en el crecimiento sin fin y en la resistencia contra el ataque de los explotadores”, “de retaguardia”. Mientras que propone que al ser pocos “se establece un contacto entre la minoría anarquista y la situación específica donde puede desarrollarse la lucha”, aunque esto en la práctica ha supuesto casi siempre una fantasmada irreal.<br /><br />A continuación nos ocupamos de otro texto, anónimo, titulado “Propuesta para una manera diferente de entender la organización”. De este nos interesa sobre todo su crítica a la organización como elemento reificado, esto es, convertido en una institución con representación física (como puede ser un partido o un sindicato). Concordamos más con aquellos que opinan que la organización no debe ser perceptible mediante unas siglas o unos estatutos. Entendemos la organización como una serie de relaciones e interacciones entre los miembros de un movimiento, dentro de la cual estos últimos desarrollen estrategias que se articulen con otras en una determinada línea general hacia un objetivo, pero que dicha forma organizativa no condicione ni sustituya al individuo en la lucha. Es decir, la organización debe proporcionar un contexto revolucionario en oposición al contexto del sistema, dentro del cual las luchas cobran un sentido. Por tanto apoyamos una forma organizativa, no una organización definida y concreta.<br /><br />El texto critica de la siguiente manera a las organizaciones formales, nombrando su ilusión principal:<br />“Así se irá avanzando, acumulando fuerzas (siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final (revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.”<br /><br />Nosotros también criticamos este aspecto, sin embargo, tampoco nos posicionamos a favor de lo siguiente:<br />“El objeto principal pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes nuev@s o no.”<br /><br />No consideramos que radicalizar un conflicto sea el “objeto principal”, este es únicamente un aspecto de la guerra social, el conflicto parcial, no es de esperar que este se extienda a otro tipo de conflictos que no sean evidentes. “La subida del precio del pan, la implantación de una nueva ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía, etc.” puede que sean capaces, y no siempre, de desatar la rabia y abrir los ojos, pero para que se de una ocasión de revolución, es necesaria una gran cantidad de conflictos, las épocas de crisis del sistema junto con la acción revolucionaria son las que verdaderamente cuestionan los cimientos del capitalismo, no un conflicto puntual. Por ello no creemos que la rabia sea lo único que deba desatarse, debe desatarse también la revolución. No se trata únicamente de destruir, no podemos pensar que todo es tan fácil como eso. Si así fuese bastaría con unos cuantos muy bien formados, en efecto, pero la historia ya lo ha refutado con creces. La Historia nos enseña lo extremadamente complicado que es acabar con el sistema ya que no solo hay que hacerlo físicamente, hay que eliminar también las relaciones de poder que ha creado en la conciencia social porque sino volverá a crecer. Simplemente haciéndonos a la idea de que cada paso que demos será más complicado avanzar nos daremos cuenta de que nuestro objetivo es mucho más complicado que destruir y verlas venir. En definitiva, no se trata únicamente de hacer cosas, sino de cambiar cosas.<br /><br />Por otro lado estamos de acuerdo con la siguiente afirmación del texto:<br /><br />“Crear una organización va, a menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia, una estética concreta y cierta homogeneización de las personas que la componen: se crea consciente o inconscientemente un producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las instituciones absorber, deformar y manipular este producto.<br />”<br />Para finalizar con este texto hagamos terapia contra la masa-fobia:<br /><br />“Para el poder son más peligrosas diez personas impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una masa concentrada predecible y manipulable.”<br /><br />En efecto, sin embargo no vemos donde esta la incuestionable relación entre masa y que esta sea predecible y manipulable. La masa de los suburbios franceses no era precisamente predecible ni mucho menos manipulable.<br /><br />Tomándonos la libertad de cambiar la frase consideramos que para el poder es más peligrosa una masa impredecible, incontrolable y dispersa que únicamente diez personas.<br /><br />Nuestro objetivo primordial no debe ser la creación de una masa y de liberarla en el momento apropiado, sino de desmasificar, desautomatizar, solo así se produce un momento revolucionario, ni con diez superhéroes, ni con un millón de estúpidos.<br /><br />El próximo y último texto se llama “Cuestiones de organización. 31 tesis insurreccionalistas”, de nuevo sin firmar. La primera tesis reza como sigue:<br /><br />“Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las "victorias" parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria.”<br /><br />Ciertamente existe una en medio que rechaza ambas, la que considera que existe una contradicción entre las victorias parciales y la revolución. Esto es debido a que por un lado la vida era tan miserable que en el pasado, el movimiento obrero ha gastado sus fuerzas en implantar mejoras laborales, estas luchas servían no solo para mejorar dichos aspectos, sino que también cohesionaban a la clase obrera inculcándole el espíritu de lucha que pudiese llevarle a la revolución a base de ganar confianza en sí misma, experiencia y lazos solidarios. Y aunque el capitalismo se adaptaba, y mejoraba, lo hacia de una manera superflua y que aún permitía posibilidades de revolución, hoy en día el capitalismo ha desarrollado la técnica de la adaptación a la perfección. Sin embargo, esta propuesta se muestra inservible actualmente debido a que la clase obrera no existe, y si existe es tan sumamente egoísta y estúpida que no se va a mover un ápice. Las “victorias” pertenecen actualmente al mismo poder, ya que son conseguidas mediante instituciones que han sido creadas por y para sí mismo, adaptando al sistema a los problemas sociales y manteniendo la dominación a toda costa, no cohesionan a la clase obrera como antaño. Por ello nosotros rechazamos la tendencia “etapista” en la actualidad por considerarla desfasada, pero tampoco aceptamos “hacer del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria”, ya que es una contradicción en sus propios términos, el presente es adormecimiento y control social, no permite revolución que valga. Esperar al momento adecuado parece más correcto, lo que no implica la pérdida de la conflictividad permanente, sencillamente la vuelve más realista.<br /><br />“Las organizaciones gestadas en el movimiento insurreccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática.”<br /><br />Ciertamente la espontaneidad es necesaria, pero como ya hemos afirmado antes, creemos que una estructura del movimiento es necesaria. También hay que hacer notar que tener la razón de ser únicamente en el instante concreto de la revuelta generalizada presupone que vaya a haber una revuelta de tales condiciones. Para que una revuelta se extienda de verdad tiene que tener conciencia de sí misma y de sus objetivos (entendidos como objetivos a destruir), y para ello puede ser útil una estructura con un bagaje de experiencias que sepa como dotar de medios a la revuelta. Por supuesto sin dirigirla, simplemente reafirmándola, extendiéndola y, en lugar de haciéndola suya, incorporándose a ella. También hay que darse cuenta de que estas revueltas tienden a funcionar como imán de oportunistas tales como comunistas autoritarios, izquierdistas y demás calaña que tratan de utilizarla para sus propios intereses; inculcar el rechazo a tales cretinos durante, y antes de, la revuelta se convierte en una tarea primordial. Por ello consideramos que para poder explotar verdaderamente las posibilidades de la revuelta, esta debe ser apoyada por un movimiento con una estructura concreta, invisible, pero instintiva, para que los no acostumbrados al enfrentamiento contra el poder la consideren válida para sus aspiraciones y rechacen el reformismo. Creando dicha estructura y manteniéndola (mediante la acción) hasta que se de la oportunidad de demostrar su efectividad se puede pasar de una explosión de rabia a una revolución contra el poder.<br /><br />“Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero”<br /><br />Las repercusiones “espectaculares” son precisamente las que responden de los actos insurreccionales en la actualidad. Anteriormente una victoria en el terreno laboral podía causar conmoción supuestamente “espectacular” sin embargo, en los tiempos en los que la lucha no gira en torno a dichas victorias, lo espectacular es lo llamativo, lo increíble, pero también lo incomprensible. Las repercusiones de la lucha anteriormente causaban alegría, ahora las acciones fuera del reformismo son desaprobadas por toda la sociedad, reciben esa repercusión “espectacular” pero ficticia en su gran mayoría ya que son consideradas como un ataque contra el sistema en el que la masa gris se siente integrada y desarrollada. No nos engañemos, hasta el más mísero ciudadano es el mayor defensor del sistema.<br /><br />“El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acumulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie”<br /><br />Ciertamente estamos de acuerdo con las pretensiones de esta frase, de hecho reúne en pocas palabras los principales elementos del insurreccionalismo con los que estamos de acuerdo. Sin embargo rechazamos su concepción de que los movimientos que busquen y se preparen para la revolución sean considerados “organizaciones pesadas”, basadas en la acumulación cuantitativa y que se erija en representante de quien sea, debido a que esto no tiene porque ser así (aunque en efecto si que lo ha sido en numerosas ocasiones). El principal punto flaco del insurreccionalismo es su reduccionismo con respecto a las formas de organización, según ellos se han de hacer mil sabotajes y ser los mínimos posibles, en caso contrario, en el caso de que opines que el verdadero motor de destrucción del sistema es la revolución generalizada, caes en el mito cuantitativo y demás críticas realizadas (acertadas en el caso del obrerismo, pero no siempre en otros tipos de organización).<br /><br />“…también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas.”<br /><br />Coincidimos cuando se afirma la lucha insurreccional de masas, de hecho, esa es nuestra concepción de una revolución, una lucha de masas pero con prácticas radicales, alejadas de la uniformización, el plataformismo, el reformismo, los dirigentes, etc.; por tanto abogamos por la lucha de masas cuando estas se han desmasificado, cada individuo dirige sus propios deseos en contra del capitalismo apoyado por una gran cantidad de personas que actuarán de diversas formas hacia el fin común de la destrucción del sistema, la teoría revolucionaria, expresada en la misma base de la revolución mediante asambleas que practiquen la autocrítica y la adaptación permanentes, será la encargada de establecer las condiciones de la nueva sociedad sobre las ruinas de la anterior.<br /><br />“Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible.”<br /><br />Ciertamente estamos en contra de la formación de una organización concreta y visualizada por un mesías (como hemos afirmado antes), de las pretensiones de dirigir a las masas y de la mitificación del pasado. Esto ya lo hemos mencionado a lo largo del texto, sin embargo queríamos agruparlo para hacer ver que el hecho de esperar las condiciones adecuadas para una revolución no es incompatible con muchos supuestos del insurreccionalismo, sencillamente ampliamos sus miras para complementar su acción dentro de una estrategia más clara y con un fin más definido y efectivo.<br /><br />“[El Capitalismo] es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.”<br /><br />Ciertamente están privadas de todo poder de decisión sobre sus vidas, pero esto no significa que la mera acción vaya a empujarles a plantearse las bases del sistema. Una revuelta también puede ser de tipo totalitario, o racista, o sexista, o quizás puede derivar en ello, por este motivo consideramos que se hace necesaria una “preparación” previa, ya que no podemos esperar que lo que haga caer al sistema vaya a ser positivo per se.<br /><br />“La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista.”<br /><br />En cierta manera esto es así, sin embargo debemos centrarnos en los momentos en los que dichas contradicciones afloran a la superficie y afectan a la población en general, de la misma manera que anteriormente lo hacía el trabajo explotador y extenuante provocando revueltas. Las contradicciones se muestran en forma de repentinas crisis socioeconómicas, y en esos momentos de crispación social que pueden desatarse en cualquier momento es donde hemos de fijar nuestro objetivo, haciendo obvia la responsabilidad del sistema en el malestar creado y mostrando a la dominación como una línea continua que nunca ha cesado, simplemente se ha transformado adaptándose a los avances sociales gracias a los recuperadores. Antes era explotación laboral y económica, actualmente es intelectual y encubierta.<br /><br />“Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente.”<br /><br />Mediante la destrucción y el desinhibición de la rabia individual no se perturba el orden de las cosas, únicamente se perturban a las cosas, que las personas que interactúen con dichas cosas perciban su destrucción como incitación a la perturbación de su orden y que respondan a dicha perturbación de manera afirmativa hay un abismo que no se salva tan fácilmente. La violencia en la calle no siempre perturba, en ocasiones mantiene y en otras legitima el orden, ya que esta puede ser interpretada de mil maneras y se puede reaccionar de otras tantas.<br /><br />“Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento [...] El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente”<br /><br />Despreciando completamente la manipulación folclórica de las luchas parciales, nos mostramos de acuerdo con la insuficiencia de posicionarse únicamente en estas sin dotarlas de un sentido global, sin embargo, no caigamos en el engaño de las “pretensiones destructivas de la totalidad” ya que cualquier ataque único no es sino parcial. Elaborar una teoría paralela a la práctica revolucionaria será la que evite el parcialismo, por ello consideramos que no basta con afirmar que una acción concreta es un símbolo contra toda la dominación ya que es una pretensión ilusoria para los revolucionarios y no hace sino confirmar nuestra minuciosa capacidad de autoengaño.<br /><br />Esperamos que estas líneas sirvan como una incitación al debate y la reflexión, ya que no podemos permitir que la “renovación” que implantó el insurreccionalismo en el movimiento libertario desgastado por la rutina se convierta en una nueva verdad incuestionable como lo fuese el obrerismo y la idolatría a Durruti. Queremos que sirva para ir rompiendo los moldes que a veces nos encasquetamos nosotros mismos por la falta de autocrítica y renovación.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-52597299369553617142009-09-20T21:21:00.000-07:002009-09-20T21:26:26.574-07:0010 Claves para un estilo de vida YOMANGO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgATE11YXJRQjRve2HQqdzzgCwQUeukRV2kJQLpHt2omYU68ZMqZlaiKY8Hx4TTQw4-nkh72ZYVuHcR-oo2PpABEMw3-2PSgPXoCzfXeaPn5Qa6MBo7GjfNzjY7zShJEdFHwym8DNZ0mgQ/s1600-h/yomangogorditofeliz.png"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 224px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgATE11YXJRQjRve2HQqdzzgCwQUeukRV2kJQLpHt2omYU68ZMqZlaiKY8Hx4TTQw4-nkh72ZYVuHcR-oo2PpABEMw3-2PSgPXoCzfXeaPn5Qa6MBo7GjfNzjY7zShJEdFHwym8DNZ0mgQ/s400/yomangogorditofeliz.png" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383772324488053586" /></a><br />1.<br /><br />Es conocido, las marcas quieren vender cosas, pero saben que sólo sobrevivirán en el mercado postmoderno si se asocian con éxito a la representación estilizada de una forma deseable de vida: sea el joven vividor del Martíni, o el del vaquero solitario y duro del Marlboro country. YOMANGO, mira tú por donde, no te va a vender nada, pero también te puede proponer un estilo de vida.<br />2.<br /><br />En los 50 y los 60, en la era fordista del capitalismo, la normalidad era un estilo de vida definido por su respetabilidad y cualquier otra cosa era mear fuera del tiesto. Ahí apareció la contracultura y la enésima bohemia: en aquellos felices tiempos las extravagancias, lo negro, lo raro, era revolucionario. Pero eso se acabó: en el capitalismo cultural, el postfordista, las diferencias, los estilos de vida alternativos no son sino sectores de mercado a ser atendidos y servidos, es decir, comprados y vendidos a mayor gloria del capital. ¿Podríamos proponer estilos de vida, modos de hacer, que no fueran inmediatamente deglutibles como cualquier otra moda? Si llevar ropa vieja, o vaqueros desgarrados o gorra de rapero se ha podido insertar en la lógica económica del capitalismo tardío: ¿sucedería lo mismo con un estilo de vida YOMANGO?<br />3.<br /><br />El capitalismo cultural sobrevive mediante la explotación de la inteligencia y la creatividad colectiva. El mercado se nutre de las ideas, de las formas de vida, de las múltiples maneras en que la gente se expresa mediante la palabra, el vestido, los gestos, la sexualidad.<br /><br />El capital se apropia de tus deseos, de tus expectativas, de tu experiencia… y luego te la pretende vender en una forma alienada, tonta y cara por lo general, ajena a ti, convertida en “cosas” que tú puedes comprar. El estilo YOMANGO propone “reapropiarse”, legitimar y extender la “expropiación” de lo que, de hecho, previamente a su conversión en “cosas”, pertenece al común. YOMANGO pone al alcance de tu mano lo que es tuyo y, todo sea dicho, está al alcance de tu mano.<br />4.<br /><br />El mercado ofrece una falsa alternativa, una falsa libertad de elegir entre una u otra vía para destinar tu dinero, tu deseo o tus ilusiones, hacia esta marca o aquella, casi siempre en beneficio del mismo empresario. YOMANGO acomete la libre concurrencia afirmando: la verdadera alternativa es DINERO vs. YOMANGO. El resto es comercio. El resto es trabajar consumiendo. YOMANGO no es trabajo explotable: es una forma extraña de gratuidad mediante la paradoja: dinero gratis. YOMANGO es la mano que en una danza insumisa traza en el aire de tu centro comercial el arco del deseo, sin mediaciones: directo del estante a tu bolsillo, sin dinero ni tarjetas.<br />5.<br /><br />“Mangar”, obtener las cosas “bajo manga” tiene su gracia y su técnica: YOMANGO así es también la producción de herramientas (ropas, complementos, instrumentos…) y el afianzamiento gestos cotidianos (comportamientos, acciones…) para vivir YOMANGO. No es una cuestión de secretitos ni de complejas tecnologías, se trata de hacer viable un sabotaje cotidiano y gozoso al capital. Se trata de inventar nuevos gestos que, en su repetir, abran nuevos mundos en los que habitar: “comprar” es un ejercicio pasivo, aburrido, alienante, un acto socialmente predeterminado. “Mangar” no sólo puede ser un acto de sabotaje con el que consigues los ingredientes para el cocido, puede ser también una práctica creativa y excitante.<br />6.<br /><br />YOMANGO no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camembert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y necesidades de tus semejantes. Invita en tu casa a cenas YOMANGO. Cuando un desconocido te regala una galleta… eso es YOMANGO.<br />7.<br /><br />Pues igual que el mercado coge tu deseo y lo convierte en cosa, resulta que coge los espacios públicos y los convierte en hipermercados, donde no hace ni frío ni calor y donde hasta mear cuesta dinero. Es como si hubieran comprado la plaza mayor de tu pueblo y le hubieran puesto cámaras, guardias y cajeras. Buen rollito mientras juegues el juego para el que está hecho su tablero y aceptes las reglas de una abundancia que es la otra cara de la precariedad -azafatas, camareros, la chica que cuida de tus niños en el castillo hinchable. Seas cliente o empleado, ¿qué más dará?, YOMANGO y YOPITO plantea convertir esos maravillosos sitios en lugares de conflicto comestible: completa tu salario mediocre arrasando con lo que puedas, llévate ropa de la tienda, come y da de comer gratis, haz la vista gorda cuando veas asomar el jamón por debajo de ese abrigo.<br />8.<br /><br />Amas de casa, adolescentes, jubilados… son los que más mangan, desde hace tiempo. YOMANGO sólo será interesante si logra conectar con toda esa gente en su terreno, si no se limita a ser el enésimo gesto de retórica desobediente de antiglobis y modernillos. RAPSESIONES-YOMANGO es un punto de encuentro donde intercambiar maquetas, Cd’s y consejos, donde circulan las fichas del GordoPilo y donde le sacamos punta al Hip Hop como cultura de resistencia y sabotaje.<br />9.<br /><br />YOMANGO es una franquicia que te montas donde quieres. El estilo YOMANGO es un proceso abierto. Crea herramientas, prototipos y dinámicas que fluyen y proliferan, que esperan ser reapropiadas y circular. Una marca que es de todo el mundo. Que va y viene del común. Y recuerda: YOMANGO, sólo en tu centro comercial.<br />10.<br /><br />YOMANGO. ¿Lo quieres?… Lo tienes.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-25149774105822407912009-09-20T21:07:00.000-07:002009-09-20T21:19:11.713-07:00Halloween x Ejército Nihilista de Terrorismo Espiritual<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHnm9LI5fA7RiVRaavJtFa0Sm5lP4e3I4N_rVCghX5Bq565UXYsT5rYaBPf4iY8Vo5S6zMNRapP0b1C3viEwVPuMkgFyqvC0vbZajyYvG7LQCCxfwRuYGclGuFy6z2Y9CJXrop-7twQ4U/s1600-h/anarcobruja.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 335px; height: 381px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHnm9LI5fA7RiVRaavJtFa0Sm5lP4e3I4N_rVCghX5Bq565UXYsT5rYaBPf4iY8Vo5S6zMNRapP0b1C3viEwVPuMkgFyqvC0vbZajyYvG7LQCCxfwRuYGclGuFy6z2Y9CJXrop-7twQ4U/s400/anarcobruja.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383770451796487186" /></a><br />Desobediencia y lujuria sobrehumana, irrespeto creativo a la autoridad.<br /><br /> Las naciones y los gobernantes son polvo ante mí, yo soplo y desaparecen. Las culturas y las civilizaciones no son nada ante mi eternidad. Son un suspiro en medio de los milenios.<br /><br /> - Liber Zión, Baphomet<br /><br />No es una fiesta para adolescentes pequeño burgueses ni para que las tiendas coloquen calabazas huecas de esculpido “semblante grotesco” en sus anaqueles. El anaranjado y el negro nunca fueron colores consignados a la Publicidad del Deseo Reprimido (siempre se conservaron, respectivamente, como el equilibrio del espíritu y el eterno silencio de la conciencia). Ni fantasmas cubiertos de tela ni brujas chillonas ni personajes de terror mediático deambulando en las calles como pequeñas propiedades privadas del patriarcado trabajador. Ni encantos de marketing ni cenas hipócritas ni condenaciones de pecado culpa sexualidad acallada, sino vástagos de locura, verdaderas hechiceras de la Era de Zión, danzantes nudistas, patafísicos borrachos, chicanos ateos, anarcofuturistas hiperbóreos, derviches, mercenarios espirituales paganos, sindicalistas homosexuales, profetas del CronoApocalipsis, actrices autopornogestionarias, malabaristas de la secta Émile Armand, prestidigitadores postnietzscheanos, ladrones dandis espasmódicos. Una genuina hueste de la pasión desatada.<br /><br />Halloween era para los antiguos celtas la noche, la última noche del año, en que el Señor de la Muerte expulsaba dondequiera sus ánimas perversas, motivo por el cual el pueblo se organizaba en pequeñas hordas para ahuyentarlos. Salían los pobladores con máscaras temibles, antorchas, trajes excéntricos, botellas de vino y un par de bolsas de castañas, dispuestos a combatir con todas sus fuerzas a esos sucios demonios.<br /><br />Un campamento de cinco personas por cada casa en una aldea con casi cien, era una muestra de qué tan masivo podía ser este acto. Más aún, tal como apunta Edgar Plank en su Mythapology, “el Halloween de los celtas era una batalla espiritual brutal, sin tregua. La gente hacía brigadas alrededor de las viviendas. Acampaban en el bosque y, en medio de las frondas, encendían fogatas e iniciaban los rituales”.<br /><br />Según Plank, la ceremonia céltica de Halloween consistía en tres fases, dentro de cada brigada: primero, el monje druida iba a cazar un animal sagrado bajo la densidad de la bruma, la grandeza de la luna y el abrigo del follaje; segundo, un bardo quedaba encargado de proveer de vino y frutas a los combatientes, mientras los hacía danzar entonando melodías contra la muerte; y por último, el monje llegaba con un ave o ciervo acuchillado que, tras el baile, era ofrendado a la estrella del presagio.<br /><br />La danza, por su parte, trataba de una redención interior a través de la liberación de los sentidos. Los integrantes se quitaban sus prendas de vestir. Alrededor de los fulgores de la fogata, comenzaban a tocarse sus pieles, a proferir tiernos rumores y a rozarse y besarse hasta penetrarse y acabarse unos a otros. Orgías inverosímiles, extravagantes. Contorciones convulsivas, gritos, mordiscos, felaciones, desgarros, llantos. Al finalizar el desenfreno, luego de un orgasmo colectivo, el bardo recolectaba el Sacramento (semen) y lo colocaba en las vísceras del animal, prisma orgánico a través del cual se vislumbraban los códigos del porvenir. No estamos hablando de visigodos ni de vándalos, sino de verdaderos hechiceros.<br />Halloween como plan revolucionario<br /><br /> Dios es un orgasmo continuo.<br /><br /> - Alejandro Jodorowsky<br /><br />Mientras Marx, Bakunin o cualquier otro tonto barbudo te decía que debían cumplirse ciertos requisitos revolucionarios, pasos como la concienciación de las masas populares o la ascensión del proletariado al aparato estatal para “vivir plenamente” en algún momento, pero nunca mientras tú vivas, nosotros te decimos:<br /><br />Maldiciones celtas por doquier. Pandilleros poético-terroristas del Maître à Pécher cyberpunk neoyorquino adiestrados para robar bancos enteramente desnudos (después no hacen nada mercantil con el dinero, sólo colocan en todos y cada uno de los millones de billetes robados un sellito con una carita feliz circunscrita por la frase “Disuelvan el Estado o matamos al presidente”; finalmente hacen un simple lavado de dinero cuyo resultado moviliza todos los cuerpos de seguridad a la idea de que se está fraguando un magnicidio, situación propicia para cometer un verdadero acto vandálico, un acto incluso más complejo, más escandaloso y aterrador que la muerte de un simple funcionario público), niños salvajes atómico-existenciales con máscaras antigases cagando en medio de la calle en signo de protesta por la muerte de Amala y Kamala y limpiándose el culo con el Bardo-Thödol, el Tao-Te Ching, los Tipitaka, la Biblia (cristiana, hebrea y demás), la Epopeya de Gilgemesh, el Corán, la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Avesta, el Engishiki, las Doce Angas, Dios y el Estado, la Torah, el Popol Vuh, la Constitución de este país, los Cuarto Libros, el Bhagavad Gita, la colección completa del Veda, los Upanisads, las 95 Tesis luteranas, el Gurú Granth Sahib y toda esa metafísica aburrida y castrada, incluyendo los opúsculos de autoayuda de moda, todas las leyes vigentes y la bandera nacional (Nota: los niños salvajes son cuadrúpedos, telépatas, buenos lanzadores de granadas y sobre todo de ímpetu lúdico; prefieren las cerbatanas más que cualquier otra arma y especialmente no sienten miedo ni dolor pues nada ni nadie ha legislado sus corazones), desertores de la familia nuclear, mercenarios anabaptistas con antorchas dispuestos a quemar vivo al Cardenal y al clérigo entero, falansterios, practicantes clandestinos de Atemi Tong (técnica oriental de combate bastante sutil, capaz de mutilarte o matarte con apenas tocarte levemente partes vitales del cuerpo), insurrecionalistas sensoriales danzando batuque brasilero en la casa presidencial -patadas veloces estrellándose con etéreas cortinas de opio, al ritmo del birimbao-, sanguinarios rojinegros como una explosión de ébanos y rosas, una manada real de visceralistas delincuentes. Corre. Sabotea. Planifica con compañeros de vida la creación de túneles a varios metros del suelo para la movilización de armas y juegos pirotécnicos; reparte la Maldición contra el cristianismo de F. Nietzsche en las puertas de las iglesias, y nunca dudes en arruinar todo acto socialcristiano (si bien lo más sensato sería asesinar al vicario clavándole una pluma de paloma negra en la yugular de la conciencia).<br /><br />Ningún derecho/ningún deber.<br /><br />Y, por favor, en esta ocasión no vayas desnudo como un signo. Más bien, ve desnudo como si te hubiesen invitado a un Hadaka Matsuri de asesinos japoneses radicados ilegalmente en Holanda (Deus maria fecit, batavous terrae et moi le vin “Dios creó los mares, el holandés las tierras y yo el vino francés”).<br /><br />Mañana yo invito la iluminación.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-32785991167125848132009-09-20T20:57:00.000-07:002009-09-20T21:03:42.439-07:00Anarquía sin Anarquismo x Claudia V.<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz5ws0rgbIbPbXYqUX6_DDeyd7hyvyuTI1uq0nY70TNVTsWjgw3LST97pA7vnWg12dlHcaz8Qi8n30nSa9tozAVPoKnLe9kC9SWjZWQhom_q2jkB_zO0icX79PEL8HfI-oE1o3YU-jg4g/s1600-h/anarquia.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 312px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz5ws0rgbIbPbXYqUX6_DDeyd7hyvyuTI1uq0nY70TNVTsWjgw3LST97pA7vnWg12dlHcaz8Qi8n30nSa9tozAVPoKnLe9kC9SWjZWQhom_q2jkB_zO0icX79PEL8HfI-oE1o3YU-jg4g/s400/anarquia.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383766382409219906" /></a><br />A veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro.<br /><br /> - Julio Cortázar<br /><br />Al parecer hay una crisis mundial dentro del movimiento anarquista. Los simpatizantes arrojan al suelo la bandera negra con la convicción de no quedarse estancados en ideologías marginales, y se marchan al bosque a abrazar a los árboles, a hablar con los pájaros. Pero durante las últimas noches ha merodeado por mi cabeza una frase acaso perteneciente a algún ropavejero, filósofo desquiciado o vate: el anarquismo es un fracaso como sistema político, precisamente porque ni es sistema ni es político.<br /><br />Entonces desperté y una revelación secuestró mis sentidos: el anarquismo es una doctrina cualquiera, con sus análisis históricos, sociológicos y coyunturales; sus barbudos teóricos decimonónicos, citados una y otra vez hasta la saciedad; y los debates, discursos y demás formas de retórica. En cambio, la anarquía (en latín a, no, y arche, principio) es un estado trascendente de la Mente Divina.<br /><br />El fracaso del anarquismo estriba básicamente en que se reconoce como ideología política. Ahora bien, las ideas, al igual que la política, sólo existen para ser destruidas. Las primeras no me pertenecen hasta tanto no emerjan de mi voluntad creadora –henchida de un ánimo lúdico/destructor-; y la política es tan sólo una tesis de la Vieja Derecha Griega, el zoon politikón platónico que desesperadamente asume la condición gregaria como sinónimo de actitud política. ¿Usted ha visto un elefante –que es un animal de manada- yendo a un centro de votación, por ejemplo?<br /><br />Mi Anarquía Espiritual se desnuda y corre en busca de sí misma. Sé que hablar de espíritus puede traer algunas confusiones, como asociarlo al espiritualismo mercantilista de la Nueva Era o a las religiones monolíticas del miedo. Tampoco el espíritu a que hago mención proviene de las consideraciones fenomenológicas como las de Max Scheler (o sea, que únicamente los seres humanos poseen espíritu), sino a la fantasmagórica visión de Max Stirner (o sea, que vivimos en un mundo espectral).<br />La propiedad es una torta cubana<br /><br />Estamos rodeados de espíritus y cada uno de ellos responde a una causa egoísta, a sí mismos. Bastaría ojear la literatura anarquista para darse cuenta de que esta afirmación siempre ha existido en los planteamientos de sus teóricos, pero en un plano dialéctico y casi como asomo.<br /><br />Miguel Bakunin decía en uno de sus libros que el hombre se asemejaba a la naturaleza del león, que es un animal gregario y sin embargo cualquiera envidiaría la libertad de la que goza (a menos que haya sido encarcelado en un zoológico, acoto yo). Luego llegaba a la conclusión, a través de la anterior comparación, que los regímenes totalmente socialistas o totalmente individualistas se han hundido en el fango por no reconocer este nivel intermedio inherente. Errico Malatesta sostenía que el anarquista luchaba por su libertad, no por la de los otros, pero como la libertad de los otros se extiende junto a la de él, entonces su lucha contra toda forma de opresión resultaba legítima. Lo mismo sucede con Pedro Kropotkin. Cuando uno finaliza la lectura de La moral anarquista, todo se resume en que uno debe ser egoístamente altruista.<br /><br />Pero en el anarquismo todo permanece suspendido, aunque se debata una y otra vez, seguramente debido al mantenimiento de una noción paralítica del cambio. Para Pierre-Joseph Proudhon una revolución significaba simplemente cambiar del predicado un sujeto por otro, no eliminarlo. En otras palabras, se elimina a Dios, pero se mantiene la moral, o se elimina el Estado, pero se mantiene la estructura [1]. Nada sustancial cambia. La moral, que es la ley dentro de mí, permanecerá inmutable. De ahí el surgimiento de la frase: “No soy Yo quien vivo, es la Ley la que vive en mí”.<br /><br />En mi Yo Superior se halla la flama que sólo puede satisfacerse en el amor y la compasión, y no en la colección de Rolls Royce. Es posible creer que satisfago mi espíritu, cuando en realidad vivo una extrapolación del yo, como un símbolo que me posee. Podrá sonar embrollado, mas si ves tu entorno te percatarás de que todo es Espíritu. Si de algo mana palabra alguna, penetra ese “algo” al nombrarlo y hazlo tuyo mediante la poesía.<br /><br />Poesía y anarquía, siempre tomadas de la mano. Anarcopoesía: el reconocimiento de la digresión de mis sentidos, el dominio del símbolo o trasgresión de la palabra como Ta Yu (posesión de lo grande).<br /><br />Los anarquistas creen, en cambio, tanto como los filósofos, que pueden conseguir o tener la verdad empleando el lenguaje. Es sabido que éste proviene de la reproducción de impulsos nerviosos convertidos en fonemas y de allí surge la palabra hablada. De acuerdo con Friedrich Nietzsche, a la soberbia humana esto le fue suficiente para hablar de “verdades”, cuando ni siquiera ha visto la realidad con los ojos de una mosca [2].<br /><br />La verdad más profunda se halla en el corazón.