jueves, 30 de abril de 2009

Elogio de la pereza refinada por Raoul Vaneigem

Europa conoce hoy en día una clase burocrática que rasca el fondo de las arcas del capital con el fin de hacerlo fructificar en un circuito cerrado, sin invertir en nuevos modos de producción. Y los proletarios, a quienes se ha enseñado que el proletariado ya no existe, alegan excepciones por su disminución de poder adquisitivo en la esperanza de que un gran movimiento caritativo suplirá la supresión de sus derechos sociales, la reducción de los salarios, la rarefacción del trabajo útil y el desmantelamiento de la enseñanza, de los transportes, de los servicios sanitarios, de la agricultura de calidad y de todo aquello que no aumenta con una rentabilidad inmediata la masa financiera puesta al servicio de la especulación internacional.


En la opinión que se ha ido forjando al respecto, la pereza se ha beneficiado mucho del creciente descrédito que pesa sobre el trabajo. Antaño erigido en virtud por la burguesía, que extraía su beneficio de él, y por las burocracias sindicales, a las cuales aseguraba la plusvalía de su poder, el embrutecimiento de la faena cotidiana ahora se reconoce como lo que es: una alquimia involutiva que transforma en un saber de plomo el oro de la riqueza existencial. Sin embargo y a pesar de la estima de que disfruta, la pereza continúa sufriendo igualmente por la relación de pareja que, en la tonta asimilación de las bestias a lo que los humanos poseen de más despreciable, persiste en reunir a la cigala y la hormiga. Querámoslo o no, la pereza sigue atrapada en la trampa del trabajo que rechaza mientras canta. Cuando se trata de no hacer nada, ¿la primera idea que se nos viene a la cabeza no es que la cosa cae por su propio peso? En una sociedad en la que sin descanso se nos arranca de nosotros mismos, ¿cómo llegar hasta uno mismo sin tropiezos? ¿Cómo instalarse sin esfuerzo en ese estado de gracia en el que no reina sino la indolencia del deseo?. ¿No funciona todo para turbar, gracias a las buenos motivos del deber y de la culpabilidad, el recreo sereno de estar en paz en compañía de uno mismo? Georg Groddeck percibía con justeza en el arte de no hacer nada el signo de una conciencia verdaderamente liberada de las múltiples obligaciones que, desde el nacimiento a la muerte, hacen de la vida una frenética producción de nada. Estamos tan inflados de paradojas que la pereza no es un asunto sobre el que uno pueda extenderse sencillamente, como nos invitaría a hacer la naturaleza si, en efecto, la naturaleza pudiese abordarse sin rodeos.



El trabajo ha desnaturalizado la pereza. La ha convertido en su puta, del mismo modo en que el poder patriarcal veía en la mujer al reposo del guerrero. La ha revestido con sus falsos pretextos, en el mismo momento en que la altivez de las clases sociales explotadoras identificaba la actividad laboriosa únicamente con la producción manual. ¿Qué eran aquellos poderosos, aquellos soberanos, aquellos aristócratas, aquellos altos dignatarios más que trabajadores intelectuales, trabajadores encargados de hacer trabajar a quienes habían convertido en sus esclavos? . Esa ociosidad de la que los ricos se vanagloriaban y que, secularmente, alimentaba el resentimiento de los oprimidos, se me antoja muy alejada del estado de pereza en lo que éste tiene de idílico. El hermoso apoltronamiento que se conceden los fatuos de nobleza al acecho de las menores carencias, puntillosos con las prelaciones, alerta de unos criados que ocultan bajo la máscara del servilismo su rencor y su desprecio, cuando no se trata de dar a probar previamente los platos sazonados con los maleficios de la envidia y de la venganza… ¡Qué fatiga produce tal pereza! ¡Y qué servidumbre en la satisfacción constante de la complacencia del mando!. ¿Se dirá del déspota que, al menos, se arroga el placer de ser obedecido? ¡Pobre placer es éste que, beneficiándose del displacer de los otros, se engulle con la acidez que suscita! Se convendrá conmigo en que mantenerse de tal suerte por encima de las tareas innobles no es, en modo alguno, reposo y que apenas facilita el feliz estado de no hacer nada. Sin duda que el hombre de negocios, el patrón, el burócrata no se comprometen, aparte de sus ocupaciones, en un régimen de domesticidad que es más inoportuno que confortable. No sé si buscan la soledad del subprefecto en los campos, pero todo indica, en su caso, una propensión más al divertimento que a la ociosidad. Uno no rompe sin dificultad con un ritmo que te propulsa de la fábrica a la oficina, de la oficina a la Bolsa y de la conferencia-almuerzo al almuerzo-conferencia. El tiempo, repentinamente vaciado de su contabilidad dineraria, se vuelve tiempo muerto; apenas existe. Es preciso haber perdido, más que el sentido de la moral, el sentido de la rentabilidad para pretender penetrar en él e instalarse allí sin vergüenza.

Pase con el descanso nocturno, auténtica prescripción médica para quien se lanza cada día a una carrera contra el reloj. Pero ¿quién osará, en una guerra en la que uno está en todo instante expuesto al fuego intenso de la competencia, levantar la bandera blanca de un momento de ociosidad? Demasiado nos han remachado el desastroso ejemplo de las "delicias de Capua", en las que Aníbal, cediendo no se sabe a qué hechizo de los sentidos, pierde tanto Roma como el beneficio de sus conquistas. Hay que rendirse a la evidencia: en un mundo en el que nada se obtiene sin el trabajo de la fuerza y de la astucia, la pereza es una debilidad, una estupidez, una falta, un error de cálculo. No se accede a ella más que cambiando de universo; es decir, de existencia. Son cosas que pasan.
Un director de banco –me aseguran- se encontró arruinado, abandonado por todos, cubierto de oprobio. Un rinconcito en el campo lo acoge; planta algunas viñas. Un huerto, unos pocos pollos y la amistad de los vecinos cubren sus necesidades. Hace descubrimientos asombrosos: una puesta de sol, el centelleo de la luz en el sotobosque, los olores silvestres, el sabor del pan que él mismo ha amasado y cocido, el canto de las alondras, la turbadora configuración de la orquídea, las ensoñaciones de la tierra a la hora del rocío o de la serena. El hastío de una existencia que había pasado ignorándose le había dado un lugar en el universo. Aún quedaba saber ocuparlo. El camino no es tan fácil, pues la exclusión de un mundo que te excluye de ti mismo basta para que vuelvas a encontrarte en él. Si no fuese así, no habría un parado que no se hubiese convertido en poeta de los tiempos futuros. Lo habitual es que el parado no se pertenezca a sí mismo, sino que continúe perteneciendo al trabajo. Lo que lo destruía en la alienación de la fábrica y de la oficina persiste en corroerlo fuera de ellas como el dolor de un miembro fantasma. Como el explotador, el explotado apenas tiene la oportunidad de consagrarse sin reservas a las delicias de la pereza.

Seguramente hay malicia en hacer lo menos posible para el patrón, en parar de trabajar desde el momento en que vuelve la espalda, en sabotear las cadencias y las máquinas, en practicar el arte de la ausencia justificada. La pereza, en este caso, salvaguarda la salud y presta a la subversión un carácter agradablemente roborativo. Rompe el tedio de la servidumbre, quiebra la palabra de mando, recupera la calderilla de ese tiempo que os arrebata ocho horas de vida y que ningún salario os permitirá recuperar. Dobla, con un ensañamiento salvaje, los minutos robados a la máquina de fichar, cuyo recuento de la jornada aumenta el beneficio del patrón. De acuerdo. Pero la pregunta sigue en pie: ¿qué placer puede uno obtener sin reservas si implica antes que nada arruinar el placer del otro? ¿Quieres que te obedezcan? Pues nada de eso. Ofrezco una prueba viva hurtándome a tu poder, rompiendo ese poder que te parece, sino eterno, sí al menos adquirido para un largo tiempo. Noble tarea es, sin duda, la subversión del trabajo innoble, pero no te libra de trabajar. Hete aquí, como el amo al acecho del criado que le roba, holgazaneando con el ojo puesto en el amo para robarle mejor. No puede entenderse la pereza de forma tan furtiva. Se necesita desahogo, como en el amor. Quien está pendiente del "¿quién vive?" no vive en absoluto, o lo hace mediocremente. ¡Qué rencor, por otro lado, al no poder arruinar tan retorcidamente como uno desearía el hedonismo de los explotadores, por mediocre que éste sea! ‘Mientras nosotros curramos, ellos se llenan la panza , dice la canción. Pero, de la misma manera que aquellos curas rijosos a los que el viejo anticlericalismo puritano reprochaba el lanzarse a los excesos, ¿no habría sido el hedonismo lo mejor que los explotadores alcanzasen en toda su existencia si el terror a los explotados no los hubiera condenado a secretas y precipitadas compulsiones? El privilegio de los proletarios al emanciparse tanto del trabajo que los convierte en asalariados como de aquellos que extraen de él la plusvalía consistía precisamente en acceder al goce de ellos mismos y del mundo. El goce y su consciencia, agudizada al perfeccionarlo, poseen suficientemente la ciencia de liberarse de aquello que los entorpece o los corrompe. ¡Preguntádselo a los que aprenden a
amarse!

Lo que es verdad para el amor es verdad para la pereza y su disfrute. A menudo estamos lejos de la realidad. Un reportaje sobre los campesinos brasileños, privados de la tierra mientras grandes extensiones permanecen baldías en manos de unos propietarios preocupados tan sólo por mantener su propiedad, los exhibía en una larga marcha de la miseria, blandiendo cruces, con curas a la cabeza, pues la Iglesia los provee cotidianamente de un guiso de arroz y judías. En interés de la objetividad mediática, se insertaba, conforme a las leyes del montaje, un banquete en el que los propietarios rurales se servían salchichas y costillas de cordero en abundancia, argumentando sobre su justo derecho y protestando contra los ataques de los que se consideraban víctimas.
Entre la miseria de los notables amedrentados y la compasión por los desposeídos, uno daba en pensar que los primeros no tienen el disfrute de sus tierras porque no poseen más que su propiedad y que los segundos, a quienes correspondería tal disfrute, apenas están en disposición de disfrutar de nada.
La situación es menos arcaica de lo que parece. Europa conoce hoy en día una clase burocrática que rasca el fondo de las arcas del capital con el fin de hacerlo fructificar en un circuito cerrado, sin invertir en nuevos modos de producción. Y los proletarios, a quienes se ha enseñado que el proletariado ya no existe, alegan excepciones por su disminución de poder adquisitivo en la esperanza de que un gran movimiento caritativo suplirá la supresión de sus derechos sociales, la reducción de los salarios, la rarefacción del trabajo útil y el desmantelamiento de la enseñanza, de los transportes, de los servicios sanitarios, de la agricultura de calidad y de todo aquello que no aumenta con una rentabilidad inmediata la masa financiera puesta al servicio de la especulación internacional.

La única utilidad que se le reconoce ahora al trabajo se limita a garantizar un salario a la mayoría y una plusvalía a la oligarquía burocrática internacional. El primero se gasta en bienes de consumo y en servicios de una mediocridad creciente; la segunda se invierte en especulaciones bursátiles que, cada vez más, prestan a la economía un carácter parasitario. Se ha implantado tan bien el hábito de aceptar no importa qué trabajo y de consumir lo que sea para equilibrar esa balanza mercantil que reina sobre los destinos como la vieja y fantasmal providencia divina que, quedarse en casa en lugar de participar en el frenesí que destruye el universo, pasa extrañamente por algo escandaloso. Uno de esos ministros cuya máquina administrativa devora millones a la manera de un gigantesco aparato que parasita la producción de bienes prioritarios no tuvo empacho en denunciar, con la aprobación de los gestores de la información, a los beneficiarios de subsidios, a los ferroviarios jubilados, a los usuarios de los servicios de salud, en pocas palabras, a las gentes que obtienen placer de su reposo mientras otros duermen para un patrón cuyo dinero no deja de trabajar. Que se hayan encontrado proletarios –subsidiados en potencia, sin embargo- que consienten en la refundición semántica de las palabras compradas por el poder no es el simple efecto de la imbecilidad gregaria. Planea sobre la pereza tal sentimiento de culpa que pocos se atreven a reivindicarla como una parada saludable que permite reconquistarse y no ir más allá en el camino por el que el viejo mundo se desliza.


¿Quién, entre los subsidiados, proclamará que descubre en la existencia riquezas que la mayoría busca donde no están? No encuentran placer en no hacer nada, no piensan en inventar, en crear, en soñar, en imaginar. En la mayoría de las ocasiones sienten vergüenza por estar privados de un embrutecimiento asalariado que les privaba de una paz de la que ahora disponen sin osar instalarse en ella. La culpabilidad degrada y pervierte a la pereza, prohíbe su estado de gracia, la despoja de su inteligencia. Qué mejor ocasión que las huelgas para suspender ese tiempo en el que todo el mundo corre para no atraparse jamás, se desloma por ser lo que le repugna y por no ser lo que habría deseado, y cuenta con la jubilación, la enfermedad y la muerte para poner fin a su fatiga.
Una parada en el trabajo debería propagar la buena conciencia de la pereza, alentar ese saludable reposo que ahorraría no pocos gastos en sanidad. No hace falta más que ponerle un poco de imaginación. Nos cruzamos de brazos, dirían los ferroviarios, instauramos la gratuidad del tiempo y del espacio y, para vuestro esparcimiento, nos relevaremos para hacer que los trenes circulen y permitiros recorrer Francia entera sin ningún desembolso por vuestra parte. ¿Seguirías asistiendo a fábricas y oficinas?. ¡Vosotros sabréis! Tal vez se les ocurriese a algunos que la pereza es más creativa que el trabajo.

¡Pero no! Declarar que la huelga es una fiesta es un insulto para quienes persisten en encontrar dignidad en la esclavitud del trabajo. Es necesario, dentro del orden de cosas que nos gobierna, que la huelga sea una maldición, igual que la pereza. Respiramos con pesar un poco de aire fresco antes de retomar valientemente el camino de la corrupción y de la polución. Bien que nos merecemos la jubilación, suspiran los trabajadores. Pero, conforme a la lógica de la rentabilidad, lo que uno merece ya lo ha pagado no una vez, sino diez. Que no se diga, pues, que la jubilación ofrece al fin un refugio a esa ociosidad que, decididamente, es la cosa peor repartida del mundo. ¿Confundiréis pereza y fatiga? Yo ni siquiera hablo del fin de esa existencia llamada cínicamente activa sobre el cual cuarenta años de desriñone cotidiano continúan imprimiendo su cadencia, mientras la vida se escapa por todos lados y los días se transforman en adelantos en la contabilidad de la muerte.

La pereza en la que desborda de repente toda la carga de los deseos, prohibidos por cuarenta horas semanales de presencia obligatoria en la fábrica o en la oficina, no es más que una gris liberación, la aceleración de un retraso que hay que superar, la compulsión del perro al que repentinamente se le desata la correa. La pereza, en suma, nunca fue en el pasado mejor tratada que la mujer, y sabemos demasiado bien cómo nuestro presente está marcado en sus nueve décimas partes por lo que fue. Cuando el poder del macho veía en la mujer al reposo del trabajador en armas, de cuello blanco o de cuello azul, ¿no es cierto que la identificaba con la ociosidad?. Hablando para no decir nada, atareada para no hacer nada, la mujer derivaba su inferioridad de su ausencia de la economía y estaba excluida de la alquimia lucrativa y saludable reservada a la fuerza viril, con la única excepción del tiempo destinado a la maternidad y a producir hijos para la fábrica y la gloria militar.


