martes, 22 de septiembre de 2009

Las ilusiones insurreccionales x Anonim@

NOTA DE EL HEDONISTA: ME PARECE UN TEXTO SERIO SOBRE ALGUNOS PUNTOS DE LAS POSICIONES INSURRECIONALISTAS. ASI PUES ME PARECE PERTINENTE SOBRE CIERTA TENDENCIA DE AUTOSACRIFICO INDIVIDUAL EXCESIVO.

En ocasiones, cada determinado tiempo se hace necesario pararse a pensar entorno a lo realizado hasta el momento para evaluar los caminos tomados, su posible validez y, por supuesto, su posible invalidez. Lo que los Tigres de Sutullena llamarían la “epidemia de rabia” en la revista Resquicios nº 4 ha demostrado quedarse anclado en lo espectacular de la acción inmediata, instintiva pero mayormente ineficaz si cabe, por parte de algunos elementos que han decidido pasar a la acción ellos solos contra un sistema cada vez más globalizado y fortalecido, es decir, ser menos cantidad pero más espectaculares contra un sistema que cada vez es más complicado de asaltar, nos estamos refiriendo al insurreccionalismo, y más concretamente a su vertiente anarquista.

No parece importarles el hecho de que cada vez haya más policía en la calle, ni que haya brigadas especializadas en dichas acciones, ni que las acciones no tengan el efecto esperado (excepto en la autocomplacencia habitual), ni que las acciones no entren dentro de un plan estratégico, ni que ni siquiera las personas del movimiento libertario se enteren (ni que decir la ciudadanía estúpida) de que va la cosa.

Actuando al margen de cualquier tipo de movimiento organizado (aunque sea informalmente), a ciegas, despreciando cualquier otro tipo de actividad subversiva. Parece que la acción sin más ni mangas es la única solución al pequeño problema de acabar con el sistema, parece ser que siliconeando cerraduras y quemando bancos podemos arrastrar a la gente a la revuelta generalizada. Los elementos insurreccionales son incapaces de entender que no todo el mundo pretende destruir el poder así por las buenas, y esta incomprensión mutua conlleva el distanciamiento de los verdaderos afectados por los conflictos sociales y los que pretenden radicalizar y extender dichos conflictos, produciendo el desprecio y rechazo mutuos en numerosas ocasiones.

La separación de las luchas reales (aunque parciales), el gueto, y la infravaloración de la represión que podía suceder a las acciones en cuestión han llevado a convertir la lucha en un fin en lugar del medio que debería ser. La falta de reacción por parte de la sociedad condena al movimiento al puro ataque sin sentido muchas veces, se piensa que cuatro acciones bien colocadas y planificadas pueden asestar un duro golpe al sistema, sin embargo, sin consecuente revuelta por parte de las masas (palabra que repele a los insurreccionalistas) se hubiese quedado en eso, cuatro acciones bien planificadas.

Dar un paso adelante en la lucha en una época de convulsión social es sensato, no siendo así en las circunstancias actuales, donde la mayor convulsión se da en los partidos de fútbol. Dar un paso adelante, en ocasiones, es caerse por el precipicio.

Este texto es una pequeña crítica al insurreccionalismo (utilizamos este término aún a sabiendas de que no les gusta encerrarse en un nuevo “ismo”, pero sirve para entenderse), principalmente a algunos de sus textos. En cualquier caso recomendamos el texto “Anarquía profesional y desarme teórico” de Miguel Amorós para complementarlo, ya que hemos dejado de lado las tesis bonannistas que son tratadas en dicho texto con el espíritu crítico que se merecen.

INSURRECCIONALISMO EN EL PAPEL

Revisamos a continuación una serie de textos donde se recogen los rasgos generales de esta corriente, por supuesto no son todo el insurreccionalismo ni lo pretenden, pero sí que son esclarificadores al respecto, recomendamos de hecho su lectura. El primero de ellos es un texto de Killing King Abacus, “Algunas notas sobre anarquismo insurreccional” ya que aglutina los principios del mismo. Insistimos en que estos textos son meramente indicativos, el insurreccionalismo no se basa en estos textos exclusivamente. Citaremos los pasajes que consideremos oportunos y mostraremos nuestra conformidad o inconformidad con los mismos:

“Es a través de la acción y de aprender a actuar, y no de la propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar; actuando un@ aprende a actuar.”

Aclarado que la palabra acción pueda ser interpretada de mil maneras distintas, y que aquí la tomaremos como ataque directo al capital, la propaganda se puede plantear como un elemento complementario pero imprescindible, ambas se entrelazan. Dar más importancia a una que a otra no hace sino desequilibrar la lucha, quitarle las patas a la mesa o cortarlas. La propaganda no debe únicamente realizar una “clarificación de cómo actuamos” sino que también ha de provocar una serie de cambios en la conciencia del que la reciba, no debe indicar cómo actuamos sino el porqué.

“El camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar -parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir.”

No estamos del todo de acuerdo con esta afirmación, aunque si con una anterior del mismo texto: “Es necesario el planteamiento de estrategias claras para permitir así la utilización de métodos diferentes de una manera coordinada y productiva”. Esto, bajo nuestro punto de vista implica la elaboración de estrategias lo más claras posibles a corto plazo y premeditadamente abiertas a largo plazo, siendo esta última condición un objetivo primordial, confiriendo a la teoría y a la estrategia la importancia que anteriormente tuvo la ideología, eliminando de esa manera disputas acerca de metas utópicas probablemente inalcanzables. Pretendemos que cada paso que demos nos abra un abanico de posibilidades que la ideología cerrada reduciría. Por ello creemos que planificando meticulosamente las estrategias a corto plazo, y trabajando por la extensión de la revuelta, llegará un momento en el que la revolución será una estrategia a corto plazo, y la posterior organización social también. No negamos el valor de muchos elementos de las viejas ideologías, únicamente hay que ponerlas en su lugar como herramienta y no como objetivo último e inevitable.

“La aparición de los primeros eslabones rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje”

Ciertamente el sabotaje en el momento adecuado puede resultar un arma eficaz, sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar que una revolución se lleva a cabo solo a base de sabotajes. La extensión del sabotaje podría transformarse, en la situación adecuada y de la forma adecuada, en la extensión de la revuelta organizada informalmente. Es decir, el sabotaje es un arma más, válida en todos los estadios de la revuelta y para objetivos concretos, su uso debe limitarse a sus efectos, y sus efectos no pueden por si mismos derribar el sistema, es necesario pero no suficiente. Por tanto no podemos limitarnos únicamente al uso del sabotaje, ni tampoco privarnos de él, pero por supuesto requiere estar preparado para ello debido al nuevo sistema totalitario de control. Es por este motivo que el siguiente fragmento lo consideramos incorrecto:

“Las pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles, requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera, son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia.”

Los sistemas de control se han desarrollado hasta tal punto que resulta imposible estar completamente seguros de que las acciones que se realicen no van a tener ninguna consecuencia sobre el que las realice más que sobre lo que se actúa. Infravalorar a la policía es un error, como lo es también mofarse de “los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia”. Hay que estar respaldados por cajas de resistencia, grupos de apoyo a presos, etc. y eso requiere una cantidad de organización que no se ha dado en la realidad de una manera completamente efectiva. La mera explosión de rabia se muestra por tanto bajo una imperiosa necesidad de organizarse y de prepararse.

Con respecto a la conflictividad permanente (el punto 4) nos mostramos ampliamente de acuerdo, simplemente merecería una puntualización, y es que esta conflictividad permanente no debe limitarse al poder, sino extenderse a la conflictividad contra los recuperadores ya que son estos precisamente los que actúan a modo de bolsillo del sistema, se introducen en él los movimientos sociales, integrándolos en el capitalismo para mejorarlo y adaptarlo. De hecho son el poder, no hay opción menos mala. La lucha contra sus mecanismos es, en nuestra opinión, la primera lucha a realizar ya que sin ellos el poder se mostraría desnudo y más vulnerable.

El punto siguiente, la ilegalidad y su desmitificación, nos parece imprescindible, estamos completamente de acuerdo con ello y no tenemos nada que añadir. Lo nombramos únicamente para que luego no se nos tache de legalistas, ya que los prejuicios abundan.

“Dentro del movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas: la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad y la centralización.”

Ciertamente, sin embargo la calidad de la lucha aumentará con el crecimiento cuantitativo si este último no se convierte en el objetivo primordial y si este se desarrolla dinámicamente y no solo aditivamente, sencillamente debemos considerarlo como un factor más de la guerra social. Por otro lado nos parece indiscutible la idea de la autoorganización y por tanto nos posicionamos en contra de la centralización y de la organización visible, en consecuencia consideramos que no hay porque relacionar implícitamente la cantidad con la centralización, es cierto que es más complicada evitarla en tanto en cuanto aumente la cantidad de gente, pero es un riesgo que hay que correr ya que la comodidad del gueto ya se ha mostrado como inoperante.

“La organización informal se basa en un número de compañer@s unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@, analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o partidos más o menos camuflados.”

De este párrafo se destila la marginación voluntaria, el suicidio y la guetización. Nada de este párrafo indica la extensión del conflicto, la actividad endógena de “compañer@s unid@s” es todo lo necesario. Más que la extensión de la revuelta se busca el aumento de la afinidad y de las acciones, se cae por tanto en otro mito cuantitativo, cuantas más acciones realizadas por la menor gente posible mejor, mayor “número de problemas” y por tanto, mayor afinidad. Alegan que esta crítica de la marginación “no es más que otra separación ideológica entre los explotad@s y l@s subversiv@s”, pero no se dan cuenta de que no es separación ideológica ni teórica, sino práctica, precisamente en el campo en el que se consideran imbatibles y superiores a cualquier otro método.

Los siguientes párrafos vuelven a relacionar el crecimiento cuantitativo con “grandes luchas de masas”, “crecimiento infinito de un movimiento que está para dominar y controlarlo todo”, “algo que debe resistir el paso del tiempo”, “basarse en el crecimiento sin fin y en la resistencia contra el ataque de los explotadores”, “de retaguardia”. Mientras que propone que al ser pocos “se establece un contacto entre la minoría anarquista y la situación específica donde puede desarrollarse la lucha”, aunque esto en la práctica ha supuesto casi siempre una fantasmada irreal.

A continuación nos ocupamos de otro texto, anónimo, titulado “Propuesta para una manera diferente de entender la organización”. De este nos interesa sobre todo su crítica a la organización como elemento reificado, esto es, convertido en una institución con representación física (como puede ser un partido o un sindicato). Concordamos más con aquellos que opinan que la organización no debe ser perceptible mediante unas siglas o unos estatutos. Entendemos la organización como una serie de relaciones e interacciones entre los miembros de un movimiento, dentro de la cual estos últimos desarrollen estrategias que se articulen con otras en una determinada línea general hacia un objetivo, pero que dicha forma organizativa no condicione ni sustituya al individuo en la lucha. Es decir, la organización debe proporcionar un contexto revolucionario en oposición al contexto del sistema, dentro del cual las luchas cobran un sentido. Por tanto apoyamos una forma organizativa, no una organización definida y concreta.