<br /><br />Sin embargo, yo soy una mosca. No hay verdad más allá de mí mismo, pues Yeshua me señala el camino de mi sol interior. Derribo paredes, invento filosofías y bailo con tal belleza que puedo explorar más allá de lo que podría conocer el espionaje satelital. Como Siddharta, me introduzco en el cuerpo de un chacal muerto –veo ahora desde los ojos exánimes del animal, y me río-, siento cómo los coyotes me devoran; me vuelvo esqueleto, hueso, y luego polvo llevado por el viento. Mis palabras son el viento que irrumpe los intersticios del río, haciendo que las aguas se agiten hasta el florecimiento.<br /><br />Y no me hace falta argumentar, como a los anarquistas (antes que eso vivo). La diferencia es que ellos convencen; yo enamoro. De modo que deja el decoro y come un poco de torta cubana.<br />Ni Dios ni amo aunque amo a Dios<br /><br />¿Qué hacer para vivir desde la anarquía? Algo tan sedicioso como vivir. Aunque si en el choque ultrasónico material/espiritual alguien intenta arrebatar mi alcance cósmico, tendré que atacar con todo el impulso vital de mi ánimo lúdico, como burlarme de la raquítica A ceñida en círculo que pintan en sus banderas.<br /><br />Piensa en esto. Los anarquistas desdeñan el orden si es impuesto por unos pocos a las masas embrutecidas, pero adoran una estructura autogestionaria. En efecto, el problema en sí no es el número de gente que puede ordenarse por sí misma, sino el propio orden (“Cuando no hay orden, entonces no hay desorden porque hay Espontaneidad” – Osho).<br /><br />Entonces no soy ni burguesa ni proletaria, ni de izquierda ni de derecha, ni blanca ni negra. Señora, no soy el ángel de la muerte, sino la hija de la vida. Es decir, no lucho por algo, sólo me divierto. De resto, que los determinismos/reduccionismos sean lanzados al basurero de la Historia. Desde luego que un sabio intentará rebatirnos estas propuestas diciendo, por ejemplo, que un no-principio como la anarquía es un principio, ¿o acaso es una verdad decir que nada es verdad?<br /><br />No obstante, sólo en el plano de la lógica uno podría agachar la cabeza y encerrarse nuevamente en la alcoba, en virtud de tal razonamiento. Ahora bien, como el método y las categorías racionalizantes no se corresponden con la trascendente inmanencia del Tao, el “argumento” será reírse del sabio o hacerle el amor. Le coeur a ses raisons, que la raison ne connaît point [3] Podríamos, si queremos, suplir el no-principio por un reconocimiento mucho más seductor: la anarquía como caos, creación continuada, microorden espontáneo. O como el principio de Hesíodo: Caos/Nada, Geia/Tierra, Eros/Amor.<br /><br />¿En qué se diferencia un marxista que anhela la Dictadura del Proletariado de un anarquista desesperado por conseguir la Revolución Social? Tanto uno como otro responden a causas externas, ismos, extrapolaciones del yo, cada una con un matiz diferente, pero al fin y al cabo ambos dejan de sentir para satisfacer una causa que no es propia, precisamente porque no está conectada con su ser más profundo.<br /><br />Yo, como soy toda espíritu y a la vez toda corpórea, como mi anarquía es tan única como mis huellas dactilares, voy hacia lo visible y con su sombra creo invisibles formas de volar.<br /><br />Quizás llegue el día en que los anarquistas se percaten de que la utopía realizable, aquí y ahora, es una federación de misterio, un estado poético de crimen y exuberancia. Pero si aún persisten en su desgracia, nuestra poesía invadirá sus espíritus con fluidos de agitaciones evanescentes triángulo locura perro.<br /><br />Que nuestra causa esté basada en Nada.<br />Fiat lux<br /><br />[1] El Único y su propiedad, de M. Stirner [disponible en web]<br />[2] Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, F. N. [disponible en web]<br />[3] Frase de Pascal. En español: “El corazón tiene razones que la razón no conoce de ningún modo”.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-10415141729730094542009-09-20T20:41:00.000-07:002009-09-20T20:43:27.361-07:00Las teorías de la desescolarización. (Theories of non-schooling) x Mª Angustias Fernández García<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyeGdGElH3ni4j3QovHsbWecP0CCwbdX6itNPEVtEXGq0b8p_sKkJzfle2EqPKDCxSPCP2txc3Od3oXGr3vANlAfYv7GZyjc64BsZMYFOrdy81uIxuXb_E7j6aKrdkZp3QcHemHtkPOpk/s1600-h/BartAndSkinnerAni.gif"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 167px; height: 154px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyeGdGElH3ni4j3QovHsbWecP0CCwbdX6itNPEVtEXGq0b8p_sKkJzfle2EqPKDCxSPCP2txc3Od3oXGr3vANlAfYv7GZyjc64BsZMYFOrdy81uIxuXb_E7j6aKrdkZp3QcHemHtkPOpk/s400/BartAndSkinnerAni.gif" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383761054512213506" /></a><br /><br />http://doces.es/articulos/ver/las-teorias-de-la-desescolarizacion-.html<br /><br />Resumen<br />Las teorías de la desescolarización surgen como crítica al sistema educativo. Como<br />consecuencia apoyan, por un lado, la idea de sustituir la escuela por las alternativas<br />que las incipientes tecnologías audiovisuales ofrecían al campo de la formación, y<br />por otro, la desaparición de la institución escolar. Ofrecen enfoques y metodologías<br />de enseñanza diferentes a las tradicionales, fomentando el desarrollo personal, la<br />autonomía, la reflexión, la crítica, y la creatividad utilizando para ello el espacio más<br />cercano: su casa.<br />Abstract<br />Theories of non-schooling emerge as critical to the education system. As a result<br />supporters, on the one hand, the idea of replacing the alternative school in the<br />emerging audiovisual technologies offered to the field of training, and also the<br />disappearance of the school.Offer approaches and different methodologies to<br />traditional teaching, encouraging personal development, self-reflection, criticism and<br />creativity using the area nearest your home.<br />1. Introducción.<br />La década de los sesenta es el momento histórico en el que confluyen una serie de<br />corrientes, autores, pensadores y pedagogos que plantearon la desaparición de una<br />escuela ineficaz. Todos ellos, en su conjunto, recibieron la denominación de teorías<br />de la desescolarización, porque planteaban la desescolarización social clausurando<br />las escuelas.<br />Para comprender este movimiento necesariamente se ha de referir al contexto sociohistórico-<br />económico en el que surge. En esta etapa de optimismo y de cierta euforia<br />por los avances científicos se comienza a plantear que la institución educativa no<br />daba respuesta a esas demandas y que requería fuertes inversiones económicas<br />difícilmente sostenibles por los países. La escuela era criticada por obsoleta (una<br />institución que quedaba desfasada con el paso del tiempo), inadaptada (no cubría<br />las necesidades de la sociedad moderna), inútil (no enseñaba lo que requerían los<br />nuevos tiempos), lenta (tarda 20 años en formas nuevas generaciones), ineficaz (ya<br />que no asegura el éxito de su función formativa) e inviable, económicamente<br />hablando (la suma de los costes de los sistemas educativos es tan elevada que se<br />concebía tal inversión como ruinosa para los Estados y para la propia sociedad). En<br />consecuencia, ¿por qué mantener la institución escolar?. Es por todo esto que surge<br />el movimiento de crítica a los sistemas educativos que derivó en dos propuestas de<br />solución bien diferente:<br />1. Los movimientos de reforma educativos en los que aún nos encontramos y que<br />han sido una constante desde entonces. Se trata de reformular la escuela para<br />superar el desfase entre los sistemas educativos y la sociedad, mediante una<br />planificación detallada y fundamentada en análisis sociológicos, políticos y<br />económicos, buscando, en los sistemas reformados, las claves del progreso.<br />2. El movimiento de desescolarización, tema de este artículo, muy presente en la<br />sociedad actual, consistente en experiencias alternativas a la institución escolar<br />sustituyéndolas por la enseñanza en casa.<br />Entre las teorías <<desescolarizantes>> cabe distinguir diversos posicionamientos,<br />pues algunos autores, deslumbrados por la crítica escolar, optaron por alternativas<br />historicistas; otros plantearon perspectivas más globales y por último nos<br />detendremos en un modelo de desescolarización que ha tenido traducción en el<br />campo práctico, por lo que nos referimos en consecuencia a la desescolarización<br />real.<br />2. La crítica reformista.<br />El origen de la desescolarización está en la llamada “crítica reformista” previa al<br />movimiento y cuyo objeto era el estudio comparativo entre los sistemas educativos y<br />la sociedad. Se llegó a la conclusión de que la extensión de la escolaridad por sí<br />sola no sería suficiente para atender a las demandas cada vez mayores de la<br />sociedad y, en consecuencia, tampoco para resolver la crisis, pues los presupuestos<br />dedicados a enseñanza habían alcanzado un nivel tan alto que resultaba difícil, si no<br />imposible, un mayor incremento. Este análisis llevaba a pensar en la necesidad de<br />una reestructuración global de la educación.<br />Para resolver la crisis por la que estaba pasando la institución escolar se necesitaba<br />reformar, modernizar y readaptar los sistemas vigentes. Se consideraba necesario<br />desarrollar otras estrategias educativas no institucionales implicando a la familia y la<br />comunidad. Esto suponía aceptar que en la educación podía y debía intervenir otros<br />agentes educativos y otros espacios que no fuera únicamente el centro escolar.<br />La influencia de la “crítica reformista” fue tan importante que marcó la puesta en<br />marcha de nuevas estructuras, instituciones educativas, programas, métodos y<br />formas de pensar. Todo esto se tradujo en las denominadas “reformas” en las que<br />se introdujeron los sistemas educativos. La última en España fue la LOE.<br />3. Las teorías desescolarizantes.<br />Paralelamente en el tiempo, surge una crítica más radical que pretende tanto<br />suprimir la escuela, que abarca todas las instituciones escolares desde la educación<br />infantil a la universidad, como proponer estrategias para encontrar alternativas más<br />viables para solucionar los problemas que plantean las sociedades industriales<br />avanzadas. Las principales teorías desescolarizadoras son:<br />a. Teorías desescolarizantes tecnológicas.<br />Son las primeras que surgen y las que propulsan el movimiento de la<br />desescolarización. En esta ocasión haremos referencia a tres autores: Marshall<br />Macluhan, Iván Illich y Everett Reimer.<br />Macluhan, profesor de la Universidad de Toronto, fue el primero en criticar la escuela<br />y en promulgar la alternativa tecnológica en 1964. Este autor pretende que la<br />culturización de nuevo se realice fuera de la escuela, en la estructura social en<br />donde se encuentra el niño.<br />La posibilidad de ello estriba en la utilización y difusión de los medios audiovisuales.<br />La prensa, la revista, la televisión, la radio, superan la cantidad de información que<br />puede generar los profesores y las instituciones escolares, por lo que se trata de<br />generalizar estos medios y ponerlos al servicio de la formación cultural. Este autor<br />se basa en que lo que agrada al niño enseña de un modo más efectivo.<br />Ivan Illich propone dos tipos de soluciones: una de cariz tecnológico, ya que la<br />escuela se sustituiría por un banco de conocimientos donde todo el mundo podría<br />acceder. Esto se puede conseguir gracias a los medios audiovisuales. Junto con<br />estas instituciones Illich propone dotar a las familias de una renta educativa<br />inversamente proporcional a su nivel de riqueza y que esta podría ser consumida por<br />el sujeto a través de toda su vida y en función de sus necesidades de aprendizaje.<br />En definitiva Illich pretende suprimir la presión y coacción y estimular las opciones<br />voluntarias, que garanticen la formación permanente de los ciudadanos.<br />Por su parte, las alternativas que propone E. Reimer son parejas a las de los autores<br />anteriores, ya que también refrenda la necesidad de la tecnología educativa al ser<br />ésta capaz de acumular información sobre los objetivos y contenidos educativos y<br />ponerlos a disposición de los ciudadanos. Reimer piensa que los profesores se<br />podrían reconvertir en consultores para desarrollar más aún su función educativa y<br />formativa.<br />b. El modelo historicista de P. Goodman.<br />P. Goodman se fundamenta en los antiguos modelos educativos de Grecia, o de la<br />Edad Media. Pretende lograr que cualquier estudio o aprendizaje pueda conseguirse<br />mediante una situación en la que, apoyado por otros compañeros o maestros<br />orientadores, el estudiante pueda avanzar por sí mismo para que sea él el verdadero<br />protagonista de su aprendizaje.<br />Una de las principales diferencias con respecto a los otros autores es que Goodman<br />se preocupa fundamentalmente por el niño. Piensa que la escuela coarta la libertad<br />del niño y le imposibilita su adecuada construcción como persona, de ahí que se<br />preocupe de modificar la institución escolar.<br />c. Las alternativas globales.<br />Su nombre se deriva porque no se centra en una única crítica, ni alternativa sino que<br />engloba a toda la sociedad y pretende que ésta sea educativa y formativa.<br />Edgar Faure pretende una mundialización de la educación y una educación<br />permanente, requisitos que para él, la escuela no es apta para encargarse de ellos.<br />Todo individuo debe tener la posibilidad de aprender durante toda su vida, lo que<br />significa, fundamentalmente, democratizar la educación y universalizarla, al mismo<br />tiempo que desarrollar las múltiples variantes propias de la educación no formal.<br />Por su parte, el pedagogo sueco Torsten Husen, en diversas obras habla de la<br />sociedad educativa o de la sociedad del aprendizaje. Es importante en este autor el<br />concepto de reforma, ya que con él se refiere a los cambios en los sistemas<br />educativos que deben llegar al logro de una escuela democrática e idéntica para<br />todos, tecnológica, humanista y relacionada con el mundo productivo.<br />Para Husen la escuela debía ser el primer paso de la formación permanente que<br />luego debería desarrollarse en el mundo del trabajo, a cargo de las empresas o<br />fábricas.<br />4. La escuela en casa.<br />La escuela en casa o crecer sin escuela surge como alternativa al modelo de<br />educación tradicional. En este nuevo proceso se respeta los intereses, curiosidades,<br />necesidades, ritmos, decisiones, etc. del niño/a, donde la educación en valores<br />democráticos y el gusto por aprender acompañan dicho proceso. Se fomenta el<br />desarrollo personal, la autonomía, la reflexión, la crítica, la confianza en sí mismos y<br />la creatividad para resolver problemas según sus propios criterios y capacidades<br />para encontrar recursos, utilizando para ello el espacio más cercano: su casa.<br />Educar en casa o homeschooling es una opción pedagógica que cada vez cuenta<br />con más adeptos. Los métodos de enseñanza son muy diversos, cada familia tiene<br />la posibilidad de buscar la forma que más le sirva. Algunas familias siguen los libros<br />del colegio, otras dedican cuatro horas diarias al trabajo escolar, mientras que otras<br />no siguen ningún horario, sino que los padres se disponen a responder a las<br />preguntas que surgen espontáneamente de los niños y a ayudarles con sus<br />proyectos, sabiendo que se puede aprender de distintas formas. Para enseñar a los<br />hijos en casa no hay que ser maestro, ni tener estudios formales. Si es necesario<br />saber leer y hacer cálculos sencillos, además de saber dónde está la biblioteca más<br />cercana. Lo más importante en los padres es tener ganas de estar con sus hijos y<br />tener curiosidad por aprender cosas nuevas.<br />5. La educación en España.<br />En España existe un vacío legal respecto a la desescolarización, por lo que las<br />familias que no escolarizan se amparan en el Principio de Permisión, por el cual todo<br />aquello que no está expresamente prohibido, se considera permitido. Obviamente, el<br />ordenamiento jurídico no puede limitar la libertad de los ciudadanos si no lo hace de<br />manera expresa e inequívoca. Además, estas familias, se amparan en las siguientes<br />normas:<br /> Artículo 27 de la Constitución Española, que dice:<br />• Se reconoce la libertad de enseñanza.<br />• Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus<br />hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus<br />convicciones.<br /> Artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice:<br />• La instrucción elemental será obligatoria.<br />• Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá<br />de darse a sus hijos.<br /> Artículo 154 del Código civil, que recoge los deberes y facultades derivados de la<br />patria potestad y dice:<br />• Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una<br />formación integral.<br />Además, consideran que la Ley Orgánica de Educación de 2006, al introducir el<br />término “escolarización obligatoria” viola directamente estos tres artículos. Por tanto,<br />la realidad es que existe una gran inseguridad jurídica respecto a este tema en<br />España. A veces las familias son denunciadas; a veces, no. Cuando son<br />denunciadas, tampoco queda muy claro quién tiene las competencias para<br />determinar si lo que hacen es legítimo o si incumplen con sus obligaciones<br />familiares. A veces el tema pasa de Asuntos Sociales a la Fiscalía; de ahí, puede<br />archivarse el caso o puede llegarse a imputar a los padres un delito de abandono de<br />familia. Actualmente hay varias familias que se encuentran en esta situación. Para<br />que exista verdaderamente libertad de educación, es necesario que los padres<br />tengan el derecho a elegir otro tipo de escuela<br />: una Waldorf, un Montessori, un Pestalozzi, una escuela de Barbiana, un<br />Summerhill, una escuela a distancia o, mejor aún, lo que defiende Rothbard: la<br />escuela en casa o la no escuela.<br />6. La legalidad (o no) de la no escolarización en diferentes países.<br />El homeschooling está legalmente reconocido en casi todos los países europeos.<br />Hay unas 400 familias que, a pesar de la prohibición, no tienen a sus hijos<br />escolarizados y todas ellas tienen algún procedimiento judicial abierto. Incluso se<br />pidió la pena de cárcel para una joven de 15 años llamada Melissa Busekros que no<br />estaba escolarizada.<br />• Francia<br />El homeschooling es legal pero está fuertemente regulado y controlado; deben<br />seguir el currículum oficial y examinarse periódicamente. Además, existe la opción<br />de la educación a distancia.<br />• Holanda<br />Únicamente se permite, previa concesión de un permiso especial, por razones<br />religiosas o morales. Sin embargo, la interpretación de la ley se hace de un modo<br />restrictivo y el permiso se deniega en la mayoría de los casos. Si el niño ha estado<br />escolarizado, se prohíbe incluso la solicitud del permiso.<br />• Rumania<br />La educación en casa está prohibida como tal, pero existe la opción de darse de alta<br />ante la autoridad educativa como escuela privada.<br />• Reino Unido<br />La educación en casa es legal y no se exigen requisitos a menos que haya existido<br />escolarización previa. En este caso, los padres tienen obligación de poner en<br />conocimiento de la autoridad educativa su intención de desescolarizar.<br />• Italia<br />El decreto legislativo de abril de 1994 establece que "Los padres pueden asumir la<br />enseñanza (obligatoria) de sus hijos. Los padres que eligen esta opción han de<br />demostrar capacidad económica y técnica para asumir la enseñanza de sus hijos y<br />comunicarlo anualmente a la autoridad educativa competente.”<br />• Portugal<br />Aunque la ley permite la educación en casa, en el curso 2006/2007, tan sólo cuatro<br />niños de tres familias diferentes estaban siendo educados en casa. Los requisitos<br />son: realizar exámenes de equivalencia con una frecuencia bianual y, a partir del 9º<br />curso, realizar los exámenes nacionales de lengua portuguesa y de matemáticas.<br />7. Referencias bibliográficas.<br />a) Webs:<br />-http://www.geocities.com/crecersinescuela/bippan14.html<br />-http://www.mundolatino.org/textos/escmuert.htm<br />-http://www.ivanillich.org<br />-http://www.otrocampo.com/criticas/recreo.htm<br />-http://www.ivanillich.org.mx/Lidesind.htm<br />-http://tu.tv/videos/ale-ante-el-parlamento-vasco-1-de-5/ ( vídeo sobre ALE en el<br />parlamento Vasco)Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-74179597684487435592009-09-20T20:31:00.000-07:002009-09-20T20:33:19.682-07:00La desescolarización como activismo político x Camy Matthay (*)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8PERcMbqgcuQRRkiaUQ642xtu6xTgAVzbhDeryiiLMjDgVjqRBjDw0uFsSoM3jnD-0CltE9lbRENmHq9gvq43av5-4PSQoWmkPaLhgwRCaOwFU33h_FO7f57jtzRZ-z3yx0xQgvgFydA/s1600-h/odio+a+la+escuela.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 224px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8PERcMbqgcuQRRkiaUQ642xtu6xTgAVzbhDeryiiLMjDgVjqRBjDw0uFsSoM3jnD-0CltE9lbRENmHq9gvq43av5-4PSQoWmkPaLhgwRCaOwFU33h_FO7f57jtzRZ-z3yx0xQgvgFydA/s400/odio+a+la+escuela.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383758505072117410" /></a><br />"Goce y deleite, un credo simple para la infancia" Wordsworth<br /><br />Los padres desescolarizan a sus hijos en América por muchas razones, pero el principal motivo es generalmente el de protegerlos contra un entorno que ven incapaz de llenar sus convicciones sobre cómo los niños deberían crecer y ser educados. En general, los padres "de derechas" desescolarizan a sus hijos para protegerles de ideas y valores que entran en conflicto con sus creencias religiosas, mientras que los padres "de izquierdas" que desescolarizan a sus hijos lo hacen motivados por el deseo de proteger a sus hijos de un entorno que ven como incompatible con su vida creativa.<br /><br />Yo me encuentro a la extrema izquierda del espectro ideológico; esperar que mis hijos gasten las mejores horas de su infancia en un relativo retiro de la vida, habría sido la peor forma de hipocresía de mi código de valores. Además, dado que desde mi propia experiencia la escuela había reprimido mi pensamiento y falsamente inflado mi ego, era imposible para mi pretender que mis propios hijos, incluso si se clasificaban entre los mejores, pudieran sobrevivir a la experiencia escolarizadora éticamente inmunes.<br /><br />Más allá de mi cautela sobre la estatalización de la infancia, el estilo de educación que había adoptado (desde el nacimiento de mi primer hijo) predecía una ruptura radical en línea con los lazos y obligaciones a los que me sentía vinculada. Había gastado años tratando de honrar el trabajo maternal en una sociedad que esperaba de las mujeres que hicieran del ganar dinero la máxima prioridad. Aunque otros trataban de convencerme de las virtudes de enviar a mis hijos a la escuela y "cambiar de vida", pero yo estaba encantada con la vida que tenía. Me gustaba estar con mis hijos; se<br />clasificaban entre los más entretenidos y -en los cinco años que habíamos compartido hasta la fecha- fueron los mejores maestros que tuve; me convencieron a través de su incesante deseo de saber más, de explorar más, de querer más complejidad, de que ninguna forma de oscurantismo y confinamiento haría que su compromiso en el mundo no fuera creciendo de forma cada vez más sofisticada. No podía sentirme satisfecha "delegando" la tarea de criarles y educarles hacia gente que no conocía.<br /><br />Según pasaban los años, y tantas de mis presunciones sobre el aprendizaje fueron derrumbándose una a una, me alegró profundamente que no me hubiera sumergido en la ilusión de la escuela como una gran institución de carácter benigno. Separada de una de las ideas más preconcebidas en la vida de las familias americanas, me di cuenta de que las escuelas no podían ser sensibles a los diversos estilos de aprendizaje que los niños desarrollan, ni ser realmente sensibles a las diferencias en el desarrollo que existe entre niños de una edad dada. Vi como las escuelas dañan a los niños mediante la estratificación en estrechas clases por niveles, animándolos a que compitan unos con otros, obligándoles a realizar (a menudo pesadas) tareas, comparando sus logros según estándares externos, recompensando a "los mejores y más brillantes", y denigrando al resto. En definitiva, procesos que antes parecían normales e inevitables ahora me parecían inhumanos y absurdos.<br /><br />Desde mi propia experiencia en la escuela sabía de que forma estaba limitada la simpatía de los profesores por la gran cantidad de habilidad y talento que existe en los niños. Vi como la forma que mis propios hijos daban a sus intereses académicos, superpuesto contra el típico currículo escolar de las "seis áreas principales", podría llegar a parecer menos que cuidados y limpios hexágonos, realmente unas formas de pulpos con tentáculos de varios tamaños; sus habilidades e investigaciones sobre el mundo eran así de únicas. Teniendo en cuenta la relativa libertad con la que mis hijos podían dar forma y estructurar sus propias vidas, comprendí lo que John Holt, autor de "How Children Fail", quería decir cuando escribió que las escuelas eran lugares tristes para los niños; que los niños se merecían mucho más puesto que por naturaleza eran muy curiosos, tan deseosos de participar en la vida social de un lugar dado, y tan abiertos a la bondad.<br /><br />Además, me di cuenta de que pese a que el propósito formal de las escuelas -públicas o privadas- es educar, como instituciones, su propósito primordial es, sencillamente, mantenerse en el negocio. De esta forma, inmensos recursos que de otra forma podrían haber sido usados para actividades sociales más valiosas, fueron desviados para apoyar toda la infraestructura burocrática. Un corolario de esto es que los profesores, especialmente, aquellos de escuelas públicas, no pueden ser ni la mitad de creativos de lo que les gustaría puesto que su seguridad laboral descansa en su propia conformidad con los estrechos métodos prescritos sobre instrucción y sobre estándares que deben ser alcanzados según dictados de políticas estatales.<br /><br />Una de las cosas más difíciles de entender para la gente común es que si a los niños no se les manipula contra su voluntad, sino que se les apoya con recursos que desarrollan sus necesidades declaradas, raramente su deseo de alcanzar determinado grado de competencia va a fallarles. Y esto sin hacer la menor alusión a los extraordinarios logros alcanzados por los niños que son animados a experimentar y desviarse, y que son libres de utilizar a toda la comunidad como un recurso para el aprendizaje.<br /><br />Los niños, como cualquier padre sabe, son insaciablemente curiosos cuando no se sienten reprimidos por ello. Pueden ser tan francos y deseosos por captar información que llegan a ser fatigantes. Este tipo de deseo y energía es inagotable; como único fuerza motivadora, puede llenar toda una vida de preguntas. Solo esta observación pudiera ser suficiente para convencernos que los niños no necesitan "maestros" o escuelas. Para aquellos de nosotros que gastamos años en la escuela esperando a que nos enseñaran el currículo "estándar" por medio de individuos convenientemente "certificados", esto es una idea muy difícil de intuir. Sin embargo, cuando escudriñamos a través de nuestra propia experiencia, nos damos cuenta de que el aprendizaje es independiente de la enseñanza. Tal y como Peter Elbow escribió en "Writing Without Teachers", desde que los "estudiantes pueden aprender sin profesores aunque los profesores no pueden enseñar sin estudiantes, la principal dependencia no es de los estudiantes sobre los profesores, sino de los profesores sobre los estudiantes". Lo contrario parece ser cierto solo cuando hemos llegado a aceptar inconscientemente que las funciones de enseñanza están concentradas en una clase de especialistas profesionales capaces de hacer su trabajo solo en lugares especializados.<br /><br />Antes de los años 1830, por ejemplo, antes de que se estableciera la escolarización pública, los niños eran educados por sus padres, por sus vecinos, en sus comunidades; la "función" de enseñante estaba distribuida por toda la comunidad. A ningún padre se le hubiera ocurrido cuestionar su propia habilidad para ayudar a sus hijos a hacerse miembros útiles de la sociedad; la vida estaba llena de trabajo necesario, y los niños eran bienvenidos, sino incluso se esperaba de ellos que observaran, que escucharan y que participaran de lleno en tanto que podían trabajar en el trabajo que veían a su alrededor. En esa época de la historia, en las comunidades vitales que existían, pocos padres hubieran dudado de su habilidad para ayudar a sus propios hijos a alcanzar metas.<br /><br />Hoy en dia, la respuesta más frecuente que oigo de padres que se plantean la idea de desescolarizar a sus hijos es que "no podría hacerlo", e incluso, "jamás seré capaz". Esta falta de auto-confianza sugiere muchas cosas malas, pero en su forma más general y ubicua, creo que revela hasta qué punto las escuelas han cumplido su misión de subyugar a las masas a las que pretenden "educar". Cualquiera que sea la razón, esta declarada incapacidad para tomar responsabilidades . También sugiere hasta qué punto los padres han renunciado a su independencia y su autonomía familiar para delegarlo en individuos "mejores" que ellos mismos; también sugiere de qué forma los padres confían las funciones de canguros a las escuelas; los niños son cuidados allí mientras sus padres trabajan para proveerse de todas las necesidades familiares de protección, abrigo, sustento, y el pago de todas las facturas necesarias para alcanzar una determinada posición social en la sociedad.<br /><br />Las escuelas, consideradas como lugares que habitualmente juzgan y estratifican a los seres humanos, han jugado un rol significativo en el cultivo de la sumisión a principios autoritarios y jerarquizantes. Una crítica rotunda y sin ironías diría que las escuelas jamás fueron pensadas para educar y formar a un cuerpo políticamente activo de ciudadanos, sino para inculcar hábitos de obediencia y puntualidad dentro del orden industrial emergente; que los arquitectos del sistema educativo americano tenían una preocupación obsesiva por la productividad industrial y el orden social, y que las escuelas fueron diseñadas para crear una masa laboral absolutamente obediente. John Taylor Gatto, autor de "Dumbing us Down", lo resumió de esta forma: "las escuelas enseñan exactamente lo que se diseñó para lo que fueron creadas y lo hacen muy bien: cómo ser un buen egipcio y permanecer en tu puesto de la pirámide."<br /><br />¿Necesitamos escuelas? No. Los niños al menos no. Mejor dicho, ocurre justamente lo contrario. La cuestión más pertinente que sigue latente desde hace ciento setenta años es: ¿quien necesita escuelas?. Bueno, está claro quien va a perder su puesto si los niños dejan de ir a la escuela. Profesores, administradores y corporaciones que proveen de materiales y servicios que nunca se llegarían a comprar fuera de las escuelas, como libros de texto y esos menús escolares tan "nutritivos". Actualmente los profesores, al menos los mejores, no necesitan más la escuela que lo que lo necesitan los niños. Sin embargo, mientras que ser profesor suponga suplantar a los padres o a la guardería, las comunidades necesitarán a los profesores puesto que muchos padres no están particularmente interesados en una vida con hijos. Necesitamos desesperadamente profesores que entiendan que cuidar a los niños, fomentar su crecimiento, y hacerlos socialmente aceptables es una labor de conciencia.<br /><br />Si enseñar significa "impartir conocimientos o habilidades específicas", pero no una "instrucción sistemática" (definición de educación del diccionario Webster), también pienso que los profesores pueden ser útiles, incluso críticos, pero solo en un contexto donde el estudiante inicia la relación y tiene control sobre la amplitud y la duración de ese compromiso. Este tipo de relación sería muy diferente de la asimetría autoritaria que se encuentra en las escuelas; los profesores en la escuela tienen el derecho a mandar y, correlativamente, el derecho a ser obedecidos.<br /><br />Una relación donde los estudiantes contraten libremente a sus propios tutores y hagan sus propios planes de estudio sería algo diferente. La antigüedad del tutor no podría volverse en arrogancia o abuso sin que supusiera una multa. A pesar del grado de conocimiento que el presunto tutor pueda tener en su respectivo campo de conocimiento, si su talento no está compensado con amabilidad y respeto, su rol instructivo se convertiría en algo más escabroso; los estudiantes que están desilusionados podrían volver su atención hacia otro sitio.<br /><br />En mi opinión, esta es la única relación educativa posible. Sería un gran logro que los propios alumnos estuvieran tan impresionados por su trabajo que desearan no perder guía y apoyo de su parte. En una comunidad donde este tipo de relaciones son tan valoradas, la calidad de la enseñanza y del maestro estarían en continua mejora a través de la auto-corrección. Se deberían otorgar honores a los profesores que fueran requeridos de ayuda e instrucción, y que los malos profesores fueran marginados hacia el olvido.<br /><br />¿Pero que pasa con los buenos profesores que hay en las escuelas?. ¿Y qué hay de las escuelas?. De nuevo, los que desescolarizamos no nos damos cuenta del hecho de que miles de personas cariñosas trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y administradores. Sin embargo, creemos que la lógica abstracta de las escuelas y las instituciones y, especialmente, de las escuelas como instituciones al servicio del estado (ahora redefinidas para adaptarse a las necesidades de sus patrocinadores corporativos) sobrepasa las contribuciones que cualquier individuo pueda hacer para ayudar a los niños para dirigir sus propias vidas con dignidad e integridad. Las escuelas públicas no pueden hacer esto porque los criterios de objetivos cuantitativos y las exigencias de una clase de "copistas" de, por ejemplo, veinticinco alumnos enseguida requiere<br />medidas de subyugación de estudiantes. Aunque se suele creer que las escuelas privadas mejoran en mucho estos detalles, realmente, raramente lo hacen. Detrás de su fachada elitista, ideologías variadas, e incluso con un currículo centrado en el alumno, las escuelas privadas no son inmunes a los peores defectos de las escuelas públicas: el intento de dirigir y restringir las vidas de los niños.