Ociosa y vana, a la mujer era imprescindible mantenerla "ocupada", del mismo modo que el trabajo viola a la pereza. Exiliada, como el parado, de la máquina de excretar rentabilidad, no obtenía del ocio más que la sombra de su maldición. Ni derecho ni goce, sólo remordimientos y pecado. ¿Cómo encontrar reposo en una ociosidad que es, en el peor de los casos, una bajeza y, en el mejor, una excusa? Pues si el trabajo se identificaba con la fuerza, la pereza quedaba rebajada a la condición de una debilidad mórbida. Por una inversión de sentido que es propia del viejo mundo, el desriñone laborioso se transformaba en signo de salud, mientras el dulce farniente se revelaba como un síntoma enfermizo. Tal es el peso del ajetreo sobre una vida que en realidad no exigía tanto, que, despojada del frenesí de una acción empeñada en el logro de fines útiles e inútiles, se diría que nada queda en un mundo de repente despoblado. La pereza es una nada; inclinarse sobre ella es contemplar un abismo y el abismo, afirmaba Nietzsche, también mira dentro de ti. Entra, desde luego, en la lógica de las cosas que, después de haber demostrado que la pereza carecía de existencia fuera del trabajo, de la opresión, de la subversión, de la culpabilidad, del desahogo, de la debilidad constitutiva, se llegará a la conclusión de que no era nada.

Albert Cossery hizo una sabrosa descripción de esa nada. En Los haraganes del valle fértil nos introduce furtivamente en una casa de pueblo en la que cada uno de sus habitantes rivaliza en ingenio para dormir el mayor tiempo posible. Hay que desbaratar las conjuras del mundo exterior, valerse de la astucia frente a la perversa atracción que el trabajo ejerce en ocasiones sobre aquellos que han tenido la fortuna de no saber nunca de él. Que la atmósfera no es de júbilo, ni siquiera de entusiasmo, es lo menos que puede decirse. Un sombrío ardor preside la rigurosa disposición del silencio. La angustia merodea entre los ronquidos. Aunque acaso sea menos el producto de una posible ruptura del delicado equilibrio de la nada que de la lasitud de la holganza. Pues aquí la pereza no es más que la vanidad de un dormir sin sueños. Es una venganza contra la vida ausente, un arreglo de cuentas existencial que raposea con la muerte. Se reivindica el derecho a no ser nada en un universo que ya te ha condenado a la nulidad. Es demasiado o no es suficiente. Seguramente puede encontrarse cierto placer en no estar para nadie, en quererse de una absoluta nulidad lucrativa, en dar testimonio de la propia inutilidad social en un mundo en el que se obtiene un resultado idéntico mediante una actividad muy a menudo frenética. Pero eso no impide que el contenido mismo de la pereza deje que desear. Su inconsistencia la predispone a los manejos de quien quiere sacarle partido. Hay tanta pereza como debilidad en dejarse gobernar, señalaba La Bruyère.


Hay en los letárgicos una propensión a preferir la injusticia al desorden. ¿Los cuidados que requieren los privilegios de la somnolencia mental y de la ociosidad no implican acaso una perfecta obediencia al orden de las cosas? Pagar el descanso con la servidumbre es, sin duda, un trabajo innoble. Hay demasiada belleza en la pereza como para convertirla en la prebenda de los clientelismos. Al paso de una manifestación contra la mafia en Palermo, un joven se indignaba: "¡Están locos! Sin la mafia, ¿quién nos ayudaría?". El integrismo islámico no reacciona de manera distinta. Ser una larva bajo la mirada de Alá y en la miseria del mundo sirve al poder de los negocios. Si la pereza se acomoda a la apatía, a la servidumbre, al oscurantismo, no tardará en entrar en los programas de un Estado, que, previendo la liquidación de los derechos sociales, pone en marcha organismos caritativos privados con el fin de suplirlos: es decir, un sistema de mendicidad del que desaparecerán reivindicaciones que, bien es verdad, emprenden dócilmente ese mismo camino a juzgar por las últimas súplicas públicas, que tienen como leitmotiv: "¡Dadnos dinero!". El mercantilismo de tipo mafioso en el que se transforma la economía en declive no podría coexistir más que con una ociosidad vaciada de toda significación humana. Pues tal vez sea tiempo de darse cuenta de que la pereza es la peor o la mejor de las cosas dependiendo de que se incluya en un mundo en el que el hombre no es nada o bien en una perspectiva en la que quiere serlo todo. No es poco reconocer que la pereza no ha conocido más que una existencia alienada, envilecida, sometida a intereses sin relación deseable con las esperanzas que habría sido natural poner en ella.

¿Cómo sorprenderse de algo así, si lo mismo ocurre con el ser que se dice a sí mismo humano y pasa lo mejor de su vida demostrando que lo es bien poco? Tal cosa no impide, sin embargo, ni las aspiraciones ni el poder del imaginario por medio del cual la historia no hace más que suplir sus crueles realidades, ni que se bosquejen esos cambios que tantos deseos secretos reclaman. Es entonces cuando la pereza revela su riqueza. ¿Acaso no ha elaborado ella un universo, fundado una civilización? Feliz país el de Jauja5, en el que, sin el menor esfuerzo, los platos más apetitosos adornan las mesas, en el que las bebidas fluyen a raudales en una extravagante diversidad, y en el que, con el favor de una naturaleza ubérrima, los embelesos del amor se ofrecen en el recodo de cualquier bosquecillo. Entre las poblaciones más pacíficas del globo reina una encantadora indolencia. Basta con tender la mano o con abrir la boca para satisfacer las exigencias del gusto o del goce.

En el país de Jauja la abundancia es natural, la bondad nativa, la armonía universal. Nada, desde el mito de la Edad de Oro a Fourier, ha exaltado mejor las ensoñaciones del cuerpo y de la tierra, las sinfonías secretas y jubilosas que componía una razón cuidadosamente prevenida contra la racionalidad del tumulto laborioso, de la miseria activa y del fanatismo competitivo. ¿Es preciso revelar el recuerdo resurgente de una época lejana y anterior a nuestra civilización agraria, que fertiliza la tierra con sudor y sangre antes de esterilizarla para sacarle más dinero? Las cadenas del trabajo y de la competencia guerrera, que marcan el ritmo de la danza macabra de la civilización mercantil, idealizaron sin esfuerzo a las sociedades que se sustraían a tan temibles privilegios. Sin duda, pero la visión idílica responde bastante bien, a juzgar por el estudio de los emplazamientos magadalenianos, a colectividades en las que la recolección de plantas, la pesca y una caza complementaria tejían entre los hombres, las mujeres, los animales, la fecundidad vegetal y la tierra vínculos menos apremiantes, más igualitarios y tranquilizadores que la apropiación agraria, cuya explotación de la naturaleza acarreará la explotación del hombre por el hombre.

Reconozcamos, sin embargo, que cada vez que se ha descubierto al buen salvaje ha sido preciso bajar una tercera la melodía de las alabanzas. En materia de comportamientos ejemplares, la variedad ,Jívaro, o, Dayak, se imponía muy frecuentemente al tipo "Trobiandés". Y cuando el modelo alegraba nuestros corazones, ¿qué nos aportaba sino un poco más de nostalgia? No hay vuelta al pasado, a no ser en la irritante esterilidad de la añoranza.
El sueño de Jauja carece de esa languidez retrógrada. Gracias a una escandalosa improbabilidad, puede integrarse tanto mejor en el campo de los posibles.

En Jauja presentimos que la exuberancia de la naturaleza se ofrece a quien la solicita sin querer saquearla o violarla. Por ella pasa, como venido de lo más profundo de la historia y del individuo, el aliento de un deseo inextinguible; el deseo de una armonía con los seres y las cosas, presente con tanta sencillez en el aire de todas las épocas. El tiempo en el que las bestias hablaban, en el que los árboles eran pródigos en sabios consejos, en el que los objetos mismos se animaban se mantiene en el corazón de lo real en los niños. El perezoso descubre su fascinación enclavada en una indolencia que evoca en él confusamente la existencia prenatal, momento en el que el universo matricial, el vientre de la madre, dispensa amor, alimento y ternura. "¿Qué funestas condiciones –se pregunta- nos impiden otorgar a la naturaleza su vocación de madre abastecedora?".

Por mucho que la racionalidad lucrativa del trabajo considere la cuestión nula y sin valor, el perezoso sabe que en la feliz disposición que lo protege del mundo de la especulación y la tarea, tal fantasía no está desprovista de sentido y poder. Entre el medio ambiente y él, la despreocupación contemplativa basta para tejer una red de sutiles afinidades. Percibe mil presencias en la hierba, en las hojas, en una nube, un perfume, un muro, un mueble o una piedra. De repente le asalta un sentimiento de estar vinculado a la tierra por las nervaduras íntimas de la vida. Se encuentra en unidad con lo vivo, en una religio de la cual la religión, que encadena la tierra al cielo y el cuerpo a los mandamientos divinos, no es más que una inversión. Al contrario que el místico, exiliado de sus sentidos mediante el desprecio de sí mismo, el ocioso restituye la materialidad de la vida –la única que hay- al universo del que procede: el aire, el fuego, la tierra, el mineral, el vegetal, el animal y el ser humano, que de todos ellos ha heredado su especificidad creativa.

Bajo la aparente languidez del sueño se despierta una conciencia a la que el martilleo cotidiano del trabajo excluye de su realidad rentable. Dicha languidez nada tiene que ver con el animismo, afectación religiosa en la que el espíritu trata de apropiarse de los elementos de la tierra como si éstos no se bastasen a sí mismos. Sencillamente, emana de una vitalidad que el cuerpo en reposo se reapropia. Para que la pereza acceda a su especifidad, no basta con que rehúse a la voluntad omnipresente del trabajo; es necesario que sea por y para sí misma. Es necesario que el cuerpo, del que constituye uno de los privilegios, se reconquiste como territorio de los deseos, a la manera en que los amantes lo perciben en el momento del amor. Lugar y momento de los deseos, así se reivindica esta pereza según el corazón, tan opuesta al la pereza del corazón, a la cual amenaza con reducirla el mercadeo social ordinario. La suavidad de los prados, la serenidad del lecho se pueblan de una multitud de anhelos concebidos por la felicidad, y que las obligaciones rechazaban, deformaban, diezmaban, travestían de significaciones mortíferas.

El país de Jauja se erige en proyecto en la intención: todo se pone al alcance de la mano de quien aprende a desear sin fin. "Haz lo que quieras" es una planta ética que no pide más que crecer y embellecerse. La crueldad de condiciones insoportables y que, sin embargo, toleramos prescribe que la abandonemos como si nos requiriese la urgencia de no ser nosotros mismos, de no pertenecernos jamás. La pereza es goce de uno mismo o no es nada. No esperéis que os sea concedida por vuestros amos o vuestros dioses. A ella se llega por una natural inclinación a buscar el placer y evitar su contrario. Una simpleza que la edad adulta se empeña en complicar. Acabemos, pues, con la confusión que asocia a la pereza con ese reblandecimiento mental que llaman pereza de espíritu, como si el espíritu no fuese la forma alienada de la conciencia del cuerpo. La inteligencia de uno mismo que la pereza exige no es otra cosa que la inteligencia de los deseos de la que el microcosmos corporal necesita para liberarse del trabajo que le pone trabas desde hace siglos. ¡A saber lo que se desliza a
través de la multitud de anhelos y deseos que invaden al perezoso finalmente decidido a no ser más que para sí mismo!

Tal es la fuerza de los deseos cuando se encuentran –por decirlo así- en estado de libertad que les vence la ilusión de poder cambiar el mundo a su favor y sobre el terreno. La vieja magia se aparece más de lo que creemos en los repliegues de la conciencia. "Es una creencia muy antigua –escribe Campbell Bonner- que una persona, instruida en los medios de obrar, pueda poner en marcha fuerzas misteriosas, capaces de influir en la voluntad del otro y de someter sus emociones a los deseos del operador. Tales fuerzas pueden ser activadas mediante palabras, mediante ceremonias realizadas conforme a las reglas o bien mediante objetos investidos de un poder reconocido como mágico". Y Jacob Böhme, más sutilmente: "La magia es la madre del ser de todos los seres puesto que se hace a sí misma y puesto que consiste en el deseo. La auténtica magia no es un ser; es el deseo, el espíritu del ser". (Erklärung von sechs Punkten).

El siglo XIII conservó el trazo de esta "pereza que mueve molinos" y que evoca Georges Schéhadé . En esa época hay, en efecto, una secta que sostiene: "No es necesario trabajar jamás con las propias manos, sino rezar sin cesar; y si los hombres rezan de tal suerte, la tierra proveerá sin cultivo más frutos que si hubiese sido cultivada" (Citado por H. Grundmann, Religiöse Bewegungen in Mittelalter,Hildesheim, 1961). Y si la operación no dejó en la historia una prueba tangible de su eficacia, es conveniente no incriminar tanto la incompetencia del Dios al cual los orantes se dirigían o cierto modo vicioso de proceder cuanto el recurso a la oración, pues hacerse dependientes de los otros para acceder a una independencia ardientemente deseada es ir contra la propia voluntad y tener en poca consideración las propias aspiraciones. El universo abunda en trampas de este género. Se mezclan en él demasiadas sujeciones, interdictos, represiones y automatismos, como para dispensarnos de la mayor vigilancia.

Es conocido el apólogo indio. Un hombre se había acostado a la sombra de un árbol famoso por su poder mágico. El suelo se le antojaba poco mullido, deseaba tenderse más voluptuosamente, y una suntuosa cama se le apareció. Enseguida le entraron ganas de un copioso almuerzo, y surgió una mesa equipada con los platos más exquisitos. "Mi felicidad sería completa –soñaba- si tuviese a mi lado a un joven graciosa y lista para colmar mis deseos". De improviso llegó la joven y dio respuesta a su amor. Poco habituado, sin embargo, a semejante constancia en la felicidad, no pudo evitar un miedo infundado. Temeroso de perder en un instante una fortuna tan perfecta, imaginó que un tigre salía del bosque. Brotó el tigre y le partió la nuca. Un deseo puede contener otro de sentido contrario. Es asunto de la pereza aprender que no debe temer nada, sobre todo de ella misma. Cuántos esfuerzos para pertenecerse sin reservas. Y no es que sean precisos grandes rodeos para ello, sino que lo más sencillo no se entrega dócilmente a los espíritus atormentados. La infancia del arte no se alcanza más que a través del arte de convertirse en infante.

