martes, 22 de septiembre de 2009

Las ilusiones insurreccionales x Anonim@

NOTA DE EL HEDONISTA: ME PARECE UN TEXTO SERIO SOBRE ALGUNOS PUNTOS DE LAS POSICIONES INSURRECIONALISTAS. ASI PUES ME PARECE PERTINENTE SOBRE CIERTA TENDENCIA DE AUTOSACRIFICO INDIVIDUAL EXCESIVO.

En ocasiones, cada determinado tiempo se hace necesario pararse a pensar entorno a lo realizado hasta el momento para evaluar los caminos tomados, su posible validez y, por supuesto, su posible invalidez. Lo que los Tigres de Sutullena llamarían la “epidemia de rabia” en la revista Resquicios nº 4 ha demostrado quedarse anclado en lo espectacular de la acción inmediata, instintiva pero mayormente ineficaz si cabe, por parte de algunos elementos que han decidido pasar a la acción ellos solos contra un sistema cada vez más globalizado y fortalecido, es decir, ser menos cantidad pero más espectaculares contra un sistema que cada vez es más complicado de asaltar, nos estamos refiriendo al insurreccionalismo, y más concretamente a su vertiente anarquista.

No parece importarles el hecho de que cada vez haya más policía en la calle, ni que haya brigadas especializadas en dichas acciones, ni que las acciones no tengan el efecto esperado (excepto en la autocomplacencia habitual), ni que las acciones no entren dentro de un plan estratégico, ni que ni siquiera las personas del movimiento libertario se enteren (ni que decir la ciudadanía estúpida) de que va la cosa.

Actuando al margen de cualquier tipo de movimiento organizado (aunque sea informalmente), a ciegas, despreciando cualquier otro tipo de actividad subversiva. Parece que la acción sin más ni mangas es la única solución al pequeño problema de acabar con el sistema, parece ser que siliconeando cerraduras y quemando bancos podemos arrastrar a la gente a la revuelta generalizada. Los elementos insurreccionales son incapaces de entender que no todo el mundo pretende destruir el poder así por las buenas, y esta incomprensión mutua conlleva el distanciamiento de los verdaderos afectados por los conflictos sociales y los que pretenden radicalizar y extender dichos conflictos, produciendo el desprecio y rechazo mutuos en numerosas ocasiones.

La separación de las luchas reales (aunque parciales), el gueto, y la infravaloración de la represión que podía suceder a las acciones en cuestión han llevado a convertir la lucha en un fin en lugar del medio que debería ser. La falta de reacción por parte de la sociedad condena al movimiento al puro ataque sin sentido muchas veces, se piensa que cuatro acciones bien colocadas y planificadas pueden asestar un duro golpe al sistema, sin embargo, sin consecuente revuelta por parte de las masas (palabra que repele a los insurreccionalistas) se hubiese quedado en eso, cuatro acciones bien planificadas.

Dar un paso adelante en la lucha en una época de convulsión social es sensato, no siendo así en las circunstancias actuales, donde la mayor convulsión se da en los partidos de fútbol. Dar un paso adelante, en ocasiones, es caerse por el precipicio.

Este texto es una pequeña crítica al insurreccionalismo (utilizamos este término aún a sabiendas de que no les gusta encerrarse en un nuevo “ismo”, pero sirve para entenderse), principalmente a algunos de sus textos. En cualquier caso recomendamos el texto “Anarquía profesional y desarme teórico” de Miguel Amorós para complementarlo, ya que hemos dejado de lado las tesis bonannistas que son tratadas en dicho texto con el espíritu crítico que se merecen.

INSURRECCIONALISMO EN EL PAPEL

Revisamos a continuación una serie de textos donde se recogen los rasgos generales de esta corriente, por supuesto no son todo el insurreccionalismo ni lo pretenden, pero sí que son esclarificadores al respecto, recomendamos de hecho su lectura. El primero de ellos es un texto de Killing King Abacus, “Algunas notas sobre anarquismo insurreccional” ya que aglutina los principios del mismo. Insistimos en que estos textos son meramente indicativos, el insurreccionalismo no se basa en estos textos exclusivamente. Citaremos los pasajes que consideremos oportunos y mostraremos nuestra conformidad o inconformidad con los mismos:

“Es a través de la acción y de aprender a actuar, y no de la propaganda, como abriremos camino hacia la insurrección, a pesar de que la propaganda tenga un papel importante en la clarificación de cómo actuamos. Esperar sólo enseña a esperar; actuando un@ aprende a actuar.”