<br /><br />Como ya lo expresara Grace Llewellyn en su libro "The Teenage Liberation Handbook", "la abrumadora realidad de las escuelas es el CONTROL". Puesto que las escuelas controlan a los niños mediante el establecimiento de estándares para que sean o no sean superados, y como escribió John Taylor Gatto, "mediante la apropiación del cincuenta por ciento del tiempo total del joven, mediante su enclaustramiento con otros jóvenes de su misma edad, mediante el toque de sirenas para empezar y terminar el trabajo, mediante los requerimientos para que piensen lo mismo a la misma hora de la misma manera, mediante su graduación como graduamos a los vegetales por su grado de maduración y otras tantas estupideces". De esta forma los padres acaban descubriendo que un lento y orgánico proceso de auto-conciencia, auto-descubrimiento y cooperación es lo que se necesita para que cualquiera crezca y se desarrolle con toda su humanidad intacta.<br /><br />En fechas tan tempranas como 1839, Orestes Browson, uno de los más agudos críticos del sistema escolar, escribió que aquellos en favor de la institucionalización de los niños habían olvidado que los niños eran "mejor educados en las calles, por la influencia de sus cercanos, en los campos y las laderas, por la influencia del paisaje que les rodeaba y los cielos eclipsados ... por el amor y el respeto, o la cólera y las inquietudes de sus padres, por las pasiones afectos que veían manifestarse, las conversaciones que escuchaban, y sobre todo por el interés general, hábitos, y tono moral de la comunidad". Las escuelas quitaron el potencial de los barrios y comunidades de ser, como siempre lo habían sido, las mejores escuelas para la vida cívica y reforzaron la más detestable característica de las sociedades clasistas, la separación del aprendizaje de las experiencias vitales.<br /><br />Bajo el pretexto de ofrecer a los padres un servicio, que los padres están a menudo obligados a aceptar-a veces hasta a punta de pistola-, las escuelas debilitaron a las familias y reemplazaron gran parte del "placer y libertad" de los niños por una clase. El sistema, de esta forma, proveyó una justificación para la gravar fiscalmente a sus ciudadanos y un mecanismo para fabricar conformidad a las necesidades del orden industrial emergente. Ignorantes de la historia de la resistencia a su implantación que supusieron sus primeros años de extensión como sistema obligatorio, la mayoría de los padres de hoy están agradecidos por este servicio prestado que disminuye su riqueza y libertad. Este proceso ejemplifica el significado de lo que Noam Chomsky llamó "la creación de ilusiones necesarias"; en este caso, la indignación histórica de los padres contra la escuela obligatoria se transmutó hacia una valoración de los "expertos" que saben mejor.<br /><br />Si las escuelas no hubieran hecho nada más daño que quitar tiempo y libertad a los niños que de otra forma hubieran tenido que utilizar a toda la comunidad como una fuente de aprendizaje, ya sería suficientemente depresivo. Pero es que, además, mediante la imposición de estándares contra el que progreso de los niños es medido, las escuelas perjudican la auto-estima de los niños -y no solo de aquellos que no encajan con su modelo de desarrollo, sino a todos los niños ya sean calificados como que "progresan" o "no progresan" adecuadamente. Las escuelas ridiculizan la ideología igualitaria y causan más daño a la dignidad de los niños cuando se les requiere que compitan para su promoción, recompensas y puestos de privilegio en el podio de seres "superiores".<br /><br />John Holt, considerado por muchos como el padre del movimiento "crecer sin escuela", subrayó el efecto nocivo de los test de medida sobre los niños cuando escribió, "pienso que la única manera en que los niños, o quizás cualquiera que tenga un mínimo sentido de la dignidad, competencia, valor, y auto-estima es teniendo éxito dentro de sus propios varemos para su propia satisfacción personal, no la de ningún otro, en tareas que él mismo ha elegido. No se sentirán así aprendiendo a saltar por el aro que cada vez sostenemos más alto...Sol cuando eligen una tarea y la culminan para su propia satisfacción que consiguen este sentido de crecimiento y desarrollo".<br /><br />Mientras que las escuelas remiten y crean dependencia respecto a estándares externos (cada vez más influenciados por el poder de las corporaciones), los que desescolarizadores pretenden fomentar la auto-confianza intelectual. Mientras que las escuelas miden a los niños y encierran su pensamiento hacia una uniformidad dada, los desescolarizadores alientan a los niños a medir sus propios progresos y crearse su propia mentalidad en un contexto de un mundo complejo de opiniones encontradas, ofuscaciones y muchas otras historias.<br /><br />Más allá de la pregunta de qué hacen las escuelas a los niños, necesitamos hacernos la pregunta de qué es lo que las escuelas hacen por los niños. Las escuelas, como se suele decir, proporcionan a los chicos las oportunidades para progresar en la vida. Esto es cierto. Las escuelas funcionan como "escenario" donde los niños son deslumbrados de varias formas por la "promesa" de una ideología meritocrática y así se les enseña a competir por una "vida fácil". Las escuelas separan a los niños superiores de los inferiores, cuyos fracasos, obviamente, no son responsabilidad del sistema, puesto que a los perdedores, después de todo, se les da las mismas oportunidades para tener éxito. De esta forma las escuelas juegan su rol en la sociedad americana como un sistema de reclutamiento de élites aparentemente justo y democrático.<br /><br />El sistema, sin embargo, es meritocrático y es, de hecho, una parodia de la democracia, puesto que la igualdad de oportunidades de progreso que ofrece la meritocracia en la teoría son (como todos saben) desiguales. La noción que la educación pública y superior es una eficiente e igualitaria cinta transportadora para las ambiciones conlleva un malentendido fundamental. Cualquiera que eche una ojeada a la historia de la educación obligatoria en América no puede dudar de que las escuelas han traicionado aspiraciones mas a menudo que verlas cumplidas o realizadas. Lejos de aumentar la capacidad del pueblo para ejercer su ciudadanía, alentar la participación ciudadana en los asuntos públicos, y "democratizar<br />la inteligencia", el sistema meritocrático educacional simplemente promueve una forma de reclutamiento de las élites desde una base más amplia mientras que abandona al resto de su capacidad de disenso o imaginación minando su auto-estima. Aquellos que se quedan atrás en el sistema llegan a creer que los problemas que afrontan son el resultado de sus propios fracasos que deberán afrontar en vez de identificar la situación como una consecuencia de un fallo del sistema de una sociedad estructurada en la supremacía y la sumisión.<br /><br />El proceso de reclutamiento selectivo en las escuelas es una de las mejores estrategias de auto-defensa de las élites dirigentes puesto que priva de los mejores talentos de las clases bajas y les aparta de su potencial liderazgo. Además, como Christopher Lash ya señaló en "La Rebelión de las Elites", la meritocracia consigue el efecto de hacer que las nuevas élites se sientan más arrogantes y seguras permitiéndolas mantener la ficción de que las posiciones conseguidas en los escalones más altos de la sociedad descansan exclusivamente en sus propio talento y diligencia. Elevados en la arrogancia de pensarse que se han hecho a si mismos, estas nuevas élites tienen poca conciencia de lo que otros han sacrificado en su lugar. Tienden a guardar las apariencias respecto las obligaciones ancestrales y cívicas y funcionan como si el orden social que los soporta por debajo no tuviera existencia real o relación con sus vidas. Finalmente, tienen toda la riqueza para convencerse a si mismos de que es así.<br /><br />Precisamente porque se sienten a gusto en su ignorancia, las nuevas élites mantienen la distancia respecto a las injusticias y tienden a ejercer el poder que ostentan de forman irresponsable y sin condescendencias. "Su falta de gratitud," escribió Lasch, "descalifica a las élites meritocráticas de sus obligaciones de líderes ya que están menos interesados en el liderazgo que en escapar del común - que es la definición más ajustada de lo que supone el éxito meritocrático".<br /><br />Además, resulta que los métodos utilizados por el establishment para seleccionar a los "valiosos" y promocionar el sistema meritocrático simplemente sirve para reforzar la actual distribución de riqueza y poder. Allan Hanson, por ejemplo en "Testing Testing: Social Consequences of the Examined Life", estableció que "los tests de inteligencia han sido diseñados en parte para promover la igualdad de oportunidades, pero resulta que lo que los test miden correlaciona perfectamente con los ingresos medios familiares". Es decir, que los test que se utilizan en las escuelas para identificar a los mejores y más brillantes están orientados en favor de los niños ricos.<br /><br />Ya sea porque nuestra social aun está estructurada en privilegios hereditarios o en principios meritocráticos es una cuestión menor porque en ambos casos se concentra el poder y los privilegios en una pequeña clase especializada. Aunque muchos Americanos se quedan satisfechos atacando a los antiguos privilegios de poder, "la aristocracia del talento" que ha emergido en el último siglo ha demostrado ser mucho más despiadados que sus antecesores quienes al menos estaban familiarizados con la tradición de "nobleza obliga". Estas élites, móviles y cada vez más globalizadas en general, rechazan estar ligadas a una nación o comunidad y están aisladas en su poder y riquezas que no sienten necesidad de preocuparse de lo que ocurre en cualquier lugar concreto. "Uno no piensa en superarse haciéndose más bueno en lo que uno sabe hacer o asumiendo alguna responsabilidad en las condiciones de su entorno", escribió Wendell Berry en "The Unsettling of America", "sino que uno piensa en mejorar...ascendiendo a un lugar de mayor consideración en la escala social".<br /><br />La adquisición y la ostentación son las fuerzas motoras de los meritócratas, su última tendencia, la zanahoria cultural de la vida americana. De ahí que la creciente confluencia entre corporaciones y escuelas sea tan peligrosa. En la embestida de fuerzas que promocionan el deseo material, los niños, siempre tan vulnerables e impresionables tienen todo que perder y las poderosas corporaciones tienen todo que ganar colonizando las mentes de sus futuros consumidores. Mientras que el orden industrial emergente requirió una clase trabajadora obediente, la supervivencia del orden corporativo requiere una clase consumista obediente.<br /><br />Las escuelas siempre han apoyado sociedades basadas en la jerarquía, el privilegio y el poder. En América, toda la noción de "movilidad social a través de la educación" es engañosa; es aquí donde la conciencia revolucionaria ha hundido sus raíces en la presunción del ascenso social, como la verdadera meta del "Sueño Americano". Cuando la ambición ya no busca ser competente, cuando ascender aparece como la única cosa por la que vale la pena luchar, uno acaba más fácilmente encadenado a la creencia de que el dinero es el objetivo más adecuado en una vida de trabajo, más que trabajar para redefinir el concepto de "Sueño Americano" o para luchar contra las injusticias y la jerarquía de privilegios y poder en América.<br /><br />La mayor parte de los Americanos son tan ignorantes sobre su propia historia, que no saben, escribió Lasch, "que la promesa de vida americana que se identificó con la movilidad social solo tuvo lugar cuando las interpretaciones más optimistas sobre las oportunidades para todos habían empezado a desvanecerse." Hoy, los americanos están tan marginados, o están tan imbuidos por la economía dirigida hacia el consumo compulsivo, que son incapaces de ver como son manipulados por un sistema que valora el dinero sobre la humanidad, el poder sobre la verdad, y la obediencia sobre la creatividad. La saturación de esta generalizada epidemia de ceguera social es fácilmente resaltable por el hecho de que los que luchan en favor de los nuevos movimientos sociales (por ejemplo, feminismo, derechos para gays) pretenden su inclusión en la estructura social dominante más que una transformación revolucionaria de las relaciones sociales. En vez de desarrollar nuevos patrones para nuestra vida cotidiana, la gente lucha para alcanzar los mismos derechos y cuotas que los que están en el poder; en vez de tratar de cambiar la sociedad desde dentro, los activistas ponen todo su esfuerzo en llamar a la puerta del reino de los poderosos. Sería interesante conocer cuales eran esas "más esperanzadoras interpretaciones de oportunidad" que perdimos, o que nos fueron robadas hace ciento setenta años por el establishment educacional.<br /><br />No todo el mundo parece darse cuenta de que lo que la historia pretende enseñarnos es lo que es humano y lo que los humanos somos capaces de hacer. No todo el mundo tendrá la energía para deconstruir lo que es falso en sus vidas, para construir visiones diferentes del orden social. Estoy segura de que cuanto más ha sido uno escolarizado más difícil es descubrir o darse respuestas a estas cuestiones, principalmente debido a la creciente conjunción de intereses entre el mundo académico y la política estatal, que funciona dejando a sus intelectuales en su rol de comisarios de la cultura y la sociedad. Tal y como Noam Chomsky señaló en "Manufacturing Consent", el establishment intelectual funciona como un asistente adjunto de las élites directivas, siempre estarán sujetas a los mayores niveles de adoctrinamiento.<br /><br />Teniendo en cuenta lo que la filósofa social Hannah Arendt escribió una vez, que "el propósito de la educación totalitaria nunca ha sido el de inculcar convicciones sino el de destruir la capacidad de formarse una cualquiera". Yo añadiría que las escuelas son uno de los más opresivos mecanismos de la sociedad americana, un "cerebro industrial" cuyo mayor logro ha sido el de ayudar a fracasar la conciencia social y la imaginación.<br /><br />Para entender este mundo y sus injusticias, es necesario distanciarse de los instrumentos (televisión, por ejemplo) y de los<br />lugares de adoctrinamiento. Cuando te aíslas de los medios de comunicación controlados por las corporaciones, de las escuelas estatales y de las corrientes culturales al uso, cuando el mundo está por fuera de la puerta y tu familia está dentro, muchas puertas hacia otras percepciones se abren. Cuando el centro de tu vida se revuelve hacia ti mismo como lo más importante y tus hijos como valiosos por si mismos, entonces está claro que las oportunidades que la escuela proporciona solo sirven para el propio interés del Imperio Americano que se va a estrellar en su carrera hacia el futuro.<br /><br />Visto desde fuera de las escuelas, uno puede reconocer la naturaleza antidemocrática y de explotación del sistema meritocrático educacional y darse cuenta de la absurdidad que suponen los esfuerzos para unir la ideología igualitaria con las estructuras jerárquicas. Es fácilmente observable que la promesa de "oportunidades" es una mentira construida sobre una visión absolutamente ñoña sobre lo que es la humanidad y las convicciones vitales. Uno puede llegar a soñar con un tipo de sociedad como la que tenía en mente R.H.Tawney cuando escribió en "Equality" que "las oportunidades de ascenso no son un buen fundamento para una civilización" y que "la dignidad y la cultura" son necesarias para todos, "ya se suba o no". Uno llega fácilmente a darse cuenta de que las claves para construir una sociedad justa no se pueden encontrar cerca de los centros de poder e influencia.<br /><br />Tengo que reconocer, no obstante, que todos estamos involucrados en un punto concreto de una sociedad dada, espero que mis hijos entiendan mi disenso respecto a las corriente cultural dominante. Si fuera capaz de inculcar en ellos objetividad sobre la "tormenta" de falsas esperanzas que produce nuestra sociedad, creo que su capacidad para pensar y creer en si mismos no estará tan castrada como la mía durante mis años de permanencia en la escuela. Mi mayor anhelo es que mis hijos conserven la mente preclara, que guíen sus vidas de forma respetuosa hacia los demás, y que comprendan el valor de trabajar para crear comunidades auto-centradas y auto-gobernadas. Me gustaría que fueran más útiles que importantes en la sociedad y que valoraran la verdadera felicidad, que no se puede comprar en los grandes almacenes. Quiero que sean capaces de discernir y actuar consecuentemente hacia la justicia y la verdad.<br /> <br /><br />(*) Camy Matthay es escritora y madre involucrada en el movimiento desescolarizador. Vive en Brooklyn, Wisconsin.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-6526760974696246732009-09-20T20:01:00.000-07:002009-09-20T23:17:08.573-07:00The School Stopper's Textbook A Guide To Disruptive Revolutionary Tactics for High-Schoolers x unknown members of the Youth International PartyNOTA DE EL HEDOhttp://www.blogger.com/post-create.g?blogID=6908822079842090103NISTA: KE BEUN TEXTO. OJALA SE LO PUDIERA TRADUCIR. UN GRAN TEXTO DE LOS YIPPIES<br /><br />The School Stopper's Textbook<br />A Guide To Disruptive Revolutionary Tactics for High-Schoolers<br /><br />Written by unknown members of the Youth International Party (The Yippies)<br /><br />Liberate your life -- smash your school! The public schools are slowly killing every kid in them, stifling their creativity and individuality making them into non-persons. If you are a victim of this, one of the things you can do is fight back.<br /><br />This is not written for people who are not yet sure whether school is good or bad. It is written for students that realize the way that compulsory education and grades destroy the natural curiosity so many children feel ... who realize how the tracking system keeps the poor people and minorities in our society on the bottom while keeping the rich and powerful on the top ... who realize the danger of teaching complete obedience to authority and who are fed up with the racism and sexism in schools. It is written for students who have 'gone through channels' trying to correct these problems and who are tired of helplessly waiting while the schools destroy more and more minds each day. It is written for young people who realize that because they are trapped in school they don't have a chance to learn what they need to know to create a free and good life.<br /><br />Before trying any of the ideas in here you should think about the effect they will have in view of the situation in your particular area. Not all of them will be effective at all times in all areas. If you think of other ideas please send them to us so we can print them in future editions.<br /><br />The following section is reprinted from the 'School Stoppers Textbook', a small section of the 'How to Revolt Handbook', the fourth book of.... 'The Blacklisted News'. OK here we go . . . 102 ways to trash your school.<br /><br />--------------- WHAT YOU CAN DO ---------------<br /><br />1. Get a syringe (minus needle) or similar device. Mix both tubes of epoxy glue with a little rubbing alcohol. You now have about half an hour to fill locks, door jams, etc. before glue hardens. If you can't get the epoxy glue and syringe a tube of airplane cement can also be used although it is not as permanent.<br /><br />2. An alternative use for the syringe is to pretend to shoot up while a teacher is watching. If they speak to you tell them you have to do it because school is so horrible.<br /><br />3. Call the school and leave the phone off the hook. The way some (but not all) phone systems work this will tie up their phone for as long as yours is off the hook. Great when you are pissed at a teacher.<br /><br />4. Go on strike. Say school is 12 years of brainwashing without pay. Parade around for a week or so until you get your demands.<br /><br />5. Draw or paste something 'obscene' on pull-down wall-maps or movie screens.<br /><br />6. Get some of the punch cards that your school uses for taking attendance. Punch new holes in them either with a keypunch machine or a screwdriver. Then switch the cards with others wherever they are stored. If you can figure out the code the cards are punched by this has even more possibilities. You can often be just as effective without actually re-punching the cards by redistributing them a few days after you collect them (particularly when they're used for attendance).<br /><br />7. Start an information service to get new students opinions and warnings about the teachers and administrators before enrollment day. Get a bunch of friends together and make a newsletter for all the kids that are first coming in to the school. Like tell about the dick teachers and such. Tell about how to cause carnage. Example: Get a 10th grade group and write one of the 9th graders.<br /><br />8. Bad food? A good old food riot does the trick!<br /><br />9. In gym class or in hallways between classes, conduct massive searches for 'lost' contacts and rings, etc. Anything small as hell! A good one for contacts is to start yelling all of a sudden while the halls are full. Scream "Don’t move!! I lost my contact!!" Get EVERYBODY to look for it. Have massive searches for 'lost' contact lenses telling people not to walk through the hall or 'you might step on it'.<br /><br />10. If your school has a dress code, which most do, do something that doesn’t violate it, but pisses off teachers. Like, I found a loophole. You cannot color your hair with wash-off color, but you can permanently!! Just get a dark color and when the teacher starts bitching, say its permanent, and the teacher can't do anything!! They wont very-well kick you out for hair color!!<br /><br />11. Free all the animals in the biology classroom!<br /><br />12. Write a 'consumer report' on the 'education' you've been consuming. Then hand them out at faculty and parent/teacher associations!<br /><br />13. Start BIG rumors about teachers. Get students and/or parents to go to the school trying to get these rumors confirmed!! This causes chaos in the office while you can roam around, or do other things listed here!!<br /><br />14. Perform a citizens arrest on a teacher or administrator. Drag him/her in front of the school and put him/her on trial for screwing with the minds of youth. (This would be an excellent guerilla theatre action).<br /><br />15. Rip off dishes and silverware from the cafeteria, towels from the gym, stencils and paper from the duplicating room, layout equipment from the art and drafting departments, tools from the wood shop, and light bulbs from the sockets, lots of pencils, TP, etc. from the school, then donate it to your local anarchist group.<br /><br />16. During lunch turn on and light all the gas jets in the science labs.<br /><br />17. Demand to see your school records on file. (Everyone can see them.)<br /><br />18. You can make a very effective fuse by inserting a non-filter cigarette in a book of matches so that it touches the head of some matches and will ignite them when it burns down that far. Then loosely crumple paper around the matches and cigarettes so that they are hidden. Toss it in a wastebasket or any other area with a lot of papers preferably in the office. It takes about 5 minutes to ignite -- by then you can be on the other side of the building. Practice this at home before trying it.<br /><br />19. Have giant coughing or sneezing epidemics in class or study hall.<br /><br />20. Rub lipstick, glue, Vaseline, or shit onto the doorknobs of the school's administrative offices.<br /><br />21. Swallow some snake bite antidote then walk into the principal's office. Most types of antidotes are harmless -- make sure you get that kind. After a few seconds, its puke time!! It usually makes you up-chuck about 90% of the contents of your stomach. Vomit all over everything, do so all over his carpet, desk, clothing, etc. then apologize profusely.<br /><br />Get your local cohorts together and do this one: Buy a lot of the snake-bite stuff. Wait until after lunch and get about 30 kids to swallow it. WHOA!! Infected lunch!! Serious lawsuit!<br /><br />22. Pick up some dog training liquid at any pet store -- it smells like concentrated piss. And if you can't figure out what to do with that then you shouldn't be reading this.<br /><br />23. Raid the teachers mailboxes. Get all your hated teachers stuff, and make copies of all of the juicy-stuff. Then spread it out.<br /><br />24. Leave notes around the school saying things like "Tuesday's the day!" or "Do you have the gas yet???!?" The latter works best and causes wide-panic among teachers. Be original!!<br /><br />25. Impersonate parental voices and make irate (pissed off) phone calls to the school board.<br /><br />26. Make a super stink bomb out of Hydrogen Sulfide and put it somewhere in the ventilating system. This has cleared school buildings for days.<br /><br />27. If your school has a suspended ceiling (a ceiling composed of rectangles or squares resting on a frame so that the rectangles can be pushed up) you can put a dead animal -- or anything else -- above them. Or put it into empty lockers and glue them shut.<br /><br />28. Write messages on lockers with permanent marker saying 'this locker will self-destruct if opened for inspection'.<br /><br />29. Give your school a subscription to every magazine you can think of. Just get those Business Reply Mail cards, fill them out, and send them in!! Pretty soon, when schools don’t pay up, the magazine will bombard their mailbox with bills!!<br /><br />30. Print up false notices frequently using the same format as the school uses (or steal school stationary) and distribute them to the teachers' mailboxes. Eventually they'll never know what to believe.<br /><br />31. Make your own passes, forms, tickets, etc. or lift them out of teachers' desks.<br /><br />32. Need a signature? Collect things that have teachers' signatures on them. Paste them all down on a sheet of white paper and either xerox or print up a bunch of copies. Forge when useful. (When getting started you might put a piece of carbon paper under the signature with the carbon paper facing down on what you want signed. Then trace over the name with a steady relaxed hand. Practice makes perfect.)<br /><br />33. Do some revolutionary wall painting. All you need is a can of spray paint (red?) plus a little imagination and courage. Then write your favorite slogans on walls, sidewalks, blackboards, etc. If you are a perfectionist you can make a stencil, but that limits the size of what you can do. WEAR GLOVES or you will certainly get tell-tale paint on your spraying finger.<br /><br />34. Teacher being a dick? Print up a rat-sheet. Put their phone number, address, social security number(for the hackers) and then spread them out. Put instructions to call them....late......very late. Order stuff to their house. pizzas, plumbers...think big!<br /><br />35. Break into your school at night and burn it down. Yes, this is serious. But, it's the biggest thing you can do. To do this, you have to be inside, because it will burn a long time before anybody notices. This is easy to do. Wait until the janitors have left, then go into the janitors closet. Hang out there until you know EVERYBODY is gone. Then come out, and do you as you wish. Another trick to get in is to bust out a window about 3 days before you do it. Like smash a window on Thursday and go in on Saturday, when nobody is there. Be careful not to leave fingerprints -- wear gloves all the time. Once inside make sure the walls will light well by placing loose paper or wood around them, or squirting lighter fluid, kerosene, or gasoline onto them. If a lot of burnable boxes are stacked in one area spread them around. Start the fire from the inside of the building so it will take longer before it can be seen from the windows. Make sure the fire has a way to travel from one burnable area to another. Of course you should wear dark clothes and know exactly where you are going when you split. Check out info on arson put out by the Earth Liberation Front and Animal Liberation Front for more details.<br /><br />36. Get hold of a film to be shown in class and splice in parts of another movie of your own. Most of them are in the library. Get one, then take it home. About 10 second intervals are good. Things like XXX movies, safe sex films, things like that. Another good one is to find out what the name of the filmstrip is and tear it up. Not total destruction, just enough to piss off a teacher and make it longer than it is supposed to be. Wastes class time.<br /><br />37. Clog up the drains of sinks with clay then turn on the water after everyone leaves school.<br /><br />38. Teachers often leave grade books, conduct sheets, and attendance records unguarded. Take every chance to help yourself.<br /><br />39. Put up posters all around the school. See the Wheat Team site for wheat paste recipes, posters, etc.<br /><br />40. You could ice-pick tires, key cars, smash windshields, put superglue in key holes, stick objects to clog up exhaust pipes in school faculty cars.<br /><br />41. Start wailing in the halls.<br /><br />42. Let loose certain farm animals in the school. My favorite is chickens because, once a chicken is pissed off, you better leave it alone!! Other choices are pigeons, skunks, ferrets, etc.<br /><br />43. Create the 'WEB OF THREAD' in your classroom. Have everybody in your class bring a spool of thread -- with extras for dopes who forget. While the teacher is gone tie your thread onto something and pass the spools around till you run out, winding thread around everything. (It is best to pick on one of your more dull-witted teachers for this one). When your teacher goes bonkers explain that you did it in the name of art.<br /><br />44. Get some oregano. Roll it up and sell it. Also, get some aspirin or other medication and file off the name.<br /><br />45. Put Calcium Carbide in a dissolving capsule and drop it in a toilet. Flush the toilet and leg it!! In case you were wondering, calcium carbide can be obtained from most joke shops and other stores, science labs, etc. Calcium Carbide reacts violently with water, quickly producing large amounts of HIGHLY FLAMMABLE gas and bursting pipes, etc. as soon as the water dissolves the capsule. Great fun.<br /><br />46. Ride a bicycle down a busy hall.<br /><br />47. Save your book reports and essays. Give them to other students to use next year or re-use them yourself with different teachers.<br /><br />48. Play with lighting, climate control, and microphone controls during 'important' indoor assemblies.<br /><br />49. Flush things down the toilets (preferably faculty johns) like balloons filled with air, spoons, baseballs, M80's, huge amounts of toilet paper, etc. Then build an ark.<br /><br />50. Start a campaign to have the letter Z appear everywhere as the mark of angry students. Then go buy some black markers and play Zorro!<br /><br />51. You can short-circuit the school's wiring by taking a regular plug with a short cord attached. Connect the 2 wires with a switch between them. Plug it in, turn the switch on, and you've blown a fuse. Turn it off, pull it out, and try another. You don't have to use the switch, but if you don't sometimes the current will arc and weld the plug to the socket.<br /><br />52. Set up a fake school and hire away the lousy teachers. This takes some work. You can also put up notices inviting the entire school to a going away party for a teacher who isn't really leaving.<br /><br />53. Read the school budget. Reprint and distribute a list of the stupid expenditures to parents.<br /><br />54. Have a friend and you act like you are fighting. Then, when the principal calls you down, act like you are going to work it out. You will miss at least thirty minutes of class!<br /><br />55. During some important test (SAT/ACT/etc. ) on each subject have some student who is good at that subject stand up and read the correct answers for as long as possible. When they're finished or silenced have someone else stand up and do the same thing. The test results will be worthless and it will have to be given over at great cost to the school.<br /><br />56. Take down the American flag in front of the school and put up one of your own. The best way to do this is to lower the flag that's already up replace it with your flag and cut the rope about a foot below where the flag is attached. Then tie a slip knot around the other end of the rope that is hanging down to raise the flag. At this point there is no way your flag can be lowered without someone climbing up the flagpole.<br /><br />57. Put alarm clocks in various lockers set on 'loudest'. Set the alarm clocks so they will go off about every 10 minutes then close and lock the lockers.<br /><br />58. Have a group of people march around the school with a flag singing the Star Spangled Banner. If the administration tries to punish you, telephone your local radio stations and patriotic groups and complain that your school is being run by pinkos.<br /><br />59. Since schools have outlawed gum. Get everyone to chew gum one day. Then at a certain time, you should ALL blow a bubble and pop it. At the same time.<br /><br />60. Many schools have automatic sprinkler systems which go off automatically when sensors in the ceiling feel too much heat. Find the sensors and hold up a lighter to them.<br /><br />61. Persuade the graduating class to use their senior gift money for something useful, subversive, or destructive.<br /><br />62. Reprint School Stoppers Textbook in your underground paper or make it into a zine and pass it around.<br /><br />63. Demand that all equipment being stored rather than being used be made available to students.<br /><br />64. If your school won't have a teacher evaluation, make up some forms and do it yourself. Compile the result and publicize them to students, faculty, school board, and community.<br /><br />65. Use your 'free choice' book reports, term papers, etc. to read radical literature and further the revolutionary education of you and your class.<br /><br />66. Have a student lie on the ground. Crowd around him/her. When a teacher comes scream 's/he jumped' and point to the roof or third floor window. Mumble 'Fred dared her/him' or 'Maybe it was LSD.'<br /><br />67. Make an address list of disliked adults in your school. Answer sex ads for them -- or order them a few gross items to their home (C.O.D. of course).<br /><br />68. Toss handfuls of marbles on the floors of busy halls, assemblies, graduation ceremonies, weddings, funerals.<br /><br />69. Steal cafeteria trays or plates, burn large holes in them, and turn them into the school washer saying 'I guess the food did it'.<br /><br />70. Leave phony letters of resignation from teachers or administrators on the principal's desk.<br /><br />71. Get all your friends to always carry screwdrivers around with them and slowly dismantle the school.