La desnaturalización ha hecho grandes progresos, decía un perezoso saboreando Le lézard, la canción de Bruant, y su inmortal "No puedo trabajar, nunca
aprendí". Y añadía: se nos ha puesto en tal disposición para trabajar, que no hacer nada exige hoy en día todo un aprendizaje. En una época en la que crece el desempleo, la enseñanza de la pereza resultaría seductora si no fuera porque es cosa de cada uno cultivar sin la asistencia de los otros una ciencia así de delicada, particular y personal. Nadie puede asegurarse su felicidad (y aún más fácilmente, su desgracia), salvo uno mismo. Pasa con los deseos como con la materia prima de la que el alquimista trata de extraer la piedra filosofal. Constituyen su propio fondo y no se puede extraer de ellos más que lo que allí se encuentra. En consecuencia, todo es cuestión de refinamiento. La pereza en estado bruto es como una nuez que nos comiésemos sin pelar. Por más que la hayamos escogido libre de las corrupciones ordinarias del trabajo, de la culpabilidad, de la liberación y de la servidumbre, aún falta degustarla para obtener todo el placer: devolverla al movimiento natural que la hará ser lo que es, un momento del goce de uno mismo, una creación, en suma. El hábito de los placeres laboriosos, sombreados –más que subrayados- por lo efímero y hurtados a toda prisa, nos ha despojado de la experiencia del esfuerzo y de la gracia. Los placeres, en lo que tienen de auténticos, no son ni el fruto de un capricho del azar o de los dioses, ni la recompensa de un trabajo del que no serían más que la respiración jadeante. Se dan tal como los cogemos. La alegría de la que nos llenan es la alegría con la que los abordamos.

Tal vez sea ésta la Gran Obra cuya búsqueda paciente y apasionada el alquimista emprendía cada día: una obstinación del deseo en despojarse de lo que lo corrompe, en refinarse sin cesar hasta alcanzar esa gracia que transmuta en oro vivificante el plomo de la miseria, de la muerte y del tedio. Cuando la pereza no alimente más que el deseo de satisfacerse, entraremos en una civilización en la que el hombre ya no sea el producto de un trabajo que produce lo inhumano.

EL NATURISMO LIBERTARIO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (1890-1939)

por Josep Maria Rosello
http://www.nodo50.org/ekintza/article.php3?id_article=310


El Movimiento naturista

El pensamiento naturista en su conjunto o naturismo es una reacción ante el industrialismo inmoral -hoy, desarrollismo- que degrada la especie humana y destruye el planeta. Esta inmoralidad o falso progreso no se tiene de confundir con el verdadero pues, para el naturismo, tan natural es una lechuga como la electricidad, la cuestión radica en los usos poco adecuados de esta última o en su procedencia, por ejemplo, de fuentes nucleares.

El naturismo contemporáneo da sus primeras voces en las últimas décadas del XIX. Voces eminentemente terapéuticas y conservadoras a través del Almanaque Kneipp (1894-1898) o de la Farmacia Kneipp, fundada el año 1897 por Jaime Santiveri (1868-1938) y origen de la Casa de Productos de Régimen Santiveri. O voces más revolucionarias desde el naciente movimiento anarquista.

Se considera la primera asociación la Sociedad Vegetariana Española, fundada en Madrid en 1903, seguida de la Lliga Vegetariana de Catalunya, cinco años después. Con ellas también aparecen los primeros solariums y las primeras pensiones y restaurantes vegetarianos.

Esta inicial muestra asociativa nace desde arriba hacia abajo, pero en la segunda década del siglo, tendrá un cariz mucho más popular. La revista Helios (1916-1939) publica en 1925 una guía de ámbito estatal y muy exhaustiva del que es -entonces- el movimiento naturista en datos:

- Sociedades 17
- Grupos 38
- Prensa 12
- Consultorios médicos 28
- Masajistas, comadronas 4
- Pensiones, restaurantes 14
- Bibliotecas públicas naturistas 6
- Establecimientos de venta de pan integral 52
- Establecimientos de productos de régimen 35

Los años veinte y treinta son el período clásico del movimiento naturista, al cuajar en toda su complejidad y ser, a su vez, un movimiento de referencia social de todo lo que tenga que ver con preservar la naturaleza y volver a la vida natural. Especialmente durante estos años el naturismo está presente en toda la Península y, sin desdeñar cifras como las expuestas, en un movimiento con la regeneración del individuo como base, el sector orgánico solo representa una pequeña parte.
Los tres ejes

Los tres ejes básicos del pensamiento naturista son la creencia en un orden natural, la necesidad inmediata de volver a estar en armonía con él y el individuo como punto inicial de este retornar o regeneración. La existencia de un orden natural es la idea fundamental del naturismo; un orden en equilibrio que se perpetua así mismo y que tiene como principal elemento la equidad -la justicia-; es decir, en el caso de la agricultura, la biológica toma pero también da a la tierra mientras que la química solamente la expolia. El falso progreso nos aparta de este orden mediante una ficción, el artificialismo; causa de todos los odios, guerras o epidemias. El conjunto de leyes naturales que constituyen el orden natural son las mismas para la naturaleza, la sociedad y la humanidad. Motivo del que nace la necesidad del retorno del individuo hacia el mencionado orden el cual no es preciso explicar, pues, una vez se vuelve a estar en armonía todo deviene un fluir de la vida.
Caminos de regeneración

Para alcanzar este retorno son necesarios caminos de regeneración: el vegetarianismo trascendente y la desnudez física hacia la sicológica. El primero, considera la alimentación vegetariana como la propia de la especie humana, por las dos características inseparables que le da: la biológica y la moral, de aquí el carácter trascendente. El naturalista francés Georges Cuvier (1769-1832), considerado el padre de la anatomía comparada y la paleontología, elabora, para explicar la desaparición de los animales, la teoría de los catástrofes, diferente a la después mas aceptada del evolucionismo; sin embargo es muy valorado dentro del vegetarianismo, pues, sus estudios de anatomía comparada y fisiología son su argumentación biológica. Soledad Gustavo en “Jorge Cuvier” (1936) nos da una muestra de la consideración, en que se tenia y se tiene al naturalista. Las comparaciones anatómicas para determinar el carácter frugívoro de la especie son los siguientes:

- aspecto no feroz.
- manos y no garras, adecuadas para recoger frutos.
- la dentadura preparada para cortar y triturar con una masticación más lenta y constante que requiere una producción de saliva al mismo ritmo.

Las comparaciones fisiológicas son tres:

- un estómago más grande y fuerte preparado para digerir especialmente los hidratos de carbono y la extensión del tubo digestivo que es de diez a doce veces la distancia de la boca al ano.
- más facilidad de digestión de las proteínas de origen vegetal sin creación de toxinas como las de origen animal.
- unas glándulas sudoríferas muy desarrolladas frente a su ausencia o poco desarrollo en los carnívoros.

El aspecto moral del vegetarianismo queda bien desarrollado en el pensamiento del filósofo venezolano, también naturista, Carlos Brandt (1875-?), especialmente en su obra El Vegetarismo (1909) la cual ha sido bastante reeditada a lo largo del siglo XX. En ella, se relacionan y argumentan todo un conjunto de razones de como el consumo de carne atenta contra el hecho de que todos los animales somos de la misma familia y, también, contra la ley natural de velar por la vida, alejándonos de las cualidades morales, propias de la especie humana, de justicia, bondad, solidaridad y tolerancia, fomentadas por el vegetarianismo.

El segundo camino, el de la desnudez, ve importante el desnudarse de nuestros vestidos por moralidad en contra de las obsesiones sexuales producidas por la ocultación del cuerpo, por salud por el contacto directo con los elementos naturales: tierra, aire, sol, agua y por estética, por ser la desnudez la belleza natural. Pero aún así, a pesar de su interés, no es lo más importante; para los decididamente partidarios de éste camino, la desnudez física es un paso hacia la desnudez sicológica, la decisiva en el momento de hacer desaparecer las barreras sociales que, separándonos por sexos o por roles sociales, imposibilitan la fraternidad entre humanos y de estos con la naturaleza.
Cinco corrientes

El pensamiento naturista toma diferentes vías según si al orden natural se le busca o no un origen y un destino divino, según si se considera o no que dentro del mundo capitalista es posible el naturismo o, bien, si se da una mayor tendencia hacia el vegetarianismo o hacia la desnudez.

Se dan cinco corrientes principales dentro del conjunto del movimiento naturista: el vegetarianismo naturista, la trofología, el vegetarianismo social, la librecultura o desnudismo y el naturismo libertario.

Las tres primeras tienen como guía el vegetarianismo trascendente y a pesar de las diferencias entre ellas, el punto en común es la tendencia a apartarse de la sociedad creando colonias en donde acoger a los nuevos adeptos. Esta actitud, por lo que respecta al vegetarianismo naturista y a la trofología queda reflejada en estos puntos:

- el individuo es visto en su dimensión biológica -física y psíquica- dejándose la social.
- la regeneración es vista como un apartarse de la sociedad para estar en armonía con las leyes naturales.
- la esperanza de que de unos padres naturistas nazcan hijos sanos y, de ésta forma, ir extendiéndose progresivamente como una mancha de aceite.
- la necesidad cristiana de querer ser bueno, es decir, de no reivindicar.

Estos planteamientos se recogen en la Asamblea Naturista de València (1922) y aún, hoy, son los hegemónicos dentro del movimiento naturista de tipo vegetariano.

Mientras el pensamiento anterior conduce, socialmente, a considerarse unos sabios que no deben tomar partido, pues, están llamados a poner paz entre las clases sociales enfrentadas para reducir la confrontación y mantener mejor la jerarquía clasista, entendida como el equilibrio natural entre las fuerzas evolutivas y las conservadoras, el vegetarianismo social contiene un cariz mucho más activo de difusión directamente vinculado con las corrientes progresistas de la época. El vegetarianismo social tiene escasa pero ruidosa incidencia dentro del movimiento, sólo un poco antes del Congreso Naturista de Bilbao (1925) a raíz de la publicación del manifiesto «A los naturistas españoles« (1924), donde el considerar la propiedad colectiva como ley natural levanta mucha polémica con las otras corrientes vegetarianas. La dictadura franquista borra posteriormente cualquier carácter reivindicativo mientras que, por otro lado, los más reaccionarios tienen campo abierto.

La librecultura tiene como punto principal el considerar la desnudez como el estado natural de la humanidad, por ello, la desnudez física es camino de la sicológica. Públicamente, en forma asociativa, tuvo de esperar hasta la II República española, proclamada el año 1931, para ser tolerada. Campos naturistas, revistas como Luz (1931), Nueva Vida (1931), Vita (1932), Febo (1933-?) y Biofília (1935-1937) en Barcelona, Natura (1932) en Madrid y Gimnos (1934-1937) en València o películas proyectadas en los circuitos comerciales como Desnudismo (1933) y Elysia (1936), son una buena muestra del auge de la librecultura que la dictadura franquista persigue y empuja a la clandestinidad.

La quinta corriente, el naturismo libertario, motivo del presente estudio se expone a continuación.
Naturismo y anarquismo: el naturismo libertario

El estudio del naturismo libertario es más complejo que el del resto de corrientes, pues, se da tanto en el movimiento anarquista como en el propiamente naturista, por eso es necesario analizar las diferentes perspectivas de relación entre las dos corrientes de pensamiento y, a la vez, hablar de Reclus y de Tolstoi precursores, ambos, de lo que poco después se denomina naturismo libertario. Eliseo Reclus (1830-1905), geógrafo y teórico del anarquismo, es muy influyente en el movimiento ibérico por la rapidez con que son traducidas sus obras, tal como ocurre con su gran estudio de geografía social El Hombre y la Tierra (1905-1908), material didáctico en la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia. En el volumen VI de este estudio se encuentran elementos de los cuales se nutre el naturismo libertario, Reclus, vegetariano, defiende, como un gran acontecimiento revolucionario, recuperar el derecho de los antiguos griegos a ir desnudos a la luz del sol, pasando a ser la ropa una cuestión exclusivamente climatológica. Si fuese necesario recomendar una obra del sabio geógrafo, breve, bella y didáctica de la interrelación entre naturaleza y sociedad sería, sin duda, El arroyo (1864).

También es pronto conocido en la Península, el escritor, pedagogo y revolucionario ruso León Tolstoi (1828-1910), promotor de un anarquismo basado en el mensaje social de la palabra de Cristo una vez desprovisto de todo aspecto religioso. Tolstoi, vegetariano y esperantista como Reclus, escribe en su postrer libro Últimas palabras (1909) que vivamos según la ley de Cristo: amandonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos.

A pesar de que no lo parezca, el naturismo y el anarquismo ibérico tienen los mismos puntos básicos en común: la idea de un orden natural del cual nos aleja el artificialismo, razón de la necesidad de retornar desde el individuo. Sin embargo esto no es motivo para que no se den más interpretaciones, pues, también, por ejemplo, se puede considerar un retorno a la sociedad natural -naturaleza- la insurrección para la instauración del comunismo libertario. Otra visión que no pasa por el naturismo libertario, así como, tampoco, guarda una relación necesariamente directa con él son las prácticas de los primeros anarquistas de la segunda mitad del siglo XIX, motivadas, quizás, por querer dar ejemplo de austeridad y de higiene social al no comer carne o no beber vino ni jugarse el sueldo a las cartas.

El naturismo libertario en su momento de más gran esplendor -los años veinte y treinta como el resto del movimiento naturista- tiene diferentes perspectivas:

- el naturismo y el anarquismo, dos puertas que dan al mismo lugar.
- el naturismo y el anarquismo, dos sistemas filosóficos diferentes pero obligadamente complementarios.
- el individualismo libertario.
- los anarquistas no naturistas Un mismo ideal

Dos maestros racionalistas, la madrileña Antonia Maymón y el sabadellense Albano Rosell, junto al barcelonés Adrián del Valle, son los partidarios más representativos de los que consideran naturismo y anarquismo un mismo ideal con dos entradas.

Antonia Maymon (1881-1959), es una destacada militante que se orienta en cuatro ejes: anarquismo, naturismo, liberación de la mujer y pedagogía racionalista. En el terreno del naturismo Maymon participa en el Congreso de Bilbao (1925), preside el de Málaga (1927), además de colaborar durante diez años en la revista Helios, hasta 1931, y seis, hasta 1932, en la revista Naturismo (1920-1934), es decir, es muy conocida y valorada tanto en el movimiento naturista como en el anarquista, con la visión que ella misma refleja, entre otros, en «Anarquismo y naturismo« (1925):

«(...) para mi no es naturismo aquel que no se preocupa de la vida integral del individuo y como ésta solo puede desarrollarse dentro de una sociedad igualitaria, sin leyes ni gobiernos, sin explotadores ni explotados, deduzco de aquí la consecuencia de que las ideas naturismo y anarquismo van tan íntimamente unidas, que no pueden separarse sin que a cada una de ellas les falte algo para ser completa.» (p.12)

Y por si no ha quedado suficiente claro: «¿Que ley natural marca la explotación del hombre por el hombre?. ¿Puede ser naturista una colectividad donde exista esta anomalía?.Cualquier hombre libre al contestar a estas preguntas, habrá de unir los dos ideales tan íntimamente, que forzosamente se verán unidos, sin que puedan separarse uno de otro.» (p.12)

El pionero del anarquismo en Catalunya, Albano Rosell (1888-1964), es también un activo naturista que a pesar de sus dos exilios en Montevideo, la capital uruguaya, uno a consecuencia de la Semana Trágica (1909) y otro, el definitivo, a causa de la represión previa a la dictadura de Primo de Rivera, participa muy activamente en los primeros años de la revista Helios. Igualmente, va de delegado al no llegado a celebrar Congreso Naturista Ibérico de Lisboa y edita, posteriormente, El Naturista (1922-1923) donde expone sus opiniones durante los años de definición del movimiento naturista. Su obra Naturismo en Acción (1922), es una crítica a la visión exclusivamente terapéutica sin una base filosófico social la cual desarrolla en El Naturismo Integral y el Hombre Libre (1918):

«(...) el Naturismo no es solamente un problema de higiene, de mesa, de terapia; (...) no son más que aspectos que estudia y razona el Naturismo; pero, además de estos aspectos estudia sus complementos que hacen relación con el medio social y económico vigente, con las necesidades de raza, de clima, de ambiente; con los sentimientos y lo que el hombre ha creado como ciencias, artes, lazos autóctonos, tradiciones modificables, afectos sanguíneos, bondades humanas, (...).» (p.69)

Rosell ve el naturismo integral o libertario como la ciencia del vivir felices que supera dogmas e «ismos«, al ser producto del estudio de las leyes naturales. El naturismo integral abarca el aspecto físico-vital, el ético, el social, el artístico emotivo y el científico. La idea básica del aspecto social consiste no en resolver los efectos de la decadencia sino sus causas viendo como afrontar la resistencia del capital a la solución. Rosell, en su utopía naturista, En el país de Macrobia (1929), da un ejemplo de la importancia del aspecto artístico-emotivo, el sentido estético, el cual nos lleva a la identificación con las cosas y seres de la naturaleza.