Aclarado que la palabra acción pueda ser interpretada de mil maneras distintas, y que aquí la tomaremos como ataque directo al capital, la propaganda se puede plantear como un elemento complementario pero imprescindible, ambas se entrelazan. Dar más importancia a una que a otra no hace sino desequilibrar la lucha, quitarle las patas a la mesa o cortarlas. La propaganda no debe únicamente realizar una “clarificación de cómo actuamos” sino que también ha de provocar una serie de cambios en la conciencia del que la reciba, no debe indicar cómo actuamos sino el porqué.

“El camino desde varias insurrecciones que puedan tener lugar -parciales y específicas- hasta la revolución, no puede estar garantizado de antemano por ninguna estrategia a seguir.”

No estamos del todo de acuerdo con esta afirmación, aunque si con una anterior del mismo texto: “Es necesario el planteamiento de estrategias claras para permitir así la utilización de métodos diferentes de una manera coordinada y productiva”. Esto, bajo nuestro punto de vista implica la elaboración de estrategias lo más claras posibles a corto plazo y premeditadamente abiertas a largo plazo, siendo esta última condición un objetivo primordial, confiriendo a la teoría y a la estrategia la importancia que anteriormente tuvo la ideología, eliminando de esa manera disputas acerca de metas utópicas probablemente inalcanzables. Pretendemos que cada paso que demos nos abra un abanico de posibilidades que la ideología cerrada reduciría. Por ello creemos que planificando meticulosamente las estrategias a corto plazo, y trabajando por la extensión de la revuelta, llegará un momento en el que la revolución será una estrategia a corto plazo, y la posterior organización social también. No negamos el valor de muchos elementos de las viejas ideologías, únicamente hay que ponerlas en su lugar como herramienta y no como objetivo último e inevitable.

“La aparición de los primeros eslabones rotos coincide con la propagación de los actos de sabotaje”

Ciertamente el sabotaje en el momento adecuado puede resultar un arma eficaz, sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar que una revolución se lleva a cabo solo a base de sabotajes. La extensión del sabotaje podría transformarse, en la situación adecuada y de la forma adecuada, en la extensión de la revuelta organizada informalmente. Es decir, el sabotaje es un arma más, válida en todos los estadios de la revuelta y para objetivos concretos, su uso debe limitarse a sus efectos, y sus efectos no pueden por si mismos derribar el sistema, es necesario pero no suficiente. Por tanto no podemos limitarnos únicamente al uso del sabotaje, ni tampoco privarnos de él, pero por supuesto requiere estar preparado para ello debido al nuevo sistema totalitario de control. Es por este motivo que el siguiente fragmento lo consideramos incorrecto:

“Las pequeñas acciones, por consiguiente, fácilmente reproducibles, requieren de métodos no sofisticados al alcance de cualquiera, son por su simplicidad y espontaneidad incontrolables. Por ello se mofan incluso de los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia.”

Los sistemas de control se han desarrollado hasta tal punto que resulta imposible estar completamente seguros de que las acciones que se realicen no van a tener ninguna consecuencia sobre el que las realice más que sobre lo que se actúa. Infravalorar a la policía es un error, como lo es también mofarse de “los desarrollos tecnológicos más avanzados de la contra-insurgencia”. Hay que estar respaldados por cajas de resistencia, grupos de apoyo a presos, etc. y eso requiere una cantidad de organización que no se ha dado en la realidad de una manera completamente efectiva. La mera explosión de rabia se muestra por tanto bajo una imperiosa necesidad de organizarse y de prepararse.