<br /><br />72. Lots of bomb scares tend to break up the boredom especially during exams or on beautiful days. Make C4. Or fake anyway. Get some thick, gray clay. Make sure it is thick, and semi-pliable. Stick a clock and some wires to it. Put it in a open, yet hard to see place. Like a windows frame or a locker. A good trick is to put it in a random locker. Then call the school, tell them they have 2 hours to find it. If they don’t, they can kiss the hall goodbye. TOTAL panic. I mean, cops, media, teachers, and everything!! Or you can just call in from a pay phone and leave a bomb threat. It will probably have the same effect. Leave no prints, don't get caught!<br /><br />73. Photograph teachers and administrators constantly -- even without film.<br /><br />74. If you've got the nerve, piss in your pants while giving an oral report.<br /><br />75. Tap intro the schools intercom. This is not easy. First you must find the main box or whatever. Should be outside. Open 'er up. Look for interesting wires and splice, then hook up a mic, radio, etc.. Now you have your own guerilla radio station!! Play on!!<br /><br />76. Drop large bottles of ether in science class.<br /><br />77. Hang your teacher! Hang a hangman's noose from a tree - make a dummy and hang the dummy from the noose. Pin notes on it with the teachers name. To add realism put holes in the body then let diluted ketchup trickle down.<br /><br />78. Newspaper stands in buildings are usually left unguarded. Take out papers and replace with dirty comics or papers.<br /><br />79. Put a rotten apple or stale sandwich on teacher's desk.<br /><br />80. If your school intercom has phones that connect into the intercom switchboard, put a small magnet either where the cord comes out of the handset or in the part where you hear. If the intercom just has a speaker, put the magnet near or on one of the electrical connections of the speaker. In either case it will short out the system. It may take weeks for them to find the trouble.<br /><br />81. Take the door of the administration offices off its hinges but leave it standing there so that when the principal tries to open the door in the morning it will have a slightly crushing effect.<br /><br />82. Have everyone bring their pets to school to show the teacher.<br /><br />83. Draw anti-good guy signs or other obscenities on those big-ass white sheets teachers use to show projections on. My favorite is to draw a big anarchy symbol on it, so the teacher gets nuts!<br /><br />84. Get some eye drops and put it in the milk. About four drops of Visine in somebody’s milk should do the trick well. All this does is some serious shitting!<br /><br />84. Laxatives. Just the word strikes fear in teachers hearts! Get some laxatives. Crush them up. Go into the teachers lounge, and put some in food or drinks or leave a coated burrito, etc. Some teacher is bound to pick up and eat the coated food! WARNING: Too much ex-Lax can make you V-E-R-Y sick. Death. Get the picture?<br /><br />85. Go in the library and when the worker isn’t looking, destroy books. Set them on fire, rip them up, etc.<br /><br />86. Crash your schools LAN. This can usually be done by turning off the power of the server and then turning it on and off REALLY fast.<br /><br />87. While in the computer lab at the school, try to login under a teacher. Usually this can be done by getting a teachers login and password. Install a virus.<br /><br />88. Take pictures of teachers in embarrassing situations. Sell the pics.<br /><br />89. Break into a teachers house and steal something of value. The next day, leave that item on the teachers desk with a note saying-"You've been warned."<br /><br />89. Get the combination (or master key) of a row of lockers. Then, open all the lockers. Get at one end of the row and hold your hand out. Run forward, slamming each of the lockers. Makes a helluva noise!!<br /><br />90. Get a bunch of boys to wear earrings. When the school tries to make you take them out, tell them that under federal law, the public school system CAN NOT make you take them out, for that is what we call DISCRIMINATION. Girls can wear them.<br /><br />91. Bring boxes of cereal or dried mashed potatoes to school. Open the boxes and start shaking the contents all around the halls, gym floor, etc.<br /><br />92. Eat most of your lunch. Pull out one of your own hairs and put it on your lunch, saying it wasn't yours. Then demand a new full tray. You could try this at restaurants too.<br /><br />93. Drop things down the school air conditioning system. You know, the big heat pump things.<br /><br />94. While at a A/C unit, look for a little box that it is connected to. Open it up, and flip the switch inside to "Off".<br /><br />95. Leave a dirty magazine (Penthouse, Playboy, etc.) in a teachers desk. Report the teacher to the principal.<br /><br />96. Start giant spitball wars during a movie in class.<br /><br />97. Go to your local hardware store. Look around for a brand of Fire Ant Killer called "Orthene". Shoplift it. This stuff STINKS!! Sprinkle some of the white powder wherever you wanna cause disruption.<br /><br />98. Claim you got bit by a spider or some other poisonous bug at school. File a lawsuit against the school.<br /><br />99. Get a blank check form a teacher. Get the account number and transit number. Any cardist should be able to cause some hell with that!!<br /><br />100. Same as above, except get the teachers Credit Card information!!<br /><br />101. Get a few thousand plastic forks. This takes a while, but worth it. Once you have the forks, go to a teachers house. Stick the forks in their yard. All thousands of them!! This is hell to pick up and funny as hell to watch!!<br /><br />102. Dropping Out or Battling from within the school beast? Perhaps the greatest thing you can do to a school is: Go! Think about it. How can you do these things if you don’t go? Hell, it costs the school money when you go and sabotage it! So, break out your books, and at least ACT like you care! Of course, public schools don't get paid if you don't show up. And fuck, schools sucks, so if you want to drop out and join the Rebel Alliance to fight the Empire send a donation to our buddies at the Oak and Cactus Distro for the zine 'Dropping Out' for some tips on the subject from a CrimethInc special agent.<br /><br />For some more fun Yippee tips on survival from within this prison known as Amerikkka, check out Steal this BookUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-52146067365945500902009-09-20T19:50:00.001-07:002009-09-20T19:54:05.766-07:00Malestar en el tiempo x John Zerzan<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO3joB5srIpVCAuXaWN17whwflMEz6afTMbwK4kHUsiy6OYI-XZVnF83GpldJjTG5NGPmqKz8sjjCskg5j0Yg0Kh32-J8__LU2OoGrf4O03GV5HTkka_cp52FGHfM81fnV0nPaZoGIOS4/s1600-h/alarmclocksmash.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 286px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiO3joB5srIpVCAuXaWN17whwflMEz6afTMbwK4kHUsiy6OYI-XZVnF83GpldJjTG5NGPmqKz8sjjCskg5j0Yg0Kh32-J8__LU2OoGrf4O03GV5HTkka_cp52FGHfM81fnV0nPaZoGIOS4/s400/alarmclocksmash.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383748500213595506" /></a><br />Últimamente, la dimensión temporal parece ejercer una atracción considerable, a juzgar por el número de películas recientes que versan sobre ella, como Regreso al Futuro, Terminator, Peggy Sue se Casó, etc. En 1989, la Breve historia del tiempo, de Stepl1en Hawking, se convirtió en un superventas y también (lo que resulta aún más sorprendente) en una película de éxito. Además de los libros que tratan sobre el tiempo, también son dignos de atención aquellos que sin llegar a tanto, incluyen no obstante la palabra en el título, como The Color of Time: Claude Monet, de Virginia Spate (1992). Tales referencias tienen que ver, cierto es que indirectamente, con la súbita, aterrorizada conciencia del tiempo, la inquietante sensación de estar todos atados a quien se está revelando cada vez más claramente como una manifestación clave del extrañamiento y la humillación que caracterizan nuestra existencia moderna: ilumina todo su paisaje deformado y seguirá haciéndolo aún con mayor aspereza hasta que este paisaje y las fuerzas que lo moldean cambien más allá de lo reconocible.<br /><br /> <br /><br />La presente contribución a este tema poco tiene que ver con la fascinación que parece ejercer sobre los directores y productores de cine y televisión; o con el reciente interés académico que suscitan sus concepciones geológicas y la historia de la relojería. Ni siquiera se ocupa de la sociología del tiempo, de observaciones personales al respecto o de consejos sobre su uso. Ni los aspectos<br /><br />ni los excesos del tiempo merecen tanta atención como su propia lógica interna, el significado de esta dimensión en sí misma. Pues, aun cuando el carácter estupefactivo del tiempo se haya convertido, nos dice John Michon, «en casi una obsesión intelectual» (1988), la sociedad es sencillamente incapaz de lidiar con él. El tiempo nos enfrenta a un enigma filosófico, un misterio psicológico, un puzzle de la lógica. Nada tiene de sorprendente, considerando la vastísima cosificación que entraña, que no hayan faltado quienes pusieran en duda su existencia desde que la humanidad comenzó a distinguir entre el tiempo per se y los cambios visibles y tangibles que se producen en el mundo. En palabras de Michael Ende (1984): «Existe en el mundo un secreto a la vez ordinario y extraordinario. Todos formamos parte de él y somos conscientes de el, pero son muy pocos los que piensan en él. La mayoría se limita a aceptarlo sin cuestionárselo jamás. Este secreto se llama tiempo».<br /><br /> <br /><br />¿A qué llamamos «tiempo»? Spengler declaró que la pregunta misma debería estar prohibida. Richard Feynman (1988) tampoco la contestaba: «Ni me lo pregunten siquiera: es algo en lo que me resulta demasiado difícil pensar». Tanto empírica como teóricamente, los laboratorios se muestran impotentes para revelamos en qué consiste el fluir del tiempo: no existe instrumento capaz de registrar su paso. Y sin embargo, ¿por qué poseemos una sensación tan acusada de que efectivamente es algo que pasa, ineluctablemente y siempre en la misma dirección, cuando en realidad no es así? ¿Por qué ejerce esta «ilusión» tanto poder sobre nosotros? ...Lo que vale tanto como preguntarse por qué la alienación nos tiene tan bien sujetos. El paso del tiempo nos es íntimamente familiar; pero su concepto nos es burlonamente elusivo. Bien mirado, no debería parecemos tan contradictorio en un mundo cuya supervivencia depende de la mistificación de sus categorías más básicas.<br /><br /> <br /><br />Hemos tolerado la sustanciación del tiempo para que éste nos parezca un hecho natural, un poder que existe por derecho propio. El desarrollo del sentido del tiempo -esto es, la aceptación del tiempo- constituye un proceso de adaptación a un mundo cada vez más cosificado. Se trata de una dimensión construida que se erige en el aspecto más elemental de la cultura. La naturaleza inexorable del tiempo lo convierte en un insuperable sistema de dominación.<br /><br /> <br /><br />Cuanto más avanzamos en el tiempo, peor se pone la cosa. Según Adorno, vivimos en una era de desintegración de la experiencia. La presión del tiempo, corno la de ese progenitor esencial suyo que es la división del trabajo, fragmenta y dispersa todo lo que le sale al encuentro. La uniformidad, la equivalencia, el apartamiento son subproductos de su áspera acción. La belleza y el significado intrínsecos de todo aquel fragmento del mundo que no es -todavía- cultura avanzan con paso firme hacia su aniquilación bajo un ancho reloj unicultural. Cuando Paul Ricoeur (1985) afirma que «somos incapaces de concebir una idea de tiempo que sea a la vez cosmológica, biológica, histórica e individua!», pasa por alto cómo todos estos aspectos están convergiendo.<br /><br /> <br /><br />Respecto de esta «ficción» que sustenta y acompaña toda forma de aprisionamiento, dijo elocuente mente Beenard Aaronson (1972) que «el mundo está lleno de propaganda de su propia existencia». O, en no menos elocuentes palabras de la poetisa Dense Levertov (1974), «toda conciencia es conciencia del tiempo». Nada nos aliena más profundamente que el tiempo, que nos ha convertido en súbditos regidos por su imperio, mientras tanto el tiempo como la alienación siguen profundizando en su intrusión en nuestra vida diaria, para envilecerla. «¿Significa esto», se pregunta David Carr (1988), «que la principal lucha de nuestra existencia consiste en vencer al mismísimo tiempo?» Bien pudiera ser que<br /><br />éste sea el último enemigo al que debamos vencer.<br /><br /> <br /><br />Para aprehender a este ubicuo pero fantasmal adversario nuestro, resulta algo más sencillo determinar lo que el tiempo no es. No es sinónimo, por razones bastante obvias, de cambio. Tampoco es secuencia ni orden de sucesión. El perro de Pavlov, por ejemplo, debió de aprender que el sonido de la campanilla iba seguido de alimento. ¿Cómo si no pudo condicionársele para salivar al oírlo? y sin embargo los perros no poseen conciencia del tiempo; por tanto, no puede afirmarse que éste esté constituido por un antes y un después.<br /><br /> <br /><br />Algo relacionados con lo anterior están los inadecuados intentos de explicar nuestro nada ineludible sentido del tiempo. El neurólogo Gooddy (1988), bastante en la línea de Kant, lo describe como una de «nuestras premisas subconscientes acerca del mundo». Otros lo han descrito, de forma no más provechosa, como un producto de la imaginación. El filósofo J.J.C. Smart decidió (1980) que se trata de un sentimiento que «surge de la confusión metafísica». McTaggart (1908), F.H. Bradley (1930) y Dummett (1978) se encuentran entre los pensadores del siglo xx<br /><br />que han negado la existencia del tiempo debido a sus características contradictorias desde el punto de vista lógico, pero resulta meridianamente claro que la presencia de esta variable tiene causas mucho más profundas que la simple confusión mental.<br /><br /> <br /><br />No existe nada que se parezca, siquiera remotamente, al tiempo. Es tan natural y sin embargo tan universal como la alienación. Como señala Chacalos (1988, la noción de presente nos, es tan abstrusa y tan huraña como el propio tiempo. ¿Qué es el presente? Sabemos que el presente siempre es ahora; que, en un sentido importante, estamos confinados en él y no podemos experimentar ninguna otra «parte» del tiempo. No obstante, nos referimos con gran soltura a otras partes de él, que llamamos «pasado» y «futuro». Pues bien, como observa Sklar, las cosas que existen en algún otro lugar del espacio siguen existiendo aunque no estén aquí; pero las cosas que no existan ahora, ésas no existen en absoluto.<br /><br /> <br /><br />El tiempo, necesariamente, fluye; sin su paso no existiría sensación de tiempo. todo lo que fluye, sin embargo, sólo puede fluir con respecto al tiempo. Luego el tiempo fluye con respecto a sí mismo, lo cual carece de sentido: nada puede fluir con relación a ello mismo. No existe ningún vocabulario para una explicación abstracta del tiempo, aparte de los vocabularios que ya lo den por presupuesto. Lo necesario es cuestionarse todas estas premisas. Pero la metafísica, debido a la estrechez que la división del trabajo le ha impuesto desde su incepción, carece de la anchura necesaria para semejante tarea.<br /><br /> <br /><br />¿Qué hace al tiempo fluir, qué es lo que lo mueve hacia el futuro? Sea lo que fuere, debe de ser algo fuera de nuestro tiempo, más profundo, más poderoso. Debe depender, como opinaba Conly (1975), «de fuerzas elementales que se encuentran en funcionamiento constante».<br /><br /> <br /><br />William Spanos (1987) ha observado que ciertos términos latinos del sema cultural no sólo designan agricultura o domesticsción, sino que son traducciones de palabras griegas referidas a la imagen espacial del tiempo. Básicamente somos<br /><br />«encuadernadores de tiempo», según el léxico de Alfred Korzybski (1948); es decir, la especie, debido a esta característica, crea una clase de vida simbólica, un mundo artificial. Y esta encuadernación del tiempo se demuestra con un «enorme aumento de nuestro control sobre la naturaleza». El tiempo se hace real porque tiene consecuencias, y esta eficacia nunca ha sido más dolorosamente evidente.<br /><br /> <br /><br />Se dice que nuestras vidas, en su bosquejo más desnudo, son un viaje a través del tiempo. Que también son un viaje a través de la alienación es el más público de los secretos. «Dem glücklichem schlägt keine Stunde[2][2]», sentencia un proverbio alemán. El paso del tiempo, que érase una vez carente de significado, se ha convertido en un ritmo o lempo ineludible que nos constriñe y nos coerce, como un espejo de la más pura y ciega autoridad. Guyau (1890) definió su fluir como «la distinción entre lo que uno necesita y lo que uno tiene», es decir, «el origen de todo remordimiento o pena». Carpe diem, aconseja la máxima, pero la civilización siempre acaba forzándonos a hipotecar el presente en aras del futuro.<br /><br /> <br /><br />El tiempo tiende continuamente hacia una regularidad y una universalidad cuyos rigores son cada vez más estrictos. En ausencia de tan exacta medida, el mundo tecnológico del capital no podría calcular sus progresos, ni siquiera existiría. Como escribió Bertrand Russell (1929), «la importancia del tiempo está menos relacionada con la verdad que con nuestros deseos». Existe un anhelo que se ha vuelto tan palpable como el tiempo; y la negación de nuestros deseos no puede calibrarse de manera más definitiva que a través de esta vasta construcción abstracta.<br /><br /> <br /><br />Como la tecnología, el tiempo nunca es neutral; muy al contrario, «siempre está dotado de significación», según el certero juicio de Castoriadis (1991). De hecho, todo lo que eruditos como Ellul han dicho sobre la tecnología puede aplicarse, con más razón, también al tiempo. Ambos males son de carácter penetrante,omnipresente, básico; y tienden a darse tan por sentados como la propia alienación. Como la tecnología, el tiempo no sólo es un factor determinante sino también el elemento envolvente en el que se desenvuelve la sociedad dividida. En consecuencia, exige de sus súbditos que seamos concienzudos, «realistas», serios y ante todo devotos trabajadores, al igual que él es, ante todo, un ente autónomo que fluye eternamente sin depender de nadie.<br /><br /> <br /><br />Pero, como la división del trabajo, soporte y motor del tiempo y de la tecnología, también es, después de todo, un fenómeno socialmente aprendido. Somos los humanos (y con nosotros, el resto del mundo) quienes nos sincronizamos con él y con su encarnación técnica, no al revés. Un sentimiento enclavado en el<br /><br />centro mismo de esta magnitud -como ocurre también con la alienación per se- es el de estar reducidos a la condición de espectadores impotentes. De aquí se sigue que toda rebeldía tendrá que empezar por rebelarse contra el tiempo y su inexorabilidad; y que por tanto toda redención habrá de empezar, en un sentido absolutamente fundamental, por redimimos del tiempo.<br /><br /> <br /><br />EL TIEMPO EN UN MUNDO SIMBÓLICO<br /><br /> <br /><br />El tiempo, dijo Epicuro, «es el accidente de accidentes»; pero si uno se fija más, su génesis no parece tan misteriosa. De hecho, a muchos se les ha ocurrido que nociones como pasado, presente y futuro pertenecen más a la lingüística que a la física. El teórico neofreudiano Lacan, por ejemplo, concluía que la experiencia temporal es en esencia un efecto del lenguaje. Así, una persona sin capacidad de lenguaje probablemente carecería de sensación del paso del tiempo. R.A. Wilson (1980), acercándose más todavía al fondo de la cuestión, sugiere que las lenguas nacen por la necesidad de expresar el tiempo simbólico. Gosseth (1972) observa que el desarrollo de los tiempos verbales en las lenguas indoeuropeas es paralelo al de la conciencia del tiempo universa lo abstracto. Tiempo y lenguaje, concluye Derrida (1982), son entes coextensos: «No se puede estar en uno sin estar en el otro». Y aquél es una construcción simbólica, inmediatamente anterior -hablando en términos relativos- a todas las otras fabricaciones, que necesita del lenguaje a fin de verificarse.<br /><br /> <br /><br />Paul Valéry (1962) aludió a la caída de nuestra especie en el tiempo como el hito que marca nuestra enajenación de la naturaleza: «Por una suerte de abuso, el hombre crea el tiempo», escribiría. En la época atemporal anterior a dicha caída, esto es, durante la parte abrumadoramente mayor de la existencia de la humanidad, la vida, como suele recordarse, estaba dotada de ritmo, pero no de progresión. Se trataba de un estado en el que, nos dice Rosseau, el alma podía «reunirse en la completitud de su ser»; un estado en el que, gracias a la ausencia de estrecheces temporales, «el tiempo no significa nada para el alma». Antes del tiempo y la civilización, eran las propias actividades humanas (por lo general indolentes) las que servían como puntos de referencia; la naturaleza aportaba las señales necesarias, con absoluta independencia del «tiempo». La humanidad debe de haber sido consciente de tener recuerdos y propósitos mucho antes de que se trazaran cualesquiera distinciones explícitas entre pasado, presente y futuro (Fraser, 1988). Es más, tal como supuso el lingüista Whorf (1956), «las comunidades prelingüísticas [o sea, las llamadas primitivas], lejos de ser subracionales, bien pudieron haber estado dotadas de unas mentes capaces de funcionar en planos de racionalidad más elevados y complejos que los que maneja el hombre civilizado».<br /><br /> <br /><br />La tan oculta clave del mundo simbólico es el tiempo, que en verdad se encuentra en el origen de la actividad simbólica humana. Acarrea así la primera alienación, el desvío de nuestra riqueza y plenitud originales, ab-orígenes. «A partir de la simultaneidad de todas las experiencias humanas, el evento del lenguaje constituye», como apunta Charles Simic (1971)[3][3], «una inmersión en la linealidad del tiempo», Investigadores como Zohar (1982) consideran que el ser humano habría sacrificado facultades telepáticas y precognitivas, adivinatorias, en aras de su involución en la vida simbólica. Si esto parece un tanto traído por los pelos, recuérdese que un positivista tan sobrio como Freud (1932) consideraba que la telepatía fue muy probablemente «el medio original y arcaico a través del cual los individuos se entendían entre sí», Y si la percepción y la apercepción del tiempo están relacionadas con la esencia misma dela vida cultural (Gurevich 1976), entonces el advenimiento de dicha conciencia temporal y su concomitante, la cultura, significarán un empobrecimiento, incluso una desfiguración de la humanidad a manos del tiempo.<br /><br /> <br /><br />Las consecuencias de esta intrusión del tiempo a través del lenguaje indican que éste no es más inocente, neutral ni empírico que aquél, El tiempo no sólo se encuentra, como diría Kant, en la base de todas nuestras representaciones, sino también, por eso mismo, en la base de nuestra adaptación a un mundo simbólico, cualitativamente reducido. Nuestra experiencia en este mundo está sometida a una omnipresente presión para que seamos representaciones, para que nos degrademos casi inconscientemente a la condición de símbolos y medidas. «El tiempo», escribió el místico alemán Meister Eckhart, «es lo que impide que la luz nos alcance».<br /><br /> <br /><br />Y la conciencia del tiempo es10 que nos otorga la capacidad de utilizar los símbolos para relacionamos con nuestro entorno. No hay tiempo aparte de este extrañamiento. Sólo mediante la progresiva simbolización llega el tiempo a naturalizarse, a darse por sentado, a suprimirse del ámbito de la producción cultural consciente. O dicho de otra forma: «El tiempo se convierte en un atributo humano en la medida en que se verifica desde un punto de vista narrativo» (Ricoeur 1984). Los acrecentamientos simbólicos dentro de este proceso van estrangulando, imperturbables, nuestro deseo instintivo; esta represión alimentará la sensación del desdoblamiento del tiempo; la inmediatez cede el "paso a las mediaciones -la primera de todas, el lenguaje- que posibilitan la existencia de la historia.<br /><br /> <br /><br />Así, uno empieza a ver más allá de banalidades como la siguiente: «El tiempo es una cualidad inaprensible del mundo dado» (Sebba 1991). Porque el número, el arte y la religión harán sus respectivas apariciones en este mundo «dado», como fenómenos incorpóreos de una vida cosificada. A su vez, conjetura Gurevitch (1964), estos ritos emergentes conducen a «la producción de nuevos contenidos simbólicos, fomentando así los saltos hacia adelante que da el tiempo», Los símbolos, incluido, como no podía ser de otra manera, el que nos ocupa, han llegado a poseer vida propia en esta progresión acumulativa, interactiva, como ilustra la obra de David Braine The Reality of Time and the Existence of God (1988), donde se afirma que la realidad del tiempo es precisamente el factor que demuestra la existencia de Dios: he aquí la perfecta lógica de la civilización,<br /><br />Todo ritual es un intento de regresar, mediante el simbolismo, al estado en el que el tiempo no existía. Sin embargo, este acto de abstracción implica un paso en falso que sólo conduce a alejarnos aún más de dicho estado. La «a temporalidad» del número forma parte de esta trayectoria y contribuye en gran medida a la idea de tiempo como concepto fijado. Blumenberg (1983) parece acertar de lleno cuando deduce que el «tiempo no se mide como algo que siempre haya estado presente; por el contrario, se produce, por primera vez, cuando empieza a medirse», No podemos expresarlo sin cuantificarlo de alguna manera; por eso el número es esencial. Incluso después de ya aparecido el tiempo, sólo mediante el número podrá una existencia social paulatina- mente más dividida marchar hacia su progresiva cosificación. La noción del paso del tiempo no es nada vívida, por ejemplo, entre los pueblos tribales, que no lo marcan con calendarios ni relojes.<br /><br /> <br /><br />Uno de los significados originales del griego Kpovos, tiempo, es el de división. y el número, al añadirse al tiempo, refuerza enormemente esta división o separación. En general, los no civilizados consideran que contar criaturas vivas «trae mala suerte», por que suelen resistirse a adoptar esta práctica (véase, por ejemplo, Dobrizhoffer 1822), Pero aunque la intuición del número estaba bien lejos de ser algo espontáneo e inevitable, «ya en las civilizaciones tempranas», nos informa Schimmel (1992), «uno tiene la sensación de que los números constituían una realidad algo así como dotada de una especie de campo magnético a su alrededor». No tiene nada de sorprendente que las culturas antiguas -Como la egipcia, la babilonia o la maya-, en las que el sentido del tiempo emerge con más empuje, sean también las que asocian determinados números con deidades y figuras rituales. y ciertamente, tanto los mayas como los babilonios tenían<br /><br />dioses del número (Barrow 1992).<br /><br /> <br /><br />Mucho más tarde, el reloj y su rostro numerado animarían a la sociedad a abstraer y cuantificar todavía más la experiencia temporal. Toda lectura de un reloj implica un acto de medición que nos arrastra dentro del «fluir del tiempo» y nos permite autoengañarnos, ausentes, en la creencia de que sabemos qué es el tiempo sólo porque sabemos de qué es tiempo ahora, porque sabemos qué hora es. Pero, como nos recuerda Shallis (1982), si decidiéramos prescindir de los relojes, el tiempo objetivo desaparecería con ellos. y lo que es más importante, si decidiéramos prescindir de la especialización y la tecnología, la alienación en que vivimos se disiparía por sí sola.<br /><br />La matematización de la naturaleza sentó las bases para el nacimiento del racionalismo y la ciencia modernos en occidente. Tanto el uno como la otra surgían de las exigencias de número y medida planteadas por enseñanzas similares que tenían por objeto al tiempo como un ente al servicio del capitalismo mercantil. La continuidad del número y del tiempo como un locus geométrico jugaría un papel fundamental en la revolución científica, que ejecutó la sentencia de Galileo: mídase todo aquello que sea mensurable y conviértase en mensurable todo aquello que no lo sea. El tiempo matemáticamente divisible es pues necesario para la conquista de la naturaleza y aun para los más básicos rudimentos de la tecnología moderna.<br /><br /> <br /><br />A partir de este dictum, el tiempo simbólico, numerado, se volverá aplastantemente real, una construcción abstracta «desarrimada de, e incluso contraria a, toda experiencia humana, tanto interna o externa» (Syzamosi 1986). Bajo esta presión, el dinero y el lenguaje, la mercancía y la información se vuelven cada vez más indistintas; y la división del trabajo, cada vez más exagerada.<br /><br /> <br /><br />Simbolizar equivale a expresar conciencia del tiempo, pues todo símbolo encarna la estructura temporal (Darby 1982). Meerloo lo expresa más gráficamente: «Comprender un símbolo y su desarrollo es atrapar la historia humana con la mano». Contrástese con la vida de los incivilizados, vivida en un presente espacioso imposible de reducir al momento aislado del presente matemático: a medida que la continuidad del ahora perdía terreno frente a una creciente dependencia de sistemas de símbolos significantes (las lenguas, el número, el arte, el ritual, el mito), desligados del ahora, comenzaría a desarrollarse un grado mayor de abstracción: la historia. El tiempo histórico en efecto no es más inherente a la realidad ni tiene menos de imposición sobre ella que otras manifestaciones temporales no tan perfeccionadas, más rudimentarias.<br /><br /> <br /><br />En un contexto gradualmente más sintético, la observación astronómica será investida de nuevos significados: lo que antes se justificaba en sí mismo empezará a servir de vehículo para programar los rituales y coordinar las actividades de una sociedad compleja. Con la ayuda de las estrellas, existirán el año y sus divisiones como instrumentos de autoridad organizadora (Leach 1954). La creación de un calendario es una tarea básica en la formación de la civilización: el calendario fue el primer artefacto simbólico que reguló el comportamiento social mediante el registro del tiempo. Pero ello no implica su control, sino lo contrario: nuestro encierro por él en un mundo de alienación bien real. Recordemos que la palabra proviene del latín kalendae o primer día del mes, en el que debían saldarse las cuentas comerciales.<br /><br /> <br /><br />TIEMPO DE ORAR, TIEMPOO DE TRABAJAR<br /><br /> <br /><br />«Ningún tiempo es enteramente presente», afirmaba el filósofo estoico Crisipo mientras el concepto del tiempo iba abriéndose camino empujado por la doctrina judeocristiana subyacente[4][4]: la existencia de un camino lineal e irreversible entre la creación y la salvación. Esta visión esencialmente histórica del tiempo está en el meollo mismo del pensamiento cristiano. La obra de San Agustín, que data del siglo v, contiene ya todas las nociones básicas de tiempo mensurable y unidireccional. Al propagarse la nueva religión, se hará necesaria una estricta regulación temporal, en un plano práctico, a fin de mantener la disciplina que exigía la vida monástica. Las campanas que llamaban a los monjes a la oración ocho veces al día eran audibles bastante más allá de los confines del claustro, con lo cual esta medición del tiempo acababa imponiéndose al conjunto de la sociedad. La población continuó exhibiendo «une vaste indifférance au temps», en palabrasde Marc Bloch (1940), durante toda la época feudal, pero nada tiene de casual que los primeros relojes públicos aparezcan adornando las catedrales de la Cristiandad. En este sentido, también merece la pena señalar que la llamada a la oración a ciertas horas fijas se convertiría en la principal exteriorización de la fe islámica durante el medievo.<br /><br /> <br /><br />La invención del reloj mecánico es uno de los más importantes puntos de inflexión en la historia de la ciencia y la tecnología; y ciertamente, también del arte y la cultura (Synge 1959). Cada perfeccionamiento de la exactitud pondría a disposición de la autoridad nuevos y mejorados medios de opresión: un temprano devoto de los esmerados relojes mecánicos fue, por ejemplo, el duque Gian Galeazzo Visconti, descrito en 1381 como «un sosegado pero taimado gobernante, enamorado del orden y la precisión» (Fraser 1988). Como escribe Weizenbaum (1976), el reloj empezará a crear, «literalmente, una nueva realidad ...que era, y sigue siendo, una versión empeorada de la vieja».<br /><br /> <br /><br />Se había introducido un cambio cualitativo: el tiempo no cesaría de fluir, aun cuando no ocurriera nada. A partir de entonces, cualquier acontecimiento se rodearía de este envoltorio homogéneo, objetivamente medido, móvil, cuyo progreso unilineal instigará movimientos de resistencia. El más radical de ellos es el quiliasmo[5][5], que surge en distintas partes de Europa, entre los siglos XIV y XVII Y generalmente se presenta en forma de levantamientos de un campesinado que aspiraba a re-crear el estado de igualdad primigenia que dictan las leyes de la naturaleza y se oponía explícitamente a la noción de tiempo histórico. Pese a que tales explosiones utópicas fueron sofocadas, los restos de los anteriores conceptos de tiempo persistirían localmente en muchas áreas como un estrato «inferior» de la conciencia popular.<br /><br /> <br /><br />El Renacimiento alcanzaría nuevas cotas de dominación mediante el tiempo, pues los relojes públicos empezaron a tañer sus campanas las veinticuatro horas del día; y además se les añadió otra aguja más para marcar el paso de los segundos. El gran descubrimiento de la época será una aguda sensación de la presencia omni-devoradora del tiempo; y nada lo retratará de forma más gráfica que el Tiempo con mayúscula, esa deidad híbrida del Kronos de los griegos y el Saturno de los romanos, ese lóbrego anciano, tan familiar, que representa el poder cronológico y va armado con la fatídica guadaña de la agricultura, la domesticación. El Dios Tiempo vino precedido de la danza de la muerte y otros artificios relacionados con el momento mori, pero la diferencia es que este dios renacentista pondrá el acento en el tiempo, no en la muerte.<br /><br /> <br /><br />En el XVII la población cobraría conciencia, por primera vez, de vivir en un siglo determinado. Toda persona debía conocer su ubicación en el tiempo. En El nacimiento masculino del tiempo (1603) y El avance del conocimiento (1605), Francis Bacon abrazaría esta dimensión en auge para revelar cómo un endiosado sentido del tiempo iba a ponerse al servicio del naciente espíritu científico. «Elegir el tiempo es ahorrar tiempo», escribió; también: «La verdad es hija del tiempo[6][6]». Le seguiría Descartes, quien introdujo el concepto de tiempo ilimitado y se convertiría en uno de los primeros en abogar por la idea de progreso en su sentido moderno, que está íntimamente relacionado con el de un tiempo lineal sin ataduras y encuentra una expresión característica en la famosa invitación cartesiana a que nos convirtamos en «dueños y señores de la naturaleza».