Adrián del Valle (1872-?), periodista y escritor nace en Barcelona pero se instala definitivamente en la capital cubana después de la independencia de la isla, formando parte de la Sociedad Naturista «Pro-Vida». Su pluma, orientada por el anarquismo y el naturismo, escribe la novela Náufragos (1926) que aún sigue siendo la mejor descripción del naturismo libertario, a través de las vivencias del médico Octavio Alvar tanto ante las injusticias del mundo colonial como ante el retorno al orden natural que borra las clases sociales en la isla desierta que da título a la novela. En Naturismo (1931) expone su visión del naturismo a partir del aspecto sociológico y del filosófico:

«El objetivo del Naturismo sociológico es observar los obstáculos que ofrece la sociedad al desenvolvimiento natural del individuo y a la vez estudiar el modo de ir eliminándolos, hasta alcanzar un medio social que no esté en pugna con dicho desenvolvimiento.» (p.24)

«El Naturismo filosófico debe proponerse unicamente el conocimiento de la naturaleza que circunda al hombre, la que constituye su medio. Estudiar al ser humano, en su naturaleza propia (constitucional) y con sus relaciones con el medio social (agregados humanos) y el medio natural (terrestre y cósmico). Y de semejante estudio deducir las reglas físicas, morales, sociales y naturales, más convenientes a la vida normal y armónica de los hombres.» (p.27)

La Sociedad Naturista Cultural de Alcoi publica esta obra del escritor naturista, una muestra de que a pesar de vivir en la isla gran parte de su literatura se edita también en la península.
Diferentes pero complementarios

El Dr. Puente y el sindicalista montañés González Malo son dos ejemplos de considerar el anarquismo y el naturismo como dos sistemas filosóficos completos pero necesariamente complementarios.

Isaac Puente (1896-1936) nace en la población vizcaína de Las Carreras, se doctora en Medicina en 1918 y ejerce prácticamente toda su carrera en el municipio alavés de Maeztu. Puente es uno de los grandes difusores del naturismo libertario y el principal en dar a conocer la medicina naturista dentro del movimiento anarquista.

El médico libertario opina que anarquismo y naturismo son dos ideales diferentes que vistos como soluciones últimas crean dogmatismos -especialismos, dice él- en lugar de desarrollar nuestra libertad camino de la perfección humana. A pesar de todo, los considera compatibles y complementarios. Compatibles, por su idéntica finalidad de suprimir el dolor humano y su parentesco ideológico de encontrar la raíz del sufrimiento en el apartarse de la naturaleza.

Complementarios, al ocuparse de aspectos diferentes, el anarquismo libera el ser social y el naturismo libera el ser vivo. En «Generación Consciente« (1924), sigue esta exposición dando a ambos ideales una superioridad respecto al resto por:

- la disciplina a que someten los actos sociales y corporales.
- el entrenamiento consciente que esta produce en quien los realiza.
- La amplitud de miras que tienen a pesar de su especialismo.
- la exaltación del humanismo.

Jesús González Malo, sindicalista portuario, funda en 1930 un Grupo Naturista en el Ateneo Obrero de Santander afín a la C.N.T.. Un año antes había dado respuesta con el artículo «¿El Naturismo integral se basta a sí solo?«, a otro de Silvestre del Campo partidario de las de un mismo ideal. González Malo pone el ejemplo de los tres brazos del mismo cuerpo, es decir, el anarquía es la meta -el comunismo libertario-, el sindicalismo es el medio colectivo para alcanzar dicho objetivo y, el naturismo, es el medio de perfección individual indisoluble del avance hacia la sociedad comunista libertaria.
El individualismo libertario

Costa Iscar, individualista libertario, realiza en su ensayo Crítica y concepto libertario del Naturismo (1923), una crítica al vegetarianismo naturista al relativizar el valor de la alimentación y de la medicina naturista, haciéndose partidario de la sobriedad más que de cualquier exclusivismo, a la vez que también critica la poca profundidad o el marcado conservadurismo de sus planteamientos sociales. En ésta línea, el concepto de naturismo libertario es un ideal de transformación social aunque, como buen individualista, le prevé un futuro de pequeñas colectividades agrícolas de afines, pues ningún ideal puede alcanzar el servir para todo el mundo y para todo momento.

Mientras que Costa Iscar no es naturista, el colectivo de la revista Iniciales (1929-1937) con sede en la barriada barcelonesa de Sants y, a su vez, heredera de Ética (1927-1929), sí que lo es, pero siempre con la idea de que es un empezar, no una finalidad, tal como simboliza su título y expone su primera editorial.

Para acabar éste apartado es necesario referirse a la familia Montseny y la segunda época de su publicación La Revista Blanca (1923-1936). Los Montseny consideran el individualismo como la interpretación más refinada de la anarquía siempre, eso sí, que no quiera imponerse en ella. Federica Montseny (1905-1994) ilustra bien el paso de «naturista« a «naturalista«, máxime cuando el naturismo es uno de los ejes editoriales iniciales de su revista. En «El Naturismo« (1923), Federica escribe que éste necesita del anarquismo para tener un carácter transformador, mientras se decepciona por el auge, dentro del movimiento naturista, de posiciones más terapéuticas que sociales, lo cual la conduce a denominarse «naturalista« y a distanciarse, en la práctica, de los planteamientos naturistas, aunque no de ésta sensación en «Naturismo y naturalismo« (1927). Anarquistas no naturistas

En el seno del movimiento libertario, no todos los anarquistas tienen la misma opinión. Los hay como Fortunato Barthe, maestro que coincide en las escuelas racionalistas de Alacant con Antonia Maymón, que afirma en «Como veo yo el naturismo« (1927) que un anarquista, a pesar de no ser naturista, nunca puede estar en su contra. Otros, sin embargo, le ven como una dispersión de las fuerzas o un retardar el objetivo principal de la revolución social que, una vez alcanzada, traerá consigo todo el resto añadido. Y, otros, hasta llegan a ridiculizarlo diciendo que es un querer hacer la revolución con coliflores y alcachofas.

La respuesta de los naturistas libertarios también es clara como se puede ver en «Algo sobre Naturismo« de Silvestre del Campo o «Se ríen de nosotros« de Julio Enrique, ambos de 1927. Tanto uno como otro, ven en el naturismo libertario un enriquecimiento del anarquismo y no ven en el hecho de que el capitalismo no permite serlo al cien por cien una justificación para dejar de intentar acercarnos a la naturaleza. Silvestre del Campo, añade que dado que ningún capitalista pide al obrero, para darle trabajo, la condición de alcohólico o de fumar tabaco, si uno no es capaz de afrontar sus propias debilidades o vicios difícilmente puede buscar la emancipación social.
Vegetarianismo y desnudismo

A diferencia del resto de corrientes, el naturismo libertario une ambos caminos. Del vegetarianismo no es necesario añadir nada a lo dicho en otros apartados, pero del desnudismo sí.

El naturismo libertario no comparte la idea de la librecultura de que el estado natural de la humanidad es la desnudez. El escritor Laura Brunet en la muy conocida Desnudismo Integral. Una nueva visión de la vida (1931), manifiesta la postura libertaria en tres aspectos: constata la existencia regulada de cuando ir vestido y cuando no en todas las sociedades, sitúa el problema en la transformación de una cuestión de abrigo en un tema de orden moral -el vestidismo- y muestra la simpatía hacia la librecultura por su carácter progresista.

Esta perspectiva está reflejada también en la encuesta de la revista Iniciales con colaboraciones desde septiembre de 1929 hasta abril de 1931. La encuesta recoge la crítica del vestidismo y su simbología clasista, defiende las ventajas higiénicas de la desnudez, su estética, su belleza como ejemplo de salud y combate guiada por la evolución contra el menosprecio del cuerpo por parte de la moral cristiana. Colaboran, entre otros, Puente, Maymón, Martínez Novella, Augusto Moisés Alcrudo y Pierre Vachet. Como no podía ser de otra manera en una publicación individualista no deja de señalar que, mientras que tomar el sol es saludable, el hecho de estar moreno no te hace ni mejor ni peor, por esto, en primer lugar es preciso despertar el espíritu de libertad del individuo el cual ya encontrará su propio camino para desarrollarlo.
La pedagogía naturista libertaria

La pedagogía libertaria también recibe aportaciones de Rosell y de Maymón, ambos pedagogos y maestros como ya se ha dicho. Rosell no cree, debido a la degeneración de la especie, que se venga a éste mundo como una página en blanco donde el resultado final es debido a lo que en ella se escriba. Él propone, en cambio, una reeducación de la infancia para devolverlos a la armonía con la naturaleza. En esta forma no es necesaria ninguna acumulación de materias o instrucción precisándose, en cambio, un sistema educativo mixto diferente donde el maestro es una especie de hermano mayor -iniciador- en una escuela al aire libre, sin vacunas y con una alimentación vegetariana, donde lejos de castigos y de premios, se potencia el darse cuenta de la trascendencia, en relación a los demás, de las propias acciones y su incidencia en la mencionada armonía. El pedagogo sabadellense, utiliza narraciones de otras experiencias educativas suyas -Albores (1932), la más conocida- como medio de fomento y percepción de dicha trascendencia. Su pensamiento queda expuesto en Naturismo y Educación de la Infancia (1918):

«Nuestra finalidad es dejar obrar a la Naturaleza, amortiguar en la infancia todo lo que de ilógico, y pernicioso aparezca, todo lo absurdo y violento que se presente, (...).» (p.6)

En 1912 se constituye en Vitoria-Gasteiz la primera tropa de la Asociación Nacional de los Exploradores de España (boy scouts españoles). Promotores de ésta asociación paramilitar son el capitán de Caballería, Teodoro Iridier, y el periodista y escritor barcelonés Artur Cuyàs afincado en Madrid y director de la revista El Hogar Español, el cual, tres años después, es nombrado su comisario general. Rosell consciente de la incidencia de la educación en el pacifismo o belicismo de los pueblos, señala y denuncia la presencia de los valores y la organización militar en el asociacionismo de Exploradores detrás de una fachada de camaradería y contacto con la naturaleza.

Maymón, cree que la educación es cosa de las mujeres y tiene de estar dentro del naturismo pues la salud física lleva al desarrollo de la inteligencia y la educación de los sentimientos. Esto representa una autoeducación de las mujeres adultas en el naturismo por su propia salud y el ejemplo que tienen de dar a los hijos, mientras que a las niñas les es necesaria una asignatura específica, maternología, capaz de desarrollar el amor de madre. Maymón escribe gran cantidad de artículos tanto en la prensa anarquista como en la naturista aunque su pensamiento educativo de escuela única para niños y niñas sin distinción de clases sociales se recoge en Esbozo Racionalista (1932).

Entre el naturismo libertario también es reconocida la obra del maestro de Azuaga (Badajoz), Daniel L. Coello, titulada El Naturismo y la educación (1924), mucho más cercana a los postulados vegetariano naturistas en cuestiones como que la finalidad propia de la mujer es la maternidad.
La ciudad-campo

El ingeniero y maestro racionalista murciano Alfonso Martínez Rizo (1877-1951), se considera a si mismo un naturista diletante por ello además de sus series de artículos, entre 1933 y 1934, en la revista Helios sobre la contaminación urbana y la contaminación agrícola, en la misma publicación, durante 1925, describe la vivienda base de la ciudad-campo que, después, desarrolla en La urbanística del porvenir (1932) desde una perspectiva colectiva. En ella incluye, también, una crítica a la ciudad inorgánica del crecimiento desorganizado del capitalismo, una ciudad -antieconómica por los gastos y la perdida de tiempo originados por las distancias, -antihigiénica por las condiciones de vida en aglomeración de las clases populares y, -antisocial por facilitar la neurastenia y el arribismo.

La estructura de la ciudad-campo, supera la división de los dos medios al formar un tejido integrado en la naturaleza. La distancia entre casa y casa es de cien metros de campo. Debido a la extensión, Martínez Rizo, planifica unas grandes avenidas bordeadas de árboles y con dos vías peatonales, formando una red octogonal que al entrecruzarse crean cruces y aspas para facilitar la forma triangular de las casas. A lo largo de las avenidas una línea de fachadas de edificios dedicados al comercio y no aptos para vivienda, mientras que el resto de servicios como escuelas o mercados de abastos están en núcleos, separados por un kilómetro de campo, en las plazas circulares resultantes de la confluencia de dos calles en cruz y dos en aspa. El tejido se completa con tres zonas: la industrial, la de estudios y la de ocio, exclusivamente dedicadas a estas finalidades. Los únicos límites de la ciudad-campo son los naturales.

La urbanística del porvenir significa adaptar la idea de ciudad-campo a una situación urbanística ya existente; por esto, Martínez Rizo, suponiendo la previa desaparición de la especulación inmobiliaria propone las siguientes medidas:

- demolición del ochenta por ciento de las viviendas de ciudades como Madrid y Barcelona.
- núcleos de población de cien mil habitantes.
- creación de un comité de regularización de la migración.
- reconversión de las casas adecuándolas a la nueva red.
La maternidad consciente

La teoría de Malthus del desigual crecimiento de la población en relación a los recursos para alimentarla, origina una nueva corriente, el neomalthusianismo, partidaria de difundir los métodos anticonceptivos.

El neomalthusianismo tiene eco en el movimiento libertario, pues permite la maternidad consciente -querida-, la cual, junto con la independencia económica de la mujer, representa los dos puntales de su liberación.