El texto critica de la siguiente manera a las organizaciones formales, nombrando su ilusión principal:
“Así se irá avanzando, acumulando fuerzas (siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final (revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.”

Nosotros también criticamos este aspecto, sin embargo, tampoco nos posicionamos a favor de lo siguiente:
“El objeto principal pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes nuev@s o no.”

No consideramos que radicalizar un conflicto sea el “objeto principal”, este es únicamente un aspecto de la guerra social, el conflicto parcial, no es de esperar que este se extienda a otro tipo de conflictos que no sean evidentes. “La subida del precio del pan, la implantación de una nueva ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía, etc.” puede que sean capaces, y no siempre, de desatar la rabia y abrir los ojos, pero para que se de una ocasión de revolución, es necesaria una gran cantidad de conflictos, las épocas de crisis del sistema junto con la acción revolucionaria son las que verdaderamente cuestionan los cimientos del capitalismo, no un conflicto puntual. Por ello no creemos que la rabia sea lo único que deba desatarse, debe desatarse también la revolución. No se trata únicamente de destruir, no podemos pensar que todo es tan fácil como eso. Si así fuese bastaría con unos cuantos muy bien formados, en efecto, pero la historia ya lo ha refutado con creces. La Historia nos enseña lo extremadamente complicado que es acabar con el sistema ya que no solo hay que hacerlo físicamente, hay que eliminar también las relaciones de poder que ha creado en la conciencia social porque sino volverá a crecer. Simplemente haciéndonos a la idea de que cada paso que demos será más complicado avanzar nos daremos cuenta de que nuestro objetivo es mucho más complicado que destruir y verlas venir. En definitiva, no se trata únicamente de hacer cosas, sino de cambiar cosas.

Por otro lado estamos de acuerdo con la siguiente afirmación del texto:

“Crear una organización va, a menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia, una estética concreta y cierta homogeneización de las personas que la componen: se crea consciente o inconscientemente un producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las instituciones absorber, deformar y manipular este producto.

Para finalizar con este texto hagamos terapia contra la masa-fobia:

“Para el poder son más peligrosas diez personas impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una masa concentrada predecible y manipulable.”

En efecto, sin embargo no vemos donde esta la incuestionable relación entre masa y que esta sea predecible y manipulable. La masa de los suburbios franceses no era precisamente predecible ni mucho menos manipulable.

Tomándonos la libertad de cambiar la frase consideramos que para el poder es más peligrosa una masa impredecible, incontrolable y dispersa que únicamente diez personas.

Nuestro objetivo primordial no debe ser la creación de una masa y de liberarla en el momento apropiado, sino de desmasificar, desautomatizar, solo así se produce un momento revolucionario, ni con diez superhéroes, ni con un millón de estúpidos.

El próximo y último texto se llama “Cuestiones de organización. 31 tesis insurreccionalistas”, de nuevo sin firmar. La primera tesis reza como sigue:

“Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las "victorias" parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria.”

Ciertamente existe una en medio que rechaza ambas, la que considera que existe una contradicción entre las victorias parciales y la revolución. Esto es debido a que por un lado la vida era tan miserable que en el pasado, el movimiento obrero ha gastado sus fuerzas en implantar mejoras laborales, estas luchas servían no solo para mejorar dichos aspectos, sino que también cohesionaban a la clase obrera inculcándole el espíritu de lucha que pudiese llevarle a la revolución a base de ganar confianza en sí misma, experiencia y lazos solidarios. Y aunque el capitalismo se adaptaba, y mejoraba, lo hacia de una manera superflua y que aún permitía posibilidades de revolución, hoy en día el capitalismo ha desarrollado la técnica de la adaptación a la perfección. Sin embargo, esta propuesta se muestra inservible actualmente debido a que la clase obrera no existe, y si existe es tan sumamente egoísta y estúpida que no se va a mover un ápice. Las “victorias” pertenecen actualmente al mismo poder, ya que son conseguidas mediante instituciones que han sido creadas por y para sí mismo, adaptando al sistema a los problemas sociales y manteniendo la dominación a toda costa, no cohesionan a la clase obrera como antaño. Por ello nosotros rechazamos la tendencia “etapista” en la actualidad por considerarla desfasada, pero tampoco aceptamos “hacer del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria”, ya que es una contradicción en sus propios términos, el presente es adormecimiento y control social, no permite revolución que valga. Esperar al momento adecuado parece más correcto, lo que no implica la pérdida de la conflictividad permanente, sencillamente la vuelve más realista.

“Las organizaciones gestadas en el movimiento insurreccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática.”

Ciertamente la espontaneidad es necesaria, pero como ya hemos afirmado antes, creemos que una estructura del movimiento es necesaria. También hay que hacer notar que tener la razón de ser únicamente en el instante concreto de la revuelta generalizada presupone que vaya a haber una revuelta de tales condiciones. Para que una revuelta se extienda de verdad tiene que tener conciencia de sí misma y de sus objetivos (entendidos como objetivos a destruir), y para ello puede ser útil una estructura con un bagaje de experiencias que sepa como dotar de medios a la revuelta. Por supuesto sin dirigirla, simplemente reafirmándola, extendiéndola y, en lugar de haciéndola suya, incorporándose a ella. También hay que darse cuenta de que estas revueltas tienden a funcionar como imán de oportunistas tales como comunistas autoritarios, izquierdistas y demás calaña que tratan de utilizarla para sus propios intereses; inculcar el rechazo a tales cretinos durante, y antes de, la revuelta se convierte en una tarea primordial. Por ello consideramos que para poder explotar verdaderamente las posibilidades de la revuelta, esta debe ser apoyada por un movimiento con una estructura concreta, invisible, pero instintiva, para que los no acostumbrados al enfrentamiento contra el poder la consideren válida para sus aspiraciones y rechacen el reformismo. Creando dicha estructura y manteniéndola (mediante la acción) hasta que se de la oportunidad de demostrar su efectividad se puede pasar de una explosión de rabia a una revolución contra el poder.

“Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero”

Las repercusiones “espectaculares” son precisamente las que responden de los actos insurreccionales en la actualidad. Anteriormente una victoria en el terreno laboral podía causar conmoción supuestamente “espectacular” sin embargo, en los tiempos en los que la lucha no gira en torno a dichas victorias, lo espectacular es lo llamativo, lo increíble, pero también lo incomprensible. Las repercusiones de la lucha anteriormente causaban alegría, ahora las acciones fuera del reformismo son desaprobadas por toda la sociedad, reciben esa repercusión “espectacular” pero ficticia en su gran mayoría ya que son consideradas como un ataque contra el sistema en el que la masa gris se siente integrada y desarrollada. No nos engañemos, hasta el más mísero ciudadano es el mayor defensor del sistema.

“El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acumulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie”

Ciertamente estamos de acuerdo con las pretensiones de esta frase, de hecho reúne en pocas palabras los principales elementos del insurreccionalismo con los que estamos de acuerdo. Sin embargo rechazamos su concepción de que los movimientos que busquen y se preparen para la revolución sean considerados “organizaciones pesadas”, basadas en la acumulación cuantitativa y que se erija en representante de quien sea, debido a que esto no tiene porque ser así (aunque en efecto si que lo ha sido en numerosas ocasiones). El principal punto flaco del insurreccionalismo es su reduccionismo con respecto a las formas de organización, según ellos se han de hacer mil sabotajes y ser los mínimos posibles, en caso contrario, en el caso de que opines que el verdadero motor de destrucción del sistema es la revolución generalizada, caes en el mito cuantitativo y demás críticas realizadas (acertadas en el caso del obrerismo, pero no siempre en otros tipos de organización).

“…también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas.”

Coincidimos cuando se afirma la lucha insurreccional de masas, de hecho, esa es nuestra concepción de una revolución, una lucha de masas pero con prácticas radicales, alejadas de la uniformización, el plataformismo, el reformismo, los dirigentes, etc.; por tanto abogamos por la lucha de masas cuando estas se han desmasificado, cada individuo dirige sus propios deseos en contra del capitalismo apoyado por una gran cantidad de personas que actuarán de diversas formas hacia el fin común de la destrucción del sistema, la teoría revolucionaria, expresada en la misma base de la revolución mediante asambleas que practiquen la autocrítica y la adaptación permanentes, será la encargada de establecer las condiciones de la nueva sociedad sobre las ruinas de la anterior.

“Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible.”

Ciertamente estamos en contra de la formación de una organización concreta y visualizada por un mesías (como hemos afirmado antes), de las pretensiones de dirigir a las masas y de la mitificación del pasado. Esto ya lo hemos mencionado a lo largo del texto, sin embargo queríamos agruparlo para hacer ver que el hecho de esperar las condiciones adecuadas para una revolución no es incompatible con muchos supuestos del insurreccionalismo, sencillamente ampliamos sus miras para complementar su acción dentro de una estrategia más clara y con un fin más definido y efectivo.

“[El Capitalismo] es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.”

Ciertamente están privadas de todo poder de decisión sobre sus vidas, pero esto no significa que la mera acción vaya a empujarles a plantearse las bases del sistema. Una revuelta también puede ser de tipo totalitario, o racista, o sexista, o quizás puede derivar en ello, por este motivo consideramos que se hace necesaria una “preparación” previa, ya que no podemos esperar que lo que haga caer al sistema vaya a ser positivo per se.

“La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista.”

En cierta manera esto es así, sin embargo debemos centrarnos en los momentos en los que dichas contradicciones afloran a la superficie y afectan a la población en general, de la misma manera que anteriormente lo hacía el trabajo explotador y extenuante provocando revueltas. Las contradicciones se muestran en forma de repentinas crisis socioeconómicas, y en esos momentos de crispación social que pueden desatarse en cualquier momento es donde hemos de fijar nuestro objetivo, haciendo obvia la responsabilidad del sistema en el malestar creado y mostrando a la dominación como una línea continua que nunca ha cesado, simplemente se ha transformado adaptándose a los avances sociales gracias a los recuperadores. Antes era explotación laboral y económica, actualmente es intelectual y encubierta.

“Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente.”

Mediante la destrucción y el desinhibición de la rabia individual no se perturba el orden de las cosas, únicamente se perturban a las cosas, que las personas que interactúen con dichas cosas perciban su destrucción como incitación a la perturbación de su orden y que respondan a dicha perturbación de manera afirmativa hay un abismo que no se salva tan fácilmente. La violencia en la calle no siempre perturba, en ocasiones mantiene y en otras legitima el orden, ya que esta puede ser interpretada de mil maneras y se puede reaccionar de otras tantas.

“Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento [...] El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente”

Despreciando completamente la manipulación folclórica de las luchas parciales, nos mostramos de acuerdo con la insuficiencia de posicionarse únicamente en estas sin dotarlas de un sentido global, sin embargo, no caigamos en el engaño de las “pretensiones destructivas de la totalidad” ya que cualquier ataque único no es sino parcial. Elaborar una teoría paralela a la práctica revolucionaria será la que evite el parcialismo, por ello consideramos que no basta con afirmar que una acción concreta es un símbolo contra toda la dominación ya que es una pretensión ilusoria para los revolucionarios y no hace sino confirmar nuestra minuciosa capacidad de autoengaño.

Esperamos que estas líneas sirvan como una incitación al debate y la reflexión, ya que no podemos permitir que la “renovación” que implantó el insurreccionalismo en el movimiento libertario desgastado por la rutina se convierta en una nueva verdad incuestionable como lo fuese el obrerismo y la idolatría a Durruti. Queremos que sirva para ir rompiendo los moldes que a veces nos encasquetamos nosotros mismos por la falta de autocrítica y renovación.

domingo, 20 de septiembre de 2009

10 Claves para un estilo de vida YOMANGO


1.

Es conocido, las marcas quieren vender cosas, pero saben que sólo sobrevivirán en el mercado postmoderno si se asocian con éxito a la representación estilizada de una forma deseable de vida: sea el joven vividor del Martíni, o el del vaquero solitario y duro del Marlboro country. YOMANGO, mira tú por donde, no te va a vender nada, pero también te puede proponer un estilo de vida.
2.

En los 50 y los 60, en la era fordista del capitalismo, la normalidad era un estilo de vida definido por su respetabilidad y cualquier otra cosa era mear fuera del tiesto. Ahí apareció la contracultura y la enésima bohemia: en aquellos felices tiempos las extravagancias, lo negro, lo raro, era revolucionario. Pero eso se acabó: en el capitalismo cultural, el postfordista, las diferencias, los estilos de vida alternativos no son sino sectores de mercado a ser atendidos y servidos, es decir, comprados y vendidos a mayor gloria del capital. ¿Podríamos proponer estilos de vida, modos de hacer, que no fueran inmediatamente deglutibles como cualquier otra moda? Si llevar ropa vieja, o vaqueros desgarrados o gorra de rapero se ha podido insertar en la lógica económica del capitalismo tardío: ¿sucedería lo mismo con un estilo de vida YOMANGO?
3.

El capitalismo cultural sobrevive mediante la explotación de la inteligencia y la creatividad colectiva. El mercado se nutre de las ideas, de las formas de vida, de las múltiples maneras en que la gente se expresa mediante la palabra, el vestido, los gestos, la sexualidad.

El capital se apropia de tus deseos, de tus expectativas, de tu experiencia… y luego te la pretende vender en una forma alienada, tonta y cara por lo general, ajena a ti, convertida en “cosas” que tú puedes comprar. El estilo YOMANGO propone “reapropiarse”, legitimar y extender la “expropiación” de lo que, de hecho, previamente a su conversión en “cosas”, pertenece al común. YOMANGO pone al alcance de tu mano lo que es tuyo y, todo sea dicho, está al alcance de tu mano.
4.

El mercado ofrece una falsa alternativa, una falsa libertad de elegir entre una u otra vía para destinar tu dinero, tu deseo o tus ilusiones, hacia esta marca o aquella, casi siempre en beneficio del mismo empresario. YOMANGO acomete la libre concurrencia afirmando: la verdadera alternativa es DINERO vs. YOMANGO. El resto es comercio. El resto es trabajar consumiendo. YOMANGO no es trabajo explotable: es una forma extraña de gratuidad mediante la paradoja: dinero gratis. YOMANGO es la mano que en una danza insumisa traza en el aire de tu centro comercial el arco del deseo, sin mediaciones: directo del estante a tu bolsillo, sin dinero ni tarjetas.
5.

“Mangar”, obtener las cosas “bajo manga” tiene su gracia y su técnica: YOMANGO así es también la producción de herramientas (ropas, complementos, instrumentos…) y el afianzamiento gestos cotidianos (comportamientos, acciones…) para vivir YOMANGO. No es una cuestión de secretitos ni de complejas tecnologías, se trata de hacer viable un sabotaje cotidiano y gozoso al capital. Se trata de inventar nuevos gestos que, en su repetir, abran nuevos mundos en los que habitar: “comprar” es un ejercicio pasivo, aburrido, alienante, un acto socialmente predeterminado. “Mangar” no sólo puede ser un acto de sabotaje con el que consigues los ingredientes para el cocido, puede ser también una práctica creativa y excitante.
6.

YOMANGO no es el fomento de la propiedad privada por otros medios. No propone la acumulación de cachivaches y quesos camembert. Consiste en llevar al extremo la libre circulación de bienes. Redescubre la generosidad, el capricho, la indeterminación. Reaprópiate y haz circular, satisface los deseos y necesidades de tus semejantes. Invita en tu casa a cenas YOMANGO. Cuando un desconocido te regala una galleta… eso es YOMANGO.
7.

Pues igual que el mercado coge tu deseo y lo convierte en cosa, resulta que coge los espacios públicos y los convierte en hipermercados, donde no hace ni frío ni calor y donde hasta mear cuesta dinero. Es como si hubieran comprado la plaza mayor de tu pueblo y le hubieran puesto cámaras, guardias y cajeras. Buen rollito mientras juegues el juego para el que está hecho su tablero y aceptes las reglas de una abundancia que es la otra cara de la precariedad -azafatas, camareros, la chica que cuida de tus niños en el castillo hinchable. Seas cliente o empleado, ¿qué más dará?, YOMANGO y YOPITO plantea convertir esos maravillosos sitios en lugares de conflicto comestible: completa tu salario mediocre arrasando con lo que puedas, llévate ropa de la tienda, come y da de comer gratis, haz la vista gorda cuando veas asomar el jamón por debajo de ese abrigo.
8.

Amas de casa, adolescentes, jubilados… son los que más mangan, desde hace tiempo. YOMANGO sólo será interesante si logra conectar con toda esa gente en su terreno, si no se limita a ser el enésimo gesto de retórica desobediente de antiglobis y modernillos. RAPSESIONES-YOMANGO es un punto de encuentro donde intercambiar maquetas, Cd’s y consejos, donde circulan las fichas del GordoPilo y donde le sacamos punta al Hip Hop como cultura de resistencia y sabotaje.
9.

YOMANGO es una franquicia que te montas donde quieres. El estilo YOMANGO es un proceso abierto. Crea herramientas, prototipos y dinámicas que fluyen y proliferan, que esperan ser reapropiadas y circular. Una marca que es de todo el mundo. Que va y viene del común. Y recuerda: YOMANGO, sólo en tu centro comercial.
10.

YOMANGO. ¿Lo quieres?… Lo tienes.

Halloween x Ejército Nihilista de Terrorismo Espiritual


Desobediencia y lujuria sobrehumana, irrespeto creativo a la autoridad.

Las naciones y los gobernantes son polvo ante mí, yo soplo y desaparecen. Las culturas y las civilizaciones no son nada ante mi eternidad. Son un suspiro en medio de los milenios.

- Liber Zión, Baphomet

No es una fiesta para adolescentes pequeño burgueses ni para que las tiendas coloquen calabazas huecas de esculpido “semblante grotesco” en sus anaqueles. El anaranjado y el negro nunca fueron colores consignados a la Publicidad del Deseo Reprimido (siempre se conservaron, respectivamente, como el equilibrio del espíritu y el eterno silencio de la conciencia). Ni fantasmas cubiertos de tela ni brujas chillonas ni personajes de terror mediático deambulando en las calles como pequeñas propiedades privadas del patriarcado trabajador. Ni encantos de marketing ni cenas hipócritas ni condenaciones de pecado culpa sexualidad acallada, sino vástagos de locura, verdaderas hechiceras de la Era de Zión, danzantes nudistas, patafísicos borrachos, chicanos ateos, anarcofuturistas hiperbóreos, derviches, mercenarios espirituales paganos, sindicalistas homosexuales, profetas del CronoApocalipsis, actrices autopornogestionarias, malabaristas de la secta Émile Armand, prestidigitadores postnietzscheanos, ladrones dandis espasmódicos. Una genuina hueste de la pasión desatada.

Halloween era para los antiguos celtas la noche, la última noche del año, en que el Señor de la Muerte expulsaba dondequiera sus ánimas perversas, motivo por el cual el pueblo se organizaba en pequeñas hordas para ahuyentarlos. Salían los pobladores con máscaras temibles, antorchas, trajes excéntricos, botellas de vino y un par de bolsas de castañas, dispuestos a combatir con todas sus fuerzas a esos sucios demonios.

Un campamento de cinco personas por cada casa en una aldea con casi cien, era una muestra de qué tan masivo podía ser este acto. Más aún, tal como apunta Edgar Plank en su Mythapology, “el Halloween de los celtas era una batalla espiritual brutal, sin tregua. La gente hacía brigadas alrededor de las viviendas. Acampaban en el bosque y, en medio de las frondas, encendían fogatas e iniciaban los rituales”.

Según Plank, la ceremonia céltica de Halloween consistía en tres fases, dentro de cada brigada: primero, el monje druida iba a cazar un animal sagrado bajo la densidad de la bruma, la grandeza de la luna y el abrigo del follaje; segundo, un bardo quedaba encargado de proveer de vino y frutas a los combatientes, mientras los hacía danzar entonando melodías contra la muerte; y por último, el monje llegaba con un ave o ciervo acuchillado que, tras el baile, era ofrendado a la estrella del presagio.

La danza, por su parte, trataba de una redención interior a través de la liberación de los sentidos. Los integrantes se quitaban sus prendas de vestir. Alrededor de los fulgores de la fogata, comenzaban a tocarse sus pieles, a proferir tiernos rumores y a rozarse y besarse hasta penetrarse y acabarse unos a otros. Orgías inverosímiles, extravagantes. Contorciones convulsivas, gritos, mordiscos, felaciones, desgarros, llantos. Al finalizar el desenfreno, luego de un orgasmo colectivo, el bardo recolectaba el Sacramento (semen) y lo colocaba en las vísceras del animal, prisma orgánico a través del cual se vislumbraban los códigos del porvenir. No estamos hablando de visigodos ni de vándalos, sino de verdaderos hechiceros.
Halloween como plan revolucionario

Dios es un orgasmo continuo.