<br /><br /> <br /><br />El universo mecánico de Newton, cima de la revolución científica del XVII, se basa en su concepción del «tiempo absoluto, verdadero y matemático, que de por sí y por su propia naturaleza fluye uniformemente sin relación con nada eterno». El tiempo se ha convertido en el gran regidor que no rinde cuentas ante nadie ni está sujeto a ninguna influencia; que es completamente independiente del entorno, modelo de autoridad impertérrita, garante perfecto de una alienación inconmovible. Y desde luego, a pesar de los cambios en la ciencia, la concepción del tiempo cotidiana y dominante hoy sigue ateniéndose a la física newtoniana clásica.<br /><br /> <br /><br />La aparición y la apariencia de un tiempo independiente y abstracto encontraría su paralelo en el surgimiento de una clase obrera numéricamente en alza y formalmente libre, pero obligada a vender en el mercado su fuerza de trabajo o mano de obra como un artículo también abstracto. Esta mano de obra, anterior a la instauración del factory system pero ya sujeta a la potestad disciplinaria del tiempo, era la antítesis del monarca Tiempo, pues de libre y de independiente no tenía más que el nombre. A juicio de Foucault (1973), Occidente ya se había vuelto una «sociedad carcelaria». Seguramente sea más explícito el proverbio balcánico que reza: «Mi reloj es mi cerrojo».<br /><br /> <br /><br />En 1749 Rousseau simbolizaba su rechazo de la ciencia y la civilización modernas tirando su reloj de bolsillo. Pero los cincuenta y uno que le regalaron a María Antonieta para celebrar su compromiso matrimonial encajan mejor en la tónica dominante de la época. La palabra no puede ser más apropiada, pues en efecto el tiempo se había convertido en algo que vigilar cada vez más estrechamente[7][7]. Los relojes no tardarían en convertirse en los primeros bienes de consumo duraderos de la era industrial.<br /><br /> <br /><br />William Blake y Goethe coincidirían en sus ataques contra Newton, el abanderado de los nuevos conceptos de tiempo y ciencia, porque éste alejaba la vida de lo sensual y reducía lo natural a lo mensurable. El ideólogo capitalista Adam Smith, por el contrario, se hizo eco del pensamiento newtoniano e incluso lo amplió al exigir más racionalización y más reducción de la vida a rutina. Smith, como Newton, trabajaba bajo el hechizo de un tiempo cuyos avances hacia una exhaustiva división del trabajo se volvían cada vez más poderosos e implacables, como condición y a la vez resultado de un progreso tenido por objetivo y absoluto.<br /><br /> <br /><br />Los puritanos habían proclamado que perder el tiempo era el primero y en principio el más mortal de los pecados. Un siglo después Ben Franklin lo diría con otras palabras: «El tiempo es oro». Los relojeros habían sido los padres del factory system y el reloj era símbolo y manantial del orden por la misma razón por la cual la disciplina y la represión exigían el nacimiento de un proletariado industrial.<br /><br /> <br /><br />El gran sistema hegeliano de principios del XIX pregonaba la «irrupción en el tiempo», o sea, nuestra incorporación a empellones en la inercia de la historia. El tiempo es nuestro «destino y necesidad», declararía Hegel. Postone (1993) observa cuán apretadamente se atarán entre sí «el progreso» del tiempo abstracto y «el progreso» del capitalismo como estilo de vida. Así, las sucesivas oleadas de industrialismo ahogarán la resistencia opuesta por los ludditas. Al hacer balance de este período, Lyotard (1988) llega a la conclusión de que «el tiempo se había convertido en una enfermedad incurable».<br /><br /> <br /><br />La creciente complejidad de la sociedad de clases requiere una batería aún más elaborada de señalizaciones temporales. Como han indicado Thompson (1967) y Hohn (1984), la lucha contra el tiempo dará paso a la lucha por él; es decir, la radical resistencia a uncirse a su yugo se vería por lo general derrotada y por lo común sustituida por disputas sobre horarios laborales menos injustos y sobre una duración menos inhumana de la jornada de trabajo (y por cierto, al dirigirse a la Primera Internacional el 28 de julio de 1868, Karl Marx defendió que el tiempo de empezar a trabajar eran los nueve años de edad).<br /><br /> <br /><br />El reloj descenderá de las catedrales a las cortes de los monarcas y los tribunales de justicia; y de ahí a los bancos y las estaciones ferroviarias para acabar en la muñeca o el bolsillo de todo ciudadano respetable. Si quería colonizar la subjetividad en serio, el tiempo debía «democratizarse», pues como bien entendió, entre otros, Adorno, el sometimiento de la naturaleza externa sólo tiene éxito en la medida en que nuestra naturaleza interna también sea conquistada. Dicho de otra manera, la victoria del tiempo en su larga guerra contra la libertad de conciencia humana era una condición necesaria para que se liberasen energías que destinar a la producción industrial. El industrialismo traerá consigo una transformación aún más acusada del tiempo en una materia prima o un artículo de consumo, el tiempo como un depredador de voracidad jamás alcanzada hasta entonces, lo que Giddens (1981) identifica como «la clave de las más profundas alteraciones de nuestro día a día social provocadas por el incipiente capitalismo».<br /><br /> <br /><br />«El tiempo no pasa en vano», como se suele decir: en un mundo cada vez más dependiente del tiempo y en un tiempo cada vez más unificado, un único reloj gigante cuelga sobre el mundo, dominándolo. Todo lo gobierna y su corte no tiene tribunal de apelación. La regularización de una hora universal estándar marca una victoria para la sociedad de la eficacia mecanizada al consagrar un universalismo que deshace toda particularidad tan ciertamente como las computadoras están conduciendo a la homogeneización de pensamiento.<br /><br /> <br /><br />Paul Virilio (1986) ha llegado a profetizar que «la pérdida del espacio material conducirá al gobierno de nadie más que el tiempo». Un paso más en tan sugestiva deducción postula una inversión del nacimiento de la historia fuera del tiempo corriente. Es más, Virilio (1991) nos ve viviendo ya dentro de un sistema de<br /><br />temporalidad tecnológica donde la historia se ha eclipsado: «...lo principal es menos una cuestión de relaciones con la historia que una cuestión de relaciones con el tiempo».<br /><br /> <br /><br />Dejando de lado semejantes levitaciones teóricas, no escasean las pruebas ni los testimonios del papel central del tiempo en nuestra sociedad. En «Time - The Next Source of Competitive Advantage» (julio-agosto de 1988, Harvard Business Review),George Stark Jr. lo analiza como un eje sobre el que descansa el capital: «En tanto que arma estratégica, el tiempo equivale a dinero, productividad, calidad, incluso innovación». Desde luego las empresas no son las únicas en gestionar el tiempo: el , estudio por Levine (1985) de la exactitud de los relojes públicos ; en seis países demostró que ésta era una medida exacta de la industrialización relativa de vida nacional.<br /><br /> <br /><br />EL TIEMPO EN LA LITERATURA<br /><br /> <br /><br />Es claro que el advenimiento de la escritura facilitó la fijación, de los conceptos de tiempo y el principio de la historia. Perú como ha apuntado el antropólogo Jack Goody (1991), «las culturas orales no suelen estar nada faltas de preparación para aceptar estas innovaciones». Después de todo, ya han sido condicionadas por el propio idioma que hablan. y McLuhan (1962) ya explicó cómo la llegada del libro impreso y la consiguiente alfabetización de las masas reforzó la lógica del tiempo lineal.<br /><br /> <br /><br />Fue la vida la que inexorablemente tuvo que adaptarse. «Pues que ahora me ha hecho el Tiempo su reloj numerador», escribe Shakespeare en su Ricardo 11. «Tiempo», al igual que «rico», era uno de las palabras favoritas del Bardo inmortal, una figura rondada por el primero de estos conceptos. Cien años después, el Robinson Crusoe de Defoe reflejó cuán escasas eran las posibilidades de escapatoria: abandonado a su suerte en una isla desierta, Crusoe está hondamente preocupado por el tiempo; y al registrar celosamente, incluso en tan desesperadas circunstancias, sus asuntos personales, registraba ante todo el paso de éste, al menos mientras le duraran la tinta y la pluma.<br /><br /> <br /><br />Para Northrop Frye (1950), la «alianza entre el tiempo y el hombre occidental» es la característica definitoria del género novelístico. En la misma línea, The Rise of the Novel, de Jan Watt (1957), trata del nuevo interés por el tiempo que estimularía el florecimiento de la novela en el siglo XVIII. Jonathan Swift cuenta cómo el protagonista de los Viajes de Gulliver (1726) nunca hace nada sin consultar su reloj: «Lo llamaba su oráculo y decía que señalaba la hora de todas las acciones de su vida». Los liliputienses llegarían a la conclusión de que el reloj era su dios. Y en el Tristam Shandy de Sterne (1760), escrito en vísperas de la Revolución Industrial, el protagonista, quien comienza el relato ¡ narrando su propia concepción, cuenta cómo su madre interrumpió a su padre de él en el momento del coito que realizaban una vez al mes para recordarle que había olvidado dar cuerda al carillón[8][8].<br /><br /> <br /><br />En el siglo XIX, roe satirizó esta autoridad de los relojes, asociándolos a la superficialidad burguesa y la obsesión por el orden. Hauser (1956) afirma que el verdadero tema de las nove las de Flaubert es el tiempo, del mismo modo en que lo que Walter Pater (1901) buscaba en la literatura no era sino «el momento plenamente concreto capaz de absorber el pasado y el futuro en una intensa consciencia del presente»; un poco como la celebración de «epifanías» joyceana. En Mario el epicúreo (1909), Pater describe el repentino momento en que Mario comprende «la posibilidad de un mundo real más allá del tiempo» mientras Swinburne pedía un respiro fuera de las «tierras heridas por el tiempo» y Baudelaire proclamaba su miedo y su odio por el tiempo cronológico, ese voraz antagonista.<br /><br /> <br /><br />La desorientación propia de una edad demolida por el tiempo y sujeta a la aceleración de la historia ha llevado a los escritores modernos a tratar esta cuestión desde puntos de vista nuevos y extremados. Proust delineó las relaciones mutuas entre sucesos que transcendían el orden temporal convencional, violando así las concepciones de causalidad newtoniana. Aunque suele traducirse al inglés como Remembrance of Things Past [remembranza o recuerdo de las cosas pasadas], el título de su obra en siete tomos Á la recherche du temps perdu (1925) también puede traducirse más literal y precisamente como Searching for Lost Time [En busca del tiempo perdido]. En À la recherche... Proust juzga que «un minuto liberado del orden del tiempo ha recreado en nosotros (...) al individuo liberado del orden del tiempo»; que reconoce como «el único estado en el cual uno podría vivir y gozar de la esencia de las cosas, es decir, completamente fuera del tiempo».<br /><br /> <br /><br />El tiempo ha venido siendo una preocupación recurrente para la filosofía del siglo XX. Considérense los extraviados intentos por ubicar su auténtico ser a cargo de pensadores tan diferentes como Bergson y Heidegger (o su virtual deificación por parte de éste último). Time and the Novel (1952), de A.A. Mendilow, revela hasta qué punto el mismo intenso interés ha dominado las novelas del siglo; en particular, las de Joyce, Woolf, Conrad, James, Gide, Mann y, por supuesto, Proust. Otros estudios, como Church's Time and Reality (1962), expanden esta lista de novelistas hasta incluir, entre otros, a Kafka, Sartre, Faulkner y Vonnegut.<br /><br /> <br /><br />Y naturalmente es imposible confinar la literatura herida por el tiempo al género de la novela: la poesía. T.S. Eliot a menudo expresa un anhelo por huir de una convencionalidad ceñida y cabalgada por el tiempo. «Burnt Norton» (1941) es un buen ejemplo; v. gr., los siguientes versos:<br /><br />Time past and time future<br /><br />Allow but a little consciousness.<br /><br />To be conscious is not to be in time[9][9].<br /><br /> <br /><br />Al principio de su carrera -más concretamente, en 1931- Samuel Beckett escribió epigramáticamente de «la venenosa ingeniosidad del Tiempo en la ciencia de la aflicción». Su Esperando a Codot (1955) es un evidente candidato a esta catego-<br /><br />ría, como lo es su Murphy (1957), donde el tiempo se vuelve reversible en la imaginación del personaje principal. Cuando las agujas del reloj pueden ir en cualquier dirección, nuestro sentido del tiempo -o sea, el tiempo mismo- se evapora.<br /><br /> <br /><br />PSICOLOGÍA DEL TIEMPO<br /><br /> <br /><br />Atendiendo a lo que comúnmente se conoce como psicología, es inevitable regresar a una de las preguntas fundé1mentales: el fenómeno del tiempo ¿existe realmente, independiente de cualquier subjetivismo O reside únicamente en nuestras percepciones de él? Husserl, por ejemplo, no acierta a explicar por qué la consciencia en el mundo moderno parece autoconstituirse inevitablemente en términos temporales. Pues sabemos que las experiencias, como cualquier otro tipo de acontecimiento, no son propiamente pasadas, presentes ni futuras.<br /><br /> <br /><br />Aunque hasta los años setenta el interés de la sociología por el tiempo fue más bien escaso, el número de los estudios psicológicos sobre él ha venido aumentando rápidamente desde 1930 (Lauer 1988). El psicológico quizá sea el punto de vista desde el cual resulte más dificultoso definir esta variable. ¿Qué es el tiempo y qué es la experiencia de él? O bien, ¿qué es la alienación y qué es la experiencia de ella? Si la segunda cuestión no estuviera tan relegada, sería obvia la relación entre ambas.<br /><br /> <br /><br />Davies (1977) definió el paso del tiempo como «un fenómeno psicológico de origen misterioso» para concluir (1983) que «sólo cuando comprendamos el secreto del tiempo habremos resuelto el secreto de la mente». Ahora bien, dada la separación artificial que establecen entre el individuo y la sociedad y que tanto limita su campo de trabajo, ¡cómo no van psicólogos y psicoanalistas como Eissler (1955), Loewald (1962), Namnum (1972) y Morris (1983) a tropezar con «grandes dificultades» al estudiar el tiempo!<br /><br /> <br /><br />Pero seamos justos: por lo menos algunas veces sí que consiguen aproximarse parcialmente al fondo de la cuestión. Hartcollis (1983), por ejemplo, se dio cuenta de que el tiempo no solo es una abstracción, Sino también un sentimiento, aunque ya en 1948 Korzybski había llevado bastante más lejos este mismo punto con su observación de que «lo que llamamos tiempo no es ,sino una sensación provocada por las condiciones que impone ; este mundo». Nos pasamos la vida «esperando a GodOD), en opinión de Arlow (1986), quien creía que la experiencia temporal surge de necesidades emocionales no satisfechas. Análogamente, Reichenbach (1956),se había referido a las filosofías contratemporales como la religión en tanto que “documentos de insatisfacción emocional”. Y, en términos freudianos, Bergler y Roheim (1946) ya advirtieron que el paso del tiempo simbolizaba periodos de , separación originados en estadios tempranos de la infancia que se remontarían hasta la lactancia. “El calendario constituye la materialización definitiva de la angustia que nos provoca la separación”. Si las ilaciones que fácilmente se pueden inferir a partir de estas ideas no desarrolladas vinieran acompañadas de un interés crucial y crítico por su contexto histórico-social, entonces se convertirían en contribuciones muy dignas de tenerse en cuenta. No obstante, cuando se constriñen al ámbito de la psicología, resultan extraviadas y aun engañosas.<br /><br /> <br /><br />En un mundo de alienación ningún adulto puede discurrir ni menos decretar esa liberación de las ataduras del tiempo que los niños disfrutan de manera habitual ...y a la que debe obligárseles a renunciar, pues el amaestramiento en el tiempo que constituye la esencia de la escolarización es de vital importancia para nuestra sociedad. Dicho amaestramiento, como expresa muy convincentemente Fraser (1984), ”contiene en forma casi paradigmática las características del proceso civilizadop”. Una paciente de Joost Meerlo (1966) «lo expresaba sarcásticamente: el tiempo -decía- es civilización; lo cual significa que para ella la : programación u organización meticulosa de los acontecimientos es la gran arma de que disponen los adultos para forzar a los más jóvenes a la sumisión y el servilismo». Los estudios de Piaget 1946, 1952) dan resultado negativo cuando pretenden detectar un sentido del tiempo innato al ser humano. Claro, la noción abstracta de «tiempo» encierra considerable dificultad para los más jóvenes; no se trata de algo que aprendan automáticamente ni hacia lo que se orienten espontáneamente (Hermelin y O'Connor 1971, Voyat 1977).<br /><br /> <br /><br />Existe una relación etimológica entre time (tiempo) y tidy (ordenado[10][10]) y nuestra idea newtoniana del tiempo representa una ordenación perfecta y universal. El peso acumulativo de esta presión cada vez más asfixiante se manifiesta en el creciente número de pacientes que presentan síntomas de ansiedad por el paso del tiempo (Lawson 1990). Dooley (1941) consigna «el hecho de que las personas de carácter obsesivo, cualquiera que sea su tipo de neurosis, son aquéllas que hacen un uso más dilatado y extensivo del tiempo». Yen su Anality and Time (1969), Pettit presentaba argumentos harto persuasivos para establecer una íntima conexión entre ambos [la analidad y el tiempo], igual<br /><br />que Meerloo (1966) encontraría, citando el carácter y los objetivos alcanzados por Mussolini y Eichmann, «una conexión cierta entre la compulsión por el tiempo y la agresión fascista».<br /><br /> <br /><br />Capek (1961) llamaba al tiempo «inmensa y crónica alucinación de la mente humana»; y en verdad existen muy pocas experiencias que puedan calificarse como atemporales: el orgasmo, el LSD, la visión de nuestra vida entera en un momento de peligro extremo... He aquí algunas de esas raras y evanescentes situaciones suficientemente intensas para permitimos escapar a la insistencia del tiempo.<br /><br /> <br /><br />La atemporalidad es el ideal del placer, escribió Marcuse (1955). El paso del tiempo, en cambio, da alas al olvido de lo que fue y lo que pudiera ser. Es el enemigo del eros y el fiel aliado del orden represivo. Y de hecho, los procesos mentales del inconsciente son, nos dice Freud (1920), atemporales: «Ni el tiempo los altera en modo alguno ni tampoco puede aplicárseles el propio concepto temporal. Así, el deseo se sitúa ya fuera del tiempo. Como también diría Freud en 1932: «Nada hay en el ello que corresponda a la noción de tiempo; no existe reconocimiento de, su Paso».<br /><br /> <br /><br />Marie Bonaparte (1939) argüía que el tiempo se torna cada vez , más plástico y obediente al principio del placer en la misma J" medida en que nosotros mismos seamos capaces de aflojar los lazos necesarios para el pleno control del yo. Los sueños constituyen una forma de pensamiento para los pueblos no civilizados (Kracke 1987); y alguna vez esta facultad debió de ser mucho más accesible para nosotros. Los surrealistas estaban convencidos de que la realidad podía comprenderse mucho más plenamente si conseguíamos establecer conexión con nuestras experiencias instintivas, subconscientes. Así, Breton (1924) proclamó como objetivo radical la inseparabilidad entre el mundo onírico y la realidad consciente.<br /><br /> <br /><br />Cuando soñamos, nuestro sentido del tiempo es prácticamente inexistente, queda sustituido por una sensación de inmediatez. Nada tiene de sorprendente pues que los sueños, ignorantes de las reglas temporales, atraigan la atención de quienes buscan señales liberadoras; ni que las «tormentas impulsivas del subconsciente» (Stem 1977) atemoricen a aquéllos que han depositado intereses en la neurosis colectiva que llamamos civilización. Norman O. Brown (1959) concibió el sentido del tiempo -o, dicho de otro modo, la historia- como una función de la represión: si se aboliera ésta, razonaba, nos liberaríamos de aquél. En este sentido, el poeta Coleridge (1801) reconoció en el hombre de «metódica diligencia» el origen, el creador del tiempo.<br /><br /> <br /><br />En su Crítica de la razón cínica (1987), Peter Sloterdijk llamó al «reconocimiento radical del ello, sin reservas», una declaración de autoafirmación narcisista que se reiría a la cara malhumorada de nuestra bronca sociedad. Por supuesto, el narcisismo ha venido tradicionalmente desechándose como una manía inicua, perversa, «una herejía consistente en amarse a uno mismo». En realidad, esto significaba que se consideraba un privilegio reservado a la clase dirigente, mientras se esperaba que todas las demás (trabajadores, mujeres, esclavos) practicaran la sumisión e incluso se esforzaran por pasar desapercibidos (Fine 1986). Entre los síntomas de la personalidad narcisista se cuentan los sentimientos de vacuidad y la sensación de irrealidad, de alienación, de que la vida no es más que una sucesión de momentos, acompañada por un vehemente deseo de autoestima y autonomía efectivas (Alford 1988, Grunberger 1979). Como dichos “síntomas” y deseos no pueden venir más al caso, difícilmente podrá sorprendernos que el narcisismo pueda verse como una fuerza potencialmente emancipadora (Zweig 1980). Su exigencia de satistacción completa es obviamente una forma de individualismo subversivo, como mínimo.<br /><br /> <br /><br />El narcisista «odia el tiempo, niega su existencia» (carta al autor, Alford .1993), lo cual, como de costumbre, provoca una severa reacción por parte de los defensores del tiempo y la autoridad. Oigamos, por ejemplo, al psiquiatra E. Mark Stern (1977): «Puesto que el comienzo del tiempo se sitúa fuera del control de cada cual, es preciso que cada cual corresponda a sus exigencias [...]. El valor es la antítesis del narcisismo». Pero si bien el narcisismo en efecto puede incluir aspectos negativos, contiene sin embargo el germen de una realidad basada en principios constitutivos diferentes; aspira a un no-tiempo de perfección dentro del cual ser y llegar a ser son la misma cosa; da, implícitamente, el alto al tiempo.<br /><br /> <br /><br />EL TIEMPO DESDE EL PUNTO DE VISTA CIENTÍFICO<br /><br /> <br /><br />«No soy científico, pero sé que todas las cosas empiezan y terminan en la eternidad». -The Man Who Fell to Earth, Walter Tevis.<br /><br /> <br /><br />A efectos de lo tratado en este ensayo, no puede decirse que la ciencia resulte muy aleccionadora para establecer la relación entre el tiempo y el extrañamiento -desde luego, no en la medida ni en la derechura en la que la aborda, digamos, la psicología-, pero sí que es posible reinterpretar las teorías científicas para esclarecer dicha relación, pues no son pocos los puntos de contacto entre la ciencia y las cuestiones humanas.<br /><br /> <br /><br />«El tiempo», concluye N.A. Kozyrev (1971), «es el fenómeno natural más importante y misterioso. Su entendimiento está fuera del alcance de nuestra imaginación». De hecho: algunos científicos (como Dingle 1966) han llegado a considerar que «todos los problemas reales asociados con la noción del tiempo son independientes de la física». y en efecto, es muy posible que la ciencia -en concreto, la física-no tenga la última palabra en este asunto. No obstante, provee otra fuente de comentario, aunque de por sí alienada y generalmente indirecta.<br /><br /> <br /><br />¿Es el «tiempo físico» lo mismo que el tiempo de que somos conscientes? Y si no, ¿en qué consiste la diferencia? Para la física, parece ser una dimensión básica indefinida; pero de hecho, los físicos tienden a darla por sentada como dato de partida exactamente igual que hace el resto de la gente, lo que nos recuerda que, como ocurre con cualquier otro pensamiento, las ideas científicas carecen de sentido fuera de su contexto cultural. Se reducen a síntomas y símbolos de los modos de vida que sirvieron para alumbrarlas. Según Nietzsche, toda escritura es inherentemente metafórica, lo que también vale para la ciencia, aun cuando resulte extremadamente raro aplicarle semejante enfoque. La ciencia se ha desarrollado a base de trazar una separación cada vez más nítida entre mundos internos y externos, entre los sueños y la «realidad». Para lograrlo, procedió a la matematización de la naturaleza, lo que mayormente significaba que los procedimientos científicos debían ceñirse a un método que los aísla de su contexto más amplio, incluidos los orígenes y el significado de los proyectos mismos. Y no obstante, tal como afirmó H.P. Robinson (1964), «las cosmologías que la humanidad ha constituido en diversos momentos y lugares reflejan inevitablemente el entorno físico e intelectual, incluidos sobre todo los intereses y la cultura de cada sociedad».<br /><br /> <br /><br />Como ha señalado P.C.W. Davies (1981), el tiempo subjetivo «posee ciertas cualidades manifiestas, ausentes del mundo "exterior", que son fundamentales para nuestra concepción de la realidad». La principal de estas cualidades es su «paso». Nuestra sensación de estar separados del mundo se debe grandemente a esta discrepancia. Existimos en el tiempo (y en la alienación), pero éste no se halla en el mundo físico. La variable temporal, si bien resulta útil a la ciencia, no deja de ser una construcción teórica. «Las leyes de la ciencia», nos explica Stephen Hawking (1988), «no distinguen entre el pasado y el futuro». Unos treinta años antes, Einstein ya había ido más lejos cuando, en una de sus últimas cartas, escribía: «La gente como nosotros, los que cree: mas en la física, sabe que la distinción entra pasado, presente y futuro no es sino una ilusión persistente, testaruda». Pero la ciencia participa de la sociedad de otros modos relacionados con el tiempo; y lo hace muy profundamente. Cuanto más «racional» se vuelve esta variable, más variaciones suyas son suprimidas. La física teórica geometriza el tiempo concibiéndolo como una línea recta, por ejemplo. La ciencia no se echa a un lado de la historia cultural del tiempo.<br /><br /> <br /><br />Sin embargo, como puede inferirse de lo antedicho, la física no contiene la idea de un instante presente que pasa (Park 1972). Es más, sus leyes fundamentales -nos recuerda Hawking- no sólo son completamente reversibles respecto de «la flecha del tiempo», sino que además «los fenómenos irreversibles se producen como resultado de la particular naturaleza de nuestra cognición humana», según señala Watanabe (1953). Una vez más encontramos que la experiencia humana cumple una función decisiva, aun en sus ámbitos más «objetivos». Zee (1992) lo explica así: «El tiempo es ese concepto de la física al cual no podemos referirnos sin arrastrar al menos cierto grado de consciencia».<br /><br /> <br /><br />Incluso en las áreas aparentemente más claras, existen ambigüedades en todo lo que incumba al tiempo. Por ejemplo, aunque las especies animales más complejas pueden muy bien aumentar su complejidad, esto no se cumple necesariamente para todas las especies de manera uniforme, lo que sugiere a J.M. Smith (1972) que «resulta arduo establecer si la evolución como un todo sigue una dirección determinada».<br /><br /> <br /><br />Se argüirá que en términos cosmogónicos la «flecha del tiempo» se verifica automáticamente por el hecho de que las galaxias van distanciándose progresivamente unas de otras. Sin embargo, la opinión de que, en lo que concierne a los cimientos de la física, el «flujo» del tiempo es un factor irrelevante y en realidad no tiene ningún sentido parece ser prácticamente unánime; dicho con otras palabras, las leyes fundamentales de la física son completamente neutrales respecto de la dirección del tiempo (Mehlberg 1961, 1971, Landsberg 1982, Squires 1986, Watanabe 1953, 1956, Swinburne 1986, Morris 1984, Mallove 1987, D'Espagnant 1989, etc.). La física moderna llega a proveer escenarios en los que el tiempo cesa de existir -o bien, a la inversa, empieza a existir-. Así pues, ¿por qué esa asimetría temporal en nuestro mundo? ¿Por qué no puede el tiempo retroceder además de avanzar? Se trata de una paradoja, por cuanto todas las dinámicas moleculares individuales sí son reversibles. La idea principal, a la que regresaré más adelante, es que la flecha del tiempo se revela a sí misma a medida que se desarrolla la complejidad, en llamativo paralelismo con el mundo social.<br /><br /> <br /><br />El flujo del tiempo se manifiesta a sí mismo en el contexto del futuro y del pasado, que a su vez dependen de un referente que conocemos como el ahora. Desde Einstein y su relatividad, es patente la inexistencia de un presente universal: no podemos pronunciar un «ahora» vigente en todo el universo. No existe en absoluto ningún intervalo fijo que pueda considerarse independiente del sistema al cual se refiere, exactamente igual que la alienación es dependiente de su contexto.<br /><br /> <br /><br />Hurtaríamos así al tiempo la autonomía y la objetividad de que disfrutaba en el mundo newtoniano. Decididamente, las revelaciones de Einstein lo deslindan de forma mucho más individualizada que como se hacía con aquel monarca universal anterior a ellas. Descubrimos así que es relativo a condiciones específicas; concretamente, varía en función de factores tales como la velocidad y la gravitación. Pero aunque se haya vuelto más «descentralizado», también ha colonizado territorios de subjetividad antes vedados. Si el tiempo y la alienación han sometido al mundo bajo su férula, magro consuelo será el saber que dependen de circunstancias variables. El alivio provendrá más bien de actuar en consonancia con este entendimiento, pues la invariabilidad de la alienación es la causante de que el modelo newtoniano de un tiempo cuyo curso es inmutable mantenga su imperio sobre nosotros, incluso después de que sus fundamentos teóricos fueran eliminados por la relatividad.<br /><br /> <br /><br />La teoría cuántica, que se ocupa de las partes más diminutas del universo, es conocida como la teoría fundamental de la materia; y su meollo se deriva de otras teorías físicas fundamentales, como la de la relatividad, con la que coincide en no establecer distinción alguna respecto de la dirección del tiempo (Coveny y Highfield, 1990). Una premisa básica es el indeterminismo, según el cual el movimiento de partículas a este nivel es una cuestión de probabilidades. La física cuántica, que se ocupa de elementos tales como los positrones -definibles como electrones que retroceden en el tiempo- o los taquiones –partículas más veloces que la luz y capaces de generar efectos y contextos en los que también se invierte el orden temporal (Gribbin 1979,i Lindley 1993)-, ha Suscitado preguntas fundamentales sobre el tiempo y la causalidad. El micromundo cuántico ha descubierto que las relaciones acausales corrientes transcienden el tiempo, ponen en tela de juicio la misma noción de la ordenación de los eventos en él. Pueden existir «conexiones y correlaciones entre eventos muy distantes en ausencia de cualquier fuerza o señal intermediaria» que se produzcan de manera instantánea (Zohar 1982, Aspect 1982). El eminente físico norteamericano John Wheeler ha llamado la atención (1977, 1980, 1986) sobre fenómenos en los cuales acciones realizadas ahora consiguen afectar el curso de acontecimientos que ya habían sucedido.<br /><br /> <br /><br />Gleick (1992) resume la situación en estos términos: «En cuanto desapareció la simultaneidad, la secuencialidad empezó a zozobrar, lo cual sometió a la causalidad a considerables presiones, de manera que la mayoría de los científicos se vio con las manos libres para considerar posibilidades temporales que se hubieran considerado extravagantes hace una generación». Al menos un enfoque de la física cuántica ya ha intentado prescindir completamente de la noción de tiempo (J.G. Taylor 1972). D.Park (1972), por ejemplo, asegura «preferir la representación atemporal a la temporal».<br /><br /> <br /><br />Esta confusa situación de la ciencia no puede dejar de reflejarse en las adversidades padecidas por el mundo social. Al igual que el tiempo, la alienación genera presiones y fenómenos cada vez más extraños, de suerte que esas preguntas fundamentales a que se enfrenta la ciencia acaban por emerger, casi de manera inevitable, también en la sociedad.<br /><br /> <br /><br />Si ya en el siglo V San Agustín se quejaba de no comprender en qué consistía realmente la medición del tiempo, Einstein, aun admitiendo que no se trataba de una definición muy científica, solía referirse al tiempo como «lo que mide el reloj». La física cuántica, por su parte, postula la inseparabilidad del medidor y lo medido. En virtud de un proceso que los físicos no dicen entender por completo, el acto de medir u observar no se limita a revelar el estado de una partícula sino que de hecho lo determina (Pagels 1983). Todo esto suscita a Wheeler (1984) la siguiente pregunta: «¿No estará todo -incluido el tiempo- construido de la nada a partir de actos de participación del observador?» Nos encontramos de nuevo ante otro sugestivo paralelismo, pues la alienación, en todos sus niveles y desde su origen, necesita, prácticamente por definición, de ese tipo exacto de participación.<br /><br /> <br /><br />La flecha del tiempo, irrevocable y unidireccional, es un monstruo que se ha revelado más pavoroso que cualquier proyectil físico. Dado que el tiempo sin dirección no es tiempo en absoluto, Cambel (1993) identifica esta unidireccionalidad como «una característica fundamental de los sistemas complejos». Schlegel (1961) concluye que el comportamiento de reversibilidad temporal que muestran las partículas atómicas suele trocarse en irreversibilidad cuando se observa el comportamiento de dichos sistemas más complejos. y si no está radicado en el micromundo, ¿de dónde procede el tiempo? Mejor dicho, ¿de dónde procede nuestro mundo atado por él? Aquí nos tropezamos con una analogía bien sugestiva: el reversible mundo a pequeña escala que nos describen los físicos y su misteriosa transformación en un macromundo de sistemas complejos puede servir como metáfora del mundo social «primitivo» y los orígenes de la división del trabajo, que nos conduce a sociedades complejas, divididas en clases y caracterizadas por un «progreso» aparentemente irreversible.