Isaac Puente es un gran difusor de los métodos anticonceptivos que, exceptuando la química, son los mismos de hoy en día. Aunque no todos en el mundo naturista opinan por igual, sí tomamos con referencia al colectivo de Iniciales y a Federico Urales, padre de Federica Montseny. Iniciales es partidaria del control de natalidad y distribuye el pesario «Fermita», pero esto no significa que no lo vea como algo antinatural, aunque menos natural es la miseria de las familias numerosas pobres, como dice Dróvar en «Quicio« (1934). Por otro lado, Urales no ve la necesidad del neomalthusianismo pues para él la naturaleza ya se regula sola y lo que le conviene al anarquista es librarse él y su descendencia de la explotación del capital, tal como expone en «Responsabilidad, personalidad, descendencia« (1925). El trofólogo Nicolás Capo tampoco es partidario de la anticoncepción, de hecho no le es necesaria pues la exclusiva función del copular -según él- es la reproducción. En «¿Somos los Naturistas Neomalthusianos o Tolstoianos?» (1934), trata de «anarquistas» a los adictos a los deberes matrimoniales. Capo, hace apología de la convivencia muy casta con una sola mujer, añadiendo que no se puede llamar hombre el que no aguanta un año sin relaciones. Ángel Benza en nombre de Pentalfa (1926-1937), la revista de Capo, dice en «El problema sexual y el Naturismo» (1935):

«El Naturismo aprueba, pues, que los que sepan transformar el exceso de la energía orgánica en energía superior, mental o espiritual, aprueba, digo, o se considera natural que no sientan necesidad del acto sexual, y que, en consecuencia, se abstengan de él.» (p.4)

Desde que Galton funda la eugenesia en 1860, va enraizando la idea de que la selección natural tiene de ser sustituida por la social para garantizar la continuidad de la especie. La eugenesia se divide en positiva o potenciación de la reproducción de los más aptos y en eugenesia negativa o restricción de la procreación de los no aptos, también llamados degenerados. En la práctica y desde los estamentos estatales conduce a leyes de esterilización, por esto, desde el mundo libertario, primeramente neomalthusiano, se encuentran interesantes los conocimientos eugenésicos pero se está contra la esterilización y se reivindica el derecho a la salud que garantice una descendencia sana dentro de una sociedad sana.

Antonia Maymón lo plantea así en «Naturismo»(1925):

«Es, pues, evidente, que juntándose la ignorancia progenitora con la injusticia social, resultan de esta unión generaciones cada vez más degeneradas, y de aquí también se colige que no es bastante transformar la actual organización social por otra más justa y racional que la presente, ya que mientras el hombre sea esclavo de la alimentación antinatural y de muchos de los vicios que hoy se tienen, por distracción, placer o recreo, no será apto para perpetuar la especie en las condiciones que reclama la naturaleza, a fin de que resulten más sanos, no solamente física, sino intelectual y moralmente.» (pp.21-22)

Desde las páginas de Generación Consciente/Estudios, revista libertaria emblemática, Puente, difunde extensamente el nomalthusianismo, la eugenesia y la medicina naturista en artículos como «Neomalthusianismo» (1930), «Eugenesia preventiva« (1925) o «Eugenia y Naturismo» (1928), popularizando, a su vez, el seudónimo «Un Médico Rural»
Las enfermedades sociales

Dentro del amplio abanico de médicos simpatizantes o militantes anarquistas, hay un sector interesado por la medicina naturista, de los cuales, José María Martínez Novella e Isaac Puente son los más destacados.

Martínez Novella nace en Alpuente (València) en 1896, se gradua como doctor naturópata en la escuela neoyorquina del Dr. Benedict Lust, para colaborar primero en el sanatorio de éste, hasta que abre uno propio en Cranburg, Nueva Jersey. Su actividad alcanza más allá del naturismo, es un difusor de la ciencia que escribe tanto en Helios y Naturismo como en Iniciales y Estudios.

Desde el naturismo y la medicina naturista, Isaac Puente, elabora dos conceptos antitéticos: el medicalismo y el sanitarismo. Puente cuestiona además la carrera y el papel del médico, se opone a la policía sanitaria y critica los absolutismos de algunos naturistas. Puente caracteriza el medicalismo como la fobia antimicrobiana necesitada de vacunas, lo cual le evita plantearse combatir el consumo de tabaco y de alcohol, la miseria y la ignorancia, transformando, de ésta forma, al medico en el único camino hacia la salud. En cambio, el sanitarismo supera las limitaciones de lo anterior, pues exalta la salud desarrollando las defensas del organismo, sin intentar adaptarlo a un medio social patógeno al que debemos derrocar y, a su vez, aumenta la cultura sanitaria en lugar del desarrollo de la complicación terapéutica.

El médico libertario cuestiona la carrera de medicina por su dogmatismo al ignorar la naturista pero, también, por su mercantilismo al dar a los conocimientos la característica de propiedad privada regulada por un código deontológico, sin hablar de la función social de la medicina.

Cuando, especialmente, los gobiernos republicanos promulgan leyes de policía sanitaria: declaración obligada de enfermedades infectocontagiosas o certificados prematrimoniales, Puente lo ve como un ataque a la libertad individual y a la integridad del organismo mediante las vacunas.

Los elementos de crítica de Isaac Puente a la medicina alopática también los hace extensivos a la naturista, es decir, los médicos naturistas no están libres de los vicios y defectos de los alópatas al tener que subsistir de sus conocimientos, aún que, a diferencia de aquellos, el autocontrol de la salud realiza la función de contrapeso. El médico libertario cuestiona, por ejemplo, dogmas como el del pan blanco, que es al que considera más una estafa -le quitan lo mejor de trigo- que un veneno. Igualmente relativiza el tópico de la eficacia de la vida natural, ya que en las grandes urbes no se puede ir más allá de una alimentación rigurosa y de tomar el sol los domingos que luce. Puente no le quiere restar importancia al naturismo, sino darle dimensión social en aspectos como el contemporizar con el uso de los medicamentos de la misma manera con que tenemos de contemporizar con un medio hostil.

Se pueden encontrar todas estas ideas en artículos como «Una falsa ruta de la medicina« (1931), «La libertad individual ante la Medicina«»(1933), «La nueva Universidad. La medicina que se expende en las Facultades» (1926) o «Sanitarismo. Supervaloración de la salud» (1931). También en sus obras Embriología (1924), Los microbios y la infección (1931) o La Fiebre: sus causas, su tratamiento (1934), o La higiene, la salud y los microbios (1935).

Otros médicos libertarios, sin considerarse naturistas, apoyan las iniciativas de Puente en el sindicalismo sanitario, son el zaragozano Augusto Moisés Alcrudo, fusilado en 1936, y el sevillano Pedro Vallina (1879-1970), firmantes los tres de una ponencia al Congreso de Sindicatos Únicos de Sanidad en 1931.

Tanto Roberto Remartínez (1895-1977) como Eusebio Navas (1881-1966), médicos naturistas los dos, sin considerarse anarquistas, son, el primero, un colaborador continuado de Generación Consciente/Estudios y, el segundo, con menor frecuencia, es tenido por igual como un viejo amigo desde el ámbito libertario.
EPÍLOGO: Ecologistas, veganos y anarcoprimitivistas

Independientemente del interés de todo lo expuesto referente al naturismo libertario, éste desapareció como corriente en 1939. La dictadura franquista ya se preocupa lo suficiente de que sea así. Por ejemplo, la sociedad naturista de la población alicantina de Alcoi no puede legalizarse hasta los años setenta, casi veinte años más tarde que el resto, debido al recuerdo de la tradición libertaria de la Sociedad Naturista Cultural, ejemplo de asociación naturista harto reconocido en su momento.

A finales de los setenta se da alguna reanimación: aumenta la presencia libertaria dentro de las asociaciones naturistas y se publican boletines de algún colectivo vinculado a C.N.T. o a C.G.T., como el del Colectivo Naturismo y Ecología del Ateneo Libertario Carabanchel (Madrid) próximo a ésta última. De hecho son intentos basados en el pasado, mientras las jóvenes generaciones que despiertan socialmente en los años setenta u ochenta andan por otros caminos considerados parciales por la C.N.T. debido, según ella, a que el ecologismo o el feminismo no tienen una alternativa global. El espíritu que en una época se manifiesta como naturismo libertario, está presente -no digo continua-, por ejemplo, en marzo de 1989, en la VI Asamblea de la Coordinadora Asamblearia del Movimiento Ecologista (CAME) cuando se adhiere a los doce puntos del Manifiesto de Daimiel. El quinto, extraído de un estudio del autor (1989), es lo suficiente elocuente:

«Rechazamos, por tanto, el modelo de producción capitalista, y consideramos insatisfactorio todo socialismo burocrático y, en general, cualquier fórmula socio-económica basada en el productivismo y en la acumulación de poder.» (pp.13-14)

Está presente, también, en toda la red vegana que desde la liberación animal aporta un vegetalismo de cariz social, muy relacionado con sectores del movimiento okupa: comedores, fanzines, música,...

Y, claro, no deja de estarlo, pero de otra manera, en la actual corriente anarcoprimitivista, la del Futuro Primitivo (1994) de John Zerzan que, desde los últimos estudios de antropología y arqueología, revitaliza la idea de la civilización como una degeneración portadora de estados y jerarquías.

Pero todo esto, realmente, ya es otro tema.
Bibliografía

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ó [1]

Ego y Rebeldía I: Zo d'Axa

encontrado en http://pedroarturoaguirre.typepad.com/palacioarpinati/2008/05/ego-y-rebelca-i.html

Vivre pour l'heure présente, hors le mirage des sociétés futures ; vivre et palper cette existence dans le plaisir hautain de la bataille sociale. C'est plus qu'un état d'esprit : c'est une manière d'être - et tout de suite. » (L'En dehors, 1892)

El deslumbrante París de finales del siglo XIX era también la capital del anarquismo mundial. Bombas hechas estallar por anarquistas habían conmocionado a la capital francesa durante los primeros años de la década. La ciudad era casa de los principales pensadores anarquistas, muchos de los cuales eran partidarios de la sustitución del Estado por un comunitarismo solidario que representara una forma de organización voluntaria. Entre los principales exponentes de este anarquismo comunitario se encontraban Grave, Michel, Faure, Pouget y Zisly. Todos ellos poseían la visión de una utopía que los hacía soñar con un futuro sin Estado, si represión, sin clases sociales y sin guerras, pero de alguna manera organizado de manera voluntaria para enfrentar los riesgos de la vida. A esta rama del anarquismo también se le ha bautizado como anarco-comunista. Pero hubo otros anarquistas célebres que habitaban en el Paris finisecular que exaltaron las virtudes del individualismo absoluto. Uno de los más destacados fue Zo d’Axa, para quien la esencia de la naturaleza anarquista residía en su indomable rebeldía y su inconformidad con toda forma de organización y convencionalismos, incluidos aquellos que podrían emanar de un eventual “movimiento anarquista”. “Somos individuos que hemos rebasado todas las doctrinas salvadoras. La sociedad nos disgusta, no engendramos convicciones y peleamos solo por el gusto de pelar, no por utopías o sueños de un futuro mejor”, así definió D’Axa el quid del verdadero pensamiento anarquista. Vivir el presente y abandonar diseños de futuros por luminosos que fuesen. No vivir para procurar fines inalcanzables, no hacerse ilusiones de futuro, sólo el presente cuenta.

Zo d’Axa, nació como Alphonse Gallaud de la Pérouse en 1864, en el seno de una de las más prestigiosas familias de Francia dentro de la que se contaban a navegantes, altos funcionarios y artistas. Deseoso de aventuras, dejó la escuela que le aburría y se alistó en el ejército colonial francés del cual pronto desertó, en compañía de la esposa de su comandante. Vivió en Bruselas donde comenzó su carrera de escritor pero pronto se mudo a Italia, donde fungió como crítico de arte. En 1889 fue amnistiado por su deserción y dos años más tarde comenzó a publicar su primer periódico satírico anarquista “L’Endehors.” El cual se convirtió en centro focal para los anarquistas del fin de siecle. Los escritos de Zoe eran virulentas sátiras con las que se mofaba del orden establecido, mismas que le ganaron a él y al resto de editores “L’Endehors,” varios arrestos. La represión antianarquista en Francia se volvió intolerable, sobre todo después dekl asesinato, en Lyon, del presidente Sadi Carnot, el cual provocó el célebre “Juicio de los Treinta” al cual debieron comparecer las principales figuras del anarquismo presentes en Francia. Por su parte, tras un largo arresto en la prisión de Mazas, Zoe abandonó el país para viajar por Holanda, Alemania, Italia (donde fue arrestado), Turquía y Palestina, donde fue nuevamente hecho prisionero y deportado a Francia donde pasaría 18 mese en la cárcel.

Una vez libre, en 1894, escribió una relación de sus aventuras, “De Mazas a Jerusalem” que recibió muy buena crítica. Durante el affair Dreyfus apoyo la causa del injustamente condenado, aunque eso no lo privó de comentar: “Dreyfuss es, de todas maneras culpable. Si no fue traidor, sí era capitán del ejército, lo cual es mucho peor” Empezó entonces una nueva aventura editorial, “La Feuille,” que ganó notoriedad cuando postuló a un asno para ser electo a la Asamblea Nacional. En 1900, completamente hastiado de la podrida política de la III República, inició un largo viaje por todo el mundo que duró muchos años. Por último regresó a Marsella donde se suicido en 1930.

Para D’Axa el anarquista es un individuo sin ninguna fe salvadora tras de sí. La sociedad le disgusta. No se hace ilusión alguna con el futuro. No tiene sentido vivir para un paraíso cuyo advenimiento será eternamente aplazado. El verdadero anarquista es escéptico por naturaleza, por eso no milita en organización o grupo de ninguna clase y desde el momento en que empieza a hacerlo pierde su sentido como hombre libertario y se convierte en un seguidor más. Es antes que nada, un individualista que se concentra solamente en la batalla inmediata de una guerra que nunca termina y jamás se presenta en los mismos términos, porque los enemigos puestos enfrente siempre varían.

Sostenía una posición muy original en el movimiento anarquista, una visión con preocupaciones existenciales complejas. El sentido de su rebeldía ante el mundo lo impelía a buscar el asombro y la dedicación a vivir y gozar de nuevas experiencias, algo que al anarquista no lo debe abandonar jamás, porque lo contario es caer en las garras del conformismo. Outsider nato, el uso de la ironía y asumir la postura de cínico observador desconcertaron a sus contemporáneos del movimiento anarquista, los comunitarios, que sí se comprometían con causas sociales. D’Axa criticaba a los obreros tanto como a los capitalistas, se divertía por igual con los pro Dreyfus como con los antidreyfus. Tenía mucho más apego al cinismo irónico con ello que veía al mundo que con los puntos de vista moralistas que exponían quienes se indignaban por las injusticias sociales. Evidentemente, sus arcanos puntos de vista desconcertaban a los planos e idealistas anarco comunitaristas. De él dijo Adolph Retté “Es un hombre raro, contento simplemente con ser él, sin partido, etiqueta o inclinación política alguna”. También le rechazaban su manifiesto elitismo, asentado en los rangos familiares o sociales, sino en los intelectuales y en su desprecio por las convenciones pequeño burguesas. Los anarco-comunitarios deploraban que el ardor revolucionario característico, según ello, del buen anarquista estaba siendo despojado por los conceptos individualistas e irracionales de D’Axa, por su inclinación a una revolución no social sino una personal que condujera al desarrollo de individuos libres y superiores.