- Alejandro Jodorowsky

Mientras Marx, Bakunin o cualquier otro tonto barbudo te decía que debían cumplirse ciertos requisitos revolucionarios, pasos como la concienciación de las masas populares o la ascensión del proletariado al aparato estatal para “vivir plenamente” en algún momento, pero nunca mientras tú vivas, nosotros te decimos:

Maldiciones celtas por doquier. Pandilleros poético-terroristas del Maître à Pécher cyberpunk neoyorquino adiestrados para robar bancos enteramente desnudos (después no hacen nada mercantil con el dinero, sólo colocan en todos y cada uno de los millones de billetes robados un sellito con una carita feliz circunscrita por la frase “Disuelvan el Estado o matamos al presidente”; finalmente hacen un simple lavado de dinero cuyo resultado moviliza todos los cuerpos de seguridad a la idea de que se está fraguando un magnicidio, situación propicia para cometer un verdadero acto vandálico, un acto incluso más complejo, más escandaloso y aterrador que la muerte de un simple funcionario público), niños salvajes atómico-existenciales con máscaras antigases cagando en medio de la calle en signo de protesta por la muerte de Amala y Kamala y limpiándose el culo con el Bardo-Thödol, el Tao-Te Ching, los Tipitaka, la Biblia (cristiana, hebrea y demás), la Epopeya de Gilgemesh, el Corán, la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Avesta, el Engishiki, las Doce Angas, Dios y el Estado, la Torah, el Popol Vuh, la Constitución de este país, los Cuarto Libros, el Bhagavad Gita, la colección completa del Veda, los Upanisads, las 95 Tesis luteranas, el Gurú Granth Sahib y toda esa metafísica aburrida y castrada, incluyendo los opúsculos de autoayuda de moda, todas las leyes vigentes y la bandera nacional (Nota: los niños salvajes son cuadrúpedos, telépatas, buenos lanzadores de granadas y sobre todo de ímpetu lúdico; prefieren las cerbatanas más que cualquier otra arma y especialmente no sienten miedo ni dolor pues nada ni nadie ha legislado sus corazones), desertores de la familia nuclear, mercenarios anabaptistas con antorchas dispuestos a quemar vivo al Cardenal y al clérigo entero, falansterios, practicantes clandestinos de Atemi Tong (técnica oriental de combate bastante sutil, capaz de mutilarte o matarte con apenas tocarte levemente partes vitales del cuerpo), insurrecionalistas sensoriales danzando batuque brasilero en la casa presidencial -patadas veloces estrellándose con etéreas cortinas de opio, al ritmo del birimbao-, sanguinarios rojinegros como una explosión de ébanos y rosas, una manada real de visceralistas delincuentes. Corre. Sabotea. Planifica con compañeros de vida la creación de túneles a varios metros del suelo para la movilización de armas y juegos pirotécnicos; reparte la Maldición contra el cristianismo de F. Nietzsche en las puertas de las iglesias, y nunca dudes en arruinar todo acto socialcristiano (si bien lo más sensato sería asesinar al vicario clavándole una pluma de paloma negra en la yugular de la conciencia).

Ningún derecho/ningún deber.

Y, por favor, en esta ocasión no vayas desnudo como un signo. Más bien, ve desnudo como si te hubiesen invitado a un Hadaka Matsuri de asesinos japoneses radicados ilegalmente en Holanda (Deus maria fecit, batavous terrae et moi le vin “Dios creó los mares, el holandés las tierras y yo el vino francés”).

Mañana yo invito la iluminación.

Anarquía sin Anarquismo x Claudia V.


A veces me convenzo de que la estupidez se llama triángulo, de que ocho por ocho es la locura o un perro.

- Julio Cortázar

Al parecer hay una crisis mundial dentro del movimiento anarquista. Los simpatizantes arrojan al suelo la bandera negra con la convicción de no quedarse estancados en ideologías marginales, y se marchan al bosque a abrazar a los árboles, a hablar con los pájaros. Pero durante las últimas noches ha merodeado por mi cabeza una frase acaso perteneciente a algún ropavejero, filósofo desquiciado o vate: el anarquismo es un fracaso como sistema político, precisamente porque ni es sistema ni es político.

Entonces desperté y una revelación secuestró mis sentidos: el anarquismo es una doctrina cualquiera, con sus análisis históricos, sociológicos y coyunturales; sus barbudos teóricos decimonónicos, citados una y otra vez hasta la saciedad; y los debates, discursos y demás formas de retórica. En cambio, la anarquía (en latín a, no, y arche, principio) es un estado trascendente de la Mente Divina.

El fracaso del anarquismo estriba básicamente en que se reconoce como ideología política. Ahora bien, las ideas, al igual que la política, sólo existen para ser destruidas. Las primeras no me pertenecen hasta tanto no emerjan de mi voluntad creadora –henchida de un ánimo lúdico/destructor-; y la política es tan sólo una tesis de la Vieja Derecha Griega, el zoon politikón platónico que desesperadamente asume la condición gregaria como sinónimo de actitud política. ¿Usted ha visto un elefante –que es un animal de manada- yendo a un centro de votación, por ejemplo?

Mi Anarquía Espiritual se desnuda y corre en busca de sí misma. Sé que hablar de espíritus puede traer algunas confusiones, como asociarlo al espiritualismo mercantilista de la Nueva Era o a las religiones monolíticas del miedo. Tampoco el espíritu a que hago mención proviene de las consideraciones fenomenológicas como las de Max Scheler (o sea, que únicamente los seres humanos poseen espíritu), sino a la fantasmagórica visión de Max Stirner (o sea, que vivimos en un mundo espectral).
La propiedad es una torta cubana

Estamos rodeados de espíritus y cada uno de ellos responde a una causa egoísta, a sí mismos. Bastaría ojear la literatura anarquista para darse cuenta de que esta afirmación siempre ha existido en los planteamientos de sus teóricos, pero en un plano dialéctico y casi como asomo.

Miguel Bakunin decía en uno de sus libros que el hombre se asemejaba a la naturaleza del león, que es un animal gregario y sin embargo cualquiera envidiaría la libertad de la que goza (a menos que haya sido encarcelado en un zoológico, acoto yo). Luego llegaba a la conclusión, a través de la anterior comparación, que los regímenes totalmente socialistas o totalmente individualistas se han hundido en el fango por no reconocer este nivel intermedio inherente. Errico Malatesta sostenía que el anarquista luchaba por su libertad, no por la de los otros, pero como la libertad de los otros se extiende junto a la de él, entonces su lucha contra toda forma de opresión resultaba legítima. Lo mismo sucede con Pedro Kropotkin. Cuando uno finaliza la lectura de La moral anarquista, todo se resume en que uno debe ser egoístamente altruista.

Pero en el anarquismo todo permanece suspendido, aunque se debata una y otra vez, seguramente debido al mantenimiento de una noción paralítica del cambio. Para Pierre-Joseph Proudhon una revolución significaba simplemente cambiar del predicado un sujeto por otro, no eliminarlo. En otras palabras, se elimina a Dios, pero se mantiene la moral, o se elimina el Estado, pero se mantiene la estructura [1]. Nada sustancial cambia. La moral, que es la ley dentro de mí, permanecerá inmutable. De ahí el surgimiento de la frase: “No soy Yo quien vivo, es la Ley la que vive en mí”.

En mi Yo Superior se halla la flama que sólo puede satisfacerse en el amor y la compasión, y no en la colección de Rolls Royce. Es posible creer que satisfago mi espíritu, cuando en realidad vivo una extrapolación del yo, como un símbolo que me posee. Podrá sonar embrollado, mas si ves tu entorno te percatarás de que todo es Espíritu. Si de algo mana palabra alguna, penetra ese “algo” al nombrarlo y hazlo tuyo mediante la poesía.

Poesía y anarquía, siempre tomadas de la mano. Anarcopoesía: el reconocimiento de la digresión de mis sentidos, el dominio del símbolo o trasgresión de la palabra como Ta Yu (posesión de lo grande).

Los anarquistas creen, en cambio, tanto como los filósofos, que pueden conseguir o tener la verdad empleando el lenguaje. Es sabido que éste proviene de la reproducción de impulsos nerviosos convertidos en fonemas y de allí surge la palabra hablada. De acuerdo con Friedrich Nietzsche, a la soberbia humana esto le fue suficiente para hablar de “verdades”, cuando ni siquiera ha visto la realidad con los ojos de una mosca [2].

La verdad más profunda se halla en el corazón.

Sin embargo, yo soy una mosca. No hay verdad más allá de mí mismo, pues Yeshua me señala el camino de mi sol interior. Derribo paredes, invento filosofías y bailo con tal belleza que puedo explorar más allá de lo que podría conocer el espionaje satelital. Como Siddharta, me introduzco en el cuerpo de un chacal muerto –veo ahora desde los ojos exánimes del animal, y me río-, siento cómo los coyotes me devoran; me vuelvo esqueleto, hueso, y luego polvo llevado por el viento. Mis palabras son el viento que irrumpe los intersticios del río, haciendo que las aguas se agiten hasta el florecimiento.

Y no me hace falta argumentar, como a los anarquistas (antes que eso vivo). La diferencia es que ellos convencen; yo enamoro. De modo que deja el decoro y come un poco de torta cubana.
Ni Dios ni amo aunque amo a Dios

¿Qué hacer para vivir desde la anarquía? Algo tan sedicioso como vivir. Aunque si en el choque ultrasónico material/espiritual alguien intenta arrebatar mi alcance cósmico, tendré que atacar con todo el impulso vital de mi ánimo lúdico, como burlarme de la raquítica A ceñida en círculo que pintan en sus banderas.

Piensa en esto. Los anarquistas desdeñan el orden si es impuesto por unos pocos a las masas embrutecidas, pero adoran una estructura autogestionaria. En efecto, el problema en sí no es el número de gente que puede ordenarse por sí misma, sino el propio orden (“Cuando no hay orden, entonces no hay desorden porque hay Espontaneidad” – Osho).

Entonces no soy ni burguesa ni proletaria, ni de izquierda ni de derecha, ni blanca ni negra. Señora, no soy el ángel de la muerte, sino la hija de la vida. Es decir, no lucho por algo, sólo me divierto. De resto, que los determinismos/reduccionismos sean lanzados al basurero de la Historia. Desde luego que un sabio intentará rebatirnos estas propuestas diciendo, por ejemplo, que un no-principio como la anarquía es un principio, ¿o acaso es una verdad decir que nada es verdad?

No obstante, sólo en el plano de la lógica uno podría agachar la cabeza y encerrarse nuevamente en la alcoba, en virtud de tal razonamiento. Ahora bien, como el método y las categorías racionalizantes no se corresponden con la trascendente inmanencia del Tao, el “argumento” será reírse del sabio o hacerle el amor. Le coeur a ses raisons, que la raison ne connaît point [3] Podríamos, si queremos, suplir el no-principio por un reconocimiento mucho más seductor: la anarquía como caos, creación continuada, microorden espontáneo. O como el principio de Hesíodo: Caos/Nada, Geia/Tierra, Eros/Amor.