Con respecto a la conflictividad permanente (el punto 4) nos mostramos ampliamente de acuerdo, simplemente merecería una puntualización, y es que esta conflictividad permanente no debe limitarse al poder, sino extenderse a la conflictividad contra los recuperadores ya que son estos precisamente los que actúan a modo de bolsillo del sistema, se introducen en él los movimientos sociales, integrándolos en el capitalismo para mejorarlo y adaptarlo. De hecho son el poder, no hay opción menos mala. La lucha contra sus mecanismos es, en nuestra opinión, la primera lucha a realizar ya que sin ellos el poder se mostraría desnudo y más vulnerable.

El punto siguiente, la ilegalidad y su desmitificación, nos parece imprescindible, estamos completamente de acuerdo con ello y no tenemos nada que añadir. Lo nombramos únicamente para que luego no se nos tache de legalistas, ya que los prejuicios abundan.

“Dentro del movimiento revolucionario existen diferencias muy profundas: la tendencia anarquista hacia la calidad de la lucha y su autoorganización y la tendencia autoritaria hacia la cantidad y la centralización.”

Ciertamente, sin embargo la calidad de la lucha aumentará con el crecimiento cuantitativo si este último no se convierte en el objetivo primordial y si este se desarrolla dinámicamente y no solo aditivamente, sencillamente debemos considerarlo como un factor más de la guerra social. Por otro lado nos parece indiscutible la idea de la autoorganización y por tanto nos posicionamos en contra de la centralización y de la organización visible, en consecuencia consideramos que no hay porque relacionar implícitamente la cantidad con la centralización, es cierto que es más complicada evitarla en tanto en cuanto aumente la cantidad de gente, pero es un riesgo que hay que correr ya que la comodidad del gueto ya se ha mostrado como inoperante.

“La organización informal se basa en un número de compañer@s unid@s por la afinidad; su elemento propulsor es siempre la acción. Cuanto mayor sea el número de problemas, est@s compañer@s los enfrentarán como una unidad, aumentando así su afinidad. Sabemos que la organización real, la capacidad efectiva de actuar junt@s, sabiendo donde encontrar al otr@, analizando y estudiando los problemas junt@s, pasando a la acción, todo tiene lugar en función de la afinidad alcanzada y no tiene nada que ver con programas, plataformas, banderas o partidos más o menos camuflados.”

De este párrafo se destila la marginación voluntaria, el suicidio y la guetización. Nada de este párrafo indica la extensión del conflicto, la actividad endógena de “compañer@s unid@s” es todo lo necesario. Más que la extensión de la revuelta se busca el aumento de la afinidad y de las acciones, se cae por tanto en otro mito cuantitativo, cuantas más acciones realizadas por la menor gente posible mejor, mayor “número de problemas” y por tanto, mayor afinidad. Alegan que esta crítica de la marginación “no es más que otra separación ideológica entre los explotad@s y l@s subversiv@s”, pero no se dan cuenta de que no es separación ideológica ni teórica, sino práctica, precisamente en el campo en el que se consideran imbatibles y superiores a cualquier otro método.

Los siguientes párrafos vuelven a relacionar el crecimiento cuantitativo con “grandes luchas de masas”, “crecimiento infinito de un movimiento que está para dominar y controlarlo todo”, “algo que debe resistir el paso del tiempo”, “basarse en el crecimiento sin fin y en la resistencia contra el ataque de los explotadores”, “de retaguardia”. Mientras que propone que al ser pocos “se establece un contacto entre la minoría anarquista y la situación específica donde puede desarrollarse la lucha”, aunque esto en la práctica ha supuesto casi siempre una fantasmada irreal.

A continuación nos ocupamos de otro texto, anónimo, titulado “Propuesta para una manera diferente de entender la organización”. De este nos interesa sobre todo su crítica a la organización como elemento reificado, esto es, convertido en una institución con representación física (como puede ser un partido o un sindicato). Concordamos más con aquellos que opinan que la organización no debe ser perceptible mediante unas siglas o unos estatutos. Entendemos la organización como una serie de relaciones e interacciones entre los miembros de un movimiento, dentro de la cual estos últimos desarrollen estrategias que se articulen con otras en una determinada línea general hacia un objetivo, pero que dicha forma organizativa no condicione ni sustituya al individuo en la lucha. Es decir, la organización debe proporcionar un contexto revolucionario en oposición al contexto del sistema, dentro del cual las luchas cobran un sentido. Por tanto apoyamos una forma organizativa, no una organización definida y concreta.