“Hay que ir mucho más allá de las reglas y de las teorías, incluso de aquellas que postulan los anarquistas, porque todos los objetivos políticos son irrelevantes comparados con los gozos y experiencias del individuo que de verdad es libre. La rebelión se expresa no con la violencia o subversión social sino con la intensidad en que somos capaces de vivir plenamente la vida, esa es la única genuina rebeldía libertadora”. Consecuente con su forma de pensar, D’Axa viajó la mayor parte de su vida por los cinco continentes, para reforzar su rebeldía contra la disciplina y las banales aspiraciones burguesas evoto hasta el final de sus días (a los que él puso fin voluntariamente) al escepticismo y la ironía.

Acción Directa

x Voltairine De Cleyre

Voltairine De Cleyre (1866-1912) fué una anarquista y feminista estadounidense y una teórica activa durante la época de la revuelta de Haymarket . Ella es la persona que, en respuesta de la oferta del Senador Joseph R. Hawley de dar mil dólares a quien le pusiera a tiro a un anarquista, dijo:

"Usted puede, con sólo pagar el pasaje en carroza hasta mi casa, dispararme sin que le cueste nada. Pero si el pago de los 1000 dólares es una parte necesaria de su propuesta, entonces cuando yo le haya dado el balazo a usted, le daré el dinero a la propagandización de la idea de una sociedad libre en la cual no hayan ni asesinos ni presidentes, ni pordioseros ni senadores."

"Acción Directa" por Voltairine De Cleyre

Desde la perspectiva de alguien que piense por sí mismo y sea capaz de discernir una ruta sin desvíos a seguir para el progreso de la humanidad, para que haya cualquier tipo de progreso, quien, teniendo una ruta tal trazada en la mente, haya buscado cómo enseñarsela a los demás, hacerles verla como la ve él mismo; quien haciendo eso al mismo tiempo ha elegido lo que le parecieran expresiones simples y claras para transmitir sus ideas a los otros, - para esa persona aparece como gran fuente de tristeza y confusión del espíritu el que la expresión "Acción Directa" de pronto haya adquirido en las mentes del público un significado estrecho, en absoluto implicado en las palabras mismas, y ciertamente nunca adscrito por él mismo, ni por sus camaradas de ideas.

Sin embargo, esta es una de las bromas más comunes que el Progreso le hace a aquellos que piensan por sí mismos para ponerles límite y medida. Una y otra vez, nombres, frases, consignas y eslóganes, han sido puestos al revés, patas para arriba y patas para abajo, por ocurrencias fuera del control de aquellos que usaban las expresiones en su sentido original; y todavía, aquellos que tercamente se han mantenido en sus posiciones, y han insistido en ser oídos, al final han encontrado que el período de la incomprensión y el prejuicio no ha sido sino el preludio para una más amplia investigación y comprensión.

Me parece que este es el caso con la presente confusión en torno al término Acción Directa, el cual a través del malentendido o la deliberada deformación de ciertos periodistas de Los Angeles en el momento en que los McNamaras se declararon culpables, de pronto adquirió en la mente del público el sentido de "Ataques por la Fuerza contra la Vida y la Propiedad." Esto era o muy ignorante o muy deshonesto por parte de los periodistas; pero ha tenido el efecto de despertar la curiosidad de mucha gente por conocer todo lo que tiene que ver con la acción directa.

De hecho, aquellos que con tanto fervor y desatino la condenan, encontrarán viéndolo más de cerca que ellos mismos en muchas ocasiones han practicado la acción directa, y continuarán haciéndolo.

Cada persona que alguna vez haya pensado que tenía el derecho de expresarse, y valientemente hubiese procedido a hacerlo, solitariamente o junto con otros que compartiesen sus convicciones, ha sido practicante de la Acción Directa. Hace unos treinta y tantos años, recuerdo que el Ejército de Salvación practicaba vigorosamente la acción directa para mantener la libertad de sus miembros de expresarse, reunirse y rezar. Una y otra vez fueron arrestados, multados y puestos en prisión; pero continuaron cantando, orando y marchando hasta que finalmente obligaron a sus perseguidores a dejarlos en paz. Los Trabajadores Industriales llevan hoy la misma lucha, y en una serie de casos, han obligado a los funcionarios a dejarlos en paz por medio de esas mismas tácticas directas.

Cada persona que alguna vez haya planeado hacer alguna cosa, y fue y la hizo, o que haya presentado un plan a los demás y ganado su cooperación para hacerla con ellos, sin tener que dirigirse a autoridades exteriores a pedirles que por favor la hicieran por ellos, ha sido practicante de la acción directa. Todos los experimentos cooperativos son esencialmente, acción directa.

Toda persona que alguna vez en su vida haya tenido que resolver una diferencia con otra persona, y se haya dirigido directamente a la otra u otras personas involucradas para resolverla, ya sea de manera pacífica u otra, era un practicante de la acción directa. Ejemplos de acciones de ese tipo lo son las huelgas y los boicots; muchas personas se recordarán la acción de las amas de casa de Nueva York que boicotearon a los carniceros, y lograron que se bajase el precio de la carne; en el presente parece divisarse un boicot de la mantequilla, como respuesta directa a los que ponen los precios de ese producto.

Estas acciones por lo general no se deben a que alguien se ponga a pensar demasiado acerca de los méritos de lo directo o de lo indirecto de la acción, sino que son recursos espontáneos de aquellos que se sienten oprimidos por una situación. En otras palabras, todo el mundo es, la mayor parte de las veces, creyente en el principio de la acción directa, y lo practica. Sin embargo, la mayoría de la gente también practica la acción indirecta o política [hoy en día, legal o reformista, N. del T.]. Y son ambas cosas al mismo tiempo, sin hacer un análisis profundo de la una o de la otra. Sólo hay un número limitado de gente que evitan la acción política en todas las circunstancias; pero no hay nadie, nadie en absoluto, que haya sido tan "imposible" como para evitar todo tipo de acción directa.

La mayoría de la gente pensante son en realidad oportunistas, ora inclinándose tal vez más hacia la acción directa, ora a lo indirecto como cosa general, pero en realidad usan ambos medios cuando la oportunidad así lo amerita. Eso quiere decir que estan aquellos que sostienen que el llevar al poder a los gobernantes a través de los votos es una cosa esencialmente estúpida y errónea, pero que sin embargo bajo la presión de circunstancias especiales estarían dispuestos a considerar que lo más sabio es el votar por tal o cual individuo para determinado puesto en esa ocasión particular. O también están aquellos que creen que en general, la forma más sabia para que la gente consiga lo que quiere es por el método indirecto de votar por alguien que legalice lo que quieren; pero que sin embargo, ocasionalmente y bajo condiciones excepcionales aconsejan una huelga; y una huelga, como ya lo he dicho, es acción directa. O pueden hacer como los agitadores del Partido Socialista (que hoy en día, en su mayoría se proclaman contrarios a la acción directa) hicieron el verano pasado, cuando la policía estaba interrumpiendo sus actos. Fueron a los lugares de los actos como fuerza, preparados para hacer sus discursos sí o sí, y lograron hacer retroceder a la policía. Y mientras eso no era algo lógico de su parte, el oponerse de esa manera a los ejecutores legales de la voluntad de la mayoría, era una perfecta y exitosa muestra de la acción directa.

Aquellos que, por la esencia de sus convicciones, estan comprometidos con la Acción Directa sólo son -- quiénes? Pues, los no-resistentes; precisamente aquellos que no creen para nada en la violencia! Ahora, por favor no cometan el error de inferir de ello que yo digo que acción directa quiere decir no-resistencia; nada de eso. La acción directa puede ser el extremo de la violencia, o puede ser tan pacífica como las aguas mansas del arroyuelo de Shiloa. Lo que quiero decir es que los no-resistentes sólo pueden creer en la acción directa y nunca en la acción política. Porque la base de toda acción política es la coherción; aún cuando el Estado hace cosas buenas, en última instancia depende del garrote, la pistola o la prisión para que su poder las ponga en práctica.

Hoy en día, cada niño en edad escolar en los Estados Unidos ha tenido noticia de la acción directa de ciertos no-resistentes a través de las clases de historia. El caso que inmediatamente todo el mundo recuerda es el de los primeros Cuáqueros que llegaron a Massachussets. Los Puritanos habían acusado a los Cuáqueros de "perturbar al mundo con su prédica por la paz." Ellos (los Cuáqueros) se negaron a pagar los impuestos de la iglesia, se negaron a portar armas, y se negaron a jurar lealtad a cualquier tipo de gobierno (Y al hacerlo se convertían en activistas directos, o lo que podríamos llamar activistas directos negativos). De modo que los Puritanos, siendo practicantes de la acción política, aprobaron leyes para excluirlos, deportarlos, multarlos, encarcelarlos, mutilarlos y finalmente, mandarlos a la horca. Y los Cuáqueros volvían una y otra vez (lo que era una acción directa de tipo positivo); y la historia registra que luego del ahorcamiento de cuatro Cuáqueros, y de que el cuerpo de Margaret Brewster hubiese sido arrastrado por un carro por las calles de Boston, "los Puritanos renunciaron a seguir intentando silenciar a los nuevos misioneros"; que "la persistencia de los Cuáqueros y su no-resistencia habían ganado la batalla."

Otro ejemplo de acción directa en la temprana historia colonial, pero esta vez para nada del tipo pacífico, fue el incidente conocido como la Rebelión de Bacon. Todos nuestros historiadores defienden, por cierto, la acción de los rebeldes en ese incidente, porque éstos tenían razón. Y sin embargo, se trató de un caso de acción directa violenta contra una autoridad legalmente constituída. Para aquellos que hayan olvidado los detalles, déjenme recordarles brevemente que los agricultores de Virginia temían, con razón, una ofensiva general de los indios. Siendo activistas políticos pidieron, o Bacon como su dirigente pidió, que el gobernador les aprobase una comisión para reclutar voluntarios para su propia defensa. El gobernador temía, también con razón, que una compañía así de hombres armados se convirtiese en una amenaza para él. El gobernador rechazó la petición. Como consecuencia, los agricultores recurrieron a la acción directa. Reclutaron voluntarios sin la comisión, y lograron repeler a los indios. Bacon fue declarado traidor por el gobernador, pero dado que la gente lo apoyaba, el gobernador tenía miedo de proceder contra él. Al final, sin embargo, las cosas llegaron al punto tal de que los rebeldes incendiaron Jamestown; y de no haber sido por la muerte de Bacon, mucho más se habría podido lograr. Por supuesto, la reacción fue muy cruenta, tal y como suele suceder cada vez que una rebelión colapsa o es aplastada. Sin embargo, aún durante el breve período de éxito, logró corregir muchos abusos. Estoy seguro que los que abogaban por la acción política a toda costa en aquellos tiempos, después de que la reacción regresó al poder deben de haber dicho: "Vean lo que los males de la acción directa no han traído! Qué desgracia, el progreso de la colonia ha retrocedido veinticinco años;" olvidando que si los colonos no hubiesen recurrido a la acción directa, sus cabelleras habrían sido arrancadas por los indios un año antes, en vez de que un cierto número de ellos hubiesen sido ahorcados por el gobernador un año después.

En el período de agitación y excitación que precedió a la revolución , hubo todo tipo de acciones directas, desde las más pacíficas a las más violentas; y creo que casi todos los que hayan estudiado la historia de los Estados Unidos encuentra en el recuento de esas actividades la parte más interesante de la historia, la parte que más facilmente se graba en la memoria.

Entre las acciones pacíficas que tuvieron lugar, estaban los acuerdos de no-importación, las ligas para usar telas hiladas en el país y los "comités de correspondencia." A medida que el crecimiento inevitable de las hostilidades se fue desarrollando, se desarrolló la acción directa violenta; por ejemplo, en la destrucción de los sellos de impuestos, o la acción referente a los barcos de té, ya sea el no permitir el desembarque del té, o su almacenamiento en lugares inundados, o el arrojarlos al agua en el puerto, como en Boston, o el obligar al dueño del barco carguero a incendiar su propia nave, como se hizo en Annapolis. Todas esas son acciones registradas en nuestros libros de texto más comunes, ciertamente no de manera condenatoria, sin siquiera una disculpa, aunque todas ellas sean casos de acción directa contra la autoridad legalmente constituída y los derechos de propiedad. Si llamo la atención sobre ellas y otras de naturaleza similar, es para probar a los repetidores irreflexivos de palabras que la acción directa siempre ha sido usada, y goza de la sanción histórica de la misma gente que hoy en día la reprueba.

Se dice que George Washington había sido el dirigente de la liga de no-importación de los agricultores de Virginia; hoy en día él probablemente habría sido "llamado al orden" por una corte por haber formado una liga así; y en caso de haber persistido en el intento, habría sido multado por desacato.

Cuando el gran conflicto entre el Norte y el Sur iba pasando de rojo a morado, una vez más fue la acción directa la que precedió y precipitó a la acción política. Y hasta podría afirmar que la acción política nunca tiene lugar, y no es ni siquiera contemplada hasta que las mentes adormecidas primero no hayan sido despertadas por actos directos de protesta contra las condiciones existentes.

La historia del movimiento contra la esclavitud y la Guerra Civil es una de las más grandes paradojas, aunque históricamente sea una cadena de paradojas. Políticamente hablando , fueron los estados esclavistas los que representaban una mayor libertad política, por la autonomía del estado individual contra la interferencia de los Estados Unidos; políticamente hablando, eran los Estados no-esclavistas los que representaban un gobierno fuerte y centralizado el cual, los secesionistas decían y con razón, estaba destinado a evolucionar progresivamente hacia formas más y más tiránicas. Que fue lo que ocurrió. Desde el fin de la primera Guerra Civil, ha habido un continuo traspasar del poder federal de las fronteras de lo que originariamente eran las atribuciones de los Estados individuales. Los esclavos-asalariados, en sus luchas de hoy, son continuamente lanzados al conflicto con ese poder centralizado contra contra el cual protestaba el esclavista (con la libertad en los labios y la tiranía en el corazón). Éticamente hablando, eran los estados no-esclavistas los que de modo general representaban una mayor libertad humana, mientras que los secesionistas representaban la esclavitud racista. Esto sólo de un modo general; o sea, que la mayoría de los norteños, no estando acostumbrados a estar rodeados por la presencia real de la esclavitud de los negros a su alrededor, pensaron que probablemente era un error; aunque no mostraban tanto fervor en abolirla. Sólo los Abolicionistas, y esos eran relativamente pocos, fueron los éticos genuinos, para los cuales la esclavitud en sí -no la secesión o la unión- era la cuestión principal. De hecho, era tan fundamental para éstos, que una cantidad considerable de ellos estaban a favor de la disolución de la unión, promoviendo el que el Norte tomase la iniciativa en la cuestión de disolverla para que los pueblos del Norte pudiesen sacudirse la vergüenza de mantener negros en cadenas.

Por supuesto, había todo tipo de gentes con todo tipo de temperamentos entre aquellos que abogaban por la abolición de la esclavitud. Había cuáqueros como Whittier (sin duda, eran los cuáqueros que estaban por la paz a toda costa que habían abogado por la abolición en los tempranos días de la colonia); había activistas políticos moderados, que estaban a favor de comprar la libertad de los esclavos como el método más barato; y había gente extremadamente violenta, que creían en y hacían todo tipo de cosas violentas.