¿En qué se diferencia un marxista que anhela la Dictadura del Proletariado de un anarquista desesperado por conseguir la Revolución Social? Tanto uno como otro responden a causas externas, ismos, extrapolaciones del yo, cada una con un matiz diferente, pero al fin y al cabo ambos dejan de sentir para satisfacer una causa que no es propia, precisamente porque no está conectada con su ser más profundo.

Yo, como soy toda espíritu y a la vez toda corpórea, como mi anarquía es tan única como mis huellas dactilares, voy hacia lo visible y con su sombra creo invisibles formas de volar.

Quizás llegue el día en que los anarquistas se percaten de que la utopía realizable, aquí y ahora, es una federación de misterio, un estado poético de crimen y exuberancia. Pero si aún persisten en su desgracia, nuestra poesía invadirá sus espíritus con fluidos de agitaciones evanescentes triángulo locura perro.

Que nuestra causa esté basada en Nada.
Fiat lux

[1] El Único y su propiedad, de M. Stirner [disponible en web]
[2] Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, F. N. [disponible en web]
[3] Frase de Pascal. En español: “El corazón tiene razones que la razón no conoce de ningún modo”.

Las teorías de la desescolarización. (Theories of non-schooling) x Mª Angustias Fernández García



http://doces.es/articulos/ver/las-teorias-de-la-desescolarizacion-.html

Resumen
Las teorías de la desescolarización surgen como crítica al sistema educativo. Como
consecuencia apoyan, por un lado, la idea de sustituir la escuela por las alternativas
que las incipientes tecnologías audiovisuales ofrecían al campo de la formación, y
por otro, la desaparición de la institución escolar. Ofrecen enfoques y metodologías
de enseñanza diferentes a las tradicionales, fomentando el desarrollo personal, la
autonomía, la reflexión, la crítica, y la creatividad utilizando para ello el espacio más
cercano: su casa.
Abstract
Theories of non-schooling emerge as critical to the education system. As a result
supporters, on the one hand, the idea of replacing the alternative school in the
emerging audiovisual technologies offered to the field of training, and also the
disappearance of the school.Offer approaches and different methodologies to
traditional teaching, encouraging personal development, self-reflection, criticism and
creativity using the area nearest your home.
1. Introducción.
La década de los sesenta es el momento histórico en el que confluyen una serie de
corrientes, autores, pensadores y pedagogos que plantearon la desaparición de una
escuela ineficaz. Todos ellos, en su conjunto, recibieron la denominación de teorías
de la desescolarización, porque planteaban la desescolarización social clausurando
las escuelas.
Para comprender este movimiento necesariamente se ha de referir al contexto sociohistórico-
económico en el que surge. En esta etapa de optimismo y de cierta euforia
por los avances científicos se comienza a plantear que la institución educativa no
daba respuesta a esas demandas y que requería fuertes inversiones económicas
difícilmente sostenibles por los países. La escuela era criticada por obsoleta (una
institución que quedaba desfasada con el paso del tiempo), inadaptada (no cubría
las necesidades de la sociedad moderna), inútil (no enseñaba lo que requerían los
nuevos tiempos), lenta (tarda 20 años en formas nuevas generaciones), ineficaz (ya
que no asegura el éxito de su función formativa) e inviable, económicamente
hablando (la suma de los costes de los sistemas educativos es tan elevada que se
concebía tal inversión como ruinosa para los Estados y para la propia sociedad). En
consecuencia, ¿por qué mantener la institución escolar?. Es por todo esto que surge
el movimiento de crítica a los sistemas educativos que derivó en dos propuestas de
solución bien diferente:
1. Los movimientos de reforma educativos en los que aún nos encontramos y que
han sido una constante desde entonces. Se trata de reformular la escuela para
superar el desfase entre los sistemas educativos y la sociedad, mediante una
planificación detallada y fundamentada en análisis sociológicos, políticos y
económicos, buscando, en los sistemas reformados, las claves del progreso.
2. El movimiento de desescolarización, tema de este artículo, muy presente en la
sociedad actual, consistente en experiencias alternativas a la institución escolar
sustituyéndolas por la enseñanza en casa.
Entre las teorías <> cabe distinguir diversos posicionamientos,
pues algunos autores, deslumbrados por la crítica escolar, optaron por alternativas
historicistas; otros plantearon perspectivas más globales y por último nos
detendremos en un modelo de desescolarización que ha tenido traducción en el
campo práctico, por lo que nos referimos en consecuencia a la desescolarización
real.
2. La crítica reformista.
El origen de la desescolarización está en la llamada “crítica reformista” previa al
movimiento y cuyo objeto era el estudio comparativo entre los sistemas educativos y
la sociedad. Se llegó a la conclusión de que la extensión de la escolaridad por sí
sola no sería suficiente para atender a las demandas cada vez mayores de la
sociedad y, en consecuencia, tampoco para resolver la crisis, pues los presupuestos
dedicados a enseñanza habían alcanzado un nivel tan alto que resultaba difícil, si no
imposible, un mayor incremento. Este análisis llevaba a pensar en la necesidad de
una reestructuración global de la educación.
Para resolver la crisis por la que estaba pasando la institución escolar se necesitaba
reformar, modernizar y readaptar los sistemas vigentes. Se consideraba necesario
desarrollar otras estrategias educativas no institucionales implicando a la familia y la
comunidad. Esto suponía aceptar que en la educación podía y debía intervenir otros
agentes educativos y otros espacios que no fuera únicamente el centro escolar.
La influencia de la “crítica reformista” fue tan importante que marcó la puesta en
marcha de nuevas estructuras, instituciones educativas, programas, métodos y
formas de pensar. Todo esto se tradujo en las denominadas “reformas” en las que
se introdujeron los sistemas educativos. La última en España fue la LOE.
3. Las teorías desescolarizantes.
Paralelamente en el tiempo, surge una crítica más radical que pretende tanto
suprimir la escuela, que abarca todas las instituciones escolares desde la educación
infantil a la universidad, como proponer estrategias para encontrar alternativas más
viables para solucionar los problemas que plantean las sociedades industriales
avanzadas. Las principales teorías desescolarizadoras son:
a. Teorías desescolarizantes tecnológicas.
Son las primeras que surgen y las que propulsan el movimiento de la
desescolarización. En esta ocasión haremos referencia a tres autores: Marshall
Macluhan, Iván Illich y Everett Reimer.
Macluhan, profesor de la Universidad de Toronto, fue el primero en criticar la escuela
y en promulgar la alternativa tecnológica en 1964. Este autor pretende que la
culturización de nuevo se realice fuera de la escuela, en la estructura social en
donde se encuentra el niño.
La posibilidad de ello estriba en la utilización y difusión de los medios audiovisuales.
La prensa, la revista, la televisión, la radio, superan la cantidad de información que
puede generar los profesores y las instituciones escolares, por lo que se trata de
generalizar estos medios y ponerlos al servicio de la formación cultural. Este autor
se basa en que lo que agrada al niño enseña de un modo más efectivo.
Ivan Illich propone dos tipos de soluciones: una de cariz tecnológico, ya que la
escuela se sustituiría por un banco de conocimientos donde todo el mundo podría
acceder. Esto se puede conseguir gracias a los medios audiovisuales. Junto con
estas instituciones Illich propone dotar a las familias de una renta educativa
inversamente proporcional a su nivel de riqueza y que esta podría ser consumida por
el sujeto a través de toda su vida y en función de sus necesidades de aprendizaje.
En definitiva Illich pretende suprimir la presión y coacción y estimular las opciones
voluntarias, que garanticen la formación permanente de los ciudadanos.
Por su parte, las alternativas que propone E. Reimer son parejas a las de los autores
anteriores, ya que también refrenda la necesidad de la tecnología educativa al ser
ésta capaz de acumular información sobre los objetivos y contenidos educativos y
ponerlos a disposición de los ciudadanos. Reimer piensa que los profesores se
podrían reconvertir en consultores para desarrollar más aún su función educativa y
formativa.
b. El modelo historicista de P. Goodman.
P. Goodman se fundamenta en los antiguos modelos educativos de Grecia, o de la
Edad Media. Pretende lograr que cualquier estudio o aprendizaje pueda conseguirse
mediante una situación en la que, apoyado por otros compañeros o maestros
orientadores, el estudiante pueda avanzar por sí mismo para que sea él el verdadero
protagonista de su aprendizaje.
Una de las principales diferencias con respecto a los otros autores es que Goodman
se preocupa fundamentalmente por el niño. Piensa que la escuela coarta la libertad
del niño y le imposibilita su adecuada construcción como persona, de ahí que se
preocupe de modificar la institución escolar.
c. Las alternativas globales.
Su nombre se deriva porque no se centra en una única crítica, ni alternativa sino que
engloba a toda la sociedad y pretende que ésta sea educativa y formativa.
Edgar Faure pretende una mundialización de la educación y una educación
permanente, requisitos que para él, la escuela no es apta para encargarse de ellos.
Todo individuo debe tener la posibilidad de aprender durante toda su vida, lo que
significa, fundamentalmente, democratizar la educación y universalizarla, al mismo
tiempo que desarrollar las múltiples variantes propias de la educación no formal.
Por su parte, el pedagogo sueco Torsten Husen, en diversas obras habla de la
sociedad educativa o de la sociedad del aprendizaje. Es importante en este autor el
concepto de reforma, ya que con él se refiere a los cambios en los sistemas
educativos que deben llegar al logro de una escuela democrática e idéntica para
todos, tecnológica, humanista y relacionada con el mundo productivo.
Para Husen la escuela debía ser el primer paso de la formación permanente que
luego debería desarrollarse en el mundo del trabajo, a cargo de las empresas o
fábricas.
4. La escuela en casa.
La escuela en casa o crecer sin escuela surge como alternativa al modelo de
educación tradicional. En este nuevo proceso se respeta los intereses, curiosidades,
necesidades, ritmos, decisiones, etc. del niño/a, donde la educación en valores
democráticos y el gusto por aprender acompañan dicho proceso. Se fomenta el
desarrollo personal, la autonomía, la reflexión, la crítica, la confianza en sí mismos y
la creatividad para resolver problemas según sus propios criterios y capacidades
para encontrar recursos, utilizando para ello el espacio más cercano: su casa.
Educar en casa o homeschooling es una opción pedagógica que cada vez cuenta
con más adeptos. Los métodos de enseñanza son muy diversos, cada familia tiene
la posibilidad de buscar la forma que más le sirva. Algunas familias siguen los libros
del colegio, otras dedican cuatro horas diarias al trabajo escolar, mientras que otras
no siguen ningún horario, sino que los padres se disponen a responder a las
preguntas que surgen espontáneamente de los niños y a ayudarles con sus
proyectos, sabiendo que se puede aprender de distintas formas. Para enseñar a los
hijos en casa no hay que ser maestro, ni tener estudios formales. Si es necesario
saber leer y hacer cálculos sencillos, además de saber dónde está la biblioteca más
cercana. Lo más importante en los padres es tener ganas de estar con sus hijos y
tener curiosidad por aprender cosas nuevas.
5. La educación en España.
En España existe un vacío legal respecto a la desescolarización, por lo que las
familias que no escolarizan se amparan en el Principio de Permisión, por el cual todo
aquello que no está expresamente prohibido, se considera permitido. Obviamente, el
ordenamiento jurídico no puede limitar la libertad de los ciudadanos si no lo hace de
manera expresa e inequívoca. Además, estas familias, se amparan en las siguientes
normas:
 Artículo 27 de la Constitución Española, que dice:
• Se reconoce la libertad de enseñanza.
• Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus
hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
convicciones.
 Artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice:
• La instrucción elemental será obligatoria.
• Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá
de darse a sus hijos.
 Artículo 154 del Código civil, que recoge los deberes y facultades derivados de la
patria potestad y dice:
• Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una
formación integral.
Además, consideran que la Ley Orgánica de Educación de 2006, al introducir el
término “escolarización obligatoria” viola directamente estos tres artículos. Por tanto,
la realidad es que existe una gran inseguridad jurídica respecto a este tema en
España. A veces las familias son denunciadas; a veces, no. Cuando son
denunciadas, tampoco queda muy claro quién tiene las competencias para
determinar si lo que hacen es legítimo o si incumplen con sus obligaciones
familiares. A veces el tema pasa de Asuntos Sociales a la Fiscalía; de ahí, puede
archivarse el caso o puede llegarse a imputar a los padres un delito de abandono de
familia. Actualmente hay varias familias que se encuentran en esta situación. Para
que exista verdaderamente libertad de educación, es necesario que los padres
tengan el derecho a elegir otro tipo de escuela
: una Waldorf, un Montessori, un Pestalozzi, una escuela de Barbiana, un
Summerhill, una escuela a distancia o, mejor aún, lo que defiende Rothbard: la
escuela en casa o la no escuela.
6. La legalidad (o no) de la no escolarización en diferentes países.
El homeschooling está legalmente reconocido en casi todos los países europeos.
Hay unas 400 familias que, a pesar de la prohibición, no tienen a sus hijos
escolarizados y todas ellas tienen algún procedimiento judicial abierto. Incluso se
pidió la pena de cárcel para una joven de 15 años llamada Melissa Busekros que no
estaba escolarizada.
• Francia
El homeschooling es legal pero está fuertemente regulado y controlado; deben
seguir el currículum oficial y examinarse periódicamente. Además, existe la opción
de la educación a distancia.
• Holanda
Únicamente se permite, previa concesión de un permiso especial, por razones
religiosas o morales. Sin embargo, la interpretación de la ley se hace de un modo
restrictivo y el permiso se deniega en la mayoría de los casos. Si el niño ha estado
escolarizado, se prohíbe incluso la solicitud del permiso.
• Rumania
La educación en casa está prohibida como tal, pero existe la opción de darse de alta
ante la autoridad educativa como escuela privada.
• Reino Unido
La educación en casa es legal y no se exigen requisitos a menos que haya existido
escolarización previa. En este caso, los padres tienen obligación de poner en
conocimiento de la autoridad educativa su intención de desescolarizar.
• Italia
El decreto legislativo de abril de 1994 establece que "Los padres pueden asumir la
enseñanza (obligatoria) de sus hijos. Los padres que eligen esta opción han de
demostrar capacidad económica y técnica para asumir la enseñanza de sus hijos y
comunicarlo anualmente a la autoridad educativa competente.”
• Portugal
Aunque la ley permite la educación en casa, en el curso 2006/2007, tan sólo cuatro
niños de tres familias diferentes estaban siendo educados en casa. Los requisitos
son: realizar exámenes de equivalencia con una frecuencia bianual y, a partir del 9º
curso, realizar los exámenes nacionales de lengua portuguesa y de matemáticas.
7. Referencias bibliográficas.
a) Webs:
-http://www.geocities.com/crecersinescuela/bippan14.html
-http://www.mundolatino.org/textos/escmuert.htm
-http://www.ivanillich.org
-http://www.otrocampo.com/criticas/recreo.htm
-http://www.ivanillich.org.mx/Lidesind.htm
-http://tu.tv/videos/ale-ante-el-parlamento-vasco-1-de-5/ ( vídeo sobre ALE en el
parlamento Vasco)