El texto critica de la siguiente manera a las organizaciones formales, nombrando su ilusión principal:
“Así se irá avanzando, acumulando fuerzas (siendo cada vez más) hasta que en un momento dado en que seamos muchísim@s planteemos la gran batalla final (revolución) y fruto de ella nazca una nueva sociedad.”

Nosotros también criticamos este aspecto, sin embargo, tampoco nos posicionamos a favor de lo siguiente:
“El objeto principal pasa a ser el conflicto: potenciarlo donde se mantenga latente y tratar de contribuir a su radicalización donde ya haya aflorado a la superficie, todo ello sin importarnos demasiado si como consecuencia de ello vamos a ganar simpatizantes nuev@s o no.”

No consideramos que radicalizar un conflicto sea el “objeto principal”, este es únicamente un aspecto de la guerra social, el conflicto parcial, no es de esperar que este se extienda a otro tipo de conflictos que no sean evidentes. “La subida del precio del pan, la implantación de una nueva ley o impuesto, el apaleamiento de alguien por la policía, etc.” puede que sean capaces, y no siempre, de desatar la rabia y abrir los ojos, pero para que se de una ocasión de revolución, es necesaria una gran cantidad de conflictos, las épocas de crisis del sistema junto con la acción revolucionaria son las que verdaderamente cuestionan los cimientos del capitalismo, no un conflicto puntual. Por ello no creemos que la rabia sea lo único que deba desatarse, debe desatarse también la revolución. No se trata únicamente de destruir, no podemos pensar que todo es tan fácil como eso. Si así fuese bastaría con unos cuantos muy bien formados, en efecto, pero la historia ya lo ha refutado con creces. La Historia nos enseña lo extremadamente complicado que es acabar con el sistema ya que no solo hay que hacerlo físicamente, hay que eliminar también las relaciones de poder que ha creado en la conciencia social porque sino volverá a crecer. Simplemente haciéndonos a la idea de que cada paso que demos será más complicado avanzar nos daremos cuenta de que nuestro objetivo es mucho más complicado que destruir y verlas venir. En definitiva, no se trata únicamente de hacer cosas, sino de cambiar cosas.

Por otro lado estamos de acuerdo con la siguiente afirmación del texto:

“Crear una organización va, a menudo, acompañado de la producción de una iconografía propia, una estética concreta y cierta homogeneización de las personas que la componen: se crea consciente o inconscientemente un producto. Y es por esto qué es mucho más fácil para las instituciones absorber, deformar y manipular este producto.

Para finalizar con este texto hagamos terapia contra la masa-fobia:

“Para el poder son más peligrosas diez personas impredecibles e incontrolables dispersas que cien formando una masa concentrada predecible y manipulable.”

En efecto, sin embargo no vemos donde esta la incuestionable relación entre masa y que esta sea predecible y manipulable. La masa de los suburbios franceses no era precisamente predecible ni mucho menos manipulable.

Tomándonos la libertad de cambiar la frase consideramos que para el poder es más peligrosa una masa impredecible, incontrolable y dispersa que únicamente diez personas.

Nuestro objetivo primordial no debe ser la creación de una masa y de liberarla en el momento apropiado, sino de desmasificar, desautomatizar, solo así se produce un momento revolucionario, ni con diez superhéroes, ni con un millón de estúpidos.

El próximo y último texto se llama “Cuestiones de organización. 31 tesis insurreccionalistas”, de nuevo sin firmar. La primera tesis reza como sigue:

“Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las "victorias" parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria.”