En cuanto a lo que hicieron los políticos, hay una larga lista de "amenazar-con-hacerlo-para-no-hacer-mucho," un récord de treinta años de compromisos, negociaciones e intentos de dejar las cosas como estaban, y de repartir migajas a ambos bandos cuando nuevas condiciones demandaban hacer algo, o hacer de cuentas que se hacía algo. Pero "las estrellas en sus órbitas lucharon contra Sisera;" el sistema se estaba resquebrajando desde adentro y los partidarios de la acción directa desde el exterior a su vez ensancharon las grietas implacablemente.

Entre las distintas expresiones de rebelión directa estuvo la organización de la "vía ferroviaria clandestina." La mayoría de la gente que perteneció a ella creía en ambas formas de acción; pero no importa cuanto se adherían teóricamente a la idea del derecho de la mayoría de promulgar y hacer cumplir las leyes, no creían en ella en ese punto. Mi abuelo fue miembro de la "clandestinidad;" ayudó a más de un esclavo fugitivo a escapar hacia Canadá. Él era un hombre muy paciente y obediente de las leyes en la mayoría de los aspectos, aunque a menudo he pensado que él respetaba la ley porque no había tenido mucho contacto con ella; siempre llevando una vida de pionero, por lo general la ley estaba bastante lejos de él, y la acción directa era un imperativo. Sea como fuere, respetuoso de la ley o no, él no tenía el más mínimo respeto por las leyes esclavistas, no importa que hubiesen sido decididas por una mayoría de diez a uno, y violó concientemente cada una de las que se les cruzó en el camino.

Había momentos en que la operación de la "clandestinidad" requería de la violencia, y se hacía uso de ella. Recuerdo el relato de una vieja amiga que me contaba cómo ella y su madre montaban guardia toda la noche tras la puerta, mientras que un esclavo que estaba siendo buscado por las patrullas estaba escondido en el sótano; y aunque eran descendientes y simpatizantes de los cuáqueros, tenían una escopeta encima de la mesa. Afortunadamente, no necesitaron hacer uso de ella esa noche.

Cuando se aprobó la ley de los esclavos fugitivos con la ayuda de los activistas políticos del Norte que querían ofrecer una nueva migaja a los esclavistas, los activistas directos se lanzaron a rescatar fugitivos recapturados. Tuvieron lugar el "rescate de Shardrach" y el "rescate de Jerry," los participantes en este último rescate estuvieron dirigidos por el famoso Gerry Smith; así como muchos otros intentos exitosos y fallidos de rescate. Todavía los políticos seguían perdiendo el tiempo y tratando de limar asperezas, y los abolicionistas fueron denunciados y detractados por los pacificadores ultraobedientes de la ley, prácticamente de la misma forma en que Wm. D. Haywood y Frank Bohn son ahora denunciados por su propio partido.

El otro día leí un comunicado en el Chicago Daily Socialist del secretario local del Partido Socialista de Louisville al secretario nacional, pidiéndole que sustituyesen a Bohn -que había sido anunciado para hablar allí- por otro orador seguro y en su sano juicio. Al explicar el porqué, el Sr. Dobbs menciona una cita de la charla de Bohn: "Si los McNamaras hubiesen tenido éxito al defender los intereses de las clases trabajadoras, habrían tenido razón, tanta como la habría tenido John Brown de haber tenido éxito en liberar a los esclavos. El único crimen de John Brown fue la ignorancia, así como la ignorancia fue el único crímen de los McNamaras."

Sguidamente, el Sr. Dobbs comenta lo siguiente: "Cuestionamos enfáticamente las afirmaciones aquí vertidas. El intento de trazar un paralelo entre la abierta -aunque equivocada- rebelión de John Brown por un lado, y los métodos secretos y asesinos de los McNamaras por el otro, no sólo es un indicador de lo superficial de su razonamiento, sino altamente engañoso en cuanto a las conclusiones lógicas que se pueden derivar de dichas afirmaciones."

Evidentemente, el Sr. Dobbs es muy ignorante acerca de la vida y obra de John Brown. John Brown era un hombre de violencia; se habría burlado de los intentos de cualquiera por hacer de él otra cosa. Y una vez que una persona se convierte en creyente de la violencia, para él sólo es una cuestión la forma más efectiva de aplicarla, lo que sólo puede ser determinado por un conocimiento de las condiciones y los medios a su disposición. John Brown para nada se amilanaba ante los métodos conspirativos. Aquellos que hayan leído la autobiografía de Frederick Douglas y las Reminiscences de Lucy Colman, se recordarán que uno de los planes diseñados por John Brown era el de organizar una cadena de campamentos armados en las montañas de West Virginia, Carolina del Norte y Tennessee, enviar emisarios secretos entre los esclavos incitándoles a huir hacia esos campamentos y allí concertar medidas de acuerdo a lo que permitiesen los tiempos y las condiciones para fomentar la rebelión entre los negros. El que dicho plan haya fallado se debió a la debilidad del deseo de libertad entre los esclavos mismos, más que a ninguna otra cosa.

Más tarde, cuando los políticos en su infinita taimadez produjeron una proposición sobre "cómo-no-hacerlo," conocida como el Acta de Kansas-Nebraska, que dejó al libre albedrío de los colonos la cuestión de la esclavitud, los activistas directos de ambos bandos enviaron colonos falsos al territorio, los que continuaron la lucha. Los hombres a favor de la esclavitud, que llegaron primero, hicieron una constitución que reconocía la esclavitud y una ley que penaba con la muerte a cualquiera que ayudase a escapar a un esclavo; pero los Free Soilers, que se habían demorado un poquito más en llegar por venir desde estados más lejanos, hicieron una segunda constitución y se negaron del todo a reconocer las leyes de la otra parte. Y John Brown estuvo allí, mezclado en toda esa violencia, tanto conspirativa como abierta; era un "ladrón de caballos y asesino" a los ojos de los activistas políticos decentes y pacíficos. Y no cabe duda de que robó caballos, sin enviar señal alguna por adelantado de sus intenciones de robarlos, y de que mató hombres que estaban a favor de la esclavitud. Atacó y logró huir bastantes veces antes de su intento final en Harper's Ferry. Si no usó dinamita, fue porque entonces la dinamita aún no había surgido como un arma práctica. Hizo muchos más ataques premeditados a la vida que los dos hermanos que el Secretario Dobbs condena por sus "métodos asesinos." Y sin embargo, la historia no ha dejado de comprender a John Brown. La humanidad sabe que a pesar de que él era un hombre violento, con samgre humana en sus manos, que era culpable de alta traición y fue colgado por ello, sin embargo su alma era grande, fuerte, generosa, incapaz de soportar el aterrador crimen de mantener a 4,000,000 de personas como bestias estúpidas, y que pensó que el hacer la guerra contra eso era un deber sagrado, divino (porque John Brown era un hombre muy religioso - un presbiteriano).

Es a través y por las acciones directas de los precursores del cambio social, ya sean de naturaleza pacífica o bélica, que la Conciencia Humana, la conciencia de las masas, se agita hacia la necesidad del cambio. Sería muy estúpido el decir que nada bueno resulta jamás de la acción política; a veces surgen cosas positivas por ese camino. Pero nunca hasta que la rebelión individual, seguida por la rebelión de masas, lo haya forzado. La acción directa siempre es la que lanza el grito de protesta, la iniciadora, a través de la cual la gran masa de los indiferentes toma conciencia de que la opresión se torna insoportable.

Hoy hay opresión en la tierra -- y no sólo en esta tierra, sino en todos aquellos rincones del mundo que disfrutan de los tan engañosos frutos de la Civilización. E igual que con la cuestión de la esclavitud, también esta forma de esclavitud ha estado engendrando, tanto la acción directa como la acción política. Una cierta fracción de nuestra población (probablemente mucho más pequeña que la que los políticos acostumbran dar en los mitines políticos) está produciendo la riqueza material de la que todo el resto de nosotros vivimos; así como eran 4,000,000 de esclavos que sostenían a la masa de parásitos que tenían encima. Esos son los trabajadores industriales y agrícolas.

A través de la inprofesada e inprofesable operación de instituciones que ningún individuo entre nosotros ha creado, sino que encontró ya existentes al llegar a este mundo, la parte absolutamente más esencial de toda la estructura social, sin cuyos servicios nadie puede ni comer, ni vestirse o protegerse de los elementos, son justamente aquellos que reciben menos comida, vestimenta y alojamiento -- para no mencionar su parte de todos los otros beneficios sociales que el resto de nosotros supuestamente debemos recibir, tales como la educación y la gratificación artística.

Esos trabajadores han, de una u otra forma, juntado mútuamente sus fuerzas para ver qué mejoras de sus condiciones pueden conseguir; primeramente por medio de la acción directa, y luego por la acción política. Hemos tenido al Grange, la Alianza de Granjeros, Asociaciones Cooperativas, Experimentos de Colonización, los Caballeros del Trabajo , Sindicatos y los Trabajadores Industriales del Mundo. Todas esas organizaciones se han formado con el propósito de lograr arrancar de los amos del campo económico un salario un poco mejor, unas condiciones un poco mejores, o una jornada de trabajo un poco más corta; o por otro lado, para resistir una reducción en los salarios, peores condiciones o jornadas laborales más largas. Ninguna de ellas ha intentado alcanzar una solución final para la guerra social. Ninguna de ellas, excepto los Trabajdores Industriales, ha reconocido que existe una guerra social, inevitable mientras las presentes condiciones legales y sociales persistan. Aceptaron las instituciones de la propiedad tales y como las encontraron. Estaban formadas por hombres promedio, con deseos promedio, y se abocaron a hacer cosas que les parecían posibles y muy razonables. No estaban comprometidos con una visión política particular y estaban organizados, pero lo hicieron a través de la acción directa a partir de su propia iniciativa, ya sea como actitud positiva o defensiva.

No cabe duda que entre todas esas organizaciones habían miembros que veían más allá de las reivindicaciones inmediatas; que sí vieron que el continuo desarrollo de las fuerzas que ahora se habían puesto en acción estaba destinado a crear condiciones ante las cuales sería imposible que la vida pudiese continuar sometiéndose, y contra las cuales por lo tanto, ella protestaría, y violentamente; que ella no tendría otra elección; que debe hacerlo o de lo contrario perecer mansamente; y dado que no está en la naturaleza de la vida el rendirse sin dar batalla, ella no morirá mansamente. Hace veintidos años encontré gente de la Alianza de Granjeros que hablaban así, Caballeros del Trabajo que hablaban así, sindicalistas que hablaban así. Querían objetivos más amplios que aquellos perseguidos por sus organizaciones, pero tuvieron que aceptar a sus camaradas miembros como eran, y tratar de motivarlos a trabajar por las cosas tal y como ellos las podían ver. Y lo que ellos podían ver eran mejores precios y mejores salarios, condiciones de trabajo menos peligrosas y tiránicas, jornadas laborales más cortas. Al nivel de desarrollo en el que esos movimientos surgieron, los trabajadores agrícolas no podían ver que su lucha tuviese nada que ver con las luchas de aquellos involucrados en la industria o en el transporte; tampoco éstos últimos podían ver que su lucha tuviese nada en común con la de los obreros agrícolas. Y es que aún hoy muy pocos ven eso. Todavía tienen que aprender que hay una lucha común contra aquellos que se han apropiado de la tierra, el dinero y las máquinas.

Desafortunadamente, la gran organización de los granjeros se malgastó en una carrera estúpida por el poder político. Tuvo bastante éxito en conseguir el poder en varios Estados; pero las cortes declararon inconstitucionales sus leyes, y esa fue la tumba de todas sus conquistas políticas. Su programa original era el de construir sus propios silos, reteniéndolos del mercado hasta poder librarse de los especuladores. Asimismo, la organización de intercambios de mano de obra, emitiendo bonos de crédito sobre los productos depositados para el intercambio. Si se hubiera mantenido fiel a este programa de ayuda mutua directa habría, hasta cierto punto, al menos por un tiempo, podido ser una ilustración de cómo la humanidad se puede liberar del parasitismo de los banqueros e intermediarios. Por supuesto, al final habría sido derrocado, a menos que hubiese revolucionado de gran manera las mentes de los hombres por el ejemplo del derrocamiento del monopolio legal de la tierra y el dinero; pero al menos habría cumplido un gran fin educativo. En la realidad, siguió un espejismo y se desintegró a causa de su mera futilidad.

Los Caballeros del Trabajo fueron disminuyendo hasta alcanzar una relativa insignificancia, no por no haber hecho uso de la acción directa, ni tampoco por haberse metido en política, lo que se dio en pequeña escala, sino principalmente porque eran una masa heterogénea de trabajadores que no pudo asociar sus esfuerzos de manera efectiva.

Los sindicatos ganaron en fuerza a medida que se iban retirando los Caballeros del Trabajo, y han continuado incrementando su fuerza lenta pero persistentemente. Es verdad que su crecimiento ha fluctuado; que han habido retorcesos, que grandes organizaciones unitarias se han formado para volver a dispersarse. Pero en su conjunto, los sindicatos han sido una fuerza creciente. Lo han sido porque, siendo tan pobres como son, han sido un medio por el cual un cierto sector de los trabajadores han sido capaces de unir sus fuerzas para enfrentar directamente a sus amos, así lograr al menos una parte de lo que querían --o de lo que las condiciones les dictaban que deberían tratar de lograr. La huelga es su arma natural, la que ellos mismos se han forjado. Es el golpe directo de la huelga el que nueve de cada diez veces es temido por el patrón. (Por supuesto, hay ocasiones en las que se alegra por una huelga, pero eso no es común). Y la razón por la que le tiene terror a las huelgas, no es tanto porque piense que no la va apoder ganar, sino lisa y llanamente porque no quiere una interrupción de sus negocios. El patrón común no le tiene mucho miedo al "voto con conciencia de clase;" hay gran cantidad de talleres en los que uno puede hablar acerca del Socialismo o de cualquier otro programa político todo el día; pero si uno empieza a hablar de sindicatos [Unionism en el original, N del T] es de esperar que lo despidan de inmediato, o al menos que le adviertan que se calle la boca. Por qué? No porque el patrón sea tan inteligente como para saber que la acción política es una ciénaga en la que se empantana el trabajador, o porque considere que el socialismo rápidamente se esté convirtiendo en un movimiento de clase media; nada de eso. Él piensa que el socialismo es una cosa muy mala; pero es una buena salida! Pero sabe que si su fábrica se sindicaliza, va a tener problemas de inmediato. La mano de obra se le pondrá rebelde, va a tener que entrar en gastos para mejorar las condiciones de la fabrica, no va a poder despedir a los trabajadores que no le gusten, y en caso de huelga deberá esperar daños a su maquinaria o sus edificios.

Se dice a menudo, y lo repiten como loros, que esos patrones tienen "conciencia de clase," que se mantienen unidos por interés de clase, y que estan dispuestos a soportar cualquier pérdida personal antes que traicionar esos intereses. No ocurre así en absoluto. La mayoría de la gente de negocios son igual que la mayoría de los trabajadores; se preocuman mucho más de sus pérdidas o beneficios personales que de los de su clase. Y es esta pérdida individual la que ve el patrón cuando es amenazado por un sindicato.