La desescolarización como activismo político x Camy Matthay (*)


"Goce y deleite, un credo simple para la infancia" Wordsworth

Los padres desescolarizan a sus hijos en América por muchas razones, pero el principal motivo es generalmente el de protegerlos contra un entorno que ven incapaz de llenar sus convicciones sobre cómo los niños deberían crecer y ser educados. En general, los padres "de derechas" desescolarizan a sus hijos para protegerles de ideas y valores que entran en conflicto con sus creencias religiosas, mientras que los padres "de izquierdas" que desescolarizan a sus hijos lo hacen motivados por el deseo de proteger a sus hijos de un entorno que ven como incompatible con su vida creativa.

Yo me encuentro a la extrema izquierda del espectro ideológico; esperar que mis hijos gasten las mejores horas de su infancia en un relativo retiro de la vida, habría sido la peor forma de hipocresía de mi código de valores. Además, dado que desde mi propia experiencia la escuela había reprimido mi pensamiento y falsamente inflado mi ego, era imposible para mi pretender que mis propios hijos, incluso si se clasificaban entre los mejores, pudieran sobrevivir a la experiencia escolarizadora éticamente inmunes.

Más allá de mi cautela sobre la estatalización de la infancia, el estilo de educación que había adoptado (desde el nacimiento de mi primer hijo) predecía una ruptura radical en línea con los lazos y obligaciones a los que me sentía vinculada. Había gastado años tratando de honrar el trabajo maternal en una sociedad que esperaba de las mujeres que hicieran del ganar dinero la máxima prioridad. Aunque otros trataban de convencerme de las virtudes de enviar a mis hijos a la escuela y "cambiar de vida", pero yo estaba encantada con la vida que tenía. Me gustaba estar con mis hijos; se
clasificaban entre los más entretenidos y -en los cinco años que habíamos compartido hasta la fecha- fueron los mejores maestros que tuve; me convencieron a través de su incesante deseo de saber más, de explorar más, de querer más complejidad, de que ninguna forma de oscurantismo y confinamiento haría que su compromiso en el mundo no fuera creciendo de forma cada vez más sofisticada. No podía sentirme satisfecha "delegando" la tarea de criarles y educarles hacia gente que no conocía.

Según pasaban los años, y tantas de mis presunciones sobre el aprendizaje fueron derrumbándose una a una, me alegró profundamente que no me hubiera sumergido en la ilusión de la escuela como una gran institución de carácter benigno. Separada de una de las ideas más preconcebidas en la vida de las familias americanas, me di cuenta de que las escuelas no podían ser sensibles a los diversos estilos de aprendizaje que los niños desarrollan, ni ser realmente sensibles a las diferencias en el desarrollo que existe entre niños de una edad dada. Vi como las escuelas dañan a los niños mediante la estratificación en estrechas clases por niveles, animándolos a que compitan unos con otros, obligándoles a realizar (a menudo pesadas) tareas, comparando sus logros según estándares externos, recompensando a "los mejores y más brillantes", y denigrando al resto. En definitiva, procesos que antes parecían normales e inevitables ahora me parecían inhumanos y absurdos.

Desde mi propia experiencia en la escuela sabía de que forma estaba limitada la simpatía de los profesores por la gran cantidad de habilidad y talento que existe en los niños. Vi como la forma que mis propios hijos daban a sus intereses académicos, superpuesto contra el típico currículo escolar de las "seis áreas principales", podría llegar a parecer menos que cuidados y limpios hexágonos, realmente unas formas de pulpos con tentáculos de varios tamaños; sus habilidades e investigaciones sobre el mundo eran así de únicas. Teniendo en cuenta la relativa libertad con la que mis hijos podían dar forma y estructurar sus propias vidas, comprendí lo que John Holt, autor de "How Children Fail", quería decir cuando escribió que las escuelas eran lugares tristes para los niños; que los niños se merecían mucho más puesto que por naturaleza eran muy curiosos, tan deseosos de participar en la vida social de un lugar dado, y tan abiertos a la bondad.

Además, me di cuenta de que pese a que el propósito formal de las escuelas -públicas o privadas- es educar, como instituciones, su propósito primordial es, sencillamente, mantenerse en el negocio. De esta forma, inmensos recursos que de otra forma podrían haber sido usados para actividades sociales más valiosas, fueron desviados para apoyar toda la infraestructura burocrática. Un corolario de esto es que los profesores, especialmente, aquellos de escuelas públicas, no pueden ser ni la mitad de creativos de lo que les gustaría puesto que su seguridad laboral descansa en su propia conformidad con los estrechos métodos prescritos sobre instrucción y sobre estándares que deben ser alcanzados según dictados de políticas estatales.

Una de las cosas más difíciles de entender para la gente común es que si a los niños no se les manipula contra su voluntad, sino que se les apoya con recursos que desarrollan sus necesidades declaradas, raramente su deseo de alcanzar determinado grado de competencia va a fallarles. Y esto sin hacer la menor alusión a los extraordinarios logros alcanzados por los niños que son animados a experimentar y desviarse, y que son libres de utilizar a toda la comunidad como un recurso para el aprendizaje.

Los niños, como cualquier padre sabe, son insaciablemente curiosos cuando no se sienten reprimidos por ello. Pueden ser tan francos y deseosos por captar información que llegan a ser fatigantes. Este tipo de deseo y energía es inagotable; como único fuerza motivadora, puede llenar toda una vida de preguntas. Solo esta observación pudiera ser suficiente para convencernos que los niños no necesitan "maestros" o escuelas. Para aquellos de nosotros que gastamos años en la escuela esperando a que nos enseñaran el currículo "estándar" por medio de individuos convenientemente "certificados", esto es una idea muy difícil de intuir. Sin embargo, cuando escudriñamos a través de nuestra propia experiencia, nos damos cuenta de que el aprendizaje es independiente de la enseñanza. Tal y como Peter Elbow escribió en "Writing Without Teachers", desde que los "estudiantes pueden aprender sin profesores aunque los profesores no pueden enseñar sin estudiantes, la principal dependencia no es de los estudiantes sobre los profesores, sino de los profesores sobre los estudiantes". Lo contrario parece ser cierto solo cuando hemos llegado a aceptar inconscientemente que las funciones de enseñanza están concentradas en una clase de especialistas profesionales capaces de hacer su trabajo solo en lugares especializados.