<br /><br /> <br /><br />Un axioma generalmente aceptado por la física postula que la flecha del tiempo depende de la segunda ley de la termodinámica (véase, por ejemplo, Reichenbach 1956), que a su vez dice que todo sistema tiende a un desorden cada vez mayor, a la entropía. Así pues, el pasado es más ordenado que el futuro. Algunos patrocinadores de dicha segunda ley (como Boltzmann 1866) han hallado en la progresión entrópica el significado mismo de la distinción entre el pasado y el futuro.<br /><br /> <br /><br />Este principio general de irreversibilidad se desarrollaría mediado el siglo XIX, a partir de los trabajos de Carnot en 1824, cuando el capitalismo industrial aparentemente había alcanzado un punto sin retorno. Pero si bien de la aplicación del tiempo irreversible cabía deducir una consecuencia optimista, las teorías evolutivas, el mismo principio también permitía extraer una consecuencia pesimista: la segunda ley de la termodinámica. En su enunciado original, esta ley describía el universo como un enorme motor calórico en vías de agotamiento, cuyo trabajo se volvía cada vez más proclive a la ineficacia y el desorden. Sin embargo, como observaría Toda (1978), ni la naturaleza es un motor ni realiza trabajo alguno ni muestra la menor preocupación por conceptos como «orden» y «desorden». Difícilmente podría pasarse por alto la faceta cultural de esta teoría; a saber, el temor del capital por su propio futuro.<br /><br /> <br /><br />Ciento cincuenta años más tarde, los físicos teóricos cayeron en la cuenta de que la segunda ley y su supuesta explicación de la flecha del tiempo no podían considerarse un problema resuelto (Nueman 1982). Muchos defensores del tiempo reversible en la naturaleza consideran la segunda ley demasiado superficial,<br /><br />la consideran una ley secundaria y no primaria (por ejemplo, Haken 1988, Penrose 1989). Otros (como Sklar 1985) encuentran fallas y problemas en la definición misma del concepto de entropía. En relación con la acusación de superficialidad, se argumenta que los fenómenos descritos por la segunda ley pueden adscribirse a ciertas condiciones iniciales en particular, pero no representan el funcionamiento de un principio general (Davies 1981, Barrow 1991). Es más, esta diferencia entrópica está muy lejos de darse por igualo en absoluto en todo par de eventos unidos recíprocamente por relaciones de «anterioridad» y «posterioridad». La ciencia de la complejidad (cuyo ámbito es más extenso que el de la teoría del caos) ha descubierto que no todos los sistemas tienden hacia el desorden (Lewin 1992), lo que también refutaría la segunda ley. Más todavía: aquellos sistemas aislados que no permiten intercambio alguno muestran la tendencia a la irreversibilidad propia de la segunda ley, pero incluso el universo podría no ser uno de esos sistemas cerrados. Como señala Sklar (1974), no sabemos si la entropía total del universo aumenta, disminuye o permanece estacionaria.<br /><br /> <br /><br />Pese a estas aporías u objeciones, el movimiento hacia una «física irreversible» basada en la segunda ley continúa su avance, del cual se derivan implicaciones muy interesantes. Ilya Prigogine, Premio Nobel de Física en 1977, parece ser el más influyente e infatigable valedor de la idea de que existe un tiempo innato e unidireccional en todos los niveles de la existencia. Aunque los fundamentos de toda teoría científica mayor sean, según se ha observado, neutrales respecto del tiempo, Prigogine otorga a esta magnitud un énfasis primigenio en el universo. La irreversibilidad constituye para él y sus correligionarios un axioma primario y omnipresente. Para esta ciencia supuestamente no partidista, el tiempo se ha convertido claramente en una cuestión política.<br /><br /> <br /><br />Escuchemos a Prigogine en un simposio celebrado en 1985 bajo la munificencia de Honda para fomentar proyectos como el de la Inteligencia Artificial: «Cuestiones como el origen de la vida, el origen del universo o el origen de la materia ya no se pueden examinar sin recurrir a la irreversibilidad». No es ninguna coincidencia que Alvin Toffler -que no tiene nada de científico pero sí mucho de cheerleader o animador típicamente norteamericano dispuesto a guiar al mundo a las más altas cimas tecnológicas- propinara un entusiasta empujón a uno de los textos básicos de esta campaña pro tiempo, Prigogine and Stenger's arder Out o/ Chaos (1984). Ervin Laszlo, discípulo de Prigogine, puja por legitimar y extender el dogma de un tiempo universalmente irreversible preguntándose (1985): ¿serán las leyes de la naturaleza aplicables a la sociedad? Y como era de esperar, no tarda en responder su propia y nada cándida pregunta: «La irreversibilidad generalizada de la innovación tecnológica anula la indeterminación de ciertos puntos de bifurcación individuales y conduce los procesos históricos en la dirección que ya se ha observado desde las tribus primitivas hasta los modernos estados tecno-industriales». ¡Cuán «científico»! Semejante transposición de las «leyes de la naturaleza» al mundo social resulta difícilmente superable en cuanto a descripción de lo que representan el tiempo, la división del trabajo y la mega-máquina que aplasta toda autonomía o «reversibilidad» de las decisiones humanas. Leggett (1987) lo expresó a la perfección: «Todo parece indicar que esa flecha del tiempo lanzada por la aparentemente impersonal termodinámica está íntimamente relacionada con lo que nosotros podemos o no podemos hacer como agentes humanos».<br /><br /> <br /><br />Así pues, Prigogine y otros como él prometen desembarazar a c las clases dirigentes del «caos», gracias al modelo de un tiempo irreversible. El reino del capital siempre ha temido la entropía o el desorden. La resistencia, en especial la resistencia al trabajo, es la verdadera entropía, ésa que el tiempo, la historia y el progreso buscan constantemente desterrar. Prigogine y Stenger (1984) lo expresan en estos términos: «La irreversibilidad es verdadera en todos los niveles o en ninguno». Las apuestas definitivas de este juego están, como se ve, en todo o nada.<br /><br /> <br /><br />Desde que la civilización impuso su yugo a la humanidad, hemos tenido que vivir con la melancólica idea de que nuestras más altas aspiraciones quizás sean imposibles en un mundo dominado por un tiempo en ascenso inexorable. Cuanto más se aplacen y desplacen fuera de nuestro alcance el placer y el conocimiento -y no otra es la esencia de la civilización-, más palpable devendrá la dimensión temporal. La nostalgia del pasado, la fascinación por la idea del viaje a través del tiempo y la acalorada busca del aumento de nuestra longevidad son algunos de<br /><br />los síntomas de esta enfermedad, para la que no parece existir cura presta. Como advirtió Merleau-Ponty (1945), «aquello que no transcurre en el tiempo constituye el propio transcurso del tiempo».<br /><br /> <br /><br />Pero aparte de la general y natural antipatía que el tiempo despierta, es posible señalar algunas manifestaciones recientes y especificas de oposición a él: la Asociación por el Retraso del Tiempo, fundada en 1990 y activa en cuatro países europeos, cuenta con varios cientos de socios cuyo principal objetivo, bastante menos peregrino de lo que podría imaginarse, consiste en invertir la progresiva aceleración del tiempo en la vida cotidiana con el fin de depararse a sí mismos una existencia más satisfactoria. La Negative Theologtj of Time, debida a Michael Theunissen (1991), se dirige explícitamente contra el que considera el enemigo por antonomasia de la humanidad. Esta obra ha engendrado un muy vivo debate en círculos filosóficos (Penta 1993), a causa de su exigencia de una reconsideración del tiempo en negativo.<br /><br /> <br /><br />«El tiempo», escribió Merleau-Ponty (1962), «es el único movimiento apropiado a sí mismo en todas sus partes». Véase la completitud de la alienación en el enajenado mundo del capital. Nuestra concepción del tiempo es anterior a la concepción de sus partes; y así, éste nos revela la totalidad. La crisis del tiempo es la crisis del todo. Su triunfo, incuestionable en apariencia, de hecho nunca fue completo mientras hubiera alguien capaz de cuestionarse las premisas que originan su ser.<br /><br /> <br /><br />Nietzsche halló inspiración para su Así habló Zaratustra sobre el lago Silviplana, «dos mil metros por encima de los hombres y del tiempo», como anotaría en su diario. Pero no es factible transcender el tiempo mediante un altivo desprecio por la humanidad, porque la superación del enajenamiento que provoca no es tarea que pueda emprenderse en solitario. En este sentido, me quedo con la formulación de Rexroth (1968): «El único Absoluto es la Comunidad del Amor que pone fin al Tiempo».<br /><br /> <br /><br />¿Podemos poner fin al tiempo? Su trayectoria puede contemplarse como la dueña y la medida de una existencia social que se ha vuelto cada vez más vacía y tecnologizada. Averso a todo lo espontáneo e inmediato, el tiempo revela con creciente claridad sus lazos con la alienación. Por eso, el alcance de nuestro proyecto renovador deberá abarcar toda la longitud de esta dominación conjunta que padecemos. Y nuestras vidas fragmentadas sólo podrán llegar a vivirse plenamente -esto es, atemporalmente- cuando hayamos borrado la causa primera de esta fragmentación.<br /><br /> <br /><br /><br />Digitalizado por el Colectivo Libertario Oveja Negra<br /><br />[1][1] Malestar en el Tiempo ha sido publicado originariamente en la revista anrcoprimitivista estadoundensa Anarchy: a journal of desire armed en el invierno de 1994, John Zerzan alude con este título al conocido ensayo de Sigmund Freud El malestar en la cultura.<br /><br /> <br /><br />[2][2] “Dichosos los que no saben de relojes” (Nota del T.)<br /><br />[3][3] Evento se usa aquí con el doble sentido de acontecimiento y contingencia. (Nota. del t.)<br /><br />[4][4] Puesto que Crisipo vivió en el siglo III a. de C., Zerzan parece dar por bueno el nexo que la historiografía convencional establece entre el cristianismo y la filosofía estocia (nota del t.)<br /><br />[5][5] El quiliasmo o milenarismo es una herejía del cristianismo que se fundamenta en el capítulo 20 del Apocalipsis y cuya doctrina se resume en la siguiente profecía: mil años antes del Juicio Final, Cristo volverá a la tierra, encadenará a Satán, resucitará sólo a los justos y edificará un nuevo reino sobre la tierra, donde los justos serán recompensados por su rectitud compartiendo el reinado de Cristo durante un milenio y disfrutando de todos (o:,<br /><br />goces temporales. (Nota del t.)<br /><br /> <br /><br />[6][6] "Vengo en verdad trayendo a vosotros la Naturaleza con todos sus hijos, para sujetarta a vuestro servicio y hacerla vuestra esclava”. Bacon: El nacimiento masculinos del tiempo o la gran instauración del dominio del hombre sobre el universo.(N.del T.)<br /><br />[7][7] El sustantivo inglés watch (reloj de bolsillo o de pulsera) también denota observación, cuidado, vigilancia o vigilia. (Nota del t.)<br /><br />[8][8] El descargo de Sterne, podría añadirse la respuesta del padre: «"Por Dios" -dijo mi padre profiriendo una exclamación, aunque cuidando al mismo tiempo de bajar la voz-."¿Es que desde que existe el mundo puede haber mujer alguna que interrumpa a un hombre con tal estúpida pregunta?"» (Nota del T.)<br /><br /> <br /><br />[9][9] El tiempo pasado y el futurto / no permiten sino una poca consciencia. / Ser consciente es no ser en el tiempo. (Nota del t.)<br /><br /> <br /><br />[10][10] Originalmente, tidy en inglés significaba “oportuno, hecho a tiempo”.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-21304243392864646112009-09-20T19:41:00.000-07:002009-09-20T19:49:21.733-07:001º de Mayo Contra el Trabajo x Miguel Amorós<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQEUQlaNvNa_CKm9MDQR2j2QhLOFDYeLjo01UcqikFVlh0Q5R7v-dLk9Eqy84hoT0KDiLWOGD4SH9it_lWUFUCkMtYF7N1TCImA-8frkWgK_yCMUGuymxpxw8XhJYAD4QtvkSLPz4LPNc/s1600-h/trabajadores+del+mundo+descansad.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 241px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQEUQlaNvNa_CKm9MDQR2j2QhLOFDYeLjo01UcqikFVlh0Q5R7v-dLk9Eqy84hoT0KDiLWOGD4SH9it_lWUFUCkMtYF7N1TCImA-8frkWgK_yCMUGuymxpxw8XhJYAD4QtvkSLPz4LPNc/s400/trabajadores+del+mundo+descansad.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383747306518776898" /></a><br />“Hay también, a mi parecer, algunos que no prestan un gran servicio a la sociedad por su inteligencia, pero que son robustos de cuerpo y capaces de los mayores trabajos. Trafican con las fuerzas de su cuerpo y tienen opción a un salario en dinero por ese tráfico, de donde les viene, yo creo, el nombre de mercenarios.”<br /><br />(Platón, “La República”)<br /><br /> No temo desvirtuar el sentido del Uno de Mayo diciendo que es una día contra el trabajo, puesto que ya desde el origen --la lucha por la jornada de ocho horas-- llevaba inscrito la exigencia de una disminución del tiempo dedicado a la esclavitud asalariada, o sea, una reivindicación de tiempo libre. Libre quiere decir libre de la explotación y de la necesidad en la que aquella fingía basarse, pues la libertad a la que debe aspirar el género humano vendrá determinada por la abolición no sólo del trabajo asalariado sino de la labor empleada en la satisfacción de las necesidades físicas. El reino de la libertad suplantará al reino de la necesidad cuando el hombre se emancipe completamente del trabajo. Por consiguiente, la sociedad a la que deben aspirar los trabajadores es una sociedad no basada en el trabajo, una sociedad en la que el trabajo no sea considerado como la ocupación principal, en el que la vida no dependa absolutamente del trabajo, en fin, en la que nadie tenga que “ganarse la vida” trabajando, porque una sociedad así es incompatible con el bienestar y con la libertad. “Derecho al trabajo”...¡anda ya! Es como reivindicar la explotación; mejor exigir ¡DERECHO A NO TRABAJAR!. A la cabeza de sus aspiraciones, los trabajadores no han de colocar una consigna del estilo de “trabajar menos para que trabajen todos”, sino una mucho más escueta: “NO TRABAJAD NUNCA”.<br /><br /> El hecho de que vivamos en una sociedad de trabajadores, una sociedad en la que la condición de asalariado es general, en la que los mismos dirigentes llaman a su actividad trabajo, no significa que la sociedad jamás haya vivido al margen del trabajo, o que siempre el trabajo haya sido contemplado como fuente de todos los valores. Eso tiene fecha: no es sino en tiempos de la Reforma protestante cuando aparece y se extiende esa nueva mentalidad que considera al trabajo como un fin en sí mismo y aspira a vivir trabajando hasta el fin de los días, lo que casa a la perfección con el espíritu capitalista. Hablamos de fin pero la mentalidad laboriosa no distingue entre fines y medios. Vivir para trabajar, trabajar para vivir, son para ella lo mismo. El trabajo, por primera vez, da sentido a la vida. En adelante, la burguesía y los pensadores que mejor han expresado su advenimiento han considerado el trabajo como origen de la propiedad (Locke), como fuente de toda riqueza (Adam Smith), y como responsable de la propia humanización. Para Hume el trabajo había creado al hombre; el trabajo y no la Razón es lo que distinguía al hombre de los animales (idea que Marx traspasó al socialismo). Tendrían que venir las fábricas y las máquinas y destruir todo el carácter “humano” del trabajo para que las clases laborales experimentasen en carne propia el peso de la fatiga, la desesperación del trabajo esclavo y la ofensa del salario, la marca de la esclavitud a la que estaban reducidas.<br /><br /> En la Antigüedad el trabajo era algo despreciable, algo que degradaba a quien lo ejercía y de donde no podía salir nada honorable. Lafargue en su “Derecho a la Pereza” cita estas sabias palabras de Cicerón: “hay que mirar como algo bajo y vil el oficio de los que venden su pena y su industria, pues aquél que dé su trabajo a cambio de dinero se vende a si mismo y se coloca al nivel de los esclavos.” También lo era el afán de lucro. Entre los griegos, los artesanos, labradores, jornaleros y comerciantes no formaban parte de la ciudad aunque viviesen en ella, es decir, no tenían derechos políticos, pues según Aristóteles, “esa forma de vida es innoble y contraria a la virtud” de la cual los ciudadanos habían de abstenerse. Los espartanos tenían prohibido ejercer cualquier oficio, entre otras cosas porque absorbían el tiempo (“scholë”), necesario para las actividades cívicas. Igual sucedía entre sus contemporáneos lidios, tracios, escitas, persas y romanos. Trabajar significaba someterse a la necesidad, servidumbre humana para cuya liberación servían los esclavos. Todavía en los tiempos oscuros de la Edad Media el trabajo era considerado una actividad servil y aquellos que tenían el privilegio de no trabajar --los nobles, los hidalgos-- preferían morir de hambre antes que envilecerse trabajando, como relata cómicamente la novela picaresca. Pero la situación de los obreros de entonces distaba mucho de la de ahora; la mitad de los días del año eran festivos, días de holganza.<br /><br /> ¿Cómo ha empleado la humanidad el tiempo de forma honesta desde sus orígenes hasta el siglo XVI? Los antiguos lo distribuían entre la asamblea, el estudio, el gimnasio y la guerra. La dirección de la cosa pública y la defensa armada de su modo de vida eran la base de la ciudadanía y de la libertad. El tiempo del que tan abundantemente disfrutaban griegos y romanos era principalmente consumido en la esfera pública y en el campo de batalla, lo que no es de extrañar en una sociedad cuya finalidad era la formación de hombres libres y no la despreciable acumulación de riquezas. Hombres libres de la necesidad económica, y por tanto, del trabajo. Pero la liberación del trabajo en los antiguos era un privilegio. La libertad de una parte de la población se basaba en la esclavitud de la otra. <br /><br /> En nuestra época en donde la esfera privada es determinante y el trabajo es la norma, las cosas no pueden ser más diferentes. No existe la libertad, tal como la entendían los antiguos, porque no hay “ágora”, no hay vida pública. Unos estarán más explotados que otros, unos tendrán una vida mejor amueblada que otros, pero nadie es realmente libre. Todas las actividades, incluso las supuestamente públicas, son privadas (ejercicio de una profesión); todo el mundo vende algo suyo a cambio de dinero y sobrevive consumiendo; las diferencias son de grado. Lo único que varía en la esclavitud es el rango. La abolición del trabajo o simplemente una reducción drástica del mismo, para tener consecuencias liberadoras, deberá acarrear la desprivatización de la vida y en correspondencia, la revitalización del espacio público. Puesto que para tomar en sus manos sus propios asuntos, los trabajadores emancipados han de construir su propio espacio de libertad, sea a través de comunidades, consejos, asambleas, municipios libres, etc., e invertir en él su tiempo. La emancipación del trabajo se llevará a cabo mediante el regreso a la vida pública, que es algo muy diferente del regreso de la política. Porque una cosa es la disolución del poder y del Estado en la autoorganización de “las masas desheredadas y desclasadas” (que es como Bakunin prefería llamar al proletariado) y otra cosa es la reconstrucción del poder (y del Estado) mediante la política profesional y los partidos. ABOLIR EL TRABAJO PARA ABOLIR EL ESTADO. <br /><br /> Conservando la mentalidad de trabajador, aun habiéndose desembarazado del trabajo estaríamos en una sociedad de consumidores. Trabajo y consumo son dos etapas del mismo proceso. Una sociedad de trabajadores es una sociedad de consumidores. El consumidor es tan esclavo como el trabajador. En esta sociedad la disminución de la jornada de trabajo no significa sino el aumento proporcional del tiempo dedicado al consumo. En esa perspectiva la liberación del trabajo no es una liberación, ni siquiera parcial. Es la clave de la moderna explotación. El tiempo disponible se dispensa en actividades de ocio, sin salir de la esfera privada. El resultado es una mayor artifialización de la vida, dedicada a la satisfacción compulsiva de necesidades cada vez más artificiales. Así pues, por el consumo de masas iremos a parar al mismo lugar al que se llegó por el trabajo prolongado: al embrutecimiento, a la miseria moral y a la enfermedad. La idea de felicidad que tienen los pobres, el “coger del montón”, o el de “vacaciones en Mallorca para todos”, no constituye una expresión simple del comunismo libertario, sino del consumo sin trabas. Ver las cosas desde el ansia consumista es como verlas desde el estómago: es verlas como esclavo. Verlas como enemigo derrotado, que es lo que primeramente significaba “esclavo” en griego (“douloi”). Sin embargo, emanciparse del trabajo es emanciparse del consumo. Pasar del “montón” tanto como de Mallorca. EN LA SOCIEDAD DE LA ABUNDANCIA LO VERDADERAMENTE ABUNDANTE NO HA DE SER LA MASA DE OBJETOS DESEABLES SINO EL TERRENO DONDE EJERCITAR LA LIBERTAD.<br /><br /> Hablar de no trabajar resulta cómodo y fácil, pero para llegar a una sociedad sin trabajo, es decir, emancipada completamente de la necesidad, tanto la que impone la sociedad como la que impone la naturaleza, se han de revisar muchas ideas pasadas, que son un lastre y un obstáculo a eliminar. En primer lugar la convicción de que el sistema engendra junto con sus miserias las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción de la sociedad libre. La verdad es justo lo contrario: el sistema crea condiciones y formas para que dicha reconstrucción sea imposible. Empezando por la misma clase que debía capitanearla. La automatización y el progreso científico ha expulsado al trabajador desde el centro a la periferia de la producción, de forma que hoy la mayoría de los trabajadores están empleados en actividades improductivas, y la tendencia no deja de acentuarse. Una sociedad racionalmente organizada suprimiría la mayor parte de esas actividades tanto como la producción masiva. Los anarquistas fueron los primeros en señalar que una sociedad nueva no puede ser vaciada en el molde técnico de la actual y que todo lo que existe ha de sustituirse por algo más conforme con las verdaderas necesidades humanas. La apropiación de los medios de producción no podría efectuarse sino gracias a una capa social particular, la de los técnicos y científicos, que dudosamente abrazará en bloque la causa de los oprimidos. La contradicción que socava la sociedad del trabajo no radica en la oposición entre fuerzas productivas y medios de producción, pues con la autonomía de la técnica ambos conceptos tienden a ser lo mismo, sino entre la tecnología moderna y el metabolismo con la naturaleza que impone, cada vez más devastador. La tecnología no es en absoluto independiente del modo de producción capitalista. Quienes hayan creído en el lado positivo del capitalismo supuestamente representado por los “avances” técnicos se frotarán las manos pensando que el progreso de la tecnociencia ha quemado la etapa de transición al régimen comunista libertario, que la producción automatizada suprimirá el trabajo y que la máquina, esclava del hombre, le redimirá de semejante maldición. Pero las máquinas no permiten la emancipación del trabajo, pues lejos de ser una adaptación del medio natural a la voluntad del sujeto, son una adaptación del sujeto al medio artificial que ellas han creado. LAS MÁQUINAS HAN ESCLAVIZADO AL HOMBRE Y JAMÁS LO LIBERTARÁN.<br /><br /> Las máquinas, y más propiamente, los sistemas técnicos, las tecnologías, son modos de ordenar la sociedad y determinan el trabajo, las relaciones, el desplazamiento, el consumo, etc. de las personas. No hay tecnologías neutras; las hay que son flexibles, descentralizadoras y no agresivas, que preservan la naturaleza y facilitan la libertad, y las hay que imponen una organización social gigantesca y complicada, desarrollando jerarquías, control, organismos represivos, y demás formas de poder separado. Optar por un sistema tecnológico u otro es hacer una elección política, valga la palabra. Ni que decir tiene que en la sociedad actual son las tecnologías autoritarias, manipuladoras y anticomunitarias las que dominan. La autogestión de un sistema técnico de esa clase tendría fatales consecuencias para la libertad. Los medios de producción actuales, en lo que a técnica se refiere, no pueden transformarse en instrumentos de un trabajo libre y asociado sin experimentar fuertes cambios. Por eso el desmantelamiento razonado de los medios de producción es la condición sine qua non de la revolución emancipadora. Por eso los Estados han de disolverse en un sinfín de comunidades pequeñas. Las colectividades autogestionadas, federadas o no, abolirán primero el salario y el dinero, con lo cual se suprimirán la explotación y las diferencias de clase, y sustituirán el mercado por un intercambio solidario. Después se harán cargo de la reutilización y descentralización de los medios de producción y de la destrucción o abandono de la parte de los mismos que resulte perniciosa. Empezando por el sistema fabril y la agricultura industrial. Otros aspectos habrán de ser tenidos en cuenta por fomentar la desigualdad y la burocracia: la planificación central, la división del trabajo, la expansión urbana, etc. A mayor organización, mayores peligros. Pero la cuestión que más interesa destacar aquí es la del trabajo necesario para el mantenimiento y reproducción de la vida, la actividad productiva requerida por la satisfacción de las necesidades elementales y de aquellas que resulten del modo de vida comunitario. La carga de la vida no podrá eliminarse ni siquiera con sirvientes mecánicos; a lo sumo la harán más llevadera. Ante cualquier solución técnica habrá que calibrar siempre lo que se gana y lo que se pierde. Se puede ganar tiempo a costa de una mayor dependencia, y también lo contrario: se puede ganar independencia a costa de emplear más tiempo. Pero de todas formas puede conseguirse que el tiempo dedicado a la labor sea mínimo, distribuyéndola entre todos, especialmente entre los jóvenes, y suprimiendo las actividades consideradas prescindibles por las asambleas. Y también puede lograrse que la labor, al volverse atractiva, diversión o hobby, deje de ser considerada un esfuerzo obligatorio. Fourier, un precursor del anarquismo, inventó una “mecánica pasional” que debía transformar el trabajo en una actividad ardiente, refinada y lúdica. Pues bien, no iba desencaminado: LA ABOLICIÓN DEL TRABAJO OCURRIRÁ MEDIANTE SU CONVERSIÓN EN JUEGO.<br /><br /> <br /><br /> Miguel Amorós, leído en el mitin de la CNT en Les Cotxeres de Sants, Barcelona, el 1 de mayo de 2003.<br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> [CONTRAPORTADA]<br /><br /> “Llegó el Primero de mayo. Fue una mañana de mucho movimiento. Los trabajadores de Barcelona iban en grupos al mitin. ¿A qué mitin? Se produjo cierta confusión. A la misma hora y muy próximos uno de otro, se celebraban el oficial de la CNT y el nuestro, mezcla de CNT, FAI y Comisiones de Inquilinos y de Mujeres del servicio doméstico.<br /><br /> Algo llamaba la atención de los obreros barceloneses y de cuantos transitaban por los paseos laterales del Arco de Triunfo: las cinco enormes banderas rojinegras del anarco- sindicalismo y la totalmente negra del anarquismo. La rojinegra --un rectángulo en dos escuadras--, por el vivo contraste del negro y el rojo, fue rápidamente admitida como enseña de una revolución largamente esperada por el proletariado español. La gente, cuya mayoría saliera de sus casas con ánimo de no perderse el mitin sindicalista del palacio de Bellas Artes, como si de pronto se diera cuenta de que la promesa del futuro estaba estrechamente vinculada a la bandera rojinegra, se detenía ante nuestro camión, flanqueado por las seis enormes banderas ondeando al viento.<br /><br /> Y ya no se iban. Se quedaban en espera de escuchar algo distinto de lo que hubieran tenido que que oír en el otro mitin, el de los líderes del sindicalismo.”<br /><br /> Juan García Oliver, “El Eco de los Pasos”Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-64227962774713270582009-09-20T19:38:00.000-07:002009-09-20T19:40:49.307-07:00ABOLICIÓN DEL TRABAJO YA! x RE-EVOLUCIÓN!<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1gFtZlBg-ztbXSJDLVvnovi3oBSDg96dp_CbsD80sLsc-iXVTz0E-It6XMFuRk8k8LHhJWBH6TqhJ1Zk_0xPNYb67U4G29SV86oGWaFu6DrAiDjGImGWGduZ6rFBnfTlZlLWwBXCz3s4/s1600-h/abolition+du+travail.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 265px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1gFtZlBg-ztbXSJDLVvnovi3oBSDg96dp_CbsD80sLsc-iXVTz0E-It6XMFuRk8k8LHhJWBH6TqhJ1Zk_0xPNYb67U4G29SV86oGWaFu6DrAiDjGImGWGduZ6rFBnfTlZlLWwBXCz3s4/s400/abolition+du+travail.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383745066499418370" /></a><br />Se puede argumentar que realmente la inmensa mayoría de lo que hoy trabajamos (entorno al 90%) es para para lucrar a castas parasitarias, reproducir el Sistema (propaganda, espectáculos sistémicos, etc.), y para producir mercancías superfluas, cuando no indeseables. Se puede argumentar que gran cantidad de tareas que hoy hacemos son innecesarias (marqueting, buro-jerarquías, managers, intermediari@s, etc.) y que por otra parte hay nada más y nada menos que 800 millones de personas en paro en este mundo, y nos podemos poner a gritar como lo hacen los sindicatos "TRABAJAR MENOS, TRABAJAR TOD@S". O señalar que el precio de costo de los productos industriales es el 10% de lo que pagamos, y con esto volver a la misma: "TRABAJAR MENOS, TRABAJAR TOD@S".<br /><br />Pero yo quiero TRABAJAR NADA, TRABAJAR NADIE. Es decir, nada me gusta a mi la utopía estatal capitalista o la “comunista”, me rebajen las "horas de castigo", en una sociedad que me infantilizada y tiraniza bajo los caprichos de Papá Estado p Papá Empresa. Pero tampoco es mi ideal la utopía sindical anarquista, aunque “sólo” tenga que trabajar 4 ó 5 horas al día, 4 ó 5 días a la semana, si bien supeditado al "mastodontismo" de la federación económica y su hastiante asamblearismo federal de masas, en una sociedad industrial donde todo siga hecho a la medida de las máquinas.<br /><br />Y no digo esto solamente porque me parezca anti-libertario el verse obligado (por látigo, por hambre o por coacción moral, me es igual) a ser lo que en el siglo XIX Karl Marx llamaba poéticamente un "apéndice de la máquina". No, no me da la gana de ser máquina ni 60, ni 40 ni 20 horas a la semana ¡Ni un minuto al año!. Simplemente me niego. <br /><br /> Y no sólo me niego a convertirme en máquina mediante el trabajo industrial por el tiempo que dure la jornada de trabajo "anarquista", “comunista” o "capitalista" o cualquier otro “-ista”. Me niego a mucho más.<br /><br /> <br /><br />Parece ser que hay much@s revolucionari@s que aún piensan -como los que no son revolucionari@s- que la tecnología es neutra, o que saben que es ideológica, cultural, en buena parte definitoria de la sociedad, pero después parece como que les da igual. Una sociedad hecha para que tu productividad sea maquinal, la sociedad una enorme maquina burocrática donde el individuo queda aplastado, donde se acepte ser máquina unas horas al día, en el trabajo, en la política y en el consumo, es decir, UNA SOCIEDAD INDUSTRIAL, es una sociedad donde los human@s son esclav@s de sus inventos -las máquinas. El tener una bandera negra, roja o nacional no cambia gran cosa cuando esta está colgada de una chimenea en un polígono industrial de la periferia de una ciudad a la que el/la obrer@ llegará... ¿en coche? ¿Entre smog? ¿cuándo marque las tal en punto el Gran Reloj? ¿Con prisa siempre? ¿Sin convivir? ¿Produciendo sin más?<br /><br />Yo estoy en contra del gigantismo y del centralismo (de la Sociedad de Masas, de las megaorganizaciones, etc.) y lo estoy también de la ultracomplejidad social. Y estoy en contra porque creo que esto aliena al individuo provocándole impotencia (¡Es la misma idea que la del gigantismo de las catedrales! ¡El tenernos sometidos, denostando nuestra autoestima!), y porque hace que la persona vea todo como imposible de cambiar, como algo completamente superior a ella. Y porque crea infelicidad. Y no sólo por estas razones, sino por muchas más, como por ejemplo que el gigantismo, simplemente, no es nuestro hábitat natural: nuestro físico no ha evolucionado adaptándose a él, y nuestra cultura no es capaz de asimilarlo. Mírese si no el aumento desmedido de infelicidad y enfermedades psíquicas, suicidios, o la perpetua situación de guerra en el mundo desde que la civilización es civilización.<br /><br />Estoy en contra del TRABAJO porque es sacrificio, pero no sólo por eso, sino que es un sacrificio que la sociedad te impone en su nombre, para reproducir un sistema tecno-organizativo que es el que crea y necesita el TRABAJO. El TRABAJO es pues una expresión ideológica de un sistema tecnológico que nada quiero perpetuar, pues nos lleva al precipicio como individuos y como especie, y arrolla por el camino todo lo que se encuentra.<br /><br /> <br /><br />El trabajo es una de las varias formas de sacrifico ritual -¡de autoinmolación!- de esta sociedad. Abolir el trabajo, "convirtiéndolo" en juego, arte, deporte o entretenimiento no es un utopía, el ser humana ha vivido el 99% de su historia sin él. ¡El resto de animales el 100%! Sabiendo esto, ¿quién es que todavía se cree que "hay que trabajar para vivir"? Mentira, hay que trabajar en la civilización porque si no acaban contigo. Es decir, nos obligan a arrodillarnos y vender tu vida a la producción... Pero, las paredes hablan desde los graffitis: "Manda el que puede, obedece el que quiere"<br /><br />El trabajo no es sinónimo de creación. El trabajo no sólo es hacer algo, ES HACER ALGO DE UNA FORMA MUY DETERMINADA, ¿o acaso follar por mucho esfuerzo que le pongas y mucho te satisfaga una necesidad vital? No, no me vale la definición ideológica actual del Trabajo, del lenguaje cotidiano.<br /><br />La abolición del trabajo es una postura ajena al izquierdismo o al derechismo, no pretende la gestión de los medios de producción por clase alguna. Es un ataque a la raíz. Se cuestiona la producción en sí misma. Tal vez la abolición del trabajo suponga una descentralización social de la sociedad, y lleve implícita una relativa destecnologización y desmasificación de las sociedades, pero ¿qué tiene esto de malo? Nada. De hecho esta es la única forma de librarse de vivir para el futuro, y de vivir para la sociedad, empezando a vivir el presente, y vivir para un@ mism@, viviendo realmente en una comunidad y no enfrentad@ por la comunidad. <br /><br />La única forma de empezar a caminar hacia la felicidad -la recuperación del presente- y la reconciliación con el Ecosistema, es la de destrozar por completo los valores del trabajo y la tecnología que en ellos se sustenta. El Animal-Masa que somos actualmente, debe morir para renacer como Individuo Social Libre. Si seguimos fanatizados por la idea de la necesidad del trabajo y la sociedad organizada entorno a ella, nuestra vida seguirá siendo la del engranaje de la máquina que edulcora su vacío con la "soma" que le ofrece la sociedad espectacular. Seguiremos caminando hacia el encuentro del 1984 de Orwell con Un Mundo Feliz de A.Huxley. Un mundo cada vez más paranoico e esquizofrénico, que en su absurdo lleva cada día a la extinción de una especie animal o vegetal; que día a día nos hace pagar física y psíquicamente sus consecuencias, y que nos amenaza con aparecer un día el listado de las 44.000 especies que extingue al año.