Hoy todo el mundo sabe que una huelga de cualquier tamaño significa violencia. No importa qué preferencia ética hacia la paz se tenga, se sabe que no será pacífica. Si es una huelga de telégrafos, significa cortar los cables y los postes, y meter falsos rompehuelgas [esquiroles, carneros] para que saboteen los instrumentos. Si es una fábrica de chapas de acero, significa caerles a golpes a los rompehuelgas, romper las ventanas, desajustar las válvulas, y destruir las caras prensas junto con toneladas y toneladas de material. Si es una huelga de mineros, significa destruir líneas férreas y puentes, y volar instalaciones. Si es una huelga de los trabajadores de la confección, significa montar un incendio anónimo, lanzar una andanada de piedras a través de una ventana aparentemente inaccesible, o tal vez un trozo de ladrillo sobre la cabeza de dueño mismo. Si es una huelga de tranvías, significa vías destrozadas o barricadas con el contenido de carros de hollín o de deshechos de comida para cerdos, con vagones desechados o cercas robadas, significa vagones incinerados o chocados e interruptores apagados.Si es una huelga de trenes, significa motores "muertos", motores que anden impredeciblemente, vagones de carga descarrilados y trenes retrasados. Si es una huelga de la construcción, significa estructuras dinamitadas. Y siempre, en todas partes, todo el tiempo, peleas entre los rompehuelgas y esquiroles contra los huelguistas y los simpatizantes de la huelga, entre el Pueblo y la Policía.

De parte de los patrones, significa focos rastreadores, vallas electrificadas, fortificaciones, barracas, detectives y agentes provocadores, raptos violentos y deportaciones, y todos y cada uno de los instrumentos que sean capaces de imaginar para su protección, además del recurso último de la policía, la milicia, la constabularia del Estado y las tropas federales.

Todo el mundo sabe esto; todos sonríen cuando los funcionarios del sindicato le hacen el llamado a sus organizaciones a que sean pacíficas y respeten la ley, porque todo el mundo sabe que estan mintiendo. Ellos saben que se hace uso de la violencia, tanto en secreto como abiertamente; y saben que ésta es usada porque los huelguistas no pueden hacer otra cosa, sin renunciar del todo a la lucha. Tampoco se equivocan aquellos que así recurren a la violencia bajo la presión de delincuentes destructivos que hacen lo que hacen por maldad innata. La gente en general comprende que hacen esas cosas por la dura lógica de una situación que ellos no crearon, sino que los obliga a a hacer esos ataques en función de vencer en su lucha por vivir o sucumbir en el pozo sin fondo del descenso hacia la pobreza, que hace que la Muerte los encuentre en el hospital de pobres, las calles de la ciudad, o las aguas sucias del río. Esta es la terrible alternativa que los trabajadores enfrentan; y esto es lo que hace que los seres humanos de disposición más amable - hombres que harían todo por ayudar a un perro herido, o llevar a su casa a un gatito extraviado y darle leche, o hacerse a un lado para no aplastar a un gusano - hechar mano a la violencia contra sus congéneres. Ellos saben, porque lo hechos se lo han enseñado, que esta es la única manera de ganar, si es que acaso piensan ganar. Y siempre me ha parecido que una de las cosas más extremadamente ridículas y absolutamente irrelevantes que una persona puede decir o hacer, cuando un huelguista que enfrenta una determinada situación se le acerca en busca de consuelo o asistencia, sería el responderle "Tome el poder por medio de los votos!" cuando la próxima elección será dentro de seis meses, o uno o dos años.

Desafortunadamente la gente que mejor sabe cómo se usa la violencia en la guerra sindical no puede salir y decir: "En tal fecha, en tal lugar, se hizo tal y cual acción específica, y como resultado se consiguieron tales y cuales concesiones, o tal o cual patrón tuvo que capitular." Hacerlo pondría en peligro su libertad y su poder para seguir luchando. Por lo tanto, aquellos que más saben deben mantener silencio y sonreir para sus adentros, mientras que aquellos que saben poco dicen cualquier cosa. Son lo hechos y no las palabras, los que deben clarificar sus posiciones.

Y se ha hablado mucho sinsentido durante las últimas semanas. Oradores y escritores, honestamente convencidos de que yo creo que solamente la acción política puede ganar la batalla de los trabajadores, han estado denunciando lo que ellos están complacidos en llamar "acción directa" (lo que en realidad quieren decir es violencia conspirativa) como autora directa de un sinnúmero de daños al movimiento. Un tal Oscar Ameringer, por ejemplo, dijo recientemente en una asamblea en Chicago que la bomba de Haymarket de '86 había retrasado el movimiento por las ocho horas de trabajo veinticinco años, argumentando que el movimiento habría tenido éxito de no haber sido por la bomba. Eso es una gran equivocación. Nadie puede medir exactamente en años y horas el efecto de una avanzada o de una reacción. Nadie puede demostrar que el movimiento de las ocho horas habría ganado hace veinticinco años. Sabemos que la jornada de ocho horas había sido incluida en las leyes de Illinois en 1871 por medios políticos, y que desde entonces ha sido letra muerta. Que la acción directa de los trabajadores la podría haber logrado en ese entonces, es algo que no puede ser probado; pero se puede demostrar que factores mucho más poderosos que la bomba de Haymarket operaron en contra. Por otro lado, si la influencia reactiva de la bomba hubiese sido tan poderosa en realidad, deberíamos naturalmente esperar que las condiciones laborales y sindicales fuesen peores en Chicago que en las otras ciudades en las que no sucedieron ese tipo de cosas. Al contrario, con lo malas que son, las condiciones laborales en general son mejores en Chicago que en las demás ciudades grandes, y el poder de los sindicatos está más desarrollado allí que en cualquier otra ciudad de los Estados Unidos excepto San Francisco. De modo que si podemos sacar alguna conclusión acerca de la bomba de Haymarket, hay que tener en mente estos hechos. Personalmente, no creo que su influencia sobre el movimiento sindical como tal haya sido tan importante.

Lo mismo ocurrirá con el furor actual acerca de la violencia. Nada ha cambiado en lo fundamental. Dos hombres han sido enviados a prisión por lo que hicieron (hace veinticuatro años los ahorcaban por lo que no habían hecho); unos pocos más podrían ir a la cárcel. Pero las fuerzas de la vida continuarán rebelándose contra las cadenas económicas, no improta qué personas bien portadas voten o dejen de votar, hasta que las cadenas no se rompan.

Y cómo se romperán las cadenas?

Los activistas políticos nos dicen que sólo ocurrirá por medio de la acción electoral del partido de la clase obrera; logrando elegirse para la posesión de las fuentes de la vida y de los medios de trabajo; votando para que aquellos que hoy controlan los bosques, las minas, las haciendas, las vías fluviales, los depósitos y las fabricas y de la misma forma controlan el poder militar que los defiende, entreguen su dominación al pueblo.

Y mientras tanto?

Mientras tanto, sed apacibles, industriosos, obedientes de la ley, pacientes y frugales (como Madero le dijo que fueran a los peones rurales, después de haberlos vendido a Wall Street)! Aún cuando algunos de vosotros seáis pobres, no os levantéis contra ello, porque eso podría "hacer retroceder al partido."

Bueno, ya he dicho que algunas cosas buenas salen a veces por medio de la acción política -- y no necesariamente por la acción del partido de la clase obrera. Pero estoy de sobra convencida de que los beneficios ocasionales logrados estan más que balanceados por los males; tanto como estoy convencida de que aunque hayan males ocasionales como resultado de la acción directa, son más que compensados por los beneficios.

Casi todas las leyes que originariamente habían sido enfocadas con la intención de beneficiar a los pobres, o se han vuelto armas en las manos de sus enemigos, o se han vuelto letra muerta a menos que los trabajdaores hayan obligado directamente a su observancia. O sea que al fin y al cabo, es la acción directa sobre la que hay que apoyarse de todos modos. Como un ejemplo de coger el lado manco de la ley basta hechar un vistazo a la ley contra los trusts, que supuestamente iba a beneficiar al pueblo en general y a la clase obrera en particular. Hace unas dos semanas, cerca de 250 dirigentes sindicales fueron citados responder por cargos de ser formadores de trusts, como respuesta de la Central de Illinois a sus huelgas.

Pero el daño de absolutizar a la fe en la acción indirecta es mucho mayor que cualquiera de esos resultados menores. El mal principal es que destruye la iniciativa, ahoga el espíritu individual de rebelión, le enseña a la gente a depender de que otro haga por ellos lo que ellos deberían hacer por sí mismos; finalmente, convierte en orgánica la anómala idea de que amasando pasividad hasta que se consiga una mayoría, y a través de la magia peculiar de una mayoría así, esta pasividad será transformada en energía. O sea, que la gente que ha perdido el hábito de hacer huelgas por su propia cuenta como individuos, que se han sometido a todas las injusticias al mismo tiempo que esperan ver crecer a la mayoría, van a metamorfosearse en explosivos humanos de alta potencia por un mero proceso de empaquetado!

Estoy muy de acuerdo en que las fuentes de la vida, y toda la riqueza material de la tierra, y las herramientas necesarias para la producción cooperativa deben volverse libremente accesibles a todos. Es una certitud para mí que los sindicatos deben ampliar y profundizar sus propósitos o perecerá, y estoy segura de que la lógica de la situación gradualmente les obligará a entenderlo así. Deben apender que los problemas de los trabajadores jamás podrán resolverse dándole golpizas a los rompehuelgas, mientras que su propia política de mantener altas cuotas para los miembros y otras restricciones ayuden a que sigan existiendo rompehuelgas. Deben aprender que la vía del crecimiento no pasa tanto por la elevación de los salarios, sino por la disminución de la jornada laboral, la que les posibilitará el aumentar su membresía, aceptar a todos los que estén dispuestos a entrar al sindicato. Deben aprender que si quieren ganar batallas, todos los trabajadores aliados deben actuar juntos, actuar rápidamente (sin prestarle servicio a jefe alguno), y mantener la libertad de seguir haciéndolo en todo momento. Y por último, deben aprender que aún entonces (cuando hayan logrado una completa organización) no pueden ganar nada permanente a menos que hagan huelgas por todo -- no por una salario, no por una mejora parcial, sino por toda la riqueza natural del planeta. Y proceder a la directa expropiación de toda ella!

Deben aprender que su poder no reside en su capacidad electoral, que su poder reside en su capacidad de parar la producción. Es un grave error el suponer que los asalariados constituyen la mayoría de los votantes. Los asalariados estan hoy aquí y mañana allí, y eso impide a un gran número de votar; un alto porcentaje de ellos en este país son extranjeros sin derecho al voto. La prueba más patente de que los dirigentes socialistas saben que esto es así, es que ellos en cada momento adaptan su propaganda para ganar el apoyo de los negociantes, del pequeño inversionista. Sus artículos de campaña proclamaban que sus entrevistadores habían recibido la seguridad por parte de los compradores de bonos de Wall Street de que estarían igual de dispuestos a comprar bonos de Los Angeles de un administrador socialista, como lo estarían de uno capitalista; que la actual administración de Milwakee había sido una bendición para el pequeño inversionista; sus panfletos aseguran a los lectores en esta ciudad que no necesitamos ir a las grandes tiendas a comprar -- sino que más bien compremos en tal o cual negocio de Milwakee Avenue, que será tan capaz de satisfacer nuestras necesidades como una "gran casa comercial." En suma, estan haciendo hasta el último desesperado esfuerzo para ganar el apoyo y prolongar la vida de esa clase media que la economía socialista dice debe ser demolida hasta sus cimientos, porque saben que no pueden conseguir una mayoría sin ella.

Lo más que un partido de la clase obrera puede llegar a hacer, una vez que se convierte en una organización consolidada, es mostrarle a la clase de los poseedores a través de una cesación de todo trabajo, que toda la estructura social descansa sobre los trabajadores; que todas las posesiones de los otros no valen absolutamente nada sin la actividad de los trabajadores; que tales protestas, como las huelgas, son inherentes al sistema de propiedad y contínuamente recurrentes hasta que todo el sistema sea abolido -- y habiendo demostrado esto en la práctica, proceder a expropiar.

"Pero, el poder militar," dice el activista político; "debemos lograr el poder político, o el ejército será usado contra nosotros!"

Contra una Huelga General de verdad, el ejército no puede hacer nada. Claro, si tenéis a un socialista como Briand en el poder, él podría nombrar "funcionarios públicos" a los obreros e intentar hacer que le sirviesen a él en contra de sí mismos! Pero contra el sólido muro de una masa trabajadora inamovible, hasta Briand se quebraría.

Mientras tanto, hasta este despertar mundial, la guerra continuará como hasta hoy, a pesar de toda la histeria que puedan manifestar las gentes bien intencionadas que no entienden la vida y sus necesidades; a pesar de todas las vacilaciones de las tímidas dirigencias; a pesar de todas las venganzas reaccionarias que se ejecuten; a pesar de todo el capital que le sacan los políticos a la situación. Continuará porque la Vida exige vivir, y la Propiedad le niega su libertad de vivir; y la Vida no se someterá.

Y no se debería someter.

Continuará hasta el día en que la Humanidad auto-liberada sea capaz de cantar el "Himno al Hombre" de Swinburne:

"Gloria al Hombre en las alturas, porque Él es el Rey del Universo."

Notas

Haymarket Riot: Manifestación anarquista llevada a cabo en 1886 en Chicago en la que fueron muertos siete policías. [N del T].

2 Miembros de la Sociedad de los Amigos, una sociedad cristiana de mediados del siglo XVII que creían que el Espíritu Santo habita en el corazón de todos los hombres (la luz interior). Fueron violentamente reprimidos por lo que se vieron obligados a emigrar e Nueva Inglaterra (norteamérica). Pacifistas radicales, muchos de sus representantes fueron prominentes en reformas sociales. Una especie de izquierdistas de la época. [N del T]

3 Movimiento protestante originario de Inglaterra (siglos XVI y XVII) que buscaban purificar el culto de la Iglesia Anglicana a través de la exclusión de todos aquellos elementos cuya autoridad no pudiese ser encontrada en la Biblia [N del T]

4 A lo largo de tod el texto se usa la palabra 'activista', pero no en el sentido que le damos hoy en día: el texto original usa actionist, esto es en este contexto, 'partidario de una forma de acción', lo que no se puede traducir al castellano como 'accionista'. [N del T]

5 Se refiere a la Revolución Estadounidense (1775-83) [N. del T]

6 Como ya se debe haber visto, el significado de la palabra 'política' de la época se asociaba más directamente a lo institucional-estatal [N del T]

7 Brown, John (1800-59): Abolicionista estadounidense. En 1859 incitó una insurrección de esclavos negros en Harper's Ferry, Virginia. El intento falló y Brown fué ahorcado por traición. Este hecho aumentó la oposición a la esclavitud.

8 Caballeros del Trabajo: Su nombre en inglés el Knights of Labour. Sindicato pionero estadounidense formado en 1869 por los sastres de Philadelphia, desapareciendo paulatinamente hacia inicios del Siglo XX y siendo sustituídos por lo que sería la American Federation of Labor (la AFL) que en sus inicios no era el sindicato blanco que es hoy en día. [N del T]

9 Briand, Aristide (1862-1932) Estadista socialista francés, 10 veces primer ministro entre 1909 y 1929. Jugó un papel dirigente en la separación de la Iglesia y el Estado en 1905, así como en la formación de la Liga de las Naciones [N del T]