Antes de los años 1830, por ejemplo, antes de que se estableciera la escolarización pública, los niños eran educados por sus padres, por sus vecinos, en sus comunidades; la "función" de enseñante estaba distribuida por toda la comunidad. A ningún padre se le hubiera ocurrido cuestionar su propia habilidad para ayudar a sus hijos a hacerse miembros útiles de la sociedad; la vida estaba llena de trabajo necesario, y los niños eran bienvenidos, sino incluso se esperaba de ellos que observaran, que escucharan y que participaran de lleno en tanto que podían trabajar en el trabajo que veían a su alrededor. En esa época de la historia, en las comunidades vitales que existían, pocos padres hubieran dudado de su habilidad para ayudar a sus propios hijos a alcanzar metas.

Hoy en dia, la respuesta más frecuente que oigo de padres que se plantean la idea de desescolarizar a sus hijos es que "no podría hacerlo", e incluso, "jamás seré capaz". Esta falta de auto-confianza sugiere muchas cosas malas, pero en su forma más general y ubicua, creo que revela hasta qué punto las escuelas han cumplido su misión de subyugar a las masas a las que pretenden "educar". Cualquiera que sea la razón, esta declarada incapacidad para tomar responsabilidades . También sugiere hasta qué punto los padres han renunciado a su independencia y su autonomía familiar para delegarlo en individuos "mejores" que ellos mismos; también sugiere de qué forma los padres confían las funciones de canguros a las escuelas; los niños son cuidados allí mientras sus padres trabajan para proveerse de todas las necesidades familiares de protección, abrigo, sustento, y el pago de todas las facturas necesarias para alcanzar una determinada posición social en la sociedad.

Las escuelas, consideradas como lugares que habitualmente juzgan y estratifican a los seres humanos, han jugado un rol significativo en el cultivo de la sumisión a principios autoritarios y jerarquizantes. Una crítica rotunda y sin ironías diría que las escuelas jamás fueron pensadas para educar y formar a un cuerpo políticamente activo de ciudadanos, sino para inculcar hábitos de obediencia y puntualidad dentro del orden industrial emergente; que los arquitectos del sistema educativo americano tenían una preocupación obsesiva por la productividad industrial y el orden social, y que las escuelas fueron diseñadas para crear una masa laboral absolutamente obediente. John Taylor Gatto, autor de "Dumbing us Down", lo resumió de esta forma: "las escuelas enseñan exactamente lo que se diseñó para lo que fueron creadas y lo hacen muy bien: cómo ser un buen egipcio y permanecer en tu puesto de la pirámide."

¿Necesitamos escuelas? No. Los niños al menos no. Mejor dicho, ocurre justamente lo contrario. La cuestión más pertinente que sigue latente desde hace ciento setenta años es: ¿quien necesita escuelas?. Bueno, está claro quien va a perder su puesto si los niños dejan de ir a la escuela. Profesores, administradores y corporaciones que proveen de materiales y servicios que nunca se llegarían a comprar fuera de las escuelas, como libros de texto y esos menús escolares tan "nutritivos". Actualmente los profesores, al menos los mejores, no necesitan más la escuela que lo que lo necesitan los niños. Sin embargo, mientras que ser profesor suponga suplantar a los padres o a la guardería, las comunidades necesitarán a los profesores puesto que muchos padres no están particularmente interesados en una vida con hijos. Necesitamos desesperadamente profesores que entiendan que cuidar a los niños, fomentar su crecimiento, y hacerlos socialmente aceptables es una labor de conciencia.

Si enseñar significa "impartir conocimientos o habilidades específicas", pero no una "instrucción sistemática" (definición de educación del diccionario Webster), también pienso que los profesores pueden ser útiles, incluso críticos, pero solo en un contexto donde el estudiante inicia la relación y tiene control sobre la amplitud y la duración de ese compromiso. Este tipo de relación sería muy diferente de la asimetría autoritaria que se encuentra en las escuelas; los profesores en la escuela tienen el derecho a mandar y, correlativamente, el derecho a ser obedecidos.

Una relación donde los estudiantes contraten libremente a sus propios tutores y hagan sus propios planes de estudio sería algo diferente. La antigüedad del tutor no podría volverse en arrogancia o abuso sin que supusiera una multa. A pesar del grado de conocimiento que el presunto tutor pueda tener en su respectivo campo de conocimiento, si su talento no está compensado con amabilidad y respeto, su rol instructivo se convertiría en algo más escabroso; los estudiantes que están desilusionados podrían volver su atención hacia otro sitio.

En mi opinión, esta es la única relación educativa posible. Sería un gran logro que los propios alumnos estuvieran tan impresionados por su trabajo que desearan no perder guía y apoyo de su parte. En una comunidad donde este tipo de relaciones son tan valoradas, la calidad de la enseñanza y del maestro estarían en continua mejora a través de la auto-corrección. Se deberían otorgar honores a los profesores que fueran requeridos de ayuda e instrucción, y que los malos profesores fueran marginados hacia el olvido.

¿Pero que pasa con los buenos profesores que hay en las escuelas?. ¿Y qué hay de las escuelas?. De nuevo, los que desescolarizamos no nos damos cuenta del hecho de que miles de personas cariñosas trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y administradores. Sin embargo, creemos que la lógica abstracta de las escuelas y las instituciones y, especialmente, de las escuelas como instituciones al servicio del estado (ahora redefinidas para adaptarse a las necesidades de sus patrocinadores corporativos) sobrepasa las contribuciones que cualquier individuo pueda hacer para ayudar a los niños para dirigir sus propias vidas con dignidad e integridad. Las escuelas públicas no pueden hacer esto porque los criterios de objetivos cuantitativos y las exigencias de una clase de "copistas" de, por ejemplo, veinticinco alumnos enseguida requiere
medidas de subyugación de estudiantes. Aunque se suele creer que las escuelas privadas mejoran en mucho estos detalles, realmente, raramente lo hacen. Detrás de su fachada elitista, ideologías variadas, e incluso con un currículo centrado en el alumno, las escuelas privadas no son inmunes a los peores defectos de las escuelas públicas: el intento de dirigir y restringir las vidas de los niños.

Como ya lo expresara Grace Llewellyn en su libro "The Teenage Liberation Handbook", "la abrumadora realidad de las escuelas es el CONTROL". Puesto que las escuelas controlan a los niños mediante el establecimiento de estándares para que sean o no sean superados, y como escribió John Taylor Gatto, "mediante la apropiación del cincuenta por ciento del tiempo total del joven, mediante su enclaustramiento con otros jóvenes de su misma edad, mediante el toque de sirenas para empezar y terminar el trabajo, mediante los requerimientos para que piensen lo mismo a la misma hora de la misma manera, mediante su graduación como graduamos a los vegetales por su grado de maduración y otras tantas estupideces". De esta forma los padres acaban descubriendo que un lento y orgánico proceso de auto-conciencia, auto-descubrimiento y cooperación es lo que se necesita para que cualquiera crezca y se desarrolle con toda su humanidad intacta.

En fechas tan tempranas como 1839, Orestes Browson, uno de los más agudos críticos del sistema escolar, escribió que aquellos en favor de la institucionalización de los niños habían olvidado que los niños eran "mejor educados en las calles, por la influencia de sus cercanos, en los campos y las laderas, por la influencia del paisaje que les rodeaba y los cielos eclipsados ... por el amor y el respeto, o la cólera y las inquietudes de sus padres, por las pasiones afectos que veían manifestarse, las conversaciones que escuchaban, y sobre todo por el interés general, hábitos, y tono moral de la comunidad". Las escuelas quitaron el potencial de los barrios y comunidades de ser, como siempre lo habían sido, las mejores escuelas para la vida cívica y reforzaron la más detestable característica de las sociedades clasistas, la separación del aprendizaje de las experiencias vitales.

Bajo el pretexto de ofrecer a los padres un servicio, que los padres están a menudo obligados a aceptar-a veces hasta a punta de pistola-, las escuelas debilitaron a las familias y reemplazaron gran parte del "placer y libertad" de los niños por una clase. El sistema, de esta forma, proveyó una justificación para la gravar fiscalmente a sus ciudadanos y un mecanismo para fabricar conformidad a las necesidades del orden industrial emergente. Ignorantes de la historia de la resistencia a su implantación que supusieron sus primeros años de extensión como sistema obligatorio, la mayoría de los padres de hoy están agradecidos por este servicio prestado que disminuye su riqueza y libertad. Este proceso ejemplifica el significado de lo que Noam Chomsky llamó "la creación de ilusiones necesarias"; en este caso, la indignación histórica de los padres contra la escuela obligatoria se transmutó hacia una valoración de los "expertos" que saben mejor.

Si las escuelas no hubieran hecho nada más daño que quitar tiempo y libertad a los niños que de otra forma hubieran tenido que utilizar a toda la comunidad como una fuente de aprendizaje, ya sería suficientemente depresivo. Pero es que, además, mediante la imposición de estándares contra el que progreso de los niños es medido, las escuelas perjudican la auto-estima de los niños -y no solo de aquellos que no encajan con su modelo de desarrollo, sino a todos los niños ya sean calificados como que "progresan" o "no progresan" adecuadamente. Las escuelas ridiculizan la ideología igualitaria y causan más daño a la dignidad de los niños cuando se les requiere que compitan para su promoción, recompensas y puestos de privilegio en el podio de seres "superiores".

John Holt, considerado por muchos como el padre del movimiento "crecer sin escuela", subrayó el efecto nocivo de los test de medida sobre los niños cuando escribió, "pienso que la única manera en que los niños, o quizás cualquiera que tenga un mínimo sentido de la dignidad, competencia, valor, y auto-estima es teniendo éxito dentro de sus propios varemos para su propia satisfacción personal, no la de ningún otro, en tareas que él mismo ha elegido. No se sentirán así aprendiendo a saltar por el aro que cada vez sostenemos más alto...Sol cuando eligen una tarea y la culminan para su propia satisfacción que consiguen este sentido de crecimiento y desarrollo".

Mientras que las escuelas remiten y crean dependencia respecto a estándares externos (cada vez más influenciados por el poder de las corporaciones), los que desescolarizadores pretenden fomentar la auto-confianza intelectual. Mientras que las escuelas miden a los niños y encierran su pensamiento hacia una uniformidad dada, los desescolarizadores alientan a los niños a medir sus propios progresos y crearse su propia mentalidad en un contexto de un mundo complejo de opiniones encontradas, ofuscaciones y muchas otras historias.