Ciertamente existe una en medio que rechaza ambas, la que considera que existe una contradicción entre las victorias parciales y la revolución. Esto es debido a que por un lado la vida era tan miserable que en el pasado, el movimiento obrero ha gastado sus fuerzas en implantar mejoras laborales, estas luchas servían no solo para mejorar dichos aspectos, sino que también cohesionaban a la clase obrera inculcándole el espíritu de lucha que pudiese llevarle a la revolución a base de ganar confianza en sí misma, experiencia y lazos solidarios. Y aunque el capitalismo se adaptaba, y mejoraba, lo hacia de una manera superflua y que aún permitía posibilidades de revolución, hoy en día el capitalismo ha desarrollado la técnica de la adaptación a la perfección. Sin embargo, esta propuesta se muestra inservible actualmente debido a que la clase obrera no existe, y si existe es tan sumamente egoísta y estúpida que no se va a mover un ápice. Las “victorias” pertenecen actualmente al mismo poder, ya que son conseguidas mediante instituciones que han sido creadas por y para sí mismo, adaptando al sistema a los problemas sociales y manteniendo la dominación a toda costa, no cohesionan a la clase obrera como antaño. Por ello nosotros rechazamos la tendencia “etapista” en la actualidad por considerarla desfasada, pero tampoco aceptamos “hacer del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria”, ya que es una contradicción en sus propios términos, el presente es adormecimiento y control social, no permite revolución que valga. Esperar al momento adecuado parece más correcto, lo que no implica la pérdida de la conflictividad permanente, sencillamente la vuelve más realista.

“Las organizaciones gestadas en el movimiento insurreccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática.”

Ciertamente la espontaneidad es necesaria, pero como ya hemos afirmado antes, creemos que una estructura del movimiento es necesaria. También hay que hacer notar que tener la razón de ser únicamente en el instante concreto de la revuelta generalizada presupone que vaya a haber una revuelta de tales condiciones. Para que una revuelta se extienda de verdad tiene que tener conciencia de sí misma y de sus objetivos (entendidos como objetivos a destruir), y para ello puede ser útil una estructura con un bagaje de experiencias que sepa como dotar de medios a la revuelta. Por supuesto sin dirigirla, simplemente reafirmándola, extendiéndola y, en lugar de haciéndola suya, incorporándose a ella. También hay que darse cuenta de que estas revueltas tienden a funcionar como imán de oportunistas tales como comunistas autoritarios, izquierdistas y demás calaña que tratan de utilizarla para sus propios intereses; inculcar el rechazo a tales cretinos durante, y antes de, la revuelta se convierte en una tarea primordial. Por ello consideramos que para poder explotar verdaderamente las posibilidades de la revuelta, esta debe ser apoyada por un movimiento con una estructura concreta, invisible, pero instintiva, para que los no acostumbrados al enfrentamiento contra el poder la consideren válida para sus aspiraciones y rechacen el reformismo. Creando dicha estructura y manteniéndola (mediante la acción) hasta que se de la oportunidad de demostrar su efectividad se puede pasar de una explosión de rabia a una revolución contra el poder.

“Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero”

Las repercusiones “espectaculares” son precisamente las que responden de los actos insurreccionales en la actualidad. Anteriormente una victoria en el terreno laboral podía causar conmoción supuestamente “espectacular” sin embargo, en los tiempos en los que la lucha no gira en torno a dichas victorias, lo espectacular es lo llamativo, lo increíble, pero también lo incomprensible. Las repercusiones de la lucha anteriormente causaban alegría, ahora las acciones fuera del reformismo son desaprobadas por toda la sociedad, reciben esa repercusión “espectacular” pero ficticia en su gran mayoría ya que son consideradas como un ataque contra el sistema en el que la masa gris se siente integrada y desarrollada. No nos engañemos, hasta el más mísero ciudadano es el mayor defensor del sistema.

“El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acumulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie”

Ciertamente estamos de acuerdo con las pretensiones de esta frase, de hecho reúne en pocas palabras los principales elementos del insurreccionalismo con los que estamos de acuerdo. Sin embargo rechazamos su concepción de que los movimientos que busquen y se preparen para la revolución sean considerados “organizaciones pesadas”, basadas en la acumulación cuantitativa y que se erija en representante de quien sea, debido a que esto no tiene porque ser así (aunque en efecto si que lo ha sido en numerosas ocasiones). El principal punto flaco del insurreccionalismo es su reduccionismo con respecto a las formas de organización, según ellos se han de hacer mil sabotajes y ser los mínimos posibles, en caso contrario, en el caso de que opines que el verdadero motor de destrucción del sistema es la revolución generalizada, caes en el mito cuantitativo y demás críticas realizadas (acertadas en el caso del obrerismo, pero no siempre en otros tipos de organización).