<br /><br /> Por una Anarquía verde, una vez destruida la Civilización. Contra la Sociedad de Masas. ¡ABOLICIÓN DEL TRABAJO!<br /><br /> <br /><br />RE-EVOLUCIÓN!Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-60004662534461240882009-09-18T00:56:00.000-07:002009-09-17T03:13:44.019-07:00La Arquitectonalidad del Psicogeografiquismo o Los Jeroglíficos de la Deriva x Hakim Bey<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJraKTT-CA9WIVZrOzKEsnJqlqvzj8PfchGQz5JOHTqXnlK3lgWRNJI2U5VzhL7MVIxP36CbjleF6AlSWKWfctsYOwx-ahNg6n2ZQAcGoC-bMVjdzUvrZ5QcsiUoyLRfakQ-AoOaUqprU/s1600-h/Vaneigem.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 382px; height: 397px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJraKTT-CA9WIVZrOzKEsnJqlqvzj8PfchGQz5JOHTqXnlK3lgWRNJI2U5VzhL7MVIxP36CbjleF6AlSWKWfctsYOwx-ahNg6n2ZQAcGoC-bMVjdzUvrZ5QcsiUoyLRfakQ-AoOaUqprU/s400/Vaneigem.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5382347686440686834" /></a><br /><br />(Traducción Pablo A.)<br /><br />(in memoriam Guy Debord)<br /><br />Oscuras & misteriosas grutas en las que ellos entran, imitando serpientes - espacios de retorno a una intimidad que alguna remota vez fue hecha trizas por la memoria - por la simultanea reiteración y tardanza de la memoria -- esa facultad de la conciencia humana “más cercana a lo divino”. Pero ¿acaso no dicen que “perdonar es humano, olvidar es divino”? En el ritual de la reiteración o la “remembranza” (dhikr) de los sufíes, uno olvida el “yo” precisamente para recordar el Yo; -- así, re-membrar es borrar la separación, & esta borradura es una especie de olvido. (En ciertos edificios Islámicos claves, como la Alhambra, la reiteración del dhikr en la forma de texto caligramático se convierte en la definición misma del espacio construido, como dispositivo mnémico o como “Palacio de la Memoria” – no ornamento, sino la base misma o el principio-de-la-precipitación-del-cristal de la arquitectura).<br /><br />“Ya que nosotros somos Jesucristo,” como se jactó uno de la Hermandad del Espíritu Libre, “la única preocupación es que lo que ya es perfecto en nosotros debería ser reiterado...” Este proceso, sin embargo, lleva a un des-aprendizaje paradójico – por lo tanto, a una pérdida del temor – para que uno pueda “dejarse llevar por los sentidos naturales, como un pequeño niño”. Ahora, la caverna simboliza inconsciencia; - la meta, sin embargo, no es perderla, sino recapturar aquello que el inconsciente separó de nosotros, aquello que la conciencia “malcrió”. Así, dentro de la gruta oscura misma, la memoria debe ser paradójicamente inscrita – imágenes claves son reiteradas (literalmente repetidas en algunos casos por un sobre-dibujo palimpséstico o incisivo) – imágenes que representan la intimidad perdida como un panteón de animales (“con los cuales es bueno pensar”) – cada animal un gozo especial o función “divina”. Así, la caverna se vuelve el primer espacio arquitectural intencional, la intersección de lo inconsciente (el éxtasis de la “Naturaleza”) & lo consciente (memoria, reiteración).<br /><br />Desde Platón se nos ha enseñado a reverenciar la anamnesis – pero descendamos a la caverna pre-Platónica, a la gruta paleolítica, para recobrar la dialéctica positiva de la amnesia – sin la cual la memoria deviene simplemente una maldición, coagulando finalmente como Historia (el grado cero de la memoria como sofocación): la primera ciudad (Çatalk Hüyük) ya está organizada como una cuadrícula, la antítesis misma de la estética a-morfa de la gruta, sus asombrosos y serpenteantes espacios, sus derretidas estalactitas y estalagmitas – su organicidad (que es a pesar de todo expresada como vida mineral). Las ciudades de Sumer & Harappa fueron diseñadas igualmente como cuadrículas, abstracciones crueles de la linealidad. Dibujar una línea es separar, crear jerarquía espacial (entre los curas & la gente, los ricos & los pobres, la abundancia & la carestía) y definir la topia de la memoria contra el oscuro inconsciente de la tribu, la caverna u-tópica, la salvajidad (wild(er)ness) orgánica. El tertium quid o la coincidentia oppositorium aquí (entre “gruta” & Babilón) pueden aparecer en la ciudad medieval (que todavía sobrevive en algunos pocos lugares del mundo Islámico) donde la excesiva crueldad de la cuadrícula es apaciguada – no borrada, sino suavizada – por un registro de un espacio de acuerdo al modelo del árbol o del delta del río (bifurcación caótica extendiéndose hasta una complejidad basada en “atractores extraños” intra-dimensionales) – un urbanismo de lo orgánico, lo estético, & lo complejo o plural (como opuesto a lo inorgánico, lo ideológico, & lo simple o total).<br /><br />La ciudad medieval es una gruta extrudida. Algunas de estas ciudades introdujeron desfiles o paradas alegóricas en las que tremendos complejos-emblemas (jeroglifos compuestos) eran construidos & instalados o llevados por el laberinto de las calles. Mitos y leyendas eran representados: - algunas veces el Señor Alcalde actuaba el rol de “Señor Alcalde”, deambulando a través de un teatro callejero de encuentros con personajes simbólicos (como Bloom en el barrio nocturno), renovando así la Ciudad con su Héroe elegido experimentando la iniciación del matrimonio ritual con la diosa urbana.<br /><br />Aquí la Ciudad Libre llega a una sincrónica & lúdica conciencia de sí misma hic et nunc, más que sucumbir al diacronismo miserabilista del poder de la violencia. En esta Ciudad Hermética encontramos el trasfondo o el espacio-vientre de los Libros Emblema alquímicos, y la narratividad de un Bosco o Breughel. La memoria pierde su peso aquí & toma un aire folklórico, carnavalesco (el festival como reiteración del placer) con figuras construidas que se apropian (a través del diseño o de los accidentes del decaimiento & la acrecencia) de la forma de pechos, falos, vientres, rocas & agua, musgo & flores, incluso del viento & la luz. <br /><br />La cuadricula-ciudad Babilónica quiere que la memoria persista a través del tiempo – tiempo plano y vacío – pero como Dalí mostró, la memoria persiste solo en la delicuescencia del tiempo medido. La ciudad hermética-medieval (como la Verde Jerusalén de Blake) preserva la memoria pero en una manera “desordenada” – como la mermelada akashica – tiempo que tiene textura y está lleno. “Babilón” preserva el orden (¡o si no!) – pero ¿qué le sucede a la memoria allí? No es acaso transmutada en el formaldehído venenoso de la Historia, la fábula re-iterada de nuestra pobreza y su poder, el mito taxonómico de la clase dominante? ¿Quién puede culparnos por abrigar tanto una nostalgia como un deseo insurrecional por angostos callejones sinuosos, escalones sombríos, caminos & túneles cubiertos, sótanos y muladares de una ciudad que se ha diseñado a sí misma – orgánicamente, inconscientemente – en el marco de una estética de convivialidad festiva & secreta, & la curvosa mutabilidad negentrópica de la memoria misma?<br /><br />El urbanismo psíquico de los 1960’s constituyó otro intento de reclamar la memoria construida para este proyecto “Romántico” – rus in urbe, en palabras de F. Law Olmstead – “El campo en la ciudad” – reintroducción del eterno “barroco” (como en “perla barroca”) o de la forma espontánea – (como las milagrosas grutas fangosas de cinabrio del Taoísmo Mao Shan, creado por la potencia Imaginal del Adepto) – que es también la espontaneidad “divina”, inconsciencia & olvido, de la Naturaleza. Un proyecto para los constructores de alguna Zona Prohibida: -- la ciudad de la resistencia psicogeográfica, la anti-cuadrícula, la arquitectonalidad de la deriva, el espacio festivo – y la Caverna de la Memoria Fluida. Roca & agua – el ensueño del bardo, el olvido de los dioses.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-50740420184832532682009-09-17T02:59:00.000-07:002009-09-17T03:18:27.136-07:00El trabajo es muerte x Ateneo Libertario Besos<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAEnPCvtBLs8PrJgbnN3n5YaEcIpKIZ0X48VdttytOHUM_p6cXP542hovM6DZrlBPG_xwiecc8MsIISo1jTElzmlbnhkCYYkT-X58cpgSPHLdNw3Kd4Ro6a3Gi1OkfyrmEXhMI7L8NnXg/s1600-h/chaplin.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 310px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAEnPCvtBLs8PrJgbnN3n5YaEcIpKIZ0X48VdttytOHUM_p6cXP542hovM6DZrlBPG_xwiecc8MsIISo1jTElzmlbnhkCYYkT-X58cpgSPHLdNw3Kd4Ro6a3Gi1OkfyrmEXhMI7L8NnXg/s400/chaplin.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5382378705925366802" /></a><br />Periódico Guerra Social, especial 1º de mayo de 2005 <br /><br />Trabajar es una de las mayores desgracias que asola nuestras vidas. Casi todos los males que padecemos derivan del trabajo y un mundo basado en él. <br />Estamos obligados a trabajar, puesto que el Sistema tiene el Poder para obligarnos a ello. Si no trabajamos lo más probable es que pasemos apuros económicos. Para vivr hay que tener dinero. <br />Casi todo tiene un precio y la forma legal de conseguirlo es mediante el trabajo o el trabajo ajeno. La inmensa mayoría de la población tiene que trabajar de manera asalariada, autónoma -en este último caso unx no se libra de los impuestos al Estado- o en cooperativas -inmersas en la lógica Capitalista-. Unxs pocxs viven del trabajo ajeno y acumulan riquezas gracias a la explotación humana, animal y planetaria. <br />Otra vía para conseguir dinero, o lo que es lo mismo: sobrevivir, es mediante el robo. Nosotrxs como anarquistas estamos en favor de la expropiación o robo de lo que necesitemos para nosotrxs y nuestras luchas. Eso sí, un robo encaminado a la destrucción del orden establecido y contundente contra todo el elenco de explotadorxs que rigen las vidas de las personas. Sin embargo esta vía no es fácil, puesto que el Sistema posee todo un elenco de mecanismos represivos en forma de Policias, ciudadanxs amantes de la esclavitud, “Seguratas”, Cárceles y demás... <br /><br />El trabajo es PROSTITUCIÓN. Trabajar significa vender nuestro tiempo, nuestro cuerpo y nuestra capacidad de pensar. Este mundo mercantilizado empieza tratando a los seres humanos como mercancias y acaba en guerras por petróleo, violencia de género, xenofobia o cantidad de males que nos asolan. <br />Cuando alguien asume el trabajar como algo natural, lógico y bueno se destruye. Ser trabajador significa ser una mercancia. Trabajar destruye nuestra Libertad. Alguién que lleva toda la vida siendo un/a trabajador/a servil y feliz termina siendo poco menos que una persona imbécil, cercana a la lobotomización y sin ningún criterio propio. Pero hay cosas peores que un/a trabajador/a servil: lxs directivxs, ejecutivxs, accionistas y patronxs de todo este orden Capitalista. Esta gente vive en otro mundo, aunque no por ello mejor que el de lxs explotadxs. Su cuota de Poder -como la de todxs- se mide por sus propiedades, pero su mezquindad no tiene aún escala con qué medirse. Esta gente vive de la explotación y la miseria humana, asalarian personas para enriquecerse de su trabajo, venden servicios o productos siempre con la lógica de obtener los máximos beneficios económicos. Si el máximo beneficio significa contaminación medioambiental poco importará ésta. Si el máximo beneficio es el despido masivo de asalariadxs encadenadxs a hipotecas y préstamos, no les importará. Si su lógica condena a la humanidad entera, tal y como está haciendo ahora, a la máxima miseria y desesperación, no les importará en absoluto. Su idiotez sólo les hace reaccionar cuando la situación es insostenible. Siempre han sido personas de ORDEN. Si existen concesiones son para mantener la esencia del Sistema, para mantener eso que les une... <br /><br />Si analizamos la realidad vemos que el trabajo va más allá de las horas trabajadas. El consumismo es otra de las cosas que derivan del mundo actual. Mucha gente no tiene otra necesidad que malgastar todo el dinero que le queda tras la prostitución que significa el trabajo. La publicidad, la propia imbecilidad y la falta de ilusiones por otras cosas hacen que millones de personas entren en el círculo funesto de TRABAJAR, CONSUMIR y DESCANSAR para que la rueda siga girando, engullendo toda creatividad humana... Otrxs muchxs odian el trabajo pero su miseria material o el encadenamiento a la mafia bancaria hace que deban de agachar la cabeza y comportarse ante lxs amxs del cotarro poco menos que como esclavxs... <br /><br />Lxs anarquistas pensamos que la capacidad de creación humana está seriamente amenazada por el trabajo y su mundo, y aunque desde determinadas filas “izquierdosas” se aboguen por fórmulas reformistas para hacer más llevadera esta explotación, no hemos encontrado ninguna que ataque el pilar fundamental en que se basa el trabajo: el PODER. Para destruir este mundo de miserias debemos de atacar el poder, encarnado en la esclavitud del trabajo, del consumo, la obediencia a las leyes, el respeto a la propiedad privada, el patriarcado, el antropocentrismo... <br /><br />Pensamos que el trabajo es miseria y que si nos vemos obligados a hacerlo debemos de ser lxs peores empleadxs. Nuestro camino es claro: la destrucción de todo lo que nos transforma en esclavxs. Y el trabajo es esclavitud. <br /><br />El SABOTAJE dentro y fuera de los “curros”, el FRAUDE en forma de bajas fingidas, el ATAQUE directo a las propias empresas y culpables capitalistas, el ROBO de maquinaria y/o productos de la empresas que nos explotan, el NO CONSUMISMO y la EXPROPIACIÓN en centros de consumo son algunas de las múltiples tácticas inmediatas para mitigar los efectos de este brutal Sistema. Buscamos la generalización de esta revuelta que miles de personas están empezando a ejercer de forma consciente. Buscamos la destrucción del orden establecido y esa destrucción la hemos empezado ya. <br /><br />El trabajo es muerteUnknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-55286515361076265872009-09-17T02:56:00.000-07:002009-09-17T02:58:05.096-07:00Porque algunos decimos ¡Abajo el trabajo! x Joaquínreotriogenia@gmail.com<br /><br />¡Abajo el trabajo! es una consigna que viene escuchándose desde hace algún tiempo en espacios anarquistas y que, además de una pobre comprensión, está dando lugar a no pocas controversias. No es mi intención ahora polemizar, ni tampoco buscar el origen ni los porqués de que a algunos esta frase les resulte tan indigesta, tanto es así, que a veces parece que rozara lo personal, al menos así hace pensarlo la seudo-crítica que provoca. Lejos de ello lo que pretendo más bien es dar mi subjetiva y parcial opinión de porqué dentro del contexto de una lucha anárquica, revolucionaria e insurreccionalista, esta consigna es completamente coherente con el todo común de un enfrentamiento irrecuperable y sin pretensiones reformistas con la mega-estructura del dominio.<br /><br />No debe por tanto verse en ella una alternativa parcial, como tampoco ha de buscarse una de esas tácticas de viejo y nuevo cuño que reduciéndose a lo sectorial y específico llevan directamente al reformismo de lo irreformable y al posibilismo, realidad en la que se encuentran hoy inmersos la mayoría de los antiguos revolucionarios. En oposición a ello, algo por lo que hoy, igual que siempre, sólo pueden apostar los charlatanes digeridos por el dominio, la negativa al trabajo es posicionarse en el frente de la lucha que cuestiona y ataca en su raíz a la lógica de la opresión y la explotación, o en otras palabras, es unirse a una lucha colectiva cuyo fin último solo puede ser la erradicación de las causas primeras y agentes explotadores, algo que jamás puede pasar por estrategias que refuercen el sistema aunque sea de forma "opositora".<br /><br />Lejos de ser una moda inconsistente o una nueva forma de nihilismo - como en ocasiones se ha criticado a quienes abogan por la objeción activa al trabajo - la línea de razonamiento que lleva a ella está tan asentada en nuestra percepción de la realidad como pudo estarlo, en la década de los 70, la negativa al trabajo de sectores disidentes de la sociedad norteamericana que se oponían a la guerra de Vietnam. O antes aún la acción de los ludditas que veían en la expansión de la máquina el embrión del perfeccionamiento de las técnicas de explotación y domesticación humanas. Algo asimismo en la línea del pensamiento de Etienne de la Boëtie cuando decía "... los tiranos más saquean, más exigen, más arruinan y destruyen mientras más se les entrega y más se les sirve, tanto más se fortalecen y se hacen tanto más fuertes y más ansiosos de aniquilar y destruir todo".<br /><br />Pasadas unas décadas de estas percepciones y actitudes precursoras y consolidado el proceso acumulativo capitalista que se vislumbró en su origen, se hace evidente que la naturaleza de eso que algunos llaman progreso lleva aparejado un incremento del poder real de los privilegiados, ya no solo sobre el monopolio de los medios de producción y los mecanismos de enajenación del plusvalor producido -que ciertamente cada vez están más alejados y son menos accesibles a quienes producen la riqueza- sino sobre el mismo productor cada vez más cosificado y programado por el dominio en su salto hacia ese nuevo paradigma que, a falta de mejor palabra con que definirlo, se conoce como posmodernidad. Una nueva forma social, política, económica, jurídica y militar en la cual la creación de subjetividades acríticas, productoras y maleables está controlada por el dominio a través de un aparato instrumental que ha diseñado un nuevo ser humano que evoca lo que nos anticipara Adolf Huxley en su obra "Un mundo feliz". Un esclavo eficiente, competitivo, polivalente y sobretodo, feliz de ser explotado. Un siervo voluntario que se identifica con los valores espectaculares y virtuales que los MAGNATES del capitalismo ultra-desarrollado -ese criminal modo de explotación cuyo crecimiento constante y rentabilidad incrementan incesantemente los medios de la alienación- trasladan al interior de la población.<br /><br />Son bastantes los análisis realizados por teóricos del post-colonialismo y la posmodernidad que nos describen diversas teorías de la conspiración, o los resultados del nuevo proceso de doma en lo social, económico, político e ideológico que nos han llevado a la casi total erradicación de la lucha de clases por la expeditiva vía de la disolución de la conciencia de clase y la asunción de postulados en los que explotadores y explotados se identifican en un proyecto común de "desarrollo y convivencia", posmoderna conciliación de intereses antagónicas tan falsa como la que el Estado moderno realizaba en su seno.<br /><br />La condensación en el Estado siempre fue una quimera, como decía Kolakosky, "El Estado es órgano de dominio de clase, el puño de los explotadores puesto sobre la cabeza de los explotados" Por ello el "perfeccionamiento" y las constantes reformas de la antiguas estructuras -en su proceso de adaptación a las nuevas y cambiantes coyunturas- han llevado a los magnates a concretar la falsa conciliación en el ámbito de lo ideológico y cultural que ahora se da en los mismos sujetos de la explotación.<br /><br />Esta nueva coyuntura cualitativa del dominio, que difumina en forma espectacular los contornos de los intereses de clase, ha dejado perplejos a los llamados agentes sociales. Partidos políticos, sindicatos, plataformas y colectivos específicos de diversos colores y pelaje que se enmarcan en ese difícil de definir mundo de los colectivos sociales, ofrecen hoy "alternativas " que consisten en proponer formas de "desarrollo sostenible", deterioros "razonables y asumibles" del planeta y, claro está, puestos de trabajo "dignos" que a la par que a subsistir, permitan al consorcio mundial de magnates continuar su desenfrenada carrera hacia el exterminio de la especie y la destrucción del planeta.<br /><br />Todas estas alternativas falaces tienen un común denominador: la renuncia -explícita o implícita- a atacar en su raíz los cimientos de un sistema y un modo de explotación cuya existencia depende por entero de que se perpetúen las relaciones de producción y la injusticia. Usando la caduca terminología marxista-hegeliana, la clase explotada ha dejado de ser “para sí” al renunciar a las clásicas formas de organización y al enfrentamiento, quedando reducida a ese estadio anterior a la lucha de clases conocido como clase “en sí”, es decir, que aún existiendo como clase explotada, e incluso planteando unas reivindicaciones cada vez más tibias en lo económico, ya no constituye una fuerza desestructuradora del dominio en lo político al haber renunciado a una lucha de clase contra clase optando por la integración.<br /><br />A la par que las consecuencias de una maquiavélica acción de los poderosos, podemos ver en ello no sólo el resultado de las tácticas y políticas de esas clases dirigentes y sindicales cada vez más desorientadas que, consciente o inconscientemente, se alinean como lacayos y bufones del dominio, sino también las funestas consecuencias de algunos de esos floridos discursos de las posmodernidad -innovadores monismos todos que niegan la existencia de las oposiciones binarias- con los que estalinistas reciclados nos azotan desde las cátedras de las universidades. Consustancial a todo ello es el desplazamiento de la preponderancia de lo social y lo político hacia lo ideológico -ahora ya asumible y compartido por todos- y la aparición de formas de clara reminiscencia feudal de corte militarista-hobbesiano, aunque ya no quepa hablar de coyuntura dominante en modo alguno cuando todas las estructuras se funden sin preponderancia en un campo de inmanencia.<br /><br />Pero no llegaremos muy lejos si nos limitamos a describir los efectos sin atacar las causas, ni caben lecturas “positivas” -como las que nos ofrecen algunos antiguos estalinistas- para quienes la multitud de los pobres ha de actuar desde dentro del sistema, con la fuerza que le otorga su capacidad y deseo de producir, pero de una forma tan indeterminada como difícil es que así se pueda cuestionar jamás la cada vez más compleja maquinaria de la explotación. Tales opiniones solo son una evolución darwinista de la más rancia y apestosa tradición reformista, llegada a la patética tesitura de no tener nada que reformar.<br /><br />Admitimos sin embargo de estos análisis como un hecho cierto que la sociedad actual se encamina a pasos acelerados a la culminación del proceso en el que se realice la síntesis de soberanía y capital, algo cuya consecuencia solo puede ser la consolidación de un nuevo aparato trascendente de autoridad que despliegue su poder sobre todos los niveles de la sociedad. Un “perfeccionamiento” por tanto de los caducos sistemas trascendentes que en el Estado feudal elevaban por encima de la población para someterla al mito de dios -como luego fueron elevados otros conceptos míticos tales como el Estado de Derecho, la unidad de destino en lo universal, o la dictadura socialista del proletariado- trascendencias todas cuya finalidad fue siempre la conservación del Estado y la perpetuación de la explotación pudiendo variar las formas pero jamás su naturaleza.<br /><br />Tampoco ha cambiado en el paradigma actual la naturaleza del dominio, pero la novedad consiste en que este ya no otorga al dios en la tierra hobbesiano -el aparato policíaco-militar- el monopolio de la disciplina. Este conserva parte de su función en la corrección a posteriori de las piezas defectuosas que produce la fábrica social del sistema -gobiernos díscolos, revolucionarios y malos productores- pero siglos de historia han enseñado a los magnates que les es más útil la ilusión de una falsa libertad que la clara represión. Despliega por tanto el dominio un extenso aparato que une en una misma matriz tanto a la fuerza represiva tradicional -profesionalizada y tecnificada junto a numerosas empresas de seguridad privada- unida a un aparato “civil” formado por los medios de desinformación, el mundo de la cultura, agentes políticos, ideológicos, religiosos, sindicales y todo tipo de mediadores que son los encargados de inculcar en el interior de las subjetividades los antiguos y nuevos valores trascendentes de los que depende la existencia del dominio.<br /><br />Un auténtico mundo de Orwell en el que conceptos utilitaristas tales como productividad, rentabilidad, competitividad y consenso se concretan -convertidos ahora en nuevos figuras míticas trascendentes- en el mismo interior de la subjetividades de la multitud de los pobres, en un diabólico proceso de transmutación de abstractos valores mercantiles y financieros que dimanan de la mesas del Banco Mundial, el F.M.I. y demás consorcios de magnates.<br /><br />Esto es algo que solo puede llevarse a cabo con una profunda reestructuración de la economía. Para que pueda suceder, al dominio le es preciso un desplazamiento de los sectores productivos hacia el terciario -o al cuaternario del que hablan algunos economistas- del que forman parte el gran número de agentes domesticadores y represores al servicio de la explotación. El sector primario y el secundario ya no deben cargar solo a sus espaldas con los parásitos de siempre, ahora han de hacerlo también con la nueva legión de esbirros y lacayos que proliferan como las setas en todos los estratos de la sociedad, para lo cual los sectores productivos han de multiplicar su rendimiento y su eficacia constantemente mediante una frenética experimentación, innovación y rentabilización, que permita a los magnates paliar el salto sobre el punto de rendimientos decrecientes de la curva de su economía global.<br /><br />Esto supone que el dominio pasa a ser directamente dependiente del “éxito” en una economía muy inestable, para lo cual ha de multiplicar su esfuerzo en el desarrollo de nuevas tecnologías y el perfeccionamiento de sistemas productivos que le permitan -a pesar del gran lastre social y económico- mantenerse próximo a esos ideales cuatro puntos porcentuales al año de crecimiento que exige una economía que se ha convertido en un monstruo autónomo e imparable.<br /><br />El planeta y la especie humana pagan las consecuencias de ello -nadie ha de hacerse falsas ilusiones al respecto pues ni los mismos magnates son capaces ya de poner freno a esta máquina de movimiento continuo que han creado- pero no es menos cierto que toda esta mega-estructura depende de la rentabilización de toda la fuerza de trabajo como no había estado condicionado jamás ningún modo de producción en toda la historia. Cualquier descenso en el crecimiento insostenible, provenga de donde provenga la causa, pone en peligro la conservación de todo el sistema si va más allá de los límites del crecimiento cero durante un periodo de tiempo mantenido.<br /><br />Han quedado obsoletas técnicas como mantener en el paro a grandes bolsas de población, ni es posible especular con fronteras cada vez más difusas en lo económico donde realizar el plusvalor de la producción. La supervivencia del sistema pasa inexcusablemente por emplear, exhaustiva e intensivamente, toda fuerza de trabajo disponible y esto es algo que abre nuevas posibilidades a la multitud de los pobres no para especular con la aportación de la fuerza de trabajo, sino para sustraerla provocando así un colapso en la raíz del sistema.<br /><br />Visto desde esta perspectiva se puede afirmar que las armas para la revolución de los pobres sí están en sus manos, pues son la misma fuerza de trabajo de cada uno, pero lejos de toda opción que solo puede pretender ser reformista -cuando ya ni cabe hablar de reforma- una actitud revolucionaria y de lucha es no darla, negarse activamente a facilitar al dominio los medios que precisa para salvar sus contradicciones.<br /><br />Dicho esto sin la menor intención ni razón de hacer apología de la vagancia, contra-argumento simplista este que algunos oponen. Está claro que no podemos vivir sin trabajar a menos que asumamos el riesgo de vivir por entero de la expropiación, al igual que sabemos que no vivimos aún en el mundo que deseamos, sino en otro que es una inmensa fábrica, por eso también ha de entenderse que cuando decimos ¡abajo el trabajo! estamos hablando de él en términos generales y de ahí asimismo la ausencia de matización en referirse al trabajo asalariado o supuestamente autónomo y alternativo. Esto supone, en lo particular y en la práctica, no trabajar más de lo indispensable para vivir. Tener un consumo más racional y moderado que nos exija trabajar menos. Buscar opciones alternativas en alimentación, vestido, vivienda, transporte, etc., -entiéndase expropiación, okupación y pirateo en general -que reduzcan nuestras necesidades económicas a la mínima expresión y a la par nos hagan gravosos para la economía de los magnates.<br /><br />En otras palabras, un boicot continuo a la fábrica-mundo en que vivimos unido a prácticas tan saludables como el absentismo, el sabotaje, la agitación armada y cualquier opción elegida cuyo fin sea dar satisfacción a la propia vida y poner palos en los engranajes de la máquina hasta su destrucción.<br /><br />Llevado así a la práctica el rechazo al trabajo, me parece inobjetable que estamos realizando la premisa fundamental de cualquier lucha: causar un daño irrecuperable al enemigo en el aparato motriz de su máquina. Es por tanto un arma de lucha para alcanzar nuestro fin, la anarquía, para lo cual siendo rigurosos en el análisis de la realidad que nos circunda, está claro que previamente hemos de causar una recesión económica y productiva, única forma que tenemos en la actualidad de desestructurar el sistema al cortarle los flujos de su conservación.<br /><br />Pienso por ello que nadie con un sincero sentimiento revolucionario ha de sentir ofendida su razón de ser cuando escuche: ¡abajo el trabajo!. No nos engañemos, no hay orgullo obrero, tan solo miseria. Hoy más que nunca, es en campos y fábricas donde se labran y forjan nuestras cadenas.<br /><br />SALUD, BOIKOT Y ANARKÍA.<br />Desde el Engranaje de la Máquina.<br />Joaquín, octubre 2004Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-34251548472245925992009-09-17T00:42:00.000-07:002009-09-17T00:44:18.529-07:00La Mujer Libre x Emma GoldmanEl gran defecto de la emancipacion en la actualidad estriba en su inflexibilidad artificial y en su respetabilidad estrecha, que produce en el alma de la mujer un vacio que no deja beber de la fuente de la vida. En una ocasion senhale que parece existir una relacion mas profunda entre la madre y el ama de casa del viejo estilo, aun cuando este dedicada al cuidado de los pequnhos y a procurar la felicidad de los que ama, y la verdadera mujer nueva, que entre esta y el termino medio de sus hermanas emancipadas. Las discipulas de la emancipacion pura y simple pensaron de mi que era una hereje digna de la hoguera. Su ceguera no les dejo ver que mi comparacion entre lo viejo y lo nuevo era simplemente para demostrar que un gran numero de nuestras abuelas tenian mas sangre en las venas, mas humor e ingenio, y, por supuesto, mucha mas naturalidad, buen corazon y sencillez, que la mayoria de nuestras profesionales emancipadas, que llenan los colegios, aulas universitarias y oficinas. Con esto no quiero decir que haya que volver al pasado, ni que condene a la mujer a sus antiguos dominios de la cocina y los hijos.<br /><br />La salvacion esta en el avance hacia un futuro mas brillante y mas claro. Necesitamos desprendernos sin trabas de las viejas tradiciones y costumbres, y el movimiento en pro de la emancipacion de la mujer no ha dado hasta ahora mas que el primer paso en esa direccion. Hay que esperar que se consolide y realice nuevos avances. El derecho al voto y la igualdad de derechos civiles son reivindicaciones justas, pero la verdadera emancipacion no comienza ni en las urnas ni en los tribunales, sino en el alma de la mujer. La historia nos cuenta que toda clase oprimida obtuvo la verdadera libertad de sus senhores por sus propios esfuerzos. Es preciso que la mujer aprenda esa leccion, que se de cuenta que la libertad llegara donde llegue su capacidad de alcanzarla. Por consiguiente, es mucho mas importante que empiece con su regeneracion interior, que abandone el lastre de los prejuicios, de las tradiciones y de las costumbres. La exigencia de derechos iguales en todos los aspectos de la vida profesional es muy justa, pero, despues de todo, el derecho mas importante es el derecho a amar y ser amada. Por supuesto, si la emancipacion parcial ha de convertirse en una emancipacion completa y autentica de la mujer, debera acabar con la ridicula pretension de que ser amada, convertirse en novia y madre, es sinonimo de esclava o subordinada. Tendra que terminar con el estupido concepto del dualismo de los sexos, o de que el hombre y la mujer representan dos mundos antagonicos.<br /><br /> <br /><br />La mezquindad separa y la libertad une. Seamos grandes y desprendidas y no olvidemos los asuntos vitales, agobiadas por las pequenheces. Una idea verdaderamente justa de la relacion entre los sexos no admitira los conceptos de conquistador y conquistada; lo unico importante es darse a si mismo sin limites para encontrarse mas rico, mas profundo y mejor. Solamente eso puede llenar el vacio y transformar la tragedia de la mujer emancipada en una alegria sin limites.<br /><br /> <br /><br />// Tomado de la antologia de Irving Horowitz LOS ANARQUISTAS (Vol. 1) // (CORREO A, # 13, p. 19; junio 1990)Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-64012189145050256782009-09-14T22:50:00.000-07:002009-09-14T22:57:37.536-07:00Tratado de Ateología. Física de la metafísica x Michel Onfray<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJYKj3e1qEY0K3Zz1qGhp5vkfB7FLS-EmFMPxAXlb0KQRGpb-Ljh9tqnxcnNybZAPL63aZNOtH_Hu7wNhMpZs0UCbmwuD71QAlmW0R0BXAlpuIg7kgcle25WcUfSUcWUPRg-AbxMkJdj4/s1600-h/no+jesus.jpg"><img style="float:left; margin:0 10px 10px 0;cursor:pointer; cursor:hand;width: 400px; height: 370px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJYKj3e1qEY0K3Zz1qGhp5vkfB7FLS-EmFMPxAXlb0KQRGpb-Ljh9tqnxcnNybZAPL63aZNOtH_Hu7wNhMpZs0UCbmwuD71QAlmW0R0BXAlpuIg7kgcle25WcUfSUcWUPRg-AbxMkJdj4/s400/no+jesus.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5381569328379328450" /></a><br />otro libro del michel onfray. encuentrenlo <a href="http://caosmosis.acracia.net/wp-content/uploads/2007/07/michel-onfray-tratado-de-ateologia.pdf">aca</a>.