Más allá de la pregunta de qué hacen las escuelas a los niños, necesitamos hacernos la pregunta de qué es lo que las escuelas hacen por los niños. Las escuelas, como se suele decir, proporcionan a los chicos las oportunidades para progresar en la vida. Esto es cierto. Las escuelas funcionan como "escenario" donde los niños son deslumbrados de varias formas por la "promesa" de una ideología meritocrática y así se les enseña a competir por una "vida fácil". Las escuelas separan a los niños superiores de los inferiores, cuyos fracasos, obviamente, no son responsabilidad del sistema, puesto que a los perdedores, después de todo, se les da las mismas oportunidades para tener éxito. De esta forma las escuelas juegan su rol en la sociedad americana como un sistema de reclutamiento de élites aparentemente justo y democrático.

El sistema, sin embargo, es meritocrático y es, de hecho, una parodia de la democracia, puesto que la igualdad de oportunidades de progreso que ofrece la meritocracia en la teoría son (como todos saben) desiguales. La noción que la educación pública y superior es una eficiente e igualitaria cinta transportadora para las ambiciones conlleva un malentendido fundamental. Cualquiera que eche una ojeada a la historia de la educación obligatoria en América no puede dudar de que las escuelas han traicionado aspiraciones mas a menudo que verlas cumplidas o realizadas. Lejos de aumentar la capacidad del pueblo para ejercer su ciudadanía, alentar la participación ciudadana en los asuntos públicos, y "democratizar
la inteligencia", el sistema meritocrático educacional simplemente promueve una forma de reclutamiento de las élites desde una base más amplia mientras que abandona al resto de su capacidad de disenso o imaginación minando su auto-estima. Aquellos que se quedan atrás en el sistema llegan a creer que los problemas que afrontan son el resultado de sus propios fracasos que deberán afrontar en vez de identificar la situación como una consecuencia de un fallo del sistema de una sociedad estructurada en la supremacía y la sumisión.

El proceso de reclutamiento selectivo en las escuelas es una de las mejores estrategias de auto-defensa de las élites dirigentes puesto que priva de los mejores talentos de las clases bajas y les aparta de su potencial liderazgo. Además, como Christopher Lash ya señaló en "La Rebelión de las Elites", la meritocracia consigue el efecto de hacer que las nuevas élites se sientan más arrogantes y seguras permitiéndolas mantener la ficción de que las posiciones conseguidas en los escalones más altos de la sociedad descansan exclusivamente en sus propio talento y diligencia. Elevados en la arrogancia de pensarse que se han hecho a si mismos, estas nuevas élites tienen poca conciencia de lo que otros han sacrificado en su lugar. Tienden a guardar las apariencias respecto las obligaciones ancestrales y cívicas y funcionan como si el orden social que los soporta por debajo no tuviera existencia real o relación con sus vidas. Finalmente, tienen toda la riqueza para convencerse a si mismos de que es así.

Precisamente porque se sienten a gusto en su ignorancia, las nuevas élites mantienen la distancia respecto a las injusticias y tienden a ejercer el poder que ostentan de forman irresponsable y sin condescendencias. "Su falta de gratitud," escribió Lasch, "descalifica a las élites meritocráticas de sus obligaciones de líderes ya que están menos interesados en el liderazgo que en escapar del común - que es la definición más ajustada de lo que supone el éxito meritocrático".

Además, resulta que los métodos utilizados por el establishment para seleccionar a los "valiosos" y promocionar el sistema meritocrático simplemente sirve para reforzar la actual distribución de riqueza y poder. Allan Hanson, por ejemplo en "Testing Testing: Social Consequences of the Examined Life", estableció que "los tests de inteligencia han sido diseñados en parte para promover la igualdad de oportunidades, pero resulta que lo que los test miden correlaciona perfectamente con los ingresos medios familiares". Es decir, que los test que se utilizan en las escuelas para identificar a los mejores y más brillantes están orientados en favor de los niños ricos.

Ya sea porque nuestra social aun está estructurada en privilegios hereditarios o en principios meritocráticos es una cuestión menor porque en ambos casos se concentra el poder y los privilegios en una pequeña clase especializada. Aunque muchos Americanos se quedan satisfechos atacando a los antiguos privilegios de poder, "la aristocracia del talento" que ha emergido en el último siglo ha demostrado ser mucho más despiadados que sus antecesores quienes al menos estaban familiarizados con la tradición de "nobleza obliga". Estas élites, móviles y cada vez más globalizadas en general, rechazan estar ligadas a una nación o comunidad y están aisladas en su poder y riquezas que no sienten necesidad de preocuparse de lo que ocurre en cualquier lugar concreto. "Uno no piensa en superarse haciéndose más bueno en lo que uno sabe hacer o asumiendo alguna responsabilidad en las condiciones de su entorno", escribió Wendell Berry en "The Unsettling of America", "sino que uno piensa en mejorar...ascendiendo a un lugar de mayor consideración en la escala social".

La adquisición y la ostentación son las fuerzas motoras de los meritócratas, su última tendencia, la zanahoria cultural de la vida americana. De ahí que la creciente confluencia entre corporaciones y escuelas sea tan peligrosa. En la embestida de fuerzas que promocionan el deseo material, los niños, siempre tan vulnerables e impresionables tienen todo que perder y las poderosas corporaciones tienen todo que ganar colonizando las mentes de sus futuros consumidores. Mientras que el orden industrial emergente requirió una clase trabajadora obediente, la supervivencia del orden corporativo requiere una clase consumista obediente.

Las escuelas siempre han apoyado sociedades basadas en la jerarquía, el privilegio y el poder. En América, toda la noción de "movilidad social a través de la educación" es engañosa; es aquí donde la conciencia revolucionaria ha hundido sus raíces en la presunción del ascenso social, como la verdadera meta del "Sueño Americano". Cuando la ambición ya no busca ser competente, cuando ascender aparece como la única cosa por la que vale la pena luchar, uno acaba más fácilmente encadenado a la creencia de que el dinero es el objetivo más adecuado en una vida de trabajo, más que trabajar para redefinir el concepto de "Sueño Americano" o para luchar contra las injusticias y la jerarquía de privilegios y poder en América.

La mayor parte de los Americanos son tan ignorantes sobre su propia historia, que no saben, escribió Lasch, "que la promesa de vida americana que se identificó con la movilidad social solo tuvo lugar cuando las interpretaciones más optimistas sobre las oportunidades para todos habían empezado a desvanecerse." Hoy, los americanos están tan marginados, o están tan imbuidos por la economía dirigida hacia el consumo compulsivo, que son incapaces de ver como son manipulados por un sistema que valora el dinero sobre la humanidad, el poder sobre la verdad, y la obediencia sobre la creatividad. La saturación de esta generalizada epidemia de ceguera social es fácilmente resaltable por el hecho de que los que luchan en favor de los nuevos movimientos sociales (por ejemplo, feminismo, derechos para gays) pretenden su inclusión en la estructura social dominante más que una transformación revolucionaria de las relaciones sociales. En vez de desarrollar nuevos patrones para nuestra vida cotidiana, la gente lucha para alcanzar los mismos derechos y cuotas que los que están en el poder; en vez de tratar de cambiar la sociedad desde dentro, los activistas ponen todo su esfuerzo en llamar a la puerta del reino de los poderosos. Sería interesante conocer cuales eran esas "más esperanzadoras interpretaciones de oportunidad" que perdimos, o que nos fueron robadas hace ciento setenta años por el establishment educacional.

No todo el mundo parece darse cuenta de que lo que la historia pretende enseñarnos es lo que es humano y lo que los humanos somos capaces de hacer. No todo el mundo tendrá la energía para deconstruir lo que es falso en sus vidas, para construir visiones diferentes del orden social. Estoy segura de que cuanto más ha sido uno escolarizado más difícil es descubrir o darse respuestas a estas cuestiones, principalmente debido a la creciente conjunción de intereses entre el mundo académico y la política estatal, que funciona dejando a sus intelectuales en su rol de comisarios de la cultura y la sociedad. Tal y como Noam Chomsky señaló en "Manufacturing Consent", el establishment intelectual funciona como un asistente adjunto de las élites directivas, siempre estarán sujetas a los mayores niveles de adoctrinamiento.

Teniendo en cuenta lo que la filósofa social Hannah Arendt escribió una vez, que "el propósito de la educación totalitaria nunca ha sido el de inculcar convicciones sino el de destruir la capacidad de formarse una cualquiera". Yo añadiría que las escuelas son uno de los más opresivos mecanismos de la sociedad americana, un "cerebro industrial" cuyo mayor logro ha sido el de ayudar a fracasar la conciencia social y la imaginación.

Para entender este mundo y sus injusticias, es necesario distanciarse de los instrumentos (televisión, por ejemplo) y de los
lugares de adoctrinamiento. Cuando te aíslas de los medios de comunicación controlados por las corporaciones, de las escuelas estatales y de las corrientes culturales al uso, cuando el mundo está por fuera de la puerta y tu familia está dentro, muchas puertas hacia otras percepciones se abren. Cuando el centro de tu vida se revuelve hacia ti mismo como lo más importante y tus hijos como valiosos por si mismos, entonces está claro que las oportunidades que la escuela proporciona solo sirven para el propio interés del Imperio Americano que se va a estrellar en su carrera hacia el futuro.

Visto desde fuera de las escuelas, uno puede reconocer la naturaleza antidemocrática y de explotación del sistema meritocrático educacional y darse cuenta de la absurdidad que suponen los esfuerzos para unir la ideología igualitaria con las estructuras jerárquicas. Es fácilmente observable que la promesa de "oportunidades" es una mentira construida sobre una visión absolutamente ñoña sobre lo que es la humanidad y las convicciones vitales. Uno puede llegar a soñar con un tipo de sociedad como la que tenía en mente R.H.Tawney cuando escribió en "Equality" que "las oportunidades de ascenso no son un buen fundamento para una civilización" y que "la dignidad y la cultura" son necesarias para todos, "ya se suba o no". Uno llega fácilmente a darse cuenta de que las claves para construir una sociedad justa no se pueden encontrar cerca de los centros de poder e influencia.

Tengo que reconocer, no obstante, que todos estamos involucrados en un punto concreto de una sociedad dada, espero que mis hijos entiendan mi disenso respecto a las corriente cultural dominante. Si fuera capaz de inculcar en ellos objetividad sobre la "tormenta" de falsas esperanzas que produce nuestra sociedad, creo que su capacidad para pensar y creer en si mismos no estará tan castrada como la mía durante mis años de permanencia en la escuela. Mi mayor anhelo es que mis hijos conserven la mente preclara, que guíen sus vidas de forma respetuosa hacia los demás, y que comprendan el valor de trabajar para crear comunidades auto-centradas y auto-gobernadas. Me gustaría que fueran más útiles que importantes en la sociedad y que valoraran la verdadera felicidad, que no se puede comprar en los grandes almacenes. Quiero que sean capaces de discernir y actuar consecuentemente hacia la justicia y la verdad.


(*) Camy Matthay es escritora y madre involucrada en el movimiento desescolarizador. Vive en Brooklyn, Wisconsin.