“…también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas.”

Coincidimos cuando se afirma la lucha insurreccional de masas, de hecho, esa es nuestra concepción de una revolución, una lucha de masas pero con prácticas radicales, alejadas de la uniformización, el plataformismo, el reformismo, los dirigentes, etc.; por tanto abogamos por la lucha de masas cuando estas se han desmasificado, cada individuo dirige sus propios deseos en contra del capitalismo apoyado por una gran cantidad de personas que actuarán de diversas formas hacia el fin común de la destrucción del sistema, la teoría revolucionaria, expresada en la misma base de la revolución mediante asambleas que practiquen la autocrítica y la adaptación permanentes, será la encargada de establecer las condiciones de la nueva sociedad sobre las ruinas de la anterior.

“Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible.”

Ciertamente estamos en contra de la formación de una organización concreta y visualizada por un mesías (como hemos afirmado antes), de las pretensiones de dirigir a las masas y de la mitificación del pasado. Esto ya lo hemos mencionado a lo largo del texto, sin embargo queríamos agruparlo para hacer ver que el hecho de esperar las condiciones adecuadas para una revolución no es incompatible con muchos supuestos del insurreccionalismo, sencillamente ampliamos sus miras para complementar su acción dentro de una estrategia más clara y con un fin más definido y efectivo.

“[El Capitalismo] es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.”

Ciertamente están privadas de todo poder de decisión sobre sus vidas, pero esto no significa que la mera acción vaya a empujarles a plantearse las bases del sistema. Una revuelta también puede ser de tipo totalitario, o racista, o sexista, o quizás puede derivar en ello, por este motivo consideramos que se hace necesaria una “preparación” previa, ya que no podemos esperar que lo que haga caer al sistema vaya a ser positivo per se.

“La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista.”

En cierta manera esto es así, sin embargo debemos centrarnos en los momentos en los que dichas contradicciones afloran a la superficie y afectan a la población en general, de la misma manera que anteriormente lo hacía el trabajo explotador y extenuante provocando revueltas. Las contradicciones se muestran en forma de repentinas crisis socioeconómicas, y en esos momentos de crispación social que pueden desatarse en cualquier momento es donde hemos de fijar nuestro objetivo, haciendo obvia la responsabilidad del sistema en el malestar creado y mostrando a la dominación como una línea continua que nunca ha cesado, simplemente se ha transformado adaptándose a los avances sociales gracias a los recuperadores. Antes era explotación laboral y económica, actualmente es intelectual y encubierta.

“Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente.”

Mediante la destrucción y el desinhibición de la rabia individual no se perturba el orden de las cosas, únicamente se perturban a las cosas, que las personas que interactúen con dichas cosas perciban su destrucción como incitación a la perturbación de su orden y que respondan a dicha perturbación de manera afirmativa hay un abismo que no se salva tan fácilmente. La violencia en la calle no siempre perturba, en ocasiones mantiene y en otras legitima el orden, ya que esta puede ser interpretada de mil maneras y se puede reaccionar de otras tantas.

“Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento [...] El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente”

Despreciando completamente la manipulación folclórica de las luchas parciales, nos mostramos de acuerdo con la insuficiencia de posicionarse únicamente en estas sin dotarlas de un sentido global, sin embargo, no caigamos en el engaño de las “pretensiones destructivas de la totalidad” ya que cualquier ataque único no es sino parcial. Elaborar una teoría paralela a la práctica revolucionaria será la que evite el parcialismo, por ello consideramos que no basta con afirmar que una acción concreta es un símbolo contra toda la dominación ya que es una pretensión ilusoria para los revolucionarios y no hace sino confirmar nuestra minuciosa capacidad de autoengaño.

Esperamos que estas líneas sirvan como una incitación al debate y la reflexión, ya que no podemos permitir que la “renovación” que implantó el insurreccionalismo en el movimiento libertario desgastado por la rutina se convierta en una nueva verdad incuestionable como lo fuese el obrerismo y la idolatría a Durruti. Queremos que sirva para ir rompiendo los moldes que a veces nos encasquetamos nosotros mismos por la falta de autocrítica y renovación.

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