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-19020004268344269362009-09-14T22:40:00.000-07:002009-09-14T22:47:15.931-07:00Teoría del Cuerpo Enamorado. Por una Erótica Solar x Michel Onfray<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUelYBd9OpvbGs873gU50cQcuxYKe6LshccYoUDh_yGlTxYUkZu_TQA9pYWaWh2tzv6aYpcD8K34l7jot8RPX3v4PF-hHkhiemfB7Uy4esHzjrY1sEpCjaXCVQdiwYFaNP6g8FqXFaNec/s1600-h/anarquis+amor.gif"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 399px; height: 388px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUelYBd9OpvbGs873gU50cQcuxYKe6LshccYoUDh_yGlTxYUkZu_TQA9pYWaWh2tzv6aYpcD8K34l7jot8RPX3v4PF-hHkhiemfB7Uy4esHzjrY1sEpCjaXCVQdiwYFaNP6g8FqXFaNec/s400/anarquis+amor.gif" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5381566559772865826" /></a><br />AKA PUES UN BUEN LIBRO DEL MICHEL ONFRAY APARA LXS KE KIERAN AMAR Y TENER SEXO LIBREMENTE. ESTA <a href="http://caosmosis.acracia.net/textos/Onfray%20Michel%20-%20Teoria%20Del%20Cuerpo%20Enamorado%20Por%20Una%20Erotica%20Solar.pdf">ACÁ</a>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-89129431726592783992009-09-14T22:23:00.000-07:002009-09-14T22:36:22.488-07:00ESCLAVITUD, CIMARRONES Y PALENQUES. x Christian Delgado EscobarNOTA DE EL HEDONISTA: AKI PUES REPRODUSCO ESTE TEXTO PARA LXS KE NOS INTERESA LAS EXPERIENCIAS DE RESISTENCIA EN AMERIKA LATINA DEL PASADO. ESTE ES EL TEMA DE LOS NEGROS CIMARRONES Y LOS PALENQUES O COMO SE LOS LLAMO EN BRASIL, LOS QUILOMBOS. ALGUNOS INTELECTUALES AFRO-LATINOAMERICANOS HABLAN DE SER ADHERENTES AL CIMARRONISMO. LOS AUTONOMISTAS LLAMAN A ESTO "EXODO"<br /><br />ESCLAVITUD, CIMARRONES Y PALENQUES<br /><br />Christian Delgado Escobar (Historia)<br /><br />Universidad del Valle<br /><br />Cali, Colombia.<br /><br />chrisdelex@hotmail.com<br /><br /> <br /><br />“Los sábados, la pobrería mulata abandonaba en tumulto los ranchos de cartones y latón de las orillas de las ciénagas, con sus animales domésticos y sus trastos de comer y beber, y se tomaban en un asalto de júbilo las playas pedregosas del sector colonial. Algunos, entre los más viejos llevaban hasta hacía pocos años la marca real de los esclavos, impresa con hierros candentes en el pecho. Durante el fin de semana bailan sin clemencia, se emborrachaban a muerte con alcoholes de alambiques caseros, hacían amores libres entre los matorrales de icaco, y a la media noche del domingo desbarataban sus propios fandangos con trifulcas sangrientas de todos contra todos. Era la misma muchedumbre impetuosa que resto de la semana se infiltraba en las plazas t callejuelas de los barrios antiguos, con ventorrillos de cuanto fuera posible comprar y vender, e infundían a la ciudad muerta un frenesí de feria humanan olorosa a pescado frito: una vida nueva”1<br /><br /> <br /><br />La esclavitud es el estado social definido por la ley y las costumbres como la forma involuntaria de servidumbre humana más absoluta. Un esclavo se caracteriza porque su trabajo o sus servicios se obtiene por la fuerza y su persona física es considerada como propiedad de su dueño, que dispone de él a su voluntad. Desde los tiempos más remotos, el esclavo se definía legalmente como una mercancía que el dueño podía vender, comprar, regalar o cambiar por una deuda, sin que el esclavo pudiera ejerce ningún derecho u objeción personal o legal.<br /><br /> La mayoría de las veces existen diferencias étnicas entre el tratante de esclavos y el esclavo, ya que la esclavitud suele estar basada en un fuerte prejuicio racial, según el cual la etnia a la que pertenece el tratante es considerada superior a la de los esclavos. Es muy raro que los esclavos sean miembros del mismo grupo étnico que el dueño, pero una de las pocas excepciones se dio en Rusia durante los siglos XVII y XVIII. La práctica de la esclavitud data de épocas prehistóricas, aunque su institucionalización probablemente se produjo cuando los avances agrícolas hicieron posible sociedades más organizadas que requerían de esclavos para determinadas funciones.<br /><br />Para obtenerlos se conquistaban otros pueblos; sin embargo, algunos individuos se vendían a sí mismos o vendían a miembros de su familia para pagar deudas pendientes; la esclavitud era también el castigo para aquellas personas que cometían algún delito.<br /><br /> <br /><br />La Importancia de la Esclavitud.<br /><br />Justificación Económica.<br /><br /> La institución fue importantísima para la vida económica de la Colonia, especialmente a partir de finales del siglo XVIII. Sobre ella pesaba en mucha parte la producción de las diferentes actividades. Además en una época en la que la mano de obra era escasa por el reducido número de indígenas en algunas regiones, o por la renuencia de éstos a prestar servicios a los españoles; y desde el momento en que todavía no se había desarrollado la proletarización rural, la esclavitud era una institución esencial para el proceso productivo. No es de extrañar entonces que en el avalúo de minas y haciendas, los esclavos tuvieran un valor superior al de las propiedades y sus mejoras. Además, el comercio de esclavos fue una fuente de acumulación de capital para los comerciantes dedicados a la trata negrera, en especial los de Cartagena, centroamericano de este comercio.<br /><br />Como institución y sobre todo en períodos de dificultad para reponer la mano de obra, la esclavitud creaba un límite a la explotación desde el momento en que el amo la llevaba sólo hasta cierto punto, porque sabía que si la imponía más allá, el esclavo moría y se perdía la inversión. Por esta razón en ciertas condiciones los esclavos pudieron estar mejor que los mitayos, pero por otra parte, el esclavista trataba de llegar siempre hasta el límite con el objeto de sacar el mayor provecho al capital que había invertido, por lo cual el trabajo del esclavo apropiado por el amo era máximo, no dejando para aquél sino que éstos debían conseguírsela trabajando la tierra los días festivos que se les daban para el descanso. Aparte de lo anterior y la relación amo – esclavo y la protección que la sociedad y las leyes le brindaron al primero eran muy adecuadas para que éstos descargaran en los esclavos ciertas conductas patológicas.<br /><br /> <br /><br />Cartagena de Indias, principal centro de esclavitud de la Nueva Granada<br /><br />Al iniciarse el siglo XVII Cartagena de Indias era la plaza fuerte más importante del sistema defensivo del Caribe hispano, uno de los dos puertos autorizados en las posesiones españolas de América para introducir negros esclavos y punto de estacionamiento de la Flota de los Galeones en su comercio con Sur y Centroamérica. La combinación de estas tres características le imprimió a la ciudad un dinamismo y un aire de progreso que no tuvo antes ni después, la convirtió en el centro del poder económico, político y militar del Caribe colombiano y la dotó de una importancia para la Corona que no alcanzó en los límites del Caribe.<br /><br />Vía de penetración al interior de vastísimos territorios que conducían a los centros andinos de producción del oro y la plata, con una bahía que era una de las más grandes plácidas y seguras de toda la América, fue punto clave en el sistema de comunicaciones e intercambio de España con sus colonias americanas, lo mismo que en su sistema defensivo.<br /><br />El monopolio del comercio exterior y del tráfico de esclavos transformó radicalmente la vida social de Cartagena, dotándola de una identidad peculiar en el comercio neogranadino. El elemento decisivo en esta transformación fue la importación masiva de decenas de miles de negros, la mayoría de ellos residentes de la ciudad hasta su posterior envío a tierras del Perú, Quito, Panamá y el interior de la Nueva Granada. Las facilidades de su importación y de su posterior adquisición por las élites cartageneras cambiaron la composición de la población. La encomienda indígena perdió importancia con la drástica reducción de los nativos, quienes fueron reemplazados por un número cada vez más grande de negros en el trabajo de las haciendas y las ocupaciones urbanas.<br /><br />A diferencia del resto de las ciudades importantes de la Nueva Granada, incluidas las del caribe colombiano, Cartagena de Indias adquirió desde el siglo XVII la distinción de ser una ciudad predominantemente negra y mulata. Pero no sólo en esto consistió el cambio. La ciudad se llenó de extranjeros especialmente portugueses y holandeses ligados al negocio de la esclavitud, hasta tal punto, que la corona decidió establecer allí el Tribunal de la Inquisición para el caribe y el Norte de Sudamérica, con el objetivo principal de reprimir las actividades de los judíos, protestantes y herejes de distintas nacionalidades, atraídos el puerto por las posibilidades de hacer negocios.<br /><br />El estacionamiento de la Flota de Galeones, que en ocasiones podía durar varios años, convirtió a Cartagena en el único centro habilitado, junto con Portobelo en Panamá, para el comercio de Sudamérica con España. De toda la Nueva Granada, de Quito y hasta del Perú bajaba, los comerciantes, con sus carteras llenas de oro y plata, a comprar mercancías y esclavos en Cartagena.<br /><br />La ciudad adquirió así desde temprano su impronta de centro del comercio de la Nueva Granada, y con ello otra razón importante para proceder a dotarla de las seguridades de una plaza fuerte. Atraídos por sus riquezas, piratas y corsarios la sometieron a permanentes ataques y asedios y en 1697 fue completamente saqueada por el pirata francés Jean Bernal Desjaean, Barón de Pointis, el episodio final de una serie de eventos y decisiones que la afectaron negativamente e introdujeron cambios profundos en su naturaleza. La trata de negros había decaído notablemente y el dudoso honor de principal puerto negrero en la América española recaía en Buenos Aires, ahora abastecedor principal del Perú. Cartagena ingresó al siglo XVIII en ruinas y abandonada, como consecuencia del saqueo de los piratas.<br /><br />El ataque de Pointis tuvo lugar cuando se esperaba que la flota arribara al puerto de un momento a otro, razón por la cual se encontraban allí muchos comerciantes con grandes sumas de dinero destinadas a la compra de mercancías. Al apoderarse Pointis de ese capital provocó la quiebra del comercio cartagenero, bastante afectado ya por la decadencia del sistema de flotas y la desaparición del monopolio de la introducción y venta de esclavos. En 1703 quedaban sólo ocho españoles en la ciudad, y en el censo de 1708, se contaron menos de cuatrocientos blancos. La abrumadora presencia de negros y mulatos definió el mundo social cartagenero descrito por los sabios españoles. Constituían la fuerza de trabajo de las haciendas de los alrededores, trabajaban como artesanos y se ocupaban del resto de oficios menores de una ciudad portuaria y castrense como Cartagena de Indias.<br /><br />Al lado de los negros y mulatos creció una población blanca “pobre y miserable” que prefería vagar por la ciudad porque “ya sean criollos o chapetones, desdeñan tal denigrante ocupación (trabajo manual) queriendo trabajar en nada que sea menos que comerciar”2. Cartagena se había diferenciado del resto del caribe colombiano y de la Nueva Granada en general, convirtiéndose en una especie de enclave esclavista, predominantemente negro, en medio de una sociedad de composición más heterogénea, con una gran influencia todavía de las culturas nativas.<br /><br /> <br /><br />Cimarrones y Palenques en la Nueva Granada.<br /><br />En estas áreas como en otras regiones esclavistas de las Américas, la institución de servidumbre y cautiverio engendró una manifestación opuesta: la resistencia de sus victimas y su lucha por la libertad. Desde los inicios de la esclavitud en la Nueva Granada, los africanos en contra de sus opresores tratando de escapar a su control o bien, bajo otras formas de resistencia menos abierta.<br /><br />A finales del siglo XVI los esclavos prófugos o cimarrones se habían convertido en un grave problema para la sociedad española de la costa caribe. No sólo privaban a los propietarios de esclavos de su “propiedad” sino que, formando comunidades fugitivas o palenques constituían una amenaza para la estabilidad de la misma sociedad esclavista, Esta modalidad de resistencia persistió a través de todo el período colonial. El cimarronismo a gran escala, que involucraba a prófugos que se unían para formar sus propias comunidades al margen de los asentamientos hispánicos, hizo su aparición en la Nueva Granada desde los inicios de su historia. Desde el año 1570 se conoce de expediciones españolas en contra de estas comunidades fugitivas en la provincia de Cartagena. Parte de la tradición cimarrona es constituida por el palenque de San Basilio<br /><br />Este por ser el más grande y organizado presentaba una base agrícola, ubicado en asentamientos estables bajo un liderazgo político y militar muy definido y, como en algunos otros casos, ordenados de acuerdo con orígenes tribales o étnicos africanos, estaban equipados con arcos y flechas además de armas de fuego, protegían sus asentamientos con empalizadas y fosos escondidos. Ejemplo el palenque de Popayán (construcción de iglesias y trataron de negociar para que les fuera asignado un sacerdote.) En este ejemplo se deja ver claramente el arraigo de la tradición religiosa cristiana impuesta por los españoles.<br /><br />El escape individual podía se llevado a cabo por individuos, actuando independientemente por una gran variedad de motivos. La huída podía se un acto espontáneo, estimulado por la amenaza de un castigo, que podía provenir del amo o ser producto de una infracción de ley. En otros casos los esclavos huían para escapar de las malas condiciones de vida y para apelar a la ley; la huída era un elemento ampliamente practicado por los esclavos que aspiraban beneficiarse de la legislación paternalista, destinada a proteger a los esclavos del abuso, para asegurarles niveles mínimos de bienestar material y espiritual, para garantizar los derechos legales y proporcionar las vías mediante las cuales los esclavos pudieran ejercer tales derechos. Cuando los esclavos deseaban lograr su libertad, aspiraban tenerla en compañía de otros esclavos, ya sea tratando de encontrar comunidades de fugitivos o tratando de escapar en grupos que pudieran establecer sus propias comunidades autosuficientes, lejos del amenazador contexto de la sociedad dominada por blancos.<br /><br />La fuga de esclavos surgía de la rebelión colectiva de un grupo y conducía a la fundación de una comunidad fugitiva o palenque. Sin embargo el primero de estos elementos no siempre llevó a la realización del segundo. Algunas veces, la rebelión y la amenaza de fuga eran usadas para presionar al propietario de esclavos, y no llegaba a realizarse el escape hacia el palenque. En otras oportunidades, los esclavos fueron más lejos, traspasaron la protección de los derechos básicos existentes en la esclavitud para tratar colectivamente de escapar a su régimen y ejercer a una libertad más amplia. La búsqueda de este propósito más ambicioso pudo haber nacido de una reacción en contra del maltrato en circunstancias similares a las que provocaron el alzamiento de los esclavos.<br /><br />La rebelión implicaba más que un simple forcejeo de voluntades entre los esclavos y sus amos dentro contexto de la economía esclavista. Evidentemente la concepción de libertadas que tenían los esclavos iba mucho más allá del simple hecho de aislarse de la sociedad hispánica; las oportunidades económicas que ofrecía la frontera los estimulaba hacia la visión de un futuro en el que ellos podrían ocupar su propio lugar como gente libre en una sociedad más amplia, y formar parte de la población libre de la región constituida en su gran mayoría por campesinos y buscadores de oro y mestizos y mulatos.<br /><br />Existe otra categoría de protesta esclava que también incluía la fuga, pero en menor escala y con objetivos más limitados. Este tipo de protesta surgía cuando los esclavos huían para poder lograr objetivos determinados mediante una apelación formal ante la justicia colonial. Es evidente que el escape no era una acción llevada a cabo al azar por unos cuantos individuos, sino que era parte de una campaña estructurada para preservar las concesiones hechas dentro de la economía esclavista, respaldada por la autoridad de un reconocido grupo de principales, que eran los líderes de una jerarquía esclava informal, que precedía y marchaba paralelamente a la de la nueva administración de la hacienda. Dicho liderazgo interno se apuntaba mediante una relación de parentesco dentro de la comunidad esclava puesto que la mayoría de los líderes tenían lazos de consanguinidad entre ellos.<br /><br />Finalmente, los esclavos prófugos pueden ser agrupados en dos amplias categorías: La primera de ellas estaba conformada por esclavos que huían individual o colectivamente, en un intento por regular, mejorar o cambiar el trato que recibían dentro de la esclavitud. Aquí pueden incluirse casos de fuga que surgían debido a la infracción por parte del esclavo de los códigos disciplinarios o legales y, en los cuales los esclavos huían para evitar el castigo de sus amos o de la ley.<br /><br />Esta categoría incluye también episodios en los que los esclavos huían, no por haber transgredido las normas, sino porque consideraban que sus amos lo habían hecho; en este caso, más que una huída de la justicia de los propietarios de esclavos o del estado era una fuga hacia la justicia, representada por la legislación hispánica, concerniente a los esclavos.<br /><br />La segunda categoría de fugitivos estaba conformada por esclavos que individualmente o en grupo, aspiraban a rebelarse en contra de la esclavitud escapando permanentemente hacia la libertad. Este acto representaba una resistencia mucho más directa hacia el sistema esclavista, no sólo se aspiraba a una ruptura total del cautiverio, sino que, al ser adoptado por grupos de esclavos, consagraba un sueño de vida libre en comunidades autónomas, viviendo más allá del alcance de los propietarios de esclavos y de su estado de esclavitud. <br /><br />Este tipo de cimarronismo es, en un amplio sentido, un legado de los cimarrones y palenques de los inicios del período colonial en el que los africanos se rebelaron contra el yugo esclavista en función de unas formas de resistencia no sólo defendiendo una autonomía territorial, sino, además una nueva autonomía identataria. Una autonomía identataria que empieza a cimentarse y establecerse a partir de la interacción e intercambio de los múltiples grupos humanos que fueron extraídos y desarraigados de África.<br /><br /> <br /><br />Bibliografía.<br /><br /> <br /><br />Cimarronismo, palenques y Hablas “Criollas” en Hispanoamérica. De Granada, Germán. Instituto Caro y Cuero, Santa Fe de Bogotá, 1970.<br /><br />El Fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el caribe colombiano (1717 – 1810) Múnera, Alfonso. Banco de la República, El Áncora Editores, Santa Fe de Bogotá, 1998.<br /><br />Introducción a la Historia Económica de Colombia. Tirado Mejía, Álvaro. La Carreta, Santa Fe de Bogotá. 1974<br /><br />Cimarrones y Palenques en Colombia. Siglo XVIII. McFarlene, Anthony. Historia y Espacio Nº 14, Santiago de Cali, 1991.<br /><br /> <br /><br />Notas Pie de Página.<br /><br /> <br /><br />1. El Amor en los tiempos del Cólera, García Márquez, Gabriel. Editorial Oveja Negra, 1985. Pág. 28 - 29.<br /><br />2. El Fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el caribe colombiano (1717 – 1810) Múnera, Alfonso.<br /><br />Banco de la República, El Áncora Editores, Pág. 80.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-65086117167056986542009-09-13T23:27:00.000-07:002009-09-13T23:33:54.545-07:00Yo Crearé mi propio paraiso Traducido, de Willful Disobedience No. 5Hay anarquistas, los que se oponen a la civilizacion y que la apoyan, que insisten que uno debe escoger el uno o el otro. Consideran que la creatividad humana y el desarrollo tecnologico son equivalentes - usando la misma logica mala que considera el arco y la flecha de los pigmeos como parecido al ordenador y las fabricas. Es mejor ignorar a estos pensadores de poca profundidad pero no a la naturaleza de la creatividad humana.<br /><br />Rechazo los conceptos de la naturaleza humana y ser de especie. El primero es un concepto religioso que esta mejor en el basurero de la historia con dioses, fantasmas y duendes. El segundo es un intento de convertir al primero en concepto cient?fico, aun falla cuando uno se da cuenta que la especie es una invenci?n de convivencia para la meta de clasificacion biologica. Transformar esta abstraccion en una entidad que esta encima de tu y yo y de la que formamos parte, es misticismo absurdo. Entonces cuando hablo de la creatividad, hablo de la creatividad de cada individuo en si a proyectar la vida y las interacciones que desea y por lo tanto transformar su ambiente en la forma que les place. En otras palabras, la creatividad es la que expresa dentro uno de nosotros (lo que es unico), la diferencia fundamental que nos distingue de cada otro ser.<br /><br />La creatividad, esta expresion de la singularidad de cada individuo, requiere un mundo lleno de otros individuos unicos y de cosas con cualidades con las que el creador interactua para transformar su ambiente. Pero estas cosas también ponen limites naturales a la creatividad. No importa cuanto quiera hacerlo, no puedo aletear mis brazos y volar como un ave ni dar una vuelta en el piso del océano por dos horas sin proteccion ni cortar una piedra con una hoja de hierba sino en mis sue?os. Pero los limites naturales de mi creatividad dejan un amplio alcance de posibilidades que parecen infinitas. Los limites sociales que estan puestos a mi creatividad son los limites que son realmente restringentes. Estos limites son los que definen la cultura, restringen mis capacidades. Mis brazos que son naturalmente limitados en su fuerza estan ahora también encadenados; mis ojos con su vision mi?pica debe ahora tratar de mirar también con los ojos vendados; mi voz debe ahora tratar de cantar a través de una mordaza. Mi poder a crear ha sido usurpado por la sociedad y transformado al trabajo productivo y al consumo, estoy hecho en una rueda dentada de la maquina social.<br /><br />No hay duda que la civilizacion es una transformacion del ambiente natural y la tecnologia es la herramienta que realiza esa transformacion. Pero es una transformacion que confina el individuo, la creatividad y la singularidad. Su meta es el absoluto control social a través de un ambiente totalmente controlado - cada deseo dirigido hacia los articulos de consumo que representa su realizaci?n; cada pasion bien restringida; cada conflicto bien manejado y llevado a un convenio que garantiza la mediocridad continua; cada accion transformada en una reacci?n puntual de una maquina bien afinada. El sistema tecnologico transforma el mundo de tal manera totalitaria, no simplemente por que esta en las manos de una clase gobernante, pero porque fue desarrollado por esta meta desde el comienzo, no solamente por la transformacion del ambiente, sino su control total. Desde la época del comienzo de la agricultura, la tecnologia ha sido cibernética - es decir, la tentativa autoritaria a crear sistemas de control automatico. No me interesa ser una rueda dentada de una maquina gigantesca, tampoco me interesan las transformaciones hechas por esa maquina hechas por esa maquina que transforme el mundo en una masa homogeneizada. Quiero crear mi propia vida, mis propias interacciones y mis propios proyectos. Este deseo inevitablemente me pone en conflicto con la civilizacion y su maquina tecnologica y de hecho con cada forma de sociedad. Porque s?lo con la destruccion de estos monstruos gigantescos, insensibles y restringentes florezca mi singularidad fundamental con toda su maravilla para que pueda apreciar la maravillosa diferencia de cada ser que encuentro.<br /><br />Pero si vamos a destruir las restricciones sociales de nuestra creatividad y las reemplazamos con las restricciones morales de los Deep Ecologists (ecologistas profundos) que se encenagan en el auto odio humanastico en el nombre de su ideologia biocentrica, somos bobos. ?Por que debo negarme a la maravilla de un mundo de individuos que aprecian sus propias diferencias entre ellos, juntandose separandose y peleandose con pasion, haciendo pequeños paraisos que se transforman, crecen y desaparecen, solo o unidos como cada cual desea? Ocasionalmente he visto de reojo este mundo mientras hago proyectos con amigos. En este mundo social que se empe?a en negarme todo, rehuso esta babosa opcion y lucharé con toda mi fuerza en contra de cada sistema y cada restriccion moral que bloquea el camino de mi deseo a crearme una vida de maravilla en este mundo.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-6908822079842090103.post-65142632538191561052009-09-13T23:23:00.000-07:002009-09-13T23:24:04.970-07:00La partícula mu en la palabra "comunismo" x Wu Ming,primavera de 2006.<br /><br />Discarga el texto en formato pdfContribución al libro colectivo Make Everything New: a Project on Communism, Book Works, London (Londres) and Project, Dublin (Dublino)<br />A cargo de Grant Watson (Project), in colaboración con Gavin Everall y Gerrie van Noord (Book Works).<br />A ser publicado en inglés en Octubre 2006.<br />Traducido en Español por Nadie Enparticular, Julio de 2006.<br /><br />Así que nos pedís que os enviemos un artículo sobre el comunismo.<br />No sobre algún grupo de personas que se autodenomina comunista.<br />No sobre alguna de las innumerables corrientes del "comunismo".<br />No sobre estados de opereta como Laos y Corea del Norte.<br />Nones, os referís a la esencia conceptual del comunismo, queréis que profundicemos y toquemos las raíces.<br />Gracias a comunistas y anti-comunistas, el comunismo parece ser hoy el asunto más impopular, bochornoso y anacrónico.<br />El término mismo ha sido denigrado, falseado, desbaratado, arrancado del discurso público.<br />Es tiempo de replantearlo nuevamente.<br />La palabra Kommunismus/Communismus fue acuñada como un neologismo (tanto en alemán como en latín tardío) y empleada esporádicamente en forma despectiva durante y después de las guerras religiosas que incendiaron Europa desde la Baja Edad Media hasta la Alta Edad Moderna. Ciertas doctrinas de las corrientes radicales del siglo XVI como los Huteritas, los Husitas y los Taboritas fueron definidas como communisticae por algunos de sus enemigos contemporáneos y posteriores detractores. Luego la palabra desapareció hasta su extraordinaria re-emergencia en siglo XIX.<br /><br />Esas herejías del siglo XVI proclamaban la comunidad de bienes materiales y la vida comunitaria, e incluso algunas de ellas proponían la expropiación forzosa de la nobleza y el clero. Durante la revuelta de los campesinos alemanes (1524-1525), una serie de tumultuosos eventos que provocaron olas de rebelión en la zona centroeuropea, uno de los gritos de combate del predicador Tomás Müntzer era Omnia sunt communia, todo es de todos. Ni que decir tiene que tal énfasis en la acción de compartir está profundamente arraigada en la historia y doctrina cristianas. "Erant illis omnia communia" (Hechos 4:32): "Todo era en común entre ellos". Y en la Regla de San Agustín (400 dC aprox.) dice: "Et non dicatis aliquid proprium, sed sint vobis omnia communia": “No poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis en común”.<br /><br />Commūnis. Echemos una mirada atenta a este adjetivo latino.<br />Commūnis significa "común", "universal", "generalmente compartido".<br />Mūnĭa significa "deberes", "mandatos públicos", "tributos", "impuestos" y cualquier tipo de servicio o responsabilidad civiles para con la comunidad.<br />Por lo tanto Cum mūnis significa "con deberes", "con obligaciones", "con compromisos", vale decir, estar sujetos a formar parte de la vida de una comunidad regulada.<br />Muy curiosamente el antónimo de Commūnis es Immūnis, que significa "sin deberes", "libre de compromisos", "libre de aranceles". 1<br /><br />Esto es solamente el comienzo del viaje al pasado, porque la palabra Mūnĭa en sí misma tiene una muy larga historia.<br />La antigua raíz "Mai"/"Mau"/"Mu" está relacionada con calcular, pesar y medir cosas, probablemente para intercambiarlas equitativamente o distribuirlas entre los allegados.<br />Esto es lo que se supone que sucede con los deberes en una comunidad bien regulada.<br />Podemos encontrar la misma correspondencia en varios lenguajes antiguos.<br />En sánscrito védico, el idioma sagrado hindú de 4000 años de antigüedad, Mâti significa "medir".<br />En latín, Mensio significa "medida" (Francés: Mesure; Italiano: Misura).<br />En antiguo eslavo (el primer idioma literario eslavo, desarrollado en el siglo IX) Mena significa "intercambio", "trueque".<br />En lituano antiguo (siglo XV) Maínas tiene el mismo significado.<br />En las lenguas germánicas hay una evolución terminológica diferente pero paralela, tanto así que el adjetivo germánico Gemeinas refleja perfectamente Commūnis. Ge-meinas = Cum-mūnis. 2<br />Idéntica procedencia tienen las palabras inglesas Moon [luna] (griego: Mήνη; gótico 3: Mēna; inglés antiguo 4: Mōna) y Month [mes] (griego: Mήν, latín: Mensis). La luna se utilizaba para contar los días y medir períodos de tiempo más amplios.<br />Que es también de donde proviene Mind [mente] (latín: Mens). La mente es el órgano que cuenta/mide/pesa, y así establece el valor y el significado de las cosas. Por supuesto, la palabra meaning [significado] tiene el mismo origen.<br /><br />Algo aún más importante, la palabra acadia Manû significa "contar con los dedos" 5.El acadio era un antiguo idioma semítico difusamente extendido (y escrito con caracteres cuneiformes) en Mesopotamia hace 4500 años atrás. Era la lengua del comercio “internacional” de esa época, se han encontrado muchísimas inscripciones y estelas por doquier en Asia Menor.<br />El lingüista y filólogo italiano más prestigioso y controvertido, el difunto Giovanni Semerano (1913-2005), dedicó toda su vida a trazar los orígenes de todos los lenguajes europeos con relación al acadio y un tronco semítico común. Colmó casi todas las brechas en la etimología de términos griegos y latinos. Nosotros nos basamos en sus estudios y hallazgos. 6<br />Pero ahora vayamos aún más allá.<br />¿Cuál es el motivo por el cual la raíz "Mai"/"Mau"/"Mu" está relacionada con medir y compartir?<br />El término acadio que designa el "agua" es Mû. Ugarítico 7: Mj. Arameo 8: Majja.<br />El agua es el recurso más valioso, darías cualquier cosa por ella si tienes sed. Es pilar fundamental de cualquier comunidad, la primera cosa que debe ser equitativamente compartida. La necesidad de distribuirla y compartirla es premisa y base de toda regulación económica y social.<br />Estamos buceando profundamente en el pasado, reflexionando sobre los mismísimos orígenes del lenguaje humano.<br />Existe una estrecha correspondencia entre la consonante "m" y el agua, su sonido evoca una tosca onomatopeya del beber. Si bebes ávidamente cuando tienes sed emites un sonido grave y profundo que podría expresarse como "Um... Um... Um..."<br />En el lenguaje infantil italiano, la palabra para "agua" es bumba.<br /><br />Pues bien, podemos decir que la partícula "-mu(n)" incluida en la palabra "co-mun-ismo" tiene que ver con el agua. Que hoy en día se ha convertido en el más escaso de los recursos.<br />Si la palabra fuera regenerada, revitalizada y renovada, su retorno no podría ser más oportuno.<br /><br /><br />Notas<br /><br />1. Si el antónimo de "común" es "inmune", entonces el comunismo es la ideología de la "no-inmunidad", y es cierto que "communism is a disease of the mind" [el comunismo es una afección de la mente] tal como dijo el periodista americano y cruzado moral George Putnam el 23 octubre 1966 en uno de los remates de su discurso conmemorativo de la sublevación húngara de 1956.<br /><br />2. A propósito, Gemeinwesen ("comunidad", "esencia común", "ser colectivo") era una de las palabras favoritas de Karl Marx, así como también uno de los conceptos clave de sus textos tempranos; un ejemplo de ello es "Notas críticas al artículo 'El rey de Prusia y la reforma social. Por un prusiano'." (1844): "Pero, ¿no sucede acaso que todas las rebeliones, sin excepción, estallan en el aislamiento funesto de los hombres del gemeinwesen (ser colectivo)? Toda sublevación, ¿no presupone necesariamente este aislamiento? ¿Hubiera podido tener lugar la Revolución de 1789 sin este funesto aislamiento de los burgueses franceses del gemeinwesen? Estaba precisamente destinada a suprimir este aislamiento. Pero el gemeinwesen del que se halla separado el trabajador es un gemeinwesen de realidad distinta, de distinto alcance que el gemeinwesen político. El gemeinwesen del que le separa su propio trabajo es la vida misma, la vida física e intelectual, las costumbres humanas, la actividad humana, el goce humano, el ser humano.". Respecto al desarrollo de este concepto en el post-marxismo crítico del siglo XX, véanse los trabajos del pensador francés Jacques Camatte.<br /><br />3. El gótico era el idioma germánico hablado por los godos (siglos II-V). Más tarde se dividieron en dos tribus diferentes, ostrogodos y visigodos, y prácticamente se hicieron cargo del moribundo Imperio Romano en Europa meridional.<br /><br />4. Por "inglés antiguo" (también llamado "anglosajón") los lingüistas se refieren al idioma germánico hablado en Inglaterra antes de la invasión normanda de 1066.<br /><br />5. Es la única explicación etimológica razonable para la palabra latina Manus. Italiano y español: Mano; Portugués: Mão; Francés: Main; Catalán: Mà.<br /><br />6. Los descubrimientos de Semerano están sistematizados en su enorme obra Le origini della cultura europea [Los orígenes de la cultura europea] publicada en dos entregas de 2 volúmenes cada una, cuyos subtítulos son Rivelazioni della linguistica storica [Revelaciones de la lingüística histórica] (Olschki, Florencia, 1984, ISBN 8822232542) y Basi semitiche delle lingue indo-europee [Bases semíticas de los idiomas indoeuropeos] (Olschki, Florencia, 1994, ISBN 8822242335). En la década posterior "popularizó" sus teorías con libros más breves y publicó innovadores estudios ulteriores sobre el idioma etrusco. Sus últimos trabajos incluyen La favola dell'indoeuropeo [El mito del idioma indoeuropeo] (B.Mondadori, Milán, 2005, ISBN 8842492744) y Il popolo che sconfisse la morte: Gli Etruschi e la loro lingua [El pueblo que venció a la muerte: los etruscos y su idioma] (B.Mondadori, Milán 2006, ISBN 8842490709). Hasta donde sabemos, no existe ninguna traducción al castellano de sus libros.<br /><br />7. El ugarítico era un idioma semítico hablado en Siria en los siglos XIV al XII aC.<br /><br />8. El arameo es otro lenguaje semítico, muy cercano al hebreo, que fue la lengua materna de Jesús de Nazaret dado que era el idioma cotidiano de los judíos en Palestina cuando la región era parte del Imperio Romano. El arameo y sus dialectos todavía se utilizan en ciertas partes del Medio Oriente (especialmente en Siria). Algunos libros de la Biblia fueron escritos originalmente en este idioma (por ejemplo, el libro de Daniel).Unknownnoreply@blogger.com0